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El Catoblepas, número 51, mayo 2006
  El Catoblepasnúmero 51 • mayo 2006 • página 1
Artículos

Alicia en el planeta de los simios

Iñigo Ongay

Se discute la adhesión de la izquierda socialdemócrata española a las reivindicaciones etologistas manifestadas por el Proyecto Gran Simio

Zapatero medita sobre el talante necesario para lograr la liberación de los primos simios......mientras otro primo se muere de la risa......y un tercero medita con cierta incredulidad el momento en el que pueda lograr por fin un acta de diputado

Presentación: la polémica sobre la iniciativa
del diputado Francisco de Asís Garrido Peña

El 24 de abril de 2006, en gracia a los buenos oficios del diputado adscrito al grupo socialista Francisco de Asís Garrido Peña (Sevilla 1958){1}, pudo conocer de primera mano el Congreso de la Nación las propuestas «éticas» defendidas desde 1993 por la plataforma animalista «Proyecto Gran Simio» con el ideólogo australiano Peter Singer a la cabeza. De hecho, y con el apoyo del citado parlamentario (cuyo seráfico nombre resulta desde luego premonitorio), el propio grupo socialista pudo, ese día, presentar ante las Cortes Españolas una proposición no de ley en la que se insta al gobierno a declarar su adhesión al Proyecto Gran Simio y a emprender las acciones necesarias en los foros y organismos internacionales para la protección de los grandes simios del maltrato, la esclavitud, la tortura, la muerte y la extinción. Esta proposición, se vio acompañada además, a modo de brillante «exposición de motivos», por el siguiente texto, leído ante el congreso por el propio secretario general del Proyecto Gran Simio-España, Pedro Pozas:

«El tiempo ha querido que dos informaciones científicas hayan aparecido, casi al unísono, para recordarnos la cercanía evolutiva y la vecindad genética que tenemos con nuestros parientes, los grandes simios (secuenciación del ADN de los grandes simios) y la cruel realidad de nuestro trato con ellos, que está poniendo en peligro su supervivencia (Atlas de los Grandes Simios y su Conservación, de Naciones Unidas).
El primer informe nos indica que compartimos la inmensa mayoría de nuestro material genético con estos seres. Esta similitud ya la conocíamos por medio de estudios antropométricos, fisiológicos, neurológicos o de etología comparada. El segundo informe, el de Naciones Unidas, nos alerta sobre la posibilidad de extinción de algunas especies de grandes simios, por obra de la intervención humana.
Desde hace años, existe un programa internacional –no gubernamental– para la ampliación de la igualdad, denominado Proyecto Gran Simio, que pretende preservar y proteger del maltrato y la muerte a estos compañeros genéticos de la humanidad. El programa ha sido impulsado por el pensador Peter Singer y a él se han adherido numerosas personalidades del ámbito científico e instituciones de muy diverso tipo. Entendemos que, debe ser una tarea de toda la comunidad internacional, evitar la desaparición, el maltrato y la esclavitud de estos seres tan cercanos a la especie humana y tan injustamente tratados.»

Ahora bien, por más curiosa que esta proposición pueda sin duda parecernos (y ello con motivos poderosos en efecto, puesto que hasta la fecha al menos, nunca se había presentado ante la cámara baja una propuesta de estas características); habría sin embargo que tomar en consideración que tales planteamientos «animalistas», tampoco resultan del todo inéditos en el contexto ideológico de la izquierda socialdemócrata española. En este sentido, consideramos pertinente aquí, citar el artículo que bajo el significativo título «Hermanos», la «escritora» e «intelectual» Rosa Montero publicó en el diario El País, de Madrid, el 6 de diciembre de 2005:

«Muchos científicos consideran que los grandes simios tienen una menta semejante a la de un niño de cinco años. Y a estos individuos, en fin, les enjaulamos, humillamos, torturamos, exterminamos. Les hemos utilizado durante siglos para hacer espantosas vivisecciones supuestamente científicas y aún ahora seguimos experimentando con ellos. Por no hablar de la explotación comercial a la que se les somete: los tailandeses por ejemplo, se niegan a devolver un centenar de orangutanes que capturaron (o más bien secuestraron) de las selvas de Borneo y a los que utilizan en combates de Boxeo para entretener a los turistas.
No tenemos disculpa porque ahora ya sabemos lo que sabemos: que esas criaturas son como nosotros. Pero la inmensa mayoría de los humanos sigue cerrando los ojos y aturdiendo su conciencia ante toda esta atrocidad.»{2}

Con todo, desde otros medios periodísticos, ya sean electrónicos o «en papel», otros comentaristas políticos han venido recibiendo la noticia de la adhesión del gobierno del PSOE al Proyecto Gran Simio de un modo indisimuladamente hostil. En esta dirección, Ignacio Villa desde el sitio web Libertad Digital, ironizaba sobre las supuestas «intenciones ocultas» de la proposición no de ley promocionada por Garrido:

«Después de conocer el interés del Grupo Socialista en el Congreso en promover una iniciativa parlamentaria que reconozca la equiparación del hombre con el mono, la pregunta surge espontáneamente: ¿van a poder votar los monos en las próximas elecciones generales? Porque conociendo a los socialistas, tanto interés por cuidar a los simios ha de tener algún rédito electoral entre los chimpancés. Y es que parece todo una broma pero es lamentablemente cierto.
Estamos ante un Gobierno que recorta las libertades, que desprecia la vida, que ataca a la familia; pero eso sí, tiene tiempo y dedicación para que los primates encuentren un hueco en el Congreso de los Diputados.
Entre otras cosas, esta iniciativa parlamentaria busca la inclusión inmediata de los simios en la categoría de personas y que, por lo tanto se les otorgue protección moral y legal. Se pretende defender sus intereses como se hace con los menores de edad o con los discapacitados físicos. Además se pide que se reconozcan sus derechos a la vida, a la libertad, a no ser torturados y a no ser esclavizados.
Donde nos quiere llevar este Gobierno? Ya sabemos todos que quieren cambiar el modelo de sociedad en todas sus facetas. Pero esto es ya más bien parte de la burla, la provocación y la chacota, hasta tal punto que caen en el más absoluto de los ridículos. Todos conocemos el sectarismo de Zapatero, de su Gobierno y de su partido pero no suponíamos que fueran a llegar a este extremo tan bochornoso. Ahora resulta la prioridad parlamentaria son los mandriles. Quizá sea como homenaje al aprendizaje del catalán del sustituto de 'Copito de Nieve'.»{3}

También en «clave de humor», el periodista Federico Jiménez Losantos, se hacía eco de la noticia en su columna «Comentarios liberales» del diario El Mundo, conectando tal medida del grupo parlamentario socialista con otras iniciativas abordadas por el gobierno de Zapatero. Veámoslo:

«Los simios, pese a la extraordinaria inteligencia que los socialistas les atribuyen todavía no saben que acaban de incorporarse a la Alianza de Civilizaciones.
Alguno dirá que es lógico que en el PSOE los consideren listísimos, porque esta generación no anda muy por encima de ellos en prestaciones intelectuales. Otros recordamos que la famosa etiqueta de Anís del Mono representa a un gran simio, entre gorila y orangután, con una supuesta cara de Darwin que por su estilización y adivinación es clavado a Rubalcaba.
O sea, que hace un siglo, cierto habitante de la extinta nación conocida como España quiso satanizar la teoría de la evolución de las especies poniéndole la cara de Rasputín al mono de su anís y le salió el Rasputín del PRISOE en pose de Rodín. Supongo que hoy lo colocaría en un escaño, pidiendo la palabra para atacar al PP.»{4}

Algo más adelante, culmina don Federico su malévolo análisis de la cuestión, de la manera más contundente:

«Volviendo al principio, yo creo que cuando se proclama que todas las civilizaciones valen igual, es decir que los valores alumbrados durante siglos no valen nada; se acaba diciendo que todo ser vivo, sea humano, gorila, besugo, geranio, bacteria o virus, tiene los mismos derechos.
Si tratan a los monos como a humanos, tratarán a los humanos como a monos.»

También en El Mundo, Martín Prieto dedicaba un irónico «artículo de opinión» a este asunto el jueves 27 de abril de 2006, bajo el cinematográfico título «Gorilas en la niebla»:

«Así el PS (Psssss) no tiene nada mejor que hacer que alargar los Derechos Humanos a los homínidos. Habrá que liberarlos de los zoos, y si depende de la ministra Narbona les habilitarán una reserva en Madrid sobre alguna carretera de ejecución urgente ya que flojea la cagarruta de lince sobre la mortífera vía de los pantanos.
Los genes que nos separan de los gorilas y de la mosca del vinagre son mínimos. Bromas del hilo helicoidal del código genético. Propongo al PS que declare los Derechos Humanos de la mosca cojonera y acaben de una vez con esos arrieros que las espantan (y hasta las matan) al zurriago. Tenemos jurisprudencia. Hace unos años un campesino de Madrid, pobre de solemnidad, le dio una pedrada a un lagarto y se lo comió asadito en unas matas. Cayó sobre él la administración de Leguina y entre multas y detenciones se le acabaron las ganas de saurios. Ahora sólo come berzas y está en paz con Dios y con los socialistas. Si a la vicepresidenta De la Vega la pilla en el congreso un gorila macho de esos que te arrancan la cabeza, y a ella las telas de sus vestidos, ¿qué habríamos de recomendarle?, “dile lo de siempre, que te duele la cabeza”. ¿O estaríamos ante un acto parlamentario de violencia de género?»{5}

Asimismo, en este mismo diario, se expresaba el profesor de filosofía y Presidente de Honor del Proyecto Gran Simio-España, Jesús Mosterín, autor de obras de referencia sobre este asunto como puedan serlo ¡Vivan los Animales! o Animales y Ciudadanos. Si para Villa, Prieto o Losantos las posiciones animalistas resultan casi inconcebibles (a la manera de un chiste sobre el que sólo cupiera ironizar){6}, parece que el ideólogo barcelonés las interpreta, a sensu contrario, casi como si se tratasen de una evidencia indiscutible de las ciencias etológicas y primatológicas de nuestro presente en marcha, una vez hayan quedado retiradas las premisas antropocentristas propias de la tradición occidental:

«Podemos compadecernos de todos los animales capaces de padecer y, en especial, de aquellos, tan próximos a nosotros que su sufrimiento es parecido al nuestro. No somos hijos de los dioses sino primos de los chimpancés. Los homínidos no humanos, tienen unos genes, un cerebro, y un comportamiento tan similares a los nuestros que es inconcebible que merezcan una consideración moral muy distinta.»{7}

Tampoco está de más, tomar en consideración el hecho, de que la controversia de referencia ha venido a dar de sí hasta el punto de que la propia Iglesia Católica Romana, se ha visto obligada a intervenir, por mediación del Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Fernando Sebastián quien, acaso atrincherándose en las premisas antropocéntricas que son características del espiritualismo católico (frente por ejemplo, al cristianismo anglicano, mucho más tendente a la «piedad» con los animales, ya desde el siglo XIX), replicó a la iniciativa no de ley propugnada por el grupo socialista, argumentando que : «por hacer el progre se puede hacer el ridículo»{8}. Con ello, nos parece evidente que lo que sin duda Monseñor Sebastián no recordaba en el momento de pronunciar tales palabras es la declaración vaticana de 1990 en la que el Papa Juan Pablo II pudo reconocer en los animales una «almita» o «soplo vital» que el hombre estaría obligado a «respetar». Toda esta polémica en definitiva, habría incluso llevado a Cristina Narbona, ministra socialdemócrata de medio ambiente, a matizar que el Proyecto Gran Simio, impulsado por la propuesta socialista en el Congreso, no establecería un reconocimiento de los «derechos humanos» de los grandes simios antropoideos.{9}

El Proyecto Gran Simio: «La igualdad más allá de la humanidad»

Sin embargo, y pese a las pretensiones de la ministra «del ramo» (que, con ello, pueden ser vistas de esta manera como una muestra más del diletantismo propio de un gobierno que «no sabe ni lo que firma»); el Proyecto Gran Simio, iniciativa dada a conocer en 1993 por un eminente grupo de etólogos, sociobiólogos y «filósofos» (Peter Singer, Jane Goodall, Adriaan Kortlandt, Tom Regan, &c.) entroncaba en efecto, a través de su Manifiesto sobre los Grandes Simios Antropoides con la «Declaración Universal de los derechos del animal» promulgada solemnemente en 1977 por la UNESCO, y ello, incluso llevando el alcance propio de tal «Declaración Universal» todavía a unos extremos mucho más radicales: ahora se tratará, afirman los promotores del Proyecto, de ampliar el radio de la «comunidad moral» para incluir dentro de la misma, a nuestros «hermanos» los chimpancés, los bonobos, los gorilas o los orangutanes; unas criaturas a las que desde luego, y tras la puesta de largo durante el siglo XX de los estudios etológicos{10} (investigaciones sobre los «lenguajes animales», etología cognitiva, descubrimientos de Jane Goodall sobre el uso de herramientas de los chimpancés en Gombe, hallazgos de los Fouts con la chimpancé Washoe adiestrada en el uso del AMESLAN, «culturas animales», &c., &c.{11}), ya no cabrá considerar por más tiempo como «máquinas cartesianas», puesto que, tales seres –se argumenta– deberán figurar a título de «personas morales»{12}, enteramente equiparables a los hombres («la igualdad más allá de la igualdad» es precisamente el eslogan que hace las veces de lema en el frontis del PGS) cuyos derechos éticos (por ejemplo, el «derecho a la vida», el «derecho a la libertad», el «derecho a la protección» frente a la tortura), habrán de merecer el mismo «respeto» que los correspondientes al hombre, visto ahora, darwinianamente, como «el tercer chimpancé»{13}. De este modo –se dirá–, si en efecto, tales «derechos» no parecen por ahora, ser «respetados» en ninguna sociedad política (entre otras cosas, porque si fuesen «respetados», entonces podríamos comenzar a dar por cancelado en gran medida el propio curso de la investigación biomédica, &c.), ello, se deberá ante todo a una suerte de «prejuicio especieísta» en todo comparable al prejuicio «racista», que hasta hace bien poco mantenía sojuzgadas a amplias capas de la «humanidad», con lo que, en definitiva, la «solución» puede parecer ya muy «evidente», a saber : la manumisión de los Grandes Simios vista como primer paso en el proceso tendente a la completa emancipación de los animales no humanos. Dicen concretamente Peter Singer y Paola Cavalieri:

«Aristóteles llama a los esclavos humanos 'propiedad animada'. Es una expresión que describe con exactitud la condición en la que actualmente mantenemos a los animales no humanos. La esclavitud humana representa en consecuencia un paralelismo esclarecedor con esta situación. Vamos a examinar este paralelismo con el fin de aislar una respuesta del pasado a la esclavitud humana que pueda sugerir un adecuado modo de responder a la esclavitud animal de nuestros días.
No hace mucho establecer un paralelismo semejante se había considerado ultrajante. Sin embargo, últimamente ha ido creciendo el reconocimiento de que una ética válida debe estar libre de prejuicios o de arbitraria discriminación en favor de nuestra propia especie. Este reconocimiento hace posible una apreciación más imparcial de las prácticas explotadoras que caracterizan nuestra civilización.»{14}

Ahora bien, la verdadera cuestión en este punto, reside nos parece en lo siguiente: si esto es así, si se puede comenzar a contemplar a los «animales no humanos» como «personas» equiparables, por ejemplo por razón de sus conductas raciomorfas, a los hombres (es decir, como términos del eje circular del Espacio Antropológico con los que cabría mantener relaciones éticas o morales), puesto que evidentemente nadie podrá ya confundirlos –de modo pre etológico, e incluso pre darwiniano– con «máquinas inanimadas» (es decir, con términos alfa operatorios del eje radial del Espacio Antropológico){15}, ello sólo será debido a que, precisamente apoyándose en los desarrollos categoriales suministrados por la etología, los ideólogos del PGS habrán empezado a desdibujar las «diferencias» entre los animales no humanos y los humanos de modo que tales «diferencias» quedarán reducidas ahora a la condición de meras «especificaciones intragenéricas» (sea según el modo subgenérico, sea según el modo cogenérico) como puedan serlo también las que median, por ejemplo, entre los chimpancés y los bonobos. Este es el reduccionismo etologista descendente que respiran hombres de ciencia como I. Eibl Eibesfeldt con su proyecto de «etología humana», cuando compara la «guerra civilizada» con la «agresión animal», pero también, entre nosotros, Jordi Sabater Pi, cuando pretende desplegar una «etología de la vivienda humana» entre cuyos límites, cupiera por ejemplo, poner los apartamentos de Manhattan (cuya construcción requiere por cierto, teoremas muy sofisticados sobre geometría, mecánica, resistencia de materiales, además de un contexto histórico de producción bien determinado mediado por idiomas universales, dialécticas entre Imperios y entre clases, &c.), al lado de los «nidos» elaborados por los chimpancés sea en «cautividad» sea en su «hábitat natural», y por supuesto, el etologismo de tantos investigadores que, con Frans de Waal a la cabeza, pretenden rastrear relaciones éticas o políticas entre grupos de primates (relaciones de jerarquía, dominantes alfa, coaliciones, &c.).

Sin embargo, lo que un tal reduccionismo etologista no puede hacernos en ningún caso olvidar, desde nuestras coordenadas, es precisamente el hecho de que la «racionalidad operatoria humana» en la medida justamente en que aparece mediada por un contexto antropológico ceremonial{16} (marcado por la «cultura objetiva» intra e intersomática) desborda completamente la «racionalidad» operatoria genérica (animal) de la que sin embargo, suponemos, procede filogenéticamente. Lo que con ello queremos decir, es entre otras cosas lo siguiente: aunque los componentes genéricos (etológicos) estén sin duda funcionando a la base de los propios contextos antropológicos (puesto que si no funcionaran, de algún modo habrían quedado rotos los cauces mismos de la concatenación filogenética darwinista, recayendo por ende en un espiritualismo verdaderamente incompatible con los desarrollos científicos de nuestro presente en marcha), ello en cambio en modo alguno nos autoriza para ejercitar un reduccionismo descendente de la antropología a la etología (dicho esto en términos ontológicos: del hombre al animal); un reduccionismo, en la línea del regressus, desde el que, en todo caso, ya resultaría sencillamente impracticable el progressus hacia las especificaciones transgenéricas humanas que, resultantes de la propia «cultura objetiva», desbordan como tales los contextos psico-etológicos de referencia; de donde, resulta sencillamente que la etología no puede dar cuenta, sin recaer en un reduccionismo formalista, de la totalidad del material antropológico.

Desde este mismo punto de vista, tampoco desde la mera consideración de las rutinas etológicas propias de las bandas de chimpancés o de los baduinos, cabe dar razón de los sistemas normativos de la ética puesto que, sin perjuicio de que la ética misma represente una perspectiva distributiva por sí misma enteramente abstracta{17} (y por ello, muy cercana como tal a la escala etológica), tales sistemas normativos exigen de inmediato establecer relaciones dialécticas (no de mera «complementariedad» por así decir), con los contextos morales y políticos (cuya escala es ya atributiva) en relación a los cuales pudo establecerse, históricamente, la idea de «persona»{18}. Esta es la razón por la que consideramos muy confuso, defender la «condición de persona» de chimpancés, gorilas u orangutanes, por muy «sorprendentes» que resulten, en el plano genérico (no específico), los parecidos entre la conducta etológica de los individuos primates y la praxis, mediada por la cultura objetiva, de las personas humanas, y ello, muy particularmente cuando tales «personas» actúan, por caso, en su condición, de «ciudadanos españoles», «ciudadanos chinos», o «ciudadanos norteamericanos».

De otro modo: sin perjuicio de que nos mostremos desde luego perfectamente dispuestos a admitir ampliamente los resultados arrojados por la investigación etológica (puesto entre otras cosas que, ¿cómo podríamos negarnos a admitir tales resultados sin hacer sencillamente el ridículo), y sin perjuicio también, de que por supuesto no podamos en modo alguno «dar la espalda» al darwinismo, no por ello nos vemos necesariamente abocados a dar por buena la tesis nuclear del reduccionismo etologista (una tesis por tanto que ya es, a su modo, ella misma filosófica, y no precisamente categorial) defendida por los promotores del PGS, a saber: que los primates pueden ser «personas» al mismo título que los hombres también lo son.

Por otro lado, cabría preguntarse, ¿es siquiera posible practicar una tal ampliación del alcance de la «comunidad moral de los iguales» al objeto de incorporar bajo su seno a los gorilas, los orangutanes y los chimpancés?, ¿resulta posible expandir en esta dirección «interespecífica» (angular) el «círculo de la solidaridad» del que hablaba Darwin en su libro El Origen del Hombre?{19} Así las cosas, y dejando al margen los «fundamentos» de tales tesis, la «expansión angular» del «círculo de la solidaridad» no nos parece que pueda, por sus mismas consecuencias, merecer otro diagnóstico que el correspondiente a un programa de ejecución imposible, y en este sentido, atrampado en la situación que Gustavo Bueno denomina como «locura objetual». Una «locura objetual» efectivamente por cuanto que tales proyectos, sin perjuicio de que no impliquen la «locura subjetual» de sus promotores (es decir, que está muy lejos de nuestra intención cerrar el debate por el dudoso procedimiento de tildar de «psicóticos» a los defensores de los «derechos de los animales»), sencillamente aparecen como inviables teniendo en cuenta la recurrencia etic del mismo «mundo en marcha» tal y como nos vemos obligados a concebirlo desde las premisas del Materialismo Histórico. Según explica Gustavo Bueno, este concepto de «locura objetiva»

«(...) tiene lugar por relación al sistema etic que se tome como referencia y aparece como característica propia de un curso de construcciones o proyectos inasimilables por ese sistema. La locura objetiva puede no implicar la locura subjetual correspondiente. Cuando Rodrigo el Alemán, cubierto de plumas de ave, se arroja desde la torre de Plasencia en pleno siglo XV, con la pretensión de volar, comete una locura objetiva (respecto de nuestro sistema de referencias), pero él no estaba loco en el sentido de la locura subjetual; simplemente estaba equivocado en sus cálculos. El género de «locura objetual» podría especificarse según los ejes del espacio antropológico, distinguiendo una locura circular de una locura radial y de una locura angular. »{20}

Así, estimamos desde luego que el propio Proyecto Gran Simio cuadra enteramente, «como un guante» por así decir, con la categoría de «locura objetual angular»{21} en tanto, al menos, que resulta directamente disparatado (delirante objetivamente) la misma pretensión de llevar a efecto tal «liberación» de los animales. Esta «emancipación», imposible por sí misma, supondría prácticamente la paralización de la propia recurrencia de la investigación biomédica, la industria cosmética, la ganadería y la agricultura, &c., &c. Circunstancias todas ellas, que bastan de suyo para poner en evidencia la falsedad de tal programa, ex consequentiis: bastan para poner desde luego, plenamente de manifiesto, que sus cálculos están equivocados

El Proyecto Gran Simio y la izquierda socialdemócrata española

Pues muy bien, la cuestión empero radica en que quien desde luego parece haber aceptado en un alto grado la tesis etologista de referencia, a través de la iniciativa del diputado Garrido, es precisamente el gobierno de la nación{22} presidido por la armoniosa mano de «Zapatero-Alicia». Con esto, parece que la izquierda de cuarto género (socialdemócrata) representada por el PSOE, quisiera extender en el regressus, la «holización racionalizadora» propia de las izquierdas políticas, más allá de los límites de la especie humana –La igualdad más allá de la humanidad– como si de lo que realmente se tratase fuera de «homogeneizar» en calidad de «átomos libres e iguales» a los «hombres» y a los «chimpancés», los «gorilas» y los «orangutanes». Sin embargo, si esto es así- y realmente no vemos otra manera de interpretar de un modo inteligible el «compromiso» de la izquierda socialdemócrata con el animalismo del Proyecto Gran Simio-, la única conclusión que podemos extraer nosotros, es que mediante semejante programa (insistimos: objetivamente delirante), la «izquierda socialdemócrata», una vez enteramente desactivadas sus raíces marxistas, no hace más que profundizar en el proceso de su indefinición política (extravagante, divagante o fundamentalista), llegando en el límite, a perder todo contacto con cualquier referencia formalmente política{23} (sea en el «nombre de la ética», sea más bien, como es el caso, en el «nombre de la etología») y, en este sentido, acercándose doctrinalmente a las proximidades, por ejemplo, del armonismo metafísico krausista (a su manera, también «ecologista), pero también, sin ir más lejos, a las versiones más «nihilistas» (más indefinidas políticamente) de la «izquierda libertaria».

Y es que, en efecto, en el seno del anarquismo pudo como es bien sabido, cobrar carta de naturaleza desde muy pronto la defensa de la causa de la «emancipación animal». Nos referimos evidentemente, al anarquismo de los activistas del Frente de Liberación Animal, o del Frente de Liberación de la Tierra, ente otras bandas terroristas ácratas actuantes en las «sociedades desarrolladas» desde las década de 1960, pero también al peculiar «anarquismo» del materialista alemán Ludwig Büchner en obras como La Vida Psíquica de las Bestias (traducida al español para la editorial valenciana Sempere, por José Prat nada menos). Vamos a citar aquí un texto extraído del más famoso de los libros de Büchner, un texto en todo caso, muy ilustrativo acerca de lo que sucede cuando se procede, so capa de «darwinismo», a ampliar la idea de «igualdad» a todo lo largo de la Scala Naturae:

«Las diferencias corporales e intelectuales de las razas humanas entre sí, son generalmente conocidas, por lo cual hablaremos poco de ellas. ¿Quién no ha visto al natural o dibujado el cráneo de un negro, sin compararlo inmediatamente al cráneo más voluminoso de la raza caucásica. ¡Qué diferencia entre esta noble forma y aquel cráneo con la frente deprimida y estrecha, y la cabeza pequeña y semejante a la del mono! ¿Quién ignora la inferioridad intelectual de la raza etiópica y su estado infantil en comparación con la raza blanca? ¡Inferioridad que durará siempre! El cerebro del negro es mucho más pequeño que el del europeo y, sobre todo, más semejante al de los animales.» (Luis Büchner, Fuerza y Materia. Estudios populares de historia y filosofía naturales.)

Y este evidente racismo destilado por el «animalismo darwinista» del XIX (un racismo por cierto bien característico de los Imperios Depredadores en general, como puedan serlo el Imperio Británico{24} o el Imperio Nazi{25}), permanece, tal al menos es la tesis que estamos dispuestos a defender aquí «con todas las letras», literalmente intacto a la base de las propias premisas mantenidas por los etologistas promotores del Proyecto Gran Simio con los que el «gobierno de Alicia» pretende solidarizarse ahora. Como afirma Peter Singer en el inicio mismo de su libro de 1975 Liberación Animal:

«Este libro trata de la tiranía de los humanos sobre los no humanos, tiranía que ha causado, y sigue causando, un dolor y sufrimiento sólo comparables a los que provocaron siglos de dominio de los hombres blancos sobre los negros. La lucha contra ella es tan importante como cualquiera de las batallas morales y sociales que se han librado en años recientes.»{26}

En estas condiciones, y bajo la equiparación propuesta por el mismo Peter Singer entre la lucha por la «liberación animal» y la lucha por la «liberación de los negros», ¿puede quedar, nos preguntamos, alguna duda sobre el hecho de que con el mismo movimiento en el que se «homologa» a los simios con los negros, se está en el fondo, reduciendo a los propios negros a la condición de simios?

Notas

Francisco de Asís Garrido Peña{1} Francisco de Asís Garrido Peña, director entre 1983 y 1987 de la revista granadina Nación Andaluza, autor de «Nacionalismo alternativo y movimiento jornalero» (en el libro Anarquismo y movimiento jornalero en Andalucía, 1988) y de «Militarismo, pacifismo y armamentismo» (en las actas de la IV Semana Andaluza de Teología, 1988), es doctor en Filosofía por la Universidad de Granada (con la tesis doctoral titulada La ecología política como política del tiempo, dirigida en 1996 por Nicolás María López Calera), y profesor titular en la de Jaén (desde febrero de 1999). Portavoz federal de Los Verdes, european greens, obtuvo su escaño, por la provincia de Sevilla, en base al acuerdo electoral PSOE-VERDES rubricado para las legislativas de 2004, por lo que forma parte del Grupo Parlamentario Socialista. Según el resumen que ofrece la base de datos Teseo, la tesis doctoral de este señor plantea: «La necesidad de articular un nuevo paradigma desde el que repensar la realidad humana en su integridad, poniendo en primer plano lo que supone la inserción del hombre en la esfera de la vida; es el paradigma de la ecología política, que se presenta como paradigma postmoderno, que aspira a desarrollar una nueva ontología y a alumbrar una nueva concepción y práctica de la política, como nueva 'política del tiempo', lejos del mitificado progreso de la modernidad. Este hay que dejarlo atrás, como también, según propone el autor, el antropocentrismo humanista, el Estado tecnocrático, el mercado capitalista, el patriarcalismo..., es decir, todo eso que es necesario deconstruir mediante un análisis crítico/clínico, para dar paso a un nuevo enfoque ético, político, económico, orientado desde un paradigma ecológico que supone replantear radicalmente la relación Naturaleza-Cultura.» En 1992 se declaró en huelga de hambre frente al árbol de Guernica, en protesta contra el terrorismo de ETA, actuación en la que, como cabía sospechar, no se mantuvo firme hasta fallecer, pero que sirvió para que le pudieran entregar un «Premio Ana Frank a la lucha por la no-violencia y la paz en el País Vasco». En su página de internet se declara ateo, aunque reconoce vestirse de nazareno en Semana Santa.

{2} Rosa Montero, «Hermanos», El País, Madrid, 6 de diciembre de 2005.

{3} Ignacio Villa, «¿Y los monos cuándo votan», disponible «en línea», en http://libertaddigital.com

{4} Federico Jiménez Losantos, «Hacer el mono», El Mundo, Madrid, 25 de abril de 2006.

{5} Martín Prieto, «Gorilas en la niebla», El Mundo, Madrid, 27 de abril de 2006. En este mismo edición de El Mundo, con todo (en su sección «Ciencia») aparecía también un resumen más o menos amplio acerca de los fundamentos etológicos, genéticos, &c. de las tesis defendida por el PGS, además se informaba del apoyo de varios etólogos, psiquiatras, veterinarios y paleontólogos (de Juan Luis Arsuaga a David Huertas, de Jorge Savater Pi a Olga Feliú, &c., &c.) a la propuesta del Partidos Socialista. También en El País correspondiente al 27 de abril, Carlos Gil Burmann presidente de la Asociación Primatológica Española, ponía de manifiesto su apoyo a la medida del PSOE.

{6} En esta misma dirección conviene detenerse sobre el artículo de Serafín Fanjul, «Y ahora los monos», disponible para su lectura en http://libertaddigital.com

{7} Jesús Mosterín, «La familia homínida, mal, gracias», en El Mundo, 27 de abril de 2006. Obsérvese también este mismo tono apologético respecto del PGS, en la «respuesta» que el propio Proyecto remitió a los medios, al hilo de la polémica, en la que Paco Cuéllar salía al paso mediante declaraciones como esta: «Si me lo permiten, les recomiendo que lean nuestro libro El Proyecto Gran Simio de Peter Singer y Paola Cavalieri, que por cierto fue uno de los libros recomendados en el Forum de las Culturas celebrado en Barcelona. Es un libro ameno en el que cada capítulo está escrito por un científico y en él, razonan por qué apoyan el proyecto. Entre estos científicos está Jane Goodall, premio Príncipe de Asturias del 2003 (el Nobel de los españoles), el Benjamín Franklin (el Nobel de los EEUU), Dama del Imperio Británico (el Nobel de los ingleses), Medalla de la Legión Francesa (el Nobel de los franceses) además de ser doctora Honoris Causa por un millar de Universidades. Y como comprenderán, me parece mucho más a tener en cuenta la opinión de Jane Goodall que las que pueda tener cierto arzobispo o cierto locutor de la COPE.»

{8} «La Iglesia responde al Proyecto Gran Simio impulsado por el PSOE. 'Por hacer el progre se puede hacer el ridículo'», disponible a la consulta, en http:libertaddigital.com

{9} «Narbona ignora el proyecto Gran Simio del PSOE y dice que no se reconocen 'derechos humanos' a los monos.», disponible en http://libertaddigital.com

{10} En este sentido, las fechas como suele decirse «cantan»: en 1973 K. Lorenz, N. Tinbergen y K. Von Firsch (a título póstumo este último), reciben el Premio Nobel de Medicina y Fisiología; dos años más tarde, en 1975, Peter Singer saca a la luz su celebrado libro Liberación Animal que de alguna manera, «levanta la liebre» del «animalismo ético» contemporáneo mientras que en el Reino Unido se constituye el Frente de Liberación Animal como organización dispuesta a hacer uso de la lucha armada en la promoción de tales fines emancipadores; al fin, en 1977, la UNESCO proclama los «derechos animales» en una «Declaración Universal» que, mutatis mutandis, seguía además la pauta de otra «Declaración de derechos»: la de 1948.

{11} De hecho, desde este punto de vista, la misma proclamación del PGS puede ser interpretada, entre otras cosas, como una suerte de episodio interno al desenvolvimiento de la categoría etológica y primatológica de acuerdo a las exigencias de su eje pragmático: es decir, la «exigencia» de la propia recurrencia de los términos del campo a fin de que –digámoslo rápidamente– la «primatología» no se extinga al mismo tiempo que los «primates».

{12} Véase Francine Patterson y Wendy Gordon, «En defensa de la condición de personas de los gorilas», en Peter Singer y Paola Cavalieri (eds), El Proyecto Gran Simio. La igualdad más allá de la humanidad, Trotta, Madrid 1998, págs. 79-102.

{13} Así por ejemplo, Jared Diamond, «El tercer chimpancé», en Peter Singer y Paola Cavalieri (eds), op. cit, págs. 115-132.

{14} Peter Singer y Paola Cavalieri, op., cit., pág. 379.

{15} Y ello puesto que, está claro, tal dilematismo no podrá ser desbloqueado como no sea reintroduciendo en la discusión un tercer contexto de relaciones antropológicas de modo que puedan rebasarse, corregirse los esquemas bidimensionales al uso.

{16} Vid Gustavo Bueno, «Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones», en El Basilisco, nº 37, 2005, especialmente páginas 24 y ss.

{17} Véase Gustavo Bueno, «Sobre el análisis filosófico de El Quijote», El Catoblepas, nº 46, pág. 2.

{18} Consideramos extraordinariamente recomendable el siguiente trabajo de Atilana Guerrero, «Persona y sociedad política», en Patricio Peñalver et al. (eds), Filosofía y Cuerpo. Debates en torno al pensamiento de Gustavo Bueno, Libertarias, Madrid 2005, págs. 155-164.

{19} «Esta virtud, que es una de las más nobles que el hombre posee, parece tener su origen incidental de que nuestras simpatías, al hacerse más delicadas y extenderse por mayor esfera, alcanzan por último, a todos los seres sensibles; pues una vez esta virtud honrada y practicada por algunos pocos individuos, se esparce por la instrucción por ejemplo, a los jóvenes y concluye por formar parte de la pública opinión.» Charles Darwin, El Origen del Hombre, EDAF, Madrid 1989, pág. 124.

{20} Vid Gustavo Bueno, «Filosofía y Locura», en El Catoblepas, nº 15 (mayo de 2003), pág. 2.

{21} En este mismo artículo de la revista El Catoblepas, Bueno ofrece otros ejemplos de las diferentes especificaciones de la «locura objetiva» según los tres ejes del E. A.: «El concepto de locura objetiva es el concepto que actúa en expresiones o situaciones tales como las siguientes: 'Es una locura (que sería radial y circular a la vez) arriesgarse a edificar un rascacielos de 1.500 metros de altura'; o bien: 'es una locura (que interpretaríamos como circular) desencadenar una guerra bacteriológica sin haber previsto con todo detalle las consecuencias que las armas biológicas pueden tener sobre la potencia agresora'. Una disidencia política, en determinadas circunstancias, puede ser considerada como una locura objetual dada en el eje circular (aún cuando en determinadas condiciones pudiese haber sido transformada en locura subjetual, como ocurrió en la Europa del siglo XVI o XVII con algunos herejes o disidentes políticos –¿Doña Juana la Loca?– o en la Unión Soviética, después del XX Congreso, con tantos disidentes políticos que fueron ingresados en hospitales psiquiátricos). También diremos que es una locura objetiva (radial en este caso) preparar una concentración humana de 700 millones de personas alineadas, a fin de hacerlas desfilar rítmicamente: la órbita terrestre podría quedar desviada por sus pasos. Por último, será una locura (angular) el desafío de cualquier grupo de hombres a los númenes angélicos, preparando en secreto una guerra a muerte contra ellos. También la licantropía, como institución, podría considerarse (cuando no sea mera impostura) como una locura angular.»

{22} Lo que de algún modo confirma, de la manera más inopinada, algo que nosotros, si se nos permite decirlo así, ya habíamos diagnosticado en otro lugar: la tendencia de la izquierda socialdemócrata a comprometerse con el psicologismo y con el etologismo, lo que, de paso, conduce esta izquierda a perder las referencias políticamente definidas características de la idea de «izquierda política». Hemos tratado más detenidamente estas cuestiones en, «La 'Constitución Europea' vista desde la socialdemocracia: ¿política o etología?», en El Basilisco, nº 36, 2005, págs. 79-84.

{23} Y si reintroducimos tales referencias nos encontramos ante todo con lo siguiente: el mismo día que Francisco Garrido Peña presentaba ante las Cortes de la Nación Española su propuesta «emancipadora», este mismo Parlamento recibía, de la mano del «grupo popular», cuatro millones de firmas de ciudadanos españoles dirigidas contra el nuevo «estatuto» de autonomía catalana. Un «estatuto», aprobado con los votos de la mayoría de diputados del propio Parlamento Nacional (incluyendo todos y cada uno de los parlamentarios socialistas), en el que se amenaza formalmente la soberanía de la Nación Española sobre una parte del territorio nacional; pocas semanas antes la banda terrorista ETA declaraba, ante las cámaras de Euskal Telebista, un «alto el fuego permanente» que permita dar el paso a la «autodeterminación» de las provincias vascongadas. En estas condiciones, ¿resulta descabellado interpretar esta proposición del PSOE, entre otras cosas como una «cortina de humo» útil para «desviar la atención» respecto de tales situaciones, políticamente mucho más urgentes cuando son vistas «desde la parte de España»?. Esta es la tesis al menos, consideramos que certera sin duda, de Serafín Fanjul en su texto «Y ahora los monos», consúltese en http://libertaddigital.com

{24} Y el Imperio Británico conoció precisamente, a partir de la segunda mitad del XIX, en un entorno religioso anglicano, &c., el despliegue sin precedentes de la actividad de las «Sociedades Protectoras», las «Ligas de la abolición de la Caza», las «Organizaciones de promoción de los derechos animales», &c., &c.

{25} ¿No fueron los Nazis en efecto, los más destacados defensores de la compasión hacia los animales a la altura de la primera mitad del siglo XX?. En efecto.

{26} Peter Singer, Liberación Animal, Trotta, Madrid 1999, pág. 19.

 

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