Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 132, febrero 2013
  El Catoblepasnúmero 132 • febrero 2013 • página 5
Voz judía también hay

En todas partes se cuecen algarfs

Gustavo D. Perednik

La popularidad de judíos antijudíos en los medios de difusión

En todas partes se cuecen algarfs

Con la reciente premiación internacional de dos documentales israelíes, puede volver a plantearse un complicado síndrome, consistente en ensalzar, desde Europa, aquello de Israel que sea antiisraelí.

Las dos películas (Cinco cámaras rotas y Guardianes de frontera) distorsionan la realidad de Israel (un pequeño país que se defiende de quienes aspiran explícitamente a borrarlo del mapa) para presentarlo como un Estado agresivo y depredador.

En algunos casos, los reconocimientos vienen a canalizar una forma tenue de la judeofobia, por medio de premiar a un agresor soslayando la agresión. Así, cuando en 2009 la máxima distinción que concede Alemania le fue conferida a la abogada Felicia Langer, el Estado de Israel señaló que una apologista del terrorismo antijudío no debería merecer honores. Crítica similar podría haberse esgrimido siete años antes cuando España galardonó a Daniel Barenboim con el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia.

En otros casos, más sutiles aún, el premio intenta blanquear la pretérita barbarie de Europa contra el pueblo judío, validando las acusaciones con las que se justificó aquel embate. Un patente caso del síndrome se produjo en 2011, en la Escuela Ana Frank de la ciudad alemana de Gütersloh.

Había que enseñar la Shoá y, el director tuvo la perversa ocurrencia de invitar a tal efecto a un tal Hajo Meyer, un judeófobo que medra con sus padecimientos durante la guerra mundial para equiparar el asesinato de seis millones de judíos con el sufrimiento de los palestinos empeñados en destruir Israel. Su libro El final del judaísmo (2003) augura acabar con los judíos, acusados de ser culpables de las persecuciones que ellos mismos sufrieron. El autor achaca al sionismo abusar del Holocausto, fomentar la judeofobia, y haber colaborado con los nazis.

Casos patológicos como el susodicho constituyen el objeto de estudio de Manfred Gerstenfeld, quien ve en el abuso de la Shoá y en su banalización, parte de un grave cuadro que incluye «la inversión del Holocausto», según la cual los judíos terminan siendo presentados como si ellos fueran los nazis.

Cuando los portavoces de esa inversión son judíos, se da la tragedia del autoodio judío. Pero la responsabilidad por el fenómeno no recae en los judíos que se prestan al teatro del absurdo de transformar a Israel en el peor problema del mundo, sino en quienes explotan esa tragedia para promover su propio orden del día judeofóbico, y lo hacen precisamente desde foros en los que dicho odio debería ser denunciado.

Un fenómeno similar, aunque desde un punto de vista más general, es analizado por Alain Finkelkraut en La memoria vana (1989), acerca del juicio contra el criminal de guerra Klaus Barbie. El autor muestra cómo durante dicho proceso judicial una gran parte de los medios de prensa transformó a los abogados de Barbie en acusadores y concluyeron por desgranar la culpa de todos los involucrados menos, precisamente, la del nazi que estaba siendo juzgado.

En un vicio parecido caen quienes aducen que debe exigirse de los israelitas una moral superior, debido a su milenario padecer. Así, transforman al Holocausto casi en una suerte de herramienta educativa para regenerar a los judíos.

Para el judeófobo, comparar a Israel con el Tercer Reich es doblemente eficaz: banaliza el asesinato de seis millones de judíos, y demoniza al país de los sobrevivientes. Y la eficacia será triple si ni siquiera debe ensuciar su nombre en el intento, ya que logra usar a algún judío que lo hará por él. Estos judíos llevan como recompensa que terminarán siendo ensalzados en previsibles medios de prensa.

Maliciosa artimaña

En la mayoría de los medios se cuecen habas, sobre todo si para entender este adagio aprovechamos la proximidad semántica entre ‘cocer’ y ‘tostar’, y entre ‘habas’ y ‘judías’. La sinonimia pudo haber generado el dicho «En todas partes cuecen habas» en la época en la que los criptojudíos eran quemados en hogueras, y el refrán podría sugerir que en toda familia habría algún sospechoso de judaizar, y por extensión que nadie quedaría a salvo de ser acusado.

Hoy en día, el ardid periodístico consiste en entrevistar a judíos judeofóbicos para mostrar que «incluso los propios judíos…» demonizan a Israel.

Entre las celebridades de los medios europeos destacan fatales personajes como Israel Shahak, Israel Shamir, Norman Finkelstein, Noam Chomsky, e Ilan Pappe.

El argumento de Ilan Pappe (el gurú de Vargas Llosa) es que Israel practica «limpieza étnica» con los árabes. Los datos de la realidad son crueles con Pappe. Mientras hace unas siete décadas había en los países árabes un millón de judíos, y hoy hay menos de 10.000 (unos 6.000 en Marruecos, y 1.000 en Túnez); los árabes en Israel eran 150.000 y ahora son más de un millón y medio. Es decir que mientras los árabes en el país judío se decuplicaron; los judíos en los países árabes se redujeron en cien veces. Pero de limpieza étnica, se acusa a Israel.

Israel Shahak fue peor aún: escribía que los judíos debemos pedir perdón a la humanidad por lo que la hemos hecho sufrir, y que nos corresponde valorar las revoluciones populares como la Chmielnicki en Ucrania, tan calumniada ella por la insignificancia de haber asesinado a unos pocos centenares de miles de judíos.

Shahak no se contentó con caracterizar al sionismo como la más temible vileza existente, sino que además rastreó las raíces de la ponzoña hasta la religión judía, que es según él la causa de todos los males. Ello no le privó de ser difundido por la prensa española.

En rigor, es un bochorno que los medios siquiera mencionen a ese quinteto. Calumnia mayor de la que sería presentar a Artur Mas como el representante de la hispanidad, o a Azza Al Garf para informar sobre el estatus de la mujer.

En efecto, si los medios se propusieran informar de los derechos de las mujeres en la actualidad, despertaría sorpresa, sino disgusto, que eligiesen como entrevistada, verbigracia, a la parlamentaria egipcia Azza Al Garf.

Ésta pertenece al partido islamista Hermandad Musulmana, y adhiere, entre otros principios, a que el hombre es superior a la mujer, y a que debería imponerse a todas las púberes la mutilación genital.

(Dicho sea de paso, es de celebrarse que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU el 26 de noviembre pasado exhortó a todos los países del mundo a prohibir la clitoridectomía, una cruel práctica por medio de la cual cada año se mutila genitalmente a miles de jóvenes mujeres, dejando traumas irreversibles.)

Es cierto que tales ideas antifemeninas las sostiene Al Garf y ésta es mujer, pero se trata de una mujer misógina, que brega por arrebatar a sus pares los derechos que esforzadamente han conseguido en el último siglo y medio.

Sería perverso ejemplificar en Al Garf una opinión femenina. Pero en todas partes se cuecen algarfs, y habas.

 

El Catoblepas
© 2013 nodulo.org