Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 93, noviembre 2009
  El Catoblepasnúmero 93 • noviembre 2009 • página 1
Artículos

Carlos Quirós: biografía y legado

Enrique Prado Cueva

Intervención en la presentación en Oviedo (el viernes 13 de noviembre de 2009) de El libro del yihad, de Averroes, en traducción de Carlos Quirós, publicado por la Fundación Gustavo Bueno

Proemio obligado

Carlos Quirós 1884-1960Deseo dar las gracias al Club Prensa Asturiana por cedernos su espacio y su tiempo que nos da la posibilidad –siempre grata y agradecida– de dar a conocer la obra y la persona del arabista poleso Carlos Quirós Rodríguez. Como no, también quiero agradecer a la Fundación Gustavo Bueno y a Gustavo Bueno Sánchez el apoyo sin fisuras que ha permitido que saliera a la luz una de las traducciones inéditas de Carlos Quirós, El libro del yihad de Averroes. La inestimable ayuda de la Fundación Gustavo Bueno, junto con su pericia editorial y su notoria sensibilidad para proyectos culturales e intelectuales de profundo calado en la Historia de la Filosofía Española, ha permitido que, casi cincuenta años después de la muerte de Carlos Quirós, podamos recuperar su obra y su figura para todo el ámbito cultural de habla hispana. Gracias, también, a todos ustedes por acompañarnos hoy.

Carlos Quirós

Carlos Quirós fue un gran arabista y un hombre que dejó en su familia y en quienes le conocieron una impronta de hombre bueno, de persona cabal y recta, con un cierto toque de irónica sabiduría que sólo la vida da a quienes viven mucho y ven muchas cosas, en tiempos complicados y, a veces, turbulentos. De esta fina ironía que le caracterizaba dan buena cuenta algunas de las anécdotas que cuentan sus sobrinas y que Carlos Quirós parecía resumir en un «no hay gloria humana que logre salvarse del paso del tiempo». Como buen sacerdote todo cuanto fue lo fió en Dios y en el don que éste le dio para traducir con elegancia y finura del árabe al castellano. Yo mismo he podido comprobarlo en su traducción del opúsculo de Qusta ben Luqa «Sobre la diferencia entre el alma y el espíritu vital». El castellano de Carlos Quirós responde con justa armonía al estilo sencillo y claro del gran traductor de las obras de Euclides y de Galeno.

Cómo conocí la obra de Carlos Quirós

No puedo recordar la fecha exacta, pero seguramente fue en la Semana Santa de 2004 cuando, un día, Virginia Álvarez Quirós (una de sus sobrinas), de visita en casa de Teresa Cristóbal –amiga suya y madre de mi mujer–, se acercó a mí para hablarme del legado de «un tal» Carlos Quirós, tío suyo. Legado que tenía guardado, con mucho mimo, en un piso de Pola de Siero, de otra sobrina, Aurelia la Villa Quirós. Con la ayuda del sacerdote don Carlos Martino, ellas dos, y junto con Rosario La Villa Quirós, lograron traer desde Madrid a la Pola el legado de su querido tío. He de confesarles que, por aquel entonces, era la primera noticia que tenía del insigne arabista. Virginia me comentó si podía hacer alguna cosa con el legado: ponerlo en valor, ver lo que había, qué podía interesarme... Seguramente creyó –muy acertadamente– que al estar yo muy a menudo entre libros –tengo el hábito de frecuentarlos y el de no rehuir su cercanía–, digo que creyó que, a lo mejor por este defectillo del alma, sería un buen candidato a visitar el legado. En realidad, el ofrecimiento se volvió un reto porque mi especialidad fue siempre la Filosofía Antigua –cuya lengua vehicular es el griego y no el árabe–, en la que me formé de la mano de mi querido y añorado profesor Santiago González Escudero.

Dije que Carlos Quirós no me sonaba, pero no es verdad. Recordé, de pronto, que había sido citado por Gustavo Bueno en un pequeño tratadito titulado «Materia». Concretamente, lo señalaba como el traductor del Compendio de Metafísica de Averroes. De inmediato, subí las escaleras hacia mi estudio para consultar el magnífico libro de Étienne Gilson La Filosofía en la Edad Media. En efecto, allí estaba Carlos Quirós citado, en la bibliografía, en el capítulo dedicado a la Filosofía Árabe. ¡Vaya!, me dije. Bajé a la primera planta, en la que Virginia estaba haciendo tertulia y le respondí (más o menos): ¡Sí, de acuerdo! ¡Me gustaría ver el legado!

Pero no crean que fue algo inmediato. Aun hubieron de pasar algunos meses antes de que, realmente, cumpliera con el ofrecimiento que me había hecho Virginia.

Volví a Vigo y ya por el verano del mismo año (el 2004) me dieron la llave del piso y pude, entonces, comprobar qué había en esa pequeña habitación, en perpetua ventilación para evitar que la humedad hiciera estragos sobre libros y manuscritos.

No era, ni mucho menos, la única persona interesada en el legado. Allí coincidí con Fructuoso Rodríguez, en el mes de agosto, que realizaba una primera catalogación, auspiciada por el Patronato Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Siero. También me consta que Amalia Zomeño (Científico titular de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) sabía del legado y mostraba por él interés. Un interés que, hace un mes escaso, se vio recompensado durante una conversación telefónica cuando, al hacer referencia a una traducción buscada por ella, pero no encontrada, pude darle la buena noticia de que se hallaba en el legado. Me refiero al Mujtasar de Sidi Jalil del que ella dice, en una publicación suya del año 2002: «Sólo he encontrado una breve mención a un proyecto de Carlos Quirós Rodríguez para traducir el Mujatasar de Jalil b. Ishaq. Carlos Quirós Rodríguez, que daba clases de árabe literal y de derecho musulmán en el Centro de Estudios Marroquíes de Tetúan». Algo parecido ocurrió con la traducción del Tahafut-al-tahafut de Averroes, realizada por Carlos Quirós.

Esta traducción se creía perdida para la Historia de la Filosofía española, aunque se sabía de su existencia por Salvador Gómez Nogales, tal y como cuenta Idoia Maiza Ozcoidi en su libro La concepción de la filosofía en Averroes. Análisis crítico del Tahāfut al-tahāfut. En la introducción dice que Gómez Nogales confirmaba disponer de la traducción de Carlos Quirós, pero también dice que nadie llegó a verla. En una serie de cartas, proporcionadas por la familia, se confirma la existencia de esa traducción y de alguno de los avatares por los que pasó en vida y, luego, tras la muerte de donCarlos. Una buena parte de ella se encuentra hoy en el legado. Sus familiares recuerdan, incluso, que hubo de volver a hacerla una vez más, una segunda vez, dado que la Iglesia de entonces, veía a Averroes como un filósofo poco de fiar por sus tesis sobre la eternidad del mundo, la teoría de la doble verdad y la idea de un entendimiento agente unificado. Así que la censura eclesial le pidió su custodia y él, como obediente sacerdote, se la dio. Pero, claro, nada parecieron decirle sobre una segunda traducción, seguramente porque el obispo de turno no pudo imaginarse de lo que era capaz la obediente tozudez de un arabista, hoy insigne. En efecto, la traducción del Tahāfut al-tahāfut, le fue retenida por el obispado de Madrid-Alcalá y, al tiempo que esto sucedía, don Carlos hizo otra de la misma obra. Tras su muerte, se hicieron gestiones ante el obispo de Madrid-Alcalá para recuperarla. En una carta dirigida al Revdo. Padre S. Gómez Nogales S. J., –sin firma y fechada el 10 de octubre de 1960– se habla de esta gestión y de lo que el obispo dijo al entregarles la obra. Por su interés, paso a leerles la parte más sabrosa de la misma:

«Reverendo Padre: El pasado viernes, nos recibió el Excmo. e Ilmo. Sr. Patriarca y Obispo de Madrid-Alcalá, para hacernos entrega personalmente del original de la traducción hecha por D. Carlos Quirós (q.e.p.d.) y de la obra de Averroes Tahāfut al-tahāfut. (...) Nos recomendó muchísimo advirtiéramos a Vd. que antes de que la obra fuese editada, sería muy conveniente que Vds. la revisasen con cuidado para que fuesen puestas las notas o indicaciones pertinentes a fin de que la obra en su día no sirviese para confundir a quienes la leyesen, ya que por tratarse de un filósofo pagano su doctrina y teorías debían de ser refutadas a medio de las consiguientes notas en aquellos pasajes en que fuese precisa una aclaración. Su Ilustrísima tenía la seguridad de que así lo harían. Nos habló del extraordinario mérito de esta obra y de su valor.»

En fin, tras la muerte de Carlos Quirós, en julio de 1960, en Pola de Siero, su obra pareció extinguirse, si acaso, adormecerse por el paso del tiempo que fue dejándola en un limbo de recuerdos que llegaban a los jóvenes investigadores por trazas y vislumbres.

Desde luego, algunos de sus coetáneos en nada ayudaron al reconocimiento de su obra. En su legado pude leer una amarga carta dirigida a Emilio García Gómez que, como ustedes sabrán, fue Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Una carta dolida y muy triste que seguramente nunca envió y en la que destilaba su amargor por el ostracismo al que Emilio García Gómez le sometió por causa de la polémica –puramente científica, filológica– que ambos mantuvieron a propósito de la traducción que don Emilio había realizado del libro de Ibn Hamz El collar de la paloma y que, en su momento, prologó Ortega y Gasset. Un buen día el bueno de don Carlos vio desaparecer su nombre de entre los profesores que impartían clase de árabe en la Escuela de Estudios Árabes de Madrid. Y todo por una diferencia de opiniones, de carácter puramente filológico. En esto no hay nada de demérito científico para Emilio García Gómez, salvo que retrata bastante bien el punto al que podía llevar sus suspicacias y malquerencias. Si estas cosas suceden en vida, que no será cuando uno se muere y nadie parece quedar ni para defenderle, retratarle o dar cuenta debida de sus logros. Pues a Carlos Quirós algo así le pasó. Estaba en la memoria de muchos, pero era una memoria multi-partida, a retazos, que acabó siendo poblada por heterónimos que sólo daban noticias suyas dispersas, por el olvido que propicia el tiempo transcurrido.

Ya les dije que no fui el único que se interesó por su legado. Les cité el Patronato de Cultura del Ayuntamiento de Siero, cuyo director es Ramón Quirós, les hablé de la investigadora Amalia Zomeño –por cierto, de madre polesa– y aun he de referirme a Juan Carlos Villanueva, profesor de árabe de la Universidad de Oviedo que hace unos tres años vio por vez primera los mansucritos, libros y papeles de Carlos Quirós. Fue su amigo Juaco López Álvarez, director del Muséu d’Asturies, el que le indicó la existencia del legado en Pola de Siero, del que tuvo conocimiento por el párroco de Miranda (Avilés) don José Manuel Feito.

Juan Carlos Villaverde es, como muchos sabrán, profesor de árabe de la Universidad de Oviedo. Gracias a su actividad investigadora mantiene viva esa llama ilustrada que busca conservar nuestro patrimonio intelectual; nunca ha cejado en el dificultoso empeño de ayudarnos en la tarea de conservar y completar un legado del que aun queda por escribir la historia de sus muchas vicisitudes. Ya es una realidad la, por él auspiciada, sección arábiga de la Biblioteca de Humanidades que incorporará en breve el legado de Carlos Quirós, junto con el de otros arabistas de reconocido prestigio, caso de Álvaro Galmés y del hispanista Ottmar Heggy. Desde aquí quiero mandarte mi firme apoyo en esa su lucha legítima para evitar que desaparezca el árabe de la facultad de filología, en la Universidad de Oviedo. Querido amigo, lo que te está pasando, me recuerda mucho –salvando, sin duda, las distancias– a lo que padeció don Carlos cuando se le quitó injustamente su docencia. En el caso de Juan Carlos, las cosas cambian porque ahora, curiosamente, son los mecanismos de legitimación democrática los que logran, como no, aglutinar intereses mezquinos de lo más variado y pintoresco.

En dos ocasiones estuvo en el legado. En la segunda, en compañía de las sobrinas de don Carlos y mía. Allí topó un manuscrito sobre farmacopea, otro, caligráfico, del Alcorán. Hoy, gracias a su celo y cuidado, la sección arabo-islámica de la Biblioteca de Humanidades se ha equipado de dos hermosos armarios, cerrados, que sólo esperan la llegada del legado de Carlos Quirós.

El interés de Carlos Quirós por El libro del Yihad

Al tiempo que iba viendo como muchos nos íbamos acercando a la obra de don Carlos, fui comprobando que toda ella se reorganizaba en torno a dos ejes fundamentales: su profundo conocimiento del derecho islámico, de la escuela malekita, y su interés por la filosofía y cultura árabes. De su interés por la filosofía dan cuentan sus traducciones de Averroes. Hay, en su legado, indicios de que esas traducciones no se redujeron al Compendio de Metafísica, ni tampoco al capítulo de la Bidaya titulado El libro del Yihad –del que en breve hablaremos–. Hay notas, de sus puño y letra sobre, posiblemente, el Compendio sobre el alma, lo que me hace pensar que su labor de traducción de la obra de Averroes tuvo un lugar destacado en su actividad como traductor e, incluso, me atrevería a decir que formaba parte de un proyecto personal de trabajo que tenía por objeto verter la obra de Ibn Ru(o)sh (Averroes El Nieto) que, necesariamente, hubo de compartir su tiempo con otros proyectos en los que estaba involucrado. Un sucinto apunte biográfico servirá para ir entendiendo su interés por el derecho islámico que se sitúa en el ámbito histórico del Protectorado Español en Marruecos que duró del año 1912 hasta que Marruecos alcanzó su independencia en el año 1956.

Carlos Quirós se había doctorado en 1908, con veinticuatro años, en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Santiago de Compostela. En enero de 1911 aprobó las oposiciones al Cuerpo de Capellanes Castrenses en el que alcanzó el grado de Coronel Capellán Jefe de los asuntos religiosos del Ejército del Aire. Miguel Asín Palacios que dirigió desde octubre de 1910 la «Investigación de las fuentes para la historia de la filosofía árabe española» tuvo entre sus alumnos más destacados a Pedro Longás Bartibás, Maximiliano A. Alarcón, Cándido Ángel González Palencia y al propio Carlos Quirós. Durante los años veinte y treinta permaneció en el norte de África. Desde 1931 hasta 1942 fue profesor de árabe literal en el Centro de Estudios Marroquíes, de Tetuán, del que llegó a ser su director. Ejerció como profesor de la Escuela de Estudios Árabes de Granada y como profesor encargado del curso de Lengua Árabe de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Se le nombró correspondiente de la Real Academia de la Historia en 1942. Ingresó por oposición en la Sección de Oficiales Intérpretes afectos al Ministerio de Guerra. El 21 de mayo de 1935 fue Condecorado Oficial de la Orden Civil de África por la Presidencia del Consejo de Ministros español.

Carlos Quirós, capellán castrense en MarruecosCon sólo este apunte biográfico es fácil deducir que Carlos Quirós, hubo de conocer de primera mano la guerra del Rif en la que los españoles se enfrentaron a Abd el-Krim el Jatabi. Una guerra de triste recuerdo por el desastre de Annual (un 25 de julio de 1921) en el que cayeron no menos de 13.000 soldados españoles, incluido el general Silvestre que estaba al mando del contingente español. Una guerra de la que se hizo eco el escritor Ramón J. Sénder en su novela Imán del año 1930. El yihad no fue un fenómeno nuevo en Marruecos durante la Guerra del Rif. Pero durante el siglo XIX, y ya en el XX, tomó un cariz novedoso, en conformidad con los avatares políticos ligados al colonialismo. El llamamiento al yihad aparecía, ahora, como reacción contra las fuerzas coloniales y como reafirmación de la identidad territorial de, por lo menos, las cabilas rifeñas. Esta yihad defensiva desencadenaría lo que María Rosa de Maradiaga llama, en su libro reciente, titulado Abd el-Krim el Jatabi. La lucha por la independencia, el paso de la tribu al estado-nación que culminaría con la independencia de Marruecos en 1956.

A la vista de todo esto, nada de extraño tiene la traducción llevada a cabo por Carlos Quirós del capítulo del libro jurídico la Bidaya de Averroes, titulado El Yihad, que ha publicado la Fundación Gustavo Bueno y que, en buena medida, motiva nuestra presencia hoy, aquí. La necesidad, por parte de España, de administrar un territorio que se guiaba por «normas» jurídicas muy diferentes a las del derecho procesal y administrativo español, explica, en parte, que en su legado se encuentra también una copia dactilográfica titulada «Derecho Penal Musulmán según la escuela malekita» con arreglo al texto árabe del compendio de Sidi Jalil, cuya traducción aparece fechada en Santa Cruz de Tenerife, en octubre de 1924. Por mano de Carlos Quirós, aparece, en una de las páginas de este trabajo, una lista de otras traducciones relacionadas con el derecho musulmán que parece ser que había concluido: «El habús en la escuela malekita, De la función judicial, Adquisición originaria de la propiedad (Derecho de vivificación de las tierras muertas, de caza y pesca; aprovechamiento de aguas, pastos y montes». Y, a continuación, dice: «En preparación: Derecho público musulmán, Derecho militar (guerra santa), Asociaciones para la explotación agrícola de la tierra».

Carlos Quirós era un experto en derecho islámico, concretamente en la escuela malekita que profesaba tanto la Córdoba de Averroes como todo el norte de África; esta escuela jurídica aun está vigente en la actualidad. En 1942 publicó Instituciones de derecho musulmán (Escuela Malekita), en 1939 Instituciones de religión musulmana y en 1935 Poder judicial y la propiedad inmueble en derecho malequita. Estas obras permiten definir jurídicamente la idiosincrasia árabe mucho más allá de los tópicos y vaguedades a las que estamos acostumbrados.

Como bien explica la investigadora del CSIC Amalia Zomeño, en su artículo El derecho islámico a través de su imagen colonial durante el protectorado español en Marruecos (Madrid, 2002), los estudios relativos al derecho islámico fueron escritos fundamentalmente por militares durante el Protectorado español. Este esfuerzo de Carlos Quirós por hacer asequible todo cuanto tuviera relación con las leyes marroquíes responde a que las citadas leyes se encontraban dispersas entre el Corán, la Sunna, el «Digesto» de Jalil y la enseñanza oral que transmitían los maestros de la Universidad de Fez. Al igual que los franceses, los españoles intentaron conformar un código o digesto que contuviera todo el derecho musulmán aplicable por el que pudieran guiarse cuando tuvieran que intervenir para juzgar las causas marroquíes. Parece que se encontró en el Mujtasar de Jalil. Se tenía noticias de que Carlos Quirós –a la sazón profesor de árabe literal y de derecho musulmán en el Centro de Estudios Marroquíes de Tetuán– había comenzado a realizar esa traducción pero –como había ocurrido con el Tahāfut al-tahāfut– no pudo confirmarse hasta el momento en que se dio a conocer el legado en los ambientes académicos.

En realidad, el tan ansiado código o digesto, en el que encontrar un compendio de jurisdicción islámica se encontraba ya en el libro de Averroes la Bidaya sin perjuicio de la necesaria referencia a otros códigos como la Risala y a la Tuhfa de obligada referencia, aun hoy, en las cortes de justicia que aplican la Sharia o ley islámica.

El legado de Carlos Quirós

Pero no sólo encontraremos en su legado el Mujatsar o El libro del yihad o el Tahafut-al-tahafut, entre sus traducciones inéditas, también podremos disfrutar de su traducción, por puño y letra suya, del De differentia spiritus et animae de Qusta ben Lūqā (m. c. 912) vertida al latín del original árabe, en el siglo XII, en versión realizada por Juan de Sevilla (Juan Hispalense o Hispano). El tratado recoge la tradición hipocrática con cuya ayuda Qusta ben Lūqā intenta reducir la psicología aristotélica a principios fisiológicos. Del mismo año 1913 es la traducción, también manuscrita, fechada en Melilla, del Tratado sobre el alma del obispo jacobita Gregorio Abu-l-Jarach conocido con el nombre de Bar Hebreo (1226-1286). Este último destaca por su actitud positiva ante el islam hacia finales de califato abasí. Una actitud que siempre compartió Carlos Quirós. En su poema Elogio de los árabe o en aquel otro titulado Canto al Lucus hace gala de ese contacto, entrañable para él, que tuvo con el pueblo y la cultura árabes.

Suya es la traducción de Poetas Hispanoárabes del año 1952, algunas de cuyas notas le sirven para cotejar su traducción, literal, frente a la traducción de Emilio García Gómez del mismo poema pero de interpretación más libérrima o incluso con trazas de haber sido tomada, la traducción de don Emilio García Gómez, de otra del francés. Pero quede ya esto entre ellos, que estas cosas son prurito y comezón de filólogos.

La vida de Carlos Quirós se extinguió en su querida Pola de Siero, hace ya cuarenta y nueve años. Allí vivió sus últimos días, en compañía de sus sobrinas, allí descansan sus restos en el Cementerio Parroquial; y hacia allí volvemos hoy nuestro rostro para recordarle en sentido homenaje. Gracias a todos.


La Nueva España
Oviedo, sábado 14 de noviembre de 2009

José Manuel Rodríguez Pardo

Rodríguez Pardo:
«El poder del petróleo recuperó la Yihad»

Expertos coinciden en que la obra de Averroes «continúa siendo actual»

Oviedo, Ángel FIDALGO

«"El libro del Yihad" continúa siendo plenamente actual». Así lo advirtió ayer el filósofo José Manuel Rodríguez Pardo en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, durante la presentación de la reedición de esta obra de Averroes (1126-1198), traducida por el sacerdote sierense Carlos Quirós, que publicó la Biblioteca Filosofía en Español, de la Fundación Gustavo Bueno. En este acto intervinieron, además, Manuel Enrique Prado Cueva, autor de la introducción de esta obra, y Gustavo Bueno Sánchez, en representación de la Fundación Gustavo Bueno.

La presentación de la reedición de este libro emblemático sobre el Yihad (debatido término interpretado como «lucha espiritual» o «guerra santa») y de especial valor para los arabistas tiene la singularidad de que fue traducido por un asturiano, Carlos Quirós (Pola de Siero 1884-1960), un singular erudito sacerdote, arabista y militar que murió a los 75 años en su villa natal. Su esquela resume su biografía: «Coronel castrense del Ejército del Aire, cruz y placa de San Hermenegildo, eminente arabista, correspondiente de la Real Academia de la Historia, miembro del Instituto de Estudios Asturianos e hijo predilecto de Siero».

Bueno Sánchez explicó que el interés de Quirós por la filosofía islámica es necesario ponerlo en un contexto, «que no es otro que el panorama político del Islam en la primera mitad del siglo XX, que era muy distinto del anterior». En el siglo actual traspasó las fronteras predecibles. «El auge del islamismo en las últimas décadas traspasó la historia de la filosofía medieval islamista y alcanzó otras lecturas más complejas», advirtió Bueno.

Rodríguez Pardo destacó la importancia política que tuvo Mahoma, «el primer líder islamista que fue también político, que se convirtió en el primer califa al aunar religión y Estado». También abordó cuestiones de tanta actualidad como la pretendida recuperación de Al-Ándalus por parte de los integristas, «que ya está documentada en "El libro del Yihad", aunque a partir del siglo XVIII el Islam fue considerado en España una religión trasnochada; hasta que después de la Segunda Guerra Mundial por el poder del petróleo recuperó la Yihad». Prado Cueva centró su intervención en la interesante biografía de Quirós, «que, como buen católico, se lo fió todo a Dios».

El estudio preliminar a la obra de Averroes mantiene la tesis de que la universidad averroísta del entendimiento material «es la piedra de toque que determina críticamente la idea de Yihad en un Islam enfrentado al mundo cristiano». Añade que Averroes inaugura una dialéctica con consecuencias no queridas por él. «Por un lado, la teoría del entendimiento material unificado promueve el enfrentamiento con los cristianos, la Yihad; y por otro la guerra intestina entre los musulmanes, la «Fitna».


La Nueva España
Oviedo, domingo 15 de noviembre de 2009

Manuel Enrique Prado Cueva

«La filosofía de la Yihad es eterna,
pero ahora ya no caben las guerras santas»

«Quirós tradujo a Averroes en los años veinte para conocer las tácticas de combate musulmanas en el protectorado español del norte de África» 

MANUEL ENRIQUE PRADO Doctor en Filosofía, editor en español de «El libro del Yihad», de Averroes

Oviedo, Javier NEIRA

La Fundación Gustavo Bueno acaba de publicar la primera traducción al español de «El libro del Yihad» de Averroes, filósofo árabe-cordobés del siglo XII. La traducción la había realizado en su día Carlos Quirós, sacerdote, militar y arabista nacido en Pola de Siero en 1884 y muerto en la capital sierense en 1960. Permanecía inédita. La edición ha corrido a cargo de Manuel Enrique Prado, también natural de Pola de Siero, doctor en filosofía y actualmente profesor en el instituto pontevedrés de Porriño. Más allá de la curiosidad erudita Quirós realizó la traducción para, después del desastre de Annual de 1921, conocer mejor las tácticas de guerra islámica y así poder combatir eficazmente al temible enemigo magrebí.

—¿Cómo se encontró con la traducción de «El libro de la Yihad» de Averroes?

—En el año 2004 las sobrinas de Quirós habían traído desde Madrid su legado con la ayuda de Carlos Martino, párroco de Pola de Siero. Y una de ellas, Virginia Álvarez Quirós, me ofreció verlo. Carlos Quirós no me sonaba mucho. Indagué y Étienne Gilson lo cita en «La filosofía en la Edad Media» y también Gustavo Bueno en el estudio titulado «Materia». Empecé a atar cabos, analicé el legado y descubrí cosas importantes desde el punto de vista de la historia de la filosofía.

—¿Qué había en el legado?

—Por ejemplo una traducción de un libro de Averroes, titulado en castellano «La destrucción de la destrucción», que se creía perdido. Apareció más o menos la mitad. Y también la traducción de un compendio de derecho malekita, el derecho islámico que rige en el Magreb. Una historia muy borgiana en donde aparecen traducciones que aparentemente no existían. Algo muy bonito para los que estamos metidos en estos asuntos.

—¿Quién fue Carlos Quirós?

—Nació en Pola de Siero y murió en Pola de Siero. Era sacerdote y militar. Siendo aún joven, ya estaba interesadísimo en el mundo árabe así que se presentó a una oposición de traductor dentro de la esfera militar. Lo destinaron como capellán castrense al norte de África y allí, en los años veinte, quizá conoció directamente el desastre de Annual.

—¿Le marcó?

—Al menos vivió los coletazos. En aquella batalla murieron 13.000 soldados españoles y por ahí se empieza a entender por qué Quirós decide traducir «El libro del Yihad».

—¿Por qué?

—Las cabilas de Marruecos tenían unas estructuras y características que era importante conocer y que estaban ligadas a cuestiones antropológicas y tribales pero también a la yihad que desde los siglos XVII y XVIII está presente en esa zona. Tradujo a Averroes en los años veinte para conocer las tácticas de combate musulmanas en el Protectorado español del norte de África.

—En el libro de Averroes...

—En realidad es un capítulo del libro «Bidaya», de Averroes, que se puede traducir como introducción, digesto o código. La «Bidaya» es un libro jurídico que explica la regulación de la vida de todo musulmán en función del Corán. En este caso explica cómo se regula la guerra contra los cristianos.

—Así que cómo se hace la guerra.

—Explica cómo hacerla, cómo tratar a los vencidos, las penas a aplicar, qué se debe hacer con el botín o si se conquista un territorio qué estructura jurídica va a tener. Es muy importante considerar que todos los códigos tenían como referencia la vida del Profeta. Por un lado, el Corán y por el otro, la Sunna que recoge los datos de lo que hizo el Profeta para aplicarlos después a cualquier musulmán. Hay una fuerte relación entre religión, vida del Profeta y derecho musulmán.

—Pero Averroes es un posthelenista.

—Claro, es el gran comentador de Aristóteles. Comentó todas sus obras menos la «Política». Interesante omisión. Lo que hizo fue comentar la «República», Platón era importante entonces en el Islam oriental, en lo que ahora es Irak. Averroes trata de aplicar la Sunna y el Corán a la vida diaria con la lógica aristotélica.

—¿Casan?

—Lo hace casar. En la introducción de la «Bidaya» hay una parte que parece calcada de las refutaciones sofísticas de Aristóteles. La analogía, un elemento esencial en Aristóteles, lo es también en el derecho malekita. Algo fascinante.

—¿Qué Averroes maneja Quirós?

—Tiene los originales árabes, no todos, y algo en hebreo. Las ediciones que entonces se manejaban, algunas fechadas en Fez o en Egipto. España no tenía traductores, lo que llamaban trujimanes. Trataron de construir una escuela de estudios árabes como la que tenía Francia. Quirós fue uno de los encargados de montarla en Tetuán. Averroes es el paso a la modernidad. Es el fulcro o trampolín del mundo árabe hacia la modernidad. Si rearticulan esa filosofía tienen el equivalente al renacimiento cristiano.

—¿Y popularmente?

—Santo Tomás trató de demostrar la existencia de Dios. Dio una importancia enorme a la analogía hasta el punto de que es un horror para un fideísta. Para nuestros alumnos de secundaria, en Galicia, hemos introducido a Averroes. Pero en el mundo árabe lo que tienen que saber es el Corán.

—¿Qué tienen en común la Yihad de Averroes y la actual?

—Son parecidas. Averroes escribe en un tiempo en fricción con el mundo cristiano. Los árabes distinguen entre el territorio del Islam y el territorio de la guerra. Eso funciona siempre en la Yihad. Pero el terrorismo de Al Qaeda es otra cosa. Sería como hablar de raíces cristianas de ETA, considerando el contexto histórico donde surgió.

—¿Ayuda a entender Al Qaeda?

—La filosofía de la Yihad es eterna, debe regirse siempre por los mismos criterios. Pero políticamente en el mundo actual ya no caben aquellas guerras santas.


Video del acto celebrado en el Club de Prensa Asturiana de Oviedo el viernes 13 de noviembre de 2009. Intervinieron Gustavo Bueno Sánchez, José Manuel Rodríguez Pardo y Enrique Prado Cueva.

 

El Catoblepas
© 2009 nodulo.org