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El Catoblepas, número 84, febrero 2009
  El Catoblepasnúmero 84 • febrero 2009 • página 11
Artículos

El mito de las dos Españas

Rubén Franco González

Comentarios a propósito del libro Por qué dejé de ser de izquierdas,
Ciudadela, Madrid 2008, 368 págs.

Gustavo Bueno, El mito de la Izquierda, Ediciones B, Barcelona 2003, 324 páginasGustavo Bueno, El mito de la Derecha, Temas de Hoy, Madrid 2008, 319 páginas

1. Introducción

El mito de la izquierda tuvo un enorme éxito y provocó polémicas a raíz de su publicación en marzo de 2003. El mito de la derecha ha salido al mercado en octubre de 2008. Nos vamos a basar fundamentalmente en estas dos obras para comentar el libro Por qué dejé de ser de izquierdas.

Ambas ideas, las de Derecha e Izquierda, están tan manidas que no se sabe muy bien lo que se quiere decir con ellas, aunque quienes utilizan constantemente estos términos crean saber de qué están hablando. Si instásemos a uno de esos sujetos a que nos dijera que entiende él por Derecha o por Izquierda, seguramente no nos diría más allá de tres o cuatro palabras asociadas a cada uno de los términos (como si se les pregunta por la Igualdad o por el Dios cristiano).

Es difícil siempre ponerse a definir cualquier idea. No hay que olvidar que una idea como pueda ser la de Derecha o la de Izquierda no está exenta de la realidad, sino que está inmersa en un sistema de ideas, lo que quiere decir (aplicando el principio platónico de la symploké) que unas ideas mantienen relaciones con otras ideas (negando el principio de que cada idea está relacionada con todas las demás). El no entender esto correctamente es uno de los dos puntos donde nosotros pensamos que se sostienen los mitos de la Derecha y de la Izquierda. El primero, como decimos, es éste: el considerar a la Derecha y a la Izquierda como ideas aisladas, independientes del mundo y de la realidad, eternas. En suma, la hipóstasis de la Derecha y de la Izquierda. El segundo punto que nosotros fijamos como fundamental para el mantenimiento de estos dos mitos es la utilización del dualismo metafísico trascendental, de cuño zaratrustiano o maniqueísta, representado en dualismos tales como Bien/Mal, Progresistas/Conservadores, Derecha/Izquierda, &c. En definitiva, o estás conmigo o estás contra mí.

En El mito de la derecha se habla del liberalismo (ético-etológico, político y económico; y de las relaciones que mantienen entre sí); del «secuestro» del término «socialismo» por la «izquierda»; de la paradoja de que la Derecha surja como consecuencia de la izquierda primaria radical jacobina, pero a la vez es anterior a ella{1}; de la crítica a la idea de Centro; de la clasificación de las derechas en alineadas y no alineadas (respecto al Antiguo Régimen); de las tres modulaciones de Derecha (primaria, liberal y socialista) frente a las seis generaciones de izquierda; de que la respuesta a los nacionalistas secesionistas de la Nación española ha de ser por vía predemocrática (la declaración de guerra), &c.

La definición de Derecha que se da en El mito de la izquierda (pág. 281 y siguientes) es por la apropiación del territorio (capa basal) por parte del estado. El criterio que se toma para definir a la Derecha es el intento de preservar o conservar la alianza del Trono y el Altar (el Antiguo Régimen), destruido tras la Revolución Francesa de 1789. Ese proceso de holización, de racionalización política se produce en España en 1812 y en Rusia en 1917. Se podrá discutir si se quiere (como hace César Vidal) si la nueva situación post-revolucionaria en Rusia supone una mejora para la población o no (a la manera como los marxistas se planteaban –aunque ellos se referían a otro orden distinto: al modo de producción capitalista– si la nueva circunstancia que convertía a la población de siervos en obreros no suponía, si cabe, una mayor situación de explotación, del mismo modo que la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos durante la Guerra de Secesión les supuso una libertad-de, pero para luego ser utilizados como mano de obra muy barata){2}, pero no que supone una nueva forma de racionalidad política distinta al gobierno de los zares.

2. Por qué dejé de ser de izquierdas

Por qué dejé de ser de izquierdas, Ciudadela, Madrid 2008, 368 págs.Vamos a intentar glosar el libro ¿Por qué dejé de ser de izquierdas? aparecido en octubre de 2008 y escrito por Javier Somalo y Mario Noya. Como veremos (y esta es nuestra tesis al respecto), las ideas de Derecha e Izquierda tal como se emplean en este libro (y como también se ejercen en el ámbito de los políticos, de los tertulianos, &c.) tienen mucho que ver con la ideología y poco con la filosofía (materialista racionalista crítica sistemática).

Avisamos de antemano que sería una falta absoluta de rigor tratar a todos los protagonistas del libro como si fueran una masa uniforme, en la que todos mantienen la misma posición y han pasado por lo mismo. Lo que vamos a hacer es ir apuntando cosas (no es éste un artículo exhaustivo sobre el libro) en la medida en que todos ellos han salido de y se oponen a «la izquierda».

El libro está prologado por Javier Rubio, codirector con Javier Somalo de Libertad Digital. Tanto en su texto como en los que luego vendrán a continuación hay un demonio al que tuvieron que vencer (incluso alguno no lo ha logrado del todo), y éste es la Izquierda{3}.

El libro contiene diez capítulos dedicados a las figuras de Federico Jiménez Losantos{4}, Amando de Miguel{5}, Pío Moa, Carlos Semprún, Horacio Vázquez Rial, Juan Carlos Girauta, José María Marco, Cristina Losada, José García Domínguez y Pedro de Tena. Cada capítulo consiste en una entrevista realizada al autor con motivo del abandono de «la izquierda». Los autores del libro fragmentan la entrevista y realizan una narración del contexto de aquella época y la de ahora, desde la perspectiva de «la derecha». Los capítulos de Carlos Semprún, José María Marco y Pedro de Tena son los únicos que no tienen entrevista. Los dos primeros (Semprún y Marco) cuentan su experiencia en primera persona, y por tanto, los autores del libro no intervienen. En el capítulo de Pedro de Tena ni hay entrevista ni hay narración en primera persona, por lo que su redacción es responsabilidad de los autores del libro.

Los autores del libro insertan fragmentos de obras autobiográficas de nuestros protagonistas (quienes las tienen) que hacen referencia al asunto que les (nos) ocupa. Nuestros protagonistas se están confesando, contándonos una etapa de su vida. Ha dicho Federico Jiménez Losantos que no le extrañaría (y en vista del éxito editorial, es cuestión de tiempo... y de personajes) que en futuro próximo saliera al mercado «¿Por qué dejé de ser de derechas?» con Jorge Verstrynge como abanderado.

Además del prólogo de Javier Rubio y los diez capítulos, el libro se cierra con un epílogo de César Vidal (autor sumamente prolífico –151 libros publicados en el momento en que escribimos esto, y contando con «tan sólo» cincuenta años–), al que más tarde dedicaremos unas líneas{6}.

La primera cosa que nos llama la atención es ésta: en el título del libro se habla de izquierdas. Sin embargo, los distintos protagonistas hablan de «la izquierda». Pudiera ser que así lo hiciesen porque bajo ese rótulo incluyen una serie de características que son comunes a las distintas generaciones de izquierda, y así, se estarían oponiendo a la idea funcional de izquierda (caracterizada por el racionalismo y el universalismo{7}). Pero no consideramos que sea esto, sino que estando presos de la ideología del mito de la Derecha y de la Izquierda, realizan una sustantificación del término Izquierda (lo mismo nos da a este respecto que sea la «derecha eterna» o la «izquierda de siempre»).

Este dualismo (el de Derecha e Izquierda) con pretensiones ontológicas trascendentales se ve ratificado por los «descubrimientos» de algunos neurobiólogos. Éstos pretenden que la distinción Derecha/Izquierda no es una cuestión ideológica, histórica-cultural sino científica: hay neuronas de derechas y neuronas de izquierdas. Si se interpreta en sentido político (las neuronas de izquierdas y de derechas), este caso nos proporciona el mejor ejemplo de fundamentalismo científico (amén de una confusión total de conceptos, al extrapolar unas categorías a otras).

«Quien a los veinte años no es de izquierdas es que no tiene corazón, y quien a los cuarenta lo sigue siendo es que no tiene ya cabeza.» Ésta podría ser la máxima de nuestros protagonistas (basándose en la psicología evolutiva del carácter y aplicada al campo político{8}). Ellos nos cuentan cómo ingresan en diferentes partidos y nos hablan de los existentes en esos momentos{9}: PCE (Partido Comunista de España), OMLE (Organización de Marxistas Leninistas Españoles), PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña), PCE-i (Partido Comunista de España Internacional), PTE (Partido del Trabajo de España), PCE-r (Partido Comunista de España reconstituido), MC (Movimiento Comunista), LCR (Liga Comunista Revolucionaria), ML (Marxistas Leninistas), FRAP (Frente Revolucionario Antifascista Patriótico), PCE m-l (Partido Comunista de España marxista-leninista), PSAN (Partit Socialista d´Alliberament Nacional dells Paisos Catalans), UPG (Unión Pueblo Gallego), PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España), PCC (Partido de los Comunistas de Cataluña). No obstante, a pesar de esta plétora de partidos, el partido realmente existente de oposición al franquismo durante la existencia del mismo (no a toro pasado) es el PC («el Partido»).

Nuestros protagonistas comienzan a militar en los partidos clandestinos en su juventud e incluso en su adolescencia (como Juan Carlos Girauta que se enrola en la Marcha de la Llibertat en el verano de 1976 a los quince años). Casi todos ellos coinciden en que sus ideales eran los de libertad, igualdad y justicia, y éstos encajaban perfectamente en la lucha de clases del marxismo. Es más, era la única solución donde podían realizarse estos principios. Por eso, a la muerte de Franco creen que va a haber una revolución y a instalarse un régimen comunista. Cuando ven que esto no ocurre, y que se pasa pacíficamente del régimen franquista a una democracia coronada (una democracia burguesa) bajo la fórmula «de la ley a la ley» o la expresión tan célebre de Clavero (al margen de si fue realmente así o no) de «café para todos», se desata en muchos de ellos una «crisis existencial» y se sumergen en depresiones (que cada uno supera como mejor puede –Cristina Losada, por ejemplo, se dedica a viajar y a desentenderse de temas políticos–). Fruto de este trauma comenzarán a ver a las distintas generaciones de izquierdas como el demonio; el nuevo enemigo con el que luchar tras haberlo hecho con el franquismo (esta interpretación psicológica no quita para que analicemos sus ideas sobre la Derecha y la Izquierda en la actualidad, y las consideremos como oscuras, simplistas, o sencillamente metafísicas).

Nuestros protagonistas no tienen criterios de clasificación nada claros, y así, si se producen casos de corrupción «contagiosa» durante el gobierno de Felipe González (1982-1996) (e incluso antes –caso de los maletines–), será porque «la izquieda» es por naturaleza corrupta. Así, en vez de achacar la corrupción a la democracia realmente existente, se le imputa a uno de los dos partidos que aspiran al poder, a uno de los dos partidos con diez millones de votantes (en 2008), al PP o al PSOE. Ellos dirán (identificándolos), la derecha o la izquierda. Y nuestros protagonistas cargarán las tintas contra el PSOE, pero lo mismo vale para quienes desde la izquierda acusan a «la derecha de siempre» del mal de España (el Estado Español les gustará decir más) e incluso del mal universal, de la no colaboración para la Alianza de las Civilizaciones (el Pensamiento Alicia –y ojo, que no es ni mucho menos exclusivo del presidente Zapatero, ni dentro ni fuera de España, como algunos creen–).

Estaban los antifranquistas que pretendían una libertad-de (del régimen de Franco) y los que basándose en ésta, querían una libertad-para (para instaurar un régimen comunista). En cualquier caso, tanto unos como otros eran muy pocos hasta bien entrada la década de los setenta, cuando el franquismo agonizaba{10}. Nuestros protagonistas, que podríamos adscribir al segundo grupo (aunque no todos eran pro-soviéticos; algunos eran pro-chinos o se hacían eco del eurocomunismo de Carrillo) no entendían que tras la muerte del Generalísimo la población no se movilizase, cuando ellos consideraban que se encontraban en un momento histórico clave. Pero es que el franquismo (una vez superada la fase de autarquía) en los años sesenta experimenta el «milagro económico español» (que en realidad no es tal). El régimen hace el trabajo sucio, eleva a España al décimo puesto mundial y permite que sus ciudadanos tengan su teléfono, su televisor, su lavadora, su automóvil o sus vacaciones pagadas. Esto es, el franquismo como derecha socialista establece uno de los pilares de la democracia posterior: el mercado pletórico. La población en 1975 o 1976 se encontraba en situación de bienestar (más allá de las repercusiones de la crisis del petróleo de 1973), y la iba a sacrificar para la instauración, ¿de qué paraíso socialista (comunista)?{11} Mutatis mutandis, lo mismo sucede en los noventa en Asturias (si bien la situación es muy distinta a la de apenas quince años antes, tras la caída del muro de Berlín y el derrumbamiento de la URSS) con la reconversión industrial y las jubilaciones anticipadas.

De los doce testimonios que nos ofrece el libro (los diez capítulos más Javier Rubio y César Vidal), el único que vive su iniciación izquierdista fuera de España es Horacio Vázquez Rial, y lo hace en Argentina (aunque luego llegará a España).

Otro rasgo que habría que ver es el aspecto religioso en nuestros protagonistas. Horacio Vázquez Rial llega a afirmar a raíz de la victoria de Carter en las presidenciales estadounidenses de 1976 que hubiese dado gracias a Dios si entonces creyese tanto como ahora. Lo que nos lleva a plantearnos si muchos de nuestros protagonistas no eran ni ateos ni agnósticos sino anticlericales (de la Iglesia Católica). O si eran clericales lo omitían en virtud de la disciplina de partido. Esto nos lleva a la relación de política y de religión. Fijémonos en el caso de Hispanoamérica en la actualidad. Ahí está Chávez jurando ante Dios y ante el crucifijo, o Fidel con el número dos (ya líder, al fallecer el número uno recientemente) de la iglesia ortodoxa. De acuerdo con las Tesis de Gijón de Ismael Carvallo Robledo para la construcción de una séptima generación de izquierda (Izquierda Hispánica), ésta debe ser (entre otras cosas –materialista, hablada en español–) atea e impía. Además, hay otro problema que ha calado muy hondo en el continente hispano, y es la Leyenda Negra (leyenda antiespañola).{12}

Es un dato importante para nuestros protagonistas (y del que se hace eco Javier Rubio en el prólogo) el año en que votan por primera vez al PP. Para ellos significa abandonar definitivamente la izquierda (las tinieblas) y empezar a ver la luz. Javier Rubio lo hizo en 1989, Juan Carlos Girauta en 1994, José García Domínguez en 1996, Cristina Losada en 2003 y Amando de Miguel se afilia en 2007.

Casi todos coinciden en que la solución o el antídoto a la izquierda es el liberalismo (que tal como lo entienden muchos acaba confluyendo en muchos puntos con el anarquismo). Si entendieran por liberalismo la libertad de que en un medio de comunicación propiedad de la Conferencia Episcopal Española como la COPE pueden tener libertad para hablar tanto un agnóstico (Federico), como un ateo (Albiac) o como un evangelista (César Vidal), pues vale. Pero la cosa es mucho más oscura y complicada. Se denominan liberales, pero ¿qué quieren decir con ello? Veamos lo que nuestros protagonistas dicen al respecto. Así, Javier Rubio:

«Terminamos de hacernos liberales ya en Madrid. Popper y Hayek fueron los grandes maestros de aquellos años. La miseria del historicismo, La sociedad abierta y sus enemigos o Camino de servidumbre contenían buena parte de las respuestas que en aquellos momentos precisábamos.» (pág. 17.)

Carlos Semprún Maura:

«No soy de derechas, pero estoy con la derecha cuando es liberal, abiertamente capitalista, firme en su lucha por las libertades públicas y privadas y, sobre todo, contra los terrorismos totalitarios, sean nacionales o internacionales.» (pág. 116.)

Horacio Vázquez Rial:

«Yo sé que para mí siempre ha sido más importante la libertad que la igualdad, siempre lo he tenido claro (...) El liberalismo es el futuro y siempre lo será. ¿Por qué? Porque forma parte de la noción de revolución permanente, pensamiento judío de nuevo.» (pág. 144.)

José García Domínguez:

«Yo entro en el pensamiento económico liberal en la universidad, donde no se estudia a Hayek, por cierto, ni a Von Misses, pero sí unos modelos más coherentes con la realidad que el marxismo. Yo no tenía otro modelo económico que el marxista. El alternativo lo adquiero en la Universidad, cuando empiezo a estudiar economía y Josep Piqué me explica, por ejemplo, el marginalismo... y otros modelos que me convencen más por ser más rigurosos y más científicos. No me acerco al liberalismo por los autores que enfatizan la superioridad del capitalismo frente al socialismo. Es que yo no busco un sistema basado sólo en la efeiciencia, eso es un valor ajeno.» (pág. 212.)

Los tres tipos de liberalismo (liberalismo ético-etológico, liberalismo económico y liberalismo político) que ha diagnosticado Gustavo Bueno se entremezclan y, si bien en estas citas (y otras que no se han puesto) sobresale el liberalismo económico, los otros dos no se reducen a éste{13}. Conforman los tres junto con otras ideas (como pueda ser la de individuo –acaso queriendo decir persona–, que tal como es presentada muchas veces nos recuerda más que nada al «hombre volante» de Avicena) una ideología liberal, y en la que ponen tanto fervor como pusieron antaño en otras. Dice Gustavo Bueno:

«La involucración de todas estas formas de liberalismo da lugar a una ideología confusa en la que no se llega a saber bien si el liberalismo a secas tiene ante todo un fundamento científico en la estructura económica de una sociedad de mercado pletórico, o si prevalecen en él sus orientaciones caracterológicas (etológicas), éticas o políticas (...) La realimentación entre los liberalismos caracterológicos (etológicos, éticos), políticos y económicos se incrementará cada vez con más fuerza para dar lugar a una ideología confusa en donde la metafísica de la libertad humana individual se mezcla con los programas políticos de las democracias liberales y con las líneas de la economía de mercado pletórico (...) De aquí las mezcolanzas en las ideologías del liberalismo militante actual, de los análisis actual, de los análisis psicológico-emic (fenoménicos) más vulgares, la metafísica de las necesidades subjetivas, y la concepción del Estado como institución orientada y justificada por la tarea de satisfacer las necesidades sagradas del consumidor, como definición económica del ciudadano democrático (...) Es la ideología de lo que se llama humanismo liberal, tan próximo al llamado Pensamiento Alicia, a pesar de que teóricamente media entre el pensamiento liberal y el Pensamiento Alicia la distancia entre la izquierda krausista socialdemócrata y la derecha tradicional; diferencias que no pasan de ser retóricas.» (págs. 231-237 de El mito de la derecha.)

Con esto queda suficientemente claro. Tan sólo añadiremos que es a esta confusa ideología a la que se están refiriendo nuestros protagonistas cuando se muestran orgullosos de ser de derechas. Y si bien es mucho más frecuente encontrarse con alguien que se jacta de ser de izquierdas, también los hay al otro lado del espectro. Y son éstos los que se jactan de ser de derechas, pero de derecha liberal, aunque la derecha esté anegada en la socialdemocracia.

Es muy interesante constatar los traumas (como dijimos antes) que han padecido o aún sufren nuestros protagonistas a causa de su pasado en el lado oscuro. Como militantes en partidos marxistas, veían entonces (tras la muerte de Franco) que se daban (o iban a dar) las circunstancias para instaurar en España un régimen comunista. Al pasar el tiempo y ver el ritmo de los acontecimientos, llega la desilusión, las crisis existenciales, &c. Otros tardan un poco más y el batacazo lo llevan durante el felipismo a causa de la corrupción. Dice Juan Carlos Girauta:

«Yo me apeo del Partido Socialista dos o tres meses antes de las elecciones del 86, que son las segundas legislativas que gana Felipe González, y me marcho por la corrupción (...) Me entró una verdadera tirria contra el Partido Socialista, y a partir de ahí, me convertí en un antisocialista activo, sigo siendo de izquierdas pero me convierto en un anti-PSOE activo. Intento publicar chanchullos de dentro (del partido), pero la prensa está completamente controlada.» (pág. 166.)

Así, José García Domínguez:

«El problema era ya a quién despreciaba más, si al PSOE o a mí mismo (...) Ahora la componente excitante no era la de la revolución, sino la sensación de poder (...) Una tarde me dijo una compañera, de la que no he vuelto a saber más, que Miguel Iceta le había pedido unas fotocopias de no se qué documento que había en Madrid. No sé si pedirla por fax o coger un avión, me dijo. Finalmente se cogió un avión y se dio una vuelta por ahí. Pensad que estamos a mediados de los ochenta y que un billete de avión todavía era una cosa extraordinaria (...) Al irme me di cuenta de que había sido una locura, lo pasé fatal económicamente. Se sufre una degradación personal, te vuelves cínico (...) Empiezas a despreciar al entorno y a despreciarte a ti mismo. El partido es tu vida. No hay nada fuera. Los amigos son del partido, la gente con la que estás de día y de noche es del partido. Era una locura salir pero yo lo hice. Entré en una depresión profunda de la que me costó rehacerme porque no tiene que ver con la política, sino con la vida. Paso a ser una persona de treinta años que no ha hecho nada en la vida, sin un duro, y que ha roto con todo su entorno. Y empiezo de cero. Vuelvo a la Universidad y acabo la carrera que había abandonado.» (págs. 207-208.)

Unos años antes, Cristina Losada también pasa por una situación similar:

«Fue en Pueblo donde por primera vez me di cuenta de que mi discurso ideológico no tenía nada que ver con la realidad. Pero me llevó mucho tiempo aceptarlo (...) La transición para mí fue un momento de crisis porque yo creía que estábamos en una situación prerrevolucionaria en España, que era posible hacer aquí una revolución socialista. No cambiar sólo el Régimen, sino el sistema. Pero se produce la transición y eso no ocurre (...) Todo esto me produce una crisis personal y una depresión, aunque entonces no la reconocía como tal. Me encuentro sin lugar... había tenido un lugar y las cosas claras y en ese momento mis creencias se vienen abajo. Mi mundo se viene abajo con la transición. Opté por marcharme porque tenía la sensación de que aquí me moría. Empecé una larga etapa de viajes y aparqué toda dimensión intelectual.» (págs. 187-188.)

Ese «viaje» que experimentan les hace salir de la oscuridad y dirigirse hacia la luz, aunque desde su perspectiva siempre han estado en la parte luminosa (entonces «creían» que era una y ahora «saben» que es la otra). En realidad, lo que siguen estando es presos del dualismo maniqueo trascendental. Así, resulta todo más sencillo y no hacen el esfuerzo de situarse en una perspectiva abstracta (filosófica) y caen en las redes del dualismo de las dos Españas de Antonio Machado{14}.

Nuestros protagonistas lo que debieran hacer es preguntarse qué defendían entonces y qué defienden ahora conforme a unos parámetros concretos (por ejemplo, la necesidad de la lucha armada).

En cuanto a la defensa de España, si no se le prestaba suficiente atención{15}, se debía (si no erramos) a que en aquellos años la situación era muy distinta a la actual, pero sobre todo al haberse tragado enterita la Leyenda negra, y que sigue estando tan vigente entre la clase política y la población en general de nuestros días{16}. El entender qué sea España depende de su pasado y de la interpretación que se le de al mismo, y podemos decir que la historia de España no es una cantidad despreciable en el ámbito de la Historia Universal, en la Historia de los Imperios políticos. Por lo tanto, no se trata de ninguna defensa axiomática del estado (como algunos ingenua y equivocadamente creen haber descubierto) sino de una filosofía de la historia enmarcada en las coordenadas de un sistema filosófico (materialismo filosófico). Así, estos intentos de simplificar toda una filosofía de la historia (basada en la historia de España, que es la que es, guste o no, para bien o para mal) son tan burdos como el reducir ésta a una visión falangista de España (presente en Marías o en Bueno). Por todo ello, consideramos tan importante y necesaria la publicación del libro En defensa de España. Razones para el patriotismo español (Encuentro, Madrid 2008). Pero podemos decir que no todo está perdido. Véase el caso de José Luis Garci y Sangre de mayo en el punto 4.

3. El epílogo de César Vidal

César Vidal titula su epílogo de la siguiente manera: «Por qué la izquierda está muerta o siete razones para abandonarla». Después de contar cómo le repugnaba la URSS, de su simpatía «más o menos difusa» con el modelo socialdemócrata sueco, de su visita a Nicaragua y de la realidad de España durante el gobierno del PSOE de Felipe González, enumera siete puntos por los que «abandonó» la izquierda:

1. «En primer lugar, rompí con la izquierda porque amo la libertad. El amor por la libertad forma parte de mi carácter por diversas razones. Entre ellas se encuentra la pertenencia a una minoría religiosa que ha sufrido durante siglos la persecución y la intolerancia.» (pág. 227.)

Parece que César Vidal entiende la libertad en el sentido del libre albedrío. Si se refiere a la libertad-de «persecución» y a una libertad-para ejercer su «fe», pues muy bien (al margen de entrar aquí en las cuestiones históricas). Pero lo expresa de modo que la libertad forma parte de su carácter; él es un «espíritu libre». Si quiere decir que más bien es «rebelde» y no sumiso, pues maravilloso (claro que esa rebeldía –con o sin causa– en determinados contextos puede resultar suicida). Pero, ante todo, lo que se nos muestra es la idea metafísica de libertad: «amo la libertad». Pues como si se ama (o se odia) la Igualdad, la Fraternidad, la Solidaridad, la Paz, &c.

2. «En segundo lugar, abandoné la izquierda porque creo en el individuo. Personalmente estoy convencido de que el sujeto de derechos es el ser humano como individuo y no la raza, el sexo o las circunstancias médicas (...) Lamentablemente, la izquierda está convencida de que sabe mejor que nosotros cómo debemos gastar nuestro dinero, cómo debemos educar a nuestros hijos e incluso cómo debemos emplear nuestro tiempo libre y a mí esa vocación liberticida de la izquierda me resulta totalmente insoportable,» (pág. 228.)

«Creo en el individuo.» Para hacer inteligible esta creencia de César Vidal tenemos que establecer apagógicamente la entidad a la que el individuo se sobrepone. Ésta puede ser la clase social o el estado.

Dice a continuación estar convencido de que «el sujeto de derechos es el ser humano como individuo y no la raza, el sexo o las circunstancias médicas». Pero la pregunta es, ¿cómo iban a serlo? ¿Cómo vamos a atribuir derechos y deberes a la raza caucásica, al sexo masculino a la diabetes? Acaso lo que está aquí subrayando César Vidal es la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948{17}, en la que el individuo es contemplado al margen de la raza, el sexo, la religión, la nacionalidad, &c., con lo que no nos hemos quedado sin individuo. Acaso lo que ahora tengamos sea el pitecántropo. Los puntos de la Declaración son fundamentalmente de carácter ético (por tanto, universal), que se refieren a los sujetos individuales que necesariamente pertenecen a una sociedad (si no, estaríamos hablando de los niños ferales y no de Hay, el filósofo autodidacto de Abentofail).

César Vidal acaba mezclando las competencias del estado con esa ideología individualista-liberal rayante en muchos puntos (como ya dijimos) con el anarquismo y menta la capacidad de gasto, la educación y el «tiempo libre». Qué duda cabe que la capacidad de gastarse el dinero y el tiempo libre tienen una estrecha vinculación, y ésta obedece al mercado pletórico. En cuanto a la cuestión de la educación (que es, sin duda, muy compleja) no podemos entrar aquí en ella. Tan sólo comentaremos que, si César Vidal se está preguntando: «¿Por qué adoctrinan a nuestros hijos en el darwinismo?», le diremos que no tema, ya que desde su posición el individuo rectificará sabiamente y optará por el creacionismo bíblico.

3. «En tercer lugar, abandoné la izquierda porque creo en la justicia (...) Pocas ideologías hay más injustas que las de izquierda. De entrada, la justicia por definición, debe dar a cada uno lo suyo y además debe comportarse con todos de manera igual e imparcial, es decir, debe actuar de manera diametralmente opuesta a como pretende la izquierda.» (pág. 228.)

Si César Vidal dice que la justicia por definición (cursiva nuestra) debe dar a cada uno lo suyo (Catón, Gayo, Ulpiano), y entendemos «lo suyo» como el puesto que se ocupa en la sociedad, eso significa que los niños y adultos esclavos de las minas de coltán del Congo (pongamos por caso) deben recibir los castigos oportunos y el aporte calórico mínimo necesario para que puedan seguir realizando su trabajo de extracción del mineral, esto es, para que realicen «lo suyo». Así, no contradice lo que dice a continuación de que la justicia debe comportarse con todos de manera igual e imparcial. Todos los esclavos son tratados de la misma manera (y no olvidemos que en los campos de exterminio nazis figuraba el lema «A cada uno lo suyo»). Parece evidente que César Vidal no quiere decir esto, pero entonces, ¿qué quiere expresar con dar a cada uno lo suyo? Si se refiere a lo que pertenece a cada persona como persona única y especial, en su interior, a su espíritu, &c., sólo decirle que estaría situado en una perspectiva espiritualista que poca potencia filosófica tiene para intentar dilucidar qué sea la justicia (que esa es otra, ya que César Vidal comienza dando por evidente la definición de justicia –y esto no se puede conceder aún sabiendo de que dispone de pocas páginas para su epílogo–). Y después habla de igualdad, de la que ya hemos dicho antes que hay que fijar unos parámetros para hablar de una igualdad en algo (en peso, en altura, en capacidad adquisitiva, &c.). Y de la imparcialidad, que si se entiende como no tomar partido se aproxima a la arbitrariedad de una moneda lanzada al aire.

César Vidal también podría definir la justicia como la ley del más fuerte. O según el inigualitarismo de Marx (cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades). Además, para añadir más confusión, comenta que la justicia (dar a cada uno lo suyo, igualdad e imparcialidad) es lo contrario a la izquierda. Otra vez la izquierda sustancialista.

En suma, lo que queremos decir es que la definición de César Vidal es oscura y confusa.

4. «En cuarto lugar, dejé la izquierda porque creo en el esfuerzo personal y en la excelencia (...) Como sabemos no pocos por experiencia, la buena educación es el único camino que permite a los hijos de familias humildes salir de su estrato social y progresar (...) La educación que reciben (millones de niños y jóvenes) en centros público es mala, sectaria y deficiente, pero, por añadidura, es una educación diluida y aguada para que hasta el más tonto y el más vago pueda sacar un título (...) Recuérdese que en España los ministros socialistas no llevan a sus hijos a los centros públicos que sufren las consecuencias de sus actos sino a elitistas centros privados.» (pág. 229-230.)

«Creo en el esfuerzo personal y en la excelencia.» Pues muy bien, pero nada tiene que ver con la derecha e izquierda política.

En cuanto a lo de progresar, pues hay que decir en qué se da el progreso (podemos hablar del progreso en la velocidad de los automóviles, pero no del Progreso Indefinido{18} o del progreso del Género Humano).

Totalmente de acuerdo en que la educación en centros públicos es mala, pero no sabemos hasta qué punto se puede decir que sea muy superior a la de los centros privados, ya que la deficiencia se encuentra en las Leyes de Educación.

Constata una realidad César Vidal al recordar que ministros socialistas llevan a sus hijos a colegios privados mientras pregonan la educación pública (al igual que otros son legionarios de Cristo o costaleros de Semana Santa).

5. «En quinto lugar, abandoné la izquierda porque creo en la inteligencia y en la belleza (...) El hecho de que Miguel Ángel, Cervantes, Beethoven o Shakespeare salieran adelante –y crearan obras geniales– sin pertenecer a la izquierda ni cobrar subvenciones debería llevarnos a reflexionar.» (pág. 230.)

En la misma línea que los puntos anteriores. ¿Qué tendrá que ver la izquierda (política) con la inteligencia y con la belleza? Nada, diremos. Y César Vidal afirmará lo mismo, ergo (pensarán algunos) estamos de acuerdo con él. Pues no, ya que ni la izquierda ni la derecha política se pueden definir en función de las características «inteligencia» y «belleza». Lo realmente llamativo es que dice que Miguel Ángel, Cervantes, Beethoven y Shakespeare (líneas más abajo citará también a Bach, Goethe y Velázquez) salieron adelante y crearon obras geniales porque no pertenecieron a la izquierda. No dice explícitamente que sean de derecha, pero, teniendo en cuenta el esquema metafísico trascendental dualista en el que se halla inmerso, se «deja caer» que son de derechas, como Dios manda y por eso han pasado a la Historia. Pero es absurdo decir que eran de izquierdas o que no lo eran, oponiéndolo a la derecha. La alianza del Trono y el Altar{19} se ve fuertemente atacada por la Gran Revolución, que es donde surge la izquierda política, y por eso no cabe aplicar (salvo anacronismo flagrante) las categorías de derecha e izquierda a períodos históricos anteriores a la Revolución francesa. Añade César Vidal que estos personajes históricos que hemos citado no cobran subvenciones. Parece que César Vidal extrapola el contexto de la actualidad (PP-PSOE) a otra época con la categoría de la subvención tal como se entiende hoy (que si se entiende en el sentido de que un «artista» o «creador» se vea beneficiado en dinero o en reputación, habría que realizar los oportunos análisis y comparaciones históricas –aquí sí–).

6. «En sexto lugar, abandoné la izquierda porque carece de mensaje que vaya más allá de la opresión de los demás (...) Ayuna de éxitos, la izquierda sólo tiene dos caminos. O bien se derechiza para salvar a los estados de las consecuencias nefastas de los políticos de izquierdas o bien se entrega a la defensa de las rancias políticas de ayer acentuando el elemento opresor mediante el trato de favor a lobbies no representativos pero feroces y agresivos.» (pág. 230-231.)

Si se refiere con «opresión de los demás» a esa Nomenklatura que él dice, a los tiranos, pues muy bien, pero son gobiernos que estarán más próximos de la derecha política que de la izquierda (aunque emic no se representen como tal{20}). Y si no, como bajo el rótulo «opresión de los demás» cabe cualquier cosa, hasta que no se concrete más, sólo nos queda una fórmula muy usada.

César Vidal plantea una dicotomía: la izquierda tiene dos caminos a elegir, uno bueno y otro malo; uno liberal y otro socialista. Como hemos dicho, toda sociedad política es socialista, y así, los partidos de derecha son socialistas. Y la izquierda no es que deba derechizarse, sino que ya lo ha hecho (aunque más correcto sería decir que ha sido la derecha la que se ha izquierdizado), asumiendo en la actualidad los partidos políticos denominados de derecha funciones de partidos de izquierdas (subsidios, pensiones, &c.).

7. «Abandoné la izquierda y resultó decisivo en mi caso, porque soy cristiano. Es cierto que durante años pensé –y estaba profundamente equivocado– que los valores de la izquierda eran algo así como una visión laica de los propugnados por el cristianismo (...) Una persona que, de verdad y de corazón, ame las enseñanzas de Jesús no encaja con una visión del mundo que pretende controlar al ser humano desde antes de nacer –para facilitar su eliminación– hasta su muerte –para despenalizar su eliminación–.» (pág. 231-232.)

Más correcto sería decir que alguien que dice poseer unos conocimientos suprarracional o unas verdades reveladas no puede ser de izquierdas por su particularismo.

Saca César Vidal el tema del aborto y de la eutanasia, que por lo visto son de izquierdas. Pero nuevamente no se ve por qué ello ha de ser así; el aborto y la eutanasia no son de derechas ni de izquierdas (como tampoco lo es la pena capital).

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4. José Luis Garci y su Sangre de mayo (nuestro «epílogo»)

José Luis Garci ha estrenado su última película (la número diecisiete) el pasado 3 de octubre de 2008, Sangre de mayo, basada en los episodios dos (La corte de Carlos IV) y tres (El 19 de Marzo y el 2 de mayo) de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Dejando aquí de lado las motivaciones psicológicas, etológicas y sociológicas que Garci atribuye a los madrileños de entonces para explicar el dos de mayo (en la línea del «gran cabreo» de Arturo Pérez Reverte), hay que agradecerle la defensa que realiza de España y de la Nación Española, es decir, su patriotismo (que no patrioterismo) racional (aunque también sea sentimental).

Para que se vea cómo está el patio, vamos a recordar que diarios como El País o Público llevaron a cabo una campaña de desprestigio contra la película antes de que se estrenara por el hecho de que era un encargo de la Comunidad de Madrid para conmemorar el bicentenario. ¡Qué pensarán estos señores de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel! Qué ruindad, qué ignorancia y qué mala fe la de estos señores.

¡Y qué decir de las «críticas» de la película de Alejandro G. Calvo y de Carlos F. Heredero!{21}. La del primero se titula «¡Qué vienen los mamelucos! o cómo dejar de tener miedo y abrazar el nacionalismo», y en ella se dedica a escribir sobre su fobia principal (Garci), llegando a decir cosas como «o de sus vaivenes calzándose chaquetas de distinta talla y color en lo que a política se refiere». Le diremos a este sujeto (seguro que emic situado en la «izquierda de toda la vida») que estudie un poco y verá cómo lo que Garci ha hecho ha sido tomar postura ante determinadas situaciones (o más fácil, que vea Viva la clase media –1980, José María González Sinde–). En cuanto al segundo (el director de Cahiers España), cuya «crítica» se titula «El almidón y la ideología», decirle directamente que no sabe de qué está hablando. Como la anterior «crítica», mezcla churras con merinas. Como la película está financiada por la Comunidad de Madrid (otra cosa será la consideración de la inversión de quince millones de euros en esta película), ya está tachada de antemano por los sectarios. Dice Heredero que la película se acerca al estilo

«propio del cine de autarquía nacido con el nacional-catolicismo y legitimador del franquismo gobernante, del que hereda, en esencia, la redundancia almidonada de la representación, la sumisión al poder y la anquilosada retórica ideológica que la atraviesa» y prosigue «la coda final se encargará de introducir la moraleja: un plano en escorzo de Goya, pintando en directo y mientras contempla los sucesos (?) los fusilamientos del 3 de mayo (!un cuadro realizado en 1814!)».

Pero, !qué ignorancia! ¿Acaso cree que José Luis Garci desconoce este hecho? En una entrevista concedida con motivo de la promoción de la película, explica Garci que insertó el plano de alguien de espaldas (Goya) tomando notas de los fusilamientos porque cree que debió estar allí para poder años después pintar el cuadro. Así que, ¿qué pretende Heredero? ¿quizá parodiar esto para el lector despistado? Termina diciendo Heredero que «la identificación del poder y el revival academicista han tomado el lugar de la rebelión contra el poder y de la subversión contra el canon». Le recomendamos la misma receta que a su compañero Alejandro G. Calvo.

Repescamos las declaraciones de Garci en una entrevista publicada el miércoles 1 de octubre de 2008 en ABC porque tienen crucial importancia para el tema de España{22}. Dice Garci:

«Napoleón quería entrar en España con la excusa de que venía a Portugal y quedarse. Una invasión. Pero lo bueno que traía para los afrancesados era la Ilustración, una nueva mirada al mundo, en la Judicatura, en la Cultura, una renovación del mundo. Pero metía sus fusiles también. Gran y grave contradicción. Y el problema es que el ejército español no intervino.»

Líneas abajo, le comenta Antonio Astorga (el periodista), «–le lloverán cuchillazos como de nacionalista español» y Garci responde:

«Es como cuando dicen que Franco hizo que Daoíz y Velarde fueran más importantes que otros. Vamos a ver, si esto fue más de cien años antes. Daoíz fue un héroe [dejamos aquí de lado, como en otras cosas, dilucidar qué sea un héroe] le gustara a Franco o a Tuttankamon. Hay como una especie de ir a la contra. Ojo, si eres un nacionalista de otro lugar que no sea de tu país, si eres un nacionalista gallego, vasco, andaluz, mallorquín o no sé qué... eso está bien visto, pero si a ti te gusta la tuya y tu país está mal. Primero hay que ponerse de acuerdo y decir: ¿Somos de España o no?¿Quieres ser español? Si no, nadie te obliga. Eso yo lo tengo muy claro desde hace muchos años. Es la única solución. ¿Usted no quiere ser español? Le preguntamos al que sea, a la región que sea. Estupendo, en tres años váyase a otro lugar y es usted como de Liechtenstein y además no nos vamos a oponer a que entre usted en Europa. Es como si tu tienes dos hijos y te dicen: «Oye, la mitad de la casa es mía y la otra es mía, y la nevera la quiero llena» ¿Vais a trabajar? «No, trabajas tu para los dos».»

Al final de la entrevista confiesa Garci que «es absolutamente ridículo pensar que yo he tenido que pagar ¿un peaje? Para sacar imágenes de Madrid a los que me han encargado la película. Y un halago. Porque creen que soy un chavalín de 18 añitos».

Poniendo entre paréntesis eso que Garci dice de que venían (los franceses) a traernos la Enciclopedia, la modernidad, &c.{23} y de unos planteamientos muy simples en el tema del secesionismo{24}, Garci ve heroico el enfrentamiento de los patriotas españoles (tanto los partidarios del Antiguo Régimen –derecha primaria– como los que veían la necesidad de una revolución –la izquierda liberal—{25}) con las tropas napoleónicas{26}.

Para casi acabar, las siguientes palabras de Pío Moa:

«Una característica de la izquierda es su antiespañolismo. De siempre. Yo creía que eso de la Antiespaña era un invento del finado general, pero no, lo estoy comprobando: esta gente está por todo lo que pueda hundir a España, desde la ETA hasta el terrorismo islámico, pasando por la inmigración musulmana o la desmenbración del país en pseudonaciones ... Todo lo que sea perjudicar a España, a esta gente le parece muy bien. Eso no puede ser casualidad.» (pág. 104 de Por qué dejé de ser de izquierdas).

Nosotros lo que afirmamos es que la defensa de España (al margen aquí de que la idea de España no es eterna, del peligro de hipostasiarla, de la dialéctica entre imperios, &c.) no es asunto ni de derechas ni de izquierdas, así como tampoco lo es su destrucción{27}. (Otra cosa es que en determinados momentos históricos hayan sido las derechas las que basándose en un pasado imperial común hayan defendido a España y las izquierdas no hayan puesto el mismo empeño en ello debido a otros ortogramas políticos. Pero en otros períodos tanto la derecha como la izquierda han defendido a España.)

Lo que sí que parece que ha cambiado un poco entre la población presa del mito de las dos Españas es el tabú de la bandera de España. Gustavo Bueno ha apuntado, y puede llevar razón en ello, en que ha sido el PSOE el que ha empezado a utilizar en su vocabulario político la palabra «España», silenciada durante la primera legislatura, y mostrando con ello a esa «media España» que citar el nombre de tu país no es «facha».

Ha sido muy importante en este sentido, la Eurocopa de fútbol 2008. El punto de inflexión durante el transcurso del torneo estuvo en la victoria en los penalties ante Italia en cuartos de final. A partir de esa misma noche, en las semifinales ante Rusia y en la victoria ante Alemania en la final se desató la euforia, y la gente celebraba el triunfo de «su» selección, un conjunto de veintitres atletas que representaban a un país, a una nación; a España. Los símbolos como puedan ser la bandera, el escudo y el himno se muestran o se escuchan sin vergüenza alguna. Más bien al contario: en los bares, los consumidores entonan orgullosos cánticos a favor de España (Que viva España; Yo soy español). El que haya sido «el deporte rey», socialmente implantado en España (mucho más que baloncesto{28}, fútbol sala, balonmano, &c.) –deporte de equipo (y no deportista español a título individual: Fernando Alonso, Rafa Nadal, Alberto Contador)– también ha influido. Y esto debe hacernos ver la importancia social del fútbol en nuestras sociedades de mercado pletórico (y en las que no lo son también, aunque casi siempre orientado a llegar a pertenecer a ellas).

5. Final

Hemos querido reseñar o comentar este libro para mostrar la confusión y la poca precisión con que se utilizan algunas ideas, en especial las de Derecha e Izquierda. No ha sido nuestra intención entrar a discutir otras facetas de nuestros protagonistas, con las que podemos estar de acuerdo en muchos puntos. Y queremos recalcar que nuestro discurso se sitúa en una perspectiva filosófica, no en una ideológica propartidista.

Pola de Siero, domingo 4 de enero de 2009.

Notas

{1} Ignacio Sotelo en el primero de los dos programas de Negro sobre blanco (julio 2003) dedicados a El mito de la izquierda (en el segundo participaría, junto a Bueno, Santiago Carrillo) no lo entendió, aún ejemplificándolo Bueno con la relación padre-hijo (pág. 285 de El mito de la izquierda) –ni con cualquier otro que se le hubiese puesto, añadimos nosotros–.

{2} Para una visión crítica, léanse las páginas 149-150 de El mito de la izquierda (2003).

{3} Se podrá observar la similitud con los textos de los representantes de la derecha primaria española que se enfrentaba en la Guerra de Independencia al ejército napoleónico (en cuanto representante de la izquierda jacobina) y veían en la figura de Napoleón Bonaparte al mismísimo Anticristo).

{4} Éste en su programa de televisión (La hora de Federico) en Libertad Digital TV entrevista a Pedro de Tena y Cristina Losada (20 Noviembre 2008) y a José María Marco y Juan Carlos Girauta (18 Diciembre 2008).

{5} Puede consultarse, si se desea, el artículo de José Manuel Rodríguez Pardo, «El marxismo según Amando de Miguel... en 1958», número 36 (febrero 2005) de El Catoblepas.

{6} Debemos confesar que su «epílogo» ha sido el detonante para que escribamos este artículo.

{7} Véase el artículo de Javier Pérez Jara, «Cuestiones relativas al Socialismo, la Izquierda y otras categorías políticas desde la perspectiva materialista», El Catoblepas, número 54 (agosto 2006).

{8} Véase las páginas 73 y 74 de El mito de la izquierda.

{9} Y entre ellos nunca el PSOE, desaparecido durante el franquismo. José García Domínguez (pág. 206) llega a afirmar que «a mitad del año 1976 veo por primera vez a un socialista. Físicamente. !Es que nunca los había visto!»

{10} Como muy bien se encarga de relatarnos José Ignacio Gracia Noriega en el diario asturiano La Nueva España, o en su libro Vísperas del nuevo tiempo.

{11} Solzhenitsyn, muerto recientemente, ya había pasado por España (como se hace eco Pío Moa en Los mitos de la guerra civil, págs. 535-538, de sus declaraciones en prensa y televisión).

{12} Dice Pío Moa (pág. 104) que pensaba que lo de la Antiespaña era un invento del régimen, pero se dio cuenta que no era así.

{13} La Economía es siempre Economía Política, esto es, que el estado interviene siempre en la economía (en mayor o menor grado). Así, la autorregulación de los mercados sin el control de los estados nacionales no pasa de ser un deseo ideal de muchos envueltos en esa nebulosa ideológica tan compleja y difícil de diagnosticar en todos sus puntos. En los foros de nódulo se ha discutido recientemente sobre estos temas.

{14} Véase el artículo de Tomás García, «Versos maniqueos», El Catoblepas, número 83.

{15} No siempre. Ahí está, por ejemplo, Lo que queda de España, de Federico Jiménez Losantos.

{16} El domingo 14 de diciembre de 2008 en ABC, Ricardo García Cárcel se hace eco de la queja de Henry Kamen de que es en España donde más ha calado las mentiras de la Leyenda negra. Resulta curioso que lo diga Kamen.

{17} Recomendamos el artículo de Bueno en El Catoblepas, número 82 (Diciembre 2008), «Aniversarios: 1848, 1948.»

{18} Véase (entre otros muchos textos elaborados desde el materialismo filosófico contra el uso metafísico de esta idea) el artículo de Leoncio González Hevia (El Catoblepas, nº 82), «La idea de Progreso».

{19} Santiago Carrillo en su último libro, La crispación en España (Planeta, octubre 2008), habla de la alianza del Trono, el Altar y el Sable.

{20} Como sucede con los partidos secesionistas en España.

{21} La de Calvo en Dirigido por (nº 382, octubre 2008) y la de Heredero en Cahiers du Cinèma España (nº 16, Octubre 2008)

{22} Recomendamos también la emisión del 11 de octubre de 2008 del programa radiofónico de la cadena COPE, Cowboys de medianoche, en la que en los últimos once minutos se habla de la película y en la que Garci dice cosas tan interesantes como que «hay un complejo cuando se habla de nuestros temas (los de España) (...) Yo creo que un país que no está orgulloso de sus héroes está enfermo (...)».

{23} Con lo que se está diciendo que España estaba más atrasada que Francia en todos los órdenes. Gustavo Bueno se ha encargado repetidas veces (entre ellas, en su último libro, El mito de la derecha) de realizar no ya una crítica a la Ilustración (que también), sino a la ideología de la Ilustración.

{24} Los nacionalistas secesionistas vascos no quieren una cantidad concreta de kilómetros cuadrados donde sea, sino que quieren «su» País Vasco, que por supuesto, no acaba en los Pirineos (de la misma manera que la disputa entre palestinos e israelíes no son por unas cuantas hectáreas). Y además, en una sociedad en la que si arrancas una pegatina independentista que han colocado encima de la leyenda en español de un poste de información de Bilbao (pongamos por caso), te miran mal o te sugieren que no lo hagas; en donde se chantajea y asesina vilmente, poco se puede hacer.

{25} Esta situación paradójica en la que la derecha contrarrevolucionaria ejerció las funciones de izquierda revolucionaria la analiza Bueno en El mito de la derecha (pág. 202-206).

{26} Termina la película con el plano al monumento-homenaje a aquellos héroes donde se lee la inscripción: «De aquella sangre heroica nació esta gran ciudad histórica.»

{27} Al igual que la cuestión del aborto o de la pena capital no se ve por qué debiera ser considerada de izquierdas o de derechas (y hablamos, claro está, de derecha e izquierda política, no de derecha e izquierda sociológica, pongamos por caso).

{28} La selección española de baloncesto, aún con gran «tirón» popular, no logró la reacción que estamos comentando tras ganar el Mundial de Japón 2006.

 

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