David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Fortaleciendo a la iglesia local

En Chimborazo, las críticas más fuertes contra Visión Mundial llegaron, no de los católicos, sino de los propios correligionarios en la Unión Misionera Evangélica (GMU) y la Asociación Indígena Evangélica de Chimborazo (AIECH). Al igual que Monseñor Proaño, decían que Visión Mundial tenía demasiado dinero, que lo estaba malgastando, y por lo tanto estaba dividiendo al pueblo en nombre de Cristo.

La Asociación Indígena había sido establecida en 1966-67 como la denominación local del GMU. Con sus campañas, [351] programas de entrenamiento, emisora de radio, cooperativas de ahorro y transporte, era la organización indígena evangélica más impresionante en América del Sur. Ultimamente, Visión Mundial había hecho bastante por la Asociación Indígena. Pero cuando conocí a sus directores, en junio de 1985, éstos acusaban a Visión Mundial por muchos problemas. Declararon que había sido «más daño que ayuda» y que estaba «haciendo robadores a nuestros hermanos.»

En un caso, un pastor había ido a trabajar para Visión Mundial, parecía ser un coordinador de mucho éxito, y anunció su candidatura para el comité ejecutivo de la asociación. Fue en este punto que Visión Mundial lo acusó de falsificar recibos para comprar una parcela de tierra y un auto. Una nube también opacó al anterior presidente de AIECH. Este dejó su puesto para presidir la federación indígena evangélica a nivel nacional, después de mostrarse incapaz de explicar un déficit en fondos de construcción que Visión Mundial había canalizado a través de él. Las cuentas de la asociación eran un desorden, y el nuevo consejo ejecutivo no sabía donde estaba parado. Un contador de GMU estaba ayudándoles a descifrar la situación financiera, mientras que el ex-presidente se negaba a explicar su administración. Todos señalaban con el dedo a alguien más.

En Quito, los administradores de Visión Mundial culpaban a la deshonestidad de los líderes quichuas a quienes habían contratado de las iglesias locales. Esto también había sido parte de su explicación por los escándalos en Imbabura. Para los líderes de la Asociación Indígena, por el contrario, el problema consistía en la falta de administración desde arriba por parte de Visión Mundial. Los líderes de AIECH se rehusaban a participar en el nuevo censo evangélico nacional de Visión Mundial por dos razones. En primer lugar, temían que los católicos utilizasen los resultados para identificar y perseguir a las nuevas y débiles congregaciones. En segundo lugar, temían que otros organismos evangélicos –como Visión Mundial– utilizaran las listas para pasar por alto su asociación y contactar a pastores en forma directa.{80}

Claramente, la autoridad y el patronazgo eran asuntos serios tanto entre los protestantes como entre los católicos de Chimborazo. La Asociación Indígena se centraba en el recinto de GMU arriba de la laguna de Colta. [352] Allí vivía uno de los hombres responsables de abrir el camino a los evangélicos en la provincia. Los movimientos populares no eran un logro típico para la GMU, una misión de fe conservadora que se remontaba a 1892. La vida de Henry Klassen le había ayudado a entender el paternalismo misionero mejor que sus colegas. Había sido criado en una colonia menonita de habla Platt-deutsch, en el oeste canadiense, y había aprendido inglés únicamente cuando se fue a la ciudad a la edad de diecisiete años.{81} Al llegar al Ecuador en 1952, comprendió la importancia no sólo de hacer todo en el idioma nativo, sino también de permitir que los quichuas dirigieran sus propios asuntos.

Klassen todavía tenía influencia, por supuesto. Cuando Visión Mundial empezó a trabajar con las iglesias hijas de GMU, lo había hecho sin siquiera un buenos días para él o su misión. Cuando Klassen fue a hablar con la nueva agencia, su director, Frank Boshold, explicó que esperaba fortalecer a las iglesias locales. Una vez que los quichuas se hayan desarrollado, afirmaba Boshold, sería más fácil para ellos pagar su diezmo. Klassen no se sintió impresionado: dijo que el nuevo programa pondría en peligro a la iglesia, no la ayudaría. «Tú haz tus cosas», le dijo Boshold, «nosotros haremos las nuestras.» Después de varios años de soportar a Visión Mundial, Klassen no quería ser acusado por la reunión que ésta había convocado aquella misma tarde en el recinto de abajo, como si no fuera suficiente ser del Canadá y ser culpado por la invasión estadounidense a Granada.

Visión Mundial no solo contrataba a los líderes más prometedores, con salarios que sus propias congregaciones nunca podrían igualar. No, decían, Klassen y su esposa Pat, Visión Mundial estaba repartiendo demasiado dinero, hasta el punto de desmoralizar a la gente a la que decía estar ayudando. Gracias a Visión Mundial, los creyentes quichuas preguntaban por qué debían pagar el diezmo de sus propias ganancias, si podían recibir mucho más de la nueva misión maravilla. Era como si a un norteamericano de clase media le cayera del cielo un millón de dólares. Al trabajar a través de pastores individuales, en lugar de hacerlo a través de una organización indígena, pensaban los Klassen, Visión Mundial estaba corrompiendo a los pastores, minando a la asociación, y convirtiendo a los quichuas en mendigos profesionales. Ahora que los creyentes tenían sus mentes ocupadas en el dinero, sembraban menos iglesias. [353] Aquellos que se beneficiaron menos sentían envidia de aquellos que se beneficiaban más. Visión Mundial estaba confundiendo y dividiendo a la iglesia, no la estaba fortificando.{82}

Los directores de la asociación profesaron la misma opinión cuando se reunieron con Klassen y conmigo en sus oficinas en el recinto de GMU. Prometieron que, si no recibían una respuesta satisfactoria de Visión Mundial en unos pocos días, se rehusarían a trabajar con ésta en adelante. Pero cuando hablé con el director de Visión Mundial una semana más tarde, parecía estar genuinamente sorprendido por mi recitación de las quejas de la AIECH. Nunca había oído sobre ellas, dijo Frank Boshold, menos aún durante su reciente reunión cordial con la AIECH. Tampoco pedía disculpas por el sistema de contabilidad de Visión Mundial. No era culpa del sistema, insistía, llamando «bandidos» a los más flagrantes pastores caídos y manteniendo que un nuevo departamento de auditoría impedía que tales escándalos sucedieran otra vez. Aunque era verdad que el ex-presidente de la AIECH se rehusaba a rendir cuentas, existían otras acusaciones en contra del hombre, y los fondos que la AIECH manejaba no eran únicamente de Visión Mundial. Según Boshold, se culpaba a su agencia por los problemas de otras personas.

En lo referente a la competencia con otras agencias, Boshold afirmaba que las comunidades no podían ser consideradas propiedad del primer grupo en llegar. Si una organización llegaba con un programa ideológico fuerte como la concientización, como algunas lo hacían, la gente se volvería hacia un programa que demandaba menos de ellos. Era «totalmente absurdo» que Visión Mundial estuviera persuadiendo a los católicos a alejarse de su propia iglesia. «No somos una organización evangélica,» insistía Boshold. «Somos una organización cristiana. No creemos que los programas de desarrollo tengan una religión. Nunca nos interesamos en un cambio de religión o de iglesia. Estamos únicamente interesados en un cambio del corazón.»{83}

A diferencia de la mayoría de directores de Visión Mundial en los países de América Latina, Boshold era un gringo, nacido en Alemania pero fácilmente identificable como un norteamericano. Todo un ejecutivo, disfrutaba defendiendo su programa y lo hacía vigorosamente y bien. [354] Pero tal vez demasiado bien, puesto que si él estaba en lo cierto, todo el alboroto era por nada.

Es cierto que el programa de Visión Mundial estaba lejos de ser el único en sufrir la gama de problemas de los que se le acusaba. De acuerdo a un estudio realizado por el antropólogo José Pereira en Chibuleo, Tungurahua, Visión Mundial era la séptima agencia de desarrollo que prestaba dinero en ese lugar. El ochenta por ciento de la población estaba en deuda con agencias anteriores, las cuales difícilmente podrían recuperar sus préstamos. Ciertos miembros de la comunidad estaban acostumbrados a empezar cooperativas esencialmente ficticias, utilizar su experiencia con las agencias de desarrollo para solicitar préstamos, para luego terminar con el negocio desviando los fondos hacia fines misteriosos. Al igual que los expertos en desarrollo de la clase media, quienes llevaban una buena vida saltando de un proyecto fracasado hacia el siguiente, estos empresarios a nivel campesino sabían cómo atraer a una agencia de desarrollo, sacarle provecho mientras podían, para luego seducir a la siguiente.{84} No conocer la escena antes de invertir dinero, empeorar las rivalidades locales, promocionar nuevas elites especializadas en robar proyectos –éstos eran hechos de la vida cotidiana en el mundo del desarrollo–.

Por consiguiente, Visión Mundial estaba sirviendo como un chivo expiatorio. Los responsables en llamar la atención nacional hacia sus caídas eran otras instituciones, mayormente ecuatorianas, que competían con ésta por las clientelas quichuas. En Guaicopungo, Imbabura, una agencia ecuménica protestante llamada Fundación Brethren Unida (FBU) encontró que sus ayudas habían sido sobrepasadas por Visión Mundial. Los gastos generosos de Visión Mundial permitían a algunos miembros de la comunidad rechazar el paso más lento de la FBU, la cual entregaba fondos únicamente después de un proceso de «permanente reflexión» sobre los valores de la comunidad.{85} «En un año, Visión Mundial ha estropeado cuarenta años de nuestro propio trabajo,»{86} me dijo Germán Salazar, el director de la FBU. Otra agencia en Imbabura, la Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA) tenía el mismo problema. En El Topo, el liderazgo de la comunidad desertó del enfoque comunitario de CESA hacia un proyecto de Visión Mundial con pagos mayores y más rápidos. [355]

El presupuesto de Visión Mundial –alrededor de un millón de dólares para el Ecuador según Boshold{87}–no era el único factor que hacía difícil competir en su contra. Al responder rápidamente a las solicitudes, Visión Mundial opacó a otras agencias, especialmente a las oficiales. A diferencia de una institución gubernamental en la que se tardaba más de un año en aprobar un crédito y meses más para hacerlo efectivo, Visión Mundial tomaba la decisión en ocho días y lo entregaba poco después. Cuando una comunidad solicitó al Ministerio de Educación que construyera más aulas para su escuela, el Ministerio aceptó, pero cinco años después todavía no había hecho nada.{88} En contraste, algunas comunidades ya tenían sus propias cuentas bancarias para tales proyectos con el dinero de Visión Mundial.

Notas

{80} Entrevista del autor a Jorge Veñán, presidente de AIECH, al comité ejecutivo de AIECH, y a Henry Klassen, Majipamba, Colta, 4 de junio de 1985.

{81} Entrevista del autor a Henry Klassen, Majipamba, Colta, 23 de febrero de 1984.

{82} Entrevistas del autor, Majipamba, Colta, 23 de febrero de 1984; 16 de mayo de 1985; y 4 de junio de 1985. Para quejas similares en Honduras, sobre una agencia anónima de ayuda infantil, véase Harrell 1983.

{83} Entrevistas del autor, oficina de Visión Mundial-Quito, 15 de mayo y 11 de junio de 1985.

{84} Colegio de Antropólogos 1983: 21, 26-30.

{85} Comité Ecuménico de Proyectos 1982: 28.

{86} Entrevista del autor, Quito, 14 de mayo de 1985.

{87} Entrevista del autor a Frank Boshold, 11 de junio de 1985.

{88} Centro de Planificación y Estudios Sociales 1984: 178-179.

 

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