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El auge protestante en Chimborazo
Para los hombres y mujeres consagrados de la Unión Misionera Evangélica (GMU), Chimborazo constituía un verdadero Getsemaní. No sólo porque los campesinos quichuas los asaltaban ocasionalmente. Peor aún era el preguntarse por qué el Señor los había llevado hacia un sitio tan estéril espiritualmente.{17} Para bautizar al primer indígena converso en la provincia, la Unión Misionera Evangélica necesitó de cincuenta y dos años.{18}
La razón para la larga espera de GMU fue que, por lo que se podía ver, los quichuas de Chimborazo pertenecían a los dueños de las haciendas y a la Iglesia Católica. Cuando las haciendas cambiaban de manos, también lo hacían sus siervos indios, sujetos a la propiedad por deudas sin fin. Junto con el tributo que los quichuas entregaban al sacerdote y al terrateniente, se encontraba la creencia de que los animales, las cosechas y las vidas dependían de la propiciación de la comunidad entera a «los santos», dioses nativos a los que se ponía un nombre cristiano y bautizaba en una sistema sincrético tradicional. Si cualquier familia negaba sus obligaciones para con los santos, el bienestar de toda la comunidad corría peligro. Cuando un hombre sucumbía a las tentaciones del protestantismo, una multitud de familiares y vecinos enseguida lo confrontaban por su error.
Incluso después de que este sistema tributario comenzó a resquebrajarse, a través de una reforma agraria parcial durante los años sesenta, el futuro todavía parecía pertenecer a la Iglesia Católica. [327] Chimborazo no sólo era una provincia profundamente católica, sino también la diócesis de Monseñor Leonidas Proaño, el «obispo de los indios», un símbolo de justicia para la casta racial inferior del país. Por haber liderado un movimiento de derechos civiles similar al de Martin Luther King en los Estados Unidos, el clero de Proaño fue golpeado y encarcelado y él mismo fue acusado de comunista. En 1976, se convirtió en un héroe internacional cuando las autoridades irrumpieron en un retiro que él se encontraba presidiendo y detuvieron a diecisiete prelados.{19}
Sin embargo, el futuro del Chimborazo no pertenecía a la Iglesia Católica, ni siquiera a la iglesia progresista y sufrida de Monseñor Proaño. En parte a través de sus reformas, Chimborazo se convirtió en la provincia más protestante de la sierra ecuatoriana. En 1976, los misioneros evangélicos sostenían abarcar un 10 por ciento de sus doscientos mil quichuas.{20} Diez años más tarde, los pastores quichuas decían estar sirviendo a unas cincuenta mil personas; los oponentes católicos les acreditaban un 30 por ciento de la población indígena; y un censo evangélico de Visión Mundial reclamaba aún más.{21} A pesar de que las últimas cifras podrían ser exageradas, ningún otro agente externo, tal vez ni siquiera el obispo de la diócesis de Riobamba, podía afirmar haber causado tal impacto en las comunidades quichuas.{22}
Para comprender lo ocurrido, dirijámonos al área alrededor de la estación de la Unión Misionera Evangélica en la Laguna de Colta. Antes de que el espíritu del evangelismo se posesionara de las aldeas de adobe y paja que rodeaban a esta fría y pantanosa laguna, a más de 3.000 metros, era común encontrar a gran parte de la población en estado de intoxicación etílica. Los domingos, la carretera Panamericana que pasa junto a la laguna se encontraba llena de borrachos, tanto mujeres como hombres, que se tambaleaban a su regreso del mercado y se desplomaban en el camino.{23} El consumo del licor de caña parecía acompañar a cada ocasión social y también a muchas que no lo eran. Durante las borracheras, los quichuas que en otras ocasiones parecían lentos y sumisos, insultaban a sus amos y explotaban en orgullo. Luego, a medida que los dolores de cabeza se posesionaban de ellos, reñían entre sí de forma brutal. Las fiestas, escribió Donald Dilworth, de GMU, proporcionaban una revolución ilusoria que impedía a los quichuas explotar en una verdadera.{24} [328]
En 1965, un equipo de la Universidad de Cornell visitó Colta para USAID. Los investigadores descubrieron que los indígenas todavía se arrodillaban para besar la mano de su patrón blanco, doblando una esquina de su poncho sobre la piel del patrón para evitar tocarla con sus labios. Aparentemente, los norteamericanos revelaron sus sentimientos hacia los métodos empleados por los cantineros y terratenientes puesto que, temerosos de la ruina financiera, estos últimos informaron a los recelosos quichuas que los gringos estaban planeando robar a sus hijos. El equipo de Cornell informó que, generalmente, a los quichuas no les interesaba el desarrollo. Tenían tanto desinterés que algunos amenazaron con quemar vivos a los integrantes del equipo de Cornell.
Los investigadores concluyeron que, para soportar los insultos y las intimidaciones, un proyecto de desarrollo alrededor de Colta requeriría de un personal con una dedicación casi misionera. Ese mismo año, los misioneros en la estación de GMU en Majipamba se sintieron obligados a solicitar al ejército que protegiera a los pocos conversos que se encontraban al otro lado de la laguna, en San Antonio. Los católicos habían culpado a los protestantes por una sequía y les lanzaban piedras, mientras se preparaban para un bautismo en la laguna. Después de que los neófitos escaparon a la misión GMU, el ejército llegó y arrastró a veinte católicos a sus barracas y los golpeó. La siguiente vez que los protestantes escaparon a la misión y que el ejército llegó, gran parte del poblado se dirigió hacia los cerros.{25}
El equipo de Cornell pensaba que un punto favorable era que algunos hombres de Colta deambulaban por distintos lugares como pequeños comerciantes. Estos traían de vuelta ideas que algún día florecerían en desarrollo para la comunidad. De acuerdo a un investigador más reciente, Bernard Gellner, los primeros años de la década de 1960 fueron una época de agitación en Colta. Para adelantarse a la reforma agraria, los dueños de haciendas vendieron parcelas a los quichuas. Con tantos compradores ya trabajando bajo los requisitos financieros de la pequeña empresa, sus adquisiciones de tierra aumentaron la presión por evadir las costosas obligaciones del catolicismo tradicional.{26} Como lo señaló Dilworth de la GMU, si la pobreza pudiese «ser medida por el número y la duración de las fiestas»,{27} entonces Colta se encontraba al borde de la rebelión. Aún así, ¿quién habría pensado que las comunidades a orillas [329] del lago iban a ser tomadas por una religión de renacidos? Ciertamente, esto tomó a los misioneros por sorpresa, y habría sido difícil preveer la transformación.
Tan sólo veinte años después de la visita del equipo de Cornell, Colta parecía más bien ser un prometedor barrio de ciudad que una población quichua. Las chozas de adobe y de paja de los antiguos habían casi desaparecido detrás de una pared de casas blancas y modernas, muchas de ellas de dos pisos, formando un círculo alrededor de la mitad del lago. La cooperativa Ñuca Llacta mantenía una impresionante flota de buses, camionetas y otros vehículos a motor, la mayoría de ellos pertenecientes a los evangélicos. Puesto que las principales fuentes de prosperidad de Colta eran los comerciantes itinerantes y otros trabajadores emigrantes, el pueblo estaba sujeto a los típicos rumores de participación en el tráfico de drogas: un asesinato aquí, fulano en prisión allá. En un pueblo que solía ser invadido por el ejército para proteger a los evangélicos de los católicos, ahora se podía escuchar un altoparlante anunciando el próximo estudio bíblico.
Alrededor de Colta, la mayoría de quichuas se convirtieron al protestantismo, arruinando a los cantineros y acabando con la Iglesia Católica como una presencia significativa.{28} Las iglesias de GMU brotaron a lo largo del territorio de Chimborazo. Los misionólogos evangélicos alababan al movimiento como un modelo de evangelizar a través de la cultura: fue uno de los primeros avances protestantes entre los quichuas de toda la región andina. Los misionólogos sacaron largas listas de factores: aproximación al método lingüístico, una traducción coloquial del Nuevo Testamento, una emisora que transmitía himnos y música popular en la lengua nativa, clínicas médicas, evangelización a fondo, educación teológica por extensión, conferencias de la iglesia, sustitutos funcionales, esto y aquello.
El paso más importante que GMU aparentemente tomó fue el permitir que los quichuas dirigieran sus propias iglesias. Al aflojar las riendas, a mediados de la década de 1960, la misión permitió que sus incipientes iglesias se dejasen llevar por las aspiraciones quichuas de autonomía. En una época en la que los quichuas se apartaban de los terratenientes, abriéndose a la ideología del desarrollo y buscando nuevas [330] formas para organizarse a sí mismos, la misión GMU había provisto una nueva forma de organización en la que podrían hablar su propio idioma y dirigir sus propios asuntos, en donde podían permanecer fieles al concepto de sí mismos como un grupo oprimido y, sin embargo, superarse en la sociedad más amplia.{29}
Notas
{17} La novela de Elisabeth Elliot, No Graven Image (1966), está localizada alrededor de Colta, Chimborazo y plantea esta pregunta.
{18} J. Klassen 1975: 106.
{19} Penny Lernoux, «The Revolutionary Bishops», Atlantic Monthly, julio de 1980, págs. 6-14.
{20} H. Klassen 1976: 13.
{21} «La intervención imperialista y la respuesta de los pueblos», Coordinadora Popular de Chimborazo, Riobamba, 1984, pág. 18. Directorio de Visión Mundial, citado en Bamat 1986: 109.
{22} Santana 1983: 168.
{23} Maynard et al 1965: 82.
{24} Dilworth 1967: 48.
{25} Maynard et al 1965: 65-72, 77, 90.
{26} Gellner 1982: 129-142.
{27} Dilworth 1967: 48.
{28} Muratorio 1980: 42 y Santana 1983: 168.
{29} La mejor descripción global del movimiento en Chimborazo es la de Blanca Muratorio (1980). Para análisis misiológicos, véase J. Klassen 1975 y H. Klassen 1976.
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