David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Visión Mundial en el Ecuador

A 3.300 metros de altitud, el pequeño pueblo de Pilahuín se acurrucaba bajo una nube, en un frío y ventoso hombro de los Andes, sobre la moderna ciudad de Ambato. Apartado y abandonado, se veía como muchos otros pequeños poblados en la sierra ecuatoriana, necesitado de pintura, y desmoronándose lentamente como lo hace el adobe. Pero aunque el tiempo parecía haberse detenido una generación atrás en Pilahuín, las aldeas de los indígenas quichuas a su alrededor no habían sido olvidadas. Estos campesinos se encontraban en la mira de Visión Mundial, la agencia evangélica de desarrollo más grande del mundo, lo cual no era del agrado de la Iglesia Católica.

«Hace diez años», me dijo el párroco Jesús Tamayo, «el evangelismo aquí predicaba la Biblia, nada más que moralismo. De pronto, en un arranque de entusiasmo por la responsabilidad social, los evangélicos cambiaron su rumbo, y comenzaron a repartir grandes cantidades de dinero. Ahora, Visión Mundial es el problema más serio que se da a nivel del desarrollo campesino. Minimizan el esfuerzo y la reflexión de la gente, destruyendo la organización popular. Los evangélicos dicen a nuestra gente que son estúpidos porque están haciendo algo a cambio de nada. Entra la mentalidad de que quien exige esfuerzo es enemigo de la comunidad. De sacar todo el dinero que pueden. De oportunismo. Del aprovecho. Con esa entrega de dinero tan fácil, se regó la idea de que no se deben pagar los préstamos.» Los préstamos que Tamayo había extendido para los tractores eran irrecuperables ahora, en parte debido a los generosos términos de Visión Mundial. «Es imposible que Visión Mundial continúe con esta política de entrega, entrega, entrega», concluyó Tamayo, «porque una vez que disminuyen las entregas, la gente pierde interés.»{1} [320]

En la aldea de Pallaloma existía un templo evangélico nuevo y una escuela nueva, esta última aún sin terminar. Los progresos más visibles eran extrañas cajas de cemento esparcidas a cierta distancia detrás de cada casa. Eran letrinas nuevas, una señal de que ésta era una comunidad de Visión Mundial. Curiosamente, no existía un pastor evangélico en Pallaloma. El pastor allí se había iniciado como un catequista católico, trabajando con el Padre Tamayo, pero luego se cambió de bando y fue contratado por Visión Mundial como coordinador de la comunidad. Hasta que surgió un problema. ¿Qué pasaba con el dinero? Un día, Pallaloma envió a Visión Mundial una solicitud pidiéndole que se fuera. En cuanto a Visión Mundial –a la que no le gustaba ser categorizada como evangélica– no pretendía financiar la construcción del nuevo templo. Allí estaba, un símbolo vergonzoso de la orientación teológica de Visión Mundial. Ahora no existía ningún pastor porque Visión Mundial, en su intento por reforzar el testimonio cristiano en Pallaloma, lo había forzado a renunciar por un faltante de quinientos dólares.{2}

También se había pedido a Visión Mundial que saliera de la comunidad vecina de Mulanleo. Entre las explicaciones para este hecho, se decía se había sido ofendido a Mulanleo por las fotografías que se tomaban a sus hijos para conseguir fondos en los Estados Unidos. De acuerdo a una segunda versión, cuando el Padre Tamayo supo que Mulanleo había aceptado el dinero de Visión Mundial para un proyecto de agua, les persuadió para que lo devolvieran. Una tercera versión dice que el sacerdote estuvo a punto de perder la comunidad luego de suspender los sacramentos a aquellos con una posición religiosa ambigua. Algunos de los ancianos tenían miedo de ir al infierno, pero algunos de los jóvenes estaban a punto de buscar sus sacramentos en otro lugar. Afortunadamente, otra agencia de desarrollo vino al rescate, ofreciendo financiar proyectos compensatorios. «Visión Mundial no nos va a engañar», dijo un líder de Mulanleo. «somos católicos hasta la muerte.»{3}

A juzgar por tales incidentes, Visión Mundial era el ejemplo perfecto de una agencia norteamericana adinerada que trataba de comprar la lealtad de los pobres. Debido a que la contabilidad no era una técnica altamente desarrollada en las comunidades campesinas, era muy probable que esta clase de generosidad dejara como consecuencia muchas riñas. Pocos años después de la llegada de Visión Mundial al Ecuador, [321] a finales de los años setenta, ésta fue acusada de provocar o empeorar conflictos en más de una docena de comunidades indígenas. Indicios de lo mismo parecían estar surgiendo en muchos otros lugares. El lado bueno de Visión Mundial, decía un habitante de Yantzapután, era que entregaba dinero a la gente pobre. El lado malo, afirmaba, era que los enfrentamientos por dinero estaban destruyendo a su comunidad.{4}

Muchos ecuatorianos empezaron a sospechar que la retórica humanitaria de Visión Mundial escondía un plan para dividir a las comunidades campesinas y acabar con sus organizaciones políticas. ¿Por qué otra razón estaría tan interesada en los quichuas, una oprimida nacionalidad andina que surgió del Imperio Inca y que todavía cuenta con millones de gente desde el Ecuador hasta Bolivia? ¿No se había oído de Visión Mundial con anterioridad, en las noticias de los refugiados salvadoreños en Honduras? Allí había sido acusada de entregar a los refugiados a las fuerzas de seguridad para que los matasen, como una especie de Poncio Pilato. La organización católica de derechos humanos, Pax Christi, acusó a Visión Mundial de ser el «Caballo de Troya» de la política exterior estadounidense.{5} En nombre de este frente de la CIA, escribió un periodista, el fundamentalismo norteamericano se enfrentaba con la teología de la liberación.{6}

Irónicamente, para muchos evangélicos Visión Mundial era un ejemplo sobresaliente de la nueva ola en el trabajo misionero: el compromiso social. Los ministerios evangélicos de auxilio no eran enteramente nuevos: unos se remontaban a las dislocaciones masivas de las dos guerras mundiales, con un auge adicional por la industria de huérfanos durante la Guerra de Corea. En el presente, sin embargo, ayudar a las víctimas de las guerras y desastres estaba de moda como nunca antes. También existía una ola de entusiasmo por los programas de desarrollo, como si los evangélicos estuvieran resucitando las extinguidas esperanzas liberales de las décadas de 1960 y 1970. Auxilio y desarrollo se habían convertido en un sector de crecimiento en las misiones, mientras que un auge de apoyo financiero ayudaba a agencias como Visión Mundial a apartarse de antiguos dogmas fundamentalistas.

Es importante recordar que si los misioneros no infunden la doctrina en la gente a la que ayudan, los fundamentalistas los acusan de caer [322] en el «evangelio social», es decir, de colocar los intereses mundanos sobre los espirituales. Una agencia de patrocinio de la niñez, Compasión Internacional, ejemplificó el método fundamentalista. Trabajaba únicamente a través de evangélicos, e insistía en el entrenamiento bíblico en las escuelas a las que apoyaba –no hay enseñanza de la Biblia, no hay financiamiento–. El condicionar la ayuda de tal forma, sin embargo, produciría cristianos «de arroz», como sucedió en las misiones cristianas en tiempo de hambruna en China. Es decir, solo producía neófitos cuyo principal interés en la nueva religión era seguir recibiendo las donaciones.

Haití era un caso extremo de esta clase de manipulación mutua: de acuerdo a un obrero de los Bautistas del Sur, algunas de las más de cuatrocientas misiones en el país eran fraudes completos. El había visto cada truco imaginable, hasta la organización de orfelinatos falsos para gratificar a los donantes estadounidenses en sus visitas. Aún las misiones genuinas habían convertido a las iglesias de Haití en dependientes de subsidios, que los cristianos demandaban a cambio de prestar colaboración.{7}

«Con frecuencia, muchos haitianos se me acercaban pensando que era misionero», reportaba el antropólogo Frederick Conway. «A menudo, decían que eran hermanos protestantes y por ello demandaban dinero. O me regañaban por tacaño, preguntándome que cómo esperaba que la gente se uniera a mi iglesia si no les daba nada... Asumían que yo [al igual que un misionero local] 'necesitaba' una misión y que estaría dispuesto a pagar por ésta.»{8}

Las donaciones parecían funcionar bajo una dictadura anticuada como el régimen de Duvalier. Pero dejaban de hacerlo cuando los revolucionarios tomaban el poder. Así aprendió Larry Jones, un evangelista de Oklahoma y jefe de un grupo llamado Alimentar a los Niños. En avivamientos planificados para Nicaragua en abril de 1985, Jones pensaba distribuir kilos de arroz y frijoles a todos los asistentes, junto con un Nuevo Testamento y un traje para cada pastor. Pero los sandinistas decidieron que favorecer a los evangélicos con tales ayudas no era aceptable en su revolución. Confiscaron el material de Jones, lo entregaron a las víctimas de la guerra, restringieron sus reuniones y, cuando prometió [323] regresar a Nicaragua para realizar más reuniones, fue devuelto desde el aeropuerto.{9}

Especialmente en América Central, hablar sobre responder a las necesidades sociales podía ser una excusa para establecer las asociaciones más crudas entre la repartición de ayuda muy necesitada, reforzar las imágenes del norteamericano como benefactor, y presionar por la conversión. Incluso los promotores más flagrantes de la dependencia sostenían que estaban promocionando la autosuficiencia, y nadie admitía que se presionaba a los receptores. Los dispensadores más ingenuos (o más manipulativos, dependiendo de su punto de vista) de donaciones resultaron ser carismáticos. Recientemente llegados de los Estados Unidos, estaban tratando de construir un ministerio, es decir, de conseguir clientela. Desafortunadamente, gran parte del espectro evangélico podía ser acusado de dicho comportamiento en una que otra ocasión.

Existían varias razones por las que era difícil dejar atrás el «cristianismo de arroz». En primer lugar, debido a la desconfianza de los evangélicos hacia el activismo para cambiar las estructuras sociales, la más probable interpretación de «responsabilidad social» era en términos de caridad para los necesitados. En segundo lugar, entre las poblaciones desconfiadas, aún una agencia relativamente sofisticada como Visión Mundial sentía la necesidad de utilizar las donaciones para abrirse una puerta. En tercer lugar, aunque algunas misiones lo negaban, los proyectos evangélicos de desarrollo típicamente tenían el propósito de atraer neófitos. Después de todo, ésta era la única base sobre la cual la mayoría de las agencias podían solicitar donaciones de su público evangélico en los Estados Unidos. Por consiguiente, las agencias evangélicas tendían a reproducir las ecuaciones entre donaciones y evangelismo, a pesar de las afirmaciones de haberlas trascendido.{10}

De todas maneras, los grupos como Visión Mundial querían ir más allá de la entrega de pastillas, inyecciones y vestimenta, a través de programas de desarrollo a largo plazo, que eludían asociaciones estrechas con asistencia a cultos evangélicos. Otras organizaciones en la misma línea incluían a World Concern (Preocupación Mundial), MAP (Programas de Ayuda Médica) Internacional, Food for the Hungry (Comida para los Hambrientos) y Auxilio Mundial de la Asociación Nacional de Evangélicos. [324] En una u otra forma, cada una de estas agencias tomaba parte en las autocríticas de la más amplia comunidad de desarrollo. Un modelo de pensamiento progresista –tan progresista que fácilmente podía olvidarse de sus credenciales evangélicas– era el Comité Central Menonita (MCC). Un consorcio de diecisiete denominaciones menonitas y de los Hermanos en Cristo, el MCC se remontaba a 1920, lo que lo convertía en la agencia de auxilio evangélico más antigua y de mayor experiencia.

Esta era una nueva clase de evangelismo protestante, al que los fundamentalistas consideraban como sospechosamente liberal. A pesar de estar sujeto a todas las debilidades de la limosna paraeclesial, rompió con el molde pesimista y premilenarista de las misiones fundamentalistas, al estimular a los evangélicos latinoamericanos a adoptar un papel activo para mejorar sus comunidades. Como una fuente alternativa de patrocinio, desafió a las estructuras existentes de misión-iglesia. Basándose en nuevas formas de ayuda financiera –en El Salvador, Visión Mundial sostenía que su presupuesto anual de 2 millones de dólares le ayudaba a mantener nexos con el 80% de las denominaciones del país{11}– las agencias evangélicas de desarrollo estimulaban a las iglesias a consolidar su crecimiento al responder a la crisis económica de sus miembros.{12} A pesar de que dichos grupos insistían en que siempre trabajaban «en el nombre de Cristo», su intento por evitar el paternalismo aflojó los lazos entre auxilio y evangelismo.

Para los latinoamericanos que desconfiaban de los norteamericanos que traían regalos, un método más sofisticado sugería una forma más sofisticada de penetración. Estas agencias de financiamiento podían parecer omnipresentes y al mismo tiempo intangibles, al trabajar como lo hacían, a través de una multitud de organismos evangélicos locales. Su uso del lenguaje de auto-ayuda, autonomía, incluso liberación, parecía ser un intento por confundir a los pobres y por absorber al cristianismo radical. Era fácil establecer comparaciones con la intervención norteamericana en el sureste de Asia. Un incidente fue el intento realizado por Food for the Hungry por reestablecer a los refugiados Hmong en Bolivia. Para alarma de las organizaciones nativas, de la Iglesia Católica y de la izquierda boliviana, los Hmong habían peleado por la CIA en Laos.{13} [325]

Una causa particular de sospecha era la presencia de fondos y alimentos proporcionados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Desde el punto de vista de USAID, las misiones religiosas eran más efectivas en llegar a las bases, tenían una postura menos política y lograban más por dólar que los programas oficiales, todo debido a su naturaleza voluntaria.{14} Tales «organizaciones voluntarias privadas» (PVOs) conocían el terreno en el que trabajaban; tenían un público que podían traer al programa en lugar de empezar desde el principio; y estaban acostumbradas a pensar en pequeña escala, lo que tenía mejor posibilidad de responder a las necesidades de la gente. Debido a que generalmente planificaban permanecer en los alrededores, sabían que deberían enfrentar las consecuencias de sus errores.

Se necesita poca imaginación para preguntarse si los subsidios de USAID estaban siendo utilizados para manipular a las PVOs. Al ser una agencia del Departamento de Estado, el personal de USAID pertenecía al servicio exterior y, en algunas ocasiones y lugares, contaba también con oficiales de la CIA.{15} Además, lo que USAID quería financiar –microempresas y productos de exportación– influía sobre las prioridades de las agencias privadas.{16} Como grupo, sin embargo, las misiones evangélicas parecían recibir una fracción relativamente pequeña de las asignaciones de USAID. Los 31 millones de dólares que la agencia entregó a ocho PVOs evangélicas en 1983-1984 se vieron empequeñecidos por los 264 millones que entregó a Caritas de la Iglesia Católica, lo cual constituía el 77 por ciento del presupuesto total de 342 millones de ésta última.{*} [326]

El ingreso de Visión Mundial era mayor que el de todas las otras agencias evangélicas de desarrollo juntas, y era un caso particularmente contradictorio. A pesar de ser acusada de imperialismo en Honduras y en Ecuador, solamente un puñado de los miles de empleados y coordinadores locales en América Latina eran norteamericanos. En el Ecuador, los agentes pastorales de la Iglesia Católica la consideraban como una amenaza. Irónicamente, también era objeto de mucha queja por parte de los evangélicos, por causar estragos en sus iglesias. Una de las mayores alarmas sobre Visión Mundial ocurrió en Chimborazo, una provincia de la sierra ya cargada de tensiones religiosas.

Notas

{*} Entre las PVOs evangélicas, las agencias más dependientes de USAID eran la Agencia Adventista de Desarrollo y Auxilio, la cual recibía el 67 por ciento de su presupuesto para ese año ($14,5 millones) de USAID, y la Oficina de Servicio Mundial del Ejército de Salvación, la cual recibía el 44 por ciento ($3,1 millones de $7,1 millones). Auxilio Mundial obtenía el 25 por ciento de su presupuesto para 1983-1984 de USAID ($3,1 millones de $12,5 millones), Food for the Hungry el 9 por ciento ($0,9 millones de $10 millones), y Visión Mundial un 6 por ciento ($9,4 millones de aproximadamente $150 millones). Otras PVOs evangélicas incluyendo MAP Internacional, el Comité Central Menonita, y el Instituto Lingüístico de Verano, recibían el 1 por ciento o menos de su presupuesto de USAID. World Concern y Vecinos Mundiales no recibían nada («Voluntary Foreign Programs 1983-1984», U.S. Agency for International Development, suplementado por la estimación del autor para Visión Mundial).

{1} Entrevista del autor, Centro Indígena de Atocha, Ambato, 27 de mayo de 1985.

{2} Entrevistas del autor, Pallaloma, 9 de junio de 1985.

{3} Entrevista del autor, Mulanleo, 9 de junio de 1985.

{4} Entrevista del autor, Centro Indígena de Atocha, Ambato, 27 de mayo de 1985.

{5} «Human Rights Reports of the Mission: Honduras, Salvadorian Refugees», Pax Christi International, octubre de 1981.

{6} Frank Viviano, Pacific News Service, «CIA Church Group in Honduras», Guardian (Nueva York), 26 de agosto de 1981, pág. 13.

{7} Mike Creswell, «Some Haitian 'Ministries' Don't Exist», Commission, agosto de 1982, págs. 24-27, 30, 64.

{8} Frederick Conway, «Pentecostalism in Haiti», en Glazier 1980: 20-21.

{9} Entrevistas del autor, Managua, julio-agosto de 1985; Boletín de Noticias (Embajada de los Estados Unidos, Managua) 21 de mayo de 1985; y Charisma, noviembre de 1985, pág. 94.

{10} Para acusaciones de que Visión Mundial en Honduras y Guatemala ha continuado condicionando la ayuda a la submisión a la instrucción evangélica, véase Resource Center 1988a: 55-56 y 1988b: 49.

{11} Resource Center 1988c: 40.

{12} Cf. Resource Center 1988a: 7.

{13} Jeff Stein, «CIA's 'Secret Army' Moves from Thailand to Bolivia», Latinamerica Press, 21 de diciembre de 1978, págs. 7-8.

{14} Bolling y Smith 1982: 189-191.

{15} George Cotter, «Spies, Strings and Missionaries», Christian Century, 25 de marzo de 1981, págs. 321-324.

{16} Para un análisis sobre este asunto en América Central, véanse los directorios de Resource Center en la bibliografía.

 

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