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Cuando lleguen los Santos
Un cristiano experto en explicar la forma por la cual los eventos adversos que forman parte del plan del Señor era John Carrette, dueño del Hotel Pan-Americano en la capital y líder de la Fraternidad de Hombres de Negocio del Evangelio Completo. Todavía un hombre joven, Carrette había sido entrenado como un boina verde y sirvió como líder de pelotón en Vietnam. Luego regresó al sur de California, en donde se unió a la Capilla del Calvario del Pastor Chuck Smith, una superiglesia carismática para jóvenes determinados a acercarse al Señor. Aquí absorbió la doctrina del arrebatamiento, la quintaesencia del escapismo evangélico. [259] De acuerdo a estas enseñanzas, recordemos, justo antes de que el mundo termine en la gran tribulación, los cristianos verdaderos serían elevados por los aires o «arrebatados» para estar con Cristo.
A finales de los años setenta, dice Carrete, sintió que lo tenía todo y que era feliz. No sólo que estaba seguro de su salvación y de que escaparía de la gran tribulación: el auge turístico de Guatemala hacía que su hotel produjera ganancias como una máquina de hacer dinero. Luego, inesperadamente, guerrillas comunistas tomaron el altiplano. El comercio turístico se evaporó. Se encontró al borde de la bancarrota. Y Carrette se sintió abandonado por el Señor. Nunca había pensado que iba a jugar el papel de Job. Ahora que el mundo se aceleraba hacia la perdición, ¿dónde estaba el arrebatamiento? ¿Por qué no había sido elevado por los aires para encontrarse con el Señor?
Apartado del Señor durante unos seis meses, una noche, Carrette miraba las luces de la ciudad de Guatemala cuando se dio cuenta de que Dios le estaba hablando. Ahí abajo hay un gran ejército, le dijo el Señor, pero ellos no saben que están en guerra, que son un gran ejército, o quién es el enemigo. ¿Quién es el ejército, Señor? preguntó Carrete. No eran ni la guerrilla ni el ejército guatemalteco, le dijo el Señor. Era la iglesia, cuya lucha no era contra la carne o la sangre, sino contra los principados y poderes del mal. Su trabajo era permanecer en la tierra, le dijo el Señor a Carrette, no ser arrebatado. Su trabajo era movilizar a la iglesia para que ore por el derrocamiento del gobierno del demonio en América Central.
De acuerdo a Carrette, América Latina había estado bajo el dominio de Satanás desde antes de la conquista española. Los dioses naturales indígenas habían sido la jerarquía del demonio. Ciertamente, la luz del cristianismo empezó a brillar a través de la oscuridad con la llegada de la Iglesia Católica. Pero ahora las luces radiantes del cristianismo brillaban aún más fuertemente. Esta era la razón del terrible conflicto en el que se encontraba actualmente América Central. Carrette creía que la propagación de la palabra de Dios en las iglesias católicas y protestantes estaba arrancando a toda la región de las manos de Satanás. Era una contienda sobre quién gobernaría, Dios o el demonio, en una total guerra espiritual. [260]
Las iglesias evangélicas habían enseñado a los cristianos a orar por el prójimo mientras la nación caía en el caos de la gran tribulación. La iglesia había enseñado que la única esperanza era la luz más allá de la tumba y el reino milenario de Dios en la tierra –que vendría después de la tribulación–. Pero ahora Carrette descubrió en su Biblia que la misma Guatemala era la tierra prometida de leche y miel. Era necesario orar por la nación. Por este motivo, en los meses que precedieron a la aparición de Ríos Montt, en los días más oscuros del régimen de Lucas García, Carrette comenzó a pedir a los líderes evangélicos que orasen por Guatemala. ¡En el nombre de Jesús, les exhortaba, ordenen a Satanás que abandone el país!
El golpe militar del 23 de marzo de 1982, por lo tanto, fue una respuesta milagrosa a su oración. Lo que habíamos hecho en el Espíritu se hizo visible en las calles, explicaba Carrete. Ríos Montt fue colocado allí porque la iglesia hizo su trabajo en el Espíritu. Unió a la iglesia durante seis a ocho meses, asombrándola en unidad e intercesión, pero sólo por un momento. Ríos Montt fue derrocado porque la iglesia no cumplió con su tarea de intercesión. La iglesia no cumplió con su trabajo y no dejó encadenado al demonio.
Tres años más tarde, Carrette sintió que el país estaba atravesando por una época de dislocamientos, de dolores de parto. Pero confiaba en que Satanás sería expulsado de Guatemala, que Jesús pronto estaría en libertad para derramar sus bendiciones. Las huelgas por salarios, las protestas sobre los precios y la corrupción en el alto mando del ejército, predicaba Carrette, provocarían una guerra civil en la misma estructura de poder nacional, en el ejército guatemalteco. Ya existía todo lo necesario para un verdadero baño de sangre. Pero junto con éste vendría un poderoso avivamiento en Guatemala, un renacimiento que se extendería por toda América Central. A finales de 1986, estaba convencido, toda la región se reformaría.
«La teoría de iglecrecimiento gobierna la iglesia evangélica aquí», dijo Carrete. «Existe un énfasis en las ventas, como el concepto de las cadenas comerciales, de colocar a un McDonald en cada esquina. Pero el Señor está regresando, y quiere más que números. La iglesia que está bien organizada y que se reporta a Springfield ya no es suficiente. [261] El Señor quiere que amarremos al demonio. Quiere signos y milagros en América Latina. Las burocracias que sólo se preocupan por el número de cuerpos no son importantes; la guerra espiritual es el punto. Estamos al borde de la verdadera transformación. Dios va a poner a su hombre. Dios sanará la economía, la situación de la guerrilla, el ejército, todo. Los reinos de este mundo se convertirán en los reinos de Cristo. Aquello es Revelaciones 11:15.»{81}
Notas
{81} Entrevista del autor a John Carrette, Hotel Pan-American, Ciudad de Guatemala, 26 de agosto de 1985.
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