David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Cuba y Granada

Para probar sus opiniones sobre la teología de la liberación, la derecha religiosa señalaba a Cuba y a Granada. Durante mucho tiempo, los conservadores habían acusado al régimen de Castro de perseguir a los cristianos y de infiltrar iglesias a lo largo del hemisferio. Hay que recordar que, en 1961, exiliados auspiciados por los Estados Unidos invadieron la isla. Aún después de fracasar, continuaron saboteando al gobierno comunista con el respaldo de la CIA. Esta fue una de las razones por las que las autoridades cubanas arrestaron a clérigos por espionaje y por predicar en contra de la revolución. La revolución cubana también adoptó una política de ateísmo al estilo soviético, por la cual trató de alienar a la religión de la vida nacional. La Navidad desapareció del calendario de vacaciones; la Semana Santa fue reemplazada por celebraciones anuales de la derrota de la invasión estadounidense. [179] Los cristianos fueron excluidos del partido comunista, la incredulidad se propagó en las escuelas, y el evangelismo fue prohibido fuera de las paredes de la iglesia.{17} Se permitían los cultos programados, pero únicamente podían predicar los egresados de un seminario.

Irónicamente, los protestantes habían desempeñado un papel significativo en el Movimiento 26 de julio que llevó a Fidel Castro al poder en 1959.{18} Pero el apoyo evangélico no sobrevivió a la transformación de la revolución en marxista-leninista. La respuesta más popular fue partir hacia Miami, un traslado emprendido por gran parte de los creyentes y por lo menos la mitad de los pastores evangélicos. Las congregaciones disminuyeron, de unas doscientas mil personas en el momento de la revolución a unas cincuenta mil durante la década de 1970.{19} Evidentemente, los protestantes cubanos se habían identificado fuertemente con los Estados Unidos. Ya que la revolución ocurrió antes de que muchas misiones trasladaran el control de sus iglesias hacia los cubanos, muchos títulos de propiedad se encontraban todavía a nombre de organizaciones estadounidenses; un número de iglesias eran todavía parte de sus jurisdicciones eclesiásticas; y numerosos norteamericanos se encontraban todavía liderando congregaciones.{20}

Los evangélicos que permanecieron en Cuba sentían que sus líderes los habían abandonado. Los expatriados en los Estados Unidos pensaban que quienes quedaron atrás se habían convertido en colaboradores.{21} En el seminario evangélico de Matanzas, un pequeño grupo de protestantes pro-Castro trataron de construir una nueva clase de iglesia. A pesar de todas las privaciones que la revolución había traído consigo, ¿qué tal si ésta era parte del plan de Dios para la construcción de su Reino?{22} En lo que debieron haber sido circunstancias muy difíciles, este grupo se sobreidentificó con el régimen y perdió su credibilidad entre otros evangélicos. Después de 1968, la presión oficial se aplacó y surgieron líderes más aceptables. Eran lo suficientemente conservadores como para mantener la lealtad de las bases, pero también deseaban cooperar con el gobierno, al cual las iglesias comenzaron a aceptar.

Todavía quedaba un sector disidente, aparentemente la mayoría de evangélicos, que seguían absteniéndose de la revolución. Conformado por gente demasiado pobre o comprometida como para dejar el país, [180] estos cristianos tendían a ser pentecostales independientes, Asambleas de Dios, Testigos de Jehová, o Adventistas del Séptimo Día. Se consideraban parias, exiliados en su propio país –y como tales eran tratados– de manera que se mantuvieron al margen de la sociedad cubana. Según Margaret Crahan, sus congregaciones eran «comunidades alternativas para aquellos que se resisten a la integración» en el orden dominante. Los grupos de más rápido crecimiento, como los Testigos, parecían ser los más contrarios a la revolución.{23}

Sin importar cuanto habían mejorado las relaciones iglesia-estado en Cuba –y para los años ochenta habían mejorado bastante– las quejas de los disidentes permitían que Cuba todavía fuera retratada como un vasto campo de concentración. Aquello lo convirtió en un blanco para aventureros, lo que provocó nuevas reacciones oficiales. En mayo de 1979, un pequeño avión de la Florida aterrizó bruscamente en una carretera cubana después de haber esparcido folletos evangélicos por un corredor aéreo internacional. Para las autoridades cubanas, el hecho de que el piloto hubiese volado helicópteros en Vietnam sugería que era un agente de la CIA. El otro malandrín, un producto del Gulf Coast Bible College, actuaba bajo la convicción de que cuarenta a cincuenta prisiones albergaban al 5% de la población cubana. Esperaba sembrar la isla con «bombas espirituales». Los dos fueron sentenciados a veinticuatro años antes de ser puestos en libertad.{24}

La respuesta de la revolución cubana frente a los opositores religiosos no había sido sutil. Cuando Fidel Castro extendía una rama de olivo, como lo hizo en los años setenta y más frecuentemente después de que los sandinistas tomaron el poder en Nicaragua con apoyo cristiano, la derecha religiosa le atribuyó una nueva estrategia diabólica para destruir a la cristiandad. ¿No era su discurso sobre una «alianza estratégica» entre marxistas y cristianos una prueba de que trataba de manipular a estos últimos? Si la mejor forma de hacer la revolución era a través de las iglesias, ¿no estaba el dictador cubano simplemente reemplazando la fuerza con la asimilación? No había ninguna duda, afirmaba la derecha religiosa: Castro había sido el gran mentalizador de la teología de la liberación. [181]

En Cuba, los cristianos pro-Castro eran muy lentos en aceptar la nueva teología. En su contexto, ésta implicaba un desafío al orden existente, al cual deseaban justificar más que oponerse. Pero para la derecha religiosa, la revolución en la isla de Granada confirmó que la teología de la liberación era el último truco de Fidel. De las toneladas de documentos capturados cuando los Estados Unidos derrocaron al movimiento revolucionario «Nueva Joya» en Granada, los analistas produjeron varios memorandos como evidencia de una conspiración comunista en contra de las iglesias de la isla.

Teniendo presente que la Agencia Central de Inteligencia ocasionalmente falsifica tales recuerdos, uno está firmado por el jefe de seguridad de Nueva Joya, el Mayor Keith Roberts. Fechado tres meses antes de la invasión estadounidense de octubre de 1983, el memo califica a las iglesias como «el sector más peligroso a favor de una contrarrevolución interna». Como los regímenes revolucionarios suelen hacer, Nueva Joya había alarmado a los líderes eclesiásticos, por atraer a los jóvenes a las brigadas de trabajo dominical y a organizaciones juveniles de estilo cubano. Temiendo perder la libertad religiosa, el clero católico elevó sus protestas y los grupos protestantes aumentaron el evangelismo. A pesar de que el memo describe a la Iglesia Católica como la amenaza principal, su autor se muestra alarmado por la «afluencia de nuevas sectas religiosas» y sus «frenéticas campañas» para ganar nuevos miembros. Los líderes de la iglesia son todos hostiles a la revolución en uno u otro grado, afirma el autor del memo, y enumera varios pasos para defender a la revolución en contra de ellos. Las proposiciones incluyen promover contactos con los teólogos de la liberación solidarios fuera de Granada, restringir los permisos de trabajo para evitar que nuevos evangelistas se congreguen en la isla, remover a directores muy religiosos de las escuelas primarias, limitar las transmisiones religiosas, y aumentar la vigilancia.{25}

Dados los preparativos de la administración de Reagan para ocupar Granada, habría sido difícil ignorar los cultos, como uno en el cual, de acuerdo al Servicio Informativo de Puertas Abiertas, un «miembro... se puso de pie antes de que ocurriera la invasión y dijo que sin lugar a dudas el Señor le había dicho que el presidente de los Estados Unidos invadiría Granada. Él establecería su ejército en el Mar Caribe [182] e invadiría Granada».{26} «Nosotros consideramos a la liberación de nuestra isla por parte de Ronald Reagan como un verdadero acto de Dios», dijo un líder cristiano de mentalidad similar. «Unos días antes de que ocurriera, tuvimos una profecía en nuestra iglesia de que Dios nos iba a liberar a través de Reagan. Por tanto, cuando ocurrió, no estábamos sorprendidos, sino agradecidos.»{27} Para la derecha religiosa, lo que había ocurrido en Cuba justificaba lo que los Estados Unidos hicieron en Granada y lo que se disponían a hacer en Nicaragua.

Notas

{17} Barrett 1982: 254. Dan Pawley, «Cuban Believers Walk the Tightrope Under Castro», Pulse (Wheaton, Illinois: Evangelical Missions Information Service), 11 de octubre de 1985, pp. 2-4. Rosemary Radford Ruether, «Christians and Cubans», Christianity and Crisis, 26 de agosto de 1985, pp. 329-333.

{18} Ramos 1984: 93-94. Para un tratamiento más extenso sobre las iglesias protestantes post-1959 en Cuba, véanse los apéndices de Ramos 1986.

{19} Crahan 1979: 243-246.

{20} Adolfo Ham, «Historical Background», en Hageman y Wheaton 1971: 148.

{21} Harry Genet, «The Church Finds Its Role in a Socialist State», Christianity Today, 21 de diciembre de 1979, pp. 40-41.

{22} Hageman y Wheaton 1971: 210.

{23} Crahan 1979: 247, 259.

{24} White 1981: 72, 129, 168.

{25} Major Keith Roberts, «Analysis of the Church in Grenada», Ministerio del Interior, 12 de julio de 1983, distribuido conjuntamente con el Instituto de Religión y Democracia, IRD 1984a.

{26} Dan Wooding, «Christians on Island Were Praying for Marxist Rule to End», Forerunner, marzo de 1984, p. 7.

{27} Dan Wooding, «Freedom in Grenada», Open Doors (Orange, California), noviembre-diciembre de 1985, pp. 4-5 .

 

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