David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Audiencias en Washington

La noticia de estos acontecimientos llegó pronto a oídos del faraón. La teología de la liberación podría ser un chivo expiatorio para la situación revolucionaria en América Central. Mientras tanto, los norteamericanos influenciados por el pensamiento liberacionista obstaculizaban el esfuerzo del gobierno de Reagan por derrocar a los sandinistas en Nicaragua. A través de sus iglesias, algunos cristianos norteamericanos estaban creando solidaridad con los revolucionarios marxistas. Por estas razones la teología de la liberación fue examinada por un subcomité del Senado norteamericano que investigaba a los terroristas.

En octubre de 1983, las audiencias sobre «Marxismo y Cristianismo en la América Central Revolucionaria», fueron presididos por el senador Jeremiah Denton (Republicano-Alabama), un ex-piloto de marina que había pasado ocho años en una prisión de Vietnam del Norte. El Consejo Nacional de Iglesias y la Conferencia Católica estadounidense se negaron a testificar, por miedo a una inquisición. Debido en parte a la reputación de extremista del senador Denton, las audiencias no atrajeron mucha atención. [176] Pero sí ampliaron la acusación de los reaganistas contra la teología de la liberación, armando a la derecha religiosa sobre este asunto durante los años venideros.

El testimonio fue iniciado por un representante del Consejo para la Seguridad Interamericana. Este era el centro de estudios que, en su «Informe de Santa Fe» de 1980, había exhortado al gobierno estadounidense a combatir la teología de la liberación. También ayudó a formular la política de Reagan para apoyar a los movimientos guerrilleros de derecha.{14} Al trabajar estrechamente como lo hizo con las burocracias de la inteligencia militar de Washington, aparentemente era difícil para el Consejo concebir a los movimientos religiosos salvo como un reflejo de las conspiraciones políticas. Según un testigo del Consejo, un sacerdote católico llamado Enrique Rueda, la teología de la liberación era una estrategia soviético-cubana para subvertir al hemisferio.

Los cinco siguientes testigos eran exiliados de la Nicaragua sandinista. Señalaron a varios sacerdotes católicos que habían colaborado con las guerrillas sandinistas bajo la anterior dictadura somocista. Según los testigos posteriormente manipularon a otros clérigos para que aceptasen la toma del poder marxista. De acuerdo a los testigos, el jefe de los villanos era el poeta sacerdote Ernesto Cardenal, un admirador de la revolución cubana, miembro clandestino de la guerrilla sandinista y en ese momento Ministro sandinista de Cultura. Bajo el antiguo régimen –que había reprimido aún a los opositores pacíficos y que había sido universalmente repudiado– Cardenal y otros pocos clérigos habían reclutado jóvenes para el movimiento sandinista y habían obtenido dinero para éste en el extranjero. También habían protegido a las guerrillas en sus rectorados, estimulado confrontaciones con las autoridades e incluso ayudado a organizar ataques sorpresivos. Cuando la dictadura de Somoza tomó represalias contra la Iglesia Católica, ocultaron su utilización de esta institución para actividades revolucionarias y acusaron al gobierno de persecución religiosa.

Ahora que los sandinistas tenían el poder, Cardenal era la figura más relevante del movimiento religioso revolucionario, conocido también como la Iglesia Popular. Un testigo del Comité Denton afirmó que, a pesar de que la mayor parte de los clérigos pro-sandinistas eran [177] «románticos ingenuos», Cardenal era un ateo que solamente fingía ser cristiano. Según otro testigo, los sandinistas utilizaban la imagen de cristianos revolucionarios como Cardenal para disfrazar la naturaleza marxista-leninista de su régimen, reinterpretar al cristianismo en términos compatibles con el marxismo-leninismo, y ocultar la persecución a los oponentes cristianos. Incluso otro testigo, un desertor sandinista llamado Miguel Bolaños Hunter, describió la manipulación de grupos religiosos revolucionarios por parte de los órganos de seguridad del Ministerio del Interior.

¿Qué sacamos de esta clase de testimonio? Sin descontar todo lo que se había dicho ante el comité Denton –ciertamente la teología de la liberación podía ser manipulada al igual que cualquier otro movimiento religioso– se debe señalar que las historias de polarización siempre pueden ser interpretadas como conspiraciones. Cada parte interpreta los vínculos simbólicos que atan al otro como prueba de una dirección centralizada, a menudo incorrectamente. Al ignorar las muchas tensiones y resquebrajaduras en el campo enemigo, tales interpretaciones producen una versión policial de la historia.{15}

El testigo estrella del comité Denton en este aspecto fue Luis Pellecer, un joven jesuita «desaparecido» por las fuerzas de seguridad guatemaltecas en Junio de 1981. Un presunto muerto, al igual que muchos otros detenidos políticos, Pellecer fue resucitado cuatro meses después durante una conferencia de prensa oficial en donde confesó una vasta conspiración de la Iglesia Católica, de las agencia privadas de desarrollo, y de su propia orden jesuita, a la cual identificó como la mentalizadora del movimiento revolucionario.{16} De hecho, Pellecer había sido reclutado como colaborador del Ejército Guerrillero de los Pobres, pero fue únicamente después de mediados de 1978, después de una masacre de los indígenas kekchís que aumentó el número de reclutas de los grupos revolucionarios. Al igual que muchos otros cristianos que se habían unido a las rebeliones, Pellecer lo hizo únicamente después de atestiguar la clase de crímenes de estado, los cuales, de acuerdo a la tradición teológica, podían justificar dicha acción.

Cuando Pellecer describió a los programas sociales católicos como una conspiración marxista-leninista, parecía regurgitar las [178] racionalizaciones de sus secuestradores. Contraria a la versión del ejército guatemalteco, la mayor parte de los observadores estarían de acuerdo en que las atrocidades de las fuerzas de seguridad, y no la guerrilla, fueron responsables de poner en contra del régimen a gran parte del clero católico del país. Al reducir la obra social de la Iglesia Católica a una conspiración comunista, los secuestradores de Pellecer proyectaban la paranoia y la conspiración de su propio régimen sanguinario y altamente centralizado hacia una oposición menos organizada.

Las audiencias del comité Denton pueden haber demostrado cómo el gobierno sandinista utilizaba a la religión para suprimir a los opositores y defenderse de los ataques estadounidenses. Pero eran también una imagen que reflejaba cómo el gobierno de Reagan también manipulaba a la religión. Si trastocamos la acusación contra los sandinistas por parte de la derecha religiosa, se vuelve claro que el gobierno de Reagan estaba utilizando la insignia del cristianismo para justificar al sistema capitalista, interpretar el cristianismo en términos compatibles con éste, ocultar la persecución de los cristianos que se le oponían, e identificar a los oponentes religiosos como subversivos. Así como la derecha religiosa consideraba a la teología de la liberación como un instrumento de la subversión comunista, era fácil para la izquierda interpretar a la derecha religiosa como un instrumento de Washington.

Notas

{14} Barry et al 1986: 9, 35.

{15} Cf. Costas 1982: 66.

{16} Subcommittee on Security and Terrorism 1984.

 

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