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Cristo, Inc.
El Congreso de Lausana había declarado a la misión mundial un esfuerzo mundial por parte de los cristianos de todas partes, no solamente aquellos de América del Norte y Europa. Bajo la presión del nacionalismo tercermundista, las principales misiones de los Estados Unidos, como la Misión Latinoamericana, Visión Mundial, y los Traductores Wycliffe de la Biblia, internacionalizaron sus estructuras administrativas. Hablaban de la asociación en las misiones, de fortalecer a la iglesia local y nacional para hacer frente a sus responsabilidades, y de estimular a las iglesias latinoamericanas para que envíen sus propios misioneros extranjeros.
Sin embargo, nada de esto significó el debilitamiento de la presencia norteamericana. Significó su expansión, en lo que se convirtió en una era de precipitado crecimiento para las agencias más grandes, incluyendo Wycliffe, Visión Mundial, Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, y Juventud con una Misión, cada una de ellas con su oficina central en el sur de California salvo la última, cuyo fundador venía de allí. Sólo el ingreso estadounidense de Wycliffe aumentó de 18 millones de dólares en 1978 a 48 millones en 1985, mientras que el de Visión Mundial –impulsado por la hambruna de Africa– subió de 39 millones a 232 millones.
De acuerdo a los criterios empresariales, éstas no eran organizaciones especialmente grandes, pero su naturaleza voluntaria significaba [115] que mantenían grandes cantidades de personal. De los 105 millones de dólares de ingreso de la Cruzada Estudiantil en 1974, éste mantuvo a dieciséis mil empleados asociados y a tiempo completo. En el año siguiente, los cinco mil empleados a tiempo completo de Juventud con una Misión supervisaron a quince mil misioneros a corto plazo: en el futuro, esperaban incrementar el número a cincuenta mil. Gran parte del dinero de dichas organizaciones se gastaba en lugares en donde unos pocos miles de dólares servían para mucho, para dar a los pueblos sus primeros pozos o para convertir a los pastores en los primeros hombres educados de sus comunidades. En 1985, Visión Mundial reportó unos 3.900 proyectos de desarrollo que beneficiaban a unas 16,8 millones de personas. De hecho, el campo de trabajo de estas organizaciones era el mundo. Wycliffe trabajaba en más de cuarenta países, Visión Mundial en ochenta y cuatro, y Cruzada Estudiantil en ciento cincuenta. Juventud con una Misión afirmó tener centros en sesenta países y decía haber evangelizado en todo el mundo salvo ciertos lugares de alto riesgo, como Libia y Corea del Norte.{59}
En contraste con las iglesias, que generalmente debían funcionar como democracias, las agencias paraeclesiales rendían menos cuenta a sus patrocinadores financieros. Tendían a ser dirigidas desde arriba, en un estilo corporativo por los hombres que las habían fundado.{60} El epítome del estilo corporativo era la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Era la creación de Bill Bright, un nativo de Oklahoma que fue a Los Angeles para hacer fortuna vendiendo golosinas. A medida que Bright prosperó, se sintió atraído hacia los ricos e influyentes evangélicos de la Primera Iglesia Presbiteriana de Hollywood. En aquel entonces, la Presbiteriana de Hollywood se ocupaba de evangelizar a ciertas estrellas de cine que se convirtieron en las celebridades evangélicas. No muy lejos se encontraba la Universidad de California en Los Angeles, en donde Bright inició su ministerio estudiantil en 1951. Con el rápido crecimiento de las universidades públicas, Bright ofrecía a los estudiantes de hogares religiosos una nueva familia lejos de casa, valores de la clase media, y un modelo de movilidad vertical –la forma cristiana. Su implacable pensamiento positivo también llamaba la atención de los padres, a quienes preocupaba que sus hijos lograsen resistir las tentaciones de la universidad. En la Cruzada Estudiantil, los jóvenes estarían [116] demasiado ocupados siendo testigos de su fe como para meterse en problemas.
Para Bright, el cristianismo era un producto que debía ser anunciado como cualquier otro. El evangelismo era una especie de arte de vender, conducido mejor en traje de vestir. Y la señal más clara de que estaba llevando a cabo el trabajo del Señor era su éxito en utilizar las contribuciones de empresarios adinerados para la construcción de su propia corporación.{61} Nadie afirmaba que Cruzada Estudiantil (Campus Crusade) fuera una democracia. El cambio de personal era alto debido al autoritarismo del fundador y presidente del movimiento. Después de la partida de sus lugartenientes más cercanos, a finales de la década de 1960, Bright estableció una política de «no-crítica».{62}
Más allá de las universidades, la Cruzada Estudiantil se volvió famosa por el uso de los medios masivos de comunicación. En 1985, la principal atracción fue «Explo 85» (Explosión de Amor), un espectáculo tecnológico que unía vía satélite a trescientos mil cristianos en noventa conferencias locales.{63} Una década atrás, se dio la campaña «¡Ya la encontré!» Siguiendo a un bombardeo publicitario a través de carteleras y de la radio, la Cruzada Estudiantil envió a sus voluntarios para transmitir el mensaje de persona a persona. Esto fue el «evangelismo de saturación», que pretendía dar a conocer a poblaciones enteras las «cuatro leyes espirituales» de Bright, una prescripción de setenta y siete palabras para la salvación. A pesar de toda la bulla, el evangelismo de saturación parece haber sido poco efectivo. En Arcadia, California, el resultado de unas 29.000 llamadas telefónicas, 6.000 explicaciones de las cuatro leyes espirituales, y 1.665 decisiones a favor de Cristo fueron cincuenta y cinco nuevos miembros de iglesias, veinte y tres de los cuales habían estado anteriormente involucrados eclesiásticamente.{64}
Entre los detractores evangélicos, las cuatro leyes espirituales de Bright, junto con su obsesión por los números y por obtener «primeros lugares» estadísticos en la historia del cristianismo –323.419 de esto, 1.000.000 de aquello– se convirtieron en sinónimos de convertir la fe en una mercancía. Fuera de los Estados Unidos, la Cruzada Estudiantil obtuvo la reputación de ser incapaz de adaptarse a las situaciones locales. A los evangélicos que trataban de adoptar métodos más diplomáticos y [117] culturales no les impresionaba la retórica paramilitar de ejércitos conquistando el mundo para Cristo. Interpretaban a las campañas de publicidad de Cruzada Estudiantil como competitivas y triunfalistas. En Colombia, la campaña «¡Ya la Encontré!», que pretendía generar curiosidad sobre quién estaba detrás de la publicidad y qué se había encontrado, tuvo la mala suerte de coincidir con la Masacre de Jonestown, Guayana, y con una ola de paranoia dirigida en contra de las sectas norteamericanas.{65}
Otra agencia paraeclesial que se estaba manifestando alrededor del mundo era Juventud con una Misión. YWAM (pronunciado why-wham) fue líder en una industria evangélica de rápido crecimiento, rivalizada únicamente por los grupos de ayuda y desarrollo. Su método era enviar legiones de norteamericanos en cortas giras misioneras, con frecuencia con la duración de una vacación de verano. El fundador del grupo, un ministro de las Asambleas de Dios llamado Loren Cunningham, inició la empresa en 1960 con una visión de olas de jóvenes cristianos evangelizando cada continente. A menudo, las agencias paraeclesiales fueron acusadas de permitir a sus patrocinadores financieros menos participación que las iglesias, pero YWAM era el epítome de la participación: quería enviar a todos al campo misionero.
Las misiones a corto plazo fueron posibles gracias a las baratas tarifas aéreas internacionales. Interpretadas como turismo o algo peor por los latinoamericanos desconfiados, funcionaban como una versión móvil de un campamento misionero. Los misioneros a corto plazo –treinta mil al año durante la década de 1980{66}– eran, generalmente, estudiantes subsidiados por sus padres o por su iglesia. Sin mucha capacidad lingüística, difícilmente ganaban muchos conversos. Pero aquel no era necesariamente el punto: el trabajo misionero a corto plazo era una forma cristiana de ver el mundo, exponiendo a los norteamericanos provincianos a otras culturas, pero protegiéndolos de los peligros de la inmersión. Un coro evangélico de atractivas jóvenes norteamericanas era una buena forma de anunciar el siguiente avivamiento. Cuando no estaban cantando, podían ayudar a construir una nueva iglesia en los alrededores. Lo más importante era que dichas experiencias enganchaban a participantes en el evangelismo, fomentaban el interés en apoyar [118] financieramente a la obra, e interesaban a los voluntarios en compromisos misioneros más largos.{67}
Carismática en estilo, YWAM hablaba mucho sobre los signos del Señor. Estos eran golpes de buena fortuna, con frecuencia donaciones de otros cristianos, que enseñaba a sus miembros a interpretar como providencia divina. Influenciados por el movimiento pastoral, YWAM también enfatizaba el establecimiento de la autoridad espiritual sobre los novicios, algunas veces hasta el punto de que otros evangélicos se preguntaban si estaban tratando con un culto.{68} Bajo la dirección de un personal que se sentía libre de hacer todo lo que creía que el Señor le decía, los novicios atravesaban por «escuelas de entrenamiento de discipulado», las mismas que los convertían en equipos evangelizadores. Los de YWAM inundaban los eventos deportivos internacionales (once mil de ellos en las Olimpiadas de 1984 en Los Angeles), evangelizaban en las zonas rojas, organizaban teatros de la calle, trabajaban en orfanatos, distribuían Biblias, enviaban equipos médicos, e incluso dirigían campos de refugio en el Lejano Oriente.
Alrededor del mundo, YWAM operaba desde lo que llamaba «bases» –doscientas de ellas– cada una de las cuales debía operar, supuestamente, como una «franquicia» independiente. A esta estructura descentralizada se atribuían, algunas veces, los malentendidos y conflictos que el ministerio de YWAM podía dejar tras darse a la fuga. En Guatemala, la llegada en 1983 del barco Anastasias, de YWAM, cargado con cientos de misioneros a corto plazo, convenció a los católicos de que estaban siendo invadidos por un ejército de sectas. De acuerdo a YWAM, envió a casi dos mil misioneros a corto plazo a Guatemala durante los dos años siguientes.{69} Los métodos del grupo también provocaron objeciones por parte de las iglesias y misiones locales a las que decía estar ayudando. Cuando sus equipos de visita cometían equivocaciones culturales y políticas en el evangelismo de puerta a puerta, eran los hermanos residentes los que cargaban con la culpa.
«YWAM llega y se va, y parece que nunca presta atención a los ministerios que ya están allí», se quejaba un misionero en Africa. «Cuando llegaron a nuestra área, no tenían ni idea de cómo nos iba a afectar lo que ellos estaban realizando a los que habíamos estado allí [119] durante un período más largo. Muchos gobiernos están tan interesados por el comercio de turistas que no hacen nada por obstaculizar las actividades de gente como la de YWAM. Pero, tan pronto como parten, los cristianos nacionales y los misioneros de largo plazo sienten la reacción. La vigilancia aumenta, se encarcela a la gente, se registran casas, se confiscan Biblias.»{70} El fundador de YWAM, Loren Cunningham, pensaba que se debía permitir a sus jóvenes cometer errores.{71}
Notas
{59} Respecto a YWAM: Bruce Joffe, «Man With A Mission», Charisma, noviembre 1985, pp. 21-26. Bryan Bishop, «YWAM Steps Out», World Christian (Pasadena, California: U.S. Center for World Mission), enero-febrero de 1986, pp. 18-23. John Holzmann, «Youth With A Mission», Mission Frontiers, octubre-diciembre 1985, pp. 9-17. Las cifras para las otras organizaciones provienen de sus memorias anuales.
{60} Bruce Shelley, «The Parachurch Vision», Christianity Today, 8 de noviembre de 1985, pp. 41-43.
{61} Bright 1985.
{62} Quebedeaux 1979: 54, 107, 181, 184.
{63} John Capon, «Video Conference Links Christians in 54 Countries», Christianity Today, 7 de febrero de 1986, pp. 46-47.
{64} Quebedeaux 1978: 58.
{65} «Alfa y Omega: ¡Ya la Encontramos!» Alternativa (Bogotá), 29 de enero de 1979, pp. 12-13.
{66} Jeleta Fryman, «The Movement», World Christian, enero-febrero 1986, pp. 25-28.
{67} Sharon E. Mumper, «Are Short-Term Volunteers the Way of the Future?» Christianity Today, 4 de abril de 1986, p. 41.
{68} Bryan Bishop, «YWAM Steps Out.»
{69} Deborah D. Cole, Charisma, noviembre de 1984, pp. 22-25.
{70} John Holzmann, «Youth With A Mission.»
{71} Entrevistas a Loren Cunningham: Bruce Joffe, «Man With A Mission», y «Taking the Gospel Into All the World... With Signs Following», People of Destiny, julio-agosto de 1985, pp. 25-29. Para una reseña sobre la formación de YWAM, véase Cunningham 1984.
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