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Fortunata y Jacinta

AMLO y el Pensamiento Alicia
2ª respuesta a AMLO

Forja 028 · 4 abril 2019 · 25.48

¡Qué m… de país!

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y, dado que muchos visitan por primera vez este canal y no conocen el sentido de la “m” del título, les invito a ver el capítulo número 22 “Ilustración francesa, racismo científico y América” donde se da buena cuenta del origen del título de este programa y de otras cosas que deberían ser de su interés si es que no están ya absolutamente lobotomizados.

A raíz de la polémica generada por la carta que el presidente de los Estados Unidos Mexicanos envió el pasado 1 de marzo al Rey de España, muchos de ustedes habrán llegado a esta conclusión:

La imposibilidad de imaginar a Donald Trump enviando una carta a la Reina de Inglaterra para que pida perdón a los pueblos originarios de Norteamérica.

Entender por qué esta simple hipótesis produce un cortocircuito tan feroz en nuestras mentes nos ayudaría a explicar, en parte, por qué esta iniciativa de AMLO ha resultado tan desafortunada.

La imposibilidad de imaginar a Donald Trump enviando una carta a la Reina de Inglaterra para que pida perdón a los pueblos originarios de Norteamérica.

Algunos dirán enseguida: ¡Es que no es lo mismo! ¡No tiene nada que ver! Por supuesto que no tiene nada que ver, en primer lugar porque cualquier estadounidense sabe a ciencia cierta que EEUU no existía antes de la llegada de los colonos ingleses. Tan sencillo como eso. En segundo lugar, porque el colonialismo inglés, protestante, se sustentaba en principios de exclusión racial y social. El indio fue considerado por franceses, ingleses y holandeses como un ser inferior, justificando así la esclavitud y el exterminio e, insisto, si quieren saber algo más sobre el tema vean el capítulo 22 “Ilustración francesa, racismo científico y América”.

1. El racionalismo católico español, en cambio, concluyó que los nativos americanos no eran seres inferiores e irracionales, de ahí que los incluyera en la sociedad política española como súbditos de la Corona, sujetos de derecho y propietarios de sus tierras. Fue ese racionalismo católico y español el que promulgó las Leyes de Indias, pero, claro, estas cosas no se enseñan en las escuelas y luego pasa lo que pasa.

2. Una cosa sí tenemos en común, y es que tanto los EEUU como las naciones de tradición hispana han incorporado en sus sistemas educativos la Leyenda negra. La diferencia es que mientras en EEUU esa hispanofobia sirve para reforzarse internamente como nación, en los países hispanoamericanos y en España sirve para dirigir ese odio hacia dentro, creando fracturas internas muy graves.

3. Pero hay otro elemento que distingue claramente a AMLO de Donald Trump y es que, mientras el primero practica alegremente el llamado Pensamiento Alicia, el segundo no lo hace ni en broma, así que vamos a ver qué es eso del pensamiento Alicia.

Pensamiento Alicia

El rótulo “pensamiento Alicia” apareció formulado por primera vez en un artículo del filósofo Gustavo Bueno publicado en la revista de Filosofía El Catoblepas en el año 2005. En este artículo el filósofo español analizaba la idea de una “Alianza de Civilizaciones”, propulsada por el que entonces era Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, líder del Partido Socialista Obrero Español.

Partido político que a estas alturas, por cierto, de socialista tiene poco, de obrero menos y de español cero patatero. Más bien habría que llamarlo PSA: Partido Socialista Antiespañol y el problema es que es este partido el que ahora mismo preside España, desguazándola sin pudor.

En el año 2006, Gustavo Bueno publicó su estudio ampliado a 367 páginas en un libro que, por razones comerciales, la editorial decidió titular Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas. Hay que aclarar que este libro no fue calculado para atacar a Zapatero, del mismo modo que este vídeo no pretende, en modo alguno, descalificar de forma personal al presidente AMLO. Lo que pretendemos es sopesar críticamente los presupuestos ideológicos que forman su pensamiento político, es decir, diagnosticar su filosofía política.

El Pensamiento Alicia, como tal filosofía política, no solo fue y sigue siendo fervorosamente practicado por muchos políticos como Kofi Annan, el propio Obama o el presidente AMLO, sino por una cantidad indecible de intelectuales y académicos de universidad en Europa y en toda América y, por supuesto, es secundado alegremente por buena parte de las gentes del común. A medida que avancemos en el análisis confirmaremos, en cambio, que ni Putin, ni Donald Trump, ni el Presidente de la República Popular China ni mucho menos el Presidente de los Emiratos Árabes o el de Irán, ni muchos otros practican, ni en sueños, dicho Pensamiento Alicia.

Pensamiento Alicia frente a utopía

El pensamiento Alicia tiene que ver, como ustedes habrán imaginado, con el personaje de Alicia en el País de las Maravillas y lo primero que hay que aclarar es que no debe ser confundido con el pensamiento utópico: Pensamiento Alicia y utopía son cosas diferentes.

Podríamos definir la utopía como un género literario que expone un mundo ideal futuro, pero que es consciente de las dificultades o de la imposibilidad de llegar a él, es decir, lo característico del pensamiento utópico es que evidencia que la sociedad que representa es imposible. El autor o el lector de utopías podrá soñar con esas sociedades futuras, generalmente pacíficas y felices, pero sabe que estas sociedades no son de este mundo.

Las utopías a menudo aportan una gran profundidad filosófica y, además, son útiles porque incorporan una fuerte autocrítica al plantear, precisamente, estos proyectos como inalcanzable o al evidenciar que, para llegar a algunas de estas utopías, harían falta incluso una o muchas revoluciones sangrientas. Por eso suelen tener gran utilidad para evaluar la estructura de nuestro propio mundo y para medir también lo peligroso de las esperanzas infundadas y de los sueños e idealismos estériles.

Confrontados a las utopías existen otro tipo de pensamientos que nos ofrecen proyectos sobre sociedades futuras, también felices y pacíficas como las utopías, pero que, sin embargo, no nos advierten sobre las dificultades insalvables que se interponen para alcanzarlas. Simplemente se nos introduce en ese mundo irreal a la manera como Alicia visitaba el País de las Maravillas. Es a este tipo de pensamiento al que Gustavo Bueno llamó “Pensamiento Alicia”.

Es decir, en el pensamiento Alicia no existen ni se dejan ver las dificultades. El personaje de Lewis Carroll representaba para el filósofo Gustavo Bueno el prototipo de la chica bobalicona, ingenua y bien intencionada que dice las cosas sin reflexionar: simplemente entra por el espejo y ya está en otro mundo, un mundo maravilloso al revés del nuestro. Y pasa al otro lado porque el espejo es blando, no requiere esfuerzo alguno. Es una forma de conciencia simplista que pretende organizar el mundo en virtud de ciertos ideales siempre «confortables, amables, pacíficos» encubriendo la realidad en lugar de analizarla.

El propio Marx se dio cuenta de las inmensas dificultades que entrañaba su proyecto de transformación del mundo y por eso hizo muy pocas utopías. Lenin, asimismo, era totalmente escéptico. No elaboraron muchas utopías pero lo que no hicieron, desde luego, fue sucumbir al Pensamiento Alicia. Por cierto, un saludo a ese resabiado que me sugería que leyera un poquito a Marx antes de meterme a youtubera.

“Alianza de civilizaciones”

La idea de una «Alianza de las Civilizaciones», enunciada por Rodríguez Zapatero en 2005 durante su visita a la sede de la ONU en Nueva York, es un genuino espécimen del Pensamiento Alicia: «Esta es la casa de todos, sin diferencias, de los ricos y de los pobres, de los países con historia y de los que apenas tienen, de los que creen en Dios, o en varios dioses, y de los que no creen. Fue en esta sala donde tuve la certeza de lo necesaria que resulta la Alianza de las Civilizaciones.» Y todo esto lo declaró Zapatero como fruto de una especie de revelación divina: miró al infinito y, zas, vio lo de la Alianza de las Civilizaciones.

El problema está en que se habla, en efecto, de civilizaciones, pero no se las delimita, ni se las identifica, ni se da prueba de su existencia, simplemente se dan por supuestas. Las preguntas que desarrolla Gustavo Bueno en su libro son, por ejemplo, ¿existen siquiera esas «Civilizaciones»? ¿Cuántas son y cuáles? ¿Quién decide esas cuestiones? ¿Un comité de expertos o un referéndum mundial? Unos pueden defender que existe una civilización occidental, pero otros a lo mejor preferirían hablar de lo hispano y católico frente a lo anglosajón y protestante. Lo mismo desde el bloque asiático o africano. Por otro lado, unas entidades tan abstractas ¿cómo se alían? A la civilización occidental, por ejemplo, ¿quién la representaría? ¿El Papa? ¿Una coalición protestante? ¿El Papa junto a Isabel de Inglaterra que es la papisa de la Iglesia Anglicana? ¿O quizás el presidente de EEUU? ¿O el de Alemania con unos cuantos portugueses y argentinos? ¿O uno de cada país, también mapuches y secesionistas catalanes? ¿Y no velarán estos comisarios más bien por los intereses de sus propios países y no por el Bien común de las Civilizaciones? Y si alguno sale corrupto ¿quién lo juzgará? Y ¿quién representa a la civilización musulmana? ¿Y cómo podrán pactar aquellos que se organizan como democracias parlamentarias y aquellos otros que defienden el modelo de la dictadura del proletariado?

Desde el Pensamiento Alicia no se da respuesta a este tipo de preguntas, simplemente se dice “Alianza de Civilizaciones”, que suena muy bonito en la sede de la ONU y en los mítines políticos, y hala, a tomar por saco los increíbles obstáculos de la dialéctica de estados, con su tremenda complejidad a nivel de fronteras y defensa, las variables económicas, las espinosas cuestiones religiosas, culturales e identitarias.

Lo importante es aliarse y hablar en nombre del Bien Común, aunque lo que se busque en realidad sea el Bien particular y privado. La “Alianza de Civilizaciones” es puro humo pero, tal y como advierte Gustavo Bueno en su ensayo, el humo es muy expansivo y por eso mucha gente piensa: qué bien, en vez de guerras, alianzas. Y todo queda en visitas de diplomáticos y políticos para tratar problemas de fronteras o cuestiones comerciales. Es decir, se hace lo que se ha hecho siempre pero Zapatero, haciendo buen uso de la retórica y de la sofística para engañar a los bobos, llamó “Alianza de civilizaciones” a lo que siempre se entendió como buenas relaciones diplomáticas y la gente, por esa ocurrencia, le admiró mucho.

Nos pone este pensamiento Alicia –el Pensamiento Zapatero– ante un escenario planetario en el cual las civilizaciones habrán dejado de alimentar sus conflictos y habrán olvidado sus guerras, llegando a comprenderse y abrazarse, haciendo desaparecer las diferencias entre los pobres y los ricos, o las distancias entre los politeístas, los monoteístas o los ateos. Pero en modo alguno se nos explica cómo sucederá tal cosa en un mundo donde cada vez hay más fronteras y no menos, donde las dialécticas entre religiones son cada vez más agudas y amenazantes, donde las exacerbaciones identitarias y las manifestaciones de desprecio y de odio hacia el otro resultan igual de violentas que hace mil años a pesar de la ONU, a pesar de los derechos humanos y a pesar de la carta de AMLO al Rey de España.

Si todo es culpa de la codicia, la estupidez o la ignorancia, ¿cómo acabar con la codicia, la estupidez o la ignorancia? Si todo fuera culpa de las religiones, como muchos sostendrán, a ver quién es el guapo que se atreve a prohibir las religiones en nombre de la concordia universal. La alianza entre civilizaciones, en sentido estricto, es imposible, salvo que se esté dispuesto a destruir a alguno de los aliados o a todos.

Del mismo modo afirmamos que la idea de AMLO, el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, de hacer del 2021 el “Año de la Gran Reconciliación” es sólo una denominación grandilocuente y retórica que, dada la enormidad de su punto de partida, como decía Gustavo Bueno, solo puede dar lugar al parto de los montes y generar entre medias una extraordinaria crispación que la gente boba no entenderá.

“2021, el año de la Gran reconciliación”

Lo que se ha evidenciado tras la iniciativa del presidente AMLO no es sólo un libre ejercicio de «Pensamiento Alicia». Lo que en el terreno literario puede dar lugar a resultados agradables e inofensivos, puede resultar sumamente peligroso y ofensivo aplicado a asuntos de política y economía reales.

Muchos se llevan las manos a la cabeza, asombrados: ¡Pero si lo único que ha hecho AMLO ha sido enviar una carta al Rey de España pidiendo que se reconozcan los abusos cometidos durante la Conquista! ¡Qué malas personas los españoles! ¡Qué arrogantes! No me extraña que tengan tan mala fama… La mayoría de estas personas solo han visto la parte bonita del discurso de AMLO, no ven la extraordinaria complejidad del asunto y se limitan a señalar la soberbia y el tremendo orgullo de los españoles quienes, incapaces de pedir perdón, la han liado parda. Están convencidos de que, para atravesar el espejo y alcanzar la Gran reconciliación, basta con decir un par de bonitas frases y, zas, entrar en el País de las Maravillas.

¿De verdad hay alguien tan ingenuo que se crea que una petición de disculpas por parte de España pueda disolver el profundo odio expresado en este mensaje? Advierto que la ortografía es la original:

“Pinches viejas pendejas si saben la historia deverían de cancelarse a estas viejas babosas por hablar de nuestro presidente y dejen de venir a mexico pinches viejas estúpida vien nacido babosa ustedes son vien nacidos de ladrones asesinos españoles de mierda”.

O este otro: “Una loca he ignorante pinches españoles asquerosos son nefastos cuando no conocen nada de historia, y tratan de negar sus atrocidades a el pueblo de Mexico, son decadentes peor que cerdos, ladrones me producen un verdadero ascoooooo total.”

Para que se hagan una idea de la gravedad del conflicto que se ha desatado a propósito de la iniciativa de AMLO les diré que solo este canal de YouTube, un canal pequeño que apenas cuenta con 6.000 suscriptores, ha recibido 788 mensajes de este jaez: puro odio reconcentrado y dirigido visceralmente contra los españoles por el simple hecho de serlo. Ya advertí en mi primera respuesta a AMLO que nos encontrábamos ante un rebrote intensísimo de hispanofobia. Los españoles llevamos varios siglos soportándola así que no duden ustedes que sabemos identificarla al milímetro: utiliza siempre la misma metodología, es siempre igual, siempre los mismos argumentos. La propaganda es tan brutal que muchos españoles practican esta misma hispanofobia alegremente. Se ha convertido ya en una endofobia que se distribuye a diestro y siniestro en nuestros medios de comunicación y en nuestras universidades. Así que los españoles que hemos tenido el coraje de enfrentarnos a estos prejuicios y que, dicho sea de paso, somos muy pocos, hemos hecho ya mucho callo, sabemos soportarla y sabemos defendernos. Pero el problema es que España, ahora mismo, es una nación muy frágil.

Se ha entendido, por ejemplo, que a los españoles nos falta humildad y autocrítica o que una señora como yo, que hace una firme defensa de la Hispanidad, desconoce la realidad de los excesos y de las violencias cometidas durante la Conquista o que, conociéndolas, prefiere negarlas para no estropear la imagen idílica de una España gloriosa y perfecta. Estas explicaciones alivian y satisfacen a muchos que no entran a valorar por qué narices la respuesta de España ha sido tan contundente no solo por parte de los españoles de a pie, sino por parte de un Gobierno socialista, generalmente tan amigo de la Leyenda negra y tan descaradamente antiespañol. Pero sigamos ahora con el análisis del pensamiento Alicia.

Racionalismo crítico frente a racionalismo simplista

Se puede afirmar, por tanto, que el pensamiento Alicia es un racionalismo simplista, plano, ingenuo y de buena voluntad, donde todo son sonrisas y optimismo, donde los hombres son buenos por naturaleza y la paz perpetua está ahí a la mano. Según este racionalismo, bastaría con ponernos pedir perdón para que la Gran reconciliación con los pueblos originarios se produzca. ¿Pero acaso no se han dado cuenta estos odiadores que acusan a los españoles de nacionalcatólicos franquistas, de que el perdón no es una categoría política sino teológica?

Muchos de los contenidos de este tipo de pensamiento, utilizado en la órbita política de las supuestas izquierdas de muchos países, se inspiran en la piedad católica, en su ideal de fraternidad, en la idea de solidaridad y en el sentimiento de redención. Y lo más curioso es que mucha gente sigue sin ver esta relación.

Atención porque lo que viene requiere de mucha atención sobre todo porque voy a simplificar mucho: El Pensamiento Alicia responde a esa racionalidad propulsada por la Ilustración francesa que, habiendo perdido la fe en la revelación, sobre todo católica, quiso sustituirla por una serie de dogmas que son la secularización de la propia revelación cristiana en su forma protestante: es la que prospera en la filosofía kantiana y en Krause y es la que han absorbido, en buena medida, la mayor parte de los partidos políticos que hoy día se autoproclaman de izquierdas: Podemos y el Partido Socialista en España, AMLO en México, Chávez y Maduro en Venezuela o Díaz-Canel en Cuba, entre otros. Por cierto, un saludo a ese bobo que me dice que lea a Kant.

Socialismo blando y pensamiento Alicia

La tradición del Pensamiento Alicia es una evolución del individualismo subjetivista protestante y, de forma particular, es un producto del krausismo. Recordemos que la masonería y el pensamiento simplista del filósofo alemán Krause caló profundamente en España gracias a los liberales que buscaban herramientas teóricas para enfrentarse a la influencia de la Iglesia católica a la que consideraban responsable de todos los males de España. A través de la Institución Libre de Enseñanza, esta corriente filosófica fue rápidamente incorporada por el socialismo español en la línea que llamamos socialismo blando, que es el hegemónico hoy día, un socialismo que ha perdido gran parte de su sentido político originario y que se encuentra perdido en una nebulosa ideológica donde antes hablan de paz y tolerancia que de cuestiones de Estado. Queremos la paz, dicen, pero ¿la paz de quién?, preguntamos nosotros y, sobre todo ¿la paz cómo?

Entre las ideas fundamentales del krausismo cabe destacar el «armonicismo», que proyecta un futuro de armonía y felicidad completa hacia el que la humanidad en bloque progresa gracias al impulso del amor universal. La Teoría de la Humanidad de Krause veía a esta humanidad como una sola y toda igual, es decir, pensaba en el hombre en abstracto: hombres sin religión, ni lengua, ni raza, ni sexo.

Ven ustedes el problema, ¿verdad? Se piensa en los hombres como puros entes metafísicos, sin tener en cuenta que ese hombre abstracto ni existe ni ha existido nunca ni existirá. Recuerden que Krause era alemán y ahora desvelemos la trampa: el krausismo admitía que la tal humanidad unitaria empezaba en Europa (con Europa entendían los países del norte de Europa, por supuesto) y que, desde allí, se extendía al resto del mundo. El idioma de esa humanidad futura tendría que ser el alemán, aunque necesariamente tendría que ser un alemán purificado de toda contaminación romana, latina. Tendría que haber un Estado mundial que podría corresponderse con el de Napoléon, esto es, con el europeo. También una religión: no el catolicismo, al que consideraban retrasado y oscurantista, sino una especie de luteranismo purificado. Y en esa búsqueda de una alianza mundial, la masonería purificada también resultaría un buen modelo a seguir.

Heredero directo del krausismo es el idealismo armonista inserto de lleno en la ideología socialdemócrata que es la que impera hoy día en todo el mundo, empezando por las universidades de los EEUU, tal y como diagnosticó Gustavo Bueno: solidaridad, derechos humanos, alianza de civilizaciones, progreso de la humanidad, ecologismo, animalismo, indigenismo, anticapitalismo, feminismos, nacionalismos fraccionarios, tolerancia, multiculturalismo, aperturismo, fundamentalismo democrático, relativismo cultural y moral, &c.

No me negarán ustedes que este es el pensamiento políticamente correcto hoy día, al menos en lo que llamamos Occidente. Pura ingenuidad y falta de contenido político preciso y aplicable a las realidades concretas. Solo estrategia defensiva y maniquea que, además, encuentra todas las dificultades no en ellos mismos, sino en una supuesta derecha demoníaca o en lo que tengan más a mano.

Los peligros del Pensamiento Alicia

Mucha gente prefiere ver a un presidente sonriente, amable y optimista antes que a un presidente apocalíptico y agorero, así que el artificio de la sonrisa permanente, la actitud optimista y angelical y los bellos discursos ofrecen grandes réditos electorales, tranquilizan. El problema surge cuando este pensamiento Alicia se enfrenta a los temas y problemas de la política real y no de la política ficción. Entonces el pensamiento Alicia, aparentemente inofensivo, deriva en falsa conciencia, en un pensamiento de mala fe, la mala fe desarrollada por Sartre en La Náusea, esa tendencia del ser humano a mentirse a sí mismo, a encubrir las miserias propias y a envilecer al contrario. Por cierto, un saludo a ese indigenista cabreado que me sugiere que lea a Sartre.

El Pensamiento Alicia practicado por políticos resulta muy preocupante, porque corre el riesgo de transformarse en pensamientos falsos, hipócritas y cínicos muy capacitados para desviar la atención de los problemas reales, como pueden ser los conflictos entre las clases sociales o entre ricos y pobres.

No se puede reducir el análisis de la llegada de los españoles a América al relato de buenos contra malos o de ángeles contra demonios porque hubo de todo: hubo luces y hubo sombras. Lo que hay que hacer es analizarlo con una sana incorporación de las ideas del presente y superar ese pasado: verlo en el conjunto de la Historia de México, en el conjunto de la Historia de España, en el de la América entera. El peligro está en que el ejercicio de memoria histórica nacionalista e indigenista, promovido por ciertos gobiernos y grupos religiosos, acusa tendencias significativas a la ocultación y al olvido (destrucción de estatuas, monumentos, tergiversación de datos, falsificación de documentos, &c.). Esto significa que los dirigentes buscan la revancha y no la Historia. Hay que ver la estructura compleja de lo real, no el mundo simplón de Alicia, es la única forma de no ser imbécil.

Habrá que valorar con calma si en el caso de AMLO hay solo ingenuidad o si, además, hay dolo y mala fe, ya que todo parece indicar que trata de engañar a los ciudadanos y que su discurso sofista responde a la crisis ideológica de las izquierdas del presente que todavía no se han enterado de que la URSS cayó y que, precisamente por eso, resultan absolutamente peligrosas porque no se mueven desde categorías políticas sino desde categorías ideológicas y revanchistas.

Y si la felicidad de muchos ciudadanos en México consiste en la ilusión etnológica de su identidad azteca, entonces que sigan siendo felices, pero que no olviden que se encuentran completamente inmersos en puro simplismo Alicia, en pleno Pensamiento Alicia lo que, a la larga, les hará incompatibles con la realidad.

Y hasta aquí este capítulo de “¡Qué m… de país!”. Agradecemos el apoyo de todos nuestros mecenas y colaboradores e invitamos a unirse a todos los que quieran ayudarnos en el sostenimiento económico de este proyecto. Nos vemos en el próximo capítulo y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.



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