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El Catoblepas, número 174, agosto 2016
  El Catoblepasnúmero 174 • agosto 2016 • página 34
Artículos

Gracias, don Gustavo

Rubén Franco González

Artículo escrito tras conocer la triste noticia del fallecimiento de don Gustavo Bueno, y enviado al diario La Nueva España en la sección de Cartas de los lectores el domingo 7 agosto 2016, sin que llegara a publicarse. Ahora se da a conocer en este número especial para la revista El Catoblepas, ampliando algunas cosas, aunque queriendo mantener el texto como fue escrito y para lo que fue escrito.

Rubén Franco, Gustavo Bueno, Iván Vélez, Raúl Angulo[De izquierda a derecha Rubén Franco, Gustavo Bueno, Iván Vélez, Raúl Angulo, Sábado 12 abril 2014, Presentación del Libro Gustavo Bueno: 60 visiones sobre su obra.]

Es difícil, doloroso y emotivo escribir estas líneas. Que nunca nos hubiese gustado escribir, pero que sabiendo que algún día llegaría, albergábamos la esperanza de que fuese mucho más adelante (nos hubiera gustado ver cómo don Gustavo alcanzaba la centuria lúcidamente -tal noble cifra de tres dígitos la alcanzó, por ejemplo, Lévi-Strauss, del que Bueno escribiría un obituario para La Nueva España el 4 noviembre 2009, «Un intelectual superior a su portera»-). Pero, tristemente, este día ha llegado. Y así como el propio Bueno escribió textos ante fallecimientos como los de Aranguren (1996), Daniel Ruiz Bueno (1998), Santiago González Noriega (2003) o el mentado Lévi-Strauss (2009), ahora nos toca a nosotros hacer lo propio. No queda otra que escribir lo que ha significado y significa la persona y obra de Gustavo Bueno para quien esto escribe, en unas pocas líneas. Se podrá decir que es un artículo personal, pero de eso se trata (y no de analizar sesudamente implicaciones de la ontología, gnoseología, teoría del estado, filosofía de la religión -clave para dar cuenta del origen de las religiones y no sólo valerse de una explicación funcionalista, de corte sociologista- o teoría del arte de la filosofía materialista de don Gustavo). Pero antes de pasar a ello, mandar desde aquí, como es natural, un enorme abrazo a la familia Bueno en estos duros y amargos momentos (actualmente las redes sociales y los servicios de mensajería telefónica sirven también para arropar a la familia y darle ese «calor humano»).

Ante todo y sobre todo hemos de decir que Bueno fue para nosotros un maestro (o fue nuestro maestro, dicho de otro modo). Eso son palabras mayores. Una de las dos personas que han hecho que nuestra vida fuese por una dirección y no por otra. Un maestro vital, que ha enseñado a luchar a varias generaciones (oleadas, en otro sentido, el que formalizó Sharon Calderón Gordo en su famoso artículo de octubre 2003, «El congreso de Murcia y las oleadas del materialismo filosófico», como apunte que había hecho don Gustavo, y del que Tomás García López se acordó en su discurso durante la ceremonia de despedida de Bueno) contra los numerosos mitos oscurantistas y confusos de nuestro presente en marcha, esto es, contra las ideologías baratas con las que suelen operar los ciudadanos españoles. La filosofía sirve para clasificar y distinguir, para ver que las cosas no son tan sencillas y simples como muchos creen. Como Bueno ha dicho, sirve la filosofía para poder despreciar con argumentos a quienes profieren necedades sin saber que lo son. Dos titulares que nos gustan mucho de sus últimas entrevistas son los de "En España tenemos el cerebro hecho polvo" y "El principal problema de España es la estupidez". Demostraba cómo veía nuestro filósofo (porque eso era, y con letras de oro, nuestro personaje) la realidad española.

Bueno se nos ha ido joven (aunque el próximo 1 de septiembre hubiese cumplido los 92 años), porque joven lo fue siempre, con las mismas ganas de leer, pensar, escribir y discutir desde que era un chaval y se planteaba aquella cuestión (filosófica) de por qué la excepción confirma siempre la regla, hasta hace apenas un par de meses (su última intervención pública fue el lunes 30 de mayo de 2016 en el acto de presentación de la Facultad de Filosofía de León, México, su última publicación el epílogo de siete páginas a la décima edición veinte aniversario de El mito de la cultura, de junio 2016 y la última imagen que tenemos suya es del lunes 18 julio 2016 -una fotografía preciosa-, con un libro y un bolígrafo en las manos, tomando notas -esto es, trabajando- en una tumbona en el jardín de su casa de Niembro -vamos, lo que viene siendo, «morir con las botas puestas» prácticamente, como él mismo confesó a Dragó que le gustaría hacer en la segunda parte de la entrevista de Negro sobre blanco emitida el 20 enero 2000).

Otros artículos resumirán su trayectoria vital, así que no nos detendremos en ello. Tan solo señalar, a grandes rasgos, unos pocos datos. Gustavo Bueno Martínez nació en 1924 en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Estudió en Zaragoza y Madrid. En 1948 se doctora con una tesis sobre filosofía de la religión y en 1949 comienza a impartir clases en el instituto femenino Lucía de Medrano de Salamanca. Allí, durante toda la década de los cincuenta estudia minuciosamente toda la escolástica, convirtiéndose en un experto, a la vez que conoce de primerísima mano (en los laboratorios) las distintas disciplinas científicas, encontrándose en esos años (como él mismo se encargó de señalar) el germen de su Teoría del Cierre Categorial. En 1960 se viene a la Universidad de Oviedo (pudiendo haber escogido Madrid), ya que éste era el lugar donde desarrolló la obra Feijoo, y aquí tendría una tranquilidad para el estudio del que no dispondría en la capital de España (acordémonos de aquello de Eugenio D'Ors de que «en Madrid a las siete de la tarde o das una conferencia o te la dan»). Trayectoria muy fértil como docente hasta que en 1998 se le expulsa de la Universidad, impidiéndole ofrecer su magisterio, en aras de un burocratismo indocto. Pero desde entonces acá, en estos dieciocho años, ha seguido exponiendo su filosofía, lúcidos análisis y trituración de las ideas del presente a quienes han estado interesados desde múltiples escenarios, siendo el principal la sede de la Fundación Gustavo Bueno (y en el aspecto doméstico-familiar hay que destacar la dedicación y el cariño que ha destinado a su mujer Carmen, postrada en una silla de ruedas y enferma desde mayo de 2006, hace diez años, hasta su fallecimiento, dos días antes).

Para nosotros ha sido un inmenso honor, un privilegio y toda una fortuna haber podido tener contacto directo y cercano con don Gustavo durante los últimos doce años (desde los 18 a los 30 años). Desde que le conocimos en 2004 (aunque éramos lectores suyos desde antes, como se relata en Gustavo Bueno: sesenta visiones sobre su obra), hemos asistido prácticamente siempre (solo causas de fuerza mayor nos lo han impedido muy puntualmente) a cuantas conferencias, charlas, mesas redondas, presentaciones de libros, &c., en las que el profesor Bueno participaba. Nos parecía que ello suponía un auténtico lujo y no entraba en nuestra cabeza desaprovechar aquellas lecciones magistrales (como curiosidad, podemos confesar que no realizamos algún examen de la carrera por no perdernos la lección pertinente del maestro, que la estimábamos más jugosa -era la época en la que no se subían a la red las conferencias-). Eran formidables momentos de filosofía, de trabajo con las ideas, con el máximo rigor y seriedad. Por eso nunca hemos entendido cómo los estudiantes de filosofía de la facultad de Oviedo apenas han acudido a las charlas que ofrecía un verdadero filósofo a pocos minutos de su domicilio (con los dedos de una mano se podrían contar los casos de alumnos interesados en las numerosas charlas y actividades en las que ha participado Bueno). Además, nuestro filósofo, al contrario que otras personas, estaba siempre plenamente accesible para cualquiera que quisiese preguntarle o comentarle cualquier asunto que le acuciase. Con don Gustavo sólo había que escuchar y aprender. Tenía, además, un fino, irónico y socrático sentido del humor, como otras veces se ha señalado, y del que es buen ejemplo cómo contaba sonriendo la prescripción médica de que (después de pasar unos días en el hospital ingresado, a cuenta de la arritmia, en marzo pasado) durante tres meses no podría conducir.

Bueno ha tenido contacto con decenas de personajes relevantes en la vida española y global del último siglo, tales como Tierno Galván, Lázaro Carreter, Camilo José Cela, García Calvo, Barbado Viejo, Santiago Ramírez, Eugenio Frutos, Zaragüeta, Tovar, Alvar, Montero Díaz, José María Valverde, Emilio Alarcos, Ruiz Giménez, Manuel Sacristán (es central -a la par que actual- su polémica con él acerca del papel de la filosofía en la educación en 1968-1970), Juan Cueto, Peces-Barba, Saramago, Carlos París, Gabriel Albiac, Enrique Dussel, Ignacio Ellacuría, Severo Ochoa, Pike, Marvin Harris, Mario Bunge, Laso Prieto, Santiago Carrillo, Sánchez Dragó, Otero Novas, Aznar, &c.

Bueno recibió numerosos homenajes en vida. Entre los últimos que se pueden citar están el libro colectivo Gustavo Bueno: sesenta visiones sobre su obra (Pentalfa 2014, coordinado por Raúl Angulo, Rubén Franco e Iván Vélez), cuatro entrevistas en prensa y un artículo dedicado a él, entre los meses de septiembre de 2015 y enero de 2016, y que pueden considerarse como tales, a día de hoy (en ABC, La Gaceta, El Español y El Mundopor partida doble), y la emisión de la película documental de Héctor Muniente Gustavo Bueno: La vuelta a la caverna (2015), en La 2 de TVE el viernes 12 febrero 2016. Le pregunté a don Gustavo qué le parecía la versión televisiva, casi 20 minutos más corta que la proyectada en cines en Santo Domingo de la Calzada y en Madrid, en julio y septiembre de 2015. Me dijo que daba igual, ya que quien lo viese no iba a entender nada, o lo haría de modo erróneo, y, en cualquier caso, no le prestaría atención. Un realismo lúcido, como siempre en el maestro, y no una mera actitud pesimista.

Este modesto artículo, junto a otros muchos, integra este número especial de El Catoblepas, y que sirve de homenaje a don Gustavo. Como también lo fue la ceremonia de despedida en el ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada, bonita y muy emotiva, como es ineludible (al ritmo de Bach, Pachelbel y Hans Zimmer), alcanzado quizá la máxima expresión con la intervención de la nieta menor de don Gustavo, Jimena, que entre lágrimas recitó el Madrigal de Gutierre de Cetina, como le gustaba a su abuelo oírselo recitar, y del que en el número 139 (septiembre 2013) de El Catoblepas nos obsequió con el imprescindible análisis sobre el mismo, cuestionando la estructura y las visiones generales que se le han dado al mismo, y con unas involucraciones realmente fascinantes.

Rubén Franco, Aitor Ávarez Gustavo Bueno Martínez, Gustavo Bueno Sánchez  y Raúl Díaz[Oviedo, viernes 4 Febrero 2005, tras celebrarse la mesa redonda organizada por Nódulo Materialista titulada Europa a debate. En la foto de izquierda a derecha, Rubén Franco, Aitor Ávarez, Gustavo Bueno Martínez, Gustavo Bueno Sánchez y Raúl Díaz Suárez.]

Gustavo Bueno ya es uno de los nombres con mayúsculas que engrosan la Historia de la Filosofía. Por una parte nos invade la misma sensación que tuvo Julián Marías al enterarse del fallecimiento de Unamuno en 1937 en plena guerra en un tren camino de Valencia y que relata en 1953 («!Qué extraña orfandad recuerdo haber sentido, en un tren, una fría madrugada de guerra, al leer la noticia de la muerte de Unamuno! 'Ya no hay Unamuno'; ésta era la impresión desoladora, la tremenda soledad irreparable», Al margen de estos clásicos. Autores españoles del siglo XX, Afrodisio Aguado, Madrid 1966, página 33). Pero, por otro lado, la obra de Bueno siempre estará ahí, acompañándonos. Sucede igual que con las estrellas de cine, que es poner una película y ahí están de nuevo vivas, en tiempo presente (como señala José Luis Garci). Así, por ejemplo, Marilyn Monroe siempre está igual de viva y siempre podemos contar con ella (sobre Marilyn tiene Bueno un artículo de noviembre 2002, «La canonización de Marilyn Monroe», al cumplirse los cuarenta años de su muerte, ya que para él, como para Terencio, nada de lo humano le era ajeno -ni nada de lo hispano-). Y lo mismo nos sucederá con la obra del profesor Bueno. Nos deja 35 libros (el último, El Ego Trascendental, de hace tan solo tres meses, con algunos añadidos y correcciones del famoso y controvertido artículo monográfico de un Basilisco de 2009, clave para la ontología materialista y que sirve para demarcarse de otros quehaceres filosóficos), más centenares de enjundiosos artículos y múltiples participaciones en libros colectivos, así como horas y horas de vídeo donde le podremos ver en activo, con toda su vehemencia, defendiendo sus posiciones (en muchas ocasiones, polémicas, como no puede ser de otro modo) contra tirios y troyanos (cualquier interesado no tiene más que buscarlo en internet), en un permanente ejercicio de filosofía académica materialista (acordémonos de la faja de los Ensayos materialistas de 1972).

Fundó la revista El Basilisco en 1978, que sigue publicándose, y hemos podido disfrutar de un artículo suyo mensual en la revista electrónica El Catoblepas desde marzo 2002, cuando echó a andar. Y ahora que estamos en plenos Juegos Olímpicos, es muy pertinente recomendar su libro de 2014 Ensayo de una definición filosófica de la idea de Deporte, donde se habla largo y tendido del olimpismo y de las nematologías asociadas al mismo. Así como la letra de la canción «Soltando lastre» (2001) de Loquillo y Gabriel Sopeña afirmaba que «ya no somos inmortales, ahora somos eternos», se lo podemos aplicar a nuestro inolvidable autor (o dicho en los términos con los que Tomás García cerró de modo glorioso su intervención en el funeral: «Don Gustavo, la muerte no es el final; todos sabemos que su filosofía es inmortal»). Don Gustavo ya es eterno.

Desafíamos al lector a que cavile en cualquier pensador o filósofo de nuestro presente y compare la envergadura de su obra con la de Bueno. Aquí somos muy dados a no valorar lo que tenemos (uno se queda sin palabras para adjetivar el hecho de que no se le diese el Premio Príncipe o Princesa de Asturias -aunque a él le diese realmente igual- o de que aún no tenga una calle o una estatua en Oviedo). A que uno no sea profeta en su tierra. Pero, díganme, ¿quién hay de la misma talla intelectual y con la magnitud de una obra como la de don Gustavo en el mundo? ¿Noam Chomsky? ¿Mario Bunge? ¿Edgar Morín? ¿Badiou? ¿Cohn-Bendit? ¿Luc Ferry? ¿Fukuyama? ¿Onfray? ¿Zizek? ¿Sloterdijk? ¿Agamben? ¿Habermas? ¿Peter Singer? ¿Michael Sandel? ¿SaskiaSassen? ¿Safranski? ¿Finkielkraut? ¿Bauman? ¿Todorov? ¿Chantal Mouffe? ¿Martha Nussbaum? ¿Paul Krugman? ¿Sartori? ¿Steven Pinker? ¿Richard Dawkins? ¿Edward O. Wilson? ¿Comte-Sponville? ¿Antonio Damasio? ¿Jodorowski? ¿Amartya Sen? ¿Puente Ojea? ¿Thomas Piketty? ¿Hans Küng? ¿Roger Scruton? ¿Vargas Llosa? ¿Acaso algún español (y ya sé que alguno se molestará por ello)? ¿Javier Gomá (a quien hace días, el domingo 24 julio 2016, El Mundo dedicó !siete páginas! a un adelanto de su próxima obra de 2017)? ¿Emilio Lledó? ¿Manuel Cruz? ¿Gómez Pin? ¿Savater? ¿Javier Sádaba? ¿Subirats? ¿Mosterín? ¿Tomás Pollán? ¿Enrique Rojas? ¿Aurelio Arteta? ¿Acero? ¿José Antonio Marina? ¿Victoria Camps? ¿Adela Cortina? ¿José Luis Pardo? ¿Escohotado? ¿Salvador Paniker? ¿Eduardo Punset? ¿Juan Manuel de Prada? ¿Francisco Mora? ¿Carlos Taibo? ¿Tamames?¿García-Trevijano? ¿Ignacio Sánchez Cuenca? ¿Manuel Castells? ¿Jorge Verstrynge?

El éxito (potencial filosófico -definido apagógicamente frente a terceras opciones-) del materialismo filosófico no es que consiga brillantes análisis aislados, en terrenos éticos, políticos u ontológicos, como puedan hacer otros autores o escuelas de pensamiento sino el hecho de coordinarlos entre sí, sistemáticamente (como se ha encargado de señalar recientemente Javier Pérez Jara en el número 2 de la revista mexicana El Obstinado Rigor), en genuino ejercicio de filosofía académica, de estirpe platónico (y donde el principio de discontinuidad y de symploké son esenciales).

Por poner sólo un ejemplo del ninguneo (o sencillamente ignorancia) de la obra de Bueno en muchos ambientes filosóficos: ¿cómo es posible que una revista mensual como Filosofía Hoy, que lleva cincuenta y seis números publicados, no haya dedicado un especial o reportaje a Gustavo Bueno? ¿No han encontrado tiempo o espacio para hacerlo? Ha debido ser eso. Veremos si lo encuentran ahora ...

Decir que el porvenir de la filosofía de Bueno y el sistema filosófico por él creado (el materialismo filosófico) se verá con el tiempo, puede parecer una redundancia o un pleonasmo. Pero lo cierto es que se le ha traducido al inglés, alemán o chino, y el número creciente de conocedores de su obra y cultivadores del materialismo filosófico en todo el mundo pueden augurar un futuro prometedor (lo que se denomina Escuela de Oviedo). Ahora bien, no será fácil, ya que habrá que enfrentarse dialécticamente a numerosas ideologías que cautivan a la población, por su simplismo, su irenismo, su sectarismo o su fundamentalismo (político, científico o religioso). Vamos, características propias del Pensamiento Alicia, que Bueno certeramente diagnosticó en un artículo de 2005 (luego ampliado en libro al año siguiente). Uno de los temas que siempre ha defendido nuestro filósofo es un asunto plenamente de actualidad: el de la unidad de España. Su libro España frente a Europa de 1999 (y luego España no es un mito de 2005) supuso un atragantamiento para muchos desde entonces. Y antes, por ejemplo, de ponerse hablar de «estado plurinacional» deberían de saber algo de ontología y de teorías holóticas (y de Historia de España, claro), y conocer que la parte no puede decidir por el todo. Pero como decía Hegel (y que Bueno se encargaba, a menudo, de recordar), inútil es insuflar el espíritu a un perro a base de darle de comer libros.

Lo que nos queda a los admiradores de su enorme obra, es seguir ejercitándola, en la medida de nuestras capacidades, y aunque, por nuestra parte, no podremos (ni lejanamente) hacer cierto aquello de que no hay mejor discípulo que el que aventaja al maestro (ya Bueno se refiere a esta expresión en su segunda publicación, de 1946, una reseña del libro del padre Ceñal, Cartesianismo en España. Notas para su historia (1650-1750)), aplicaremos una de las máximas de Julián Marías: «Por mí que no quede». Hay que dar batalla en el terreno de las ideas. Más vale camino que posada, como gustaba referir cervantinamente don Gustavo, y que predicó con el ejemplo. Lo contrario es o el gnosticismo (el retiro del mundo) o el suicidio. Y para ello hay que empezar por nuestro entorno inmediato, como dice Bueno en la valiosa introducción de La metafísica presocrática de 1974. Para luchar contra el pensamiento tuiter y las imágenes con frases de autoayuda que circulan por redes sociales el materialismo filosófico es imprescindible.

Han escrito diversos autores en prensa sobre Bueno, a propósito de su fallecimiento. Así, Javier Gomá, Manuel Cruz, Agapito Maestre, Sánchez Dragó, Sánchez Tortosa, José Luis Villacañas, Herman Tersch, Manuel Fernández Lorenzo, Alberto Hidalgo, Román García, Pablo Huerga, Antonio Rico, Juan Velarde ... (puede verse una selección en el Proyecto de Filosofía en Español: filosofia.org/bol/not/bn071.htm). Algunos son grandes escritos y demuestran una honradez intelectual alabable. Otros (tanto en periódicos como en comentarios digitales) en absoluto lo son y dicen muy poco de sus autores, y siquiera citarlos sería darles una publicidad que no se merecen. Pero, en su momento, habrá que realizar una clasificación de esos escritos, distinguiendo, por ejemplo, entre tumores malignos y benignos, como ya hiciera el maestro en 2006, a raíz de los comentarios que se vertieron con motivo de la publicación de Zapatero y el pensamiento Alicia. Nobleza obliga. Pero ahora no es la ocasión de hacerlo.

Quedaría mucho por decir. Pero ya habrá tiempo en otra ocasión, con más calma y sin límites de espacio, de hablar larga y tendido sobre otros aspectos de la obra de Bueno («una vez que la muerte ha 'totalizado' su obra es ya posible comenzar a re-flexionar sobre ella», escribía el propio Bueno en La Nueva España el 4 diciembre 2003, a propósito del fallecimiento de Santiago González Noriega). Éste es tan solo un escrito de urgencia, de agradecimiento, recuerdo y homenaje de su persona. Larga vida al profesor. Muchas gracias, maestro. Muchas gracias, don Gustavo.

Pola de Siero, domingo 7 agosto 2016
Pola de Siero, sábado 13 agosto 2016

Rubén Franco y Luís Martínez, 28 de marzo de 2015, Oviedo[Rubén Franco y Luís Martínez, 28 de marzo de 2015, Oviedo]

PD: Sirvan también estas líneas en recuerdo de Luis Martínez García, de La Almunia (Zaragoza), fallecido el pasado 11 junio 2016, tras padecer una enfermedad, que, cuando parecía superada, rebrotó, dando término a la vida de esa buena persona que fue Luis. Fue un habitual en los últimos años de los Encuentros de Filosofía de Oviedo en Semana Santa y de los cursos de verano en Santo Domingo de la Calzada.

Luis fue un buen ejemplo de hombre autodidacta y de que se pueden afrontar cuestiones filosóficas de envergadura cuando realmente hay interés en ello. Él, pese a ser un hombre que trabajó en el campo, sin estudios, siempre estuvo leyendo y acudiendo a conferencias. Así, por ejemplo, a las de Julián Marías. Tenía varios libros suyos que nos regaló en 2014, a sabiendas de que estábamos realizando la tesis doctoral sobre él.

Él, que era todo generosidad, colaboraba en Proyecto Hombre para ayudar a sujetos que estaban en situaciones complicadas. Y se permitía el lujo de dos viajes al año: a Oviedo y a Santo Domingo. Decía que el Grupo de Oviedo o la Escuela de Oviedo era gente con un nivel de primera, de lo mejor que había en España, con una diferencia abismal respecto a lo demás que se hace. Que se percibía a poco que se viesen los vídeos, se leyesen los artículos y se escarbase un poco. Y él, podemos asegurar, lo hacía. Estaba al tanto de cada artículo de El Catoblepas. Se veía cada vídeo de la Fundación Gustavo Bueno. Algunos hasta varias veces. Hasta incluso se había puesto a leer El Ego Trascendental (aún con mucha dificultad, como es natural).

Hablamos con él por última vez el 14 abril 2016 y nos confesó que el último análisis médico afirmaba que estaba recuperado por completo. Él ya llevaba diez días regresando paulatinamente a la normalidad, a su ritmo habitual de trabajo (andando en bici, ayudando a los drogadictos ...). Por desgracia, la enfermedad reapareció. Pero, a la manera de su admirado Gustavo Bueno, murió con las botas puestas, ya que según nos ha confesado su hermano Pedro (que durante tantos años tuvo una pastelería, de la que muchos podemos dar buena fe, ya que siempre venía Luis con el coche cargado de dulces para obsequiarnos), hasta los últimos momentos de su vida les pedía a sus familiares que le pusiesen vídeos de Bueno en la tableta electrónica (allá por el mes de febrero de este año, 2016, cuando impartió su conferencia en la EFO Miguel Ángel Navarro Crego el último día de mes y comprobó que don Gustavo no estaba presente -como era habitual-, nos preguntó por ello y se siguió interesando por la salud de Bueno en sucesivas llamadas telefónicas).

Luis: otro ejemplo de bonhomía y de lucha. No te olvidaremos.

Pola de Siero, martes 16 agosto 2016

 

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