Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
Jamás la persona que soy ha sido dinamizada con tanta fuerza en intensidad como por el hombre y las obras del Filósofo. Ciertamente, a su lado palidecen la mayor parte de fruslerías que han aparecido en esta miserable y deliciosa existencia.
Sí, odiamos a todos los dioses pero ello no nos impide ver la llama que ha dejado en España la persona de Gustavo. Gracias a ella, nos hemos atrevido a pensar incluso contra su filosofía. Porque somos amantes de la verdad pero no sus esclavos. En el Panfleto contra la filosofía de Pablo Iglesias y compañía, a él dedicado, considerábamos a sus discípulos como testigos de la potencia española del pensar. Verdaderamente, el privilegio de haber mirado de cerca a este filósofo griego nos ha hecho cambiar la vocación por la que discurríamos previamente.
Monstruo del pensamiento dialéctico, agitador de conciencias dormidas, provocador de indolentes, español sin complejos, nos inspiraba el terror cual basilisco viviente. Gracias a él, dejamos de creer en los mitos falaces como Dios, Izquierda, Razón o Felicidad plebeya. Hemos aprendido lo que ya sabíamos: a luchar por las ideas en contra de todos los sofistas de a pie. Ahora bien, lejos de nuestra intención, afirmaciones infantiles del superhombre. Solo podemos mirar nuestra hybris. Tener conciencia de la necesidad es aprender a ser libres desde los límites.
Felipe Giménez decía plásticamente: «ahora podemos tutearnos» y lo decía con cierta razón. Cada vez que teníamos la posibilidad real de acudir personalmente a aprender de sus conferencias o de verlo en la tele lo hicimos. Además, contamos con la fortuna de poder contemplar las deliciosas teselas, exposiciones y réplicas que desde la FGB tenemos a nuestra disposición. En cualquier momento, tanto en debates como en clases magistrales, se observa una capacidad dialéctica sin precedentes. Agudeza, ingenio, fortaleza, astucia, abstracción, concreción y toda suerte de estrategias dignas de un maestro de maestros. Le vimos combatir con fiereza, como a un guerrero heroico que narran los libros y testimonios reales. Sus posiciones eran brindadas sin pusilanimidad. A todas horas nos regalaba argumentos para avanzar tanto como fuera posible. A decir verdad, nosotros, que no hemos asistido jamás a batallas reales cruentas, bien diríamos que haberlo escuchado polemizar es lo más parecido al combate. Ello porque no es un posmoderno del pensiero debole sino un caso inusual entre nuestros compatriotas tan prestos como somos al uso de la inteligencia emocional imbécil y de sus habilidades sociales tan hipócritamente correctas y tan pérfidas éticamente. Por esto solo, este español merece ser reconocido si lo que hace lo hace desde la razón y no desde la pasión. (No se nos pregunte ahora qué es la razón, por favor. Él nos enseñó repetidamente a no caer en el engaño de la hipóstasis metafísica).
Ahora bien, ¿cómo se puede formar un genio de este tipo? Primero, es preciso nacer en España; además, se precisan dotes individuales inhabituales acompañadas de una tierra fértil dispuesta a lanzarse a filosofar y, por último, no tenemos ni idea de cómo surgió nuestro Maestro.
Durante muchos años, no nos ha interesado tanto un ser que con su fuerza y habilidad filosófica nos proporcionaba un acicate contra la estulticia. Su obra permanecerá durante el tiempo que dure una tribu un poco espabilada.
Siempre tuve la sensación de que iba más allá de lo aparentemente dado y he de reconocer el gozo que produjo en nuestra persona conocer a este español. Podemos escribir páginas y páginas acerca de Don Gustavo. No es el momento.
Gustavo Bueno es esencia de España, en él Platón, Aristóteles, Epicuro, Séneca, Marx, Lenin, Hegel y Pirrón. En él, Francisco Suárez, Barbado, la escolástica toda y su negación.
El curso que viene, en el 2017, en León, de España no de México, haremos otro homenaje más al hombre que me enseñó a despreciar y a ser despreciado por amor a la sabiduría, a amar y a ser amado por odiar la ignorancia.
Viva por siempre Don Gustavo en nosotros y en las generaciones venideras. Valete.