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El Catoblepas, número 167, enero 2016
  El Catoblepasnúmero 167 • enero 2016 • página 3
Artículos

García Morente precursor de la Axiología

José María Méndez

Valoración sobre la influencia de García Morente en los fundamentos de la Axiología.

Elementary Logic de Benson Mates y El Profesor García Morente sacerdote, de Mauricio de Iriarte

1. Dos libros muy distintos.

En los años 60 leí casi al mismo tiempo los dos libros que más influencia iban a tener en mi trayectoria intelectual. Curiosamente, nada tenían que ver entre sí.

El primero fue Elementary Logic de Benson Mates{1}. Era la primera noticia que tuve de la formalización de la Lógica. Desde entonces he procurado aproximarme lo más posible al reciente cálculo lógico, que ha permitido la existencia de ordenadores y la consiguiente revolución informática que ha venido después. Nunca en la historia de la humanidad se ha dado, ni se dará, un paso adelante tan formidable y decisivo hacia la verdad y la racionalidad.

El segundo fue El Profesor García Morente sacerdote, escrito por Mauricio de Iriarte{2}. El él se hizo público el Hecho Extraordinario, las sesenta cuartillas manuscritas que Manuel García Morente entregó en mano a su confesor, el director espiritual del Seminario de Madrid tras la Guerra Civil, José María García Lahiguera.

En el libro se hacía constar que ese impresionante texto fue conocido únicamente por G. Lahiguera, y sólo después de la muerte de su autor fue entregado a Iriarte, para que lo incluyera en la obra que estaba preparando. Más exactamente, Iriarte preguntó a G. Lahiguera si podía proporcionarle alguna información sobre G. Morente. Y la respuesta fue: le daré algo mejor que una información, aquí tiene un texto manuscrito mucho más importante de lo que Vd. podría esperar. Habían pasado catorce años desde que murió G. Morente.

Tanto me impactó la lectura del Hecho Extraordinario, que inmediatamente nombré a G. Morente mi ángel tutelar en la investigación que estaba realizando sobre la Filosofía de los Valores, como entonces era llamada. Llevaba años preguntándome cómo subordinar la Economía a la Ética, o cómo lograr una economía que mereciera el calificativo de humana. Por eso los dos tomos de mi Tratado de Axiología están dedicados a la memoria de Manuel García Morente.

De una parte, el convencimiento de que hoy día ya no es honesto intelectualmente filosofar desconociendo la Lógica formalizada moderna, y de otra parte la axiología in nuce, que G. Morente más bien presintió que razonó, marcaron para mí la pauta a seguir para intentar llegar a una axiología que pudiera merecer el adjetivo de completa, o sea, con todos los valores y no sólo los éticos u obligatorios.

2. Los cuatro pilares de la Axiología: Kant, Scheler, Hartmann y Frege.

Hume fue el primero en denunciar la falacia es debe ser, la pretensión de deducir lo que debe hacerse a partir de lo que se hace. Pero fue Kant el que decididamente intentó construir la ética partiendo del deber como tal, con independencia de cuáles sean de hecho las conductas humanas.{3}

Hasta entonces siempre se había incurrido en la falacia denunciada por Hume de dos maneras, que pudiéramos llamar grosera y fina.

La forma grosera va desde el hedonismo de Aristipo hasta la ética del consenso o del diálogo de la Escuela de Frankfurt en nuestros días. El deber ser es lo que hacemos de hecho, o lo que decidimos nosotros que debe hacerse.

La manera fina viene de Aristóteles, que pensaba que la ética sólo era posible, si una metafísica previa decidía antes cuál es la naturaleza humana o la esencia del hombre. La llamada filosofía escolástica siempre ha mantenido este errado criterio metodológico.

Kant cortó ese doble nudo gordiano y partió del deber ser como tal. Prescindiendo de sus lamentables errores en otros puntos, que ahora no hacen al caso, podemos quedarnos con lo aprovechable para nuestro propósito: su imperativo categórico. El componente formal de la Axiología lo puso Kant en el deber ser como tal. Este es el primer pilar en que se apoya la Axiología.

Un complemento material lo aportó Scheler. El opuso enfáticamente su ética material de los valores al formalismo vacío de Kant. Pero en realidad se trataba más bien de un feliz complemento, y no de una incompatibilidad insuperable. El libro de Scheler se hizo popular en todo el mundo y concretamente en España recibió la entusiasta adhesión de Ortega, G. Morente, Gaos, Maeztu y otros muchos. Incluso se llegó a hablar de Escuela de Madrid. Debemos además a Scheler la sugerencia de una jerarquía de los valores según su altura (die Hôhe), que de algún modo los ordenaría según su dignidad o excelencia. Este es el segundo pilar de la Axiología.

Nicolai Hartmann pensaba que su jerarquía según la fuerza (die Stärke) se oponía frontalmente a la jerarquía de Scheler. También él veía sólo una oposición, cuando era posible la compatibilidad. En un esquema bidimensional ambas jerarquías se complementan y se refuerzan mutuamente. El orden según fuerza se formaliza como una condición necesaria. Si no amas al prójimo, tampoco amas a Dios. Por eso el amor a Dios es más alto que el amor al prójimo. Hartmann constituye el tercer pilar de la Axiología.

La compenetración mutua entre altura y fuerza permite la ubicación de los valores en un esquema cartesiano. Eso es ya matemática ordinal. O si se prefiere, es ya una semiformalización lógica.

Por último la Lógica moderna ha mejorado y refinado la propuesta de Kant al confirmar que el deber-ser ético se formaliza lo mismo que el Ipsum Esse o Ser necesario. Cabe además formalizar con total rigor tres conceptos axiológicos fundamentales: 1) la definición del valor como lo que debe ser, sea o no sea, 2) la universalización de los valores éticos, 3) la inexistencia de ideas platónicas negativas. Debemos a Frege el cuarto pilar.

Sobre estos cuatro pilares se asienta la Axiología que se expone en mi Tratado de Axiología y en la Introducción que lo resume.{4} Para ser más exactos, digamos que hay dos pilares formales, Kant y Frege, y dos pilares materiales, Scheler y Hartmann.

Antes de su conversión, la Axiología de Morente era muy endeble.

Morente conocía perfectamente a Kant y Scheler. No recurre a Nicolai Hartmann, aunque lo escuchó en Marburgo. En todo caso, no supo apreciar la importancia de la fuerza como segunda dimensión para una jerarquía bidimensional de los valores. Y desconoció en absoluto la lógica formalizada. Su base de partida era por tanto claramente incompleta.

De los cuatro pilares en que a mi juicio se asienta la Axiología sólo disponía en realidad de uno: Scheler. La enorme ola de entusiasmo por los valores que se desató con el libro de este autor lo envolvió, lo mismo que a tantos otros en el ámbito intelectual hispánico de aquella época{5} Pero al prescindir estos autores del deber ser, ya que aceptaron sin reservas la frontal crítica de Scheler al formalismo kantiano, se estaba eliminando el pilar formal de la entera teoría de lo valioso. No se cayó en la cuenta de que la doctrina de Scheler, tomada en sí misma, carece de toda enjundia metafísica. Es mera superficialidad bien intencionada, prosa apasionada y muchas veces brillante, pero en el fondo frívola. En rigor, esta supuesta axiología vuelve otra vez a la falacia esdebe ser. Cabe hacer esta radical crítica a todos los autores de lengua castellana que escribieron y escriben aún en la estela de Scheler, y sólo de Scheler.

La mejor muestra de ello la encontramos en la definición de valor que propuso Ortega. Los valores son un linaje peculiar de objetos irreales, que residen en objetos reales como cualidades sui generis.{6} Siguiendo a Scheler, y sólo a Scheler, es inevitable el absurdo prejuicio de que hay soportes para los valores, u objetos reales que sostienen los objetos irreales, como dice Ortega. García Morente hizo suya esta pintoresca definición de los valores como cualidades irreales que hallamos en las cosas de nuestro mundo,y la repite insistentemente.{7} Frondizi, llegó a afirmar que los valores son parasitarios.{8} Incluso en nuestros días Gracia habla de seres humanos, seres vivos y seres materiales como los soportes de los valores.{9}

Ahora bien, si los valores son inseparables de sus soportes, éstos últimos ya son, ya existen de hecho. Y de ahí no cabe derivar ningún deber ser, que intime nada menos que el interior de nuestra conciencia moral. Toda esta amplia y excelente literatura sobre los valores, que va desde Ortega hasta Gracia, no escapa por desgracia al falso salto lógico esdebe ser.

Curiosamente, Morente veía en los valores algo mucho más formidable y grandioso que unas pobres cualidades irreales en cosas reales. Veía nada menos que los fines que dan sentido a la vida humana. Tan es así, que en frase ciertamente lapidaria escribió: El progreso es la realización del reino de los valores por el esfuerzo humano{10} Los valores iluminan entonces nada menos que el destino del hombre y el sentido de la entera historia de la humanidad. Mucho edificio para tan endebles cimientos.

Es sin duda extraño que Morente no cayese en la cuenta de que las cualidades irreales de las cosas son algo muy liviano en lo ontológico para justificar nada menos el entero progreso humano. En todo caso, tomemos nota de que ya en los años treinta anidaba en su espíritu la apertura a una fundamentación de los valores con más fuste metafísico que la definición de Ortega. Una latente disposición de ánimo -o Gesinnung, como diría Scheler- que luego facilitó sin duda su conversión.

Quizá la clave explicatoria para esa desproporción entre una teoría metafísica tan pobre sobre los valores y la enorme dignidad que se les atribuye sea simplemente ésta. Scheler era creyente cuando escribió su Materiale Wertethik y se comprenden sus arrebatos de entusiasmo hacia lo divino. En cambio G. Morente era ateo -o al menos estaba convencido de que lo era- cuando con más fervor trataba de construir una axiología en la estela de Scheler, pero que fuera laica. La altura de Scheler apuntaba claramente a Dios como fundamentación última de lo valioso, pero Morente, siguiendo fielmente a Ortega, buscaba los valores fuera de Dios.

Después de su conversión, G. Morente mejoró la base teórica de su Axiología.

En la nueva etapa de su vida Morente aspiraba a unificar Scheler con Santo Tomás de Aquino. Al decidir hacerse sacerdote, tuvo que habérselas con la Filosofía Escolástica, en la que nunca antes había profundizado. Entonces se dio cuenta de la distancia que mediaba entre la dignidad suprema de los valores y la rastrera definición de ellos que proponía Ortega.{11} Por desgracia su prematura muerte le impidió llevar a cabo este ambicioso proyecto. Pero en todo caso después de su conversión era plenamente consciente de que los valores hay que ponerlos en último término en Dios, si es que verdaderamente deben ser. El fundamento último de todo lo valioso no puede estar en supuestos soportes de este mundo. Sólo cuando fundamentamos los valores en Dios pueden resonar en el interior de nuestra conciencia moral, como una voz que viene de lo alto, y nos intima en lo más profundo de nuestro ser con una fuerza que nada de este mundo posee. Morente estaba ya en condiciones de escapar a la trampa lógica esdebe ser.

Esta más elevada y seria perspectiva sobre los valores salta a la vista al observar, por ejemplo, cómo Morente habla ahora en un tono completamente nuevo, al invocar el valor supremo de la Verdad, que ciertamente no necesita de ningún soporte, ni es parásito de nada.

Pero ¿qué verdad? No ciertamente una verdad cualquiera, particular y circunscrita, sino la verdad absolutamente primaria, la verdad que es fuente de cualquier otra verdad, la verdad de donde dimanan las demás verdades. Mas esta verdad absolutamente primaria: ¿dónde encontrarla? Recordemos el paralelismo perfecto -los filósofos lo llaman trascendental- entre la verdad y el ser. Recordemos que la verdad se adapta perfectamente a todas las sinuosidades de la realidad; que el orden y disposición de las cosas en la verdad son idénticos al orden y disposición de las cosas en la realidad; o dicho de otro modo, que la verdad y el ser pueden convertirse. La verdad absolutamente primaria será pues también el ser absolutamente primario, es decir, será la verdad de Dios. El objetote la sabiduría absoluta es pues Dios.{12}

Con todo, y a pesar de su brillante prosa, si formalizamos lo que dice Morente se reduce a esta trascendental aunque insuficiente afirmación formalizada:

LogosEsse

Lo que nunca pudo sospechar nuestro autor es que esta genérica y única correspondencia biunívoca se desglosa por la Lógica formalizada moderna en tres trascendentales coimplicaciones{13}

Válido Vz
no puede no ser verdad

Ne Necesario
no puede no existir
Consistente Cs
puede ser verdad & puede no ser verdad)

Po Posible
puede existir & puede no existir)
Contradictorio Ct
no puede ser verdad

Im Imposible
no puede existir

Morente también desconoció que el deber-ser se formaliza exactamente igual que el Ser Necesario. Saber esto le hubiera llevado enseguida a superar los resabios contra el formalismo kantiano, heredados de Scheler. Hubiera aceptado el imperativo categórico, y su formalización en la nueva lógica, como los dos pilares formales de la Axiología.

Pero en cualquier caso la lógica escolástica bastó para abrir su pensamiento a horizontes nuevos, aunque por desgracia no tuvo tiempo para explorarlos. El camino estaba ya despejado para llegar a una Axiología basada en los cuatro pilares citados al principio. Otra cosa es que muriese sin haber tenido noticia del alcance y trascendencia de la lógica formalizada moderna. O su insuficiente comprensión de la fuerza de Hartmann.

En todo caso, recordemos estas iluminantes y sinceras palabras suyas:

«El uso de las cosas por el hombre está condicionado. No puede ser absoluto, puesto que sólo el Creador tiene absoluto derecho sobre todo lo creado. ¿Qué norma para dicho uso? Evidente: el fin del hombre. Las cosas pueden ayudar al hombre a conseguir su fin. Úsense entonces y precisamente para la consecución del fin ¿Pueden estorbar las cosas a esa consecución? Entonces no se usen; es más, apártese de ellas el hombre. Pero sucede que las cosas (su espectáculo, su manejo, su posesión) pueden despertar en nosotros afecto, apego, pasión por el placer que nos proporcionan; o despego, aversión desafecto por el dolor que nos causan. Pues bien ese placer y ese dolor son accidentes secundarios y de ninguna manera pueden considerarse como fines. Así cuando usamos, poseemos o contemplamos algo por el placer que ello nos causa, sustituimos nuestro fin por el afán de deleite. Entonces usamos las cosas no en tanto en cuanto nos conducen al fin propuesto, sino en tanto en cuanto proporcionan placer. Ponemos nuestro propio placer en el lugar que corresponde a Dios. Todo el universo queda con esto trastocado, deforme, monstruoso. Nuestra alma rompe la armonía de sus proporciones. El afán de deleite nos desvía de la persecución del único valor absoluto. Ello equivale a renunciar a nuestro fin y renegar de nuestro esencial destino»{14}

Para concluir, digamos que la Axiología completa y basada en los cuatro pilares citados describe los valores como las perfecciones realísimas de Dios. Concibe al ser humano como un ente dotado de entendimiento y libertad positiva que tiene ante sí el arco de los valores propios -éticos, estéticos y religiosos- como los fines a realizar con su vida.{15}. El deber ser de la ética es visto como la intimación de los mandatos de Dios en la conciencia. Los valores estéticos aparecen como reflejos de la Belleza en sí que de Dios dimana. Los valores económicos o derivados son vistos como los medios a nuestra disposición para alcanzar los valores-fines.

Y por último amplía las tres equivalencias anteriores como sigue

Logos Esse Ética
Válido Necesario Obligatorio
Consistente Posible Permitido
Contradictorio Imposible Prohibido

Esta triple equivalencia extendida es en realidad lo mismo que nuestros dos pilares formales, Kant y Frege, reunidos.{16}

Sobre todo, G. Morente fue precursor de la Axiología con el ejemplo de su vida.

Si en el ámbito teórico G. Morente no pudo culminar una Axiología completamente satisfactoria, ciertamente lo consiguió de sobra en el ámbito práctico. Vivió de modo sacrificado y admirable los valores, lo que es y vale mucho más que conocerlos, incluso en la más perfecta y elaborada teoría.

En el Hecho Extraordinario relató, con una sinceridad y exactitud que emocionan, nada menos que su experiencia de Jesucristo presente. Allí estaba El. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero El estaba allí.{17}

Como antes dicho, tras una de sus confesiones semanales entregó su manuscrito pulcramente pasado a limpio a G. Lahiguera, añadiendo sólo que le rogaba lo leyera. Cuando se vieron la semana siguiente, ni G. Morente preguntó nada, ni G. Lahiguera aludió al tema. Y según se afirma en el libro de Iriarte, nunca jamás hablaron sobre esta experiencia tan íntima y fuera de lo normal.

La extraordinaria vivencia espiritual de G. Morente era obviamente la clave explicatoria de su decisión hacerse sacerdote. Hay que ojear la prensa de aquellos años para hacerse una idea adecuada del enorme escándalo que ello supuso, dada la relevancia académica y política de G. Morente. Sólo así se puede apreciar lo que sufrió G. Morente a causa de su heroico silencio hasta la muerte sobre el motivo último de su determinación de ordenarse sacerdote, y que tanto sorprendió a la opinión pública.{18}

Su conducta fue ciertamente la de un enorme héroe moral, pues recibió bofetadas por la derecha y por la izquierda, y siempre sin protestar ni responder.

Algunos falangistas se ensañaron con él acusándole de despreciable chaquetero que quería medrar en la nueva situación política. Incluso en la Iglesia, la mayoría de los obispos recelaban de una intempestiva vocación al sacerdocio, para la que no veían motivos proporcionados. Sólo su antiguo y leal amigo, conocido de antes de 1936, el Obispo de Madrid Eijo y Garay, le defendió con firmeza y desde el primer momento. De haber faltado él, a G. Morente le hubiera sido muy difícil encontrar un obispo que le ordenase.

En el bando opuesto, Ortega y los demás compañeros de la Institución Libre de Enseñanza le retiraron el saludo. Después de Ortega, Morente era considerado el segundo en la Institución, por su prestigio académico y su labor como Decano de la Facultad de Filosofía en la Ciudad Universitaria de Madrid, construida bajo su mandato. Su ordenación sacerdotal fue considerada por los intelectuales de izquierda como una miserable traición y una afrenta imperdonable.

Lo más admirable de Morente es que nunca se defendió ni de unos ni de otros. Y mucho menos declaró a nadie la razón profunda por la cual se ordenaba sacerdote. Esto sólo se supo cuando Iriarte publicó su libro en 1956. Preparaba un trabajo sobre los intelectuales que se exiliaron en la Guerra Civil y luego volvieron. Morente era uno de ellos, y por eso buscó informarse con G. Lahiguera. Cuando éste le entregó el manuscrito, su libro se centró luego sólo en Morente. Este murió prematuramente en 1942. Pasaron catorce años en que el manuscrito fue conocido sola y exclusivamente por G. Lahiguera. Hasta pudo ocurrir que se hubiese perdido, si Iriarte no hubiese intervenido y G. Lahiguera hubiese persistido en su largo mutismo.

Dos preguntas.

Cuando años después Mons. G. Lahiguera era Arzobispo de Valencia tuve la ocasión de hacerle dos preguntas sobre el Hecho Extraordinario. La conversación discurrió como sigue:

En el libro de Iriarte se dice que G. Morente le entregó el manuscrito y se limitó a pedir que lo leyera. Pero luego ni él preguntó nada, ni Vd. le dijo nada ¿Es eso cierto?

– En efecto, así fue. Así se lo conté al P. Iriarte y él lo reprodujo fielmente.

Comprendo que G. Morente no le preguntase nada por pudor. A este pudor alude precisamente en el Hecho Extraordinario. Pero si le hacía una consulta sobre un posible autoengaño, parece lógico que Vd. le contestara. ¿Por qué no le dijo nunca nada?

– Cuando me dio el manuscrito observé que se quedaba tranquilo, como si se quitara un peso de encima. Cuando vino la semana siguiente y no le dije nada, me pareció más tranquilo aún. Entendí que mi silencio era suficiente respuesta a sus dudas. Y luego nunca pude observar en él atisbo alguno de impaciencia, ni siquiera de curiosidad, por saber más.

Sólo cabe comentar que entre dos personas inteligentes sobran muchas palabras. A veces todas, como en este caso.

Notas

{1} Oxford U.P. 1956. Trad, esp. Tecnos, Madrid 1971.

{2} Espasa Calpe, Madrid 1956. Hay dos textos manuscritos. La copia en limpio se conserva en las Oblatas de Cristo Sacerdote, congregación fundada por Mons. García Lahiguera. El borrador está en poder de los nietos de G. Morente.

{3} La distinción entre ser y deber-ser volvió a plantearse por Lotze de manera más imprecisa como oposición entre ser y valer. García Morente la hizo suya. Los valores -repitámoslo- no son, sino que valen dice en Ensayos sobre el Progreso, Ed. Encuentro, Madrid 201, pág. 69. Pero la noción de valer es demasiado ambigua. Ha dado lugar a teorías muy pobres metafísicamente, como la de Scheler y la del propio G. Morente en los años treinta. El valer sólo adquiere pleno sentido cuando se lo entiende como deber-ser. Pues el deber-ser se formaliza lo mismo que el ser necesario y la validez lógica.

{4} José María Méndez, Tratado de Axiología. Ed. Estudios de Axiología. Tomo I, Madrid 1985. Tomo II Madrid 1988. Mismo autor, Introducción a la Axiología, Ultima Línea, Madrid 2015. Idéntica doctrina axiológica completa se ofrece ON LINE en www.axiologia.hol.es

{5} Aparte de Ortega y Morente citemos a Risieri Frondizi ¿Qué son los valores? FCE, México 1968 y recientemente a Diego Gracia, Valor y Precio, Triacastela, Madrid 2013.

{6} José Ortega y Gasset, ¿Qué son los valores? en Obras Completas, Tomo VI, Revista de Occidente, Madrid 1947, 316

{7} Ensayos sobre el Progreso, Ed. cit., 57

{8} Los valores tienen una existencia parasitaria; se nos presentan siempre apoyados en un sostén. Risieri Frondizi, O.c., 37

{9} Diego Gracia, O.c., 195

{10} Ensayos sobre el Progreso, 57

{11} Morente comprendió la insuficiencia de la estimativa de Ortega y su definición de los valores como cualidades irreales de cosas reales. Juan Miguel Palacios alude a ello en el Prólogo de la reciente edición de los Ensayos sobre el Progreso, 17. Se conserva una nota manuscrita de Morente: Repensar la tesis que defiendo en Ensayos sobre el Progreso: que `el valor no es ser, sino valer’. Esa reflexión pendiente le hubiera llevado probablemente desde el ambiguo valer hasta el formalizable deber-ser.

{12} Conferencia en la Universidad de Valladolid en 1940. Se contiene en El "Hecho Extraordinario", Rialp, Madrid 2009, 61

{13} Nótese que Contradictorio = no Válido y Válido = no Contradictorio (negador delante). En cambio Imposible = Necesario no es y Necesario = Imposible que no sea (negador detrás). La posición del negador es aquí crucial. Cfr. Inicio del Filosofar en Revista Altar Mayor, Nº 168, Madrid, 2015. Pág. 991

{14} G. Morente siguió unos Ejercicios Espirituales dirigidos por G. Lahiguera. Tras cada meditación redactaba unas notas, que se publicaron por Espasa Calpe, Madrid 1961, 48.

{15} La libertad no es un valor, contrariamente a tan repetido tópico. La libertad positiva, o capacidad de hacer el bien y el mal, no es un valor, sino el ente que tiene delante de sí los valores en cuanto fines de su existencia. La libertad negativa, o posibilidad de hacer el bien o el mal aquí o allá, de una manera o de otra, no es tampoco un valor estrictamente hablando, sino el resultado de que los que me rodean vivan más o menos los valores-fines. Si todos los vivieran del todo, yo tendría toda la libertad negativa que los valores me conceden.

{16} Nótese que Prohibido = Obligatorio no hacerlo y Obligatorio = Prohibido no hacerlo. El deber -ser ético se formaliza exactamente igual que el Ser Necesario (Cfr. Nota 13). El lenguaje jurídico divide la acción humana en prohibido y permitido. Y dentro de permitido ubica el subconjunto de lo obligatorio. Eso basta para que los juristas eviten las contradicciones cuando hablan entre sí, pero es incorrecto en estricta Lógica.

{17} El "Hecho Extraordinario", Rialp 5ª ed. Madrid 2009, 42

{18} Aparte de los ataques de uno y otro bando, estaban sus preocupaciones personales. Tenía que mantener a sus dos hijas, la mayor viuda -su marido fue paseado por los rojos en 1936- y con dos niños de corta edad. Y por si fuera poco, también estaba a su cargo algún pariente anciano y sin medios.

 

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