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El Catoblepas, número 152, octubre 2014
  El Catoblepasnúmero 152 • octubre 2014 • página 8
El mundo no es suficiente

¿Quién recoge los «brotes verdes»?: El supuesto fin de la crisis en España

Grupo Promacos

Se analizan los síntomas de recuperación económica que el gobierno de España publicita en los medios de comunicación de manera tan optimista como oscura.

El solar hispano

Desde hace unos meses el gobierno de España ha ido expresando, por distintos medios y a través de distintos agentes, un mensaje que la población en general lleva tiempo esperando escuchar, a saber, indicios de recuperación económica: el fin de la crisis. En agosto de este mismo año, en la presentación del libro Empleos y crecimiento: apoyando la recuperación europea, editado por el FMI y acompañado por el ministro alemán de finanzas Wolfgang Schäuble y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, el Ministro de Economía y Competitividad de España, Luis de Guindos, lanzaba el citado mensaje de la recuperación y la llegada del ansiado crecimiento (del 1%) para el año 2014. Tanto el ministro alemán como la directora gerente del FMI se congratularon de esta noticia y atribuyeron los síntomas de recuperación a sus propios consejos, recomendaciones y variadas recetas que acabaron por imponer a nuestro gobierno.

Y ciertamente, desde el pasado verano, hemos ido recibiendo noticias que de una manera u otra refrendaban este anuncio euro-ministerial. Mínimos en la prima de riesgo, traslado a España de plantas de Ford o Renault, una reducción del paro escasísima pero real frente a la destrucción irrefrenable del empleo en los últimos años, un sistema fiscal saneado gracias al «rescate» o las «ayudas» europeas que se han ido recibiendo y que garantizan la liquidez de los bancos, una ligera reducción del déficit del Estado, estabilización de las empresas, etc., etc.… Y si bien estos síntomas, estos indicios de recuperación, no se perciben en el cotidiano día a día del sufrido españolito de a pie, sí que suponen, según De Guindos y la prensa económica española, al menos, un cambio de orientación en los indicadores de las gráficas con las que sesudos economistas analizan el día a día de la solvencia española.

Sin embargo, desde el Grupo Promacos, debemos atemperar los ánimos volviendo a pensar con un mínimo de análisis crítico todas estas cuestiones que afectan directamente de uno u otro modo al curso y al cuerpo de la nación Española. Si bien es verdad que se vislumbran los famosos «brotes verdes», no estaría de más saber cuál es su naturaleza, quién los plantó, en qué suelo, a quién benefician y si en un futuro esos «brotes» se transformarán en efectivas «frutas, verduras y hortalizas» susceptibles de paliar las necesidades generadas por una población cuyo 26% está en paro…

De entrada, no nos sorprende, y de paso, aclara mucho, que los que se alegraran de este «repunte» de la economía española sean Alemania, el FMI y el gobierno español, cómplice de los anteriores al plegarse completamente a sus dictados. Y no sorprende porque han sido precisamente sus recetas las que, efectivamente, han conseguido este repunte y éstas medidas fundamentalmente han sido: inyección de liquidez en la banca, recorte del gasto público y reforma laboral. Como resultado de estas medidas y debido a la presión generada por un 26 % de paro en el mercado de trabajo —trabajo, por cierto, que como ha recordado Gustavo Bueno en esta misma revista, no es un «derecho natural de la humanidad» con todo lo que ello implica—, España ha pasado a ser una nación de mano de obra barata (un 30% más barata que la media de la Eurozona). Así se explica, por ejemplo, el reciente traslado de la carga de trabajo de Ford a Valencia procedente de Bélgica… Es decir, condenados a trabajar un 30% más barato que el resto de nuestros socios y asfixiados por una deuda insoportable con Alemania, no parece que ese sea el estado de cosas ideal, comparable no ya a la situación económica anterior a la crisis, sino en los últimos 50 años de Historia de España. Sin embargo, se felicitan… Alemania se felicita.

Y aquí está el quid de la cuestión, porque si Alemania se felicita es porque gracias a estas medidas ha conseguido garantizar la postración de España a sus intereses por un periodo indefinido de tiempo. No olvidemos que la integración y convergencia europeas supusieron para España el casi total desmantelamiento de su sector industrial y prácticamente el finiquito del agrícola, encorsetado en unas determinadas cuotas productivas que impone la Unión. Por no hablar de la pérdida del control sobre nuestra moneda que ha supuesto nuestra integración en el euro, imposibilitando a España el poder plantearse tomar cualquier medida monetaria normal en estos casos, por ejemplo, la devaluación.

Así las cosas, en una nación cuya producción industrial se ha visto reducida en sectores clave (además de las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria) y cuya economía se basa principalmente en el turismo y la mano de obra barata, no se puede decir que la crisis se esté superando porque donde nos lleva esa superación es a seguir paseando por el mundo con la correa y el bozal impuestos por Alemania, tal y como les ocurre también a otras naciones como Portugal, Italia o Grecia.

Y todo esto sucede porque —aquí, atención, está la clave del asunto—, la Economía no es, como nos la presentan los políticos, periódicos y economistas, una ciencia categorialmente cerrada que se dedicara a arrojar síntesis en forma de meros resultados contables sino que la Economía es precisamente Política. Y esto se explica porque en la tabla de las categorías de la «ciencia» Económica está incluida la política tanto como en la tabla de las categorías de las «ciencias» Políticas está incluida la Economía. Es decir, son actividades (praxis) y disciplinas (teóricas) que pueden disociarse, pero no pueden separarse, como dos caras de una misma moneda, valga aquí la metáfora económica.

Es decir, que nuestra ruina económica (además de nuestro nublado porvenir), tiene unos motivos eminentemente políticos y provienen de la nefasta ideología y práctica europeísta que tanto nos han inculcado en la educación, los medios de comunicación, etc. Efectivamente, la situación actual es resultado de una descomposición del tejido productivo propiciada por esa Unión Europea en la que nos integramos en 1985. Nuestra exclusiva dependencia del «ladrillo» y del turismo, ha mostrado su verdadera faz cuando la burbuja inmobiliaria estalló hace cuatro años. No hay sectores productivos que puedan absorber la mano de obra que ha sido parachutada desde la construcción. Y desde este punto de vista, no hay solución posible a esta crisis, porque la solución que nos quieren imponer pasa por convertirnos en una nación cuya mano de obra barata, trabaje en los sectores productivos, franceses, alemanes, norteamericanos o rusos… Y eso no es solucionar la crisis, sino perpetuarnos en la senda que nos ha traído hasta aquí.

Para el Grupo Promacos, la única solución posible a esta crisis, que no es sólo económica, sino política, pasa precisamente por hacer política. Es decir, por abandonar la Unión Europea y recuperar el control de nuestra moneda, industria y agricultura. Agricultura e industria que prácticamente están por rehacer completamente… Es un camino complicado que conllevaría múltiples «bajones» en las gráficas de los economistas europeos, múltiples sacrificios de todo tipo, posiblemente llegar a situaciones sociales mucho más complicadas todavía de las que ya vivimos… Pero es un camino que siendo complicado, coloca a la Nación Española en un rumbo tal en el que sería posible hablar de futuro. Y futuro es precisamente lo que nos falta bajo el germánico yugo.

 

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