Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas, número 142, diciembre 2013
  El Catoblepasnúmero 142 • diciembre 2013 • página 1
El mundo no es suficiente

El mundo no es suficiente

Grupo Promacos

Se presenta «El mundo no es suficiente», una nueva sección dedicada a la crítica del presente en la revista El Catoblepas a cargo del Grupo Promacos

Atenea Prómacos

«La punta (dorada) de su lanza y la cresta de su yelmo
es lo primero que ven los marineros al acercarse desde Sunión.»
Pausanias, Descripción de Grecia, II, 28, 2.

El Grupo Promacos inaugura esta nueva sección en El Catoblepas, que se dedicará a la crítica filosófica del presente en marcha, objetivo de la revista y uno de los intereses principales de la asociación que la edita, nódulo materialista. En esta sección se analizará la realidad mundial, y particularmente hispanoamericana, en sus diversos aspectos políticos, económicos, científicos, religiosos y antropológicos. La perspectiva del Grupo Promacos es materialista, esto es, no espiritualista ni idealista. Y es dialéctica, es decir, surge de la confrontación con las doctrinas existentes y habituales que se utilizan para analizar el presente desde ámbitos universitarios, periodísticos, en las sedes de los partidos políticos, las tertulias de opinión, las redes sociales y las sobremesas. En estos contextos, todo ciudadano filosofa, o más bien aplica más o menos vaga y dogmáticamente las consignas del sentido común de su tiempo y de su grupo. La filosofía crítica, en contraposición a la espontánea y a la dogmática, mide constantemente las propias concepciones con otras existentes y contra el fondo de los fenómenos de la realidad presente, especialmente de las ciencias, pero no sólo de ellas.

Lo primero que se puede decir de esta sección es que, como el resto de los artículos de El Catoblepas, está escrita en español. Un sujeto humano no se enfrenta al mundo desde su experiencia vital aislada, sino desde el grupo social que conforma su modo de estar en la realidad y conceptualizarla, en particular a través del idioma. En tanto productos históricos complejos, no todas las lenguas son igualmente potentes a la hora de dar cuenta de la realidad del presente. Por ejemplo, cuando se tradujo al chino España no es un mito, una de las obras más conocidas del filósofo Gustavo Bueno, surgió la dificultad, no insalvable, de encontrar vocablos capaces de recoger el significado de ideas como «nación» o «cultura.» La diferencia es mucho mayor, y a veces ya sí insalvable, cuando se trata de lenguas minoritarias y de escaso desarrollo histórico, como puedan serlo el guaraní o el euskera. El español es un idioma hablado por casi 500 millones de personas, fruto de siglos de historia en los que se configuran ideas nuevas, como la de imperio universal o la misma idea de América, sólo posible una vez que el continente halló su hueco en mapas del mundo esféricos.

Pero los mapas del mundo no son sólo geográficos: es a través de la lengua como millones de personas organizan sus visiones del mundo, sus mapas del mundo en sentido filosófico. La organización de la realidad compleja que rodea a los hombres, su mapeo, no se lleva a cabo desde un gabinete o atendiendo al modo «natural» de ser de las cosas. Al contrario, está determinada por milenios de configuraciones prácticas del entorno de las que resulta imposible zafarse. El mundo se da a los hombres a escala del cuerpo humano y las operaciones que éste hace sobre otros cuerpos personales o impersonales. Las configuraciones resultantes son eminentemente técnicas, pues es a partir de ellas como una sociedad de homínidos puede sobrevivir frente a otras y frente a los animales que la acechan. Pero toda técnica lleva aparejada una teoría más o menos elaborada y todo fenómeno está conceptualizado, interpretado. Por analogías con estas explicaciones técnicas surgieron las primeras mitologías que suponían que las configuraciones naturales resultaban de operaciones de demiurgos personales. Es a través de grandes mitologías como nuestros ancestros entendían el mundo que iban dibujando a su escala y que afectaba a su supervivencia cotidiana, desde los fenómenos atmosféricos a los ataques de los osos.

Las técnicas que iban roturando el mundo darían, en contadas ocasiones, lugar a ciencias. Éstas resultaron por tanto no de la contemplación o representación de la naturaleza, sino de campos ya muy trabajados por los hombres. Por ejemplo, según muchos historiadores la agrimensura estuvo en el origen de la geometría en la Grecia Antigua. Para la Teoría del Cierre Categorial el tipo peculiar de verdades que caracterizan a las ciencias es la identidad sintética, que se produce entre materiales de una categoría científica. Este nuevo tipo de realidades, las verdades demostrables, se convirtieron en modelos discursivos para los llamados filósofos presocráticos, que las más de las veces fueron grandes geómetras. Inspirados por las grandes mitologías arcaicas que proponían sistemas unificados de la realidad, los presocráticos pusieron en pie los primeros sistemas metafísicos, que trataban de dar cuenta del mundo desde un principio último, pero lo hicieron sin apelar ya a operaciones de demiurgos personales sino a relaciones entre partes del mundo. De la crítica a esos sistemas metafísicos es de dónde surge la filosofía en sentido estricto, con Platón y su academia, poniendo freno a las alternativas monistas y nihilistas desde el principio de la symploké: ni todo está conectado con todo lo demás, ni cada cosa es independiente del resto. Hay continuidades y discontinuidades que dan lugar a las configuraciones de la realidad, y el filósofo, como el buen carnicero, habrá de hallar sus junturas.

Las junturas de la realidad las dan, por ejemplo, las diferentes categorías científicas. Pero cuando un concepto tallado en un campo tecnológico o científico dado lo rebasa para aplicarse a otros, abandona su contexto técnico y se convierte en otra cosa, en una Idea. La filosofía trabaja con Ideas. Para el materialismo filosófico, estás no son innatas ni reveladas, sino resultado de configuraciones operatorias del mundo a través de conceptos. Por ello la filosofía es un saber de segundo grado reflexivo sobre los saberes de primer grado. Y aunque todos los hombres que vivan en sociedades políticas manejan estas ideas, una filosofía crítica no dogmática tendrá que hacerlo en referencia no sólo a las ciencias del presente sino a la historia de la filosofía.

La historia de la filosofía es la de la sucesión de diferentes sistemas filosóficos, que han ofrecido modos de conexión y desconexión de estas Ideas. Pero no cabe comparar estos sistemas con la Realidad directamente, como si esta se pudiera percibir desde fuera al igual que hoy día un satélite espacial nos permite contemplar la figura de América desde arriba. Los mapas filosóficos no se pueden dibujar desde un afuera, desde el punto de vista de Dios, sino desde la propia realidad en marcha, con sus ciencias, sus prácticas, sus mitos. A falta de un mapa original que marque el canon a seguir, el único modo de verificar la verdad de un mapa filosófico es compararlo con otros.

Esta labor clasificatoria de los sistemas de ideas es la piedra angular de la crítica filosófica. Su objetivo primordial es deshacer los mitos que inevitablemente se cuelan en nuestro modo de comprender el mundo y actuar en él. La Humanidad no es un sujeto político, pero tampoco de conocimiento. Los hombres se dividen en grupos enfrentados entre sí y con intereses prácticos inmediatos que tratarán de defender frente a otros. En determinados niveles de desarrollo de las sociedades humanas relacionados con la agricultura y la sedentarización, los grupos humanos se apropian de un territorio y lo defienden frente a otros grupos, poniendo así la semilla de los Estados en cuya historia de crecimiento y conflicto se han forjado las sociedades actuales. Los conflictos entre los grupos internos de un Estado son a veces tan violentos como los que existen entre diferentes Estados, pero de su superación por parte de una parte de la sociedad política dependerá la capacidad de ésta última para sobrevivir entre otras en lucha por recursos y poder político. La fuerza física que está en la raíz de todos estos conflictos sería ciega sin las ideologías con que cada grupo en pugna por el poder revestirá y configurará sus acciones. Por eso la filosofía ha de estar políticamente implantada, puesto que es siempre en la polis en la que cristalizan los mitos legitimadores cuyo combate se presenta como eminentemente práctico-político. Por decirlo con Gramsci, «en política de masas, decir la verdad es revolucionario.»

En el presente estas ideologías y mitologías son tan potentes como en cualquier otra época pasada. Pese a los que anunciaban el fin de la historia, de las ideologías, y de los metarrelatos, nuestro mundo se plaga de guerras, conflictos y grandes cosmogonías mitológicas, de tipo religioso, pero también científico, como por ejemplo el Big Bang. La Ilustración culpaba a las religiones, y en especial a la Iglesia Católica, de haber establecido una época de tinieblas que la Diosa Razón arrasaría con su luz. Pero este maniqueísmo que opone las tinieblas a la luz es en sí mismo mitológico. Por un lado ha quedado patente que los fundamentalismos religiosos están muy lejos de desaparecer en el siglo XXI. Pero es que, además, es innegable que en su seno se han producido mucho más que tinieblas, hasta el punto de que la historia occidental, comprendidas las ciencias y las artes, serían imposibles de entender sin tener en cuenta la historia de las religiones. Por otro lado, las ciencias categoriales no son capaces de dar cuenta por sí mismas de la realidad fuera de sus respectivos campos. Una mitología ya centenaria, de cuño monista y teológico, quiere presentar a la Ciencia en mayúscula como la llave de todos los problemas filosóficos y aún político-económicos del presente. Pero, negada la capacidad de reducción de unas ciencias a otras, queda rota esta pretensión del fundamentalismo científico. Es más, dado que las Ideas surgen precisamente del desbordamiento de los campos categoriales, la pretensión de agotarlas desde uno de éstos campos será vacuo imperialismo. Por decirlo brevemente, la idea de ciencia no es ella misma científica.

Otras grandes ideologías conviven o compiten con los fundamentalismos religiosos y científicos. A menudo éstas son frutos de sustantivar una Idea, de separarla de sus orígenes operatorios y elevarla a sustancia simple y eterna. Algo parecido ocurre con la idea de Hombre, que rebasa conceptos zoológicos, paleontológicos o antropológicos para constituirse en una realidad no definida pero insuflada por igual a todos los hombres, como se recoge en la definición abstracta de la Declaración de los Derechos Humanos: un hombre sin lengua, sin raza, sin religión…Pero esta idea de Hombre sustantivada está detrás de algunos de los grandes sistemas políticos que inspiran a tantos contemporáneos nuestros. A menudo estos sistemas son opuestos entre sí. Por ejemplo, el comunismo sitúa en un futuro sin clases al Hombre Nuevo, resucitando la teoría agustiniana de la alienación de la Humanidad por el pecado original. El neoliberalismo, por su parte, tal y como aparece dibujado en las escuelas neoclásica y austríaca, parte de un individuo decisor libre y racional absolutamente abstracto, tan fuera de la historia como el Hombre Nuevo.

Pero no es la Idea de Hombre la única idea-fuerza que obtiene su momento de su sustantivación metafísica. Gustavo Bueno denunció hace ya años la prevalencia de El mito de la cultura y demostró que la moderna Idea de Cultura objetiva provenía de la de Gracia, en el sentido de un don sobrenatural, espiritual, que se sobrepone a los hombres y los eleva por encima de los animales de los que proceden. Es lo que permitiría al Hombre oponerse a la Naturaleza. La idea de Cultura surgió en Alemania a la par que los nacionalismos decimonónicos. Para Herder cada Pueblo tiene, por decirlo en términos actuales, una identidad cultural de la que sus diferentes instituciones son señas. Esta idea de Pueblo está, como la de Hombre, a la base de opciones políticas muy significativas y opuestas entre sí. El Pueblo encarna el particularismo racial del nazismo, pero también de los indigenismos que, a ambos lados del Atlántico, creen ver en la etnia la expresión más auténtica de la verdad del ser, por decirlo al modo heideggeriano. Pero el fundamentalismo democrático no está menos vinculado a la Idea de Pueblo, en este caso identificado con la sociedad civil, cuya supuesta voluntad general marcaría los designios de la polis como en el Antiguo Régimen lo hacía la voluntad divina.

Bien sabemos que ni entonces se trataba de voluntad divina ni ahora se trata de voluntad general, puesto que ésta no existe. Como dijimos más arriba, dentro de cada sociedad hay diferentes grupos enfrentados y es en su lucha por el poder donde se van configurando las normas victoriosas que guían la vida moral y técnica y los planes y programas que marcan los rumbos políticos. El Grupo Promacos se cuadra en medio de esta vorágine para tratar de combatir las ideas falsas y se sitúa a mil leguas del relativismo y el nihilismo, que aunque a menudo se plantean como la única alternativa a los fundamentalismos, sólo lo son en apariencia: en realidad, ceden todo el terreno de la discusión de las ideas a pensamientos fuertes, aunque errados. La fuerza, con la fuerza se combate.

Orbis non sufficit, el mundo no es suficiente, es el lema que Felipe II escogió para su escudo, resaltando con él la norma universalista que dirigió la expansión del imperio español por todo el orbe, hasta donde esto fue posible. Siglos después, este lema recuperó su fama al adoptarlo Ian Fleming para el escudo familiar del espía James Bond, protagonista de la famosa saga de películas. Al parecer, Fleming se inspiró en un espía inglés que trabajaba en el siglo XVI al servicio del pirata Francis Drake, John Bond. John Bond copió para sí el lema del monarca imperial, saqueando como Drake las migajas del proyecto hispano para mayor gloria del imperio depredador inglés. Ahora adoptamos nosotros el lema, no en recuerdo del contemporáneo pirata inglés, sino de uno de los más poderosos intentos de comprender y configurar el mundo de los hombres. Y de hacerlo, como no podía ser de otra manera, desde una parte de él.

Como Atenea Promacos, el Grupo Promacos sabe que pelear en primera línea de combate no garantiza la victoria. Sabe, además, que ésta es posible sólo puntualmente, nunca de modo permanente. La filosofía no trata de elaborar doctrinas salvíficas ni promete un futuro armónico exento de contradicciones, eso la haría a ella misma mitológica. En la historia de los hombres unos mitos oscurantistas son sustituidos por otros, a veces más claros, pero a menudo igualmente oscurantistas. Pero no por conocer lo efímero de la victoria abandona la filosofía su puesto en la batalla, pues sabe también que éste sería ocupado inmediatamente por la ignorancia y el dogmatismo.

 

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