Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 118 • diciembre 2011 • página 7
La filosofía, sin duda, está próxima a la literatura porque ambas provienen del mismo filum y evolucionan con un mismo instrumento: el lenguaje{*}. Un escrito filosófico podemos incluirlo dentro del llamado género literario en la medida en que utiliza la escritura como vehículo de expresión. No por ello, sin embargo, se considerará literatura todo aquello que escribimos: desde un ensayo, una carta o la lista de la compra (por más que estos distintos textos hayan sido redactados con singular belleza y feliz verbo). Simplemente, no debemos identificar filosofía y literatura. Confundirlas conduce a acercar los parentescos con excesiva familiaridad, haciendo casar astutamente a un homo sapiens con un homo habilis, en unos esponsales que podrán ser dichosos, pero que carecerán de descendencia y futuro.
Porque a la palabra sin razón, es decir, a la palabra no razonada, no le queda como único camino el destierro del dislate, la consolación de la opinión ocurrente o el villano uso del lenguaje ordinario. De la mano de la inteligencia y la imaginación, tiene por delante fecundos espacios con vistas a la creación literaria. La palabra razonada –el discurso racional de la filosofía– goza, por su parte, de medios propios (y apropiados) para darse a conocer, a saber: el tratado, el ensayo, el comentario, el opúsculo, el aforismo, etcétera. Pero, en todas ellas la seña de identidad que la caracteriza es la misma: en calidad de escrito filosófico, lo que en él contenga, debe ser razonado, argumentado, defendido o justificado, exigencias consustanciales a toda empresa intelectual que suponga una búsqueda de conocimiento.
Nada de esto cabe requerir a un escrito literario. Por el contrario, esperamos de él, estilo, belleza, emoción, sensación o pasión, condiciones razonables que cabe esperar del arte, no razones de las que deba partir. No reclamemos lo que no se debe a quien no puede asegurarlo. No decimos esto por decir, sino «porque es propio del hombre instruido –como asegura Aristóteles– buscar la exactitud en cada género de conocimientos en la medida en que la admite la naturaleza del asunto; evidentemente, tan absurdo sería aprobar a un matemático que empleara la persuasión como reclamar demostraciones a un retórico.» (Ética a Nicómaco)
Convendré además en que la filosofía es un género literario sólo si con tal aseveración cabe entender que un texto filosófico (lo mismo que cualquier escrito que invite a la lectura atenta e inteligente) debe estar bien escrito. Esta bendición no lo convertirá en mejor filosofía o mejor literatura sino en un mejor escrito filosófico, que el lector sutil y despierto sabrá agradecer y valorar, tanto por su atractivo como por su precisión. El lenguaje tiene como principal objetivo asegurar la comunicación, es decir, hacerse entender, y hay tantas novelas «incomprensibles» como libros de filosofía impenetrables, y tantas hermosas páginas de pensamiento como narraciones muy convincentes. Pero un texto filosófico que se lee con fluidez y agrado no es cierto que se lee como una novela (como tantas veces escuchamos) porque no es una novela ni ha sido escrito como tal. De la misma forma, por muy profundo e iluminador que resulte un relato literario no dejará de ser relato y, por lo tanto, ficción.
Concederé, finalmente, que la filosofía es un género literario si le asignamos a tal calificativo una significación más retórica que organizadora de sentido y discurso. Si no tomamos la ocurrencia demasiado gravemente y la recibimos con alarde jovial podremos entendernos, y así yo también me permitiré exclamar con José Ortega y Gasset: «¡Pues bien, la vida resulta ser, por lo pronto… un género literario.» (Prólogo para alemanes). Si adoptamos, en cambio, el tono severo y serio y amplificamos en exceso su ámbito comprensivo resultará que todo es literatura. Conclusión, como sabemos, de idéntica fuerza lógica que proclamar que nada es literatura.
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{*} Ni esto es una pipa ni, en rigor, una recensión del libro señalado en la entradilla del presente texto. Tampoco una respuesta, pues nadie me ha preguntado al respecto. Esto es el capítulo titulado «Razón y género en las Letras», incluido en mi libro La escritura elegante. Narrar y pensar a cuento de la filosofía, Institució Alfons el Magnànim, Valencia, 2004 (págs. 153 y 154). Aunque sí invito a ser leído e interpretado por el lector como una crítica de aquél. Puede leerse aquí una buena reseña de Las ideas literarias.