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El Catoblepas, número 107, enero 2011
  El Catoblepasnúmero 107 • enero 2011 • página 8
Historias del helenismo

El epicureismo

José Ramón San Miguel Hevia

La versión moderna

Pierre Gassendi

Los historiadores de la filosofía, al construir sus tratados, se detienen morosamente en una serie de figuras, que son como hitos y mojones que marcan las trayectorias y los tiempos de la marcha del pensamiento. La filosofía de Platón, Aristóteles, Descartes, Kant o Hegel, adquiere tal protagonismo que quienes la describen caen casi irremediablemente en la tentación de prescindir de los datos de la historia común y de la propia vida del maestro, convertidos en puras anécdotas. Lo que sobre todo importa, al parecer, es su sistema de ideas, tanto más valiosas cuanto que determinarán la forma de ver el mundo y la vida de los hombres que vendrán después.

Pero existe un tipo de pensador que, al revés de esos eminentes filósofos, sólo se puede entender en relación con la innumerable variedad de la historia colectiva, llena, no sólo de filósofos; también de físicos y astrónomos, de moralistas y libertinos, de una literatura centrada en la crítica social o política. Gracias a ellos se puede reproducir el perfil de un país y de una época, sin caer en la injusticia histórica de atribuir íntegramente al genio individual una nueva forma de pensar. El peligro consiste ahora en perder un pensamiento, tal vez altamente original, en el panorama sin límites de su tiempo.

Pierre Gassendi es una de esas figuras considerada como un filósofo menor. La monumental historia de Abbagnano le concede sólo una escuálida página entre sus más de mil quinientas pero en este caso la injusticia es mayor. No sólo porque en su época –la época de Descartes y de Pascal– proclamado «el faro de Francia», tiene por amigos, cuando no por discípulos a los más grandes científicos y filósofos del siglo XVII, sino por una circunstancia más decisiva desde el punto de vista histórico.

Efectivamente, en sus escritos de un latín difícil y casi indescifrable, está contenida toda la vida de la variante moderna de la filosofía del jardín. Pues las escuelas helenistas, con frecuencia olvidadas, tienen una propiedad, y es su pervivencia a través del tiempo. Hay estoicos, epicúreos y escépticos en todas las edades desde Alejandría hasta el siglo XX. Pero en Gassendi su particular visión del atomismo, se completa con la doble crítica a los razonamientos de Aristóteles y de Descartes, los dos negadores de la existencia y la posibilidad del vacío.

1. Pierre Gassendi nace en 1593 en Champtercier, un lugar cerca de Digne en la Provenza, donde trascurre la primera mitad de su vida. Su carrera escolar es verdaderamente meteórica: a los 16 años sucede en Digne a su profesor de retórica y a los 19 a su maestro de filosofía en Aix en Provence. En 1614 se doctora en teología en la universidad de Avignon, en 1616 se ordena sacerdote y durante seis años enseña filosofía en Aix. . Por sus cartas se sabe cuáles son sus lecturas: entre los modernos, Montaigne, Charron y Lipsius, y entre los antiguos –Gassendi tiene un amplio conocimiento de la literatura griega y latina– Cicerón, Horacio, Séneca, Luciano, Sexto Empírico, y sobre todo, el poema de Lucrecio.

El filósofo tiene la suerte de conocer y tratar a Nicolás Fabri de Peiresc, consejero del rey en el Departamento de Provenza, que patrocina la investigación científica, poniendo en relación a los intelectuales de varios países, difundiendo libros y manuscritos y organizando actividades de investigación. Gassendi llega a ser canónigo y tener libertad para el estudio, gracias, al parecer a los buenos oficios de Peiresc. Dentro del círculo de este ilustrado, aparecen, además de Gassendi, Galileo y Marin Mersenne, que reciben su apoyo, incluso financiero.

En los años veinte del siglo XVII se publican una serie de obras en polémica contra la filosofía de Aristóteles. De 1620 es el «Novum Organon» de Francis Bacon, y la obra de dos autores, David van Goorle («Exercitationes») y Sebastian Basson («Philosophia naturalis adversum Aristotelem»), que defienden una teoría atomista. El movimiento crece y ya en 1624 Etienne de Clave organiza un debate para discutir catorce tesis de Aristóteles, también desde una orientación atomista. A petición de los doctores de la Sorbona, el parlamento de París impide el debate, destierra a Etienne de la ciudad y veta por decreto las enseñanzas distintas de la de Aristóteles.

Este parece ser el origen de la primera obra considerable de Gassendi aparecida en aquellos mismos años. Los «ejercicios paradójicos contra Aristóteles» hacen notar que esta filosofía es en principio no menos impía como la atomista, aunque gracias a los árabes y a su mezcla con la teología ha terminado dominando la cultura filosófica de occidente. En cuanto al principio de autoridad, es válido en cuestiones de fe, pero no tiene nada que hacer cuando se trata de filosofía.

2. Dejando aparte estas objeciones de tipo formal, Gassendi somete a crítica el contenido de la filosofía de Aristóteles y más concretamente su física. Primero de todo hace ver el carácter puramente verbal de la obra del pensador griego, coincidiendo en esto con Bacon, que lo clasifica entre los sistemas sofísticos. El objeto del conocimiento según esto no es el mundo de las esencias, sino el de los fenómenos y su finalidad no es el saber absoluto, sino el que se puede perfeccionar continuamente.

Las «Ejercitaciones» no ofrecen una alternativa a la filosofía de Aristóteles, pero sí un nuevo método de investigación basado en la experiencia. Hay que decir que Gassendi se alinea decididamente con los científicos. En 1625 sólo un año después de su obra polémica, escribe a Galileo, declarándose partidario del sistema de Copérnico y manifestando su admiración por los descubrimientos de los satélites de Júpiter y de las manchas solares.

Pero el propio Gassendi practica una serie de observaciones, que recoge cuidadosamente desde el año 18 al 52 en un cuaderno de cuatrocientas páginas. Usando el anteojo de Galileo registra con precisión todos los fenómenos celestes acaecidos en la primera mitad del siglo concretamente el cometa de 1618 el eclipse de luna de 1623, la aurora boreal de 1621, y la refracción de la luz del sol en los parhelios. por Kepler. Es. además el primero en medir la velocidad del sonido.

Al mismo tiempo censura la teoría aristotélica del lugar natural, y adelantándose a los científicos defiende el atomismo de Epicuro y Lucrecio, . Efectivamente, contrariando la doctrina oficial y la del mismo Descartes, se preocupa de las pequeñas magnitudes que existen y se mueven en el vacío. Pero en los años veinte esta doctrina, ciertamente revolucionaria, no ha pasado todavía la prueba de fuego experimental.

3. En 1628 Gassendi visita Flandes y Holanda y su viaje tiene una gran importancia en la marcha de sus reflexiones de filósofo y científico, sobre todo después de su encuentro en Dordrecht con Isaac Beeckman. Beeckman es uno de esos escasos personajes históricos, que no ha publicado nada, pero tiene una influencia decisiva en el pensamiento de su época por medio del trato epistolar o directo con sus discípulos. Pero al revés que Pitágoras o Sócrates, que son objeto de universal admiración, apenas es conocido y es poco más que un nombre en los tratados de la ciencias de su época.

El diario de Beeckman, informa sobre el contenido de sus conversaciones con Gassendi. Tratan los dos sabios de las tres leyes de Kepler sobre el movimiento de los planetas, de la inercia, aplicada a los estados de reposo o movimiento, de la caída de los graves, de la naturaleza de la luz y del magnetismo, pero también de la presión atmosférica y el vacío. Es decir, todas las experiencias que se realizan a lo largo del siglo XVII.

Es seguro por lo demás que el científico holandés comunica sus ideas sobre los átomos «que dan origen con sus diversas combinaciones al conjunto de los cuerpos naturales », y por sus propiedades geométricas y mecánicas –figura, tamaño y movimiento– dibujan, mejor que las formas sustanciales, la arquitectura de los cuatro elementos. Galileo en el « Ensayista » reitera el punto de vista de Beeckman, cuando afirma que las propiedades sensibles de los cuerpos y las correspondientes sensaciones son efecto de la estructura de los átomos.

Gassendi sigue siendo un admirador de Galileo y un firme defensor del sistema copernicano, que figura el movimiento real de los planetas y no es una simple ficción matemática. En 1632 publica sus observaciones sobre el perihelio de Mercurio, que han sido correctamente predichas por Kepler, y confirman las ideas de Copérnico, y envía el libro a Galileo como un particular homenaje. La condenación del científico italiano le afecta profundamente, y adoptando la misma actitud prudente de Descartes se declara desde entonces seguidor del sistema da Tycho Brahe, que tiene resultados semejantes desde el punto de vista experimental, y al mantener la posición central de la tierra no es objeto de sospecha o persecución.

4. En los años cuarenta del siglo, Gassendi es ya universalmente conocido y admirado. Por otra parte pertenece al círculo de Peiresc y de Mersenne, que le envía las Meditationes de Descartes para que las someta a crítica antes de su eventual publicación. Cuando comunica a su amigo las «quintas objeciones» , se inicia un duelo entre quienes entonces se consideran las dos primeras espadas de Francia.

El primer conflicto entre ambos filósofos –del que por lo demás dependen todos los otros– se refiere al método de conocimiento y más concretamente del origen de nuestras ideas. Frente al innatismo de Descartes, Gassendi afirma que esas ideas vienen de fuera, proceden de las cosas exteriores al entendimiento y son percibidas por los sentidos. Desde este punto de vista es imposible , por ejemplo, pasar de la idea de Dios a su existencia, porque el espíritu humano es incapaz de tener una idea que represente la infinitud y por tanto quien dice cosa infinita atribuye a algo que no comprende un nombre que tampoco comprende.

La negación de las ideas innatas tiene todavía más graves consecuencias. Descartes dice que si hay una idea cuya realidad objetiva no puede tener en él su causa, entonces su espíritu no es autosuficiente y exige una entidad perfecta. Gassendi contesta que el razonamiento cae por su base, pues el yo no es la causa ni el almacén de las ideas. Ese privilegio pertenece a las cosas mismas y a su representación, en la medida en que esas cosas le envían sus imágenes como si fueran un espejo. Es cierto, repite por tercera vez, que todas las cosas que concebís, incluso las referentes a Dios, no proceden de vos mismo, pero de ahí no se sigue que tengan que venir de Dios, sino de los objetos exteriores y de algún lugar que no sois vos mismo.

En la objeciones a la quinta meditación, Gassendi critica, no sólo las ideas innatas, sino la construcción puramente mental de los entes matemáticos. Al parecer no tendríamos ninguna noción de un triángulo o de una montaña, si no hubiéramos percibido previamente la existencia de montañas o de figuras triangulares. Esto es demasiado para el genio matemático de Descartes, que además de contestar en un tono agresivo a Gassendi, se interesa –sin resultado– para que el editor de las Meditaciones, Clerselier, suprima en su publicación en francés de 1647 las dificultades del filósofo provenzal.

5. La polémica sube de tono, cuando Gassendi defiende los derechos del cuerpo, frente al radical inmaterialismo de Descartes, que le responde con el cariñoso nombre de «carne» en cada uno de los puntos que ambos entran en conflicto. Hay una serie de realidades entre la cosa pensante y la extensa, que difícilmente se dejan encuadrar en unas formas de ser excluyentes. En primer lugar la imaginación: cuando el autor de las Meditationes descubre que la esencia de un cuerpo es lo que percibimos clara y distintamente como una idea inseparable, y pone como modelo la extensión de un trozo de cera, Gassendi, adelantándose a Berkeley, afirma que esa idea está irremisiblemente unida al color, la forma y a los demás accidentes, «porque no hay pensamiento que no sea imaginación, ni imaginación que no sea pensamiento».

El centro de la polémica es ahora la segunda meditación, donde Descartes establece la distinción entre el yo pensante y el cuerpo. Gassendi advierte que es muy fácil saber que se existe, pe ro sigue siendo un problema saber qué se es. En principio no hay razón para negar al ser que piensa las extensión y la movilidad que son propiedades de la res extensa. Por otra parte. la facultad de sentir, que el autor de las Meditationes coloca entre los modos del pensamiento es en el hombre igual que la de los animales ;y como quiera que el alma de los animales es material, también puede serlo la humana.

La contestación irritada y un tanto despreciativa del autor de las Meditaciones hace que Gassendi replique en su escrito de 1644: «Dudas e instancias contra la metafísica de Descartes»: «Llamándome carne no me quitáis el espíritu, y llamándoos espíritu no abandonáis vuestra carne ; simplemente os permito que habléis de acuerdo con vuestra naturaleza. Será suficiente que con la ayuda de Dios, yo no sea carne hasta el punto de dejar de ser espíritu, y que vos no seáis espíritu, dejando de ser carne. En resolución, ni vos ni yo estamos por encima o por debajo de la naturaleza humana, y yo no me avergüenzo de la humanidad, como al parecer os avergonzáis de ella».

6. Las objeciones de Gassendi casi no se detienen en la doctrina de Descartes sobre la esencia de los cuerpos extensos, a pesar de que en estos años publica sus escritos sobre el atomismo, y de que sus ideas empiezan a ser confirmadas por una serie de experimentos clamorosos. La primera exposición sobre la filosofía de Epicuro, «De vita et moribus Epicuri» se inicia probablemente en 1629 y está completa cinco años después, pero no se publica hasta muy entrados los años cuarenta. Casi al mismo tiempo se tienen noticias en Francia del experimento de Torricelli, que observa como el mercurio se mantiene en un tubo en un nivel estable, al soportar el peso del aire sobre la cubeta en que se ha introducido.

Precisamente en el mismo año de 1647 en que Gassendi da a conocer su obra sobre el maestro del atomismo, Pascal dirige la prueba crucial para determinar la presión atmosférica. El experimento es un éxito: el nivel del mercurio es mayor en la base del Puy de Dome y en su cumbre, debido a la diferente altura de la columna de aire. El mismo Pascal confirma la observación de su cuñado midiendo el nivel del líquido en la base de la Iglesia de Saint Jaques y en su torre.

Sólo queda por saber qué hay en el espacio comprendido entre el extremo cerrado del tubo y la parte superior de la columnilla de mercurio, pero Pascal no tiene dudas: el espacio que deja libre el líquido está vacío. Esa hipótesis tiene que soportar los ataques de Descartes, tanto más cuanto que todavía no está comprobada definitivamente. Como la esencia de los cuerpos es la extensión el vacío es, no sólo irreal, sino imposible, y sólo quienes tienen la cabeza vacía pueden pensar en él.

Existe sin duda una materia sutil, capaz de atravesar los poros del cristal y ocupar la parte superior del tubo, que por consiguiente estaría llena de esa sustancia invisible. En este primer momento la cuestión no se puede zanjar en el plano experimental y tiene carácter filosófico, y va a ser precisamente Gassendi el principal valedor de la nueva doctrina.

7. El siglo XVII en Francia está lleno de interés, no sólo por sus aventuras en el campo de la ciencia y la filosofía, porque también la filosofía moral está sometida a una violenta polémica . Por una parte los teólogos de Port Royal, siguiendo la doctrina de Jansenio, defienden un rigorismo al que sólo llega una minoría de solitarios. Por el lado opuesto el movimiento de los libertinos defiende la desaparición de toda referencia ética. Y en medio de todos los jesuitas son partidarios de un probabilismo y un casuismo, que unos y otros consideran excesivamente tolerante o demasiado exigente.

Gassendi, fiel a su maestro, es claramente eudemonista y su ética es una declaración del código de Epicuro. En 1642 es huésped de su amigo Luillier, y cada tarde da lecciones de filosofía a su hijo Chapelle y a un grupo formado por Bernier, Sorbiere, Cyrano, Moliere y Hesnault, a los que , al parecer, comunica su admiración por la literatura clásica y por la brillante poesía de Lucrecio. Casi todos ellos interpretan el epicureismo de una forma tópica y se acercan a las ideas de los libertinos.

La teología de la época está en relación con estas preocupaciones morales. La doctrina oficial de los jesuitas es una escolástica tardía, inspirada en los libros del español padre Suárez, pe ro frente a ella aparece la teología primera de las Meditationes, claramente espiritualista. Los jansenistas interpretan de una forma literal las cartas de San Pablo y los tratados de Agustín sobre la gracia y la libertad.

También en ese punto es Gassendi altamente original, pues su preocupación central es la de hacer compatible el atomismo de Epicuro con los dogmas del cristianismo, y por consiguiente pasa por alto todas las discusiones que en aquel momento sacuden a Francia. En resolución, su pensamiento, lo mismo científico, que filosófico, moral a teológico, no se entiende sin hacer referencia a la historia del siglo XVII, y a la inversa, esa historia queda manca si no se tiene en cuenta al filósofo y su obra.

8. En 1645, gracias a una recomendación del cardenal Richelieu, el rey le propone para profesor de matemáticas del Colegio Real de Francia, cargo que acepta con la condición de que se le permita regresar a su Provenza natal, todas las veces que lo exija su salud. Sigue trabajando sobre la doctrina y vida de Epicuro y en 1648 publica las «Animadversiones in decimum librum Diogenis Laertii» y el «Syntagma philosophicum», que preparan una versión definitiva y articulada del atomismo.

Gassendi muere en 1655, y tres años después aparece su obra central, fruto de sus lecturas de escritores antiguos y de su trato con los pioneros del atomismo. El título ya figura las dos partes de que se compone, una defensa de la física de Epicuro: «Syntagma philosophiae Epicuri» y una crítica de toda posible desviación teológica: «cum refutatione dogmatum quae contra fidem christianorum ab eo asserta sunt». Esta corrección respeta el núcleo de la enseñanza del filósofo griego.

La influencia de Gassendi es triple, primero por sus escritos, y en especial este tratado póstumo. Pero además es fiel al género literario de su época y mantiene correspondencia con los científicos más célebres –Cassini, Galileo, Kepler– y con los filósofos y seguidores del movimiento ilustrado en Europa –Hobbes Mersenne, Cristina de Suecia–. Es célebre en este sentido su controversia con Descartes, pero también con Fludd y Herbert.

Ha tenido discípulos inmediatos, que interpretan libremente su mensaje moral, pero también científicos eminentes, que reconocen la deuda con su doctrina . En fin su filosofía es un factor clave para poner en movimiento la física de las pequeñas magnitudes, tal vez la mas actual de la física moderna.

9. En el «Syntagma philosophicum» Gassendi se mantiene fiel a la esencia de la doctrina de los atomistas y de Epicuro, cuyo con tenido procura no desvirtuar, incluso cuando corrige su teología para que esté de acuerdo con la católica. En este sentido su sistema tiene la estructura del filósofo griego, pues se articula en una teoría del conocimiento –la canónica– en una física atómica y en una ética de la felicidad. Hay que decir que en el siglo XVII, el atomismo, sin desbancar a la doctrina oficial de Aristóteles, era ya conocido de la clase culta gracias a las abundantes ediciones del «Natura Rerum» de Lucrecio.

La primera parte del Syntagma recoge la lógica de Epicuro que no sufre prácticamente ninguna corrección. Después de un esbozo de la historia de la ciencia, Gassendi adopta un método empírico, pues los sentidos, fuente única del conocimiento, perciben inmediatamente cualidades individuales y a través de ellas llegan de modo indirecto al conocimiento de las cosas. El razonamiento inductivo, por pasos sucesivos se eleva gradualmente de los datos de consciencia más elementales hasta los principios generales, según el esquema de Bacon en su «Organum».

El punto de partida de todo saber y toda ciencia es la aprehensión directa, –imaginari del bene– un momento que se corresponde con bastante exactitud con la fantasía cataléptica de los griegos. A partir de esta aprehensión y sin abandonar el método inductivo se construye el juicio y la inferencia correcta –proponere del bene y colligere del bene– y todo ello junto da lugar al conocimiento recto –ordinare del bene–. La deducción desde primeros principios a verdades derivadas tiene valor, pero sólo en el estudio y enseñanza de las matemáticas.

Gassendi observa que las escuelas, siguiendo al maestro Aristóteles, siguen cada vez más métodos apriorísticos. La composición del mundo es necesaria y se explica a partir de las ideas de potencia y acto, de la sustancia y su actividad propia, del lugar natural de los cuerpos, de la eliminación del azar, de razonamientos cuya conclusión está contenida ya en las premisas. El filósofo quiere que esta forma de filosofar sea reemplazada por pruebas experimentales y en este sentido su canónica atomista enlaza con los hallazgos de la ciencia más reciente.

10. La segunda parte del Syntagma referente a la composición del mundo físico es la más interesante. Con base en las teorías de Epicuro y de Lucrecio y ampliando los descubrimientos más recientes, Gassendi afirma decididamente el vacío y analiza sus tres modalidades. El vacuum separatum está fuera del mundo, es infinito, es independiente de los cuerpos, y lo mismo que el tiempo, seguiría existiendo, aunque no hubiese mundo. En fin, se articula en tres dimensiones y se corresponde con bastante exactitud con el espacio absoluto de Newton. Es una primera corrección del sistema de Demócrito y de su hipótesis de los mundos innumerables.

El vacuum disseminatum coincide con la única y sencilla idea de vacío de los atomistas griegos y es el conjunto de pequeños espacios que separan los corpúsculos y hacen posible su movimiento. El vacuum disseminatum explica los procesos de condensación y rarefacción y los diferentes pesos específicos. La luz tiene también naturaleza corpuscular y puede atravesar los cuerpos, en la medida en que su textura de átomos admite esos espacios vacíos. Esta teoría de Gassendi pone en relación la filosofía más antigua con los descubrimientos científicos de finales del siglo XVII.

Queda todavía un tercer tipo de vacío, el vacuum coacervatum o compacto, que sólo se puede producir artificialmente. Gassendi conoce los experimentos de Torricelli y Pascal y da los primeros pasos hacia un atomismo científico, de paso que corrige otra vez la primitiva doctrina de Demócrito. El mundo natural ya no es un puro efecto del azar, y en la medida en que está encuadrado en un espacio, desde el que Dios ha creado el mundo tiene un marco y un orden. Lo mismo sucede con el vacuum coacervatum a través del cual los científicos organizan un universo artificial.

Por medio de este análisis de las tres formas de vacío, Gassendi proporciona las categorías ontológicas que permitirán el desarrollo de la física del átomo. Esta ontología –que se completará con el estudio de las partículas indivisibles– establece un puente entre los desarrollos filosóficos de Demócrito y Epicuro y los avances de los científicos que cubrirán la segunda mitad del siglo.

11. Los átomos de Gassendi no son puntos matemáticos, sino corpúsculos, carentes de poros, infinitamente sólidos y por consiguiente indivisibles. Tienen, igual que los de Demócrito y Epicuro, una cierta figura y tamaño, y sus propiedades son geométricas y mecánicas. El filósofo provenzal añade una vis insita, una propensión al movimiento, que convierte la materia en algo activo, al revés de lo que piensan Descartes y los cartesianos. Niega, sin embargo el azar y la declinación de esas partículas primeras. y atribuye la ordenación del universo a un principio teologal, en su caso la acción de la providencia.

Siguiendo en este punto a Beeckman y a los mismos pensadores helenos, Gassendi reduce las cualidades sensibles de los átomos a funciones de su estructura geométrica y efectos de sus diversas formas, tamaños y movimientos. Igual que su maestro holandés, supone que los átomos idénticos por su textura, pueden combinarse entre sí produciendo entidades homogéneas de mayor complejidad. Así mismo, los cuerpos no se descomponen inmediatamente en sus elementos indivisibles, sino en estos conjuntos, que por primera vez reciben el nombre de moléculas.

Gassendi consigue poner de acuerdo con una facilidad pasmosa, la doctrina materialista de los atomistas griegos con los dogmas de la teología católica. Los átomos han sido creados por Dios, y pueden igualmente ser aniquilados por un acto de su potencia absoluta. Pero lo que verdaderamente interesa a los filósofos y sobre todo a los científicos no es esta intervención excepcional del primer principio, sino las propiedades naturales de los cuerpos y de su partes indivisibles.

El filósofo es consciente de que la teoría corpuscular que propone para explicar la composición y la marcha del universo no admite un tratamiento matemático y por consiguiente tiene un carácter hipotético, aunque, desde luego es mucho más válida y probable que la de Aristóteles y Descartes por su sencillez y porque permite avanzar con mayor seguridad la física, y dar razón de las recientes experiencias. Este probabilismo –en todo caso alejado del escepticismo– tiene una dimensión epistemológica, porque cuanto más generales y alejadas de la experiencia son las teorías, tanto más peligro tienen de ser arbitrarias.

12. La última parte de la obra fundamental de Gassendi trata de la moral , y en este punto sigue también las ideas de Epicuro. La finalidad del hombre es, según esto, la felicidad, una armonía del cuerpo y el alma, que están respectivamente libres del dolor y llenos de sosiego (indolentia et tranquillitas). Se trata de los placeres que el griego llama catastemáticos o estables, o hablando más llanamente del gozo.

Gassendi corrige el materialismo moral de Epicuro en un doble sentido. Es falso, para empezar, que el alma, el sujeto del gozo, esté compuesta de átomos sutiles como pretenden Demócrito, Epicuro y Lucrecio. En consecuencia no tiene naturaleza corpórea, no se puede descomponer en sus partículas indivisibles, y es inmortal. Además, independientemente del primer principio de indeterminación física –el clinamen– es por su naturaleza espiritual capaz de tomar determinaciones libres.

Por otra parte la felicidad y el gozo perfecto e interminable no es propia de esta vida y sólo se alcanza en la futura. De esta forma Gassendi sustituye el eudemonismo de Aristóteles, –por otra parte centrado en su versión más genuina en una ética del ciudadano– por un epicureismo cristiano.

La influencia del filósofo en la ciencia y la filosofía del siglo XVII es muy diversa. Su teoría del conocimiento apenas cambia la afirmación del método inductivo cuya validez está admitida de forma casi universal. Su física atomista sí parece influir en los primeros descubridores del vacío y de los átomos, y tiene importancia desde el punto de vista científico. La ética tiene un destino paradójico, pues sus primeros discípulos prescinden de cualquier referencia trascendente y se embarcan en una moral que reproduce los tópicos con que se entiende vulgarmente la doctrina de Epicuro.

13. La doctrina atomista de Gassendi y Beeckman y los experimentos de Torricelli y Pascal atraviesan pronto el canal de la Mancha por obra de Robert Boyle, un aristócrata –su familia era por riqueza y hacienda la primera de Irlanda– y un niño prodigio, que en 1638, sólo con once años visita Italia y se familiariza con las obras de Galileo. A su vuelta a Inglaterra forma parte de una sociedad científica, el Invisible College, que adquiere rango oficial y se trasforma en la Royal Society, cuando Carlos II la reconoce.

En 1657 conoce los tratados atomistas y gracias a los enormes ingresos que ha heredado de su padre puede contratar a numerosos ayudantes –su más brillante colaborador es Hooke– organizar un instituto de investigación privado y publicar fácilmente los resultados de sus investigaciones. Continuando las experiencias de Guericke, construye una bomba, capaz de crear el vacío en un recipiente lleno de aire y así confirma y amplia las observaciones de Torricelli y Pascal, que hasta entonces se han mantenido en el terreno de las puras hipótesis.

Boyle produce un vacío artificial –vacuum coacervatum de Gassendi– que demuestra su existencia y ya no es, como un supuesto todo lo genial que se quiera. Probablemente el resultado más espectacular es la comprobación de que –como había previsto Galileo– cuando en un cilindro en el que se hace el vacío caen dos objetos de distinto peso ambos llegan al fondo con la misma velocidad. Según una observación complementaria, en una cámara privada de aire y por tanto vacía, no se propaga el sonido. Igualmente un globo aumenta su volumen cuando desaparece la presión que se ejerce sobre él.

A partir de las innumerables observaciones proporcionadas por esta bomba queda falsada la teoría de Descartes, que identifica los cuerpos con la extensión y la de Aristóteles con su afirmación de que todo en la naturaleza está lleno. Y de una forma indirecta se va a probar de una forma evidente la vieja teoría de Demócrito y Epicuro.

14. En el año 1662, utilizando siempre su bomba de vacío, Boy le comprueba, sometiendo el aire a determinadas fuerzas, no sólo que se puede comprimir, sino que el volumen resultante es inversamente proporcional a la presión, de tal forma que el producto de ambos factores permanece constante, si se mantiene igual la temperatura. Como la experiencia física se puede enunciar a través de una expresión matemática (P.V=K), la observación empírica alcanza el rango de ley. Sólo falta averiguar cuál es la explicación más sencilla del fenómeno.

Boyle supone que en la medida en que el aire es comprimible, está compuesto por pequeñas partículas indivisibles, separadas por el vacío. En este caso, la comprensión sólo consiste en unir dichas partículas haciendo disminuir el espacio intermedio y por consiguiente el volumen. La ley de Boyle descubre un nuevo vacío, el que Gassendi llama vacuum disseminatum, que se corresponde con bastante exactitud con el que Demócrito defiende para explicar la composición del mundo.

De todas formas Boyle para evitar el conflicto con la iglesia oficial y con sus propias convicciones religiosas, evita el nombre de atomismo y de átomos. En su «Origin of Forms and Qualities» , las partículas más simples, que llama minima naturalia forman corpúsculos de segundo orden, los Clusters, que se descomponen raramente y son demasiado pequeños para ser percibidos. Los minima naturalia no tienen –como en Gassendi– movimiento propio y son impulsados y dirigidos por la acción de la divinidad.

Boyle rechaza la doctrina universalmente seguida durante la antigüedad y la Edad Media, según la cual los cuatro elementos entran a formar todos las realidades, y los define con toda precisión como aquellas sustancias que no se pueden descomponer en otras más simples. En su rudimentaria tabla de elementos aparecen once metales, dos metaloides, más el agua y el aire, que se suponen simples. Todos ellos están compuestos de partículas de distintos tipos y formas organizadas en dos grados de distinta complejidad. El atomismo ha experimentado un avance considerable, pues además de los vacíos compactos y diseminados, la observación descubre la naturaleza corpuscular de la materia.

15. Los desarrollos de Gassendi sobre los vacíos y los, átomos se conocen en Inglaterra, gracias a su discípulo Walter Charleton, y ejercen una notable influencia sobre el joven Newton. Su segundo gran tratado, la Óptica, es un desarrollo de la filosofía del filósofo provenzal, que alcanza la categoría de ciencia experimental. Los cuerpos –dice Newton– son menos densos de lo que parece a primera vista, y contienen entre sus partículas muchos espacios vacíos. La presencia de estos poros explica su diferente peso específico de la forma más sencilla: concretamente el agua está diecinueve veces más enrarecida que el oro y por lo mismo diecinueve veces más ligera.

Esta derivación de la ley de Boyle, que sustituye la presión por el peso, se completa con su análisis del oro , que tiene más poros que partes sólidas, y por eso deja pasar a través de ellos el mercurio y las irradiaciones magnéticas. Según Newton la luz tiene también naturaleza corpuscular y se propaga en línea recta, y durante mucho tiempo y debido a su inmenso prestigio, su teoría desplaza a la ondulatoria de Huyghens. En resolución, el científico inglés confirma la existencia del vaccuum disseminatum y de modo indirecto la del vacío producido artificialmente.

La gran novedad de Newton es la afirmación del tercer tipo de vacío, el vacuum separatum, que es infinito en inmensidad y recibe el nombre de espacio absoluto. Por su independencia de los cuerpos y por su dispersión en tres dimensiones es la medida de su extensión, que permanece constante, cualquiera que sea su estado de reposo o movimiento. La física del espacio absoluto preside todos los adelantos de la ciencia durante dos siglos, y únicamente queda falsada por la experiencia de Michelson-Morley.

De todas formas el punto más débil del mecanicismo del siglo XVII es el problema de la cohesión de los corpúsculos. Para explicarla, Newton introduce una fuerza interior de las partículas, una variante de la atracción de los cuerpos y de su acción a distancia. La explicación de Gassendi y los atomistas no es más afortunada, y consiste en que unos átomos en figura de corchete se enganchan en otros en forma de ojal. El escándalo sigue presidiendo a la física hasta la formulación de la teoría general de la relatividad con su relación de la gravedad y el movimiento acelerado.

16. Durante su estancia en París de los años cuarenta, Gassendi da unas clases informales de filosofía a un grupo de discípulos, los más ilustres, Moliére, Cyrano de Bergerac, Bernier y Hesnault. Todos ellos siguen su doctrina física –los átomos son homogéneos, y sólo se diferencian en la figura, tamaño y movimiento– y someten a crítica el pensamiento de Descartes y Aristóteles. La doctrina moral de Epicuro les llega por dos caminos, uno la propia filosofía de Gassendi con su forzosa ambigüedad teológica, y el otro el gran poema de Lucrecio, que todos admiran y que cada vez es más conocido en Francia.

Moliêre emprende la traducción de los pasajes descriptivos del «De rerum natura», prescindiendo, al parecer de su filosofía. Su escrito se ha perdido, y sólo se conservan unos cuantos versos en «Le misanthrope», que imitan con tanta libertad como brillantez el libro IV 1160 del poema, donde se describe cómo los amantes se ilusionan, hasta el punto de ver todo bello en quien aman.

Nigra melichrus est, inmunda et fetida, acosmos
caesia Palladium, nervosa et lignea, dorcas,
parvola pumilio chariton mia, tota merum sal…
La noire, disent ils, est une belle brune,
la malprope, la sale, est un peu negligée,
la louche ressemble a Pallas, mais celle qui este nerveuse
et seche et une chevrette, la bassette ou la naine,
une petite Charité…

Le «Bourgeois gentilhomme», ataca el verbalismo de Aristóteles y de toda la escolástica por medio de Pancracio el profesor de filosofía: «¿Queréis, acaso saber si la sustancia y el accidente son términos sinónimos o equívocos con relación al ser... si la Lógica es una ciencia o un arte… si tiene por objeto las tres operaciones de la inteligencia o sólo la tercerea… si hay diez categorías o sólo una… si la conclusión es la esencia del silogismo… si la esencia del bien consiste en ser apetecible o conveniente… si el fin puede movernos por su ser real o por su ser intencional…?»

En les «Femmes savantes» Molière toma partido contra Descartes y su inmaterialismo, por boca de Philaminte:

«Le corps, cette guenille, est il dúne importance
D´un prix a meriter seulement qu´on y pense?»

17. El discípulo más popular de Gassendi, por su presencia en el drama de Rostand, y sobre todo por la dimensión contestataria de su filosofía es Cyrano de Bergerac. Después de que en el sitio de Arras en 1641 es gravemente herido, se retira del oficio de soldado y pasa a tomar clases oficiosas en compañía del pequeño grupo de seguidores de Epicuro y Lucrecio. Su obra es tan escasa como original: aparte de los panfletos contra Mazarino y de sus piezas de teatro, es autor de dos viaje a la luna y el sol, una mezcla de utopía y de relato de ciencia ficción. Muere a los 36 años por un accidente sin poder desarrollar todo su genio filosófico y literario.

Cyrano, siguiendo en esto a Lucrecio, niega los dioses, que a por medio del temor sostienen las religiones y los estados tiránicos y su negación tiene un carácter radical. En su tragedia «La muerte de Agripina» aparecida un año antes de morir, esta crítica aparece en el parlamento de Sejano, que produjo en su tiempo un monumental escándalo:

Ces beaux riens qu´on adore et sans savoir pourquoi …
Ces dieux que l´homme a fait et qui n´ont point fait l´homme
Des plus fermes etats ce fantasque soutien
Va, va, Terentius, qui les craint, ne craint rien.

En su obra más lograda, «El viaje a los imperios de la luna», publicada dos años después de su muerte por su amigo Le Bret, Cyrano expone sus ideas filosóficas a través de una serie de encuentros con los personajes más caprichosos, y de paso protesta contra la sociedad imperante en Francia, presentando la de los lunáticos, polarmente opuesta.

Cyrano aprovecha el primer fracaso de su viaje para comprobar que la tierra ha tenido que girar durante su elevación, «pues empezando a subir, a dos leguas de París, había caído en línea casi perpendicular en Canadá». Esta circunstancia y la fortuna de encontrar un hombre de elevadas opiniones le permite exponer la doctrina de Copérnico y Kepler por primera vez.

18. El primer personaje con quien dialoga en la luna es Elías y su conversación es una disparatada burla de los escritos de la Biblia, desde el paraíso terrenal con Adán, la serpiente enroscada en sus tripas y Eva, hasta Enoch, Achab y Juan Evangelista. Sus importunidades terminan por cansar a Elías, que le expulsa de aquel lugar santísimo, «para que predique en su pequeño mundo el odio irreconciliable que Dios reserva a los ateos».

La sociedad en que cae le tiene por un ser irracional, hasta el punto de que sólo utiliza dos extremidades, teniendo cuatro. Un nuevo compañero, el demonio de Sócrates, le informa de que esos extraños ciudadanos hablan un lenguaje musical, comen los perfumes de los alimentos, pagan con versos, condenan a los criminales a ser enterrados, consideran honorables los miembros que dan vida y vergonzosa la espada que mata, tienen muchos sentidos y un conocimiento sensible –el único– inagotable.

La última parte del tratado es una exposición de la doctrina atomista de Demócrito, Epicuro y Lucrecio, pero sin la defensa de los dogmas de la teología. El animal de la reina, que toman por la pareja de Cyrano, es un castellano, perseguido por la inquisición por su defensa del vacío. En su diálogo demuestra la verdad de sus opiniones por la existencia de cuerpos más duros, el movimiento, la rarefacción y comprensión, la ligereza de unos cuerpos, y en fin la nada que rodea el mundo.

En el tramo final un profesor de filosofía explica al viajero o «que el universo entero está compuesto de átomos infinitos, muy sólidos, indivisibles y sencillos», que existen desde siempre, son agitados por el azar y por su figura encajan en cada uno de los órganos sensibles. Un segundo profesor critica sucesivamente las objeciones que Gassendi ha hecho a la doctrina de Epicuro: Ni el alma de los hombres es inmaterial e inmortal, ni tiene sentido hablar de milagros, cuando nuestro entendimiento no comprende un acontecimiento, ni es concebible la resurrección, ni un Dios que certifique todos estos dogmas. De esta forma la filosofía de Cyrano renueva la de los antiguos atomistas y su moral –la de los libertinos– es todavía más radical.

 

El Catoblepas
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