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El Catoblepas, número 98, abril 2010
  El Catoblepasnúmero 98 • abril 2010 • página 13
Artículos

La crisis en España
y el punto de vista anglosajón

José Luis Pozo Fajarnés

Comunicación defendida ante los
XV Encuentros de filosofía, Oviedo 26-27 de marzo de 2010

José Luis Pozo Fajarnés en los XV Encuentros de filosofía, Oviedo 26-27 de marzo de 2010

A mediados de agosto del pasado año, el rotativo británico Financial Times cuestionó en un artículo el modelo de estado español, alertando del coste de las diecisiete administraciones autonómicas ante la crisis económica{1}. El periodista inglés que elabora el artículo se hace eco de la preocupación que se da entre algunos españoles por «la fragmentación de la nación", nombrando como regiones más secesionistas a Cataluña, el País Vasco y Galicia, en las que el separatismo se palpa en la promoción que de sus lenguas hacen en las escuelas y en distintos ámbitos de la vida pública. También señala que la lengua catalana es una muestra visible de las fuerzas centrífugas de la España moderna, y que en Cataluña toma bríos el separatismo debido a la posibilidad de aprobar un «estatuto» propio, y que esta «nacionalidad» ha ido más lejos que las demás al abrir delegaciones en el exterior. Este auge nacionalista español es comparado en el artículo con los auges nacionalista que se dan también en Groenlandia, Irlanda del Norte, Córcega, el norte italiano y otras regiones europeas.

El artículo incide en el problema español que deriva de la cara financiación autonómica. Concretamente señala que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hace grandes aportaciones de dinero público para todas las autonomías y que la que más dinero recibe es Cataluña. Las razones que da son las de la necesidad de apoyo político que tiene Zapatero de estas regiones secesionistas. El diario económico inglés también señala que los salarios de los funcionarios públicos están aumentando mucho, pese a la crisis y la deflación de los precios. Como conclusión de todo lo anterior alerta del riesgo de que España pierda la unidad interna de mercado.

El análisis de los graves problemas que tiene España podía haber incidido en el problema derivado de la desaforada construcción inmobiliaria pero no lo menciona. Sí atiende, empero, al problema del aumento de los salarios que puede agravar más la situación. Lo que sorprende es que el diagnóstico del periodista inglés mete el dedo en la llaga, poniendo encima de la mesa una cuestión política mucho más importante, la del tremendo coste económico de las distintas Comunidades Autónomas. Las razones que están implícitas en el análisis del rotativo inglés –y que en parte resultan extrañas por partir de la nación más afín al actual Imperio depredador pujante– las vamos a hacer explícitas a partir de ahora.

La conexión entre lo económico y lo político es patente. En todo el orbe lo económico tiene repercusiones derivadas de la caída de la Unión Soviética, del control de los yacimientos de petróleo por los países árabes, por desarrollo espectacular de la República Popular China, o por hechos puntuales como lo ocurrido en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Pero en España la crisis se está cebando con ahínco no solo por la desaforada construcción de pisos y chalés adosados sino, mucho más, por la nefasta política autonómica derivada de los errores cometidos a mediados de los años 70 tras la muerte de Franco. Esos errores se cometieron con la excusa de buscar un consenso que contaría con los ideales nacionalistas vasco y catalán.

Pero el hecho decisivo que nos ha llevado en los últimos tiempos a la actual situación es el relativo al cúmulo de decisiones que, en política autonómica, ha tomado el Gobierno socialdemócrata desde que ostenta el poder. Unas decisiones que Gustavo Bueno enumera en su último libro El fundamentalismo democrático: «diálogos con ETA, «nación y nacionalidad son términos secundarios», unionismo europeísta a ultranza (en la Unión europea veían muchos partidos secesionistas su gran oportunidad: «En Europa nos encontraremos») y, sobre todo, impulso a la reforma en serio de los estatutos de autonomía… Se llego a admitir a debate en el Congreso el proyecto de Estatuto del País Vasco… los estatutos de autonomía de Cataluña y de Andalucía»{2}.

La crisis económica española es también una crisis política

Las concesiones al nacionalismo que fueron expresadas en el texto de la Constitución de 1978, en los artículos 143 y 151 de la misma, marcaban los mecanismos de consecución de autonomía para las distintas regiones españolas, las cuales han venido a llamarse «comunidades» y tres de ellas además «nacionalidades históricas».{3} Estas concesiones han sido la causa de algunos de los problemas políticos y económicos más graves de nuestra nación. El Financial Times se percata de los efectos de la crisis actual en nuestro territorio pero no incide en esto que hemos apuntado. Lo que nos muestra es la punta del iceberg, de manera que señala como la causa de la cara financiación actual de las nacionalidades a la necesidad que tiene Zapatero del apoyo político de los nacionalistas. El diagnóstico del periodista inglés no acude a las causas primeras de esta situación insostenible para cualquier Estado que tuviera que soportarla. Para entender las múltiples razones que han llevado a esta situación y cuyos efectos estamos sufriendo y vamos a sufrir, vamos a enumerarlas y a razonarlas mediante el análisis de distintos textos de Gustavo Bueno que tratan estos problemas profusamente.

1. La defensa o la aceptación de las tesis nacionalistas, sean catalanas, gallegas o cualesquier otras, no tiene en cuenta una flagrante contradicción

No se puede ser demócrata y a la vez nacionalista puesto que la democracia española pide como principio un territorio ya dado, que es en el que vivimos todos los españoles. Si se quebranta el territorio y se separa una parte de ese pueblo se destruye con ello el fundamento en el cual puede darse esa democracia. La democracia española actual pide como principio el territorio español y al pueblo para que ésta se dé. El territorio, como el pueblo que vive en él, es un «componente imprescindible de la capa basal de la sociedad política»{4}. Ésta es la razón por la cual los «partidos secesionistas en España, insisten tanto más en su vocación democrática cuanto más se esfuerzan por quitar importancia a la capa basal (territorial) de España»{5}.

Nuestra democracia no puede ni debe autodestruirse, permitiendo que en su seno haya posturas secesionistas. Si los nacionalismos quieren fraccionar el territorio en el que se da nuestro actual sistema democrático, tienen que considerárseles como un tumor –que como todo tumor es parte del cuerpo, pero en el sentido de excrecencia–, pues niegan el fundamento de esta forma de gobierno y no puede considerárseles demócratas en ese sentido, sino enemigos de la democracia. Las ideas nacionalistas surgieron en España durante el siglo XIX, derivadas de las ideas más recalcitrantes de la derecha española, y germinaron en los movimientos carlistas vascos y catalanes. El carlismo se enfrentaba al ideario de la burguesía nacional, una burguesía defensora de la Nación política española que surgió en la Constitución de Cádiz. Esta norma magna señalaba la unidad de los españoles, incluyendo en tal totalidad los españoles trasatlánticos, los de Filipinas y también los de los distintos territorios africanos. Las «ideas» de los nacionalistas –entre los que contamos a Sabino Arana, defensor de un racismo cristiano a ultranza que proponía la República vasca bajo la advocación del Sagrado Corazón de Jesús– han sido fantasías que se han corporeizado en una serie de frentes políticos internos que desde distintas partes de nuestro territorio se han dirigido hacia la destrucción de España. Aquellas ideas decimonónicas, por tanto, «han tenido como efecto, aparte de centenares de asesinatos por cuenta de ETA, la modificación de su estructura ideológico-política (al final del siglo casi el 60% de los vascos votantes –no se cuentan las abstenciones de quienes están aterrorizados por las pistolas de ETA– no se creen españoles, aunque no por ello todos desean la independencia) sino por que tales ideas funcionan como guías prolépticas a través de las cuales se canalizan los intereses de grupos sociales cómplices ya organizados frente a otros.»{6}

Al querer romper la capa basal destruyen la misma base que sostiene la democracia. Tales partidos no pueden considerarse, como ya hemos dicho, democráticos sino enemigos de la democracia sobre todo al defender un pluralismo (en contraste con el «monolitismo» de la dictadura franquista) que «equivale ahora en el límite, a la descomposición de la democracia española, a la corrupción y muerte de la misma España como entidad política unitaria».{7}

2. La unidad de España no está garantizada por la democracia que hoy disfrutamos ya que en el día de hoy nuestro estado de derecho atenta y difumina el concepto de nación

Esta unidad amenazada en nuestro territorio es una unidad firme y segura en las naciones europeas cercanas: en Francia, en Alemania, incluso en Italia o Inglaterra. En las dos primeras esta cohesión se muestra como solidaria sin ambages, pero explicar cómo han llegado a esa envidiable situación sobrepasaría lo que tratamos aquí de mostrar, por lo que no podemos aquí desarrollarla. Estas cuatro, como también España, forman parte del conjunto, que denomina Gustavo Bueno, de las «naciones canónicas».{8} Pero estas naciones que han tenido una evolución paralela a la nuestra no soportan en su seno –salvo en una cierta medida las dos últimas– la realidad de unos proyectos muy desarrollados de naciones fraccionarias, las cuales se quieren fundamentar en unas señas culturales que en su mayor parte están inventadas para tal fin. Los nacionalistas tratan de fundamentar su origen nacional en la Edad Media, pero este absurdo cae por su propio peso al tener en cuenta que como «España no era una nación, en sentido político, en los siglos XII o XIII, pongamos por caso, mucho menos pudo ser nación política Cataluña, Galicia o Euskadi».{9}

Los partidos nacionalistas buscan con todo esto la conformación como nuevos Estados que se confederarían en una nueva Europa. Una Europa que, en esta nueva tesitura, tendría que ir más allá de los meros intereses de mercado que son los que hoy día la sostienen como proyecto. Estos proyectos de falsas naciones, fundados en una historia inventada para justificar sus fines, han seguido una trayectoria tendente a clonar los distintos nacionalismos que, desde el seno de España, se han consolidado en los pocos años que han pasado desde la constitución de 1978. Todas estas vicisitudes han colocado a la Nación política española en una situación crítica en relación a su continuidad. La apertura constitucional a la secesión, que se dibujaba con los artículos 143 y 151, puso «en marcha un efecto dominó autonómico de resultados imprevisibles, que ha conseguido de hecho una reproducción clónica de las estructuras autonómicas, con sus parlamentos, sus gobiernos, sus rituales, sus tribunales de justicia, sus televisiones autonómicas, sus aeropuertos autonómicos en proyecto, sus embajadas autonómicas (en ello incide el articulista del Financial Times), sus universidades públicas propias, sus culturas miméticas… Y estos partidos políticos aprovechan la estructura parlamentaria para asegurarse legislativamente su victoria electoral partidista, pero vaciada de contenido político».{10} Las distintas comunidades autónomas tomaron carrerilla pues «era muy peligroso mantenerse al margen del proceso autonómico en marcha porque esto equivaldría a quedarse atrás en la carrera del reparto de «poder cercano», de los fondos y de la influencia que ello comportaba».{11} Una de las mayores aberraciones expresadas por uno de aquellos denominados «padres de la patria» –expresada tres décadas después de su ardua pero inicua tarea– fue señalar que da lo mismo hablar de Nación que de Nacionalidad, de manera que con semejante falta de sindéresis ponía una guinda enorme –que seguro que no es la última– a un proyecto nefasto que puede llevar a la mayor debacle nacional, de todos los tiempos.{12}

3. El odio que muestra el nacionalismo emergente en Cataluña, País Vasco o Galicia es el motor que llevará a destruir la nación española

Los partidos españoles que buscaban consenso antes de la Constitución de 1978 no debieran haber tolerado las peticiones de los partidos nacionalistas. Tales prerrogativas conseguidas les benefició en sus fines secesionistas y desde el momento de su aprobación, por sufragio universal, la carrera hacia la ruptura de la nación se vio liberada de múltiples obstáculos, y las regiones señaladas pasaron a llamarse «comunidades históricas», y tal término es una «improvisada y aturdida denominación… derivada de dar por buenas las leyendas celto-suevas de los galleguistas, o las leyendas arias de los euskaristas, o las leyendas grecorromanas de los catalanistas. Pero estos impulsos no brotaban del pueblo que nada sabía de celtas o de suevos, de arios o de grecorromanos, o de tartesios o de berones, sino de ciertos partidos políticos con una notable influencia en los respectivos cleros».{13} Tras esto sobrevino un proceso de corrupción ideológica que se propagó a través de profesores y antropólogos en todas las comunidades autónomas que elaboraron enormes mentiras históricas de cara a las futuras constituciones de las distintas identidades «nacionales», y así «las patrañas de la Díada en Cataluña, las de Juan Zuría en el País Vasco o las de Breogán en Galicia sintetizan de un modo visible la corrupción de una conciencia colectiva en el momento de mirar hacia el pasado».{14} Y tales mentiras interesadas han llevado a que día a día se abra cada vez más una brecha entre la población de aquellas comunidades y el resto de España, generándose un terrible odio hacia lo que llegan a llamar desde la más supina ignorancia «estado opresor español».

Los «padres de la patria», desde unas posturas que quizá pudieran tacharse como «de buena fe» pero que mostraban su falta de rigor y su poca visión de futuro, acordaron y sirvieron en bandeja de plata lo que no podía ser tolerado: el proyecto de fractura de la nación española, la futura –pero en tiempo casi inmediato– destrucción de la capa basal de España.

4. España se constituyó como nación antes que cualesquier otras naciones europeas

La sistasis española se dio de una forma necesaria a partir del momento en que, a comienzos del siglo VIII, desde Asturias se comenzó la andadura de enfrentamiento al Islam, consolidándose este enfrentamiento como una lucha imperial. El Imperio cristiano comenzó a negar de esta guisa al Imperio islámico que comenzó a tomar cuerpo tras el auge del califato. Más tarde el Imperio español se consolidaría como universal, como católico. De tal manera que España antes de ser nación política fue Imperio universal, el cual estuvo en auge durante varios siglos y comenzó su declive cuando el Imperio depredador protestante anglosajón se fortaleció y pasó a ser preponderante.

Los intereses de España eran los intereses de la Humanidad{15}, y tenían como fin incorporar a los distintos pueblos del globo para conformar de esa manera una Sociedad Universal (que nos pone por tanto ante la Idea filosófica de más arriba, la de «Humanidad». La Idea límite de «Género Humano». Tal Idea no es «un punto de partida, a título de «sujeto agente» del Imperio Universal»{16}, ya que tal Idea sería una Idea metafísica, del mismo calado que la Idea de Dios, por ejemplo). El Imperio español representaba la única fuerza que se contraponían a la ampliación del nuevo Imperio, en este caso depredador, del norte. Pero en los siglos XVII y XVIII la preponderancia anglosajona se fue consolidando, a la vez que se desviaba el nexo central a la nueva nación imperialista de América del Norte. El declive del Imperio universal sobrevino inexorablemente. Hoy queda la impronta del mismo en la lengua hablada por más de cuatrocientos millones de personas en el mundo. El hispanismo es una fuerza que quiere emerger conscientemente, desde movimientos políticos que comienzan a tener voz entre los diarios y redes sociales, y también de una forma no consciente, mediante la multiplicación de hablantes de español que se da hoy día –y que se seguirá dando– en el nuevo continente.

5. La historia de España es la historia de un Imperio que hizo que la España de hoy sea una nación política

Los españoles de un momento concreto de la historia no fueron los sujetos que constituyeron tal nación (estamos pensando en el momento en que primero se denomina así nuestro país, que es el de la Constitución de Cádiz). Es la historia del Imperio español (católico y por lo mismo universal) la que la forjó. Y ello sucedió antes de que fueran naciones políticas las naciones canónicas vecinas (Francia, Inglaterra, Italia, Alemania…). Y es que éstas no fueron nunca Imperio, no fueron la cabeza de un proyecto que fue parte a su vez de lo que se denomina «Historia Universal» y «solo pueden considerarse capítulos de la Historia Universal aquellas sociedades que, habiéndose constituido como Imperios… puedan, a su vez, ser resumidas dialécticamente desde la Idea dialéctica de Imperio Universal».{17} Frente a éstas, debemos tener en cuenta la Nación que está hoy a la cabeza del mundo y a la cual debe asociársele una Idea distinta de Imperio, una Idea filosófica también, que «puede ser asociada al proyecto de «Sociedad democrática universal de mercado», que los ideólogos americanos quieren hacer coincidir con el «fin de la historia».{18}

Para terminar con esta primera parte, debemos incidir en que, los «padres de la patria» mediante su labor como sujetos operatorios que cumplen un papel relevante en esa disciplina β-operatoria que es la historia, fueron cómplices de unos intereses secesionistas que cobrarían más bríos gracias a las decisiones que tomaron cuerpo en el texto de la última Constitución. Los padres de la patria elaboraron unas prolepsis sin fundamento, o con el fundamento de anamnesis espurias, de mentiras que ni siquiera es seguro que creyeran o quizá de conclusiones derivadas de su propia ignorancia no reconocida, en lo relativo a lo que es{19} España. Aunque lo más trágico de todo ello es que sus decisiones nos están llevando en este fin de primera década del siglo XXI al mayor de los desastres.

Y es que la crisis política española parece agravarse cada día que pasa un poco más. El acercamiento a las grandes economías mundiales en las últimas cinco décadas, tenía aparejada una fuerza contraria que no permite que tal acercamiento se materialice. El motivo es que la política del desarrollo y consolidación de las autonomías trajo aparejado, en primer lugar, un gasto inmenso, un gasto que es imposible de sobrellevarse y que se ha hecho patente en este momento de aguda crisis económica y, en segundo lugar, un constante ataque a la capa basal de nuestra nación que puede llevarnos, si este no es contrarrestado, a la destrucción de España, a la destrucción de un Imperio que, pese a todo, sabemos que mantendrá su impronta debido a sus tremendos efectos patentes en todo el mundo, de los que el más conspicuo es el de una lengua hablada por más de cuatrocientos millones de personas y cuyo número de hablantes aumenta cada año que pasa.

La crisis económica española beneficia sobre todo a los intereses del Imperio depredador angloparlante

Resulta chocante, al menos, que sea un periodista inglés el que exprese en un medio de comunicación una opinión acertada del problema español. En España, señalar como causa primera de la crisis el gasto autonómico es una opinión censurada en todo medio de comunicación de masas, o al menos en horas de audiencia máxima de los mismos. Puede que el hecho de que un periodista inglés elabore un diagnóstico acertado quizá solo sea una muestra más de desprecio, pues con la verdad a veces se ofende más que no diciéndola. Y es que el desprecio por los que están derrotados es algo habitual entre los que son preponderantes en la economía mundial o incluso, en mayor medida, por los que son más afines a ellos, los británicos. Así, los rotativos ingleses llaman habitualmente a las economías del sur europeo (Portugal, Italia, Grecia y España) los «PIGS». Estas cuatro letras que la grafía inglesa señala como primeras de los nombres de los cuatro países conforman el vocablo inglés que significa «cerdos». Así el actual Imperio se mofa, denostando a los Imperios derrotados: el griego, el romano y el español.

Una de las armas que esgrimen las distintas potencias europeas para enfrentarse política y económicamente a otras naciones es la de fomentar el separatismo interno. Los nacionalismos que se están dando en las distintas naciones europeas no cobrarían bríos ni habrían conseguido fraccionar sus países sin la ayuda interesada de las potencias ajenas –fue muy relevante el caso de Yugoslavia, pues Alemania fomentó los nacionalismos croata y esloveno de manera que se llegó a la terrible situación que todos conocemos–. Los intereses de éstas «pueden ser muy variados, pueden ser intereses económicos, religiosos, pero que ocultan siempre intereses políticos, como podría ser el caso de la eventual ayuda que pudieran esperar los nacionalistas vascos de las potencias angloparlantes en la medida en que la sustitución del español por el inglés en Euskadi beneficiara al interés de la «comunidad angloparlante»».{20}

La Europa de los mercaderes que se está construyendo en las últimas décadas y que en su funcionamiento interno es similar al de una biocenosis en la cual el más fuerte va a ser el que prepondere, tiene una finalidad implícita que no puede ser expresada en ningún contexto mediático, pues sería contraproducente para cualquiera de los socios mayores. Esta finalidad es que la soberanía de las naciones en puja se vaya deteriorando poco a poco. Y así podemos observar como «los ciudadanos españoles cada vez tienen menos intervención en las normativas que les llegan impuestas desde Europa (desde una Europa en la cual «el pueblo» solo puede participar a través de de representantes interpuestos de segundo, tercer o cuarto orden). Directivas que se aceptan a veces sin rechistar (acuerdos pesqueros, cuotas lácteas, siderurgia, educación, política financiera, política militar, incluso política de contratación laboral)».{21} En este contexto, la merma de la soberanía nacional se ve ampliada por los intereses nacionalistas de catalanes y vascos –estas dos comunidades sobre todo– que dentro del territorio nacional van ampliando sus miras y sus demandas «por el apoyo que reciben de terceras potencias interesadas en que la nación canónica competidora se fraccione».{22}

Conclusión

De las opiniones vertidas en el rotativo inglés, pese a su acierto, debemos decir, en primer lugar, que éstas no están fundamentadas, pues no hacen más que expresar algo obvio, pese a ser opiniones que en nuestro territorio están vetadas. Para darles contenido ha hecho falta plasmar en el papel los análisis materialistas de Gustavo Bueno, que señalan profusamente las causas que están detrás de los males en que incide el periodista inglés, los cuales parecen llevarnos inexorablemente a una ruina económica y política -esta última por destrucción de la unidad nacional actual-. En segundo lugar, que esta falta de fundamentación del periodista inglés, está justificada por tratarse de que con su elucidación solo nos muestra la prepotencia del vencedor, que aparte de golpear señala los lugares donde el enemigo flaquea, quizá para multiplicar la efectividad del ataque. La posible buena voluntad del inglés, si es que ignora estas cuestiones, no devalúa en lo más mínimo nuestros argumentos. Además, aquí, lo menos importante es ser condescendiente con alguien que no se percata de las causas primeras, sobre todo si tenemos en cuenta, como ya hemos dicho, que quizá lo que hace con ello es mofarse del que está siendo pisoteado. Eso mismo es lo que hacen directamente los que nos llaman «cerdos» al señalar a nuestra débil economía en situación similar a la de portugueses, italianos y griegos, y en comparación con su fortaleza económica y política{23}, de manera que sujetan las riendas del mercado pletórico que se está consolidando en el mundo tras los cambios políticos a partir de 1989. Los cambios que se dieron tras la derrota anunciada, pero no por ello menos espectacular, del bloque político-económico socialista.

Bibliografía

Gustavo Bueno, España frente a Europa, Alba Editorial, Barcelona 1999.

Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, Temas de Hoy, Madrid 2010.

http://www.eleconomista.es/economia/noticias/1486697/08/09/El-Financial-Times-cuestiona-la-Espana-de-las-Autonomias.html

Notas

{1} En esta página web puede leerse la traducción del artículo:
http://www.eleconomista.es/economia/noticias/1486697/08/09/El-Financial-Times-cuestiona-la-Espana-de-las-Autonomias.html

{2} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 337.

{3} Según nos dice el profesor Bueno, «el concepto político de «nacionalidad histórica» es, en cierto modo, tan contradictorio como un «hierro de madera». La nación, en un sentido político, no es tanto un concepto histórico (pretérito), fundado en una comunidad de origen, cuanto, sobre todo, un concepto práctico (de futuro)». Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 125.

{4} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 177.

{5} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 151.

{6} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 200.

{7} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 231.

{8} En el Diccionario Filosófico de Pelayo García Sierra podemos leer la siguiente definición de este término: «Llamamos naciones canónicas a las que efectivamente se han conformado o redefinido a «escala» de tales Estados (Francia, España, después Alemania, Italia...). Las naciones regionales no pueden ponerse en el mismo plano de realidad política de las anteriores, puesto que sólo existen en proyecto. Son subdivisiones de las naciones canónicas (Gales, País Vasco, &c.) y no son anteriores, sino posteriores, a las naciones canónicas, pese a las pretensiones de la elite que pretende su emancipación y que se orienta a la consecución de alguna forma de Estado separado (sin perjuicio de contemplar su eventual confederación con otros Estados colindantes).» (http://www.filosofia.org/filomat/df421.htm).

{9} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 160.

{10} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 339. La cursiva en de este autor.

{11} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 331.

{12} El profesor Bueno ha incidido muchas veces en ello. Podemos leerlo, expresado con mayor profusión y claridad, por ejemplo en El fundamentalismo democrático, pág. 135.

{13} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 330. La cursiva en de este autor.

{14} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 334.

{15} Aquí «Humanidad» no tiene sentido metafísico, no es una humanidad, sujeto de la historia, que esté pedida desde el principio, sino una «Idea límite». La Humanidad, el «Genero Humano», es algo que surge de todas las razas humanas, de todas las culturas que han sido parte de su futuro origen.

{16} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 203

{17} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 211. Por tanto, no todo Imperio sino solo los que considera Gustavo Bueno en sus acepciones III (un «Sistema de Estados» subordinado al Estado hegemónico y que en su caso límite será depredador y unitario) y IV (Imperio como Idea trans-política).

{18} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 205.

{19} Para documentarnos sobre el tema podemos acudir a los textos de Gustavo Bueno que estamos citando en este trabajo, y también a estos otros: España, El Basilisco, núm. 24. Las coordenadas de la España de Fusi, (crítica al libro de Juan Pablo Fusi, España, la evolución de la identidad nacional), en el suplemento Cultura nº 477, págs. I-III, de La Nueva España, 2 de marzo de 2000. España y América, publicado en la revista Catauro (La Habana), nº 4 (julio-diciembre 2001), págs. 116-123. «La Idea de España en Ortega», El Basilisco, nº 32, págs. 11-22. (VI Encuentros de Filosofía en Gijón, sábado 14 de julio de 2001.) España no es un mito. Claves para una defensa razonada, Temas de Hoy, Madrid 2005 (noviembre).

{20} Gustavo Bueno, España frente a Europa, págs. 144 y 145

{21} Gustavo Bueno, El fundamentalismo democrático, pág. 349.

{22} Gustavo Bueno, España frente a Europa, pág. 150

{23} Últimamente se está señalando que la economía inglesa está peor que la española, pero esto no trastoca un ápice nuestro análisis ya que equiparamos los puntos de vista inglés y estadounidense.

 

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