Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 .

El Catoblepas, número 87, mayo 2009
  El Catoblepasnúmero 87 • mayo 2009 • página 19
Libros

Armas, gérmenes y acero

Iván Vélez

La gripe americana ha sido capaz de «regresar» desde el Nuevo Mundo a Europa, desandando el camino recorrido por Cortés y la panoplia de virus que le acompañaban

Armas, gérmenes y aceroLa actual pandemia de gripe A –siempre según la terminología empleada por la OMS–, con un primer foco localizado en México, y cuyo avance continúa extendiéndose por las diferentes naciones en que se divide el planeta, constituye una inmejorable ocasión para realizar una breve reseña sobre el libro que en 1997 publicara Jared Diamond, profesor de Geografía de la Universidad de UCLA. La obra se tituló Armas, gérmenes y acero, y se vería corregida y aumentada en 2003 con una serie de adiciones o actualizaciones de un trabajo que se hace constantemente al compás de los diversos descubrimientos que proporcionan la Paleontología y la Arqueología entre otras disciplinas científicas. Nuestro trabajo lo realizaremos teniendo como referencia la edición de 2007 publicada por la editorial española DeBOLS!LLO.

El libro, como su propio subtítulo refiere: Breve historia de la humanidad en los últimos 13.000 años, pretende reconstruir tan largo y complejo período a lo largo de sus casi 600 páginas. Para llevar a cabo tan ambiciosa tarea, Jared Diamond ha estructurado su obra en cuatro partes, a las que ha hecho varios añadidos en forma de epílogo, un capítulo nuevo y un conjunto de lecturas complementarias con los que trata de cerrar el trabajo inicial. Estos cuatro grandes capítulos, que suceden al prólogo del mismo autor, son los que siguen: «Del Edén a Cajamarca», «Nacimiento y difusión de la producción de alimentos», «De los alimentos a las armas, los gérmenes y el acero»y «La vuelta al mundo en cinco capítulos».

La primera parte trata de fijar las «condiciones de partida» del género humano, para lo cual Diamond se sirve de los datos que la Paleontología le ofrece, datos que, como es bien sabido están en continuo cuestionamiento habida cuenta de la escasez de reliquias que constituyen el registro fósil y de las perturbaciones que cada nuevo yacimiento humano introduce en la línea, o mejor dicho, líneas evolutivas humanas. Acaso por estas razones, el autor de El tercer chimpancé, pasa con rapidez por estos asuntos para buscar su verdadero punto de partida, esos 13.000 años antes citados, fecha que deja atrás la última gran glaciación y establece unas condiciones mínimas para el despliegue tecnológico posterior. En este sentido es de agradecer que si bien su campo de actuación es de escala planetaria, Diamond no hable de un hombre en abstracto, sino de un conjunto de bandas que en un avance en absoluto armónico, se irán desplegando por la superficie terrestre siguiendo a menudo las rutas que los animales les iban indicando. En estas páginas, además, hallamos una afirmación coincidente con una de las tesis fundamentales del materialismo filosófico al referirse a las diferencias que separan al hombre del resto de animales. Citamos textualmente:

«... en mi libro El tercer chimpancé defendí la perfección de la laringe y, por tanto, de la base anatómica del lenguaje estriado»{1}

Afirmación que si bien no debe restringirse en exclusiva a sus aspectos fisicalistas, pone tierra de por medio con las habituales concepciones espiritualistas o mentalistas del ser humano.

Es en esta primera parte donde Diamond narra un episodio crucial, el de la extinción de la macrofauna y el consiguiente acercamiento por parte del hombre a animales de una escala más proporcionada con la suya. Desde nuestras posiciones, es obligado decir que las consecuencias de este «ajuste de escala» entre el hombre y los animales que le rodeaban, nos pondrían en relación con el surgimiento de las religiones secundarias y el zoomorfismo de las deidades de este período, conexión que Diamond no establece, dado que su trabajo se ejerce preferentemente en torno a los ejes radial y circular del espacio antropológico. Es en estas extinciones de la fauna donde Diamond fija el comienzo de las divergencias, en lo que a progresos tecnológicos y sociales se refiere, entre grupos humanos. Extinciones que en el caso de Oceanía, continente donde se desarrolla gran parte de la investigación del autor, seguidas de la ausencia de una fauna domesticable, habrían propiciado, el retraso de estas sociedades con respecto de las que se asentaron en Eurasia. Demos la palabra al profesor de UCLA:

«Estas extinciones eliminaron todos los grandes animales salvajes que de otro modo podrían haber sido candidatos a la domesticación, y dejaron a los indígenas de Australia y Nueva Guinea sin un solo animal doméstico autóctono.»{2}

Esta cita nos pone en relación con uno de los principales errores en que, a nuestro juicio incurre Diamond. Así, el autor, tras afirmar que las condiciones ambientales, referidas tanto a la flora como a la fauna, determinaron decisivamente el desarrollo de las sociedades, sugiere que los diferentes grupos humanos, de haberse enfrentado a ambientes semejantes, aun cuando construyeran sociedades inconexas entre sí, hubieran corrido en paralelo llegando a resultados similares. Tras presentar ejemplos como el de la aparición de la escritura en diversas sociedades estatales de diferentes continentes para avalar tal tesis, en uno de los últimos capítulos del libro, como veremos más adelante, es donde, a nuestro juicio, el propio Diamond ofrece datos que permiten triturar sus propias tesis. Pero regresemos al primer capítulo.

Esta primera parte se cierra con el análisis de la famosa Batalla de Cajamarca, que tuvo lugar el día 16 de noviembre de 1532, cuando las tropas de Francisco Pizarro, compuestas por 168 españoles, a los que se aliarían diversas tribus de la región, esperaron en dicha ciudad al numerosísimo ejército que acompañaban al emperador del Perú, Atahualpa. En este sentido, nos apresuraremos a decir que Diamond no parece estar afectado por argumentos negrolegendarios, pues en todo momento se mantiene en un análisis que se atiene a los datos que obtiene directamente de la crónica que realizara Cristóbal de Mena. Muy sencillo hubiera sido para un autor anglosajón refugiarse en los argumentos propios de la Leyenda Negra y que tanto eco han tenido incluso en los propios españoles. Uno de los más manidos recursos de tal Leyenda, es el que reduce la conquista del Nuevo Mundo a una suerte de guerra bacteriológica, argumento que no resiste el mínimo análisis y que introduce, por el contrario, flagrantes anacronismos en su desarrollo. Armas, gérmenes y acero da cuenta de hasta qué punto el continente americano se vio mermado por las epidemias, pero no se ocultan las importantes luchas intestinas que se desarrollaron en el seno del Imperio Inca. Finalmente, al margen de la evidente distancia tecnológica que separaba a ambas sociedades, en esta páginas aparece una cuestión esencial para entender la facilidad con que el Imperio Español se impuso al Inca y no al revés, pregunta con que, de un modo artificialmente ingenuo, se abre el capítulo y que vendría a plantear el porqué de la conquista española de América y no su contrario. Diamond no duda en mostrar las diferencias existentes entre la sociedad que representa Pizarro y la de los incas. El conquistador español, era súbdito de Carlos V, un rey que, pese a su innegable peso en la Iglesia Católica, no era en absoluto equiparable al emperador inca, considerado como un semidiós por su pueblo hasta el punto de que su captura por los españoles precipitaría el desmoronamiento de su imperio. Así caracteriza el autor al emperador peruano:

«Atahualpa era venerado por los incas como rey-sol y ejercía una autoridad absoluta sobre sus súbditos.»{3}

El segundo de los capítulos «Nacimiento y difusión de la producción de alimentos», ofrece interesantísimos datos que ponen el libro en conexión con la actual pandemia citada al inicio de este texto. Es aquí donde Diamond reconstruye la conexión entre domesticación, sedentarismo y sociedad estatal, vinculación que los diferentes ambientes harían más o menos propicia. Será en estas sociedades estatales, con una gran densidad de población sedentaria en permanente contacto con animales estabulados, donde surjan las enfermedades infecciosas –viruela, sarampión y gripe principalmente– y las subsiguientes inmunizaciones de las que carecerían las sociedades aisladas con las que tropezarán aquéllas en su expansión. La secuencia que Diamond propone, parte, como expusimos más arriba, de la existencia de regiones donde flora y fauna propician la agricultura y ganadería, de cuyos excedentes, según una tesis ya clásica, surgiría la aparición de trabajadores especializados. Estos entornos privilegiados, en los cuales se comenzaría la selección humana con el objeto de mejorar las especies, los delimita Diamond en un apartado de este capítulo titulado «Horizontes abiertos y ejes inclinados». Según su tesis, la difusión de alimentos seguiría unos ejes trazados sobre un mapamundi. La principal y más propicia línea sería la «horizontal», el eje de propagación este-oeste del caso eurasiático, que fue posible debido a la existencia de grandes llanuras y la escasez de cadenas montañosas que supusieran un obstáculo. África y América, con ejes inclinados y una sucesión de desiertos y abruptas cordilleras con climas cambiantes, habrían encontrado mayores dificultades en este sentido, a las que se añadirá la escasez de animales susceptibles de domesticación.

La tercera parte abunda en la cuestión de los gérmenes y la pone en conexión con las armas al tratar en torno a los primeros contactos, belicosos o no, entre diferentes sociedades. De nuevo América aparece como ejemplo, pues es allí donde una sociedad en la vanguardia del desarrollado tecnológico y político como la española entra en contacto con muchas otras que a menudo se hallaban todavía en el Neolítico, un choque reproducido por el propio Diamond cuando se ha relacionado con los llamados «primitivos contemporáneos» que aún sobreviven en Oceanía. Es en este bloque donde el autor despliega su erudito conocimiento en materia epidemiológica, realizando así un exhaustivo repaso por las numerosas epidemias que han asolado a diversos grupos humanos a lo largo de la Historia. El capítulo, tras transitar por diversos avances tecnológicos, se cierra en torno al eje circular del espacio antropológico. En concreto, en lo concerniente a los tipos de organización política. La conocida secuencia: horda, tribu, jefatura y estado se pone en conexión con el volumen de las sociedades, su religión, sistema de propiedad, &c., en un ejercicio que trata de huir de la visión rousseauniana de las sociedades primitivas. Diamond, pese a su algo candorosa visión de los individuos con los que trata, intenta siempre vincularlos a grupos en constante conflicto con otros.

El último bloque, algo más heterodoxo, ofrece un visión bastante cruda de las distorsiones que la penetración de las armas de fuego produjo en las relaciones entre diversos grupos humanos de Nueva Guinea, factor que propició el aislamiento de pequeñas comunidades que han llegado hasta nuestros días como verdaderas «muestras» que hacen las delicias de los etnólogos actuales, y que suponen un auténtico problema en lo que respecta a su integración en estados políticos homologados. Tras este asunto, Armas, gérmenes y acero, se detiene brevemente en China, siguiendo el rastro de las lenguas minoritarias que aún persisten como reliquia de una sociedad mucho menos homogénea que la que hoy presenta el Imperio del Centro, constituido masivamente por miembros de la etnia han. Un trabajo homólogo se realiza más adelante, esta vez con África como objeto de análisis y con la raza negra en sustitución de la etnia han.

Finalmente, el epígrafe ¿Quiénes son los japoneses?, resultado de la ampliación de la obra llevada a cabo en 2003, nos resulta particularmente esclarecedor. En él se trata acerca del posible origen coreano de los actuales japoneses, una vez desaparecidos la etnia de ainu. Diversos y contradictorios factores concurren en estas páginas, haciendo así muy difícil el sostenimiento de la mítica idea de evolución o progreso global. Nos explicaremos:

Frente a disciplinas científicas como la Arqueología o la Genética, que en una nación técnicamente avanzada como la japonesa podrían arrojar luz sobre su pasado, se alzan los componentes supersticiosos que se hallan integrados en esa sociedad, hasta el punto de llegar a impedir la excavación de las tumbas imperiales de una dinastía emparentada con la divinidad, no permitiendo de este modo aclarar el verdadero origen de los japoneses, actuales enemigos políticos de la Corea que podría ser su origen. Otro ejemplo que rompe la «línea de progreso creciente», lo constituye la histórica relación de Japón con las armas de fuego. En efecto, tras una rápida asimilación de los conocimientos relacionados con la manufactura de armas de fuego, introducidas en Japón por los portugueses en 1543, y que llevaría a los nipones a situarse en la vanguardia de la fabricación de excelentes fusiles, dichas armas comenzaron un declive a principios del siglo XVII que les llevó hasta su casi desaparición, sólo impedida por la necesidad que hubo de ellas en el XIX ante la amenaza que suponía la flota norteamericana frente a sus costas. Diamond, junto a este ejemplo de retroceso tecnológico, cita otros análogos como el del abandono del empleo de barcos de transporte marítimo, junto con el de las máquinas de hilar y los relojes mecánicos por parte de China, o el de los aborígenes de Tasmania, que renunciaron a los útiles de hueso para «regresar» al Paleolítico.

Todos estos ejemplos nos ponen ante la evidencia de que el análisis exclusivamente tecnológico o «ambiental», es insuficiente a la hora de abordar el estudio en profundidad, que trate de analizar pero también de sintetizar, todos los materiales que componen las sociedades humanas. En el aludido caso de Japón, el decisivo peso de una elite aristocrática, la integrada por los samuráis, fuertemente ligada –hasta el punto de cifrar en ella gran parte de su poder– a instituciones objetuales bélicas tales como la espada o la armadura, vinculadas a elaboradas ceremonias marciales, precipitarían el desuso de los fusiles. Para acometer la audaz tarea emprendida por Diamond, es imprescindible el empleo de una filosofía lo suficientemente potente. En este sentido, el materialismo filosófico fundado por Gustavo Bueno nos parece el sistema más fértil de que disponemos en la actualidad, siendo así que Armas, gérmenes y acero, constituye una obra del máximo interés por cuanto ofrece un auténtico filón de datos dignos de análisis y sistematización.

Sólo mediante el uso de una filosofía de tal profundidad, que incluya y maneje Ideas como, por ejemplo, las de Hombre, Mundo, Nación o Imperio, se pueden entender, por ejemplo, las divergentes posturas adoptadas por cristianos y musulmanes egipcios ante el sacrificio de cerdos decretado por el Gobierno, o incluso, de qué modo las epidemias que Diamond describe, han sido capaces de revertir sus originarias líneas de propagación. En efecto, la actual gripe porcina, adjetivo que se omite para evitar los nocivos efectos que podría ocasionar el uso de tal vocablo sobre la economía que desde la etnología no es posible analizar, ha sido capaz de «regresar» desde el Nuevo Mundo a Europa, desandando así, vía pandémica, el camino recorrido por Cortés y la panoplia de virus que le acompañaban.

Notas

{1} Armas , gérmenes y acero, DeBOLS!LLO, Barcelona 2007, pág. 46.

{2} Op. cit., pág. 51.

{3} Ibídem., pág. 80.

 .

El Catoblepas
© 2009 nodulo.org
 .