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El Catoblepas, número 61, marzo 2007
  El Catoblepasnúmero 61 • marzo 2007 • página 9
Artículos

El Escorial frente a la Alhambra

Iván Vélez

Prefieren que la imagen de España se asocie
con la morisma más que con el Imperio

El Escorial

«El monasterio de El Escorial es un esfuerzo sin nombre, sin dedicatoria, sin trascendencia. Es un esfuerzo consagrado al esfuerzo.» José Ortega y Gasset, Meditación de El Escorial, 1915.

El día 7 de julio de 2007, finaliza el plazo establecido por la Fundación New 7 Wonders, para la elección, mediante una «votación universal» llevada a cabo por diferentes canales (Internet y telefonía móvil), de las nuevas Siete Maravillas del Mundo que sustituirán a las escogidas en el siglo II a. de C. por Antiparo de Sidón.{1}

La lista de aspirantes es la siguiente: la Acrópolis de Atenas (Grecia), Angkor (Camboya), Chichén Itzá (México), Cristo Redentor de Río de Janeiro (Brasil), Coliseo de Roma (Italia), Moais de la Isla de Pascua (Chile), Torre Eiffel (Francia), Gran Muralla (China), Santa Sofía de Estambul (Turquía), Templo Kiyomizu de Kyoto (Japón), Kremlin y Plaza Roja (Rusia), Machu Pichu (Perú), Castillo de Neuschwanstein de Füssen (Alemania), Petra (Jordania), Pirámides de Giza (Egipto), Estatua de la Libertad (EE.UU.), Stonehenge (Reino Unido), Ópera de Sydney (Australia), Mezquitas de Tombuctú (Mali) y finalmente, como representante de España, La Alhambra.

La Alhambra

A nadie se le oculta que esta iniciativa, más allá del reconocimiento de las excelencias que atesoran estas obras arquitectónicas, ingenieriles y escultóricas, esconde intereses publicitarios, turísticos y, por supuesto, políticos. No parece casual que el G8, sitúe en ella a todos sus miembros excepto a Canadá. Aún así, el criterio para la elección de los aspirantes es, al menos, confuso.

Mientras la lista clásica estaba compuesta por obras producidas por sociedades de carácter imperial, en la actual, ese rasgo se desdibuja en aras de una pretendida universalidad que ya no tendría a las plataformas políticas como referentes, sino al mismo Género Humano, en sintonía con los pretendidos procesos globalizadores que tenderían a borrar diferencias entre culturas, religiones y sistemas políticos, con el imprescindible aderezo de grandes dosis de relativismo cultural.{2}

Por otro lado, las categorías estéticas que servirían para realizar la nueva selección, son asimismo oscuras, pues ¿qué puede unir el tosco conjunto megalítico de Stonehenge, con la precisa talla de la Acrópolis? ¿Son equiparables los Moais de Pascua con la Estatua de la Libertad? La lista de Antiparo, por el contrario, es mucho más homogénea en este aspecto. En ella, a pesar de estar limitada por la extensión del mundo conocido en la época, no tiene cabida el arte bárbaro, sino aquellas obras que han sido depuradas por el canon y el estilo y que, por llegar a la categoría de maestras, se convierten asimismo en canónicas .

Hechas estas consideraciones, abandonaremos la lista, y nos centraremos en el análisis de la decisión, por parte de nuestro país, de elegir La Alhambra como aspirante a tan selecto club, y esta tarea no la realizaremos desde la metafísica del Género Humano, sino desde algo más preciso y tangible, la nación política conocida como España. La alternativa que plantearemos al palacio nazarí, es el Monasterio de El Escorial, conocido también, paradójicamente, como la «Octava Maravilla del Mundo».

El análisis exhaustivo de la obra de Juan de Herrera, al igual que el correspondiente al del palacio granadino, excede el propósito de este trabajo, por lo que, sin dejar de trazar unas líneas maestras que ayuden a comprender mejor a El Escorial y que sin duda nos servirán en nuestra argumentación, nos centraremos en los aspectos simbólicos por los cuales, creemos que El Escorial es idóneo si de lo que se trata es de representar a España.

Es precisamente la representatividad que en algunos casos parece evidente (la Torre Eiffel de Francia, la Estatua de la Libertad de los EE. UU.), lo que nos plantea el primer problema. Si en estas dos obras emblemáticas encontramos una continuidad histórica y política, en otros casos, esta continuidad resulta forzada en extremo, pues ¿se puede decir que los constructores de Stonehenge eran británicos? Atendiendo a este criterio, deberíamos descartar a algunos candidatos, a no ser que nos situemos en posiciones etnológicas o indigenistas que nos permitan establecer una línea que una a los hombres que tallaron las grandes cabezas de la Isla de Pascua, con los ciudadanos chilenos de principios del siglo XXI que ahora proponen su candidatura a Maravilla del Mundo.

El Escorial

Vayamos, ahora, al análisis arquitectónico de El Escorial:

Construido entre los años 1562 y 1584, la traza universal se debe a Juan Bautista de Toledo, arquitecto formado en Italia bajo las enseñanzas de Miguel Ángel. A su muerte, le sucede su ayudante, el cántabro Juan de Herrera. Programáticamente, El Escorial está compuesto por un monasterio jerónimo{3}, una iglesia, un colegio y un palacio, a los que se une una gran biblioteca situada sobre la fachada principal. Todas estas piezas, se ensamblan magistralmente y quedan uniformadas bajo el llamado estilo herreriano.

Pero el complejo edificio, a pesar de las novedades que presenta, en el necesario proceso de anamnesis que todo proyecto arquitectónico conlleva, incorpora elementos de la tradición española y foránea.

Sin ánimo de ser exhaustivos, la planta escurialense, con su sucesión de patios y galerías sobre una trama ortogonal, se situaría dentro de una serie de la que formarían parte, como antecedentes, los hospitales de los Reyes Católicos (Hospital de Sta. Cruz, Hospital Tavera). De su volumetría, destaca la presencia de torres en esquina al estilo de los alcázares reales, rematadas por chapiteles de pizarra de influencia flamenca.

La iglesia, situada en el eje central del conjunto, precedida por el Patio de los Reyes es, con su fachada renacentista, un claro ejemplo de la nueva tipología surgida tras el Concilio de Trento. La planta, en forma de cruz griega, coronada por una gran cúpula, es deudora de San Pedro. Bajo el altar, que alberga un imponente retablo trazado también por Herrera, se encuentra el Panteón de Reyes.

Por último, en lo que se refiere a otras artes, pintura y escultura, entre sus muros, podemos admirar obras de Tiziano, Velázquez, El Greco, Zurbarán, Ribera, Rubens, Leoni, Jordán, &c.

Con la culminación de la obra, comenzaron las influencias que El Escorial produciría en la arquitectura tanto española, como europea. En España, este influjo se vio inmediatamente, en la obra de Francisco de Mora, y después en la de su sobrino, Juan Gómez de Mora. Dicha influencia no se agotaría, llegando a ser todavía patente en la arquitectura de Luis Gutiérrez Soto, ya a mediados del siglo XX, en su madrileño Ministerio del Aire.

En Europa también se convirtió en referencia arquitectónica que sirvió de modelo a otros muchos palacios, siendo el más brillante el de Versalles.

Una vez presentado el edificio, pasemos ahora a lo que más nos interesa: estudiar el valor simbólico de El Escorial, para después centrarnos en el correspondiente al palacio nazarí, con el fin de entrever qué motivaciones se esconden en la elección de una u otra obra.

A lo largo de su historia, varias son las líneas interpretativas que se han seguido:

La primera de ellas tiene abundantes defensores, es la que ve en el Monasterio un nuevo Templo de Salomón. Avalan esta temprana tesis, el padre Sigüenza, cronista de El Escorial o el mismo Arias Montano, bibliotecario de Felipe II.

Esta teoría, defendida también por el arquitecto Fernando Chueca Goitia, autor de importantes estudios en los que se establecen analogías entre ambos templos a partir de las descripciones llevadas a cabo por Flavio Josefo, va ligada a la figura de Felipe II, pues el paralelismo arquitectónico, se extiende a sus correlatos humanos, así, por ejemplo, Góngora llamará al Rey Prudente, Salomón II.

Las razones para ver de este modo a El Escorial, no son únicamente arquitectónicas. En Felipe II, como en el rey judío, confluyen el poder político y el religioso, coincidencia que se refuerza cuando, tras el Concilio de Trento, España juega un papel fundamental frente a los reformistas europeos. Abundando en esta tesis, muchos verán en el reinado de Felipe II un ejemplo de cesaropapismo paralelo al anglicano{4}, algo que, volviendo al terreno arquitectónico, explica todavía mejor el encaje en un sólo edificio, de un templo y un palacio donde se escenificarían ambas facetas del monarca{5}. Según esto, tendríamos así un Escorial símbolo de Felipe II y, por ende, de la Contrarreforma.

Por su parte, Manuel Fernández Álvarez, apunta otra teoría en torno a esta obra regia. La clave nos la daría el propio Felipe II en su testamento. Tras su lectura, el historiador, en su biografía del monarca{6}, definirá a El Escorial como un «monumento para la devoción y para la meditación sobre la muerte». Para Fernández Álvarez, atento a las fuentes, la obra escurialense, además de su evidente carga religiosa, es sobre todo un mausoleo, un monumento fúnebre erigido a la memoria de la dinastía de los Austrias. Por nuestra parte, creemos que esta interpretación, teñida de elementos psicologistas acaso inevitables en una obra biográfica, no excluiría otras, pues si en un principio el edificio naciera con este propósito, ello no sería obstáculo para que sobre él recayeran ulteriores simbologías.

Una de ellas, fundada en la profusión de figuras geométricas puras utilizadas en su construcción, nos presentaría al Monasterio como plasmación pétrea del neoplatonismo emergente en la época.

Por último, y sin perjuicio de que existan otras visiones con El Escorial como protagonista (entre ellos, algunas delirantes, como las que lo perciben como un edificio sujeto a fuerzas esotéricas y/o energías telúricas), éste a menudo ha sido considerado un símbolo no ya de la arquitectura española, algo indiscutible, sino de la propia España. ¿Pero, de qué España estamos hablando? Esta España no es otra que la imperial.

A partir de esta visión «imperialista» de la obra de Herrera, se nos abre una interesante controversia, pues, como es sabido, la misma Historia de España está fuertemente ideologizada.

Mientras para algunos, la trayectoria histórica española es vista como un proceso que ha dado fértiles frutos, para otros, la historia española estaría teñida de sombras bajo las que se ocultarían el integrismo religioso y la codicia, el genocidio americano y la destrucción de pueblos y culturas dentro y fuera de la península. En este último caso, nada mejor que el lóbrego edificio de Herrera, el palacio en el que moriría el inquisitorial Felipe II, como símbolo de una historia errada.

Detengámonos, pues, en estas dos últimas interpretaciones antitéticas desde una perspectiva cercana. La primera de ellas, aquella que proyecta sobre El Escorial una benévola mirada, encuentra en el franquismo, su más reciente y máximo defensor. Como muestra de la pregnancia que la obra herreriana tiene para el Régimen, sirva un ejemplo: en una fecha tan temprana como noviembre de 1940, aparece el primer número de la revista Escorial, dirigida por Dionisio Ridruejo, con Pedro Laín Entralgo como subdirector y Luis Rosales y Antonio Marichalar como secretarios de redacción. El Escorial, durante este período, es un símbolo de la España Imperial, una España esencialista que encontraría en su propia historia, las claves de su subsistencia; una España católica opuesta e impermeable al ateísmo y anticlericalismo desplegados por las corrientes de izquierda contra las que combatiría el bando franquista bajo el ideológico rótulo de Cruzada. Podríamos también añadir que el cercano emplazamiento de la Cruz de los Caídos, que, como en el caso de El Escorial, es un mausoleo, tampoco parece casual.

La contrafigura de esta interpretación, la encontramos modulada con cierta melancolía en la «Meditación de El Escorial», la conferencia impartida por José Ortega y Gasset en 1915 que dio lugar al artículo del mismo nombre publicado en el diario El Sol.{7}

Así, El Escorial, en efecto, sería también símbolo de la España Imperial, un Imperio que, para Ortega, quizá influido todavía por la reciente pérdida de los territorios de ultramar, habría significado un esfuerzo tan inútil como la imponente acumulación de sillares que conforman el Monasterio{8}. En este punto, el filósofo madrileño parece coincidir con la visión que del edificio nos da Teófilo Gautier, en su célebre «Viaje a España»{9}.

En otro sentido, la visión negativa se impondrá aún con más fuerza. Para todos aquellos que ven la historia española como una vergonzante sucesión de nefandos episodios, El Escorial, será también para ellos símbolo inequívoco de España. De entre estos colectivos, destacan todos los movimientos nacionalistas separatistas, que ven en España un estado (la condición de nación le es negada en favor de sus partes formales, recortadas según patrones medievales y/o etnicistas) opresor de sus pretendidas naciones{10}.

Pero la visión positiva de El Escorial y la Historia de España, no se agota en la que mantuvo el régimen franquista. En otra dirección, encontramos una alternativa a estas dos interpretaciones que, permite sostener a El Escorial como un símbolo de una España de la que no avergonzarse en absoluto. Nos estamos refiriendo a la desarrollada por Gustavo Bueno en su artículo «España» y en su posterior libro España frente a Europa{11}. Para el filósofo riojano, España, ligada desde su origen a la idea de imperio católico universal no habría constituido en absoluto un esfuerzo baldío, pura manifestación de una particular forma de ser, como parece querernos decir Ortega en su célebre artículo. El Imperio, catalogado de generador, frente a otros tildados de depredadores, tras su despliegue y su posterior fragmentación en diferentes naciones políticas, constituye aún una fértil plataforma, la hispánica, que conserva potentes herramientas como el idioma español y un conjunto de instituciones (familia, matrimonio, municipio, &c.), derivadas precisamente de su carácter católico, un carácter configurado frente al Islam.

Tras este somero repaso de los simbolismos escurialenses, será más fácil defender la opción de El Escorial, pues el palacio granadino es ajeno al proyecto imperialista español. Porque si se aceptan las tesis de Bueno, según las cuales, el ortograma imperial está ya prefigurado apenas se inicia la Reconquista, La Alhambra resulta ser una edificación ajena a dicho ortograma, y aún podríamos decir más, está erigida por el enemigo, esto es, por los musulmanes que todavía en el siglo XIII dominan el Reino de Granada que más tarde sería reconquistado para la Cristiandad.

La Alhambra

Hasta tal punto es extraña La Alhambra a este proyecto político y a su expresión arquitectónica que, cuando el nieto de los Reyes Católicos, conquistadores de Granada, decide hacer presente su poder en dicha ciudad, lo hace a través de un palacio renacentista. Esta obra, debida a Pedro de Machuca, nos da algunos interesantes datos que avalan nuestra argumentación. Estilísticamente, el Palacio de Carlos V, no integra en absoluto el estilo nazarí. Machuca, también formado a la sombra de Miguel Ángel, se decanta por un lenguaje clásico y rotundo, y construye el palacio a partir de una planta cuadrada horadada por un patio circular. Los materiales y el lenguaje clásico utilizados en su construcción, tampoco tienen nada que ver con las celosías de yeso y las aleyas del Corán que, escritas en caracteres cúficos, recorren los muros del Castillo Rojo. El nuevo palacio se realiza en piedra y se atiene al canon clásico mediante una superposición de órdenes. Por último, la propia implantación de la obra en el lugar es elocuente. Éste se sitúa sin relación alguna con la obra existente, aunque esto suponga la destrucción de la edificación musulmana.

Dos son, como comentamos al principio, las principales posiciones desde las cuales se puede plantear una u otra alternativa. Si nos situamos en una plano universalista, aquel que borraría las diferencias tecnológicas, estilísticas, religiosas, políticas, &c. no hay nada que objetar en la lista. Ambas obras serían dignas de figurar junto al resto, en una enumeración que podría alargarse hasta el infinito, pues de maravillosa podría etiquetarse casi cualquier producción humana.

Todo cambia cuando la perspectiva la situamos en una sociedad política concreta, en este caso, la conocida como España.

Entonces: ¿qué motivos habrían llevado, desde las instituciones españolas, a la elección del monumento granadino?

Una respuesta inmediata sería la siguiente: los dos edificios señalados, son españoles patrimonialmente hablando, por lo que la apuesta de La Alhambra, podría entenderse como meramente estratégica, con el fin de obtener el premio de tener dentro del territorio español una de esas nuevas maravillas que nos proporcionarían los beneficios de los que hemos venido hablando.

Nada hay que objetar a este criterio, siempre y cuando nos atengamos a esos objetivos buscados, pero si asumimos los planteamientos por los que nos decantamos en el presente trabajo, La Alhambra debe ser descartada a favor de El Escorial.

El camino, sin embargo, no estaría despejado, pues otras interpretaciones de la Historia de España nos salen al paso y vuelven a sumergir la disyuntiva en la controversia.

Desde las posiciones derivadas de las teorías de Américo Castro, según las cuales en España habrían convivido con mayor o menor grado de hostilidad, tres religiones (hoy tres culturas), ambas obras serían intercambiables, y la elección se situaría en el terreno puramente artístico. El Escorial representaría a los católicos, La Alhambra a los musulmanes. Se nos ocurre añadir la toledana Sinagoga del Tránsito como pieza con la que se identificaran los judíos españoles que un día fueron expulsados de su todavía añorada Sefarad.

Esta visión armonista de la historia española cuenta con muchos adeptos, y nos atrevemos a afirmar que podría figurar como uno de los fundamentos originales de la propuesta de Alianza de Civilizaciones que en la sede de la ONU lanzó el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero en septiembre se 2004. Al fin y al cabo, esta iniciativa de paz universal, habría contado ya con una «experiencia histórica» en el medievo español, y sólo la intolerancia y el fanatismo religioso católico, habría dado al traste con tan bella y desafortunada convivencia. En esta misma línea, recientemente, un afamado periodista, Juan Luis Cebrián, ha denigrado la Reconquista, calificándola de insidiosa, pues, según su particular interpretación de la historia española, este proceso bélico habría acabado con tan bella convivencia, y nos habría privado de sus preciados frutos.

Pero de esta versión histórica de tintes pacifistas, que multitud de datos desmienten{12}, hemos de pasar a otra mucho más beligerante, la que podríamos denominar «islamizante». Esta corriente, impulsada tanto desde el exterior{13}, como desde el interior{14} pretende un recubrimiento islámico de España, y no sólo desde la apariencia, para recuperar ese regusto moro que el propio Gautier creía ver, por ejemplo, en Irún o en la alavesa localidad de Salinas. La idea que subyace bajo estos movimientos, es la de que España debe ser sustituida por Al Ándalus, denominación que no sólo se circunscribe a la actual Andalucía{15}, sino que se extiende a todo el territorio nacional.

Ante esta amenaza, es preciso plantearse algunas cuestiones. Todos aquellos grupos de españoles que pretenden, tras el desguazamiento de España, constituir sus naciones ya liberadas de esa pesada carga, se encontrarían expuestas al mismo peligro del que hemos hablado, pues, precisamente ese renovado Al Ándalus, incluye los territorios «liberados». Y si en el caso de Andalucía, tras ser identificada de forma indocta con una versión reducida de Al Ándalus, y después de un proceso de carácter iconoclasta que erradicara los innumerables símbolos católicos que la jalonan, podría llegar a constituirse tal entidad política emparentada con el antiguo Califato de Córdoba, con la inexcusable colaboración de los movimientos islamistas ya implantados en su interior, ¿quién convencería a los mahometanos de que, por ejemplo, Barcelona, hipotética futura capital de los Países Catalanes, cuya catedral se erige sobre los cimientos de una mezquita, es ajena a ese Al Ándalus que se pretende recuperar a los infieles? Nos atrevemos a afirmar, sin animo de parecer apocalípticos, que el alcance de los conflictos que suscitaría la puesta en marcha efectiva de esta nueva invasión, sea por vías violentas o pacíficas, unida a las tensiones internas que produciría la exacerbación de los movimientos separatistas que ya operan en España, produciría unos efectos devastadores tales, que los mismos españoles que los impulsan ni siquiera alcanzan a adivinar.

Podemos ahora interpretar la propia decisión de enviar uno u otro edificio a la lista, como un símbolo de cómo se entiende España, y no sólo en su actualidad, sino también en su pasado.

El Escorial, constituiría, como hemos dicho, el símbolo de la Contrarreforma y la Inquisición, punto de partida de nuestro alejamiento de Europa (la Europa protestante, que impulsaría con el discurrir de los siglos la actual Comunidad Europea), pero también representaría a la España que exterminó a los pueblos indígenas que convivían, como si de un paraíso terrenal se tratara, en el Nuevo Mundo.

¿Qué decir de lo que El Escorial significaría frente a el Islam? Recordemos que, durante su construcción, la Santa Liga, liderada por Juan de Austria, aplastó al turco en la Batalla de Lepanto. ¿Cómo promocionar, entonces, este siniestro edificio cuando se pretende una alianza comercial y política con la actual Turquía?

En este punto, nos permitiremos establecer, alejándonos un tanto de la idea central de este artículo, un paralelismo entre el que quizá sea el mejor representante de la arquitectura española, Juan de Herrera, y su equivalente en el mundo de las letras, Miguel de Cervantes. Al primero cabe otorgarle la manida etiqueta de «hombre del Renacimiento», pues atesoraba conocimientos de astronomía, matemáticas y filosofía, siendo autor de diferentes ingenios que contribuyeron a facilitar y acelerar la construcción del Monasterio. Ambos personajes destacaron en el terreno de las artes, de lo que coloquialmente se entiende por «letras», pero también comparten un rasgo biográfico esencial para un español de la época, ambos fueron soldados, o lo que es lo mismo, manejaron la espada{16}.

Concluimos. Creemos que son todos estos componentes de la Leyenda Negra, que siguen gravitando sobre El Escorial, los que causantes de su exclusión como candidata española a Nueva Maravilla del Mundo. Pese a todo, sirvan las vías insinuadas, como reivindicación de la obra herreriana, ligada inequívocamente a la Historia de España y, en consecuencia, como estímulo para combatir las amenazas que tanto desde el terreno de las letras, como desde el de las armas, amenazan a nuestra nación.

La lista definitiva, el próximo 7 de julio, día de San Fermín.

La Rendición de Granada (enero de 1492): con el triunfo de los Reyes Católicos sobre Boabdil desaparece el poder político del Islam en España: cuadro de Francisco Pradilla Ortiz (1848-1921), pintado entre 1879 y 1882 por encargo del Senado de España

Notas

{1} La lista de Maravillas de la Antigüedad la componen: las Pirámides de Giza, los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, el sepulcro del Rey Mausolo de Halicarnaso, la estatua de Zeus en Olimpia, el Coloso de Rodas y el Faro de Alejandría.

{2} Para entender mejor dichos procesos y sus diferentes variedades, encarecemos la lectura del libro de Gustavo Bueno, La vuelta a la caverna. Terrorismo, Guerra y Globalización, Ediciones B, Barcelona 2004.

{3} En este punto, conviene que recordar que la orden jerónima, desde su fundación en el siglo XIV, estuvo estrechamente ligada a la Monarquía Hispánica, y que el propio Carlos V, tras ceder la corona a su hijo, Felipe II, se retira precisamente a un monasterio jerónimo, el de Yuste.

{4} En el artículo, «'La ética protestante y el espíritu del capitalismo' desde el materialismo filosófico», publicado en el número 23 de la revista El Basilisco, Marta García Alonso, alude a esta condición de rex sacerdos del monarca español.

{5} El mismo Chueca Goitia, en el volumen V, de su Historia de la Arquitectura Occidental (Ed. Dossat, Madrid 1989), dedicado al Renacimiento, tras afirmar que Felipe II quiere reencarnar la ley mosaica manteniendo el espíritu arcaico de los Reyes Católicos, añade, partiendo desde los antecedentes de El Escorial, que el monasterio participó de las ideas del Padre Villalpando, de su reconstrucción del Templo de Salomón, tal y como aparece en su libro sobre las Profecías de Ezequiel. En la fachada principal del templo, en lugar de otras imágenes Felipe II colocó las estatuas monumentales de seis Reyes del pueblo hebreo.

{6} Felipe II y su tiempo, RBA, Barcelona 2005.

{7} Hemos utilizado el texto que forma parte de la antología de artículos El Espectador, Salvat Editores, Estella 1970.

{8} Ortega afirma con pesimismo: Somos en la historia un estallido de voluntad ciega, difusa, brutal. La mole adusta de San Lorenzo expresa nuestra penuria de ideas, pero, a la vez, nuestra exuberancia de ímpetus. Parodiando la obra del doctor Palacios Rubio, podríamos definirlo como un «tratado al esfuerzo puro», op. cit., pág. 163.

{9} El viajero francés, tras afirmar que es el más desagradable monumento que, para mortificación de sus semejantes, hayan podido soñar un monje taciturno y un tirano suspicaz, añade: El monstruoso edificio pesa sobre vosotros con toda su carga; os rodea, enlaza y os ahoga. Os sentís cogidos como en los tentáculos de un gigantesco pólipo de granito. («Viaje a España», Ediciones Cátedra, Madrid 1998; trad. Jesús Cantera Ortiz de Urbina.)

{10} Estas organizaciones políticas, han asumido enteramente todos los extremos de la Leyenda Negra. Una excelente exposición de dicha Leyenda, la encontramos en el artículo publicado en El Catoblepas por Antonio Sánchez: http://nodulo.org/ec/2006/n055p13.htm. En cuanto a la asunción de una idea negativa de la historia española por parte de las izquierdas políticas, nos la ofrece este mismo autor en http://nodulo.org/ec/2005/n035p01.htm.

{11} El artículo puede consultarse en http://www.fgbueno.es/gbm/gb1998es.htm. El libro España frente a Europa fue publicado en 1999 por Alba Editorial.

{12} Serafín Fanjul, en sus libros Al-Andalus contra España. La forja de un mito (Siglo XXI, Madrid 2000) y La quimera de Al Ándalus (Siglo XXI, Madrid 2004) muestra a las claras que tal convivencia, a lo sumo cabe calificarse como coexistencia, y no precisamente amable.

{13} Cabe recordar que el día 7 de octubre de 2001, Osama Bin Laden, a través de un vídeo, afirmó que «El mundo tiene que saber que no vamos a permitir que se vuelva a repetir con Palestina la tragedia de Al Ándalus»

{14} La ofensiva de los grupos españoles que pretenden la apertura al culto musulmán de las catedrales asentadas sobre mezquitas, cuyo caso más representativo encontramos en Córdoba, va en esta dirección. Todos estos movimientos están espléndidamente analizados por Pedro Insua en su «España en Babia, un año después» http://nodulo.org/ec/2005/n038p01.htm

{15} Región que recientemente, con una participación de apenas un 36% de votantes, ha aprobado un nuevo Estatuto de Autonomía en el que se reconoce la «paternidad» de la realidad nacional andaluza a Blas Infante. Para conocer mejor a este personaje y la repercusión de su invocación por parte de los políticos andaluces, nos permitimos recomendar el artículo publicado en El Catoblepas por Gustavo Bueno, bajo el título: «Un musulmán va a ser reconocido en referéndum como 'Padre de la Patria andaluza'», http://nodulo.org/ec/2007/n060p02.htm

{16} Para ahondar en la relación entre armas y letras, entendiendo las segundas no en su acepción popular actual, sino en la correspondiente a la de la época de Cervantes, esto es, las letras como leyes, consideramos de imprescindible lectura los artículos de Pedro Insua aparecidos en El Catoblepas bajo el título «Guerra y Paz en El Quijote», fruto de su intervención en los I Encuentros en El Lugar celebrados en Carrascosa de la Sierra (Cuenca) en abril de 2005.

 

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