Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
El Catoblepas • número 21 • noviembre 2003 • página 1
Ponencia defendida ante el 40 Congreso de Filósofos Jóvenes (Sevilla 2003)
La arqueología y la antropología física mostraron hace tiempo que las gentes del Paleolítico Superior, nuestros ancestros Cromañones, eran exactamente como nosotros. Nuestro linaje directo empieza en África al menos hace 120.000 años. Hace alrededor de 90.000 años, el Homo sapiens sapiens, como ha sido llamado, había llegado al Oriente Próximo. Algunos continuaron hacia el este y Australia fue probablemente poblada entre hace 60.000 y 50.000 años. Otros, se dirigieron al oeste y llegaron a lo que es ahora Europa Occidental entre hace 45.000 y 40.000 años. Ellos y/o sus descendientes fueron los creadores de lo que llamamos arte rupestre. Puesto que muchas de esas pinturas y grabados fueron realizadas en las profundidades de las cuevas, donde nadie vivía, ya desde su descubrimiento la mayoría de los especialistas han coincidido en que respondían a un fin religioso y en que, a través de ellas, podíamos aproximarnos a algunas de las creencias de aquellas antiguas gentes. Se hicieron comparaciones con el arte rupestre de cazadores recolectores modernos existente en otras partes del mundo. La universalidad de la religiosidad humana, así como el hecho irrebatible de que pertenecemos todos a la misma especie, con las mismas facultades, necesidades y anhelos, hacían posibles tales comparaciones.
Es una idea propuesta hace medio siglo (Eliade, 1951) que las religiones paleolíticas europeas podían ser chamánicas. La hipótesis fue desarrollada en años posteriores (particularmente por Lewis-Williams & Dowson, 1988). Antes de que se aplicara a lo que conocemos de las cuevas pintadas, tres series distintas de observaciones fueron tenidas en cuenta: los trabajos de neuropsicología acerca de los estados de conciencia alterada, las sociedades chamánicas en el mundo, y el arte rupestre de culturas chamánicas conocidas, como los San de África del Sur y numerosos grupos nativos americanos del Este de E.E.U.U. En los 90, trabajé con Lewis-Williams para comprobar si la teoría podía ser aplicada o no al arte rupestre Europeo (Clottes & Lewis-Williams, 1996, 1997, 2001). Recientemente, Lewis-Williams ha desarrollado y expandido su modelo e ideas en un innovador libro (Lewis-Williams, 2002).
El modelo neuropsicológico
Los estados de conciencia atlerada son parte intrínseca del acervo neuropsicológico humano. Además de los sueños reales y de las ensoñaciones en estado de vigilia, nuestras percepciones pueden ser modificadas por el cansancio, la falta de sueño, las emociones fuertes o por verdaderas alucinaciones. Estas últimas pueden ser causadas no sólo por drogas o estados patológicos, sino también por ayuno, insolación, oscuridad, sufrimiento, sonidos palpitantes, luces centelleantes, concentración intensa, &c.. En nuestra sociedad ultra racionalista, tales fenómenos son despreciados, por lo que muchos de ellos nunca son tenidos en cuenta. En otro tipo de culturas, los buscadores de visiones llegarán a ser profetas, líderes espirituales, o chamanes.
Lewis-Williams y Dowson (1998), basándose en los numerosos estudios publicados sobre las alucinaciones, propusieron un modelo con tres estadios. Este modelo es «ideal», es decir, determinadas personas pasarán de un estadio al siguiente, mientras que otras alcanzarán directamente el tercero e incluso habrá quienes nunca sobrepasen el primer o segundo estadio.
Figura 1. Las nubes de puntos son uno de los elementos entópticos que se ven usualmente en el primer estadio del trance. Aquí, en la Cueva del Castillo (Cantabria, España), han sido ordenados en una estela que parece salir de un agujero. Fotografía de L. de Seille.
El primer estadio se caracteriza por fenómenos entópticos (esto es, que tienen lugar dentro del ojo) con la percepción de formas geométricas. En el segundo, la mente afectada instintivamente intenta racionalizar dichas formas y otorgarles un significado. Comienza la organización. Una sensación frecuente es la de viajar a través de un túnel o ser absorbido por un remolino. Al salir de él se llega al tercer estadio, con alucinaciones espectaculares en las que todos los sentidos participan y a veces se entremezclan en extraña confusión. Se puede levitar, encontrarse con extrañas criaturas, hablar con animales o transformarse en ellos. Los fenómenos entópicos permanecen a menudo de fondo (Lemaire, 1993).
De acuerdo con el etnólogo (Reichel-Dolmatoff, 1978), las visiones de los indios colombianos Tukano siguen el modelo arriba descrito con bastante fidelidad. Otras variantes se han documentado en numerosas sociedades chamánicas de varias partes del mundo. Por ejemplo, el chamán siente que su alma abandona frecuentemente su cuerpo y vuela al otro mundo a través de un túnel o bajo el agua. Esto recuerda experiencias místicas u otras cercanas a la muerte, cuando el sujeto vislumbra una gran luz al final de un túnel, o cuando puede volar o sentir claramente la presencia de sus seres queridos. Todas estas reacciones son las propias del sistema nervioso humano ante estímulos y situaciones excepcionales.
Chamanismo
De entre los múltiples componentes del chamanismo (Hultkranz, 1987; Vitebsky, 1995), algunas características están directamente relacionadas con nuestro propósito.
Figura 2. El llamado «brujo» de la cueva de Gabillou (Dordogne, Francia), representa una criatura compuesta de lo animal y lo humano. Ilustración de J. Gaussen.
En primer lugar, la creencia en un cosmos complejo en el cual coexisten varios mundos, paralelos o dispuestos en niveles, que interactuan entre sí haciendo que la mayor parte de nuestros acontecimientos estén causados por el otro(s) mundo(s).
En segundo, algunas personas se consideran capacitadas para entrar en contacto deliberadamente con el otro(s) mundo(s) para conseguir fines beneficiosos: sanar la enfermedad, mantener buenas relaciones con los seres sobrenaturales o restaurar la armonía quebrada, imprecar la lluvia en periodos de sequía, asegurar una buena caza o dirigirse al «Señor de las Animales» para que la caza pueda ser posible, predecir el futuro o maleficiar a un enemigo.
Y en tercero, el contacto puede tener lugar cuando los espíritus favorables acuden, a menudo con formas animales, al chamán o al buscador de visiones. El chamán se identificará con su espíritu favorable. Puede también enviar su alma al otro mundo para encontrarse con los espíritus y obtener su ayuda. Todo esto tendrá lugar a través del trance.
Finalmente, el chamanismo está ampliamente extendido entre los pueblos cazadores y la recolectores. Hasta hace poco, estaba presente en una enorme área que incluía el Ártico, desde Siberia a Canadá, Escandinavia, toda la América del norte y bajaba hasta el norte de la América del sur. Teniendo en cuenta que el hecho religioso se mantiene durante largos periodos de tiempo, incluso en sociedades dinámicas, y, también, el muy antiguo poblamiento de América en el Paleolítico Superior, en buena lógica deberíamos considerar como hipótesis previa la existencia de un fuerte entramado chamánico en las religiones paleolíticas.
El arte rupestre de las sociedades chamánicas contemporáneas.
Muchas similitudes, causadas por una comunidad de creencias, se aprecian en la localización del arte, su temática y sus motivaciones.
A menudo, los sitios pintados o grabados son considerados como una entrada al mundo de los espíritus, una puerta que puede operar en ambos sentidos. Esos sitios también facilitan la llegada de visiones. Una persona que pretenda acceder al mundo sobrenatural irá a un lugar solitario para esperar una visión, a menudo al pie de una pared cargada con el poder de sus imágenes. La entrada al otro mundo se producirá tras atravesar un túnel custodiado por animales guardianes (osos y/o serpientes de cascabel en California). En estos lugares sagrados, los espíritus animales emergen de entre las grietas de la roca y regresan de igual modo. Esta es una de las razones por las que tantas serpientes y otros animales son representados como si parecieran surgir de la roca.
Las imágenes estaban llenas de poder, lo que explica su apiñamiento en algunos paneles: cada una de las nuevas absorbía el poder de las anteriores y añadía el suyo propio. El número de temas representados es siempre limitado. En el californiano Coso Range, los muflones predominan en tanto que animales de lluvia, desempeñando un papel vital en esa desértica región.
Las imágenes incluyen figuras geométricas, similares a las formas entópticas, y criaturas compuestas (con características animales y humanas), que los testimonios etnológicos describen como espíritus encontrados en el trance o como transformaciones del mismo chamán.
En varios casos, el arte rupestre servía para materializar las visiones. En Nevada y California, si esto no se hacía, el buscador de visiones «perdería» aquellas que hubiera tenido y moriría. A veces, el viaje del alma del chamán se representaba mediante metáforas (su propia muerte o la matanza de un animal para el trance).
Todo esto permite apreciar una obvia relación con el arte paleolítico.
Arte Paleolítico
El arte paleolítico evidencia una total unidad en varios aspectos. De entrada, el uso constante de la profundidad de las cuevas a lo largo de más de 20.000 años. Pintar y grabar en un ambiente de completa oscuridad es algo excepcional en la historia del género humano. Que tal tradición perdurara tanto tiempo sólo se explica por la existencia de creencias fuertemente arraigadas, transmitidas de generación en generación.
En toda Europa y en todo tiempo, la representación de animales y signos geométricos fue prioritaria, así como la ejecución de muchos trazos indeterminados. La figura humana escasea. Las criaturas compuestas también son propias del arte Paleolítico (desde un hombre con cabeza de león en el Auriñaciense de Hohlenstein-Stadel a los «brujos» del Magdaleniense medio de Trois-Frères, figura 3.).
Figura 3. El llamado «brujo con arco musical» de la Cueva Trois-Frères (Ariège, Francia), compuesto de lo animal y lo humano. Figuras como ésta, o la de Gabillou, comunes en culturas chamánicas, podrían representar al chamán transformado, o a un espíritu sobrenatural. Ilustración de H. Breuil.
En las cuevas, las gentes del Paleolítico Superior se comportaron exactamente igual desde el 32.000 al 12.000 BP. Fueron a los más remotos pasillos y recovecos, a veces a lugares donde sólo cabían una o dos personas al mismo tiempo (Portel, Chauvet, Tuc d'Audoubert, Candamo). Allí, lo importante era el acto de representar, no el resultado. Por el contrario, en grandes salas (Lascaux (Salle des Taureaux), Niaux, Chauvet) se hicieron impresionantes composiciones, y otras pinturas se superpusieron en complejos palimpsestos (Trois-Frères, Gargas, Lascaux: Ábside). Esto implica la participación en ceremonias colectivas en las que las imágenes jugaban un papel en la perpetuación de las creencias, las visiones del mundo y las prácticas rituales para obtener la ayuda de los espíritus.
Figura 4. Parte de la famosa «Escena del Pozo»de la cueva de Lascaux (Dordogne, Francia), en la que un hombre con cabeza de pájaro yace frente a un bisonte herido y eviscerado. Cerca del hombre, un pájaro parece posado en una vara. La imagen del pájaro podría representar el vuelo del alma, una metáfora común en el trance del chamán. Ilustración de A. Glory.
La cueva misma tenía la mayor importancia. Muy a menudo, y en todo tiempo, se aprovecharon los relieves naturales u otros accidentes de la roca para la representación de alguna parte del cuerpo del animal, o como si los animales surgieran de las grietas de la pared, de los tubos o del fondo de las galerías de las cuevas (figura 5). Muchos fragmentos de hueso fueron introducidos en las grietas de las paredes sin más propósito práctico que el de penetrar en la roca (figura 7). Vestigios de tales gestos no utilitarios se han encontrado en diversas cuevas que se sitúan entre los 27.000 años de Gargas y los 14.000 de las Cuevas del Volp, confirmando que la cueva y sus paredes eran pensadas y usadas del mismo modo.
Estos hechos son demasiado numerosos para ser el resultado del azar o la coincidencia. Testimonian tradiciones y la materialización de fundamentalmente las mismas creencias durante más de veinte milenios.
El arte Paleolítico como el testimonio de una religión chamánica
Las gentes del Paleolítico Superior, nuestros directos antecesores, tenían un sistema nervioso idéntico al nuestro y, por lo tanto, estados de conciencia alterada que interpretarían a su manera. Sabemos que repetida y deliberadamente entraban en la profundidad de las cuevas para plasmar representaciones, no para vivir allí, y eso ocurrió durante inmensos periodos de tiempo. También sabemos que en todo lugar y en toda suerte de mitologías, el mundo subterráneo ha sido considerado como el reino de lo sobrenatural, de los dioses, la muerte o los espíritus. Ir allí era aventurarse en el otro mundo para reunirse con sus moradores. La analogía con los viajes del alma del chamán es obvia. Además, las experiencias de espeleólogos contemporáneos avalan las propiedades alucinógenas de las cuevas (Fénies, 1965). Estas alucinaciones accidentales se deben al frío, la humedad, la fatiga, y la falta de estímulos externos. Cuando los magdalenienses o sus predecesores iban a la profundidad de las cuevas, sabían que penetraban en el mundo de lo sobrenatural y esperaban encontrarse allí con los espíritus. En tal estado mental, reforzado por la tradición, la posibilidad de tener visiones se acrecentaba
Figura 5. Dos ciervas que parecen salir de una galería de la cueva de Covalanas (Cantabria, España). Fotografía de L. de Seille.
De este modo, las cuevas tenían una doble función: facilitar las visiones y acceder a los poderes a través de la pared, que era una suerte de velo entre el otro mundo y el nuestro. Así, el uso de relieves naturales cobra pleno sentido: se creía que el propio espíritu del animal estaba presente en la roca, literalmente al alcance de la mano. Mediante la representación, se llegaba a él a través del velo de la pared y se conectaba con su poder. Los agujeros, tubos y galerías profundas jugaban un papel similar, como lugares por los que los animales surgían (figura 5).
Figura 6. Trozos de hueso introducidos en las grietas de la pared.
Fotografía de J. Clottes.
Este deseo de conectar con los espíritus o los poderes del mundo subterráneo se habría manifestado también de otros tres diferentes modos. Primero, mediante la introducción de astillas de hueso en las grietas de las paredes (Trois-Frères, Enlène (figura 6), Tuc d'Audoubert, Bédeilhac, Labastide, Troubat, Brassempouy, Portel, Llonin, &c.). El simbolismo básico de este tipo de gesto se puede encontrar en todo tipo de contextos, incluso en nuestros días (como en el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén). Segundo, con los grabados digitales y los trazos ideterminados, que podrían responder a los mismos motivos: no pretendían dibujar una imagen, sino dejar una marca allí donde era posible (Cosquer, Gargas): lo importante era el gesto en sí mismo. Teniendo en cuenta el contexto sagrado de las cuevas, la explicación más verosímil estaría en que con su ejecución se intentaba conectar directamente con los poderes de la pared. Estas marcas podrían haber sido hechas por los no iniciados y ser su concreta participación en las ceremonias. Y, finalmente, las manos impresas o estarcidas (figura 7) obedecerían al mismo tipo de objetivo. Tras apoyar la propia mano sobre la pared y soplar la pintura sagrada sobre ella, la propia mano quedaba ligada a la roca y tomaba su color, rojo o negro. Metafóricamente, la mano se fundía con la pared y dejaba su espectro cuando se la retiraba. Tal acción establecería una concreta relación con el mundo de los espíritus y permitiría a algunas personas (por ejemplo, a niños en Gargas; o a enfermos) beneficiarse del contacto directo con los poderes del más allá.
Figura 7. Mano estarcida de la cueva de El Castillo (Cantabria, España).
Fotografía de L. de Seille.
Conclusión
No ha sido nuestro propósito explicar la totalidad del arte del Paleolítico desde el chamanismo. Basándonos en lo que se conoce de él (o, más bien, de los chamanismos) en el mundo, hemos examinado el modo como las cuevas paleolíticas se utilizaron durante más de 20.000 años. Ello nos ha llevado a pensar que la mayoría de su arte se realizó según un sistema chamánico de creencias, lo que no implica que todas las imágenes provinieran de visiones, ni aun si el trance y las alucinaciones hubieran tenido un importante papel. Hoy en día no podemos conocer los detalles de las creencias de aquellas gentes. En todo caso, hemos dado un paso hacia la comprensión de su actitud ante lo sobrenatural y sus modos de acercarse a sus propios dioses.
Bibliografía
Clottes J. & Lewis-Williams D., 1996. Les Chamanes de la Préhistoire. Transe et Magie dans les Grottes ornées, Paris, Le Seuil. Traducido por Ariel al español, Barcelona 2001.
Clottes J. & Lewis-Williams D, 1997. Préhistoire. Les Chamanes des Cavernes, Archéologia, 1997, n° 336, p. 30-41.
Clottes J. & Lewis-Williams D., 2001. Les Chamanes de la Préhistoire. Texte intégral, polémiques et réponses, Paris, La maison des roches.
Eliade, M., 1951. Le Chamanisme et les techniques archaïques de l'extase, Paris, Payot.
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Hultkranz A., 1987. Native religions of North America: the power of visions and fertility, San Francisco, Harper and Row.
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Lewis-Williams D. & Dowson T., 1988. The signs of all times. Entoptic phenomena in Upper Palaeolithic art, Current Anthropology, 29, 2, p. 201-245.
Reichel-Dolmatoff G., 1978. Beyond the Milky Way: hallucinatory imagery of the Tukano Indians, Los Angeles, UCLA Latin American Centre.
Vitebsky P., 1995. Les Chamanes, Paris, Albin Michel.
Agradecimientos
«Je remercie bien vivement Lino Camprubí qui a bien voulu traduire ce texte, et Javier Fortea qui a procédé à sa révision.» [«Shamanism Practices in the painted caves of Europe», Traducción de Lino Camprubí revisada por Javier Fortea. Reprinted with permission of Templeton Foundation Press from the forthcoming Spiritual Information: 100 Perspectives, edited by Charles L. Harper, Jr., copyright 2004.]