David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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La batalla de los pastores

Un miembro inquieto del sector sandinista de la iglesia era el Comité Evangélico Pro-Ayuda al Desarrollo (CEPAD). Esta organización pandenominacional defendía a la revolución, pero seleccionaba a lo que apoyaba, en deferencia a los muchos conservadores a quienes [290] supuestamente representaba. El Frente Sandinista no confiaba plenamente en él: en 1985, un miembro del directorio fue detenido durante tres días en las Islas Solentiname porque la esposa del comandante local lo encontró sospechoso de actividades contra.{85} Sin embargo, a medida que los evangélicos revolucionarias perdían apoyo, los sandinistas comenzaron a dirigirse a CEPAD para mediar en asuntos como la toma de iglesias, la Costa Atlántica y el servicio militar. Cuando los evangélicos sufrían abusos, CEPAD presentaba su demanda.

El objetivo original de la agencia era el auxilio y el desarrollo, no representar a las más de setenta denominaciones del país. La idea de que el CEPAD podría servir como un consejo de iglesias era un anatema para los conservadores, muchos de los cuales nunca habían confiado en éste. No les complacía el liberalismo de sus patrocinadores extranjeros, ni su intento por infundir nuevas ideas como llevarse bien con los católicos, ni su énfasis en la obra social más que en el evangelismo. ¿No estaba todo este discurso sobre el desarrollo alejando la atención de la salvación de las almas? Bajo la dictadura de Somoza, sin embargo, los conservadores se encontraban demasiado ocupados en sus disputas mutuas como para encontrar una alternativa.

Mientras tanto, las más o menos cuarenta denominaciones de CEPAD y sus nexos con veinte más, la hacía funcionar como un consejo de iglesias. Aquella tendencia estaba reforzada, en primer lugar, por las emergencias de la insurrección, y luego por el deseo sandinista de tratar con una sola entidad en lugar de hacerlo con una denominación tras otra. Debido a que las iglesias miembros afirmaban representar al 80 por ciento de los evangélicos de Nicaragua, CEPAD parecía ser la organización más representativa. No así de acuerdo a un rival organizacional, el Consejo Nacional de Pastores Evangélicos de Nicaragua (CNPEN). Al afirmar que representaba a 520 pastores en 1985, el CNPEN tampoco era un consejo de iglesia; más bien, era una asociación de profesionales religiosos, un gremio. Pero sostenía representar a una mayoría de los 1.600 pastores del país, por lo menos en espíritu, y con dicha base a la mayoría de los evangélicos nicaragüenses.

En agosto de 1981, el mismo CEPAD había auspiciado la formación de CNPEN, como parte de sus incesantes esfuerzos por apaciguar a [291] los conservadores que desconfiaban de la revolución. Una vez provistos con su plataforma, los líderes anti-sandinistas del nuevo consejo de pastores procedieron a declararse tanto apolíticos como antiecuménicos. Pero su subsidio de CEPAD terminó antes de lo previsto y, en 1983, se encontraban en bancarrota y yéndose a pique. Mientras los miembros disgustados abandonaban el barco, el consejo del CNPEN en Managua decidió hacer un último intento, al organizar la primera cruzada pandenominacional del país desde la campaña de 1975 de Luis Palau.

El evangelista invitado era Alberto Mottesi. En la conferencia de prensa con la que se inauguró su campaña «Nicaragua '84», de una semana de duración, se rehusó a condenar a la guerra del gobierno estadounidense contra los sandinistas. «La verdadera iglesia», declaró, «no va a embanderarse con ninguna corriente.»{86} La pequeña y pro-sandinista Asociación Nacional de Pastores Evangélicos lo denunció como evasivo y cobarde.{87}

Pero el desprecio de Mottesi hacia la política provocó un gran entusiasmo entre la multitud. «Pueden pensar que el mundo tiene la respuesta a sus problemas», predicaba. «Pero yo les digo que La Habana no tiene la respuesta. Moscú no tiene la respuesta. Y Washington no tiene la respuesta. ¡Jesucristo es la única respuesta! Sólo Él puede cambiar sus vidas y darles paz.»{88} La asistencia no tenía precedentes para un evento evangélico, lo que consagró el nombre del CNPEN como una organización. La campaña de Mottesi también empezó a consagrar el nombre del grupo en los Estados Unidos, ya que fue publicitada como un triunfo sobre la persecución religiosa sandinista. Lo que los organizadores interpretaban como una persecución políticamente motivada –restricciones en la publicidad, un cambio de local a última hora debido a razones de seguridad, un corte de energía eléctrica, una demora en la transmisión de radio– permitió que el CNPEN se presentase como un resuelto defensor de la libertad religiosa.

Una razón para las dificultades del CNPEN con la burocracia sandinista era su falta de personalidad jurídica. A pesar de tener muchos más miembros que la asociación de pastores pro-sandinista, su aplicación había sido abandonada por el Eje Ecuménico en el Consejo de Estado.{89} Sin sus papeles legales, la organización de pastores se veía, [292] con frecuencia, forzada a solicitar a su rival CEPAD que intercediese con las autoridades. La falta de papeles legales también significaba menos protección del Ministerio de Justicia, particularmente de la División de Asociaciones Civiles –una nueva oficina con discreción para demandar informes e imponer requisitos sobre las organizaciones que sospechaba tenían tendencias contrarrevolucionarias–. Un mes después de la cruzada de Mottesi de enero de 1984, la División de Asociaciones Civiles informó al CNPEN que había sido cancelado como organización.{90}

Más citaciones al Ministerio de Justicia surgieron de una revelación del Congreso Norteamericano sobre América Latina (NACLA), con base en Nueva York, sobre los vínculos entre los evangélicos centroamericanos y la derecha religiosa en los Estados Unidos. Los líderes antisandinistas de CNPEN entrevistados por NACLA fueron interrogados sobre los mismos puntos por las autoridades sandinistas.{91} Sin embargo, con la aproximación de las elecciones nacionales en noviembre de 1984, los sandinistas cambiaron de táctica. Cuando las torturas burocráticas de siempre amenazaron con suprimir la celebración anual del Día de la Biblia, la Comandante Dora María Tellez tomó a los afligidos organizadores bajo su manto protector. Incluso ofreció obtener la tan esperada personería jurídica. En los Estados Unidos, sin embargo, los patrocinadores derechistas del CNPEN pintaron a la marcha apoyada por los sandinistas como otro triunfo sobre la persecución religiosa sandinista.{92} Cuando un pequeño grupo de partidarios sandinistas trató de unirse a la manifestación del CNPEN con consignas como «La Biblia Condena la Agresión Imperialista», los evangélicos antisandinistas rompieron sus banderas y panfletos, y las dos facciones estuvieron a punto de llegar a los golpes.

Nada preocupaba más a los directores del CNPEN que su distanciada organización matriz, tal vez debido a que CEPAD todavía podía afirmar que representaba a los mismos evangélicos que el consejo de pastores creía representar. Lo que es aún peor, los sandinistas habían hecho de CEPAD su intermediario preferido, lo que garantizaba varios tipos de problemas. En primer lugar, presionados para probar que los evangélicos apoyaban la revolución, CEPAD realizó más declaraciones pro-sandinistas de lo que le habría interesado en caso contrario. Incluso cuando organizaba sesiones evangélicas de quejas con los comandantes, [293] la prensa oficial únicamente reportaba los elogios rituales para el Frente Sandinista, los exaltaba con el nombre de CEPAD, y minimizaba las objeciones presentadas. «Queremos más respeto para el uso de la palabra 'pueblo evangélico'», me dijo un líder de CNPEN. «No más afirmaciones políticas que impliquen a los evangélicos en lo que no están apoyando.»{93}

En segundo lugar, representar a los evangélicos también significaba convertirse en un transmisor de las demandas sandinistas. El enlace de CEPAD entre el gobierno y las iglesias era Sixto Ulloa, un obrero bautista de desarrollo, elegido como congresista sandinista en 1984. Sixto había rescatado a muchos conservadores de las autoridades. Sin embargo, desconfiaban totalmente de él. Si no se dirigían a Sixto o no estaban asociados con CEPAD, se quejaban los conservadores, los sandinistas no los escucharían. «Es una especie de domesticación», insistía un pastor. «Si queremos algo, que vaya al CEPAD y al Sixto, quien es dueño y señor de todo el campo evangélico. Es similar a la Oficina de Asuntos Religiosos en Cuba, la misma política de monopolización.» Los conservadores afirmaban que CEPAD estaba llevando a cabo el plan de Fidel Castro para las iglesias evangélicas –la absorción– en una forma más eficiente que cualquier burocracia gubernamental. «Inscríbase con CEPAD», decía un misionero norteamericano, «y terminará siendo utilizado como un sello de caucho.»{94}

Detrás de las quejas de que CEPAD se había vendido a los sandinistas, se encontraba una tercera objeción, de la clase que se monta en contra del poder de patrocinio de cualquier organización bien financiada en un país pobre. «CEPAD es como el ayuntamiento», afirmaba un crítico. «Puedes pelear contra él, pero no vas a ganar». Con un presupuesto de alrededor de dos millones de dólares en 1985, más todo lo que llegaba como ayuda de emergencia, era la única fuente de ayuda financiera para la mayoría de las iglesias. Esto provocó bastante envidia. A mediados de 1985, el CNPEN insinuaba escándalos logísticos y afirmaba que era él quien debería administrar el dinero, aunque ni siquiera contaba con un aparato administrativo.{95}

«Algunas veces somos un poco egoístas», explicaba un pastor Matagalpa que pertenecía tanto al CNPEN como a CEPAD. [294] «La idea del CNPEN es que la ayuda debe ir hacia los evangélicos.» Con más precisión, el consejo de pastores pensaba que el dinero debía ser canalizado a través de sus miembros, un sentimiento enaltecido por el creciente auxilio para los refugiados de la guerra, del cual los pastores veían muy poco. «Somos la denominación más grande aquí», me dijo un líder de las Asambleas de Dios, «y creemos que hemos hecho mucho por CEPAD. Pero éste hace cosas injustas. Por ejemplo, pedimos a CEPAD que ayudara a los pastores de Ciudad Sandino. Algunos están sobreviviendo con salarios de hambre, tan bajos como 4.000 córdobas mensuales (alrededor de seis dólares en 1985). Van de un lado a otro casi sin zapatos. Pero sólo nos entregaron un montón de chompas, que ni siquiera necesitamos [debido al clima tropical]. Así que nos dimos cuenta de que, mientras CEPAD ha realizado grandes obras para las comunidades no evangélicas, proporcionándoles millones de pesos, el dinero debía ser para nosotros.»

En el asunto se implicaba algo más que quién llegaría a conducir jeeps importados. CEPAD contrataba a sus empleados para la competencia, no para la teología, lo que significaba que muchos de ellos –católicos y protestantes liberales– podían ser acusados de violar las pautas evangélicas. «Existe mucha liberación en este sentido», admitió un funcionario de CEPAD, invocando a los teólogos alemanes, que fumaban pipa y bebían cerveza. A pesar de que la agencia distribuía algunos abastecimientos de auxilio a través de los pastores, administraba la mayor parte sin criterios religiosos. Para asegurarse de que la ayuda no se utilizase para presionar a la conversión, dejó la salvación de las almas a cargo de las iglesias. Tales políticas hacían que CEPAD se asemejara a un organismo ecuménico, a pesar de que eludía aquel término y de que sus iglesias miembros permanecían firmemente entregadas al evangelismo. Según los opositores conservadores, CEPAD utilizaba el dinero ecuménico de los Estados Unidos y de Europa para comprar a sus miembros.

Además del consejo rebelde de pastores, otro índice de la presión contra CEPAD era la protesta conservadora dentro de la Convención Bautista. Aquella era la afiliación de la mayoría de líderes de CEPAD, quienes habían convertido a su denominación en la que más se identificaba con la revolución. Ahora, se enfrentaban a una rebelión por parte [295] del sector conservador de su pastorado. Durante una sesión a la que asistieron sesenta bautistas disidentes en julio de 1985, hubo quejas en contra de las declaraciones antiimperialistas que los líderes de la denominación estaban acostumbrados a realizar. Otra problema era el seminario bautista, al cual los conservadores acusaban de ser partidario de la teología de la liberación y del ecumenismo. ¿No lo había visitado un teólogo radical de México? ¿No admitió a cinco estudiantes de la Iglesia Católica?{96}

Un tercer índice de la presión contra CEPAD eran las Asambleas de Dios. Las Asambleas constituían el baluarte principal del rival consejo de pastores. Al ser la denominación evangélica más grande del país, su dimisión de CEPAD era un rumor perpetuo. Pero las Asambleas permanecían y, ya sea por convicción o por necesidad, muchos pastores del CNPEN continuaban trabajando con CEPAD. En Matagalpa y Jinotega, una zona fuerte de las Asambleas de Dios, la oficina local de CEPAD afirmaba estar trabajando con 180 de los 300 pastores del área. En la vecina oficina de Jinotega, el presidente de CEPAD era el vicepresidente del CNPEN, y el presidente del CNPEN era el vicepresidente de CEPAD. Las directivas enteras de las dos organizaciones en Jinotega eran, supuestamente, idénticas.{97} A pesar de lo polarizado que podía ser el liderazgo evangélico en Managua, muchos pastores en el sector rural parecían tener un pie en cada lado.

Notas

{85} Notas del autor, asamblea de CEPAD, 15 de agosto de 1985.

{86} «Señala Evangelista Alberto Montessi (sic): el mayor compromiso del cristiano es con Cristo», La Prensa, 24 de enero de 1984.

{87} «Sospechosa la 'Cruzada' evangélica», El Nuevo Diario, 4 de febrero de 1984, pág. 1.

{88} Rafferty 1984.

{89} Entrevista del autor a Sixto Ulloa, Managua, 5 de agosto de 1985.

{90} Rafferty 1984.

{91} Huntington y Domínguez 1984, fragmentos publicados en El Nuevo Diario, 26-29 de marzo de 1984. Kate Rafferty, «A Cry for Prayer», Open Doors, septiembre-octubre de 1984, págs. 14-15. Entrevistas del autor en Costa Rica y Nicaragua, julio-agosto de 1985.

{92} Institute on Religion and Democracy 1985.

{93} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{94} Entrevistas del autor, Managua, julio y agosto de 1985.

{95} «Presionan para que CEPAD retorne al camino original», La Prensa, 6 de junio de 1985. «CEPAD aclara un mar de calumnias», El Nuevo Diario, 12 de junio de 1985.

{96} «Para grupos de trabajo y deliberación en asamblea» [mecanografiado de siete páginas], Hermanos Bautistas de Reflexión Cristiana, 30 de julio de 1985.

{97} Entrevistas del autor a Pedro Antonio Aguirre de CEPAD y Anastasio Martínez, Misión Pentecostal de Iglesias Cristianas, Matagalpa, 14 de agosto de 1985.

 

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