David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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La iglesia popular

La toma de varias docenas de edificios costó mucho a los sandinistas, tanto en Nicaragua como en el exterior, debido a que contradecía su afirmación de respetar la libertad religiosa. Los evangélicos conservadores decían que parte de la culpa se debía a los líderes eclesiásticos que apoyaban la revolución, hombres que supuestamente veneraban a los sandinistas más que a Dios y que estaban erigiendo una «iglesia popular» separatista y apóstata. Algunos cristianos pro-sandinistas evitaban aquella expresión: se referían a sí mismos como el sector revolucionario de la iglesia y negaban cualquier intento de dividirla.

La iglesia revolucionaria se originó en los largos años de conspiración contra la dictadura de Somoza, cuando los sandinistas deseaban tener frentes religiosos por la admirable cobertura que proporcionaban.{57} Se debe recordar que, en aquel tiempo, la política de oposición era necesariamente conspiratoria. A pesar de que los sandinistas incorporaron a los cristianos en sus filas, es posible que no hubiesen logrado la [283] síntesis cristiano-marxista de la que más tarde se vanagloriaron. Aún si su base popular mantenía una fe vital y tradicional, este atributo parecía desaparecer en la jerarquía del FSLN.{58}

Una vez que los sandinistas tomaron el poder, sus aliados cristianos organizaron varios centros de estudio y organizaciones profesionales –el Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, la Asociación Nacional de Pastores Evangélicos de Nicaragua (ANPEN), la Comisión Evangélica para la Promoción de la Responsabilidad Social (CEPRES), y el Eje Ecuménico– para defender a la revolución de la reacción religiosa, en Nicaragua y en el exterior.

Por el lado católico, el ala sandinista de la Iglesia podía reclamar cierto número de comunidades eclesiales de base. Sin embargo, los líderes de base tendían a ascender hacia responsabilidades mayores en el aparato político sandinista, lo que determinó que algunas comunidades declinaran.{59} En cuanto al clero católico, de un 15 a un 25 por ciento apoyaba la revolución.{60} Como cabeza visible de la iglesia popular quedaron las varias organizaciones en Managua, conformadas por profesionales eclesiásticos que vivían de las donaciones de organismos ecuménicos de Europa Occidental y América del Norte. Además de representar a Nicaragua en el exterior, recibían a delegaciones del extranjero, trataban de organizar a los cristianos para apoyar la revolución y citaban las escrituras en contra de sus enemigos.

Un desafío para estos grupos era la realización de «seminarios» anti-sandinistas fuera del país, especialmente en Costa Rica.{61} Los eventos estaban organizados por agencias basadas en los Estados Unidos, a menudo con evidentes prejuicios políticos, como el Evangelismo Mundial Morris Cerrullo y las Misiones Trans Mundiales. En el caso de la Cruzada Cristiana Anti-Comunista, sus equipos pastorales se especializaron en despliegues macartistas para las fuerzas de seguridad centroamericanas, así como también para el público evangélico.{62} Las conferencias más inquietantes, sin embargo, eran para los pastores nicaragüenses, invitados temporalmente fuera del país para aumentar su fortaleza cristiana. En el caso de Puertas Abiertas con el Hermano Andrés, sus «Seminarios para la Victoria» en Costa Rica se centraban en cómo asegurar la supervivencia de la iglesia bajo la persecución comunista. [284] Aquello incluyó referencias a la fundación de iglesias subterráneas{63}, lo cual fue interpretado por los sandinistas como un intento de emprender un movimiento político clandestino.

Junto con el problema de los seminarios se encontraba otro programa dirigido desde Costa Rica, para complementar los salarios de los pastores nicaragüenses quienes, como todos, sufrían por la inflación. Ahora que las misiones habían partido, y dejado a los pastores bajo sus propios recursos, ¿se iban a arruinar décadas de esfuerzo al permitir que las penalidades los alejasen de sus responsabilidades espirituales?{64} En 1983, seiscientos pastores –cerca del 40 por ciento del total del país– recibían subsidios algo misteriosos del otro lado de la frontera. A pesar de que la cantidad de dinero era pequeña –5.000 dólares mensuales– aún si se la dividía unas seiscientas veces, ésta podía duplicar el salario de un pastor. John Kessler, el misionero que administraba el programa desde Costa Rica, se mostraba abiertamente anti-sandinista, pero incapaz de divulgar la fuente de donde provenía el dinero, lo que levantó mayores sospechas.{65}

En Nicaragua, la iglesia pro-sandinista se enfrentaba con un enemigo evasivo. Los conservadores expresaban su desaprobación del gobierno sandinista con lenguaje apocalíptico y llamados al arrepentimiento. Mientras tanto, basándose en el pensamiento marxista sobre la ideología y la polarización de clase, los cristianos revolucionarios estaban convencidos de que ningún grupo o acción era políticamente neutral. Por consiguiente, el no apoyar a la revolución significaba oponérsela. Lo que podría parecer escapismo espiritual, afirmaban, era realmente un intento de apuñalar a la revolución por la espalda. Para probarlo, señalaban un «discurso camuflado» detrás del lenguaje espiritual de los conservadores.

Algunas enseñanzas conservadoras –«el verdadero cristiano no está a la izquierda ni a la derecha, sino al centro con Jesucristo»– conllevaban un mensaje bastante claro. Los conservadores también predicaban que «no se puede servir a dos amos», es decir, a la revolución y a Cristo. Después de haber pedido a sus rebaños que se mantuviesen lejos del «mundo», ahora ampliaban el significado «mundo», desde fumar, beber, y otros vicios hasta abarcar el sandinismo. Pero si los sandinistas eran tan [285] mundanos, ¿por qué los conservadores nunca habían condenado lo mundano de la dictadura de Somoza?{66}

Los partidarios sandinistas culpaban a la influencia del entrenamiento teológico norteamericano por tales actitudes. Era cierto que, de las 1.800 congregaciones evangélicas en Nicaragua, se pensaba que de mil a mil quinientas estaban, de una u otra forma, afiliadas a la Asociación Nacional de Evangélicos en los Estados Unidos.{67} Décadas de adoctrinamiento anticomunista habían sentado una cierta base.

No obstante, los estallidos militantes del Frente Sandinista no parecían dejar a los conservadores otra opción que oponerse a la revolución. De acuerdo a un pastor, cuando criticó a la televisión por alejar a la gente del Señor, las autoridades le dijeron que estaba predicando contra el sistema de transmisión estatal y su programación revolucionaria.{68} Ahora, si un pastor no podía estallar contra la caja, ¿contra qué podía predicar? Así era cómo los ataques en el camuflado discurso contra-revolucionario parecerían convertirse en ataques contra el mismo evangelismo. Si los evangélicos insistían en una dimensión espiritual lejos de la política y aquello era inevitablemente escapista, como parecían afirmar los militantes sandinistas, ¿no era entonces la salvación de las almas inherentemente contrarrevolucionaria?

De acuerdo a los conservadores evangélicos, los cristianos revolucionarios estaban estimulando a los sandinistas para que los considerasen como una amenaza, dejándolos cada vez menos espacio para practicar su fe. «Este es el lugar para estudiar la teología de la liberación», decía un conservador pocos meses antes de dejar el país. «Porque aquí no es solamente un plan, aquí se la ha llevado a cabo. ¿Qué han resultado ser su gente? Han resultado ser agentes de seguridad del gobierno.»

«La disputa es sobre qué es un cristiano», continuaba. «Lo definen detalladamente en sus documentos. Si no calzas, eres una secta, alienante, diversionista. Actualmente, decir que eres un sandinista en una iglesia evangélica es casi decir que no eres un cristiano. Hace cinco años, un soldado sandinista en una iglesia era igual que un soldado que pertenecía a cualquier ejército en la iglesia. Pero ya no es así, desde que empezó la persecución en 1981.»{69}

Notas

{57} Randall 1983:165-166.

{58} Para la gama de posiciones, véanse las entrevistas realizadas a los cristianos revolucionarios por Margaret Randall (1983) y Teófilo Cabestrero (1986).

{59} Dodson 1986:47-48.

{60} Berryman 1984: 231, 265-266.

{61} «Evangélicos denuncian un plan diversionista de CIA», Barricada, 2 de julio de 1983.

{62} Véase la hoja informativa Christian Anti-Communism Crusade (Long Beach, California), diciembre de 1983 a 1985.

{63} 20 de mayo de 1981, circular para obtener fondos, Open Doors With Brother Andrew –Puertas Abiertas con el Hermano Andrés–, además de Huntington y Domínguez 1984:30. Véase también Pit 1981:65-76, González 1983:180-181, y Kietzman 1985:56-57.

{64} Entrevista del autor a John Kessler, San José, Costa Rica, 9 de julio de 1985.

{65} Huntington y Domínguez 1984:29-30.

{66} Entrevista del autor a Carlos Escorcia y Miguel Angel Casco, Centro Ecuménico Antonio Valdivieso, Managua, julio-agosto de 1985.

{67} Beth Spring, «Tensions Between Church and State in Nicaragua Pose Dilemnas for U.S. Christians», Christianity Today, 6 de septiembre de 1985, pág. 54-77.

{68} Entrevista del autor, Managua, agosto de 1985.

{69} Entrevistas del autor, Managua, julio-agosto de 1985.

 

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