David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
←  nódulo 2002 • capítulo 8 • páginas 276-279  →

Los miskitos

La desconfianza de los sandinistas hacia los evangélicos estaba alimentada por los eventos en la costa atlántica. Separada del resto del país por montañas y selvas, la costa atlántica fue incorporada a Nicaragua en una fecha tardía. Incluso en ese momento, la comunicación con los Estados Unidos era mucho más fácil que con el gobierno de Managua. Gran parte de la población eran amerindios y negros del Caribe, es decir criollos. Hablaban más inglés que español y tendían a referirse a los latinos de la costa del Pacífico como colonizadores. Desde el principio, los sandinistas se preocuparon por las tendencias separatistas de la región: aquí había una contradicción que de seguro iba a ser explotada por los enemigos de la revolución. [277]

Los criollos fueron los primeros en protestar, en octubre de 1980, contra el mal manejo económico y la llegada de técnicos cubanos. Entre las sesenta y cinco personas detenidas se encontraban líderes protestantes. En primera instancia, Tomás Borge la llamó una conspiración sectaria.{36} Las iglesias protestantes tenían tanta influencia en la costa atlántica que era muy probable que estuvieran involucradas en cualquier evento significativo. La Iglesia Moravia, introducida por misioneros alemanes en el siglo diecinueve, se había convertido en la principal estructura de autoridad en las áreas remotas. Muy pronto se produjeron más ecuaciones entre el protestantismo y la contrarrevolución, por una colisión entre los sandinistas y las aspiraciones autonomistas del principal grupo nativo, unos cien mil indígenas miskitos.

La resultante guerra indígena fue una prueba no sólo del comportamiento sandinista hacia los protestantes, sino de las actitudes de la izquierda latinoamericana hacia los pueblos nativos. A lo largo de América Latina, los movimientos indígenas generalmente han encontrado sus aliados en la izquierda. Pero estas alianzas han estado cargadas de tensión. Debido a que los indígenas siempre han sufrido discriminación, tienden a organizarse en base a parámetros étnicos y a insistir en la autonomía con respecto a las organizaciones de dirigencia latina. Sin embargo, la mayor parte de la izquierda desconfía de categorizaciones étnicas debido al potencial para dividir sus propias organizaciones de clase de acuerdo a diferencias raciales. En el curso de una extensa discusión teórica sobre esta contradicción, los sandinistas estaban entre los primeros marxistas latinoamericanos con la oportunidad de superarlo. Todos, incluyendo a los mismos sandinistas, reconocen que fracasaron. La opinión más generosa fue que estaban aprendiendo por el camino duro de la experiencia.

Para defenderse de la intromisión norteamericana, los sandinistas deseaban vincular a la costa atlántica a su estructura administrativa siguiendo los mismos lineamientos que en el resto del país. Es decir, querían organizar a los protestantes de habla inglesa en organizaciones «populares» o de «masa», es decir, de clase, bajo gente leal al partido sandinista, la mayoría de ellos hispanos. De mala gana, los sandinistas se sometieron a las demandas de los miskitos al aceptar una asociación étnica, MISURASATA.{37} Cuando en 1980 los sandinistas lanzaron la [278] cruzada de alfabetización en español, la nueva organización dirigió un boicot hasta que se añadieron el miskito y el inglés. Al organizarse contra los burócratas latinos del partido gobernante, MISURASATA rápidamente aumentó su influencia.

Cuando el Frente Sandinista tomó la decisión de ignorar a la organización nativa al considerarla como ingobernable, los desacuerdos sobre el derecho a la tierra condujeron a la guerra.{38} En discusión se encontraban las tierras aparentemente baldías del este de Nicaragua, que los sandinistas deseaban abrir para la colonización y producción, y sobre las cuales MISURASATA estaba preparando una amplia demanda. MISURASATA también demandaba los derechos a los minerales del subsuelo, los cuales, en América Latina, a diferencia de los Estados Unidos, pertenecen al estado. Su plan parecía inspirado en el movimiento indígena de los Estados Unidos, en donde grandes demandas basadas en tratados de los siglos dieciocho y diecinueve sirven para regatear objetivos más modestos. Para los sandinistas, sin embargo, tales tácticas sonaban a separatismo. En febrero de 1981, después de la decisión de MISURASATA de organizar demostraciones masivas para demandar el 31 por ciento del territorio nicaragüense, los sandinistas arrestaron a todos los líderes de la organización. Cuatro miskitos y cuatro soldados murieron cuando una patrulla trató de arrestar a un dirigente de MISURASATA durante un servicio religioso en Prinzapolka. La población miskito se levantó en desobediencia civil, los sandinistas respondieron con la fuerza, y la primera ola de refugiados –jóvenes activistas políticos– cruzaron hacia la vecina Honduras.{39}

Esta es la cadena de eventos citada por los anti-sandinistas para demostrar que la insurrección miskito fue indígena, el producto de la represión sandinista, en lugar de ser una conspiración contrarrevolucionaria. Ordinariamente, sin embargo, ocho muertes no llevan a la guerra. Para comprender cómo sucedió, debemos analizar las fuerzas externas que buscaban el derrocamiento de los sandinistas. El personaje clave fue Steadman Fagoth, uno de los líderes arrestados de MISURASATA. Había sido puesto en libertad con la condición de que calmara a sus agitados partidarios y que luego se fuera a estudiar en Bulgaria. En lugar de eso, el impetuoso Fagoth escapó a Honduras, en donde unió fuerzas con los somocistas que estaban siendo reorganizados por Washington. [279] A través de la radio, comenzó a acusar a la Revolución Sandinista de genocidio. Sus cargos resultaron ser falsos pero muchos miskitos los creyeron. Poco después, Fagoth era elogiado como la mejor oportunidad del gobierno estadounidense para deshacerse de los sandinistas.{40}

En los Estados Unidos, la derecha religiosa aclamaba a Fagoth como un luchador cristiano por la libertad. Mientras tanto, sus asesinatos de compañeros miskitos le consiguió la enemistad de otros insurgentes, hasta el punto de que su propia organización llegó a repudiarle. Es posible que Fagoth se haya encontrado en la planilla del gobierno estadounidense en una fecha temprana. De acuerdo a otro disidente de la costa atlántica, un norteamericano le ofreció en marzo de 1980 un portafolio con 100.000 dólares para que convirtiera a su organización en un frente separatista. Después de rechazar la oferta, afirma este nicaragüense, uno de los compañeros de Fagoth le dijo que este último había aceptado el dinero.{41}

De todos modos, para noviembre de 1981, la Agencia Central de Inteligencia se encontraba financiando a los contras de la Fuerza Democrática Nicaragüense y a sus aliados miskitos.{42} En anticipación a tal alianza, los sandinistas habían mantenido la represión contra el liderazgo restante de MISURASATA, la mayor parte del cual también partió hacia Honduras. En diciembre, las incursiones desde Honduras causaron la muerte de sesenta soldados y civiles nicaragüenses. Los sandinistas denunciaron a los atacantes como ex-guardias nacionales de Somoza pertenecientes al FDN: en realidad, parecen haber sido reclutas miskitos que se disgustaron con el FDN, escaparon, y actuaron por su propia cuenta.{43} Al interpretar las invasiones como un plan de la CIA, los sandinistas evacuaron a 8.500 miskitos de cuarenta y dos poblados a lo largo de la frontera hacia campos de reubicación en el interior. Para negar comida y vivienda al enemigo, las fuerzas sandinistas destruyeron todo, incluso los templos. Los evacuados no habían sido consultados de antemano. Un número mayor de miskitos prefirió escapar hacia Honduras, desde donde los insurgentes redoblaron sus ataques.

Notas

{36} 6 .«Atlantic Coast Disturbances Ring Alarm Bells in Managua», Latin America Weekly Review, 17 de octubre de 1980, págs. 7-8. «Security Jitters as Bluefields Sees Red», Regional Reports (Mexico and Central America), 24 de octubre de 1980, págs. 2-3.

{37} Bourgois 1981:32-36 y Adams 1981a: 25, 55.

{38} entrevista a Armstrong Wiggins, «Colonialism and Revolution», Akwesasne Notes (Rooseveltown, Nueva York: Mohawk Nation) 13(4), finales de otoño de 1981, págs. 4-15.

{39} Entrevista a Brooklyn Rivera, «Miskito Nation: Some Further Words», Akwesasne Notes 14(3), principios de verano de 1982, págs. 18-20. Ohland y Schneider 1983: 18, 92-3, 171.

{40} Georgie Anne Geyer, quoted by Roxanne Dunbar Ortiz, «The Miskitu Case», Covert Action Information Bulletin, Invierno de 1983, pág. 23.

{41} Entrevista del autor, Managua, julio-agosto de 1985.

{42} Saul Landau y Craig Nelson, «The CIA Rides Again», Nation (Nueva York), 6 de marzo de 1982, págs. 274-275.

{43} Jack Epstein y J. H. Evans, «Nicaragua's Miskito Move Based on False Allegations», National Catholic Reporter (Kansas City, Missouri), 24 de diciembre de 1982, págs. 1, 22.

 

←  David Stoll¿América Latina se vuelve protestante?  →

© 1990-2002 David Stoll • © 2002 nodulo.org