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¿Podía el Señor tener algún
plan para el Hermano Efraín?
Cuando los ancianos de Verbo se encontraron en medio de un golpe militar, la mañana del 23 de marzo de 1982, no estaban totalmente desprevenidos. Ellos ya sabían que, gracias a la extraordinaria correspondencia entre el conflicto oriental-occidental y la inminente confrontación milenial, cualquier estallido alrededor del mundo era un paso más en la marcha hacia Armagedón. Sin embargo, hasta el momento en que fueron arrastrados por la corriente de los eventos, los ancianos de Verbo estaban lejos de ser activistas políticos. Aún cuando sus hermanos en los Estados Unidos se unieron a la derecha religiosa, los ancianos norteamericanos en Guatemala trataron de mantener su distancia de la [225] política al estilo centroamericano.{*} Estaban muy conscientes de que el gobierno del General Romeo Lucas García (1978-1982) dejaba mucho que desear como defensor de la libertad religiosa. Con la sospecha de que activistas cristianos y sindicales se estaban desempeñando como frentes revolucionarios, Lucas soltó a los escuadrones de la muerte. Coordinados desde un anexo del palacio presidencial, los escuadrones de la muerte destruyeron el centro político de Guatemala y empujaron a miles de sobrevivientes a unirse a los movimientos guerrilleros.
Los ancianos de Verbo no eran los únicos que se mantenían apartados. En general, los líderes evangélicos no deseaban ocuparse de la desintegración de su país. Una historia centenaria de protestantismo en Guatemala, publicada en el clímax de violencia en 1982, logró evitar el tema.{11} La corrupción, la falta de respeto por las autoridades, el comunismo y el mal iban en aumento, predicaban estos hombres, pero su reino no era de este mundo. Esta lógica, por supuesto, no impidió que varios de sus miembros se enlistaran en la campaña presidencial del partido oficial, una creación del alto mando del ejército y el seguro ganador a juzgar por el fraude de las dos elecciones previas. Ya que los asesinatos oficiales habían alienado a la mayor parte de la Iglesia Católica, la dictadura estaba ansiosa por enlistar a otros hombres de Dios.
Un mes antes de la elección nacional del 7 de marzo de 1982, una conferencia de quinientos pastores conmemoraba el centenario del protestantismo en Guatemala. Fueron interrumpidos por la llegada de helicópteros con el candidato presidencial oficial, General Aníbal Guevara. Prominentes pastores de la campaña del general habían arreglado la presentación, prometiendo tiza y cuadernos gratis para todo aquel que asistiese. A los aleluyas de la audiencia, el general gritaba «alabado sea el Señor», y según la etiqueta evangélica, pidió orar para que el hombre elegido por el Señor gane las elecciones. Su nuera era evangélica, mencionó la esposa de Guevara, y a pesar de que ellos todavía no habían [226] dado el gran paso, lo estaban ciertamente considerando. En la cafetería, a mediodía, se murmuraban recriminaciones: esto era como vender la primogenitura por un plato de lentejas. La iglesia debía estar fuera de la política. Inmediatamente, aparecieron las guerrillas para distribuir panfletos de los cristianos revolucionarios de Vicente Menchú.{12}
Mientras tanto, los ancianos del Verbo mantenían en la mira a un general retirado del ejército que se había unido a su congregación. Ocho años antes, se había lanzado para presidente y probablemente había ganado. En 1974 había sido el candidato de la reforma, realizando una campaña convincente con la lista demócrata cristiana. Se encontraba liderando con gran ventaja las elecciones cuando, inesperadamente, las pantallas de televisión quedaron en blanco. La transmisión se reanudó la mañana siguiente, para cuando el candidato oficial se había convertido en el ganador con un gran margen. La pandilla militar que dirigía al país había impuesto su propio candidato.
Cuatro años más tarde, cuando Ríos Montt empezó a asistir al culto en la Iglesia del Verbo, los Ancianos de Gospel Outreach se preguntaron por qué un líder político de esa altura se les estaba acercando. Relatan que se probaba a sí mismo limpiando los baños. Afortunadamente, la biografía de Ríos realizada por Verbo en 1983 proporciona un revelador recuento de sus frustraciones y sueños. Según esta versión, su renacimiento espiritual surgió de su frustrada ambición por el cargo más alto en el país. Los ancianos de Verbo descubrieron que la amargura por haber perdido la presidencia era la herida más profunda en su vida. Cuando Ríos regresó del exilio en 1977, fue con la vana esperanza de ganar una segunda nominación de los demócratas cristianos, para las elecciones del año siguiente. Sólo después de esta segunda y al parecer última desilusión, el general decidió ingresar en la Iglesia del Verbo. Allí, los ancianos decían que Dios tenía guardado un plan especial para él.{13} La religión carismática se convirtió en el bálsamo para sus lastimadas ambiciones y las transfiguró. De ahora en adelante sería un soldado de Dios, cuya tarea en la vida se llevaría a cabo a la manera del Señor.
Los ancianos del Verbo mantenían dos opiniones sobre el privilegio de ser los pastores de un general guatemalteco. Sí, como un hermano [227] en Cristo, Ríos había hecho un «pacto» con ellos y se había sometido a su autoridad. Esta era la relación esencial de confianza entre los miembros de Verbo, y es un tema importante de la biografía.{14} No obstante, cuando los partidos políticos lanzaron a sus candidatos para la elección nacional del 7 de marzo de 1982, a los ancianos no les gustó leer en los periódicos que el Hermano Efraín estaba considerando una tercera candidatura para la presidencia. Con la esperanza de mantener a él y a su iglesia fuera de la contienda electoral, los ancianos hicieron de la nunca satisfecha ambición presidencial de Efraín el tema de tres días de oración y ayuno. Varias profecías indicaban que el participar en estas elecciones no era el designio del Señor: todavía no había llegado el gran momento para Efraín. A pesar de que los ancianos le apoyarían si decidía ser candidato, el Señor les decía que «otra puerta» se abriría para él. Sin embargo, únicamente el colapso de la coalición partidista que le ofrecía la candidatura –no sus tres días de consejo y profecía– le volteó en contra de la campaña electoral.{15}
Dos semanas después de que el candidato oficial robó la elección, el 23 de marzo de 1982, jóvenes oficiales del ejército llamaron a Ríos al palacio nacional para que encabezara su golpe de estado. Aquella mañana, se encontraba en su trabajo administrando la escuela diurna de Verbo; se veía genuinamente desconcertado, incluso con miedo, y afirmaba no estar involucrado en la conspiración. Con su inesperada aparición en la televisión aquella noche, vestido en traje de combate y como jefe de la nueva junta militar, más de un anciano de Verbo pensó que su hermano en Cristo había roto su pacto con ellos.
¿Era simplemente una coincidencia que los conspiradores hayan dado el golpe al cumplirse el octavo aniversario de su exilio a España?{16} Si queremos creer en las afirmaciones de ciertos participantes, Ríos tomó tan seriamente las profecías de Verbo que ayudó a planificar el golpe que lo llevó al poder. De acuerdo al consenso nacional a principios de 1982, era tiempo de que el régimen militar de los últimos doce años dejara el poder. Por la prominencia de Ríos como el presidente electo defraudado hace ocho años, sería casi un milagro que él no haya estado involucrado en la conspiración, al menos periféricamente. De los dos grupos que planificaron el golpe del 23 de marzo, a Ríos Montt se le acusa de haber tratado con los dos. [228]
El primero era el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), colocado en el poder por la CIA en 1954 y conocido como el «partido de la violencia organizada» por su utilización de medidas de fuerza, incluyendo los escuadrones de la muerte. Ríos Montt no era un entusiasta del MLN: el candidato presidencial del partido en 1982, Mario Sandoval Alarcón, había apoyado el fraude contra su elección ocho años antes. Sin embargo, la esposa de Ríos pertenecía a una importante familia militar enredada con el MLN, los Sosa Avila, y trabajó en su campaña presidencial de 1982. El mismo Ríos, de acuerdo a un enemigo político, encabezó un grupo paramilitar de MLN que tenía la misión de provocar motines para protestar contra el inminente fraude electoral.{**}
El segundo grupo que conspiró en el golpe del 23 de marzo era un grupo de jóvenes oficiales del ejército. Algunos eran colaboradores del MLN, otros no. Pero todos se encontraban desilusionados de un alto mando corrupto, el cual además estaba perdiendo la guerra contra las guerrillas. De acuerdo a un joven oficial, Ríos había sido escogido para encabezar la nueva junta desde el inicio de su plan, debido a su honesta reputación y a su elección como presidente en 1974. Pero el joven oficial insistía en que Ríos no había sido informado de antemano, porque si esto se filtraba, su líder escogido habría sido asesinado.{17} [229]
Después del golpe, los conspiradores del MLN quedaron estupefactos al escuchar a Ríos Montt denunciar no sólo al depuesto régimen de Lucas sino también a ellos. Ellos también se encontraban entre los políticos civiles podridos responsables por la penosa situación de Guatemala, declaró el jefe de la nueva junta militar. Era el Señor quien lo había colocado en este lugar, anunció Ríos, cerrando filas con sus compañeros oficiales dejando de lado al MLN.
En cuanto a Ríos, su más profunda ambición se había convertido en el plan que Dios tenía para él. Podría parecer poco probable que un general guatemalteco pudiera liderar un golpe que él no hubiera planificado. Para los ancianos de Verbo, como para otros evangélicos, todo dependía de la pureza de sus motivos. Unicamente si su llegada al palacio estaba limpia de la inmundicia de la política guatemalteca podía ser parte del plan del Señor. Efraín insistía en que él no tuvo nada que ver con la planificación del golpe, y los ancianos de Verbo decidieron honrar su pacto dándole credibilidad. El drama del momento tocó su propio sentido del destino: ¿no habían recibido una profecía que decía que aconsejarían a jefes de estado?{18} Solo a través de sus oraciones, concluyeron, el Señor había colocado a sus siervos en el centro de la lucha cósmica entre el bien y el mal. Con dos ancianos guatemaltecos en el palacio como consejeros presidenciales, y otros ancianos que se reunían con él semanalmente para sus sesiones de oración, la Iglesia del Verbo se había convertido, en cumplimiento de sus propias profecías, en una puerta para el Hermano Efraín y en una líder de naciones.
Notas
{*} Ilustrando este sentido de separación, un anciano de Verbo protestó contra los pastores antisandinistas en Nicaragua por «alejarse de la pura predicación del evangelio hacia el apoyo activo a las fuerzas anti-gubernamentales». Satanás estaba utilizando a estas personas para hacer que el gobierno sandinista desconfiase de los cristianos, continuaba el anciano de Verbo, y «hacer que el evangelio parezca un instrumento de revolución externa en lugar de interna (James Jankowiak, Radiance, abril 1982, pág. 3).»
{**} La fuente de esta acusación es Danilo Roca, un aliado del MLN en la elección de 1982. De acuerdo a Roca, los agentes del MLN dentro del gobierno habían confirmado que el partido oficial robaría la elección del 7 de marzo. Por consiguiente, el MLN planeó convertir sus celebraciones de victoria cerca de las iglesias católicas capitalinas en motines para quemar camiones y volar puentes durante las primeras horas del 8 de marzo, paralizar a la capital y forzar al ejército a intervenir contra la camarilla gobernante.
Un socio de Roca me proporcionó un relato detallado (pero no corroborado) de sesiones nocturnas de planificación encabezadas por Ríos, en su casa, durante el mes anterior a la elección. De acuerdo a esta fuente, Ríos decía que él no iba a permitir que a Mario (Sandoval Alarcón, el candidato del MLN) le ocurriera lo que pasó a él en 1974. La última vez no estaba preparado, supuestamente dijo Ríos, pero esta vez ellos los estarían. También enfatizó que los provocadores del MLN no debían bajo ninguna circunstancia enfrentarse al ejército, el cual llevaba a la conspiración por otra ruta. De acuerdo a Roca y su socio, Ríos abortó el plan la noche de la elección (entrevista del autor, Guatemala, agosto 24, 1985).
Según Leonel Sisniego Otero del MLN, antes del golpe del 23 de marzo Ríos Montt acordó encabezar una junta civil-militar, para entonces traicionar a sus co-conspiradores civiles después de tomar el poder (This Week, julio 4, 1983, pág. 193).
{11} A. Zapata 1982.
{12} Entrevistas del autor, julio-agosto de 1985.
{13} Anfuso y Sczepanski 1983: 79-100.
{14} Ibid., págs. 93-96.
{15} Ibid., págs. 104-109.
{16} Ibid., págs. xiv, 119.
{17} Entrevista del autor, Ciudad de Guatemala, 27 de Agosto de 1985.
{18} Juan M. Vásquez, «Prophecy Comes True for New Leader in Guatemala», Los Angeles Times, 28 de marzo de 1982, págs. 1, 8. Carlos Ramírez, «Prophecy Comes True», Frontline (Eureka, California: International Love Lift) 9(7), pág. 6.
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