David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Países cerrados

Al evaluar sus oportunidades para el cumplimiento de la Gran Comisión, los pronosticadores evangélicos proporcionaban valoraciones optimistas del último avivamiento en Argentina o Indonesia. Luego advertían que las misiones se estaban quedando atrás del crecimiento poblacional y del antiamericanismo. De acuerdo al editor de World Christian Encyclopedia, David Barrett, el 34,4% de la población mundial era cristiana en 1900, pero ochenta años más tarde, la cifra era únicamente de 32,8%.{26} Irónicamente, la pérdida se originaba en Europa Occidental, en donde la asistencia al culto era más baja que en Rusia.{27} Según los evangélicos norteamericanos, Europa Occidental se había convertido en un campo que necesitaba de misioneros.

En momentos optimistas, los pronosticadores obtuvieron mucha satisfacción de América Latina, Africa sub-Sahara, y del borde oriental de Asia, en donde el cristianismo evangélico estaba creciendo mucho más rápido que la población.{28} Pero se complacían aún más con los informes de países en donde era casi imposible trabajar, es decir, los países comunistas. Lejos de ser liquidado, el cristianismo estaba abriéndose camino en cada país comunista salvo Albania.{29} Las restricciones oficiales, la persecución, y la aparente asimilación de las iglesias establecidas no impedía que los movimientos al estilo evangélico proliferasen, algunas veces en forma secreta. Las mismas fuerzas sociales a las que los fundamentalistas norteamericanos consideraban como antecesoras del anticristo –polarización étnica y de clase, guerra, revolución y el cada vez más aterrador poder del estado– parecían estar liberando la energía social para una ola de conversión al cristianismo.

Los informes más sorprendentes provenían de China. Hasta recién, las misiones habían considerado a su expulsión en 1949-1950 como uno de los mayores retrocesos de la historia. Pero después de que los cristianos fueron suprimidos durante la Revolución Cultural, volvieron a aparecer bajo Deng Xiaoping en cantidades mucho mayores que antes. Las razones de este renacimiento fueron objeto de especulación. Aparentemente, la Revolución Cultural había provocado fuertes reacciones, especialmente entre las minorías étnicas, en donde el despertar cristiano fue más fuerte.{30} Cuando el estado trató de suprimir las [101] tradiciones religiosas, el cristianismo proporcionó un camino para reafirmarlas en una nueva forma. Para las personas que soñaban con establecer un contacto con Occidente, la iglesia era, tal vez, el único lugar al que acudir. Tampoco podía perjudicar el que, en una época en que el gobierno estaba regresando hacia la iniciativa privada y permitiendo el surgimiento de empresas, los chinos buscaran nuevas convicciones para reemplazar el maoísmo.

El tamaño del renacimiento era también un asunto de conjetura. De acuerdo a la asociación de iglesias protestantes oficialmente reconocidas –llamada el Movimiento Patriótico de las Tres Auto-Suficiencias, según el objetivo misionero de establecer iglesias locales autogobernadas, autofinanciadas y de autopropagación– habían de tres a cuatro millones de protestantes y aproximadamente el mismo número de católicos en 1985. Pero de acuerdo a los partidarios de las «iglesias de casa» –no registradas oficialmente y propensas a tener problemas con las autoridades– el número de cristianos se había extendido, en realidad, a cincuenta millones, casi el 5% de la población.{31}

La diferencia en estas cifras refleja una amarga disputa sobre la actitud que los occidentales deberían tomar hacia sus hermanos en los países comunistas. Por un lado, estaban los contrabandistas de la Biblia, una industria religiosa especializada en ayudar a los cristianos que afirmaban estar bajo una persecución oficial. De acuerdo a los contrabandistas, el Movimiento Patriótico de las Tres Auto-Suficiencias era una creación de la Oficina de Asuntos Religiosos del gobierno, es decir, un frente para la identificación, asimilación y consiguiente supresión de los creyentes genuinos. Los contrabandistas de la Biblia no se fiaban de las acciones del gobierno chino, como permitir la publicación de Biblias y la renovación de contactos con las iglesias occidentales. Por lo tanto, probaron su valor al contrabandear toneladas de Biblias sin medir las consecuencias. Para las misiones más antiguas, que habían pasado cerca de cuatro décadas meditando sobre su expulsión en 1949-1950, esta clase de comportamiento podía arruinarlo todo. Al revivir los temores del gobierno chino frente a la interferencia occidental, los veteranos creían que la nueva ola de trabajo misionero anticomunista estaba incitando a otra clausura.{32}

Los cristianos tuvieron menos éxito en la conversión de miembros de las otras religiones mundiales –budistas, hindúes, y musulmanes. Durante la década de 1970, la militancia islámica y las cuentas bancarias árabes recordaron a los evangélicos que habían estado ignorando a una parte estratégica del globo. Una «cortina coránica» de gobiernos desconfiados y de autoridades religiosas hostiles protegía a la mayor parte de la población musulmana de la infiltración cristiana.{33} Las pocas misiones en lucha habían logrado muy poco. Si los escasos neófitos no estaban ya listos para emigrar hacia Occidente, sus vecinos probablemente los obligarían a hacerlo. Pero ahora que el Islam era un desafío geopolítico, los líderes evangélicos empezaron a insistir sobre el tema, los seminarios aumentaron cursos, y las misiones se inundaron con aplicaciones.{34}

Gracias a la disponibilidad de empleos en la industria petrolera, el Medio Oriente era el destino favorito para los misioneros vestidos de civiles. En lenguaje evangélico, ellos eran «fabricantes de tiendas de campaña» que pagaban sus propios gastos al emplearse, al igual que el Apóstol Pablo, un fabricante de tiendas de campaña. Evadían las restricciones de inmigración al ingresar a los países como técnicos o profesores de idiomas. Ofrecían gratuitamente lecciones de inglés a los neófitos potenciales, y explicaban su fe cada vez que encontraban una oportunidad.{*} Esperaban que el fundamentalismo islámico se convirtiera en algo tan fanático y opresivo que empujaría a los musulmanes occidentalizados hacia sus propios brazos.{35}

Debido a que la mayoría de las masas no evangelizadas del mundo vivían en países cerrados o restringidos, otra forma de llegar a ellas era a través de la radio de onda corta. Dos de las estaciones evangélicas más poderosas transmitían desde territorios relativamente hospitalarios [103] de América Latina: Radio HCJB o La Voz de los Andes, en Quito, Ecuador, y la Radio Transworld, en la Isla Bonaire, en las Antillas Holandesas. A pesar de ser políticamente conservadores y de estar sujetos a vagas acusaciones de imperialismo, estos transmisores evangélicos trataban de ser no-políticos en su programación para minimizar la interferencia de gobiernos desconfiados, de proteger a los oyentes de represalias oficiales, y de ampliar un acceso más directo, como los cursos de correspondencia de HCJB en Cuba. Sin embargo, este método tenía un gran problema en los países cerrados: la incapacidad de organizar a los nuevos creyentes, que se encontraban aislados aquí y allá junto a sus receptores de radio, en nuevas iglesias.

Al organizar iglesias en un nuevo terreno no había un sustituto para el misionero, lo que inspiró otra solución muy de moda a partir de los años ochenta: el reclutamiento de misioneros en países como Corea y Brasil. Estas personas no solo podían atravesar algunas barreras políticas colocadas para los norteamericanos, sino que también podían saltar ciertas vallas culturales. De acuerdo a las palabras de un promotor, las misiones occidentales y del Tercer Mundo necesitaban «sentarse... y planear sobre los pueblos no alcanzados, tribu por tribu, idioma por idioma, grupo social por grupo social. Juntos necesitan determinar los prejuicios y preferencias de cada grupo de gente no-alcanzado y emparejar lo que encuentren con la agencia misionera que probablemente sería más efectiva en dicho grupo».{36} El dinero era otro factor: ahora que el costo de una carrera misionera para una pareja norteamericana con niños estaba llegando al millón de dólares, los misioneros del Tercer Mundo se volvieron mucho más baratos.{37} De acuerdo a un estudio, por lo menos quince mil de estos misioneros se encontraban en el campo a inicios de la década de 1980.

La principal barrera para el envío de más misioneros era la financiera. Los estudiantes evangélicos que se enfrentaban con el desempleo en las economías arruinadas del Tercer Mundo, eran voluntarios entusiastas para el trabajo misionero. Pero la capacidad de sus propias iglesias para mantener a los profesionales religiosos era muy limitada. La mayor parte del dinero para las carreras misioneras continuaba llegando de los Estados Unidos. Mientras que varias agencias como la Comisión de Evangelismo Cristiano Nacional (San José, California) y la [104] Misión Cristiana de Ayuda (Charlottesville, Virginia) canalizaban ayuda hacia las misiones del Tercer Mundo, los evangélicos norteamericanos generalmente preferían apoyar a los suyos. Las misiones del Tercer Mundo parecían ser más débiles en América Latina que en otras partes del mundo: los latinoamericanos correspondían únicamente al 7% del total global.{38}

Notas

{*} Los diplomáticos de los Estados Unidos no siempre han estado de acuerdo con estas empresas, por temor a provocar represalias por parte de las autoridades religiosas locales en contra de otros intereses norteamericanos. A finales de los años cuarenta, por ejemplo, un grupo de empresarios evangélicos del sur de California organizaron un «Instituto Afgano de Tecnología». Bajo contrato del gobierno de Kabul, utilizaron la educación técnica como un vehículo evangelizador. Pero en los años cincuenta, el Departamento de Estado ofreció financiar el Instituto, lo que fue aceptado con agrado por el gobierno afgano. El Departamento de Estado subcontrató el instituto a la Universidad de Wyoming, subyugando a los evangélicos y removiéndolos gradualmente de sus cargos (J.C. Wilson 1979: 48-57).

{26} Barrett 1982: 3.

{27} Winter 1980: 39.

{28} Johnstone 1982: 34-35.

{29} Johnstone 1982: 89.

{30} Tapp 1986.

{31} Tom Goosman y Edward Plowman, «Visitors See Signs of Strong Evangelical Faith in China», Christianity Today, 6 de septiembre de 1985, pp. 46, 48.

{32} Ralph Covell, «The Church in China: Another View», Christianity Today, 1º de febrero de 1985, pp. 62-64.

{33} Chastain 1984: 86-87.

{34} Sharon E. Mumper, «New Strategies to Evangelize Muslims Gain Effectiveness», Christianity Today, 17 de mayo de 1985, pp. 75-76.

{35} Johnstone 1982: 162-165.

{36} Roberta Winter, «The Great Re-Commission», Moody Monthly, noviembre 1982, p. 11.

{37} Linda Howard, «The Mission Field Isn't What It Used To Be», Charisma, junio de 1984, p. 31.

{38} Keyes 1982: 62. Entrevista a Lawrence Keyes, presidente de Cruzadas de Ultramar, «Getting the Whole Story», Mission Frontiers, febrero de 1983, pp. 8-11.

 

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