David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico
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Pueblos escondidos

El Congreso de Lausana había exigido cuadruplicar el número de misioneros norteamericanos, a doscientos mil para el año 2000.{39} Pero si los misioneros eran menos bienvenidos en el Tercer Mundo, si eran menos efectivos que los ciudadanos locales, y si una nueva generación de misioneros más baratos del Tercer Mundo estaba tomando el campo, surgía la pregunta, ¿por qué tantos misioneros occidentales? ¿No existía ya una iglesia en cada país? ¿No serían las iglesias nacionales más aptas para cumplir con la Gran Comisión? Durante años, los promotores de las misiones no supieron responder al argumento de que ya existía una iglesia nacional en cada país. Luego encontraron la respuesta. Inventaron al «pueblo no-alcanzado».{40}

El nuevo concepto se alimentó de un reservorio formidable de leyenda evangélica, aquella que rodeaba a la «tribu no-alcanzada». La expedición hacia los salvajes perdidos en la oscuridad espiritual ha sido siempre la forma más efectiva de reclutar gente y conseguir fondos para las misiones en el exterior. Los misioneros que habían muerto al intentar llegar a las tribus hostiles eran los grandes héroes de las misiones. Ahora, sin embargo, difícilmente se encontraban tribus no-alcanzadas. Más aún, ya que los evangélicos se comenzaron a dar cuenta de los resultados trágicos de «salvarlos» para los otros colonizadores, la leyenda se estaba debilitando.

No, los grupos de pueblos no-alcanzados significaba mucho más que misiones para cazadores de cabezas. ¿Qué tal si analizamos las grandes masas de la población mundial –los chinos, hindúes, musulmanes– en términos microculturales? ¿Qué tal si se aplica la idea de Donald McGavran de la «unidad homogénea» –una subcultura más o menos– a estas masas? Si lo haces, resulta que dichas desesperanzadoramente [105] intimidantes masas de población podían ser subdivididas en cientos y miles de subunidades más manejables. Debido a que la mayoría no tenía una iglesia cristiana, se podría argüir que no habían sido alcanzadas y que por lo tanto necesitaban de misioneros.

El primero en seguir esta idea fue el Centro de Investigaciones Avanzadas de Misiones, una extensión de Fuller que se unió a la agencia de ayuda y desarrollo Visión Mundial. Pero fue un profesor de Fuller llamado Ralph Winter quien se convirtió en la estrella del espectáculo. Este logró publicitar un número de pueblos no-alcanzados mayor que cualquier otro misionólogo, y por lo tanto, una definición más sorprendente sobre cuánto debía hacerse todavía. Si el cristianismo crecía únicamente a lo largo de las líneas culturales, declaró Winter en el Congreso de Lausana en 1974, entonces los grupos culturales sin un núcleo cristiano nunca serían alcanzados por el crecimiento normal de las iglesias ya existentes. La razón era que las barreras culturales, frecuentemente casi invisibles para los extranjeros, impedía que los cristianos en grupos culturales vecinos los evangelizaran. Si el 75-85% de los no-cristianos del mundo aún no tenía una iglesia dentro de sus propios límites culturales, como calculó Winter, entonces todos ellos no serían alcanzados sin un esfuerzo especial.{41} Hasta la actualidad «escondidos» de la vista de las misiones, estos «pueblos escondidos» iban desde las tribus en las selvas tropicales, hasta las castas desatendidas de la India, pasando por agrupaciones aparentemente idiosincrásicas, como son los trabajadores de restaurantes chinos en Francia. Winter decía haber contabilizado 16.750 de ellos.

Winter insistía en que, aunque un pueblo escondido se encuentre junto a una sociedad con iglesias cristianas, los prejuicios culturales impedían una evangelización efectiva. La existencia de «barreras de prejuicios» –ya sean de clase, étnicas o de idioma– significaba que cada uno de tales grupos necesitaba una campaña especial para implantar una iglesia. Lo que se necesitaba era «el evangelismo inter-cultural», típicamente proveniente de alguien que esté fuera de la desconfianza y racismo del sistema local. Total, la Gran Comisión todavía necesitaba de misioneros, miles y miles más de ellos. Pero de acuerdo a Winter, los evangélicos no estaban a la altura de las circunstancias. Aprovechándose del sentimiento de que los misioneros no estaban logrando nada, [106] afirmaba que únicamente el 9% estaba comprometido en el «evangelismo de frontera», es decir, trabajando entre los grupos que no tenían ninguna iglesia. Se decía que el resto estaba sirviendo a iglesias ya establecidas, o que estaban realizando trabajo social.

De aquí la necesidad de reorientar a las misiones hacia los pueblos escondidos y de encender un avivamiento en los Estados Unidos, para abrir la era final de la evangelización del mundo. Con este fin, en 1976, Winter dejó Fuller y empezó su propia organización, el Centro Estadounidense para la Misión Mundial. Radicado en lo que antes fue una institución nazarena en Pasadena, California, siempre luchando por reunir fondos, el Centro proporcionó apoyo organizacional a trescientos misioneros. La mayor parte de éstos eran jóvenes todavía estudiantes que trabajaban en cuarenta distintas misiones en el mismo lugar, la mayoría de ellas nuevas y mal financiadas. Mientras los jóvenes se preparaban para ingresar a países cerrados, como «fabricantes de tiendas de campaña», recopilaban listas de pueblos no-alcanzados y repartían boletines pidiendo oraciones. Buscaban persuadir a otros evangélicos a dirigirse hacia los nuristanis de Afganistán o a los musulmanes de las Islas Maldivas.

Convenientemente, analizar al mundo en términos de pueblos no-alcanzados no sólo multiplicó la necesidad de misioneros, sino que también hizo que la tarea de cumplir con la Gran Comisión pareciera alcanzable. Para cada pueblo no-alcanzado, probablemente existían varios miles de evangélicos y diez o más congregaciones solo en los Estados Unidos. Si millones de cristianos tomaban la decisión de trabajar juntos, seguramente se podría llegar al mundo entero en una o dos décadas. Entonces, de acuerdo con Mateo 24:14, el camino estaría abierto para el regreso del Señor. Por consiguiente, para los años ochenta, gran parte del movimiento misionero empujaba el concepto de los pueblos escondidos, al ser éste una buena táctica para reclutar gente y solicitar fondos.

La imaginería renovada de la misión pionera y de la tribu no-alcanzada se acreditó la revitalización de la conferencia bienal de la Fraternidad Cristiana Interuniversitaria y estimuló una ola de reclutamiento de nuevos misioneros en los años ochenta.{42} Las misiones de corto plazo, [107] las agencias evangélicas de desarrollo, y los grupos carismáticos estaban creciendo rápidamente, junto con unos pocos gigantes como los Traductores Wycliffe de la Biblia y la Cruzada Estudiantil y Profesional Para Cristo. No obstante, para la mayoría de las misiones más establecidas todavía hacían falta nuevos misioneros de carrera. Un factor fue la alta tasa de renuncias después del primer período en el exterior: la mitad de los nuevos misioneros renunciaron. En un estudio de las agencias más establecidas, el 80% de los nuevos misioneros estaban reemplazando las pérdidas debido a jubilaciones o a desgaste.{43}

Notas

{39} «COWE: 200.000 by the Year 2000», Christianity Today, 8 de agosto de 1980, pp. 10-11.

{40} Dayton y Wilson 1984: 175.

{41} Stafford 1984.

{42} Ibid.

{43} S. Wilson y Siewert 1986: 39-41, 63, 573.

 

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