Fortunata y JacintaFortunata y Jacinta
nodulo.org/forja/

Fortunata y Jacinta

La Idea de Persona

Forja 114 · 26 junio 2021 · 27.18

Un programa de análisis filosófico

La Idea de Persona

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta y aquí da comienzo esta nueva entrega que lleva por título “La idea de persona”. Recuerden que en el capítulo anterior dedicado a la ideología de los DDHH analizábamos la primera parte de esta declaración de la ministra de trabajo Yolanda Díaz: “Los derechos humanos no se cuestionan porque hablamos de personas”. En el programa de hoy nos centraremos en la segunda parte, la idea de persona, que en modo alguno puede darse por supuesta. Para ello echaremos mano de este libro titulado El sentido de la vida donde el filósofo español Gustavo Bueno ofreció en 1996 una reconstrucción de ideas tales como persona, derechos humanos, libertad, ética, moral, muerte, tolerancia, aborto o eutanasia, libro que ustedes pueden consultar de forma gratuita en el enlace que incluiré en la caja de descripción del vídeo.

Es muy interesante advertir que las lecciones que ofrecía este libro, recopiladas de un manual de bachillerato de 1987, estaban dirigidas a la nación en su conjunto, pues la sociedad española de aquellos años mostraba interés por estas cuestiones, como así atestiguaban las tertulias televisivas y radiofónicas de la época. Antes que ensayos dirigidos a universitarios, estas lecciones estaban orientadas a alumnos del bachillerato superior, a ese fractal de la sociedad que en breve serían periodistas, ingenieros, profesores, &c. Se trataba, por tanto, de ofrecer a los ciudadanos españoles que recién estrenaban el régimen democrático una doctrina sistemática, un método, que aportara a estas cuestiones filosóficas un tratamiento no metafísico, un sistema que ayudara, en definitiva, a modelar la opinión común desde el rigor, y no desde la filosofía espontánea del que cree que, en democracia, uno puede pensar lo que le dé la gana sobre cualquier asunto.

Señora ministra, ninguna de las ideas anteriormente citadas puede darse por sabida. Ideas como libertad, tolerancia o la propia idea de persona tienen una larguísima tradición filosófica y su sentido no es eterno o inmutable. Tampoco cabe decir que con la democracia estas ideas hayan alcanzado, por fin, la plenitud de su significado. En capítulos anteriores, por ejemplo, ya señalábamos que es un grave error identificar como sinónimos ética y moral. Tampoco puede darse por sabido lo que sea o deje de ser la persona, porque la idea de persona no es unívoca, es decir, no hay una única teoría, una única idea de persona, sino muchas y así inicia Gustavo Bueno su lección sobre “individuo y persona”: “«Persona humana» no es lo mismo que «persona», ni «persona» es lo mismo que «hombre» (…) como tampoco es lo mismo hombre que ciudadano”. Decir “persona humana”, por otro lado, no es una redundancia: “La misma etimología de la palabra persona demuestra que es un concepto sobreañadido al concepto de hombre. Un refrán de origen jurídico, también lo recuerda: «El hombre sostiene muchas personas», es decir, el hombre sostiene o desempeña muchas máscaras o papeles (un mismo hombre es empresario y delincuente, es padre y metalúrgico, &c.). «Persona» era, en efecto, la máscara o careta que usaban los actores de la tragedia griega para hablar -per sonare-.

Insistimos, por tanto, en que decir “persona humana” no es una redundancia porque, por ejemplo, en toda la tradición teológica y filosófica, así como entre las creencias de nuestra cultura, y sobre todo en el lenguaje, la idea de personas no humanas está muy presente (especialmente las personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; también las personas angélicas o diabólicas; o incluso las extraterrestres). Por otro lado, hay seres que son humanos, pero no son personales. Así el término «Hombre» es un término más genérico o indeterminado que el de “persona” pues linda con el «mundo zoológico»: decimos hombre de las cavernas, pero sería ridículo decir persona de las cavernas. Nadie dice tampoco “¡la persona de Neanderthal, sino el hombre de Neanderthal. Y continua Gustavo Bueno: “«Persona» es un término más específico que tiene que ver con el «mundo civilizado» o, si se prefiere, con la constelación de los valores morales, éticos o jurídicos propios de este mundo». Por ello un bebé recién nacido no es aún persona, lo que no quiere decir en modo alguno que se le pueda asesinar sin más, lo explicaré más adelante.

Por tanto, señora ministra, el proceso de formación de la "persona" no es un proceso único sobre el que haya un acuerdo general, sino dialéctico en el que hay distintas perspectivas y desarrollos de la idea de persona. Así, por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial, la URSS no aceptó suscribir la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 porque consideraba que no se recogían aspectos fundamentales para la dignidad de la persona. Y es que también existen distintas concepciones sobre la "dignidad" de la persona. Los países capitalistas suelen destacar los derechos "individuales", como las llamadas Libertad de expresión o de conciencia, mientras que los países socialistas suelen destacar los derechos "sociales" y "económicos". Como vemos, se trata de un proceso dialéctico (no "armónico", sino basado en el enfrentamiento, incluso en la guerra). Grosso modo voy a señalar que, en su libro El sentido de la vida, Gustavo Bueno presenta una tabla donde aparecen clasificadas dieciséis teorías distintas sobre la idea de persona, entre otras las de Kant, Santo Tomás, Marx, Nietzsche, Descartes o Hegel. En el ejercicio de clasificación, de crítica de estas teorías, Bueno distingue en primer lugar las teorías existentes y discrimina cuáles sean las más potentes, es decir, aquellas que son capaces de reducir a las otras. De este modo, termina descartando todas las posibilidades menos seis para ofrecer, finalmente, su propia teoría materialista sobre la persona humana. Desde esa perspectiva materialista, no espiritualista, habría que considerar como mitológica o metafísica cualquier concepción de la persona que subordine su responsabilidad y su libertad al influjo de supuestas personas divinas, angélicas o extraterrestres. Recordemos que hoy día sigue siendo común la creencia en múltiples sujetos no humanos, como musas, dioses, demonios, fantasmas, espíritus, extraterrestres, la Madre Tierra, una conciencia universal, &c. y que se cree en ellos como aliados o como enemigos de la libertad personal, supuesto que nosotros rechazamos de entrada pues desde nuestras coordenadas filosóficas sólo cabe considerar la influencia que otras personas o grupos de personas humanas ejercen respecto de nuestra libertad en el proceso mismo de constituirnos como personas.

Una de las teorías sobre la idea de persona que Gustavo Bueno analiza es la que sostiene la ideología de los DDHH proclamados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948 y que contempla la condición personal de todos los hombres sin excepción. Como ya explicábamos en el capítulo anterior, dicha declaración sostiene que todos los hombres son personas sin excepción, de ahí el rótulo “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Presenta, por tanto, a la persona en un sentido universal, intemporal, no evolutivo, como si el atributo “persona” fuera común a todos los hombres, como si fuera el resultado de una creación ex nihilo y ya estuviera ahí dado, flotando en el vacío ahistórico y apolítico. En este sentido, considera que todos los individuos humanos, cualquiera que sea su raza, su sexo, su nación, clase social, cultura o religión, son personas e iguales en cuanto a sus derechos y deberes fundamentales. Pero esto no es verdad. Los hombres no nacen libres ni iguales en dignidad: los individuos indiferenciados a los que se refiere la ONU no existen. De hecho, ninguna persona se identifica con un sujeto universal (no hay un arquetipo único de persona): el sujeto personal pertenece necesariamente a un grupo social y no a otro, pertenece a un ciclo cultural, a una clase social, es de una raza y no de otra, habla una lengua y no otra, es un ciudadano (ligado a un Estado concreto) y no sólo «un hombre».

Además, es erróneo suponer que un individuo indiferenciado pueda alcanzar características propias por sí solo. Hay que partir ya de las características individuales (de la idiosincrasia) o del contexto (familiar, social, histórico, &c.) en el que ellas se producen, para medir el grado de las transformaciones que experimenta el individuo al convertirse en persona: no es lo mismo hacerse persona partiendo de un contexto muy desfavorable –marginación, maltratos, pobreza, falta de escuelas, &c.– que de un contexto muy favorecedor. El hecho de que las personas se formen en un contexto determinado y no en otro marca nuestros proyectos, condiciona, para bien o para mal, la formación de nuestra personalidad. Podríamos decir que los individuos que parten de situaciones "desfavorables" tienen más mérito que otros que alcancen un grado de personalización similar en mejores condiciones. Dicho en otras palabras, y recordando lo que tratamos en el capítulo anterior, un recién nacido tendrá derechos gracias a que nace en una sociedad concreta que se los dará, pues ese niño fuera de la sociedad nunca llegaría a ser persona, sino un sujeto similar a una bestia, si es que sobrevive. El mito de Tarzán es eso, un mito. Dicho en otras palabras, un Homo sapiens que viviera aislado en la selva no sería ni un ser humano ni un ser libre ni podría alcanzar el grado de persona. De cara a la Declaración de 1948 hay que decir, por tanto, que no cabe un "sujeto" de la Historia abstracto, sino desde la política real porque sólo en un grupo concreto de personas se puede hacer uno persona, no en un supuesto "Estado Universal" o en la Humanidad. Por eso mismo, siempre habrá maneras distintas de ser persona que se "cruzarán" formando una gran diversidad e incluso tipos de persona incompatibles entre sí.

El materialismo filosófico, por tanto, sostiene que la persona humana brota históricamente en el seno de un conjunto social determinado por una cultura concreta, por un lenguaje concreto, unas condiciones políticas, económicas, artísticas, religiosas o educativas concretas, esto es, que la conexión entre el individuo humano y su personalidad sólo puede entenderse como un proceso histórico-cultural y que sólo se pueden conformar personas en una sociedad de personas: es muy difícil que un niño abandonado o mal criado llegue a formarse como persona, o que un niño que se desarrolla en la miseria o en una sociedad de corruptos y desalmados llegue a ser persona. Ese es el núcleo del problema que plantea la novela Marianela de Benito Pérez Galdós, tesis que desarrollaré en una conferencia a mediados de julio. En resumidas cuentas: el individuo humano nace, mientras que la persona humana se hace.

Gustavo Bueno recuerda, asimismo, que la idea actual de persona tiene una génesis cristiana aunque incorpora otras tradiciones, anteriores y posteriores. En efecto, la idea de persona parte del prósopon griego (la máscara), pero experimenta un desarrollo filosófico definitivo con la teología trinitaria del cristianismo, sobre todo a partir de los Concilios de Nicea y Éfeso donde se discutió el problema de la naturaleza de Cristo: las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el cristianismo, a diferencia del islamismo, el hombre fue elegido entre todas las criaturas por encima de los serafines, querubines, &c.: Dios-Cristo se hizo "hombre", no "ángel". Según algunos autores tal elección provocó la "envidia" de los ángeles, motivo por el que Lucifer se reveló contra Dios y tentó a Eva en el Paraíso Terrenal. Esto permite atribuir a la teología trinitaria cristiana un significado marcadamente antrópico (antropocéntrico). A este respecto conviene recordar que el cristianismo está en la base de toda la filosofía política moderna. Por ejemplo, la idea de individuo con capacidad soberana que pacta con los demás, idea que dio origen a la Revolución Francesa y a la democracia moderna, es de estirpe cristiana, no griega.

Pero sigamos, el materialismo filosófico mantiene que el hombre por sí mismo, fuera de un contorno social, político, cultural determinado, es ininteligible. Sin las otras personas, no puede haber persona, de ahí la distinción fundamental entre hombre o individuo y persona. Empecemos, por tanto, haciendo esta primera precisión: en nuestras sociedades del presente, de tradición católica y regidas por democracias de mercado pletórico, las personas son distinguidas jurídica y moralmente de los animales y de las cosas. En otros modos de producción, sin embargo, los esclavos o los siervos eran computados como animales y, de hecho, en la teoría clásica del capitalismo los obreros figuran como «capital variable». Por otro lado, tanto el filósofo español del siglo XVI Gómez Pereira como Descartes (que asimiló sus ideas sin citarlo) consideraron que los animales ni siquiera eran seres animados, sino máquinas. En los países de influencia protestante, sin embargo, los animales han sido tratados casi como si fueran personas y esa tradición ha ido filtrándose poco a poco en nuestras sociedades de filiación católica.

Una vez hecha esta distinción observaremos que el problema filosófico principal es el problema de la conexión entre el concepto de hombre o individuo humano y el concepto de persona. Si son distintos, ¿qué conexión hay entre la persona y el hombre? ¿Habrá que hablar de un proceso de transformación del hombre en persona o bien, habrá que decir que la persona se origina a la vez que el hombre? ¿Acaso la persona es anterior al hombre en el sentido de la metempsícosis, de la transmigración de las almas? Tal y como ya hemos advertido, el individuo humano nace, mientras que la persona humana se hace. ¿Y qué es la “persona”? La persona humana puede ser considerada como una «institución» en virtud de la cual un individuo humano es declarado sujeto de derechos y obligaciones, «digno de respeto», y este individuo podrá ser constituido realmente como persona cuando maduren las relaciones sociales y jurídicas precisas, por eso a los niños no se les considera "sujetos" de pleno derecho, plenamente responsables de sus actos.

Es decir, la persona no es simplemente un «ser» (“natural”), sino un «deber ser» (“moralidad”). Mejor dicho, su ser es su deber ser. Ser persona es estar obligado a cumplir deberes frente a otras personas, tener la facultad de reclamar derechos frente a terceros y ser capaz de participar en la conformación de otras personas. Pero ni un niño ni un perro pueden cumplir estas condiciones: no pueden cumplir deberes ni negociar derechos, no pueden asumir responsabilidades, razón por la que ni los niños ni los animales pueden ser consideradas personas. En principio, la condición de persona confiere al individuo la capacidad de «gobernar» los motores etológicos o psicológicos que actúan a nivel individual, tales como el temor, el odio, la envidia, la soberbia, el egoísmo estrecho pues, como decía Espinoza, representan falta de "potencia de obrar" personal. Los sujetos que "hacen lo que les da la gana" no son libres, sino esclavos de sus caprichos y pasiones y se parecen mucho a los niños que buscan satisfacciones inmediatas por cada acto que realizan en vez de esperar los frutos y las consecuencias de su actuación a más largo plazo. Por otro lado, ¿puede considerarse persona a un asesino múltiple, a un violador que se deja arrastrar por múltiples estímulos y pasiones? ¿Y un pederasta, qué grado de persona tiene? Remito de nuevo a la lectura de este libro de Gustavo Bueno donde se tratan estos temas con amplitud.

El hombre adulto se diferencia del niño o del chimpancé, además y entre otras cosas, por la capacidad "programadora" a largo plazo de la conducta. Pero ser persona no solo es estar en disposición de hacer planes y programas propios, sino que tiene que poder penetrar en el entendimiento de los programas y planes, a corto o largo plazo, de otras personas (para formar un matrimonio, por ejemplo, es imprescindible coordinar proyectos comunes a largo plazo). También debe ser capaz de penetrar en los programas y planes que son incompatibles con los propios, aquellos cuya confrontación implica convivencia violenta y no sólo convivencia pacífica (matrimonios mal allegados, personas incompatibles, grupos enfrentados, &c.). Por tanto, la persona sólo se constituye como tal a través de "proyectos" racionales y asimilados personalmente. Pero, como ya hemos dicho, no todos los "proyectos" son compatibles entre sí, incluso pueden darse enfrentamientos que supongan poner en juego la propia vida. Dicho en otras palabras: la formación de la persona es un proceso dialéctico, no armónico ni pacífico ni necesariamente amistoso. Las concepciones "neutralistas" como las de Habermas suelen ocultar estos conflictos objetivos, presuponiendo un "armonismo" optimista según el cual hay "por naturaleza" un fondo bueno en todos los hombres que se puede sacar a flote gracias a un simple diálogo "concienciador". Pero eso es mucho suponer. Ante una dialéctica de proyectos distintos no siempre cabe el recurso de la palabra, sobre todo si las contradicciones son radicales. Con quien te va a matar no cabe mucho “diálogo” y hay que oponerle (violentamente si cabe) una fuerza lo más racional posible. Esto vale también para el asunto de los indultos a los promotores del golpe al Estado perpetrado en Cataluña en 2017: el proyecto de una República independiente de Cataluña, señores dialogantes, es incompatible con la Nación española y aplicar ahí el diálogo o los indultos sólo tiene un nombre: traición o delito de lesa patria, sobre todo porque los indultados repiten por activa y por pasiva que lo volverán a hacer.

Para ir cerrando el capítulo de hoy hagamos un breve resumen de lo expuesto hasta ahora con un par de indicaciones finales. 1. A lo largo de la historia no todos los hombres han sido considerados como personas, y las personas son muy posteriores a los hombres, aunque "extensionalmente" hoy día se diga que todo hombre es una persona. 2. El proceso de formación de las personas es histórico, no "biológico", y es transcultural (no se reduce a ninguna cultura concreta y surge de la confluencia de culturas). 3. Es poco riguroso todo intento de definir al hombre por alguna característica “permanente” y “global” tal como la libertad, la “autorreflexión” o “conciencia”, la “moralidad”, el “bipedismo”, la obtención del fuego, &c. Por ello mismo es acrítico ver en una de esas características la causa del origen o formación de la persona. 4. El concepto que nos permite definir más acertadamente al hombre es el de "ceremonia", que es una parte de la "praxis" propiamente humana, frente a los animales, que poseen "rituales" –de cortejo, apareamiento, lucha, &c.–), pero no ceremonias. 5. La vida de las personas no podría entenderse sin normas éticas y morales. 6. Aquello que antropológicamente se conoce con el nombre de proceso de hominización no puede confundirse con el proceso de constitución de la persona humana. Las bandas o tribus, incluso del neolítico, que han desarrollado un tipo de vida o de cultura inequívocamente humana, no pueden, sin embargo, considerarse como sociedades de personas. La sociedad de personas requiere, no ya una cultura desarrollada, sino una civilización. 7. Propiamente, la persona humana implica la ciudad, la civilización. Sólo en la ciudad cabe la escritura, al margen de la cual es imposible el derecho como sistema de normas que pueden regir desprendidas de la subjetividad individual del patriarca, jefe o sacerdote que las promulgó. 8. A través del derecho la persona no depende de los caprichos de un individuo que dirige su vida –o que le esclaviza incluso–, sino que se abre la posibilidad de la “libertad para”. 9. El sujeto individual se define por sus intereses propios y entre ellos cuenta el interés que le mueve a diferenciarse de los demás, aun cuando éstos sean tan personas como él mismo. 10. Esta misma búsqueda de diferenciación implica que la formación de la persona es un proceso dialéctico, no armónico ni pacífico ni necesariamente amistoso, sino conflictivo.

Y hasta aquí este capítulo de Fortunata y Jacinta. Agradezco su apoyo a todos los amigos mecenas y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla.”



un proyecto de Paloma Pájaro
© 2021