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Separatismos en España: Introducción

Forja 099 · 31 enero 2021 · 40.43

Un programa de análisis filosófico

Separatismos en España: Introducción

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta y aquí da comienzo esta nueva entrega titulada “Análisis de los separatismos en España: Introducción”. Como ya avanzábamos en la reciente entrevista a Daniel López, en el proceso de deterioro material del Estado y de la Nación española es fundamental analizar los planes y programas políticos de nuestros gobiernos en relación a la eutaxia de España. Eutaxia como una idea fundamental en la teoría política del materialismo filosófico, término que ya fue empleado por Aristóteles, pero que Gustavo Bueno redefinió en relación al parámetro de la duración, esto es, eutaxia como la conservación de la sociedad política a lo largo del tiempo. Y hoy quisiera resaltar un aspecto esencial de esta idea materialista de eutaxia que precisamente el pasado miércoles 27 de enero Áxel Juárez exponía con toda claridad en el Teatro Crítico 099.

Recordaba Áxel Juárez que la eutaxia implica que en los planes y programas políticos del grupo o grupos que dirigen una sociedad no se tenga previsto ni se pueda perfilar en un horizonte cercano un cierre de dichas prolepsis (esto es, de dichas planificaciones). Dicho de otra manera, que el colapso de dicha sociedad no se pueda prever en términos de esos planes y programas políticos. Sin embargo, la estructura territorial del Régimen del 78 que objetivamente concede cada vez mayores competencias a las CCAA, configura, prevé, deja perfilada ya una fragmentación de la soberanía nacional. Y el propio modelo federal asimétrico que pregona el PSOE, que también gusta mucho en Podemos y que siempre fue el modelo de Izquierda Unida, forma parte de la línea oficial del partido, al declarar expresamente que España es un “Estado plurinacional”. De hecho, nuestro nuevo ministro de Política Territorial es el señor Miguel Iceta, primer secretario del PSC, un partido procatalanista. Porque, para decirlo alto y claro de una vez por todas, el PSOE no es un partido único nacional; el PSC es otro partido y, además, ha impuesto su línea ideológica procatalanista al PSOE. No olvidemos que, al hablar de Miguel Iceta, estamos hablando de ese figurón que decía que había contado el número de naciones que había en España y que le salían ocho… El mismo señor que rogaba a la plebe catalanista que tuviera paciencia para poder cambiar el modo de pensar de los españoles… El mismo pollo que en 2007 declaraba lo que sigue: “Necesitamos a los medios públicos para fabricar catalanistas. Es decir, hay gente que puede pensar que los medios públicos han de radicalizar a los que ya son catalanistas para hacerlos nacionalistas o independentistas y algunos pensamos que éste es un objetivo legítimo, pero no lo compartimos, aunque querríamos que fuese catalanista gente que no lo es.” Y continuaba: “No se trata de convertir a los nacionalistas en independentistas, sino de conseguir que el catalanismo sea atractivo para la inmensa mayoría, que se convierta en un sentimiento cívico ampliamente compartido”. Pues bien, este sujeto es el nuevo ministro de Política Territorial en España, otro politicastro más que no atiende a razones sino que trata de despertar pasiones, porque el nacionalismo catalán es un sentimiento y no un razonamiento. ¿Se dejan o no se dejan ver los planes y programas distáxicos para España? A propósito de la política territorial y de una institución que resulta fundamental para todo Estado, nos referimos a la institución de la frontera, muy interesante es ver lo que está pasando en Ceuta y Canarias. Pero como a mí no me da tiempo a abordar todos estos temas les remito a varios programas de Teatro Crítico que sí lo están haciendo, en la caja de descripción de YouTube les dejo los enlaces. Son análisis de una hora aproximada de duración, de momento han tratado el asunto de Ceuta y el del Sáhara y me consta que en breve publicarán otro en relación a Canarias y las prolepsis, las políticas expansionistas del Estado de Marruecos, un Estado de fronteras resbaladizas, por decirlo así.

Pero para volver al tema de la estructura territorial del Régimen del 78, hay también que recordar los coqueteos del PP con el Molt Honorable o el feudo que tiene montado en Galicia, donde ni siquiera necesitan a partidos nacionalistas porque ya tienen al PP de Feijoo, quien, por cierto, no sabe hablar gallego y lo disimula con un español mal hablado. Así, el pasado mes de noviembre de 2020 Alicia Padín, coordinadora de la llamada Red de Dinamización Lingüística de Galicia, un ente dependiente de la Consejería de Educación de Galicia y que recibe de esta millones de euros al año, declaró: “Claro que hay gente que no habla gallego y no se entiende. Hoy en día ninguna persona culta debería atreverse a hablar en público en castellano, porque sería contra nosotros mismos y contra lo nuestro”. Y continuaba: “Hay que seguir insistiendo en los niños y en las personas que no tuvieron el gallego como lengua materna o que procedan del extranjero”. Porque el verdadero objetivo es “conseguir que la gente tenga conciencia lingüística”. También habrá que recordar que a Cs le de más o menos igual la fragmentación de España mientras sus distintas partes sigan formando parte de Europa… Por tanto, desde hace al menos cuarenta años, los planes y programas de nuestros gobernantes permiten prever, en términos de dichas planificaciones o prolepsis, el colapso de la sociedad política española, su fragmentación. Esto es, atendiendo a los defectos estructurales propios del Régimen del 78 y a los errores coyunturales propios de cada uno de nuestros equipos de gobierno, claramente podemos afirmar que España se encamina hacia un proceso distáxico, hacia el momento de demolición de su unidad e identidad histórica. De seguir por esta senda implantada por nuestros políticos y por imposiciones extranjeras difícilmente la nación española podrá recuperar la eutaxia.

Como ejemplo de Estado en que (en el presente en marcha) puede perfilarse objetivamente su distaxia, esto es, su descomposición, su previsible desaparición como sociedad política, Áxel Juárez hablaba de Siria y Daniel López ponía el caso de Libia. Pero, como acabo de adelantar, en esta serie de capítulos dedicados a los separatismos analizaremos esta cuestión en relación a España. Es decir, la crisis sanitaria, la pavorosa crisis económica que se avecina, el paro, la llamada Ley de Violencia de Género, Europa, Franco, las pensiones, el sueldo mínimo interprofesional, la inmigración, la empatía, la tolerancia, los impuestos, etc. son problemas, por supuesto, pero son problemas insignificantes comparados con la amenaza formal que pende ahora mismo sobre España: una amenaza que supondría la disolución de la Nación política española como sujeto de Soberanía y la disolución de nuestros derechos como ciudadanos.

Siguiendo con nuestro análisis sobre la idea de eutaxia, también hay que apuntar que esta no es una forma abstracta que pueda hacerse descender artificialmente sobre una sociedad política u otra, sino que la eutaxia se predica de cada sociedad o Estado particular, pues necesariamente atiende a las condiciones históricas, políticas, económicas, sociales, artísticas o religiosas de cada sociedad política concreta en su conjunto. Y es importante remarcar esto de “en su conjunto” porque eutaxia no significa armonía, paz perpetua, sociedad perfecta o cosa parecida. Precisamente a través de la eutaxia una sociedad política es capaz de organizar sus divergencias para que haya una cierta estabilidad, esto es, debe poder controlar de alguna manera tanto sus dialécticas internas (de clase) como sus dialécticas externas con otros Estados.

Por tanto, y tal y como nos recordaba la semana pasada Daniel López, una sociedad no es eutáxica porque dure en el tiempo, sino que dura en el tiempo porque es eutáxica. Gustavo Bueno reexpone la idea de eutaxia y la amplia como el núcleo de toda sociedad política, sea esta democrática, oligárquica, plutocrática, una monarquía, una república o, incluso, una tiranía… da igual el tipo de Estado. ¿Y qué es el Estado? Pues aquello que tiene el monopolio legítimo de la violencia y dicha violencia es necesaria para que se lleve a cabo la eutaxia. Es decir, un Estado sin violencia es inviable, distáxico, fallido… Dicho de otra manera, un Estado sin policía, sin ejército, Guardia Civil o servicios secretos, ni siquiera puede llegar a ser Estado.

Recapitulando lo que llevamos dicho hasta ahora, la praxis política siempre va referida a la eutaxia, es el objetivo de los políticos y de la sociedad política y cuando este no se da hablaremos de mal gobierno en el sentido de gobierno distáxico, de políticas imprudentes y contrarias al buen orden o, incluso, de alta traición. Por otro lado, la eutaxia es tanto la génesis como la estructura de la sociedad política; es tanto el principio como el desarrollo de la sociedad misma y esa perseverancia aspira a tener un significado histórico, a configurar una unidad histórica. La eutaxia, por tanto, no depende de un único individuo, de un rey medieval, por ejemplo, o de las políticas de un gobierno concreto, sino que es algo que tiene una continuidad a lo largo del tiempo. Y es que la vida de los Estados tiene forzosamente que desbordar el presente de una persona individual, de ahí que se perfile una escala secular, de siglos: la unidad e identidad de España, Francia, Rusia o China se configura históricamente, superando a través de esta continuidad acciones o momentos distáxicos a los que hayan tenido que enfrentarse. Por otro lado, y tal y como decía hace un momento, a través de la eutaxia una sociedad política organiza sus divergencias internas para lograr una cierta estabilidad y a menudo esto tiene que hacerlo al margen de consideraciones morales, éticas o estéticas. Lo que interesa es que el Estado persevere de alguna manera y, en este sentido, la violencia es de extrema necesidad. Vuelvo a traer aquí la cuestión de Ceuta.

En el caso de España, por tanto, tenemos un ejemplo de recurrente imprudencia política al haber permitido durante décadas el crecimiento descontrolado de los grupos separatistas que buscan precisamente la destrucción del Estado y de la Nación española. Nuestra nación es un ejemplo de dejación de funciones por parte de distintos gobiernos que no han sabido o no han querido defender los derechos del Estado argumentando en plan aliciesco aquello de que en democracia no puede haber violencia y cosas por el estilo. Pero resulta que la secesión, que es la mayor violencia que puede ejercerse a nivel político y el mayor robo de lo público que cabe imaginar, está justificada para muchos por vía de las urnas. ¡Derecho a decidir! Claman. ¡Democracia!

El problema en España es que el sistema de ideologías en los que se amparan los separatistas ha ido penetrando poco a poco en las propias estructuras del Estado y ha sido absorbido por casi todos los grupos parlamentarios y también por sus votantes (por ignorancia culpable y cómplice), votantes que permiten y refrendan electoralmente ideas tales como derecho a decidir, ciudadanos del mundo, la patria está en el corazón y no en la razón política, autodeterminación, europeísmo, federalismo, presos políticos, España como prisión de naciones originarias, etc. ¡Señores, hay que arrodillarse! ¡La pérfida Castilla ha apresado a todos los pueblos que quieren vivir libremente en una Europa de los pueblos! ¿En serio esa supuesta Castilla, uno de los territorios más despoblados, desindustrializados y empobrecidos de España desde hace dos siglos, ha tenido el poder y la fuerza de sojuzgar a las regiones más ricas, pobladas e industrializadas de España? El problema, como decimos, viene de muy atrás, puesto que todos los habitantes de la Moncloa han cedido ante las exigencias de nuestros separatistas. Incluso el proceso de inmersión lingüística ya se había iniciado en vida de Franco, quien, por cierto, prefería una España rota antes que roja. Y eso por no hablar de que el llamado “privilegio catalán” arranca en época de Felipe V en detrimento del desarrollo industrial y económico de otras regiones españolas. Ya comentaremos estos asuntos con calma en próximas entregas, pero quiero aprovechar la ocasión para recomendarles la lectura de los libros de Jesús Laínz. Por citar dos de ellos, España contra Cataluña: historia de un fraude y El privilegio catalán: 300 años de negocio de la burguesía catalana. En el capítulo de hoy, extractaré algunas citas de estos libros.

Como ya vimos en la pasada entrevista a Iván Vélez a propósito de su libro Nuestro hombre en la CIA. Guerra Fría, antifranquismo y federalismo, los separatismos fueron apuntalándose en la España de los años 60, esto es, con un franquismo pletórico. En esas décadas, ciertos grupos de intelectuales españoles tales como Pedro Laín Entralgo, José Luis Aranguren, Julián Marías, Buero Vallejo, Tierno Galván, Dionisio Ridruejo, Josep Benet, José Luis Sampedro o Castellet entre otros muchos, caracterizados tanto por su oposición al Régimen de Franco como por su anticumonismo, formaron el Comité español para el Congreso por la Libertad de la Cultura, institución auspiciada por el gobierno de EEUU y oportunamente financiada por la CIA. Y sí, Señorías, esto fue una conspiración, no una conspiranoia. Entre otras actividades, llevaron a cabo los célebres Coloquios Cataluña-Castilla, como si se tratara de reuniones de potencia a potencia, encuentros en los que irían fraguando muchos de los términos empleados hoy día con absoluta naturalidad por nuestros políticos: nación catalana, plurinacionalidad, comunidades diferenciadas, balance fiscal, etnia (para referirse a una presunta etnia vasca) lengua, hecho diferencial (que venía ya de los años 20), autodeterminación, etc. Asimismo, empezó a hablarse de los Países Catalanes en un intento de reconstrucción de no se sabe qué imperio catalán… Simultáneamente a estos coloquios Cataluña-Castilla y con la connivencia de ciertos sectores del franquismo, se organizaron reuniones con elementos exclusivamente catalanes de donde surgieron tanto la hegemonía de los Pujol como Omnium Cultural, por poner un par de ejemplos. Lo que interesa remarcar es que la estructura de las CCAA es deudora de las ideologías surgidas al calor de aquellas actividades del Comité español para el Congreso por la Libertad de la Cultura, especialmente las ideas-fuerza de europeísmo y federalismo.

¿Contra qué se pensaba cuando se organizó el régimen autonómico? Sin duda contra el centralismo del régimen anterior. Un Estado fuerte y centralizado mutó en una serie de “reinos de taifa” que pueden dar buena explicación de por qué estamos como estamos.  No hay que olvidar, sin embargo, que las comunidades autónomas aún no existían cuando se plasmó la Constitución del 78, aunque su famoso artículo 2 ya está preludiando lo que iban a ser estas unidades descentralizadas. Con el régimen autonómico se le hizo todo un guiño a las fuerzas separatistas catalanas, vascas y gallegas, comunidades que fueron denominadas con vergonzosa confusión “nacionalidades históricas”.  ¿Cuál fue el argumento? ¿Acaso Navarra o Extremadura no tienen historia? De hecho Castilla, Aragón, Navarra o Valencia sí fueron reinos en la Edad Media, no así Cataluña o el País Vasco. La justificación que se ofreció entonces fue que, tanto Cataluña, como Galicia y las Provincias Vascongadas habían alcanzado el estatuto de autonomía durante la Segunda República y que, por tanto, debían recuperarlo.

Recordemos, por otro lado, que la construcción del sistema autonómico fue un proceso que se prolongó de 1979 a 1995, a través del cual llegaron a implantarse en España del Régimen del 78 diecisiete comunidades autónomas y dos ciudades autónomas (dos ciudades, Ceuta y Melilla, que, como decíamos, están amenazadas por Marruecos, por si teníamos poco). A su vez, la constitución del régimen autonómico ampara y respeta los “derechos históricos” de los territorios forales de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra. Esta última accedió a la autonomía como “comunidad foral”. Este foralismo, que pretende restaurar los antiguos fueros de los distintos territorios del Reino de España, se enfrentaría a la centralización política implantada en las Cortes de Cádiz y al turbulento desarrollo del liberalismo en España. El foralismo es, pues, una institución alineada con las fuerzas que querían reimponer el Antiguo Régimen, y una de tales fuerzas, foralista por antonomasia, fue el carlismo: “Dios, patria, fuero, rey”. Y con todo, los separatistas siguen hablando de expolio y explotación de España al País Vasco o Cataluña, como si España fuese un Imperio depredador y el País Vasco, Cataluña o Galicia fuesen colonias en relación asimétrica con la metrópolis Castilla o algo así. En todo caso, la asimetría está en los privilegios forales que gozan en el País Vasco y en Navarra (muy batasunizada en los últimos años), privilegios que no se dan en otras comunidades autónomas.

Solo al ciego que no quiere ver se le puede escapar que el resultado del autonomismo ha debilitado enormemente a la nación española y ha fortalecido a las fuerzas separatistas: PSOE y PP prácticamente han sido los arquitectos de dicho régimen (junto a sus directores extranjeros) y, como ya hemos explicado en otros capítulos, el partido Podemos es su quintaesencia siendo más papistas que el Papa. Son las CCAA las que tienen las competencias de educación, sanidad, urbanismo, cultura, ordenación del territorio y lengua. Esto explica el auge de los separatismos a medida que el régimen autonómico se consolidaba pues ha sido el control de la educación y de las consejerías de cultura las que más han atizado el fuego separatista. Aquí el mito confusionario y oscurantista de la Cultura ha jugado un papel fundamental.  

Los nacionalistas catalanes lo decían bien clarito en 1931 y así nos cuenta Jesús Laínz que el diario Nosaltres sols! explicaba a sus lectores que una de las causas del aniquilamiento nacional de Cataluña, junto al cruzamiento con la raza castellana, era la ignorancia, que tenía que ser combatida con el adoctrinamiento, sobre todo de los niños: “La única solución sería la de instruirlos, algo casi imposible si pasan de los treinta: árbol que creció torcido difícilmente se endereza”. Para conseguirlo “los padres enseñarán o harán enseñar Historia catalana a sus hijos, por maestros catalanes”. También los jóvenes habrán de reunirse “en centros catalanistas o de educación patriótica”. Finalmente se proclamaba que “rechazaremos toda literatura españolista y exseparatista, o escrita por enemigos seculares de Cataluña”, así como “retiraremos el trato y la amistad a todo enemigo de Cataluña, sea o no catalán”. Unos años más tarde, el padre Armengou diría que “el solo hecho de haber nacido en Cataluña y de ser padre de catalanes no es suficiente para ser catalán (…) Los zorros y los sapos de nuestro país también han nacido en Cataluña y no decimos que sean catalanes. Pertenecen a la fauna mundial. Estos catalanes circunstanciales tampoco son catalanes. Pertenecen a la fauna española”.

Tras la caída de la Alemania nazi, empezó a resultar algo indecoroso seguir apelando al mito de la raza, de manera que, poco a poco, este fue sustituido por el mito de la cultura que aun hoy domina el discurso de los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos. Pero el poso racista hispanófobo sigue ahí y, como verán ustedes, se nutre de los prejuicios antiespañoles que ya habían empezado a predicar los humanistas italianos y que alcanzaría sus cotas de expresión más sofisticadas gracias a la propaganda emitida por Guillermo de Orange, los príncipes germanos o los ilustrados franceses que se enfrentaron a la Monarquía hispánica, ya convertida en hegemón de Europa. No me resisto a incorporar en la entrega de hoy algunos jugosos ejemplos.

Ya sabemos que el catalanismo, absolutamente residual en la España del siglo XIX, alcanzó cierto vigor tras la pérdida de Cuba y Filipinas, las últimas provincias americanas y asiáticas del Imperio español. Cuenta Jesús Laínz en su libro España contra Cataluña: historia de un fraude que no habían sido repatriados todavía los soldados derrotados en Cuba y Filipinas (muchísimos de ellos catalanes fervorosos defensores de la unidad de la patria española) cuando el Comité Nacionalista Catalán envió a los periodistas europeos un panfleto en el que Prat de la Riba trataba de explicar la cuestión catalana. Y así escribía: “(Cataluña se caracteriza por) un pensamiento positivo producto de su naturaleza especial y de su civilización europea, en oposición a las tendencias semíticas de la raza que desde Madrid gobierna el Estado.” En 1899 el periódico catalanista La Veu publicaba un artículo en portada titulado Contra los semitas, que así decía: “La idea autonomista, simpática a los elementos de la raza aria de España, es terriblemente antipática a los elementos de la raza semita. Por eso los semitas españoles están endemoniados contra el concierto económico (…)” Pero fue el libro Heregías publicado por Pompeyo Gener en 1887 el principal responsable de incorporar el elemento racial en el incipiente catalanismo y así afirmaba: “Nosotros, que somos indogermánicos, de origen y de corazón, no podemos sufrir la preponderancia de tales elementos de razas inferiores.” En su obra de 1903 La cuestión catalana llegaba a la conclusión de que el conflicto entre Cataluña y la España castellana no era de naturaleza política o ideológica, sino racial: “Así pues, Cuestión Catalana viene a significar la cuestión, el litigio, si se quiere, de todo un país, de toda una raza con otra, y no de un partido político con el gobierno. El problema está entablado entre la España Lemosina, Aria de origen y por tanto evolutiva, y la España Castellana, cuyos elementos Presemíticos y Semíticos, triunfando sobre los Arios, la han paralizado, haciéndola vivir sólo de cosas que ya pasaron.” Y dice “vivir solo de cosas que ya pasaron” como si el nacionalismo catalán no reivindicara continuamente un pasado que ni siquiera existió, que si Cataluña ya era nación política en el siglo XII y cosas así. Sin ir más lejos, Artur Mas  sugería en 2012 que “quizá el ADN cultural catalán está mezclado con nuestra larga pertenencia al mundo franco-germánico. En definitiva, Cataluña, doce siglos atrás, pertenecía a la Marca Hispánica y la capital era Aquisgrán, el corazón del imperio de Carlomagno. Algo debe de quedar en nuestro ADN, porque los catalanes tenemos un cordón umbilical que nos hace más germánicos y menos romanos”. Cosas así aguantamos a diario, pero es la presunta España castellana la que sigue anclada en no sé sabe qué glorias pasadas…

Recordaremos también que, antes de que Carles Puigdemont le designara como su testaferro al frente de la Generalitat, el ya felizmente olvidado Joaquín Torra publicaba un artículo titulado La lengua y las bestias para referirse a los catalanes no nacionalistas: “Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias. Pero son de otro tipo. Carroñeras, víboras, hienas. Bestias con forma humana, que destilan odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con verdín, contra todo lo que representa la lengua (…) Hay alguna cosa freudiana en en estas bestias. O un pequeño estremecimiento en su cadena de ADN. ¡Pobres individuos!”. Les cuesta disimular este supremacismo racial que, de hecho, es reinterpretado también en clave moral, tal y como ocurría en siglos precedentes con los hispanófobos italianos, ingleses, germanos o franceses. No olvidemos el vergonzoso llamamiento que en abril de 1923 publicó el periódico de Francesc Maçià, L’Estat Catalá: “Es preciso que la mujer catalana se imponga como primer deber patriótico el no tener amor por ningún enemigo natural de su patria. Para una mujer catalana sólo un patriota catalán como marido. Es preciso infiltrar a la mujer catalana una máxima repulsión por toda unión que además de entregar al enemigo tierra y bienes catalanes, venga a impurificar la raza catalana”.

Sigue contando Jesús Laínz que una de las aportaciones más originales del pensamiento catalanista sobre cuestiones étnicas fue la del esquerrista Rovira i Virgili, quien no acertaba a comprender cómo era posible que los partidos izquierdistas españoles del primer tercio del siglo XX fuesen hostiles al nacionalismo catalán: “¿Cómo pueden explicarse tales actitudes, indignas de verdaderos izquierdistas, si no es por el factor étnico?... Es la voz de la sangre ahogando la de la justicia; es la raza imponiéndose a la idea.” O sea, la sangre corrompida impediría razonar a estos izquierdistas españoles… Esto me recuerda a lo que decía aquel docto nacionalista catalán que escribió hace un par de años en el foro de este canal: “A los españoles os falta epistemología para desarrollar cualquier tipo de pensamiento abstracto”.

En cualquier caso, y volviendo a lo de los “izquierdistas” que decía Rovira i Virgili, están de suerte los separatistas del siglo XXI porque hace décadas que nuestras autoproclamadas izquierdas están ya plenamente seducidas por el relato negrolegendario que presenta a España como una “prisión de naciones puras y prístinas”. El federalismo que defiende el PSOE es el “federalismo asimétrico” (como lo llamó Pasqual Maragall). Se trata de un federalismo insolidario que pretende que Cataluña y el País Vasco tengan más privilegios y competencias que el resto de regiones. Para más inri, estos territorios privilegiados ya no serían comunidades autónomas sino “Estados asociados”. El federalismo, al fin y al cabo, es un separatismo cortés, una forma encubierta de secesionismo…

El separatismo es tóxico y distáxico y la nación española merece un final más digno que el de ser asesinada por una panda de miserables. Pero, como hemos dicho más veces, si España desaparece como nación sin que luche por su eutaxia, entonces merece su muerte. Héroes eutáxicos no le han faltado a España a lo largo de su histórico proceso, pero tampoco ha carecido de traidores distáxicos y de ratas cobardes que huyen cuando se hunde el barco.  

Y hasta aquí este capítulo de Fortunata y Jacinta. Agradezco su apoyo a todos los mecenas y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla.”



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