Plano religioso en el proceso de demolición de España
Forja 082 · 31 agosto 2020 · 23.11
Un programa de análisis filosófico
Plano religioso en el proceso de demolición de España
Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta y aquí da comienzo el primer capítulo de la tercera temporada del canal.
Del conglomerado de noticias que han ido llegando estas últimas semanas, me ha llamado especialmente la atención aquella que anunciaba que la Asamblea Nacional Francesa aprobaba el aborto hasta el noveno mes de gestación si la gestante (antes llamada madre) alegaba “angustia psicosocial”, situación que tiene como precedente inmediato la Ley aprobada en el estado de Nueva York en el año 2019. La cuestión trae aparejadas connotaciones éticas, morales y políticas de una trascendencia enorme que no abordaré en esta ocasión. Investigando, sin embargo, en torno al origen de las políticas proabortistas es fácil llegar a la siguiente conclusión:
· A raíz de la Ilustración francesa surge una nueva casta de “intelectuales” que tratan de privar a la Iglesia (sobre todo a la católica) de su fuerte influencia sobre la sociedad.
· En manos de estos nuevos administradores de la moral (la mayoría se autoproclama hoy día de izquierdas, muchas veces sin dar el parámetro de qué generación de izquierda son partidarios) el relativismo ha ido funcionando como un instrumento eficaz, no tanto para promover la secularización de los valores cristianos, sino para llevar a cabo su suplantación por contravalores cristianos, esto es, por valores abiertamente anticristianos. Muchos de ellos no del todo racionales. Como decía Chesterton, dejan de creer en Dios para empezar a creer en tonterías.
· Dicho relativismo moral ha sido ya superado en Occidente y asistimos en la actualidad a la hegemonía de la llamada “nueva ética”. Desde hace décadas, organismos supranacionales como las Naciones Unidas, sus distintas agencias o la UE impelen a los Estados para que los valores extraídos de esta “nueva ética” encuentren expresión jurídica en sus respectivas legislaciones convirtiéndolos así en los llamados “nuevos derechos”.
Por esta razón, cuando en 2011 el Gobierno de Hungría liderado por Orban promovió con fondos PROGRES de la UE una campaña próvida en contra del aborto y a favor de la familia, la comisaria europea de Justicia, Viviane Reding, afirmó que dicha campaña iba “en contra de los valores europeos” olvidando que este continente, antes de asumir el nombre mitológico de Europa, era conocido como la Cristiandad (para diferenciarse de los territorios conquistados por el islam). La señora Reding advirtió, asimismo, que si Hungría no hacía lo que ordenaba la UE (retirada inmediata de la campaña) comenzarían “el procedimiento para cancelar el acuerdo y tomar las medidas adecuadas, incluidas las financieras”.
En definitiva, por mucho que se envuelvan en palabras fetiche del tipo “libertad”, “diálogo” y “tolerancia”, los promotores de estos “nuevos derechos” buscan amordazar a su principal adversario (la religión cristiana, en particular, la católica) y a este respecto traigo el testimonio de Hillary Clinton que, como vimos en el Forja 079, es partidaria de la financiación pública de Planned Parenthood, la principal central abortista de los EEUU. Así dijo: “Los códigos profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”.
Lo cierto es que los distintos gobiernos de la España del Régimen del 78, en mayor o menor medida cada uno de ellos, pero de forma intensa desde Zapatero, abanderan con fervor las políticas de esta “nueva ética”, convirtiéndose en líderes mundiales en el patrocinio de la ideología de género, por ejemplo, que va aparejada con el desmantelamiento de la familia. Esta situación, acelerada de forma extraordinaria en los dos últimos años y medio, me ha llevado a plantear la siguiente pregunta: ¿cuál es el peso de la cuestión religiosa en el proceso de demolición de España?
Como digo, no entraré hoy en el detalle de estas cuestiones, pero aprovecharé este capítulo de saludo y bienvenida a la tercera temporada del canal para anunciar que en los próximos meses ensayaré un recorrido por la historia de España fijando el plano religioso como horizonte de análisis de los fenómenos políticos y sociales que han dado forma a nuestro presente en marcha. Lo haré, como siempre, desde las coordenadas del materialismo filosófico de Gustavo Bueno que no es un materialismo grosero, corporeísta, que desde un ateísmo igualmente grosero piense que las religiones sean el freno del progreso humano y que la cruzada contra ellas y su destrucción solucionará todos los problemas de la humanidad.
Muy al contrario, Gustavo Bueno reconoce a la religión como un fenómeno de una importancia histórica y social de primera magnitud y prueba de ello son sus obras dedicadas a estos asuntos, entre las que destacan: Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, El animal divino o La fe del ateo.
En ellas, el filósofo español sostiene que la religión no es una mera alucinación, un sueño infantil o una invención de sacerdotes o de filósofos ingeniosos para el control del vulgo ignaro (el opio de los pueblos, &c.) Afirma que la religión es una magnitud real dentro de la antropología; que no es una esfera aislada del resto de la cultura humana, sino que está involucrada en otras categorías como la política, la educación, el arte, &c. y que aquellos que la desprecian por considerarla una mera superstición, una de tres: o están fuera de la realidad o son unos ignorantes o son unos imbéciles (en sentido etimológico: in-becilis, esto es, sin bastón, sin algo con lo que apoyarse, sin un sistema por el cual pueda guiarse y no caer en embrollos oscurantistas y confusionarios).
Por otro lado, Gustavo Bueno aclara que la Iglesia católica siempre se manifestó (al menos hasta Benedicto XVI) como una especie de valladar, de dique de contención, frente a las imposiciones del Estado totalitario (NOTA: introduzco este comentario porque se lo oí decir a Bueno en su presentación de La fe del ateo). En este punto me detengo brevemente pues desde el Materialismo Filosófico entendemos que el Estado totalitario es un imposible político (como el móvil perpetuo). No por imposible, sin embargo, este ha dejado de ser ensayado por ciertos grupos de poder a lo largo de la historia y por ello, al hablar aquí de Estado totalitario, nos referimos a aquellos partidos políticos que pretenden que el Estado se inmiscuya en cuestiones que no son puramente administrativas, que buscan que el Estado penetre en la esfera privada de los individuos para introducir componentes ideológicos propios de un partido político. Partidos políticos, por otro lado, que consiguen el poder a través de mayorías artificiales creadas mediante coaliciones oportunistas que, en modo alguno, representan la “voluntad del pueblo”, sino los intereses de ciertas oligarquías de poder.
Y en este punto es obligado subrayar las diferencias entre laicismo, laicidad y lo que se persigue actualmente, que es ya otra cosa. Laicidad es Estado aconfesional, es separación entre Iglesia y Estado. Laicismo, en cambio, es el intento de despojar al hombre del sentido religioso en la vertiente social; es condenar lo religioso a arresto domiciliario, recluirlo al foro privado de la conciencia individual (algo absurdo e imprudente en España con las procesiones de Semana Santa, eminentemente públicas). Hay que subrayar, sin embargo, que tanto el islam como el cristianismo son religiones públicas, no son privadas, sino que tienden a propagarse: tanto el cristiano como el musulmán tienen que dar testimonio de su fe. La idea de recluir la experiencia religiosa al ámbito privado es protestante y lo que está detrás de esta idea de que el hombre se comunica directamente con Dios y que para nada necesita del magisterio de la Iglesia es el luteranismo y es Kant, es decir, es el idealismo alemán, aunque también es el individualismo más grosero. Es la idea de que existe una conciencia subjetiva individual que se autoconoce, decide y vota y que dicha conciencia tiene que ser libre. Y con libre quieren decir alejada de las instituciones, pero sobre todo de las instituciones religiosas y, de forma más precisa, de la institución de la Iglesia católica. En las últimas décadas, sin embargo, se ha radicalizado hasta extremos delirantes esta idea de que el individuo vive colonizado por las instituciones (la familia, la religión, el Estado, &c.) hasta el punto de que, por primera vez en la historia, la maternidad es entendida como una lacra, como una “injusticia biológica” y que las políticas proabortistas ayudan a la mujer a alcanzar una igualdad más completa con respecto al hombre: esa sería la única manera, entienden, en que las mujeres puedan desarrollar su libertad con plenitud.
Lo que se persigue hoy día, por tanto, va más allá del laicismo. Lo que se busca es despojar al ser humano del sentido religioso sin más, porque sin patria, sin familia y sin religión el hombre queda inerme ante el poder. Prueba de ello es que, por culpa de ideologías-basura de este tipo, millones de españoles están gravemente enfermos de fundamentalismo, de ignorancia, de idealismo, de cobardía y de insolencia. Por culpa de toda suerte de ideologías-basura millones de españoles están ya incapacitados para ver siquiera las amenazas que les rodean. Inermes ante el poder y encantados de servirle, aunque sea en contra de sus propios intereses.
Y usando una expresión propia de los promotores de esta “nueva ética” ustedes se preguntarán ¿y para qué toda esta “ingeniería social”, en expresión de los promotores de esta “nueva ética”? ¿Para crear el caos sin más? Quiero que escuchen con atención este texto que el militar y periodista español Tirado y Rojas publicó en 1892 tras ser expulsado de la masonería por denunciar el filibusterismo que se practicaba en las logias cubanas. Según su testimonio, estas serían algunas de las enseñanzas que recibiría el iniciado en el grado 33 según un rito que declaraba la guerra a “la ley, la propiedad y la religión” partiendo del postulado de que “la tierra no es de nadie”. Así dice el rito: “Ni la Ley, ni la Propiedad, ni la Religión pueden, pues, imponerse al hombre. Y como le aniquilan privándole de sus más preciosos derechos, son asesinos contra quienes hemos jurado ejercer la más ruidosa venganza, enemigos a quienes hemos jurado una guerra a todo trance y sin cuartel. De estos tres infames enemigos, la Religión deberá ser el objeto constante de nuestros mortales ataques, porque un pueblo jamás ha sobrevivido a su religión, y matando a la Religión, tendremos a nuestra disposición la Ley y la Propiedad, y podremos regenerar la sociedad estableciendo, sobre los cadáveres de aquellos asesinos, la Religión, la Ley y la Propiedad masónicas.” Esto sería parte del conocimiento salvífico que elevaría a los iniciados en la masonería, a los elegidos, sobre el común de los mortales. Ya he dedicado varios capítulos a la cuestión masónica, pero está claro que tendremos que seguir ahondando en el tema, pues tan imprudente es pensar que la masonería controla completamente la realidad política en España, como despreciar su influencia, dado que tanto la masonería como el krausismo (así como el globalismo angloamericano), por poner otro ejemplo, son movimientos anticatólicos y por ende antiespañoles, porque desde el punto de vista formal, material y objetivo, España sigue siendo católica.
La tesis ensayada por Gustavo Bueno en el libro España frente a Europa plantea que el Problema de España (el problema de su fractura y disolución) es el problema de su constitución como Imperio católico y, por tanto, universal. Y puesto que España realizó la labor evangelizadora a nivel mundial, no podremos perder de vista el importantísimo papel que la Hispanidad, como civilización caracterizada por su catolicismo, ha jugado históricamente en la dialéctica de Imperios, de Estados y de clases, porque lo que la realidad nos muestra una y otra vez es que el mundo no se organiza a partir de principios de amistad y de solidaridad mutua, sino que siempre se establece una competencia entre unos grupos humanos y otros, en constante dialéctica: ya de forma velada en la política menuda del día a día, ya de forma abierta en la guerra.
En torno a la controvertida pregunta sobre el origen de España hay muchas teorías. Ya traté ese tema en los capítulos 32 y 33, así que hoy me limito a recordar que nosotros situamos el embrión de lo que después sería España en el encuentro con el Imperio islámico. Se establece así un ortograma imperialista justificado ideológicamente a través de la Idea política y religiosa de “Reconquista” (recuperación de los territorios visigodos) y de “resistencia frente al invasor”, que también logra contener la avanzada de los musulmanes hacia el interior del continente europeo. El Imperio bizantino había caído en 1453, abriéndose un frente islámico muy poderoso en el Mediterráneo atajado también por la poderosa maquinaria bélica española. De hecho, la toma de Granada en 1492 fue celebrada en toda Europa, que –como hemos dicho– entonces no era conocida como “Europa”, sino como la Cristiandad, aunque ahora se haga todo lo posible por olvidar las raíces cristianas de Occidente y por alentar la maurofilia, esa visión idealista que solo ve amor, colaboración y generosidad entre moros y cristianos.
Al proceso de Reconquista se sumó la Conquista de nuevos territorios: América y más tarde el Pacífico. Ahí, la política empezaría a ser geopolítica, porque ya el escenario, el mapamundi, suponía la redondez de la Tierra. España se convierte entonces en potencia hispanoamericana y en el hegemón de Europa lo que provocará que muchos poderes pequeños contiendan con ella buscando su cuota de poder y utilizando para ello la mala fe, la propaganda sin escrúpulos y la guerra si hace falta. Todo esto lo vimos en los capítulos 17, 19, 20 y 22.
En definitiva, el análisis de la historia de España y de la Hispanidad desde el plano religioso revelará que se da una suerte de continuidad en las tácticas y estrategias seguidas por sus enemigos, tanto externos como internos, aunque hay que advertir que los enemigos intranacionales de España siempre han contado con apoyos externos muy fuertes. También hay que decir y explicar en próximos capítulos, que los separatismos surgieron del seno de la iglesia católica, y ahí tenemos al PNV y a ETA, apoyada, entre otros, por jesuitas extraviados. Y también hay que recordar que el primer partido de Jordi Pujol se llamaba Cristo y Cataluña. Cristo era él, y Cataluña también. Especialmente importante será explicar la deriva ideológica experimentada por ciertos sectores de la Iglesia católica antes y después del Concilio Vaticano II, con el llamado Modernismo teológico y, sobre todo, la Teología de la Liberación, que tan gravísimas corrupciones ha introducido en la Compañía de Jesús.
Valga este capítulo de saludo y bienvenida a la tercera temporada del canal, por tanto, para reafirmar mi toma de partido por la defensa de España y de la Hispanidad y para dejar anotados los temas de interés de cara a futuros programas siempre que los asuntos de la política menuda nos den un respiro (aunque con esto de la pandemia y el desgobierno de la Nación, más bien podríamos llamarla “política tremenda.”) También les digo una cosa: podríamos dejar la crítica a la política menuda para Twitter y centrarnos aquí en el meollo de la cuestión, pues hay mucha tela que cortar. Aprovecho para dejarles aquí mi cuenta de Twitter, por si quieren contribuir a soltar mandobles a diestro y siniestro… Un poquito más a siniestro por eso de que sus iluminados representantes (o eso dicen ellos) se encuentran ahora al frente del Gobierno.
Y hasta aquí este capítulo de Fortunata y Jacinta. Agradezco su apoyo a todos los amigos mecenas y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.