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Fortunata y Jacinta

Contra la proposición de ley de memoria histórica y democrática del PSOE

Forja 051 · 6 octubre 2019 · 47.38

¡Qué m… de país!

Contra la proposición de ley de memoria histórica y democrática del PSOE

Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y hoy dedicaremos este programa a analizar el delicado tema de la Ley de memoria histórica y trataremos de ayudar a bajar del arco iris a muchos de los que, cómodamente, viven en un arco iris.

Por tanto, en este programa vamos a triturar la proposición de “ley de memoria histórica y democrática” que ha preparado el partido del régimen y ahora también partido del gobierno: el Partido Socialista Obrero Español, que, dicho sea de paso, ya poco conserva de “español”, menos de “obrero” y de “socialista” el nombre. Dicha proposición fue presentada por el PSOE el pasado 30 de julio de 2019 en el Congreso de los Diputados con el objetivo de ampliar la controvertida Ley 52/2007, que entró en vigor el 28 de diciembre de 2007, ley por la que, supuestamente, “se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”.

En este canal hemos denunciado en varias ocasiones que lo que pretenden estos señores, dicho sea sin rodeos, es manipular ideológicamente los materiales históricos para establecer, por ley, una historia oficial de España. Pero verán, sus Señorías, las verdades históricas no se votan y si los españoles admitimos que una determinada versión de la realidad pueda ser sancionada en el Parlamento bajo una ley con aplicación penal, habremos de conocer, al menos, los riesgos que tal insensatez conlleva. De manera que en el programa de hoy trataremos de evidenciar los objetivos reales que se persiguen pues, no seamos ingenuos, lo de exhumar el cadáver de Franco encierra fines mucho más ambiciosos.

Breve génesis de la controversia

Contextualicemos brevemente esta controversia.

Decreto de 9 de octubre de 1945 por el que “el Gobierno, consciente de sus fuerzas y del apoyo de la Nación, se dispone a dar otro paso en el camino de la normalización progresiva de la vida española”. Gracias a este decreto se concede indulto total a los condenados por delito de rebelión militar y otros cometidos hasta el 1 de abril de 1939. En este enlace pueden consultar el texto completo: http://www.filosofia.org/hem/dep/boe/9451020.htm

Por otro lado tenemos la declaración del Partido Comunista de España de junio de 1956 que llevaba por título “Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español”. Tratando de evitar cualquier revanchismo, el texto se redactó en este tono: “Crece en España una nueva generación que no vivió la guerra civil, que no comparte los odios y las pasiones de quienes en ella participamos. Y no podemos, sin incurrir en tremenda responsabilidad ante España y ante el futuro, hacer pesar sobre esta generación las consecuencias de hechos en los que no tomó parte”. De nuevo aquí, el enlace al texto completo: http://www.filosofia.org/his/h1956rn.htm

En 1969 Francisco Franco dictó el Decreto-Ley 10/1969, por el que prescribían todos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939. El Real Decreto Ley 10/1976, firmado por el Rey Juan Carlos I y refrendado por el Presidente del Gobierno Adolfo Suárez González, proclamó una amnistía parcial para algunos presos políticos con el objetivo de "promover la reconciliación de todos los miembros de la Nación". A través de la Ley de Amnistía de 1977, aun vigente y que en su momento fue firmada incluso por Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri, se decidió la amnistía total de todos los delitos de sangre y opinión ocurridos entre el 18 de julio de 1936 y el 15 de diciembre de 1976.

Ni el programa electoral del PSOE para las elecciones de 2004 ni el discurso de investidura de José Luis Rodríguez Zapatero hacían mención alguna a la memoria histórica. Dos años más tarde, a mediados de 2006, el Gobierno de Rodríguez Zapatero presentó un “Proyecto de ley por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura”. Este proyecto fue criticado tanto por el Partido Popular como por Esquerra Republicana de Catalunya e Izquierda Unida, aunque por motivos contrapuestos.

Durante el mes de octubre de 2007 se produjo el desbloqueo definitivo de esta propuesta de ley gracias al acuerdo alcanzado entre el PSOE, Izquierda Unida, el Partido Nacionalista Vasco y el Bloque Nacionalista Galego. El 9 de octubre de 2007 el periódico El País anunciaba: “Los socialistas dan por seguro que CiU estará en primera línea (…) y confía en atraer al acuerdo a Eusko Alkartasuna y Nafarroa Bai, aunque renuncian a convencer ya al PP y a ERC (…) Para los populares esta ley culmina “el ataque a la Transición” que empezó el Gobierno socialista. ERC cree que la ley es insuficiente porque no anula los juicios franquistas”. A nadie sorprenderán los apoyos al PSOE, ¿verdad? Siempre han sido los mismos. Cuando el PP obtuvo la mayoría absoluta, sin embargo, no derogó la Ley de memoria histórica: restringió la financiación, pero llegó a votar a favor de alguno de sus artículos y en muchos casos su acobardamiento se ha transformado en complicidad declarada.

El PSOE presentó en 2018 un proyecto de reforma de la ley de 2007 que incluía una Comisión de la Verdad, que es un complejísimo mecanismo regulado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. La imprudente iniciativa de Pedro Sánchez, propia de otras situaciones históricas, provocó una contundente reacción por parte miles de ciudadanos y de centenares de historiadores, políticos, filósofos, profesores, periodistas y gentes del común, quienes suscribieron el célebre “Manifiesto por la historia y la libertad”. En él afirmaban que “el proyecto vulnera el principio de la verdad documentada de la historia, como demuestra el mero hecho de que esa única versión quiera imponerse por la fuerza del Estado, al ser incapaz de sostenerse en un debate de investigación, serio, libre e independiente”. Los firmantes declaraban que "ningún parlamento democrático ni puede ni debe legislar sobre la Historia, pues de hacerlo, criminalizaría la Historia, estableciendo una checa de pensamiento único, al imponerse por la fuerza y la violencia del Estado". Y continuaba: “Con la implantación de una "Comisión de la Verdad", amenaza con penas de cárcel, inhabilitación para la docencia y elevadas multas a quienes mantengan opiniones divergentes a la 'verdad única', la destrucción y quema de las obras o estudios declarados no 'gratos', y la expropiación, destrucción o transformación de una parte del patrimonio histórico-artı́stico de la etapa más reciente de España”.

Base ideológica de la Ley de memoria histórica

Resulta fundamental tener en cuenta que la Ley de memoria histórica sólo es aplicable a partir del 18 de julio de 1936, como si lo ocurrido antes de esa fecha hubiese sido la plácida vida de una república idílica e incorruptiblemente democrática. Una especie de Arcadia feliz desde la que cayeron los hombres (y las mujeres) por culpa de unos pocos seres malvados y en extremo infernales.

Así resumía el filósofo Gustavo Bueno lo que los pensadores Alicia como Rodríguez Zapatero, pedro Sánchez y los ideólogos de la memoria histórica piensan de Franco y el franquismo: «Franco se alzó el 18 de julio de 1936 contra la República, que se había constituido como la primera democracia parlamentaria en España en las elecciones de abril de 1931. Tras una guerra cruel Franco logró destruirla gracias a la ayuda de las potencias fascistas europeas. Con su alzamiento, Franco detuvo en España el curso de la línea de progreso democrático al que la República había logrado incorporarla, y retrotrajo a España a la época medieval (inquisición, tortura, terrorismo de Estado...). Los cuarenta años de Franco representan para la historia de España y, por supuesto, de Europa y del mundo, un tenebroso paréntesis, comparable al que Hitler abrió para Alemania (y para Europa y para el mundo). La luz que la democracia del presente ha logrado recuperar es un reflejo de la luz que la Segunda República comenzó a alumbrar hace setenta y cinco años. Esa luz llega a nosotros tras el paréntesis de los cuarenta años de franquismo. Conviene que mantengamos en todo caso fresca la memoria histórica, tanto de aquella época luminosa de la República como de la oscura época franquista que la siguió, a fin de que las nuevas generaciones puedan apreciar la grandeza de nuestra democracia, que en 1978 logró aplastar definitivamente a la dictadura franquista» (Gustavo Bueno, Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas, Temas de Hoy, Madrid 2006).

En este canal hemos dedicado tres meses de trabajo y once extensos capítulos –es decir, un total de cinco horas de exposición– para demostrar que esa imagen de la Segunda República como un noble periodo democrático truncado por el “fascismo” es producto de la propaganda sin escrúpulos y, precisamente, desmemoriada, y que, en modo alguno, se corresponde con la complejidad de la realidad española del momento. A lo largo de estos once programas hemos expuesto un buen puñado de testimonios de los protagonistas de la época, testimonios que dejan claro tanto las intenciones de unos y de otros como la profunda decepción a la que muchos llegaron tras cinco años de experiencia republicana: desde Ortega y Gasset hasta Salvador de Madariaga, Unamuno, pérez de Ayala, Gregorio Marañón, Manuel Azaña o Clara Campoamor quien, pocos meses después del estallido de la guerra, escribiría La revolución española vista por una republicana. Y, atención, porque en este esclarecedor documento Clara Campoamor no habla de nacionales contra republicanos, rótulos que ya encierran una trampa conceptual maliciosa, sino que habla de gubernamentales por un lado y de alzados por otro: “La división, tan sencilla como falaz, hecha por el gobierno (frentepopulista) entre fascistas y demócratas para estimular al pueblo no se corresponde con la verdad. La heterogénea composición de los grupos que constituyen cada uno de los bandos (...) demuestra que hay al menos tantos elementos liberales entre los alzados como antidemócratas en el bando gubernamental”. Y continuaba: «(...) La victoria total, completa, aplastante de un bando sobre el otro, cargará al vencedor con la responsabilidad de todos los errores cometidos y proporcionará al vencido la base de la futura propaganda, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras».

Y mucho cuidado porque con “gubernamentales” Clara Campoamor no se refiere a los republicanos, sino a la coalición frentepopulista a la que considera ya muy alejada de los intereses republicanos y de la que ella huyó. Presten atención a este lúcido párrafo: “Si el futuro tiene que depararnos el triunfo de los ejércitos gubernamentales, este triunfo no traerá consigo un régimen democrático, pues los republicanos ya no cuentan en el grupo gubernamental. El triunfo de los gubernamentales sería el de las masas proletarias y, como éstas están divididas, serán otras nuevas luchas las que decidan si se quedarán con la hegemonía de los socialistas, los comunistas o los anarcosindicalistas. Pero el resultado sólo puede ser una dictadura del proletariado, más o menos temporal, en detrimento de la República democrática… Si, tal y como hemos indicado, las causas de la debilidad de los gubernamentales traen consigo el triunfo de los nacionalistas, éstos también deberán empezar por instaurar un régimen que detenga las disputas internas y establezca el orden. Este régimen, lo suficientemente fuerte como para imponerse a todos, sólo puede ser una dictadura militar” (Clara Campoamor, La revolución española vista por una republicana, parís 1937. Reeditado en 2018 por la editorial Renacimiento).

A los ideólogos de la memoria histórica no les interesa que se aireen testimonios como este porque evidencian que presentar la Guerra Civil como una lucha entre la libertad y el fascismo se funda en un relato ideológico, maniqueo e inventado. Olvidando, entre otras cosas, que durante la Segunda República el PSOE –que sí existía, no así el PP, ni Cs, ni Vox– jamás reconoció la legitimidad a la alternancia política como requisito fundacional del juego democrático.

Curiosamente, en el documento de la propuesta de ley que hoy estamos debatiendo no se menciona ni una sola vez la palabra fascista. Ya hemos explicado en otro programa que el PSOE de la Segunda República sabía que la CEDA no era un partido fascista y de sobra sus dirigentes deben saber a estas alturas que franquismo y fascismo son dos cosas distintas. Por supuesto, tienen la picardía de evitar ese tipo de terminología en el documento oficial, pero en las declaraciones públicas no se cortan un pelo (dentro vídeo Pedro Sánchez). Ada Colau llega a llamar facha al Capitán Cervera, considerado por todos sus coetáneos como un héroe de la Guerra de Cuba y que murió en 1909, ni más ni menos y, amparándose en la Ley de memoria histórica ha retirado su placa de una calle de Barcelona. Recuerden, sin embargo, que la Ley de memoria histórica se restringe del 18 de julio del 36 en adelante. Es interesante señalar que tanto el Ayuntamiento madrileño de Carmena como el de Barcelona con Colau han incumplido reiteradamente la Ley de memoria histórica al aplicarla a casos que quedan fuera de dicha legislación. Actualmente, y pese a los dictámenes de los tribunales, dichos Ayuntamientos siguen en desobediencia. Y, por cierto, la calle barcelonesa antes dedicada al Capitán Cervera, ahora se llama Calle de Pepe Rubianes (dentro vídeo).

Lo que esta gente pretende es implantar por ley una versión de la historia que no sólo es torticera, sino fundamentalmente sectaria y autoritaria, y así especifica la propuesta de ley: «Es necesario que la memoria histórica se convierta en una política de Estado y que su aplicación se lleve a cabo de manera efectiva, no dependiendo de la voluntad del gobierno de turno». Es decir, que tal cosa hay que hacerla “sí, sí o sí”, como expresaba la ministra de Justicia Dolores Delgado (dentro vídeo).

Contra la expresión «memoria histórica»

Es un pensamiento Alicia afirmar que la Historia es la «ciencia de la memoria». Esta confusión de la Historia con la memoria se debe al canciller Francis Bacon cuando sostuvo que las ciencias del entendimiento y la razón son las matemáticas y la filosofía, la ciencia de la imaginación la poesía y la ciencia de la memoria la Historia. Esta distinción de Bacon fue incorporada por Diderot y D’Alambert en la Enciclopedia francesa, y tal incorporación hizo época y por tanto tuvo mucha repercusión, a pesar de su falta de rigor.

La memoria es una facultad psicológica personal y por ello es individual, episódica y biográfica. Y la memoria individual difícilmente puede dejar de ser interesada y parcial. La Historia, en cambio, se construye con el entendimiento y con la razón a partir de dos clases de objetos: las reliquias y los relatos, es decir, los historiadores trabajan con los archivos, los documentos y los monumentos. Cuando los buenos historiadores (no todos están por la labor, claro) son capaces de superar la memoria particular, confrontando unas memorias con otras, son capaces de ofrecer conocimientos objetivos y no meramente subjetivos.

Dice Gustavo Bueno: «Sin temor a exagerar, cabría afirmar que la Historia, en lo que tiene de ciencia, consiste mucho más en destruir la memoria histórica (…) que en incorporarla, asumirla o representarla como tal. Y la prueba de esta afirmación es bien sencilla: el contraste, cuya necesidad nadie niega, entre los diferentes testigos -el contraste de las diferentes memorias históricas- ya no es un contenido de la memoria histórica. Porque no es la memoria la que actúa cuando se cotejan dos o más memorias históricas de testigos diferentes; el cotejo, contraste, confrontación, etc., entre los diferentes testimonios o memorias históricas es asunto del entendimiento y de la razón» (Gustavo Bueno, Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas, Madrid 2006, pág. 216).

La historia, por tanto, se construye desde el presente a partir de reliquias y de relatos y, tal y como indicaba Gustavo Bueno «proclamar el afecto partidario, por uno u otro (relato), es más bien propio de certámenes escolares o folclóricos que del oficio del historiador científico» (Gustavo Bueno, Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas, Madrid 2006, pág. 235).

Los libros fervorosa e irracionalmente antifraquistas no son propiamente libros de historia sino más bien de antihistoria. Porque en eso consiste la metodología negrolegendaria: en ser antihistoria a golpe de omisiones y exageraciones. Por supuesto también la leyenda dorada o aurea sería una antihistoria. Tanto la leyenda negra contra Franco como la leyenda dorada a favor de la figura del Invicto Caudillo nos parecen modos absurdos y ridículos de estudiar a tal personaje y su tiempo (como a cualquier otro), porque las metodologías negras y doradas no son más que crímenes de lesa historia.

El tribunal de la historia

En 2018, al entrar Pedro Sanchez en Moncloa de la mano de podemitas y separatistas (valga la redundancia), se creó una Dirección General para la Memoria Histórica incardinada al Ministerio de Justicia. El plan consiste en hacer justicia con la historia, esto es, en someter a veredicto judicial determinados acontecimientos históricos. Pero resulta que, gnoseológicamente hablando, juzgar acontecimientos históricos es una aberración y desde el punto de vista político es un atropello para la Nación, aunque resulte altamente rentable para determinadas formaciones políticas y para determinados bolsillos.

Como dice Gustavo Bueno, el tribunal de la historia «es sólo una imagen que se le aparece a Alicia al otro lado de su fantasmagórico espejo» (Gustavo Bueno, Zapatero y el pensamiento Alicia, pág. 224). Querer juzgar hechos históricos es como querer ser Dios. Juzgar no ya sobre los vivos sino también sobre los muertos es locura y necedad, amén de complejo de Jesucristo. Esto es lo que le pasó a Baltasar Garzón, el juez estrellado que quiso condenar a Franco desde su tumba: El “complejo de Jesucristo” de Baltasar Garzón

Para más inri se habla de «derecho a la verdad, la justicia y reparación de las víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, así como crear las condiciones de garantías de no repetición». Es decir, pretenden «prevenir la repetición de hechos victimizantes». ¡Como si la represión franquista pudiera siquiera repetirse! El pensamiento Alicia de los ideólogos de la memoria histórica les hace creer -como supo ver Gustavo Bueno- que mantener la memoria histórica es necesario para que no se repitan los horrores de la Guerra Civil y el franquismo. En este caso son presos de la famosa frase popular que reza: «quien no conoce la historia está condenado a repetirla», como si los acontecimientos de la historia se repitiesen a causa del desconocimiento de los hombres cuando resulta que, aunque sólo sea por el principio de los indiscernibles, la historia nunca se repite, es imposible y absurdo.

Valores democráticos

Dicen los socialistas en su propuesta de ley que después de 40 años de democracia «España debe revalidar su apoyo a los valores democráticos». Es decir, después de 40 años de democracia estos señores piden más democracia, esto es, más oligarquía de partidos o más partitocracia coronada (y, por qué no, más corrupción delictiva y no delictiva). Y por eso hay que «reconocer la memoria de quienes lucharon por la libertad y la democracia» a fin de «desterrar definitivamente de nuestra sociedad el franquismo y todo lo que representó». Es decir, aparte de falsificar descaradamente los orígenes de la Guerra Civil y de maquillar su propia responsabilidad en la misma, los del PSOE aseguran que hay que descornarse para que en nuestra sociedad libre y democrática no quede ni un átomo de franquismo. Hay que desfranquistizar España (empezando por el Valle de los Caídos), porque el franquismo es la negación de los supremos valores de la sacrosantísima democracia y de la sublime libertad: he aquí el fundamentalismo democrático en su versión más ingenua.

Esta observación, estamos seguros, levantará ronchas a más de uno porque medio planeta cree a pies juntillas en la sacrosanta incorruptibilidad de la democracia y en la existencia de una conciencia subjetiva individual que se autoconoce, decide y vota libremente. Aprovechando esta triste ingenuidad de muchos votantes, partidos como PSOE o Podemos se presentan como la encarnación misma del interés del pueblo, asegurando tener las claves para una sociedad justa y permitiéndose condenar cualquier periodo histórico donde no gobernasen ellos: desde Isabel I de Castilla hasta los gobiernos democráticos de la derecha. Porque no hay que olvidar una cosa: si el PSOE ha asumido el antifranquismo como emblema es porque cumple una función ideológica importantísima que es hacer callar a los partidos democráticos de la oposición: el PP y ahora, sobre todo, el grupo VOX.

Antifranquismo retrospectivo

En estos días previos a la exhumación de los restos de Franco, todos estamos comprobando –incluido el célebre actor Antonio Banderas– cómo la memoria histórica ha venido a ser un retroantifranquismo morboso: que si el cadáver de Franco sale del Valle de los Caídos, que si no sale; que si Franco está más vivo ahora que en 1986… El retroantifranquismo es un planteamiento obsesivo y morboso que en absoluto anima a la conciliación nacional, sino que exacerba, más bien, los rencores y el odio. Por ejemplo, el retroantifranquismo de Juan Luis Cebrián, el mandamás de Prisa, director-fundador del diario El País y actual Presidente de Honor de dicho periódico, le permitió decir majaderías tan solemnes como que «La guerra civil llegó a durar cuarenta años» (citado por Pío Moa, Los mitos del franquismo, Madrid 2015, pág. 492).

Se cae siempre en la trampa de referirse al “franquismo” en términos maniqueos y simplistas, pero lo cierto es que no hubo ninguna ruptura en esa “Transición” que ahora se quiere reinventar, sino una evolución y transformación bien pautada. Y, aprovechando que hemos mencionado a Cebrián, no estará de más ponerle como ejemplo de la transformación del franquismo en la socialdemocracia que el propio Cebrián representa: hijo del director de “Arriba” (órgano oficial de FET de las JONS, esto es, de la Falange Española Tradicionalista, partido único del régimen franquista), Cebrián escribió en 1963, con solo 19 años, el texto “Diálogo para la acción” en la revista “dialogante católica con los comunistas”, Cuadernos para el Diálogo, de la que Cebrián fue secretario de redacción desde su primer número … con 20 años subdirector de “Informaciones”… jefe de los servicios informativos de RTVE en 1974…

Uno de los argumentos de los defensores de la memoria histórica es evitar la exaltación de los crímenes franquistas. Parecen estar ciegos a una realidad aplastante y es que la absoluta mayoría de los españoles están muy lejos de simpatizar con ese tipo de reivindicaciones. Como mucho podría hablarse de un franquismo sociológico, pero no existe ningún movimiento con la suficiente fuerza como para intentar, siquiera, la implantación política de un franquismo de Estado en la actualidad. El ciclo histórico del franquismo está cerrado porque la Transición abrió otro nuevo y el problema es que el franquismo está siendo usado ideológicamente por determinados partidos políticos.

El otro gran argumento de estos memorialistas es que, dado que la historia la escriben los vencedores, es necesario escribir esa otra parte que aun no se ha contado. Pero, ¿de verdad se atreverán a sostener que hoy día impera la historia escrita por los vencedores? ¿En serio? ¿Con qué cinismo puede uno afirmar tal cosa cuando hace décadas que nombrar a Franco equivale a mentar a la bicha, al demonio, a Satán? En tal caso nuestros museos, cines, escaparates de librerías y concursos literarios estarían repletos de demostraciones de admiración hacia el franquismo. Pero resulta que la posición hegemónica hoy día en los ámbitos académicos, políticos, artísticos y periodísticos de toda España es justo la contraria. Para nuestras autoproclamadas izquierdas, administradoras absolutas del pensamiento políticamente correcto hoy día, o se es un antifranquista declarado o necesariamente se es franquista. O se odia al PP o se es franquista. O se escupe a la bandera española o se es franquista.

La demonización de Franco va conjugada con la glorificación de la Segunda República como régimen democrático ejemplar. Es decir, la leyenda negra retroantifranquista va conjugada con la leyenda dorada retrosegundorepublicanista. Este Franco no es un Franco examinado con rigor histórico, sino una contrafigura caricaturesca y siniestra construida desde el odio y el resentimiento. Por eso tal antifraquismo, además de cobarde por retrospectivo, es irracional. Como es irracional la exaltación que se hace de la Segunda República como quintaesencia de la democracia o del buen gobierno. Por no hablar de las loas que se hacen a la sacrosanta Transición y al Régimen del 78, como si la transición y tal régimen fuesen la panacea tras el valle de lágrimas que ha recorrido España y la solución a todos los problemas de España y al Problema de España.

La Ley de memoria histórica no responde propiamente a intereses historiográficos (científicos), sino a intereses de determinados partidos políticos. Cuando el PP ganó las elecciones en 1996, tanto PSOE como IU (pero también PNV y ERC) recordaban una y otra vez que Manuel Fraga Iribarne, fundador de Alianza Popular, fue ministro de Franco. El PP ha sido presentado desde entonces como heredero de la misma sustancia que el franquismo e identificado, por tanto, con el mal absoluto. Aunque hoy día este lugar, en la concepción de la progresía, lo ocupa más bien Vox: la «extrema extrema derecha», que decía una ministra.

Porque socialistas, izquierdistas y separatistas (hoy en día se suman los podemitas, que son más o menos lo mismo) tienen una concepción negrolegendaria del franquismo y de la historia de España en general, pues asocian el nacionalcatolicismo tanto con Franco como con los Reyes Católicos y reducen toda la acción imperial española a una pura depredación genocida. Desde esta perspectiva entienden que “España” y “democracia”, así como “España” y “libertad” son términos antagónicos y de ahí surge el espeluzne que les causan los símbolos nacionales. Caso paradigmático es el rechazo visceral hacia la bandera española, entendida como un símbolo franquista a pesar de que data de finales del siglo XVIII.

No obstante el PP se avergüenza de ser derecha y prefiere llamarse «centro». Por eso Aznar, ya desde su primera legislatura, reivindicaba a Azaña como un gran demócrata y, de hecho, trataría de convertir a la derecha española en antifranquista militante. Esta actitud es lo que el historiador español Ricardo de la Cierva llamó «derecha de Edipo» (Ricardo de la Cierva, El 18 de julio no fue un golpe militar fascista, Editorial Fénix, 1999, pág. 27).

La memoria histórica, entonces, no es un ejercicio de rigor histórico sino de revancha. Aunque es cierto que el actual PSOE no es el PSOE de Largo Caballero o de Negrín y el PCE de José Díaz, Vicente Uribe o La Pasionaria tampoco tenía nada que ver con la IU que se situaría en la socialdemocracia o en el izquierdismo indefinido más infantil e ingenuo (y de hecho el PCE renunció al leninismo en 1979). El PSOE actual, reinventado por las socialdemocracias europeas tras jubilar al PSOE en el exilio que llamaron histórico, querría también salvar el ridículo de que el tal PSOE nada absolutamente hizo “en el interior” durante los años del franquismo: nada.

Historiográficamente hablando es patético querer sustituir la venganza por la historia. Políticamente hablando, sin embargo, la Ley de memoria histórica sirve a intereses de partido muy claros como puede ser borrar su culpa como principal responsable del hundimiento de la República y del estallido de la Guerra Civil y transferírsela a Franco. De este modo se blanquea su pasado y se legitima su presente y su futuro de cara a emprender la derrota definitiva de la Monarquía e instaurar una república federal que satisfaga las demandas secesionistas y desmantele la propia existencia de España como nación. Y lo más lamentable es que el PSOE, con su Himalaya de falsedades –como decía Besteiro– tiene como cómplice al vulgo ignaro que se cree a pies juntillas todas sus patrañas e imposturas y le da su apoyo en las urnas. Queridos votantes del PSOE, bájense del arcoíris. Cuanto antes lo hagan, mejor será para todos. Y escuchen bien: no digo mejor para unos pocos, sino mejor para todos.

Víctimas de primera y de segunda clase

La proposición de reforma de Ley afirma que se declarará el 31 de octubre como el día para el «recuerdo y homenaje a todas las víctimas». Pero todas las víctimas no son todas las víctimas de la Guerra Civil, sino sólo «las víctimas del golpe militar y de la Dictadura». Con lo cual, implícitamente o de manera vergonzante, se está haciendo una distinción entre víctimas de primera y víctimas de segunda clase. Muchos dirán que las víctimas liquidadas por el otro bando ya tuvieron reparación, lo que no es del todo exacto, pues muchos españoles que lucharon en el bando nacional tampoco recibieron digna sepultura. Pero de esto los memoriahistoricistas no quieren saber nada.

Los ideólogos de la memoria histórica se refieren a las ejecuciones realizadas en la zona frentepopulista como actos de arrebato popular, comportamientos de desahogo espontáneo por parte de algunos incontrolados ante los que las autoridades se sentían impotentes. Pero es que incluso realidades apabullantes como las checas o los miles de asesinatos de curas y monjas quedarían justificadas, pues sus acciones se enmarcaban dentro de la lucha a muerte para liberar a España y al mundo del fascismo.

A raíz de esta perspectiva maniquea y falaz surge la idea recurrente de que la Segunda República española era de izquierdas (¡tócate los pies! ¡Pues qué diría Alcalá Zamora, republicano de derechas y Presidente de la República durante cinco hermosos años!). Como contrafigura, se ha implantado la idea de que todo lo militar era franquista. Desde este punto de vista, todas las ejecuciones practicadas por el bando nacional son interpretadas como nacidas del frío cálculo militar con el objeto de exterminar al enemigo. Son declaradas, por tanto, como prácticas «genocidas», pues se considera que son llevadas a cabo con auténtica maldad.

Dicho de otro modo: según los memoriahistoricistas, la represión en la zona nacional se debió al Estado y por ello resulta en todo punto condenable, mientras que la represión de la zona frentepopulista se debió al impulso natural del pueblo y queda moralmente justificada. Asimismo, las víctimas frentepopulistas siempre son retratadas como si hubiesen sido perfectos demócratas, como si ninguno de ellos hubiese cometido crímenes de guerra ni ningún tipo de atrocidad.

Huyendo de exageraciones y omisiones, el sacerdote pacense Ángel David Martín Rubio ofrece unas cifras más o menos realistas acerca de la represión ejercida durante la Guerra Civil por ambos bandos (atención: no hablamos de los muertos en combate). Según su estudio, en la zona frentepopulista la represión produjo unos 60.000 muertos y aproximadamente 56.000 en la represión de la zona nacional. A esto hay que añadir entre 20.000 y 30.000 víctimas en la represión de posguerra que llevaron a cabo los vencedores y que se extendió por toda España. Conforme avanzaba la guerra, la represión frentepopulista fue menguando y obviamente quedó reducida a la nada tras la derrota final.

Pedagogía y proselitismo memoriahistoricista

Enseguida los sociatamemoriahistoricistas invocan a las «administraciones educativas» para que adopten medidas didácticas y pedagógicas en el «tratamiento escolar de la memoria histórica». Por si acaso no fuera suficiente lo que ya tenemos, el proyecto de ley informa de que las universidades fomentarán aún más la ideología de la memoria histórica y así especifican: “Las universidades fomentarán en todos los ámbitos académicos la formación, docencia e investigación en materia de memoria histórica”. Así que no hay dolor ¡más madera, más ideología, más memoria histórica, más democracia, más madera!

Que nadie se lleve a engaño, pues todo esto de la memoria histórica responde esencialmente a intereses de partidos y no al interés de la nación y de la ciudadanía. Y, por supuesto, en pos de tales intereses es muy importante controlar la educación de las futuras generaciones, así como la mentalidad de los adultos y posibles votantes. Lo más lamentables es que se está utilizando oportunamente el sufrimiento de muchas familias para apelar a la cuestión sentimental, pues efectivamente todas las víctimas merecen un trato digno y en la medida en que puedan resolverse los enterramientos en fosas comunes, todas las acciones son bienvenidas. El problema es que el Estado siempre ha dispuesto de los medios técnicos para la exhumación y el control de estos asuntos, cosa relativamente sencilla pero que actualmente no se hace. ¿Y por qué? Pues porque La Ley de memoria histórica otorga subvenciones con dinero público a distintos grupos y asociaciones para que realicen tales investigaciones, fomentando así el clientelismo.

Memoria histórica e ideología de género

Para los memoriosos políticos el franquismo sólo fue tres cosas: represión, represión y represión. Y en sintonía con la ideología dominante de nuestro presente, la propuesta de reforma de ley del PSOE incide en la necesidad de denunciar «la represión padecida por las mujeres durante la Guerra Civil española y la Dictadura franquista». Así continua el texto de propuesta de ley: “En particular, fomentarán las investigaciones orientadas a profundizar sobre la represión padecida por las mujeres (…), contemplando la violencia física, psicológica y política ejercida contra ellas por razón de género, así como las estrategias de resistencia por ellas desplegadas”.

No tienen bastante con el delirio de la memoria histórica y tienen que mezclarlo con el delirio de la ideología de género: locura y necedad. Entonces, los hombres que padecieron la represión durante la guerra y el franquismo ¿son también víctimas de segunda? ¿Quiere darse a entender, quizás, que las mujeres fueron represaliadas por el hecho de ser mujeres y no por cuestiones políticas que transcienden la condición de los sexos? ¿Acaso las mujeres represaliadas por el franquismo tendrán ahora más derechos por el hecho de ser mujeres? ¿Es que los hombres represaliados no van a gozar de esos mismos derechos? Y, por cierto, ¿acaso no fueron represaliadas mujeres en la zona frentepopulista?

Conclusiones

En definitiva, la memoria histórica no historia de rigor, sino historia-ficción. Es ideología al servicio de sociatas, podemitas y separatistas. Aunque es cierto, como venía siéndolo desde la época de Aznar, que el PP también es un partido retroantifranquista, y posiblemente con mayor sinceridad que los otros partidos, pues aquellos lo hacen por demagogia e impostura y el PP por ingenuidad y maricomplejinismo.

El resentimiento ha llegado a tal punto que uno de los medios más afines a la ideología de la memoria histórica, la Sexta, la televisión del multimillonario trotskista Jaime Roures, que al fundarse contó con la inestimable ayuda del pensador Alicia José Luis Rodríguez Zapatero, retransmitió un documental-ficción titulado Si la República hubiese ganado la Guerra Civil. (Puede verse aquí: https://www.youtube.com/watch?v=pvnyGWj8GOU). La ucronía presentaba una España en la que todo siguió marchando razonablemente bien tras la victoria del Frente Popular en las elecciones del 36. Y al alcanzar los años 70, los guionistas fantaseaban con la llegada de un Estado federal. Juan Carlos de Borbón, obviamente, no hubiese sido Rey de España, pero habría acabado como presidente del Comité Olímpico Internacional. ¡Tócate los pies! Propagandistas negrolegendarios y memoriahistoricistas como Paul Preston, que colaboró en el documental-ficción de la Sexta, han llegado a hablar de «holocausto español».

Creemos que las afirmaciones que acabamos de expresar no gustarán ni a los “hunos ni a los otros”, que diría Unamuno. Pero aquí no estamos para alabar al sacrosanto pueblo con demagogias que lo complazcan, sino para dar a conocer ciertas realidades que para la servidumbre son muy delicadas. La Ley de memoria histórica resulta políticamente rentable para muchas formaciones políticas y altamente lucrativa para algunos bolsillos. Todo esto se lleva a cabo gracias a la ingenuidad o malicia de muchos millones de votantes indocumentados que son engañados o se dejan engañar y, desde luego, es posible gracias al dinero de los contribuyentes.

Trata de fijarse la atención pública en la amenaza de un fantasmagórico franquismo redivivo, convirtiéndolo en un asunto de prioridad nacional, como si la Ley de memoria histórica fuera a solucionar el PIB, el paro, el tema de las pensiones o el gravísimo problema del separatismo. Si hoy día algo está plantando verdadera beligerancia al Estado y a la Nación española, estos son los movimientos separatistas, no el franquismo, que ya no existe. Si la propia existencia de España como nación no estuviera cuestionada podríamos, quizás, tomarnos todo esto a chufla, pero no ver que detrás de esta Ley hay otras intenciones y otros proyectos respecto a España es estar ciegos.

Después de este repaso nos da la sensación de haber estado matando moscas a cañonazos. Pero como las majaderías que denunciamos realmente se pronuncian… ¡pues qué remedio! Con el arte de matar moscas a cañonazos nos aseguramos de que nuestros argumentos sean incontestables. En todo caso sólo podrán respondernos con insultos.

Y hasta aquí este programa de Fortunata y Jacinta. Agradecemos su apoyo a todos nuestros mecenas y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”. Hasta pronto.



un proyecto de Paloma Pájaro
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