Diagnóstico Elecciones en España 28 abril 2019
Forja 031 · 5 mayo 2019 · 31.28
¡Qué m… de país!
Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y hoy abordaremos un primer diagnóstico sobre los resultados de las Elecciones Generales que tuvieron lugar en España el pasado 28 de abril de 2019.
Se trata, por tanto, de una primera aproximación, hecha a seis días de los resultados y a partir de las observaciones personales, la reacción que ha habido en redes sociales, los debates que se han abierto en los medios de comunicación y la mesa redonda que tuvo lugar el día 29 en la Escuela de Filosofía de Oviedo.
Partiremos, como siempre, de las coordenadas de la filosofía política enunciada por Gustavo Bueno, que ya saben ustedes que nos proporciona muy buenas herramientas para definir, clasificar, descartar, desmitificar, triturar y diagnosticar.
¿Adónde va España?
Habrán observado ustedes que potencias como China, EEUU y Rusia tienen la curiosa costumbre de planificar políticas a largo plazo, como es habitual en los planes y programas de los imperios y de las potencias hegemónicas.
En el Congreso del Partido Comunista de China que tuvo lugar en octubre de 2017, por ejemplo, se adoptaron decisiones como el tema de los plásticos y el de los motores eléctricos, que ya están condicionando la política y la economía de todos los países del mundo y que están encaminadas a colocar a China como primera potencia industrial política, militar y económica de aquí a veinte años.
Es decir, los planes y programas del Gobierno de China están diseñados para asegurar la pervivencia de China a lo largo del tiempo. A esto se le llama eutaxia.
Eutaxia, en sentido político, significa la conservación del Estado a lo largo del tiempo. En oposición a la eutaxia, tendríamos la distaxia que logra no ya la conservación de la sociedad política sino su destrucción, como ustedes habrán imaginado.
De manera que podríamos decir que el fin de la política es la eutaxia. Por el contrario, la ruina de la política (en palabras de Aristóteles) es la guerra civil, y ya saben sus Señorías que Aristóteles no era de los que lo echan todo a chacota.
Por tanto, una pregunta urgente que se abre tras este tenso y polémico proceso electoral en España es: ¿velan los gobiernos españoles por la eutaxia o por la distaxia del país? ¿Activan planes y programas prudentes que conduzcan hacia el fortalecimiento y la cohesión social o más bien son planes y programas imprudentes que condenan a la sociedad política española al enfrentamiento interno, a la desestructuración y al debilitamiento?
Otras preguntas importantes serían: ¿Qué proyectos a medio y largo plazo han presentado para España los distintos partidos políticos durante esta campaña electoral? ¿Algún político ha hablado de planes y programas para España de aquí a veinte años?
No cabe la menor duda de que, tras la Guerra Fría y la desaparición del antagonismo entre el bloque capitalista-occidental y el soviético, se ha ido configurando un nuevo escenario geopolítico: ataque a las Torres Gemelas, ruptura del unilateralismo estadounidense, entrada poderosísima de China, revitalización de Rusia, movimientos bolivarianos en Hispanoamérica, crisis del proyecto de la UE, desplazamiento del interés estratégico mundial hacia el Pacífico, etc.
Está claro que asistimos a un reajuste de todas las estructuras conocidas, a un cambio de era política, y nosotros preguntamos, ¿alguien ha hablado, en campaña electoral, sobre el lugar que ocupa España en este nuevo escenario geopolítico?
De cara a estas políticas internacionales ¿alguien ha explicado qué papel han asignado a España los nuevos poderes globales? ¿Algún político ha explicado las nuevas funciones asignadas a las bases militares norteamericanas situadas en territorio español? ¿Alguno ha calculado los costes y beneficios que suponen para España formar parte de la ONU, de la OTAN, de la UE? Por cierto, ¿alguien sabe cuál es el plan de esta admirada UE a 20 años vista?
Sometidos por los intereses de terceras potencias y de otros poderes globales, ¿creeremos los españoles que nuestros gobernantes cuidan de la eutaxia de España o más bien sospecharemos que nos dirigen por derroteros distáxicos que pueden resultar fatales no ya a largo plazo, sino a corto y medio plazo?
A todos nuestros políticos se les llena la boca hablando de Europa, pero ¿alguno ha propuesto planes para reactivar de forma contundente nuestros vínculos con las naciones hispanoamericanas? ¿Alguien se ha parado a pensar por qué justo ahora están surgiendo por toda Hispanoamérica voces que apelan a España y que reivindican los vínculos con la Hispanidad? ¿Nadie es capaz de ver que todas las naciones de tradición hispánica estamos viviendo procesos históricos parecidos, nacionalismos fraccionarios que allí se llaman indigenismos, argumentarios negrolegendarios muy agresivos que destruyen a nuestras sociedades desde dentro, socialismos ideológicamente corruptos que aquí prosperan como setas pero que apenas existen ya en otras partes del mundo? ¿Nadie se da cuenta de que las naciones hispanas, a causa de nuestra tradición católica y debido a nuestro poderosísimo idioma, somos el principal enemigo a batir por las potencias anglosajonas y protestantes? ¿Por qué estos debates han desaparecido de los medios de comunicación oficiales?
Lo que sucede en los medios de comunicación alternativos, como el nuestro, es que cuando uno comenta estas cosas es tachado de retrógrado por no aceptar el nuevo orden mundial, por andar pensando en Hispanoamérica y no en la sublime Europa, o por reivindicar el español en lugar del inglés.
Verán sus Señorías, a mí se me cae el alma a los pies cuando observo la persistencia y la eficacia tremenda con que China planifica a largo plazo en pos de su eutaxia y cuando compruebo, en cambio, que en España alimentamos cada día nuevos componentes distáxicos: ¿Que el régimen autonómico favorece la desigualdad entre españoles y el desguace de España? Pues venga, vamos a votar más autonomía; ¿Que alabar a Europa significa alabar solo a los países del norte de Europa? Ningún problema, ¡caminemos con alegría hacia esa Europa sublime que lleva siglos despreciando a los países mediterráneos!; ¿Que los españoles nacemos con la ventaja de compartir nuestra lengua con 570 millones de personas en todo el mundo? Pues a la porra el español con los planes de normalización lingüística, ¡menuda tontería de lengua, el español, hay que ver!; ¿Qué Torra y Otegui piden el voto para PSOE y Podemos? ¡Estupendo! Votemos a Podemos y al PSOE, ¡con repique de campanas y los corazones henchidos de amistad y simpatía hacia los separatismos! Porque todavía no nos hemos enterado de que los nacionalismos fraccionarios son la gran calamidad caída sobre el mundo.
Estos mimbres distáxicos vienen de muy atrás, están incrustados en nuestros sistemas educativos, absorbidos por nuestras élites periodísticas y representados en las películas, las series de tv, los documentales, etc. así que intentando revertirlos vamos a pasar la pena negra: avisados quedan.
¿Una España frailuna y roñosa? ¿Dónde?
Si algo ha quedado evidenciado en estas elecciones es la dificultad que tendrán los hispanófobos a partir de ahora para ubicar a esa España fanática, oscurantista, reaccionaria y frailuna de la que tanto hablan.
Algunos llevamos tiempo avisando: cuidado que esa España tenebrosa a la que culpáis de todos los males o no existe o es residual; Cuidado porque se está haciendo un uso ideológico y maniqueo de ciertas ideas políticas y os lo estáis comiendo con patatas; Cuidado que os estáis confundiendo de enemigo.
¿Ven ustedes cuando en Juego de Tronos se unen todas las facciones para combatir al todopoderoso enemigo común? Bueno, pues en España ese enemigo común son los nacionalismos fraccionarios, no el vecino que cuelga una bandera rojigualda en el balcón.
Como en este canal nos gusta mucho tocar las narices, pediré a los más reticentes que me expliquen cómo es posible que precisamente sean los partidos de esa supuesta derecha roñosa los que defienden a la Nación política española, mientras que en nombre de las izquierdas se pide paciencia a los separatistas catalanes para cambiar el modo de pensar de los españoles, dicho esto por el señor Iceta del PSOE: manda narices.
Antes de responder, recuerden ustedes que la Nación en sentido político fue un hallazgo de la izquierda y no de la derecha y que Nación política significa que todos los españoles somos iguales ante la ley.
Aprovechando la ocasión, y dado que por defender a la Nación política española me he transformado de pronto en una “fascistoide franquista nacionalista española unilateralista mesetaria opresora de minorías youtubera jaleadora de la rancia derechona súper facha”, me gustaría que alguien me pasara, por favor, un listado de películas españolas contemporáneas de derechas para ir poniéndome al día con mi nueva ideología mía. Y mejor si han tenido premios, claro, eso mola mazo. También podéis pasarme series de televisión y documentales de derechas, para por la noche. Y referencias de artistas plásticos fachas, de esos que hablan guay de la derechona y del Rey y de los curas, y claro, mejor si exponen en el Reina Sofía, en el Musac, el Matadero o el Macba. Y por supuesto podéis incluir nombres de ilustradores, dibujantes de cómics, guionistas, compositores, cantantes, raperos e instrumentistas de derechas, actores y actrices de derechas, directores de teatro, novelistas, poetas, performers, bailarines, diseñadores de moda o videojuegos de derechas, críticos de arte de derechas, programas de debate de la televisión pública de derechas donde vayan seminaristas y aduladores de la aristocracia y terratenientes y toreros… Es que, verán ustedes, me tengo que poner al día y no encuentro ni uno.
Algo avanzaríamos, me parece a mí, si empezáramos a admitir que el sistema ideológico dominante en España se corresponde desde hace décadas con el de las autoproclamadas izquierdas y no con eso que llaman la derechona. Algo adelantaríamos, digo yo, si aceptáramos que el pensamiento políticamente correcto hoy día en España es el de la socialdemocracia y no el de esa presunta España frailuna y roñosa, que no digo yo que no exista, eh, pero que mucho interés por hacer propaganda y autopromocionarse desde luego no tiene, por lo que se ve.
Les guste o no oírlo a muchos votantes de las autoproclamadas izquierdas, esta visión negativa y casi catastrófica de España es el resultado de una ideología negrolegendaria, ideología que han mantenido viva las corrientes de la izquierda española anticlerical: krausista, socialdemócrata y en menor medida comunista, y que está muy vigente en las izquierdas indefinidas de todo tipo, como comprueba a diario cualquier defensor de la Nación política española en cualquier conversación de café.
Vagón de segunda clase
Es lamentable ver cómo hay muchísimos españoles incapaces de valorar la relevancia política, cultural y económica que España ha tenido históricamente. Parecen estar encantados viendo a España circular ahora en un vagón de segunda clase, y me atrevería a decir que algunos sueñan con acomodarse definitivamente en uno de tercera, a juzgar por cómo han votado.
Muchos españoles ignoran que hace apenas quince años España era la quinta potencia económica de la UE y la octava en el ranking mundial. Confirmando estos datos he encontrado algunas estadísticas curiosas: en el año 2003, por ejemplo, España era el Estado de la UE con mayor crecimiento del empleo femenino y el quinto en aumento del empleo total. También era el país de la UE que emitía menos toneladas de CO2 por habitante. Entonces nos encontrábamos en el séptimo año de legislatura de José María Aznar, ya saben ustedes, el del Partido Popular, la rancia derechona a la que estaba prohibido votar por mucho empleo femenino que implementara (recuerden que yo siempre hablo desde ese universo ideológico de “izquierdas” en el que me desenvolví de joven: círculo afín, como saben ustedes, al gremio del arte contemporáneo español).
Como nuestras élites periodísticas han llenado de puré ideológico el cerebro de muchos españoles, resulta que decir que en 2003 “España iba bien” resulta políticamente muy incorrecto, pero lo cierto es que el resto de potencias mundiales sabían que, efectivamente, en 2003 “España iba bien”, sabían que estaba adquiriendo un protagonismo internacional sobresaliente de la mano de los EEUU y que eso había que corregirlo. Y vaya que lo corrigieron: España se encuentra actualmente bajo una descarada agenda de demolición nacional en la que participan propios y extraños, y no reconocer este problema es estar completamente ciegos o ser muy ingenuos.
Ya lo dijo Henry Kissinger, hombre fuerte de la élite globalista y mano derecha del difunto David Rockefeller: «Una España fuerte, una España importante, es una España peligrosa». De modo que para los planes y programas del Imperio realmente existente (el Imperio Estadounidense) nuestras izquierdas le están sirviendo como los tontos útiles. De hecho, partidos como Podemos no han venido a abolir el Régimen del 78, sino a darle cumplimiento. No han venido a abolir las autonomías, sino a contribuir a que éstas se separen y tengan derecho a una metafísica «autodeterminación».
Evidentemente, tanto el vasquismo como los nacionalismos catalán y gallego son previos a todo esto de José María Aznar, arrancan a mediados del XIX. Pero si estos movimientos están tan fuertes ahora mismo, es porque no se les ha enfrentado de forma decidida desde ningún partido político, y si no se les ha enfrentado es porque hay muchos intereses internos y externos en juego.
Y, claro, luego está la cosa de la Patria: dice usted ¡viva la Patria! en España y ya está la función armada, se armó la refistolera, menudo lío. Muchos españoles han dejado de ser patriotas y se han convertido en españoles autonómicos, impregnados ideológicamente de lenguas muy bonitas pero geopolíticamente irrelevantes. Estos españoles autonómicos son españoles que desprecian a las grandes figuras nacionales y reivindican figuras regionales. Y además hacen lo posible para que los españoles de otras regiones no puedan acceder a puestos del funcionariado autonómico. Como pasa con el estudiante que no sabe catalán pero que tiene que aprenderlo si quiere opositar en Cataluña, cuando el caso es que un estudiante catalán tiene el privilegio de presentarse en toda España.
Así que sí, el principal problema de España ahora mismo es un problema de fragmentación nacional y de ruptura de la igualdad entre españoles prevista por la Constitución.
Goteras en la salita de estar
Muchos españoles han decidido su voto no por cuestiones políticas formales, sino por cuestiones subculturales o antropológicas constatando, así, que millones de españoles no son conscientes de las amenazas reales que se ciernen sobre la sociedad política a la que pertenecen.
Verán ustedes, las cuestiones políticas en sentido formal son aquellas que tienen que ver con el Estado, con la sociedad política: serían, por ejemplo, aquellas relacionadas con el territorio, las fronteras, la defensa, la organización de los poderes dentro de ese Estado, la forma de gobierno (si es una República o una Monarquía; si es una democracia o una dictadura; si se trata de una democracia, cómo se estructura procedimentalmente dicha democracia porque resulta que la democracia que se practica en EEUU es muy distinta de la española; luego ya está la cosa filosófica: ¿operan los ciudadanos en democracia como sujetos libres y autónomos?)
Luego están las cuestiones antropológicas que tienen nexos con las cuestiones formales pero que no son formalmente políticas: el feminismo, la ecología, la eutanasia, los toros, la religión, etc.
Pero hay otras líneas fuerza operando con muchísima intensidad y que constituyen la atmósfera ideológica que respiramos a través de las élites periodísticas, nuestros intelectuales y nuestros políticos, y que se reproducen, desde hace décadas en nuestros sistemas educativos.
Son una serie de mitos que vamos a reducir a cuatro principales, cada uno de los cuales necesitaría un abordaje independiente: el Mito de Europa; el mito de la cultura al que se agarran todos los nacionalismos fraccionarios, mitos muy fuertes que repercuten en el sistema educativo y que han sido asumidos incluso por el PP y el PSOE; otra línea fuerza sería el progresismo fundamentalista (votar al PP es ir hacia atrás (retroceder al pasado); votar al PSOE es ir hacia delante (apostar por el futuro), como decía María Teresa Fernández de la Vega, portavoz del PSOE); Y, por último, tenemos los mitos de la izquierda y la derecha, que son continuamente presentados como dos envolventes absolutos, metafísicos, y que han sido utilizados en campaña por todos los partidos políticos, aunque de forma especialmente agresiva por el PSOE desde Zapatero con todo esto de la memoria histórica, el guerracivilismo, la alerta antifascista, la extrema derecha, etc. Por cierto, muy interesante este nuevo mito de la “extrema derecha” que esperamos poder abordar muy pronto en este canal.
Por supuesto, hay que añadir a estas marañas conceptuales, otros componentes de tipo ético o moral que también han servido para dirigir el voto hacia un lado u otro. Planteada en redes sociales la pregunta sobre el problema más importante de España, era habitual encontrar respuestas del tipo: los problemas más graves de España son la falta de empatía, la falta de solidaridad, la intolerancia, la envidia, etc.
Y, claro, ¿por qué es tan grave este asunto? Pues porque mientras el votante medio ha decidido su voto en función de cuestiones antropológicas como estas y no en función de cuestiones políticas, las elecciones han arrojado un resultado escalofriante que muchos se niegan a ver y es que la Nación política española se encuentra, de pronto, más amenazada que nunca.
Es decir, el paro, la Ley de Violencia de Género, Europa, Franco, las pensiones, el sueldo mínimo interprofesional, la inmigración, la empatía, la tolerancia, los impuestos, etc. son problemas, por supuesto, pero son problemas insignificantes comparados con la amenaza formal que pende ahora mismo sobre España: una amenaza que supondría la disolución de la Nación política española como sujeto de Soberanía y la disolución de nuestros derechos fundamentales como ciudadanos.
La Nación política española
Muchos españoles enfermos de hispanofobia le tienen tanta inquina al diablo que ni siquiera llaman a España por su nombre: no entienden a España como nación sino como superestructura burocrática a la que llaman «Estado» y en ocasiones «Administración» o «este país» o, como mucho, «Estado español». Les entraría urticaria si se enterasen de que «Estado Español» era la terminología usada por el régimen franquista para no hablar ni de «República» ni de «Reino de España».
Parte del problema que nos ha traído hasta aquí, es que durante décadas pronunciar la palabra “España” o usar los símbolos de la Nación española en según qué contextos era un pecado mortal. Para contrarrestar esta inercia, en este capítulo yo pronunciaré la palabra “España” 62 veces, y los términos “español, española y españoles” otras 54. Es la mejor terapia para espantar el horror patológico: España, española, españoles.
Pero todos ustedes habrán observado que España ha brotado con mucha fuerza en estas últimas elecciones, demostrando que es imposible negar su evidencia, que España existe y que se encuentra en el tejido cultural y social inscrita como Nación política desde 1812. Nadie puede negar que el partido Vox ha servido como revulsivo para que esto ocurriera, dado que su gran apuesta ideológica ha sido, precisamente, echar en cara al resto de partidos que no se estaba teniendo en cuenta a la Nación política.
Las élites periodísticas se encargaron inmediatamente de inscribir a este partido dentro de la extrema derecha, como si este partido tuviera algo que ver con Le Pen o con los neonazis racistas. Pero de poco sirven las explicaciones: estas etiquetas son tan fuertes que resulta muy difícil mantener al margen los prejuicios.
Ya es difícil distinguir a las izquierdas y a las derechas realmente existentes, históricas, de los mitos que las rodean, mitos que en este canal denunciamos constantemente cuando decimos “autoproclamadas izquierdas“ y ese tipo de cosas. Pero cuando nos enfrentamos al mito de la extrema derecha, ahí ya estamos en terreno duro de verdad: manda narices que muchos de los que participaron en la resistencia comunista contra Franco tengan ahora que aguantar que les llamen extrema derecha por defender a la Nación política, manda narices.
De poco sirve que uno aclare que Nación política española es la reunión de todos los españoles, sean blancos, negros, rojos o amarillos; cristianos, musulmanes, ateos, judíos o budistas; votantes del PP o del PSOE, de Podemos o de Vox; sean monárquicos o republicanos; demócratas o franquistas. La réplica habitual es: “Eso no te lo crees ni tú, facha de mierda”.
De nada sirve que expliques que la Nación política es un hallazgo de la izquierda liberal en España y que significa igualdad isonómica ante la ley. La réplica es: “Se nota tu tendencia política hacia el nacionalismo español”.
De nada sirve que expliques que un español no necesita ser nacionalista español porque ya es español. La réplica es: “El poso de tu pensamiento es el estancamiento, negarte al avance: si hubieras nacido en la época de Franco habrías defendido a Franco porque solo sabes defender el statu quo”.
Y estas réplicas, créanme que lo sentimos de corazón, se dicen siempre en nombre de unas presuntas izquierdas que interpretan a España como una «prisión de naciones». La prisión de unas naciones puras y cristalinas, con una cultura profunda y eterna como Cataluña, País Vasco y Galicia. ¡Señores, hay que arrodillarse! ¡Debemos rendirnos ante la evidencia! ¡La pérfida Castilla ha apresado a todos los pueblos que quieren vivir libremente en una Europa de los pueblos!
¿En serio esa supuesta Castilla, uno de los territorios más despoblados, desindustrializados y empobrecidos de España desde hace dos siglos, ha tenido el poder y la fuerza de sojuzgar a las regiones más ricas, pobladas e industrializadas de España?
¿Saben estos simpatizantes de los nacionalismos fraccionarios que la Europa de los pueblos a la que invocan fue, precisamente, el proyecto de la Alemania nazi?
Esto de dar cuartelillo a las naciones fraccionarias es la posición del Presidente del Gobierno electo, un Presidente que opina que España es, en efecto, una “Nación de naciones” y que debe darse expresión política a esas naciones históricamente oprimidas.
La idea de España
Muchos en campaña electoral han echado mano de ideas sustancialistas, como si España o Cataluña fueran esencias espirituales eternas, al puro estilo Peman. Pero ya saben ustedes que en este canal plantamos batalla a estas ideas sustancialistas y metafísicas: nada de una España eterna, pura y sagrada y, por supuesto, nada de una Cataluña eterna, pura y sagrada. Aquí hablamos de la realidad material y objetiva de la Nación política española y de la dialéctica de estados y de imperios.
La idea de España desde el Materialismo Filosófico, que es el que aquí practicamos, es una sustancia actualista, dado que su identidad cambia continuamente: España no tiene por qué estar en el corazón, sino en la razón política y es desde ahí desde donde nosotros defendemos a España y no desde un discurso espiritualista metafísico.
A día de hoy, la Nación política española existe y es reconocida por todas las naciones políticas del mundo y por todos los organismos supranacionales. Que nosotros sepamos, todavía no existe nada parecido a una nación política catalana. Así que nosotros seguiremos defendiendo a la Nación política española y lucharemos con uñas y dientes contra los privilegios que cierta cantidad de ciudadanos españoles, ciertas familias y ciertos grupos políticos, pretenden arrogarse para romper esa igualdad isonómica ante la ley.
Precisamente lo que a día de hoy no tienen las minorías nacionalistas en España es Derecho, Derecho en sentido positivo. Para obtenerlo, tendrán que demostrar que "pueden", es decir, que tienen el PODER para fundar y constituir DERECHO: eso es lo que llevan décadas buscando, por si alguno no se había dado cuenta. No es moco de pavo, lo han intentado de mil maneras posibles y todavía no lo han logrado, aunque cada vez están más cerca.
Pero que no se preocupen los simpatizantes del separatismo: con aliados como ellos que fundan el Derecho en una cuestión de “sentimiento” lo tendrán cada vez más fácil; con aliados como PSOE y Podemos que dicen que España es una “Nación de naciones” lo tendrán cada vez más fácil; con la connivencia de terceras potencias interesadas en una España fragmentada y debilitada, lo tendrán cada vez más fácil; con el apoyo de poderes globales y cosmopolitas interesados en hacer desaparecer a la Nación como instancia de decisión popular, lo tendrán cada vez más fácil.
Frente a esta situación, vuelvo a insistir, nosotros optamos por defender a la Nación política española, igual que un francés defendería a la Nación política francesa, un italiano a la italiana o un portugués a la portuguesa. Esta situación no es solo el resultado coyuntural de unas elecciones puntuales, sino la consecuencia de un proceso que viene de muy atrás y que plantea desde hace décadas la voladura de España como sujeto histórico. Lo peor de todo es que hay mucha gente que no tiene conciencia del peligro, así que no cabe esperar una reacción parecida a la de 1808.
Nos toca seguir observando, preparándonos para soportar toda clase de etiquetas y dispuestos a seguir combatiendo el panfilismo de aquellos que piensan que simplemente por opinar está ejerciendo un pensamiento crítico.