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Fortunata y Jacinta

Contra los feminismos acríticos: ética, moral y política

Forja 030 · 25 abril 2019 · 25.29

¡Qué m… de país!

Algo tiene la política que es capaz de romper amistades y hacer trizas relaciones familiares que parecían inatacables. Lo que sucede, en nuestra opinión, es que permitimos que las pasiones contaminen a las ideas políticas o peor aún, que confundimos la ética y la moral con la política y, claro, así resulta muy fácil proyectar una condena moral contra aquellos que piensan de modo diferente a nosotros.

Si yo estoy convencido de estar defendiendo el Bien, lógicamente pensaré que el que se me opone defiende el Mal y que merecerá por ello todo mi desprecio y la extinción. Por eso es importante sacar a las cuestiones éticas y morales (y por supuesto a las cuestiones políticas) de las categorías puramente psicológicas y subjetivas.

Como el tema de este capítulo es muy candente y encenderá graves polémicas, aclararé antes de nada que aquí no vamos a hablar de feminismo en un sentido doctrinal o histórico del movimiento, sino que atacaremos algunas de las excrecencias ideológicas que, a día de hoy, se generan en su entorno. Para ello, primero tendremos que abordar algunas cuestiones filosóficas importantes.

Ética, moral y política

Me atrevería a asegurar que, a menos que sea usted un psicópata, sus valores éticos y los míos son coincidentes: a ninguno nos gusta que se maten mujeres. Tampoco que se maten hombres, y mucho menos niños.

Podríamos definir la ética como el conjunto de normas que tienen por objeto salvaguardar la vida de los individuos, mientras que la moral tendría por objeto preservar la vida del grupo, esto es, la moral sería el conjunto de valores o de normas que ya son grupales, no individuales, que son aceptados por costumbre y que varían de unas culturas a otras.

A menudo, los valores éticos coinciden con los valores morales. Tanto usted como yo, Irene Montero, Carmen Calvo, Santiago Abascal, Andrea Levy o Pablo Casado entendemos que la vida de una mujer es un valor positivo y no un valor negativo (ética) y que el asesinato de cualquier mujer en cualquier circunstancia es moralmente reprobable (ahí entra la moral que siempre es grupal: las sociedades aztecas, por ejemplo, justificaban los sacrificios humanos, las nuestras no).

A veces las normas éticas y las normas morales entran en conflicto: sería el caso de ETA. Para Otegui, por ejemplo, la preservación de la vida humana también es un valor ético, pero dentro de su lucha política (lucha que en su momento fue armada), justificaba “moralmente” el asesinato y la extinción de ciertas vidas humanas (ahora han aprendido que el método del separatismo catalán es infinitamente más eficaz y de momento han dejado de matar. Su corrupción moral, al igual que la de los secesionistas catalanes, es ya de otro orden).

Gustavo Bueno puso como ejemplo de contradicción entre ética y moral la cuestión de los inmigrantes, muy de actualidad. Las normas éticas prescriben acoger, alimentar, dar alojo y preservar la vida de los inmigrantes. Sin embargo, desde la moral, que se aproxima más a la política, obliga a limitar al número de inmigrantes que puede acoger un país, porque si nos dejamos llevar por la ética entonces la economía española se hunde: la española, la sueca, la mexicana o la japonesa. Y gobernar se gobierna desde la política, no desde la ética. Aunque, desde luego, un gobernante no puede estar falto de ética.

Por otro lado, en nuestras sociedades occidentales entendemos que el asesinato de una mujer debe ser evitado en la medida de lo posible y que debe ser duramente castigado. Aquí entra ya la política.

Lo que intento dejar claro es que las diferencias que puede haber entre una Irene Montero (lideresa de Podemos) y un Santiago Abascal (líder de VOX), no son diferencias éticas ni morales: son diferencias políticas. Irene Montero sostiene desde el convencimiento o desde la mala fe, que sólo las políticas de “izquierdas” logran avances sociales, cosa que tal señora afirma desde el izquierdismo más fundamentalista y simplón, amén de maniqueo.

Desde este canal constatamos, sin embargo, que las sociedades se desarrollan y transforman de forma orgánica y no a golpe de martillazo de unas supuestas “derechas” depredadoras y de unas presuntas “izquierdas” angelicales que vienen a remediar lo que los otros deshicieron o al revés. Ni las izquierdas son el mal absoluto ni las derechas tampoco, como ni mucho menos son el bien per se. Esto debería ser de perogrullo, pero dada la dictadura del maniqueísmo en la que vivimos (tanto por culpa de los “hunos” como por culpa de los otros) hay que advertirlo.

Para dejar clara nuestra postura les diré que, a día de hoy, los objetivos, preocupaciones u opiniones políticas de Fortunata y Jacinta son dos: unidad territorial y defensa de la nación española, que quiere decir defensa de la nación como instancia de decisión política. Porque desde la Revolución Francesa, los individuos, en tanto que partes del todo social como ciudadanos, participan directamente de la soberanía nacional, y lo hacen al margen de su condición social.

Es decir, la nación española la conformamos el conjunto de todos los españoles y no es patrimonio de una familia ni de una casta política que cree tener más privilegios que los demás españoles porque se cree con “derecho a decidir” lo que sea España o deje de ser España. El derecho a decidir es un robo. Cataluña es tan mía como de los catalanes, de igual modo que Castilla y León es tan de los catalanes como mía.

Para resumir: Nación se opone a privilegio, porque Nación significa igualdad isonómica ante la ley. Nación, como soberana, es un hallazgo de la izquierda y no de la derecha, aunque después la posición de las distintas generaciones de izquierda (jacobina, liberal, anarquista, socialdemócrata, comunista...), sean muy diferentes ante esta idea de nación y nuestras izquierdas actuales sean, lamentablemente, antinación española y pro-nacionalismos fraccionarios.

Estas supuestas izquierdas hace ya mucho tiempo que perdieron el norte… el norte, el sur, el este y el oeste.

Según las opiniones políticas que acabamos de declarar, si Fortunata y Jacinta vivieran en México, podrían ser etiquetadas tanto de derechas como de izquierdas, porque las izquierdas en México son nacionalistas mexicanas. Si viviéramos en Italia, Portugal o Francia, estos objetivos políticos (unidad territorial y nación española) tampoco servirían para etiquetarnos, porque en estos países tanto las izquierdas como las derechas son patriotas. En España, sin embargo, quienes defendemos a la nación española somos generalmente clasificados desde las izquierdas como de extrema derecha, fascistas o franquistas. Y esto también se debe al maniqueísmo galopante que azota día sí y día también, desde los medios de comunicación, a las entendederas de los españoles.

“Que no entre aquí quien no sepa Geometría”

En este canal ya hemos explicado que todos somos filósofos, porque todos necesitamos interpretar el mundo para hacernos compatibles con él, con la realidad. De manera que no hay una sola filosofía, sino muchas. Para decirlo al modo aristotélico: filosofía se dice de muchas maneras. Sin embargo, hay algunas filosofías que han logrado sistematizarse, han conseguido superar la perspectiva personal y subjetiva (el filósofo que hay en mí), para alcanzar una perspectiva más amplia.

Este tipo de filósofos no se limitan a “opinar”, sino que crean sistemas de razonamiento, razonan de forma sistematizada. Una de esas sistematizaciones fue la que logró Platón, al que reconocemos como el padre de la Filosofía en sentido “académico”.

Pero ¡ojo!: no hay que confundir filosofía “académica” con filosofía universitaria. Filosofía “académica” viene de la Academia que fundó Platón y, a día de hoy, se encuentra en los antípodas de la filosofía que se imparte en las universidades de todo Occidente salvo honrosas excepciones.

Platón mandó inscribir en el frontispicio de su Academia el siguiente lema: “Que no entre aquí quien no sepa Geometría”. Lo explicamos brevemente: la tradición que inauguró Platón fue la de una filosofía en sentido “estricto” (en un sentido riguroso: una filosofía que tiene un proceder racionalista y crítico). Esta filosofía dialéctica inaugurada por Platón tenía dos objetivos principales que, de forma bochornosamente simplificada (perdónenos Platón), son estos: por un lado, atacar a las ideologías (la demagogia, los sofismas, los mitos oscurantistas, las supersticiones, los prejuicios, las indefiniciones, etc.) y por otro lado analizar las ideas. La tarea de la filosofía es el análisis de las ideas (identidad, esencia, causa, todo, parte, finito, infinito, democracia, libertad, paz, autodeterminación, cultura, nación, etc.)

La filosofía crítica es la que se realiza, por ejemplo, en los “Diálogos de Platón”. Ante un problema concreto Sócrates presenta una serie de alternativas posibles y va descartando “lógicamente” (como si fueran silogismos) las que llevan al interlocutor a contradicciones.

“Crítica” viene de “criba”: Sócrates va clasificando sistemáticamente todas las alternativas (ideas) y, tras clasificarlas y compararlas, descarta las que son contradictorias. Esta técnica de Sócrates se conoce como Mayéutica (que viene del oficio de las comadronas): la filosofía crítica ayuda a dar a luz a las ideas, a descartar las falacias argumentativas y a desvelar las ideologías (pensamientos adulterados y gremiales) que atraviesan los discursos de los políticos. Porque no olvidemos que Platón arremetía duramente contra los sofistas de la Polis griega, que hoy en día podríamos comparar con los “intelectuales”, a los que Gustavo Bueno señaló como “los nuevos impostores”. El proceder de estos filósofos, por tanto, es semejante al del geómetra, que razona sistemáticamente y no de forma subjetiva, emocional o acrítica.

Por tanto, cuando desde este canal invitamos a “los feministas acríticos a transformarse lo antes posible en geómetras y geómetros” estamos haciendo referencia a esta idea de Platón: eliminar, en la medida de lo posible, las pasiones y la mala fe de nuestros razonamientos, al igual que hace un geómetra o un matemático.

El caso del feminismo

Valga como aclaración previa que nosotros compartimos, evidentemente, las reivindicaciones del feminismo clásico (por simplificar: igualdad jurídica y civil entre hombres y mujeres) y que nos oponemos a la idea que expone Lina Gálvez en el artículo de eldiario.es, según la cual el problema está en que los partidos de derechas distorsionan, difaman y manipulan groseramente al movimiento feminista.

Querida Lina, el problema es algo más complicado. El movimiento feminista no es unitario ni teóricamente puro (nada lo es, tampoco lo fue el marxismo ni el cristianismo), sino que en nombre del feminismo se dicen y se hacen muchas cosas: algunas muy nobles, otras nefastas.

Es decir, el propio feminismo genera corrupciones internas, es normal. Lo que no es normal es que las voces de autoridad dentro del feminismo (si es que existen) callen, permitiendo que quienes denunciamos esas desviaciones seamos impunemente tachados de fachas y fascistas. Lo deseable, sano y productivo a nivel social, legislativo y político sería que estas voces de autoridad, si es que existen, fueran las primeras en denunciar públicamente las aberraciones ideológicas que se dicen en nombre del feminismo.

El argumento de eldiario.es es más o menos el siguiente: si los partidos de “derechas” denuncian el feminismo es porque mienten o bien porque lo que desean practicar de verdad (aunque no se atrevan a decirlo), son políticas en contra de las mujeres para perpetuar “la desigualdad y el corrupto sistema que provocan sus rebajas fiscales, los privilegios a los bancos y a las grandes empresas, las reformas laborales, etc.” Todo esto lo suelta Lina Gálvez y se queda tan ancha.

O sea, que si yo misma critico ciertos discursos que se dicen en nombre del feminismo es porque voy en contra de las mujeres, o porque soy una pobre ingenua que no me entero de la misa la media o porque soy de la extrema extrema derecha. Evidentemente, el argumento de Lina Gálvez es un argumento falaz.

En este canal no utilizamos la expresión “feminismos radicales”, sino “feminismos acríticos” y lo hacemos, repito, porque el feminismo no es un movimiento uniforme, cohesionado e históricamente lineal, sino que está atravesado por numerosas nebulosas ideológicas. Muchas personas han renunciado a un diagnóstico personal (“no estoy de acuerdo con ciertos feminismos”) por un prejuicio ideológico tras aparecer Vox en el escenario político (“Vox utiliza el mismo argumento que yo; se ha identificado a Vox como extrema derecha; yo no quiero tener nada que ver con Vox”). Eso es pensamiento acrítico.

El precio de hacer visibles ciertas corrupciones es muy alto: lo más suave que te pueden llamar es franquista y fascista; lo más duro, que te llamen sumisa, alienada e ignorante. Lo más lamentable, que te digan que con la crítica al feminismo una está alimentado a las fuerzas del mal (o sea, a las satánicas derechas). Ese tipo de comentarios son fruto de un pensamiento acrítico y lo más grave (insisto) es que las voces de autoridad que, desde el feminismo teórico (filosófico y político), deberían estar denunciando estas aberraciones ideológicas, callan. Y si callan, será por algo. O si callan, podría ser también porque el feminismo clásico al que yo aún respeto se ha disuelto, ha desaparecido.

Para evidenciar que la presencia de estos feminismos acríticos en nuestras sociedades no es, ni mucho menos, episódica o accidental, como trata de justificarse una y otra vez, quiero ponerles solo dos ejemplos: uno de ámbito popular y otro institucional.

El caso de Notre-Dame

Tras el incendio de Notre-Dame, una activista publicó un tuit en que venía a decir que ese edificio fue construido por hombres blancos, heteros, europeos y cristianos y que ni las mujeres ni los judíos ni los musulmanes ni los lgtbi debían, por tanto, lamentar su pérdida pues para ellos debía ser, más bien, un símbolo de opresión e intolerancia.

No recuerdo si en respuesta a este tuit o a otro, alguien dijo: “el destino es gilipollas: pudiéndose quemar La Almudena de Madrid, va y se quema Notre-Dame”. Estas son las nebulosas ideológicas a las que nos referimos: son muy graves y son recurrentes, para nada anecdóticas.

El tuit de esta chica alcanzó en pocas horas los 4.000 “me gusta” y otros tantos retuits. Para que se hagan ustedes una idea, un tuit de Fortunata y Jacinta puede alcanzar, con suerte, unos 100 “me gusta” en un día. Un tuit de Rosa Díez (la de UPyD) logra unos 500 “me gusta”; Inés Arrimadas entre 600 y 1.000; Con Pedro Sánchez hay mucha variación, pero la media es de unos 2.000; Un tuit de Gabriel Rufián publicado hace 9 horas tiene ya 9.000 “me gusta”; uno de Pablo Iglesias oscila también entre los 2.000 y los 3.000 “me gusta”; Uno de Santiago Abascal entre 1.500 y 2.500; Pablo Casado entre 500 y 1.500.

Hablamos de volumen aproximado de “me gusta” en un día y ahora recuerden la cifra de la luminaria de Notre-Dame: 4.000 “me gusta” en tres horas (los que haya alcanzado a día de hoy no quiero ni saberlo).

El caso de Podemos y Eh-Bildu

El Parlamento navarro aprobó hace un mes una propuesta de Podemos y Eh-Bildu para «reparar la memoria y la dignidad de las víctimas del mayor feminicidio institucional de toda la historia de la humanidad, en este caso a cargo de la Santa Inquisición».

La cosa, lógicamente, hacía referencia a las cazas de brujas de los siglos XVI y XVII que no tuvieron lugar en España (49 casos) pero sí en el resto de territorios europeos: 50.000 mujeres abrasadas vivas en puros linchamientos públicos, sin proceso legal ni “porquerías” de esas (risas).

No me voy a extender porque espero que hayan visto ustedes el capítulo de Fortunata dedicado a la Inquisición española. Solo quiero señalar que este es un ejemplo claro de vergonzoso oportunismo político sostenido desde un estado de opinión aceptado acríticamente: “la reaccionaria España y los curas cometieron el mayor feminicidio de la historia”.

Que un grupo de niñas bobas se disfracen de vacas lecheras para decir que ordeñar a las vacas es una práctica machista, me parece anecdótico. Que dos partidos políticos pagados con el dinero de todos los españoles, representados en nuestras instituciones y que cuentan con millones de votantes abanderen este tipo de acciones políticas es grave de narices y lo hacen en nombre del feminismo.

Esto por no hablar del escalofriante cinismo de HB-Bildu, responsable del asesinato a sangre fría de 900 personas, hombres, mujeres y niños, a quienes se ejecutó por el hecho de ser españoles y con el fin de crear terror social. Si hay que hablar de las fuerzas del mal, el mal está aquí. Si hay que hablar de ingenuidad, la ingenuidad está en quien no ve el descarado lavado de imagen que muchos de nuestros políticos y medios de comunicación están haciendo con los nacionalismos sectarios. Y si hay que hablar de genocidio hay que referirse a los asesinatos de ETA porque mataba a españoles por el mero hecho de serlos.

Conclusiones

La propaganda ha logrado establecer una relación instantánea entre la extrema derecha y defender la unidad territorial y a la nación española o denunciar a estos feminismos acríticos.

El problema de los feminismos acríticos es que están alineados con partidos que se autoproclaman de izquierdas pero que han perdido completamente el sentido político: son izquierdas ideológicas, no políticas, porque si de verdad nuestras izquierdas fueran políticas, otro gallo cantaría, sobre todo en relación a los separatismos, porque si bien las derechas se han comportado cobardemente al respecto, las autoproclamadas izquierdas del presente son cómplices de hecho y a cara descubierta.

Gustavo Bueno decía que una gota de agua puede parecer una cosa trivial a simple vista, pero que cuando uno la observa desde un microscopio es capaz de percibir su extraordinaria complejidad. Pues lo mismo sucede con España: el simplismo de explicarlo todo a partir de buenos y malos, izquierdas y derechas, progresistas y conservadores, seres angelicales y demonios fascistas nos sigue dejando atónitas.

Cada día, sin embargo, se extrema más este tipo de posturas: gane quien gane las próximas elecciones va a resultar nefasto porque la mitad de los españoles se sentirán amenazados, convencidos de estar gobernados por el demonio. Y a algunos, todo esto nos suena a algo… a algo muy turbio, muy feo y muy doloroso que tuvo lugar hace ya mucho tiempo. Algo de lo que parece que no hemos aprendido nada, entre otras cosas porque mucha gente no se ha enterado todavía de lo que entonces sucedió.

Y hasta aquí este capítulo de “¡Qué m… de país!”. Damos las gracias a nuestros mecenas y colaboradores y recuerda “Si no conoces a tu enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.



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