México no existía antes de Hernán Cortés
1ª respuesta a AMLO
Forja 027 · 28 marzo 2019 · 17.04
¡Qué m… de país!
Buenos días, sus Señorías, mi nombre es Fortunata y Jacinta, esto es “¡Qué m… de país!” y hoy les invitamos a transformar la “m” del título en la “a” de apaleamiento, porque esto de usar a España como chivo expiatorio de las miserias morales de medio mundo provoca ya un poco de risa, oiga.
Como todos ustedes sabrán, estas declaraciones de AMLO, actual presidente de los Estados Unidos Mexicanos, han generado una intensa polémica en redes sociales a ambos lados del océano. Recordemos que la demanda de AMLO consistía en conminar al rey de España y al Papa para que "se haga un relato de agravios y que se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conocen como derechos humanos; hubo matanzas, imposiciones... la llamada conquista se hizo con la espada y con la cruz".
Nada más enterarse de la noticia, Fortunata se puso hecha un monstruo, una furia, un dragón mitológico y se tomó cuatro cafés, preparándose para dar una respuesta contundente al señor Andrés Manuel López Obrador, más conocido como AMLO. Por suerte, la juiciosa Jacinta neutralizó la indignación de su socia, la mona de España, tragándose dos antiespasmódicos y tomando esta serenísima decisión: en vez de abordar tan complejo asunto de una sentada, abriremos una serie de capítulos para examinar con calma cada uno de los temas que atraviesan el caso AMLO y que, de forma sumaria, serían más o menos los siguientes:
1º. Nos encontramos, por supuesto, ante un rebrote intensísimo de Leyenda negra, que es una ideología política que se construyó contra España por poderosa y por católica y que no es casualidad que AMLO haya enviado una carta al rey de España y otra al Papa justo cuando México tiene la amenaza brutal del imperialismo protestante estadounidense atosigándole en la frontera. Esto demuestra que nos encontramos ante una estrategia descarada de distracción de la opinión pública, apelando al discurso victimista de pueblo originario oprimido, a ver si cuela la cosa y la ONU condena de una vez por todas a los españoles por crímenes contra la humanidad y nos convertimos todos los hispanos en muy anglos y en muy protestantes. “Hija de mi alma, pero qué ministra estás hecha: de haberlo sabido habría traído de San Ginés el trono de la Virgen del Rosario para que te sentaras”.
2º. En relación al indigenismo y a todo esto que comentamos de lo anglosajón y lo protestante tampoco habrá que olvidar quiénes son los grupos internacionales que apoyan y financian a estos movimientos, ni podremos pasar por alto las posiciones de poder que ciertos grupos evangélicos muy conservadores –esto es, sectas protestantes– van conquistando en los principales medios de comunicación mexicanos.
3º. También tenemos Pensamiento Alicia con todo ese empeño de AMLO de convertir el 2021 en el año de “la gran reconciliación”. Y, claro, ustedes dirán “¡Dios mío, y qué es eso del Pensamiento Alicia!”, bueno, pues es un tema realmente entretenido al que habremos de dedicar un capítulo completo, no se preocupen. “Seguro que la cosa va de profanidades y de tener la cabeza como un campanario, me lo veo venir”.
4º. Quedamos, entonces, en que tenemos Leyenda negra y Pensamiento Alicia, pero es que también se nos atraviesa el asunto de la dichosa Memoria Histórica y Cultural de México. AMLO, al igual que hacen nuestras autoproclamadas izquierdas, muestra una conducta propia de sociedades teocráticas o de gobiernos totalitarios al pretender manipular ideológicamente los materiales históricos para establecer, por Ley, una Historia oficial de México al margen de todo rigor científico y filosófico.
6º. Tampoco podremos desatender el contexto económico y geopolítico en que tienen lugar estas declaraciones de AMLO, o sy uso oportunista como elemento de distracción frente a la dura situación social que vive el país, y que arroja la escalofriante cifra de 2.853 homicidios dolosos solo durante el mes de febrero de 2019, el mes más violento de la historia reciente de México.
Tenemos por tanto: glorificación de la Independencia, mitificación del pasado indígena y desplazamiento continuo de la culpa hacia España, a quien se hace responsable de todos los males desde 1821.
Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, su pueblo atraviesa una situación dramática y no merece su infantilismo político. Sepa usted que los españoles bien nacidos, en nombre también de los mexicanos que nos escriben, le saldremos al paso cada vez que calumnie y denigre a España. Y no olvide, señor Presidente, que ustedes fueron tan españoles como los peninsulares, porque la Nueva España no era el Congo Belga, cosa que usted debería saber mejor que nadie, con esos apellidos tan españoles que gasta y con esa forma tan curiosa que tiene de escribir cartas a reyes y a Papas en español y no en nahuatl.
México no existía antes de Hernán Cortés
Por mucho que les pese a los ideólogos de la memoria histórica indigenista, México no existía antes de Cortés, con lo que toda identificación de aquellas comunidades nativas con los mexicanos actuales es anacrónica, torcida y anticientífica y es fruto de la mala fe y del oportunismo político.
Muchos mexicanos se identifican con un supuesto México originario, preexistente. Esta misma confusión se da constantemente cuando se dice, por ejemplo, que Cataluña fue invadida por los romanos en el siglo III AC. “Ay, sí, menudas flores echan algunos por la boca con esto de una Cataluña eterna y sagrada, menudas berzas”.
Quiéralo o no AMLO, el México actual se construyó sobre las estructuras políticas, económicas, jurídicas, urbanísticas y religiosas del Virreinato de la Nueva España. Así nos lo explica Iván Vélez, autor de estas dos obras fundamentales dedicadas a analizar desde un punto de vista histórico-filosófico, la figura de Hernán Cortés y su programa de Conquista: “Fueron esas instituciones, de origen peninsular, las que permitieron que en aquellas tierras, que incluían las islas Filipinas desde las que partía el Galeón de Manila, se constituyera una sociedad que asombró, por grado de desarrollo, a Humboldt. El México que se cimentó sobre el virreinato, y que en modo alguno fue restauración de la realidad precortesiana, constituye hoy el centro de gravedad de la Hispanidad”.
Porque hay que decirlo bien alto y claro: México siempre fue y sigue siendo la nación más pujante de la Hispanidad y a aquellos que nos escriben diciendo que se sienten más latinos que hispanos porque sienten más afinidad con un canadiense francófono que con un colombiano _siempre con el mantra del sentimiento, hay que ver_, hay que responderles con contundencia que Hispanidad no es españolidad y que en modo alguno pone en peligro a la mexicanidad. Todo lo contrario: la protege y ampara, porque precisamente, lo que hace la Hispanidad es respetar y REFORZAR los elementos autóctonos diferenciales (distinguir sin separar para unir sin confundir). Ahora mismo la idea de Hispanidad es la única capaz de plantarle cara a otros modelos culturales hegemónicos (anglosajón y protestante, por ejemplo), modelos que practican una política económica y cultural imperialista. En nombre del multiculturalismo y del individualismo subjetivista, estas potencias extranjeras practican estrategias subrepticias de fragmentación, alentando el extravío identitario y aprovechando las “fallas estructurales” de los Estados para debilitarlos. Y esto, señores que se sienten antes latinos que hispanos, no es un discurso construido ad hoc por los españolitos para volver a conquistar Hispanoamérica, esto es la realidad de la política desde que el mundo es mundo: la dialéctica de Estados.
Por mucho que se resistan estos adláteres del indigenismo negrolegendario, desde el punto de vista formal, material y objetivo México no es hijo del Imperio azteca, imperio que tenía sojuzgados a otras comunidades indígenas. México es hijo del Virreinato de la Nueva España, fundada por Hernán Cortés sobre la base de instituciones precolombinas.
Y aquí tocamos el hueso duro de la polémica: Hernán Cortés, ese gran demonio, la encarnación del mal.
Ismael Carvallo Robledo –nacido en Alemania en 1974 pero mexicano de padre y madre– nos advierte en el prólogo a la edición mexicana de El mito de Cortés de Iván Vélez: “Presentar a Hernán Cortés como la gran maldición de México y como el error más atroz que pudo darse en la historia universal, no puede sostenerse desde el escrutinio historiográfico más riguroso”.
Recordemos que John Elliott, el famoso historiador e hispanista británico, dedicó la totalidad de su vida académica a la historia universal de España tras percatarse de que no había ninguna estatua en México dedicada a Hernán Cortés. Y se dirá: “claro, porque no se lo merece, porque él fue el responsable del aplastamiento de las civilizaciones prehispánicas.
Y sigue diciéndonos Ismael Carvallo: “Falta en la Avenida Reforma de Ciudad de México la estatua a Hernán Cortés: están el monumento a Colón, a Cuauhtémoc, a la Independencia y la Diana cazadora, pero falta el monumento al personaje principal y primer responsable político, al estrategos de la construcción histórica de la nación política e independiente y soberana que entonces ya era México”.
Imaginémonos ahora que yo, que parece ser que porto un 80% de ADN íbero, me empeñara en condenar a los italianos actuales por haber romanizado sus antepasados a la Península Ibérica y que exigiera la demolición de todo rasgo de la Hispania Romana. “Mujer, pues a fuerza de meditaciones alguno iría rápidamente a meterle un pepinazo al Acueducto de Segovia en tu nombre”.
“No se puede condenar a Cortés por haber sido el Conquistador de México por dos razones. En primer lugar, porque entonces México no existía. En segundo lugar porque, so pena de perder la consistencia crítica, habría que condenar a todos los conquistadores que han sido y serán: a Alejandro Magno, a Julio César, a Lisandro, a Napoleón, a Bolívar, a Fidel Castro, a Obama (…), lo que nos obligaría a borrar la historia universal de la política”.
Cortés no fue únicamente un hombre armado con la espada y la cruz: “su despliegue por la América en la que quiso morir puso las bases de lo que hoy une a cientos de millones de hombres de ambos hemisferios. Todo el odio contra España se concentra en la conquista, que duró unos 60 años, olvidando lo que vino después: acabar con la encomienda y buscar el aterrizaje de las instituciones”. Cortes tuvo que ordenar un mundo dificilísimo y logró crear una sociedad política nueva, que se mantendría durante siglos y que despertaría las envidias de las potencias extranjeras hasta que, por fin, lograron echar su zarpa sobre ella, “arrebatando, por cierto, al recién independizado México la mitad de su territorio”. Fue Hernán Cortés el que fijó el canon conquistador mirándose en Alejandro Magno, al que conocía perfectamente, porque Cortés no era esa suerte de criatura zafia e inculta que nos ha transmitido la Leyenda.
550 españoles no puedes hacer caer un imperio si ese imperio no tiene ya unas contradicciones internas evidentes y urge acabar con la idea de que los españoles llegaron a América para acabar con una Arcadia feliz. No existía tal Arcadia feliz y tan falsa y peligrosa es la idea del buen salvaje como el discurso que trata al indio en abstracto, metiendo en un mismo grupo a todos los indígenas, un colectivo mitificado, ajeno a las dialécticas propias de su realidad, de sus contradicciones y conflictos internos.
Tras el Congreso de Chilpancingo (1813) se proclama la declaración de Independencia que conectaba directamente con el Imperio azteca tratando de borrar del mapa 300 años de Virreinato. Y aquí se produce una tergiversación aberrante de la idea de “nación” al atribuir categorías políticas a los términos de nación étnica. Por eso es importante enfocar estos asuntos desde la filosofía, porque hay que distinguir entre nación biológica, nación étnica, nación histórica y nación política, esta última solo posible tras el efecto de holización de la Revolución francesa. Es decir, las naciones indígenas prehispánicas eran naciones en un sentido étnico, no en un sentido político, no eran naciones políticas ni mucho menos una nación política unificada, del mismo modo que los llamados pueblos íberos y celtas peninsulares eran naciones étnicas y no naciones políticas, ¿entendido?
Con el auge del estructuralismo francés, y el etnologismo a partir de mayo del 68, la acción de España en América es vista, sin más, como un “etnicidio” y tanto la literatura divulgativa como nuestros sistemas educativos vuelcan esta versión en la opinión pública española e hispanoamericana.
El discurso de AMLO es un depósito de tópicos con la consabida promesa de redención. Ellos, abanderados de los derechos humanos, no se dan cuenta de que fue precisamente en la Escuela de Salamanca del siglo XVI donde se prefiguraron para lograr la integración de pleno derecho de las comunidades indígenas en el ordenamiento institucional del Imperio español. También olvidan contar que gran parte de esos derechos se disolvieron tras las independencias. Si de verdad estas personas tan poderosas, estos sujetos de tanta autoridad, se quieren poner a redimir, más les vale incorporar la realidad histórica y asumirla.
Antes de impactarnos como una bofetada este asunto tan desagradable de AMLO, Fortunata y Jacinta se encontraban preparando un capítulo fundamental: ¿Qué es España? Así que retomaremos el trabajo enseguida no sin antes gritar bien alto y fuerte desde nuestra amada meseta castellana ¡que viva México! ¡Que vivan los mexicanos! ¡Y que viva la Hispanidad! ¡Coño, ya está bien de tanta tontería, hombre mujer!
Y hasta aquí este capítulo de “¡Qué m… de país!”. Agradecemos el apoyo de todos nuestros mecenas y colaboradores e invitamos a unirse a todos los que quieran ayudarnos en el sostenimiento económico de este proyecto. Nos vemos en el próximo capítulo y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.