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Fortunata y Jacinta

Leyenda negra España y Rusia: Imperio, imperialismo, imperiofobia

Forja 004 · 2 octubre 2018 · 5:57

¡Qué m… de país!

¡Buenos días sus Señorías! Mi nombre es Fortunata y Jacinta y aquí comienza un nuevo programa de “¡Qué m… de país!”. En capítulos anteriores vimos cómo Bakunin el anarquista, tildaba de ‘Quijote’ a Nicolás I, emperador y autócrata de todas las Rusias, y explicábamos, además, que tanto España como Rusia han sido históricamente pueblos periféricos, fronterizos y mezclados, condición que les ha dotado de una particular geopolítica y también de muy mala prensa.

Hoy abordaremos la faceta imperial de España y Rusia: ¡Imperio!, esa cosa que tanto rechazo suscita en nuestras mentes analfabetas. Porque reconozcámoslo, sus Señorías, en general no tenemos ni puñetera idea de historia. Pero no se ofendan tan pronto porque resulta que Homo sapiens ha sido capaz de desarrollar comportamientos extraordinariamente complejos como hacer películas o jugar a videojuegos sin tener ni idea de historia o sin comprender, qué sé yo, las causas físicas de los fenómenos naturales, por ejemplo, el ‘principio de exclusión de Pauli’, esta cosa de los fermiones y los números cuánticos. El problema más grave, a mi juicio, es que el desconocimiento de la historia nos hace peligrosamente adictos a las ideologías.

Nuestro rechazo espontáneo a la idea de imperio tiene que ver con esto y también con el hecho de que nuestra subjetividad está modelada por instituciones tan poderosas como ‘La guerra de las Galaxias’, esa saga tan fecunda gobernada hoy día por la tiránica tecnología CGI.

Pues bien, con ‘La guerra de las Galaxias’ nos queda claro que, desprovistos de los guardianes Jedi para salvaguardar los valores de paz y justicia de la República Galáctica, Sidious, el señor oscuro de los Sith, logra poner fin a mil años de democracia e instala la regla absoluta de sí mismo como Emperador Galáctico. Y, claro, desde nuestras mentes rabiosamente culturizadas, semantizadas y subjetivadas por la ideología del fundamentalismo democrático, entendemos que la democracia ha de ser el fundamento de toda sociedad política y que más allá de la democracia, solo puede existir el Mal (se entendería así a la democracia como una forma de gobierno perfecta e incorruptible).

¡Ay, si Aristóteles levantara la cabeza!¡Con las pestes que echaba contra la democracia! Pero a lo que íbamos: estábamos hablando de España y Rusia y de la cosa de los imperios. Lo primero que hay que señalar es que no se puede confundir imperio con imperialismo, porque este último es un término mucho más moderno –enunciado por primera vez en 1902 por Hobson, pero muy implantado ya a partir del libro de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo. Lo más importante es que el término ‘imperialismo’ trae aparejado un juicio moral: ‘conquista, bandidaje, robo y reparto supremacista del mundo’, escribió Lenin refiriéndose al comportamiento de las potencias europeas durante el siglo XIX.

Cuando uno dice: “La política exterior de EEUU es imperialista”, lo que está diciendo es que no le mola una mierda la política exterior de EEUU porque le parece depredadora, invasiva, ofensiva y descarada. Desde Europa, además, tenemos generalmente asumido que dicha política exterior se ejerce de forma monolítica por grupos de presión minoritarios y sin que medie debate alguno, o sea, algo así como que el Imperio gobierna el mundo a golpe de puñetazo sobre la mesa.

Si nosotros dijéramos, entonces, que el Imperio romano, el mongol, el español o el Califato Omeya del siglo VIII practicaban una política imperialista, incurriríamos en un anacronismo feroz porque no encajaría conceptualmente en el contexto histórico al que nos referimos. Y algunos exaltados dirán: “¿Pues entonces cómo hay que llamarla? ¡De imperio imperialista!”. Bueno, pues no: de imperio, imperial.

Y hasta aquí este cuarto capítulo de ¡Qué m… de país! Les esperamos en el próximo y recuerda: “Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.

 



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