El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 210 · enero-marzo 2025 · página 17
Artículos

Una mirada al conflicto Cuba

Olaf Domínguez Prada

Estados Unidos: dialéctica de clases, Estados e Imperios

Resumen
bandera

Durante más de seis décadas Cuba y Estados Unidos han protagonizado un enfrentamiento permanente que no parece tener fin. Aprovechando las enseñanzas del materialismo filosófico damos un breve repaso a la historia del conflicto en lo que concierne a la dialéctica de clases, estados e imperios. Vemos como una nación pequeña –Cuba– enfrenta el poderío de un Imperio –Estados Unidos– en el contexto de la Guerra Fría, y como, la dialéctica de clases en principio cubana toma cuerpo dentro de Estados Unidos para influir en la política exterior de este hacia la isla caribeña. En última instancia nos resulta imposible desligar la dialéctica de clases de la dialéctica de estados o imperios, es decir, la fuerza económica y militar.

Presentación

En este artículo abordo algunos aspectos de la historia contemporánea de Cuba y los Estados Unidos en lo que respecta a uno de los fundamentos de la teoría política del materialismo filosófico: la dialéctica de clases, estados e imperios. Me gustaría primero aclarar que dadas mis limitaciones en la materia, ya sea la historia o la filosofía, no pretendo ser exhaustivo, y por lo tanto, corro el peligro de ofrecer una exposición poco acabada del asunto. Considerando, sin embargo, que el diferendo Cuba-Estados Unidos entraña un caso muy peculiar de la política internacional quizás sirva este artículo como pie forzado para que personas más capaces expandan, rectifiquen o, dada la oportunidad, trituren mis planteamientos, lo que concuerda plenamente con los objetivos de esta revista como medio de exposición de las ideas del materialismo filosófico.

El marco de la dialéctica de estados e imperios

Al hablar de historia contemporánea de Cuba obligatoriamente tenemos que situarnos ante la Revolución cubana y la Guerra Fría entre el bloque liderado por Estados Unidos y el bloque liderado por la Unión Soviética, o sea el enfrentamiento entre los dos imperios dominantes durante el siglo XX. Cuba, que formó parte de los planes de expansión estadounidenses en el siglo XIX, cuando todavía pertenecía al moribundo imperio español, se había convertido, llegada su independencia de las manos (las armas) del poderoso vecino del Norte, en una república incapaz de ejercer su soberanía a plenitud, por mucho que para la década de los 1950s, y en el marco de la nueva coyuntura global y el consecuente trato hacia Iberoamérica, el gobierno de Washington se pusiera límites a la hora de medrar descaradamente en los asuntos internos de la Isla. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 que encabezó Fulgencio Batista, otrora apadrinado del embajador estadounidense en La Habana, la administración de Harry Truman, asegurándose prudencialmente de que el golpe no había causado gran malestar en el resto de naciones de América, tardó 17 días en reconocer al gobierno del general Batista.{1}

No quiere decir lo anterior que el embajador de Estados Unidos en La Habana no fuera visitante asiduo del Palacio Presidencial ni que gobierno batistiano, al fijar su política nacional e internacional, no tuviera en cuenta los intereses estadounidenses, más allá de alguna que otra venta de azúcar a la Unión Soviética con el visto bueno (confidencial) del Departamento de Estado norteamericano.{2} En 1953 el régimen ilegalizó al Partido Socialista Popular (comunista), en su momento aliado circunstancial de Batista en el gobierno de 1940 a 1944; participante activo, sobre todo a través de los sindicatos, en la vida política del país, y crítico con el movimiento de Fidel Castro tras el asalto por parte de este y unas decenas de jóvenes al cuartel Moncada de Santiago de Cuba el 26 de julio de 1953.{3} Si bien se puede argumentar que la ilegalización de los comunistas conllevaba razones internas en medio de una dictadura represiva, resulta imposible descartar la connivencia con los Estados Unidos, pues, como era habitual, de inmediato el embajador de Cuba ante el gobierno estadounidense se presentó en el Departamento de Estado a otorgar su reporte:

El Embajador [Aurelio Concheso] dijo que la nueva Ley de Orden Público establecía control de las actividades comunistas en Cuba. (El Embajador mencionó “la tercera oración”) de esta Ley. [...] que contiene enunciados que convierten la propaganda de varios tipos visible o encubierta, incluyendo la comunista, en ilegal). El Embajador añadió que el gobierno de Cuba planea presentar una resolución para el control de las actividades comunistas en la Décima Conferencia Interamericana que tomará lugar en Caracas en 1954.{4} (mi traducción)

En mayo de 1955 se funda el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), que compartía información pertinente con Washington sobre actividades subversivas que pudieran afectar a los Estados Unidos. Al mismo tiempo el gobierno cubano recibía ayuda militar tanto en equipamiento como en entrenamiento en medio de la estrategia de guerra contra el bando soviético, ayuda que el ejército utilizaría en su lucha contra los guerrilleros, y razón que Fidel Castro cita en una carta a su ayudante Celia Sánchez –meses antes del triunfo contra Batista– para embarcarse en una futura guerra contra los Estados Unidos:

Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero.{5}

A partir del 1 de enero de 1959 Cuba pasa en apenas dos años de ser un aliado de Estados Unidos a convertirse en socio militar y económico del principal enemigo de estos: la Unión Soviética. Pero esta vez ya no podemos hablar de un estado aliado menor como en tiempos de Batista, pues el país caribeño jugó un papel más importante en el concierto internacional, hasta el punto de poner al mundo al borde de una guerra nuclear en 1962 tras el despliegue de armas nucleares soviéticas en la Isla. Sin dudas la Unión Soviética empleó a Cuba como una de sus piezas dentro de su estrategia imperial, tanto de expansión como de contención de las acciones estadounidenses. Nótese que la resolución de la Crisis de los Misiles llega tras una negociación entre soviéticos y norteamericanos, excluyendo a los cubanos. En palabras del premier soviético Nikita Krushchev esto había dejado “una marca, aunque apenas visible, entre nuestros estados (Cuba y la Unión Soviética)”, mientras, a través de la misma carta, invitaba a Fidel Castro a viajar a la URSS.{6} Documentos de entonces dejan claro que ante todo los soviéticos anteponían sus intereses a cualquier otra motivación, llegando a considerar a los cubanos como “aliados no confiables” a quien se ayudaría con armamento para que “respondieran por sus propias acciones”, y dando como señal de victoria diplomática haber “llevado a los Estados Unidos a reconocer que (la URSS) también tenía intereses en el hemisferio occidental.{7}

Más allá del conflicto particular entre los imperios, Cuba también jugó sus cartas en contra de los Estados Unidos (aunque hubo ciertamente intentos de llegar a un arreglo{8} {9}. Los revolucionarios cubanos diseñaron su propia política expansiva, ideológicamente basada en el internacionalismo proletario:  colaboración con guerrillas y gobiernos marxistas en Hispanoamérica y África; y envío de soldados y colaboradores solidarios a Argelia, Angola, Etiopía, Granada, etc, etc, todo lo cual sirvió para fortalecer la capa cortical, o sea, la fuerza diplomática al agenciarse amigos dispuestos, por ejemplo, a votar a favor de Cuba en la ONU y la fuerza militar al preparar al ejército para una guerra armada  directa con los Estados Unidos. Según estimados del Pentágono una invasión del territorio cubano en 1962 podía causar 18500 bajas en 10 días,{10} lo cual es lógico pensar que se incrementaría en años posteriores a medida que los cubanos adquirían experiencia en el campo de batalla y se organizaba la estrategia de guerra de todo el pueblo. Todo esto ha conducido, si no a la confrontación bélica, sí a un enfrentamiento que dura ya 65 años y no parece tener fin, a pesar de la desaparición de la Unión Soviética y el restablecimiento de relaciones diplomáticas durante la presidencias en sus respectivos países de Barak Obama y Raúl Castro: hoy la guerra económica –el Embargo o Bloqueo, según desde el punto de vista que se mire– está recrudecida y la situación en Cuba se torna catastrófica, tal cual proponían los planes iniciales:

[...] todo medio posible debe ser puesto en efecto pronto para debilitar la vida económica de Cuba. Si dicha política es adoptada, debe ser el resultado de una decisión que determine una línea de acción que, de una forma astuta y soterrada en cuanto sea posible, profundice en la negación de dinero a Cuba, para disminuir el salario real, provocar hambre y desesperación, y el derrocamiento del gobierno.{11} (mi traducción)

El marco de la dialéctica de clases

Si el ataque a la capa basal del estado cubano y el empleo de los organismos de inteligencia (y el terrorismo) como poderes corticales en el intento de Estados Unidos de revertir el curso de la Revolución cubana y devolver la Isla al redil de Washington ya convierten el caso que nos concierne en un caso excepcional de la dialéctica de estados, resulta que al escudriñar un poco más encontramos un caso muy especial de la dialéctica de clases, pues se hace imposible desligar esta de la dialéctica de estados. Un aspecto que se ha mantenido en el discurso cubano hasta hoy es la necesidad del socialismo para la consecución y mantenimiento de la  independencia y soberanía nacional, algo que según el agente soviético Akeksandr Alekseev ya le manifestara personalmente Ernesto Che Guevara en 1959:

No hay otro camino (hacia la independencia) que la construcción de una sociedad socialista y la amistad con el campo socialista.{12}

El radicalismo de la Revolución cubana alcanzó niveles máximos en términos de nacionalización de los medios de producción, incluyendo todas las empresas norteamericanas, socialización de prácticamente todas las esferas económicas y culturales del país, así como monopolización del poder político por el Partido Comunista, siendo sus principales víctimas nacionales, como era de esperarse en una revolución marxista, la burguesía, los profesionales mejor pagados (arquitectos, médicos), los terratenientes, etc. Estados Unidos se constituyó en el refugio lógico de todos aquellos que decidieron abandonar la Isla ante el avance comunista, a los cuales siempre utilizó en el intento de derribar la Revolución por cualquier vía, ya fuese armada como la invasión de Bahía de Cochinos,o menos frontal, como la Ley de Ajuste Cubano que regula el estatus migratorio favorable hacia los inmigrantes cubanos. Según un documento oficial de la oficina de contraloría estadounidense fechado en 1972, cerca de 611,000 cubanos habían entrado ya en territorio estadounidense desde el triunfo revolucionario, de los cuales más de 400 mil se había registrado en el programa de refugiados, a través del cual 90 mil recibirían aquel año 1972 ayuda por un monto de 107 millones de dólares (un equivalente aproximado de 805 millones de dólares actuales tomando en cuenta la inflación).{13} Aquí ya vemos un primer aspecto particular de la dialéctica de clases: una clase perdedora y expulsada de un Estado se alía con un imperio solidario en un intento por volver y recuperar el poder perdido (o por lo menos, hacerle la vida imposible a su enemigo).

Ahora, si bien no creo que haya nada nuevo en lo anterior, pues, por ejemplo, ya la Unión Soviética le había servido de refugio a los comunistas españoles tras la Guerra Civil Española, lo que sí termina siendo algo casi exclusivo de este caso es la incorporación a través del tiempo de los exiliados cubanos, incluyendo sus descendientes, a la dialéctica de clases en Estados Unidos y el poder que ejercen sobre la política exterior del país con respecto a Cuba. Tres representantes y un senador floridanos, todos republicanos, llevan al Congreso el anticomunismo, o el anti-todo-lo-que-se-parezca-al-comunismo (tanto real como ficticiamente), como bandera. Quizás la victoria más sonada en este sentido del llamado exilio cubano sea la codificación del embargo en la ley Helms-Burton, firmada por el presidente Bill Clinton, tras el derribo por cazas cubanos de dos avionetas  de la organización anticastrista Hermanos al Rescate que había pasado de rescatar balseros en el Estrecho de Florida a incursionar con sus aeronaves en territorio cubano. Si ya la nacionalización de las empresas norteamericanas había entrelazado la dialéctica de clases con la dialéctica de estados, la Helms-Burton convierte en ley las condiciones para el levantamiento del Embargo, el diseño desde Washington del modelo político y económico de una Cuba futura: democracia representativa, respeto a la propiedad privada y mercado libre.{14}

Claro que se pueden plantear dudas sobre el verdadero poder del exilio cubano y las intenciones reales de Washington. No podemos olvidar aquello del patio trasero: el imperio hace lo que le conviene al imperio. Podríamos especular que el hecho de que el gobierno de Joe Biden haya mantenido las medidas de Trump bien podría apuntar en esta dirección: en la nueva Guerra Fría que enfrenta a Estados Unidos con China no hay espacio para una Cuba tránsfuga a 90 millas de las costas de Estados Unidos, una repetición de lo ocurrido en la era soviética.

Modulaciones teóricas

Como se sabe, Gustavo Bueno pensó en contra del marxismo en lo que se refiere a la existencia de una clase universal como el proletariado, que Marx y Engels exponían en aquella célebre frase de El Manifiesto Comunista: Proletarios de todos los países, uníos. Recuérdese que Bueno desmontaba tal posibilidad citando la alineación de los proletarios europeos con sus respectivos estados durante la Primera Guerra Mundial, que enfrentó a muerte a obreros alemanes contra obreros franceses, por ejemplo. Ahora, cuando repasamos lo sucedido en el caso que nos ocupa en este artículo, vemos cómo efectivamente la lucha de clases se internacionaliza, pero tanto de un lado como del otro, vinculada o subordinada al accionar de un imperio, ya sea el estadounidense o haya sido el soviético. Sus razones tendría el Che para creer que la independencia de Cuba pasaba por su vinculación al campo socialista o imperio soviético (¿acaso el control por parte del estado de los medios de producción, la distancia física entre La Habana y Moscú, concepciones erróneas que quizás no le permitían ver el carácter imperial de la URSS, o el mismo voluntarismo/idealismo que lo llevó a su muerte?), pero lo cierto es que el guerrillero argentino había presenciado en Guatemala cómo los intereses norteamericanos, es decir, la extensión de la capa basal de Estados Unidos a otros países mediante compañías como la United Fruit Company hacían converger los intereses de las clases reaccionarias nacionales e imperiales. No solo se hacía necesario acabar con los burgueses y terratenientes cubanos, sino que había que buscar el abrigo de un imperio para resistir los embates de la guerra contra Estados Unidos. La reticencia de los comunistas cubanos a una apertura a la China tiene sus bases en esta idea: las clases altas cubanas siempre han sido y serán un aliado potencial de los Estados Unidos, el imperio burgués y capitalista por excelencia, que como líder de la globalización, es decir, la extensión global de su imperio, pretendió convertir a la burguesía en la clase universal, cuya posibilidad yace implícita no ya aquella célebre frase de Marx y Engels sino en el texto de El Manifiesto Comunista: el proletariado se desarrolla, en potencia, como clase universal de forma antitética a la universalidad burguesa. El carácter imperialista de la sociedad burguesa luego lo analizó Lenin, que concluyó que el triunfo del socialismo pasaba por la toma del poder por parte de los comunistas en los más potentes estados europeos, un fracaso. Stalin, dándole en la práctica la vuelta de revés a Marx, crea el Telón de Acero, o sea el imperio soviético, desde el cual, con la fuerza de las armas, impone el socialismo. En otras palabras: antes de hablar del carácter imperialista de la sociedad burguesa deberíamos hablar del carácter burgués del imperio británico o el imperio estadounidense, y el carácter socialista del imperio soviético. Paradójicamente son los comunistas chinos quienes han creado una burguesía nacional, y un capitalismo, que con el empuje del estado chino, planta resistencia a la universalización burguesa norteamericana, mientras en Estados Unidos se acepta que el imperio ha tocado sus límites y el enfrentamiento con China está servido.

Conclusión

El antagonismo entre Estados Unidos y Cuba de los últimos 65 años nos brinda una oportunidad única para explorar aspectos centrales a la teoría política del materialismo filosófico: la dialéctica de clases, estados e imperios. Por un lado se observa como el imperio –Estados Unidos– busca imponer su potencia sobre el pequeño estado vecino –Cuba–, que se rebela, lucha y, a la vez, sufre las consecuencias de su porfía. Por otro lado vemos como la clase perdedora en la Revolución cubana se incorpora a los procesos políticos internos de los Estados Unidos, en los que el enfrentamiento contra el comunismo juega un papel primario. En última instancia  las palabras de Ernesto Che Guevara y el establecimiento de la ley Helms-Burton parecen demostrar que la dialéctica de clases en este caso constituye un elemento de la estrategia de lucha subordinada a la dialéctica de estados o imperios. La potencialidad de una clase va ligada a la potencia del estado, o en última instancia el imperio, en tanto no solo permite el dominio interno, sino la resistencia y la implantación externa.

——

{1} Foreign Relations of the United States, 1952–1954, The American Republics, Volume IV: Memorandum by the Secretary of State to the President secret [Washington,] March 24, 1952. history.state.gov

{2} Foreign Relations of the United States, 1952–1954, The American Republics, Volume IV: Position Paper Prepared in the Department of State, confidential [Washington,] July 15, 1952.A Recommended Position in the Event That Cuba Should Request The Department’s View on the Sale of Sugar Behind the Iron-Curtain. history.state.gov

{3} Central Intelligence Agency:, International communists trends and patterns, págs 4-6. cia.gov

{4} Foreign Relations of the United States, 1952–1954, The American Republics, Volume IV: Memorandum of Conversation, by John L. Topping of the Office of Middle American Affairs confidential [Washington,] September 1, 1953. history.state.gov

{5} Fidel Castro Carta a Celia Sánchez en: Una Carta que marcó la historia, fidelcastro.cu

{6} Nikita Krushchev Letter to Fidel Castro Enero 31, 1963 nsarchive.gwu.edu

{7} The Malin Notes: Glimpses inside the Kremlin during the Cuban Missile Crisis. Protocol 71 Cold War International History Project Bulletin, Issues 17/18 p. 311 Wilson Center

{8} Foreign Relations of the United States, 1961–1963, Volume X, Cuba, January 1961–September 1962: Memorandum From the Presidentʼs Assistant Special Counsel (Goodwin) to President Kennedy, Subject: Conversation with Comandante Ernesto Guevara of Cuba Washington, August 22, 1961. history.state.gov

{9} Fidel Castro, Verbal Message given to Miss Lisa Howard of ABC News on February 12, 1964 in Havana, Cuba to president Lyndon B. Johnson National Security Archives. nsarchive.gwu.edu

{10} Maxwell D. Taylor. The Joint Chiefs of Staff. Evaluation of the effect on US operational plans of Soviet army equipment introduced into Cuba. Memorandum for the President. November 2, 1962

{11} Foreign Relations of the United States, 1958–1960, Cuba, Volume VI: Memorandum From the Deputy Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Mallory) to the Assistant Secretary of State for Inter-American Affairs (Rubottom), Department of State, Central Files, 737.00/4–660. Secret. Washington, April 6, 1960. history.state.gov

{12} Entrevista a Aleksandr Akexseev. Febrero 16, 1994. En One Hell of a Gamble: Krushchev, Castro, Kennedy 1958-1964 por Aleksandr Fursenko y Timothy Naftali, W. W. Norton & Company, New York 1997

{13} John D. Heller: Carta a John D. Twiname, Administrator Social and Rehabilitation Service Department of Health, Education, and Welfare. UNITED STATES GENERAL ACCOUNTING OFFICE, March 2'2, 1972 archive.gao.gov

{14} Cuban Liberty and Democratic Solidarity (Libertad) Act of 1996 (Helms–Burton Act) govinfo.gov


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