El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 209 · octubre-diciembre 2024 · página 2
Artículos

Sobre la dimensión histórico-social de los problemas psicológicos

José Arturo Herrera Melo

Un análisis desde la Teoría del cierre categorial y la figura del individuo flotante


motivo

Resumen: Este trabajo explora la condición de la psicología desde la Teoría del Cierre Categorial, argumentando que los fenómenos psicológicos son entidades interactivas que se desarrollan en contextos histórico-sociales específicos. Se critica el enfoque biomédico en psiquiatría y psicología por su tendencia a transformar entidades interactivas en entidades naturales como trastornos o enfermedades, creando así una apariencia falaz. Se examina cómo, en la sociedad contemporánea, el individuo flotante y los problemas psicológicos se intensifican por la influencia de la posmodernidad y el proyecto de globalización económica. Se subraya la importancia de mantener un equilibrio dinámico entre causalidad e indeterminación, así como un conjunto coherente de arquetipos normativos duraderos en el tiempo, para prevenir problemas psicológicos en un entorno caracterizado por cambios vertiginosos y presiones sociales intensas.


1. Filosofía de la ciencia: aproximación a la Teoría del Cierre Categorial

En el ámbito de las discusiones académicas sobre ciencia, es común que se clausuren debates que en realidad demandarían un análisis más profundo y sistemático. Frecuentemente, una disciplina es concebida como científica sin una consideración adecuada de su estructura interna, de la ontología que la sustenta o de los dominios de aplicación de sus hallazgos. Además, resulta peculiar que en el uso del término ciencia no se adopte explícitamente un compromiso con una clasificación de las ciencias, ni con una manera de contextualizar su surgimiento y desarrollo histórico. Todo lo anterior sugiere una evasión de las discusiones gnoseológicas, es decir, de las controversias sobre los elementos constitutivos de una ciencia.

La psicología, en cualquiera de sus vertientes, se ha enfrentado a lo largo de su historia a diversas inconsistencias teóricas, metodológicas y prácticas en su intento de asociarse con la noción de ciencia. Estas dificultades han obstaculizado su integración con algún modelo de ciencia, ya sea con las ciencias naturales, sociales, humanas, etológicas o medias. Según sea el enfoque al que se adscriba cada teórico de la psicología o psicoterapeuta, la psicología tendrá diferentes estatutos científicos y técnicos, preocupaciones características o funciones sociales. De ahí que Canguilhem (2013), haya adquirido notoriedad al señalar que muchos trabajos de psicología mezclan filosofía sin rigor debido al eclecticismo, ética sin exigencia al asociar experiencias etológicas disímiles como las del confesor, educador o jefe, y una medicina sin control al utilizar enfermedades de difícil comprensión, como las de la piel, los nervios y las mentales, como fundamento de sus observaciones e hipótesis.

El propósito de este trabajo es presentar una imagen nítida de los problemas psicológicos adscribiéndose a la Teoría del Cierre Categorial (TCC). De no tener el soporte de una teoría de la ciencia, se correría el riesgo de incurrir en las inconsistencias gnoseológicas que Canguilhem (2013) criticó. Al exponer la base teórica, se busca definir la naturaleza de las entidades psicológicas, el rol de la psicología dentro de las ciencias, el enfoque técnico de la intervención psicológica y la relevancia social de la institución psicológica en la sociedad actual.

La TCC, desarrollada por Gustavo Bueno en los años setenta, representa un hito crucial en la reflexión filosófica sobre la ciencia que la psicología no puede ignorar. Esta teoría de la ciencia, esencialmente una teoría de la racionalidad, conceptualiza a una ciencia como una estructura categorialmente cerrada, compuesta por términos, relaciones, operaciones, referencias, fenómenos, esencias, normas, dialogismos y autologismos. Esta estructura facilitará la reorganización interna de un campo de investigación, así como la adición y segregación de sus elementos, permitiendo construir la verdad científica como una unidad sintética. Para esta teoría, todos estos elementos adquirirán distintos grados de firmeza, lo cual resultará en la formación de diversas disciplinas que exhibirán grados de rigor científico variado. La cientificidad natural, como la presente en biología, se postulará como la más elevada, mientras que disciplinas técnicas, como la jurisprudencia, evidenciarán un nivel de cientificidad inferior (Bueno, 1976, 1992, 1993a, 1993b, 1993c, 1993d).

La TCC está respaldada por una ontología que consta de tres géneros de materialidad. M1 se refiere a entidades corpóreas, sucesos y relaciones del mundo físico exterior: campos electromagnéticos, edificios y colores, abarcando todo lo extrasomático. M2 engloba procesos reales que se generan intrasomáticamente en humanos y animales: emociones y sensaciones cenestésicas, ofreciendo una visión objetiva de la conducta, sin connotaciones autoreflexivas. M3 no adopta un enfoque metafísico ni espiritualista, sino que coordina elementos de M1 y M2 para originar contenidos abstractos e intersomáticos: teoremas, normas o conceptos (Huerga Melcón, 2008).

Las diferentes interconexiones que surjan de estos géneros de materialidad en el campo de la actividad científica generarán dos planos críticos en el proceso de neutralización de las operaciones del sujeto operatorio. El primero, llamado plano α, se refiere a la neutralización en ciencias donde el sujeto gnoseológico no aparece formalmente, común en química o biología. En contraste, el plano β implica la presencia del sujeto, como en sociología o lingüística, aquí la neutralización eleva el grado de cientificidad, aunque compromete su consideración como ciencia humana. Bueno (1995) introduce los estados intermedios de equilibrio en los planos α y β, reflejando diferentes resultados al neutralizar operaciones. Estos estados se producen a través de regressus y progressus, representando distintas construcciones científicas según se avance hacia nuevas posiciones para luego regresar a las iniciales: la interpretación de estos términos varía según los puntos de partida. En el plano α se encuentran los estados α1 y α2, subdividiendo este último en situaciones I-α2 y II-α2. En el plano β, se presentan los estados β1 y β2, siendo el primero el que contiene las situaciones I-β1 y II-β1.

Para Bueno (1995), tanto los niveles como los estados α y β darán lugar a situaciones que describirán cómo las disciplinas neutralizan las operaciones de los sujetos gnoseológicos. Los niveles más altos de rigor científico estarán en las situaciones α y disminuirán gradualmente en las β. Así, habrá seis escenarios gnoseológicos que coincidirán con seis grados de cientificidad: 1) α1, se eliminan aspectos humanos y una ciencia humana se transforma en ciencia natural (reflexología); 2) I-α2, la investigación de asuntos humanos se asemeja mucho a una ciencia formal debido al uso de matemáticas (estadística); 3) II-α2, a través de estructuras se representa la ocurrencia de eventos antropológicos (lingüística estructural); 4) I-β1, se neutralizan las acciones de un constructor al reconstruir los contextos de producción (ingeniería mecánica); 5) II-β2, se neutralizan operaciones de un individuo al identificar patrones que expliquen sus acciones en función de las de otro (teoría de juegos); y 6) β2, se neutralizan operaciones de un individuo en la medida en que se requieren como decisiones, estrategias o planes que las expliquen (psicología).

Según la TCC, la idea de ciencia es histórica y ha experimentado cuatro modulaciones en el tiempo: inicialmente como un saber hacer en la antigüedad, luego como un cuerpo ordenado de proposiciones derivadas de principios en la Edad Media, posteriormente como ciencia positiva en la modernidad y, finalmente, como una extensión teórica de la ciencia positiva a partir del siglo XIX y hasta la actualidad. En virtud de esto, cada disciplina científica surgirá en momentos específicos para satisfacer necesidades sociales, adaptarse a ideologías predominantes y enriquecer el conocimiento de su tiempo. Mientras que la geometría representa una disciplina surgida en la antigüedad, la teología destaca en la Edad Media. La química sobresale como disciplina moderna, mientras que la antropología, la psicología y la sociología son disciplinas contemporáneas. La transformación de las ciencias no implica la desaparición de las antiguas ni la inmutabilidad de las actuales. Por el contrario, las disciplinas científicas están inmersas en procesos dinámicos, que pueden involucrar confrontación, absorción o destrucción (Bueno, 1995).


2. Teoría del cierre categorial, psicología y apariencias falaces

Ya esbozada la TCC es crucial definir su relevancia en psicología, de otro modo, el análisis carecería de fundamento y sistematicidad. Respecto a la ontología de las entidades psicológicas, es importante mencionar que son entidades interactivas producto de la concatenación de M1, M2 y M3: cada organismo vivo tiene sistemas intrasomáticos M2 que regulan cómo interactúa con estímulos del entorno M1 a través de conexiones intersomáticas M3, como rutinas etológicas o lenguaje. La naturaleza psicológica de las diferentes formas de concatenación de los géneros de materialidad se manifiesta al identificar cómo cada organismo codifica, decodifica y recodifica sus interacciones con el entorno. Esto depende de su capacidad para separarse funcionalmente de las condiciones fisicoquímicas ambientales. Cuanto más similares sean los entornos, sistemas intrasomáticos, rutinas y lenguaje entre los organismos, más compleja será la diferenciación individual (Fuentes Ortega 1989a, 1989b; Pérez Álvarez 2013, 2021).

En el contexto del papel de la psicología en la república de las ciencias, es crucial destacar que esta disciplina se configuró a finales del siglo XIX y principios del XX. Su consolidación fue promovida por figuras destacadas en diversos campos: Pavlov y Luria en la reflexología, Freud en la neurología, Wundt en investigación cognitiva, y Tinbergen y Lorenz en etología. Figuras con diversos intereses como Watson en publicidad, Skinner en literatura, y Rogers, Maslow y Frank en cuestiones éticas, también contribuyeron significativamente a su formación. Así, la psicología surgió como una disciplina técnica que buscó abrirse camino en áreas relacionadas con la filosofía, medicina, biología, etología, publicidad y literatura. Sin embargo, a diferencia de estas disciplinas, la psicología demostró un interés peculiar en analizar los factores que condicionaban la praxis antropológica en contextos históricos y situacionales específicos (Herrera Melo, 2020a, 2020b, 2020c, 2021).

Por ejemplo, la separación de los asuntos psicológicos de la biología no surgió por razones gnoseológicas. Fue la demanda de control social, históricamente definida, la que impulsó la creación de un grupo de profesionales especializados en tratarla. Este proceso llevó eventualmente al surgimiento de la psicología como disciplina independiente. Para comprender esta separación, resulta crucial cuestionar la semejanza entre la conducta humana en entornos sociohistóricos y la adaptabilidad de los organismos en ambientes naturales. En el proceso de legitimación de la psicología, fue indispensable asumir la analogía ser humano-animal, aún de modo superfluo. De esta manera, la analogía podría servir como una apariencia falaz para justificar intervenciones sociales que, de otro modo, no podrían presentarse como científicas. Por ello, la aparición de la institución psicológica cobró mayor urgencia en las sociedades modernas, donde individuos de diferentes culturas coexistían y rivalizaban. La interacción entre estos individuos generaba conflictos normativos irresueltos personalmente que necesitaban una intervención psicológica independiente de la biología. La mera presencia de estos individuos, junto a la intensificación de sus crisis, podía llevar a un colapso social significativo. De ahí que el psicólogo, como sujeto gnoseológico, no se limite a reproducir las operaciones esenciales de sus pacientes, sino que troquele el propio campo de la psicología a través de sus intervenciones. Esto generará asi una identidad sustancial entre las operaciones gnoseológicas del psicólogo y las operaciones temáticas del paciente. La psicología, como situación β2, aplicará saberes humanos prácticos en la medida en que condensen las normas socioculturales imperantes de una sociedad. La labor especializada del psicólogo quedará así definida por una situación estructural que perpetúa disfunciones psicológicas continuas: el psicólogo será un especialista apagafuegos en un incendio interminable (Fuentes Ortega, 1992b, 1994, 2002a, 2002b, 2005).

Para la TCC, el investigador se vincula con los fenómenos en momentos críticos del proceso de construcción del saber científico, independientemente de si busca trascenderlos para identificar en ellos estructuras esenciales. La importancia del nivel fenoménico en las construcciones científicas es crucial para entender su naturaleza operatoria. Ya sea a través de operaciones manuales o vocales, cualquier acto de transformación implica interactuar con objetos tangibles (M1), ya sea acercándolos o separándolos (M2), o categorizándolos (M3). Aquí es crucial distinguir el fenómeno de la apariencia. Mientras que el primero se fundamenta en la interacción del objeto con múltiples sujetos, el segundo se basa en la relación del sujeto con varios objetos. Se puede definir la apariencia como la función que un dispositivo, independientemente de su significado para un sujeto, cumple en relación con otro dispositivo, ya sea facilitando o dificultando la conexión con otra situación. Así, la noción de apariencia implica necesariamente la consideración de aspectos prácticos que facilitan u obstaculizan el propósito de un sujeto. No se puede atribuir la condición de apariencia a un elemento de forma aislada, a menos que se considere su relación con otras situaciones (Bueno, 2000).

Toda ciencia, independientemente de su rigor, involucra fenómenos que busca manipular, describir, explicar o predecir. La relevancia del concepto fenómeno radica en que a través de él se puede apreciar la dimensión constructiva e histórico-social de los temas, problemas y métodos de la psicología. Desde una óptica gnoseológica, la psicología no debería verse constreñida a seguir un proceso de reducción ascendente por parte de disciplinas como la sociología, la antropología o la economía. Resultaría incoherente explicar los fenómenos vinculados con la singularidad individual, empleando únicamente los términos teóricos de dichas disciplinas. Asimismo, carecería de fundamento un enfoque de reducción descendente que confine la interpretación de estos aspectos exclusivamente a las dimensiones físicas, químicas o biológicas. Una comprensión genuina de los problemas psicológicos debe evitar reduccionismos e incorporar aspectos de las disciplinas mencionadas como parte de sus dimensiones.

Es decisivo no suponer que los momentos históricos de cada sociedad definen las diversas individualidades. Si estos momentos determinaran completamente cómo los individuos expresan sus comportamientos, emociones y pensamientos, todos los miembros de una sociedad serían prácticamente idénticos y solo se necesitaría un tipo de terapia para atender sus problemas psicológicos. La diversidad de personalidades, formas de afrontar conflictos y estilos de relación con el entorno, son pruebas contundentes de que los momentos históricos no son el único factor que determina la individualidad. Otro argumento es la amplia gama de psicoterapias disponibles en el mercado. Es muy probable que la diversidad de enfoques terapéuticos coincida con la variedad de personas, y es interesante observar cómo todos ellos resultan igualmente eficaces para aquellos que buscan ayuda (Perez Álvarez, 2013).

En 1981, Herink compiló 250 formas de intervención psicoterapéutica en The Psychotherapy Handbook. Este libro se convirtió en una referencia integral para una variedad de terapias psicológicas, en él se detallaron los fundamentos y aplicaciones clínicas de enfoques tradicionales como el psicoanálisis, hasta prácticas contemporáneas como la terapia cognitiva. No es sorprendente que al reseñar este libro Brody dijera: “La amplia gama de enfoques disponibles para abordar los problemas psicológicos podría confundir incluso al cliente más estable. La abrumadora cantidad de opciones disponibles podría resultar paralizante para alguien en un estado emocional alterado” (Brody, 1981).

No existe un conjunto universal de problemas psicológicos cuya naturaleza diagnóstico y tratamiento sea válido para todas las culturas, épocas, enfoques o individuos. Ninguna corriente psicológica presenta elaboraciones teórico-metodológicas útiles en todos los contextos antropológicos. En el mejor de los casos, es posible encontrar tópicos similares que no pueden interpretarse fuera de las corrientes psicológicas que los respaldan. Fuentes Ortega et al. (2007), afirman que la historia de la institución social de la psicología académico-profesional ha sido frecuentemente descrita por historiadores como una serie diversa de escuelas y sistemas que son paralelos y sucesivos. Para ellos, estas escuelas no solo difieren en los temas que investigan, los problemas prácticos que abordan y las formas de intervenir, sino también en la manera en que conciben su objeto y método de estudio. Según estos autores, es común que los historiadores sostengan que la psicología se encuentra en un estado constante de crisis, conflicto y dispersión disciplinaria, a pesar de ser una institución con una estructura administrativa unificada y relativamente eficiente en la organización de facultades y colegios profesionales.

El psicoanálisis emergió como una forma de liberación moral en la Viena de finales del siglo XIX. El conductismo surgió como un enfoque de investigacion relativo al control de la conducta en un entorno centrado en la productividad, como fue el caso de Estados Unidos entre 1920 y 1970. El cognitivismo se estableció como una corriente que legitimaba el cientificismo y la filosofía frente a las preocupaciones alemanas sobre la conciencia a finales del siglo XIX. La neuropsicología, surgió en la Unión Soviética de los años cuarenta como respuesta para equilibrar las capacidades intelectuales en una sociedad con desigualdades. El humanismo se planteó como una forma de sanación moral en contextos afectados por los conflictos bélicos, como en Alemania y Estados Unidos durante los años sesenta. En tiempos más recientes, corrientes como la psicología positiva, el mindfulness y los enfoques neurobiológicos ligados a la psicofarmacología, pueden interpretarse como una aceptación encubierta del mito de la felicidad y la vulnerabilidad hipostasiada del ser humano. Esto implica que estas corrientes tienden a enfocar su atención en la indefensión de los individuos que requieren intervención psicológica, dejando en un segundo plano las estructuras contextuales subyacentes que influyen en cualquier condición o conflicto psicológico (Herrera Melo, 2020a).

Varios trastornos psicológicos identificados por la psiquiatría, como el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo y el trastorno obsesivo-compulsivo, entre otros, además de ciertos fenómenos reconocidos por corrientes psicológicas, como el inconsciente, la autoestima y la identidad personal, podrían ser considerados como apariencias falaces. Estas apariencias son representaciones que dificultan la percepción objetiva de la realidad psicológica del individuo, impidiendo reconocer su verdadera estructura. Cuando el psicólogo adopta en su práctica clínica el modelo biomédico, transforma los conceptos de naturaleza interactiva (p. ej. aprendizaje) en entidades de carácter natural (p. ej. enfermedad mental). Muchas de las entidades mencionadas en las corrientes predominantes son en realidad apariencias falaces, ya que buscan encubrir su verdadera naturaleza como construcciones sociales, acuerdos establecidos por comunidades científicas, e incluso podrían ser interpretadas como ideologías disfrazadas de trastornos, síndromes o complejos que ocultan vulnerabilidades particulares ante ambientes desafiantes. Además, podrían ser vistas como reflejos indirectos del poder económico y mediático de empresas farmacéuticas, o grupos ideológicos que buscan ampliar su base de consumidores o seguidores.


3. Un ejemplo de apariencia falaz: cambios en el DSM

Al analizar la evolución del DSM I al IV-TR, se revela que los cambios han sido mayormente influenciados por factores ideológicos, sociopolíticos y económicos en lugar de avances científicos. Por ejemplo, las protestas lideradas por activistas gays en las convenciones anuales de la APA entre 1970 y 1973, influyeron en la exclusión de la homosexualidad como trastorno mental en el DSM-II (García Zabaleta, 2019). Esto destaca la influencia de la cultura y las corrientes sociales predominantes en la elaboración de sus distintas ediciones.

Históricamente, la psiquiatría ha generado sospechas debido a la controversia en su campo y enfoques de tratamiento. Su desinstitucionalización representó un punto de inflexión al liberar pacientes de larga estancia en hospitales estatales de salud mental, facilitando su reintegración a la sociedad gracias a fármacos, como la clorpromazina en 1954, que ayudaron a controlar los síntomas de la psicosis. Durante las décadas de los 60 y 70, las críticas se intensificaron, llevándola a una crisis de legitimidad. Investigadores y aseguradoras cuestionaron la efectividad de los tratamientos de psicoterapia, generando debates sobre su eficacia en trastornos mentales y la necesidad de justificar los costos. Debido a lo anterior, se vio obligada a intensificar su adopción del modelo biomédico para combatir críticas de pseudociencia y alcanzar resultados medibles. La psiquiatría continuó siendo cuestionada por su estatus científico y la efectividad comparativa de sus tratamientos con otras disciplinas, agudizando objeciones internas y externas. Este proceso evolutivo culminó con la publicación del DSM-III en 1980, donde se observa una tendencia creciente a convertir numerosos problemas de la vida cotidiana en trastornos psicológicos, categorizándolos posteriormente como enfermedades mentales susceptibles de tratamiento a través de la medicalización (García Zabaleta, 2019).

Las categorías diagnósticas experimentaron un aumento significativo que superó el 200% entre 1952 y 2000, abarcando las ediciones desde el DSM-I hasta el DSM-IV-TR. Este aumento se destacó especialmente en la década de 1980, en las ediciones del DSM III y III-R, en comparación con la literatura psicopatológica de finales del siglo XIX, donde solo existían alrededor de ocho categorías. Se destaca el aumento en la incidencia de trastornos como la depresión, que ha pasado de ser poco común hace dos décadas a ser un problema de proporciones epidémicas en la actualidad. Estos cambios podrían estar relacionados con el aumento en las ventas de antidepresivos en el mundo. En España, se registró un incremento del 192% entre 1994 y 2003, pasando de 7,285,182 a 21,238,858 envases vendidos, incluso, los psicofármacos lideraron las ventas de medicamentos en 2005 (González Pardo & Pérez Álvarez, 2007).

Dado lo anterior, resulta evidente que el enfoque terapéutico adoptado por algunas corrientes de la psiquiatría y psicología que siguen el modelo biomédico, necesita ser cuestionado desde una perspectiva gnoseológica. Estas corrientes combinan aspectos culturales, criterios morales, categorías diagnósticas, condiciones biológicas, síntomas, medicamentos, sensibilidad del paciente, popularización de términos como salud mental o psicopatología, junto con influencias institucionales y fenómenos mediáticos que pueden enmascarar las causas subyacentes de los problemas psicológicos. Ante esta amalgama desordenada de elementos, lograr un cierre categorial en psicología resultará casi imposible; incluso los cierres fenomenológicos o técnicos en estas circunstancias serán muy difíciles de lograr. La noción de cierre categorial, al ser analizada en las disciplinas más consolidadas, podría servir como heurística para buscar certeza en la manera en que cada corriente psicológica organiza los elementos de sus respectivos campos de estudio (Fuentes Ortega ,1992).


4. Presente, individuo flotante y problemas psicológicos

Una vez mostrado que la psicología se integró al ámbito de las ciencias en un momento histórico particular y que cada enfoque psicológico adoptó funciones diversas según el perfil del usuario, es relevante considerar cómo esto se manifiesta en la actualidad. La posmodernidad y el proyecto de globalización económica sirven como referencia para explicar por qué el presente constituye la materia prima de la psicología.

Al reflexionar sobre el presente, es necesario analizar eventos que aún están en desarrollo, o que han concluido recientemente y aún no permiten determinar sus consecuencias. Esta tarea, en sí misma compleja y simplificada, no puede abarcar todas las perspectivas interpretativas de los hechos. A pesar de esto, proporciona una visión general, aunque no completa, que puede orientar decisiones informadas. Quizás el aspecto más problemático del presente, desde el punto de vista psicológico, sea la transición de una estructura económico-social conservadora, autoritaria, totalitaria, agraria, jerárquica y universalista a una estructura ideológica, flexible, estimulante, victimista, individualista, consumista, tecnológica, ambivalente y contradictoria. Se ha pasado de un individuo arraigado a un individuo flotante.

El concepto de individuo flotante surge de la confluencia no solo de numerosas interacciones interpersonales, sino también de la interacción de arquetipos normativos enfrentados presentes en cada interacción. Esta noción sugiere que dicho individuo deja de estar arraigado en una personalidad firmemente constituida por un conjunto de arquetipos interrelacionados. El individuo flotante no necesariamente surge de situaciones de escasez económica o desorden social, sino de contextos en los que la conexión entre los objetivos individuales y los planes colectivos se debilita significativamente, debido a que estos últimos son demasiado ambiciosos e inalcanzables para la mayoría. Este tipo de individuo no surge por la ausencia de planes colectivos o la exclusión por soledad, sino porque tales planes son tan numerosos que se anulan entre sí, dejando márgenes difusos para la elección certera (Bueno, 1982).

A pesar de que abordar el presente desde la perspectiva posmoderna y el proyecto de globalización económica podría juzgarse como un enfoque gnoseológico simplista, en realidad ambos fenómenos facilitan un diagnóstico detallado de los modos de vida de las sociedades actuales, además contribuyen a la comprensión de la dimensión psicológica del individuo flotante. La posmodernidad integra las posiciones políticas, epistemológicas y culturales predominantes en los individuos contemporáneos. Muchas agendas de gobiernos y empresas transnacionales adoptan elementos de la posmodernidad, como el rechazo a las jerarquías, el fin de los metarrelatos, la disolución de verdades universales, la tolerancia ilimitada, la flexibilidad como base para la cohesión social y la autopercepción como clave para comprender fenómenos identitarios. El proyecto de globalización económica articula la mayoría de los asuntos demográficos, medioambientales, educativos, laborales, migratorios, sanitarios, políticos, sociales e interpersonales en los que el individuo contemporáneo desarrolla su vida. Su realización dependerá de los aspectos sociales y culturales de la sociedad en la que se inserta.

En América del Norte, Europa Occidental y Japón, se asocia con un alto PIB e ingreso per cápita, índices de educación, calidad de vida, gasto público e industrialización. En África, Hispanoamérica y Oriente Medio, se manifiesta a través de la dependencia a los países avanzados, exportaciones de productos primarios y manufacturas con poca tecnología, infraestructura de baja calidad, descomposición institucional, corrupción, inequidad social y bajos índices de calidad de vida (Herrera Melo, 2020b). De ahí que existan variaciones significativas en el tratamiento y resultado de problemas psicológicos en distintas regiones del mundo. Por ejemplo, la esquizofrenia parece tener un mejor pronóstico en los países en desarrollo que en los desarrollados, con tasas de remisión del 63% y 37%, respectivamente (González Pardo & Pérez Álvarez, 2007).

Esto no implica que la dimensión psicológica del individuo y la estructura del presente se limiten a valores posmodernos y principios económicos; más bien indica que su integración define la mayoría de los asuntos humanos y genera una sobreabundancia de arquetipos normativos que moldean la figura antropológica contemporánea del individuo flotante. Se considera que dicha figura esté mayormente encarnada por individuos pertenecientes a las clases medias ociosas y deseosas. Serán precisamente estos individuos quienes experimentarán con mayor frecuencia e intensidad problemas psicológicos y crisis de personalidad, al no estar sometidos ni a las presiones de supervivencia que afectan a los estratos más bajos, ni a las ventajas de superabundancia características de los estratos más altos. En los estratos bajos, las decisiones son más simples ya que son limitadas y mayormente consideradas necesarias para la supervivencia, y en los estratos altos, hay una mayor variedad de elecciones disponibles, casi en proporción a la capacidad para consumarlas. En ambos, es poco probable experimentar desasosiego, rumia de pensamientos, atención autofocalizada o hiperreflexibidad.

Un caso diferente se observa en el estrato social intermedio, donde los excedentes de riqueza no son lo suficientemente abundantes para consumar la mayoría de las opciones, pero tampoco tan escasos como para limitarse a unas pocas alternativas. En este estrato, las relaciones de posibilidad colocan al individuo en un escenario aporético en el que, si bien existe acceso nominal y cognitivo a una vasta gama de oportunidades, se carece de la capacidad operatoria necesaria para concretar las más significativas. Es justo esta incapacidad la que, en muchos casos, se transformará en un problema psicológico pues pondrá en evidencia la brecha que existe entre el finis operantis (fin del operante) y finis operis (fin de la obra), haciendo que el individuo sea narcicismo puro con tal de conservar la ilusión de su finis operantis, o bien, un conjunto de operaciones erráticas con tal de acercarse al finis operis. Bajo esta perspectiva, se sugiere que el individuo actual, al suponer que posee una amplia gama de libertades, se conflictúa al pensar que puede ejercerlas todas sin límites, como si estas libertades pudieran ser aplicadas en el vacío o estuvieran exentas de la causalidad.

El individuo flotante de nuestra era, inmerso en una sociedad saturada de diversos elementos de los géneros de materialidad, como teléfonos, automóviles, plazas comerciales, medicamentos y ropa (M1); creencias, orientaciones sexuales, estados emocionales y hábitos (M2) y posiciones morales, religiones, sistemas jurídicos, códigos éticos, disciplinas científicas y criterios estéticos (M3), se encuentra en un estado de incertidumbre permanente que complica cada vez más la toma de decisiones. Por ello, las formas de vida características de los individuos en el mundo contemporáneo requieren nuevas estrategias para abordar los problemas psicológicos.

La mayoría de las sociedades occidentales ha experimentado en las últimas décadas un cambio vertiginoso, casi en paralelo con la multiplicación y diversificación de las opciones de consumo impuestas por los mercados. Este acelerado ritmo de transformación dificulta cada vez más que los individuos encuentren un estilo de vida duradero y progresivo, fundamentado en la organización de arquetipos normativos interadaptados y estructuras de reducción de la complejidad, que pueda prevenir problemas psicológicos y facilitar la realización de un plan de vida significativo (Gleizer, 1997).

Es como si el individuo contemporáneo quedara atrapado en una especie de fuego cruzado, donde múltiples corporaciones y proyectos de modulación de praxis antropológica lucharan por moldear sus conductas, controlar sus pensamientos y definir sus emociones. Lo pernicioso de esta situación radica en que la constante exposición a fuerzas extrasomáticas que buscan modular su praxis antropológica, puede ejercer una presión considerable sobre su estilo de vida, resultando en una serie de efectos adversos a nivel físico-nutricional, cognitivo-representacional, social, moral y económico. Esta presión podría manifestarse en fenómenos como el estrés crónico, la ansiedad, la depresión y, especialmente, en una sensación de alienación o de obstrucción de la identidad personal. A medida que el individuo lucha por armonizar su sentido de identidad personal con las expectativas y demandas impuestas por estas corporaciones y sistemas normativos, ve cada vez más limitada la realización de su plan de vida. En última instancia, si este individuo no delimita por sí mismo el circuito de arquetipos normativos en el cual es viable vivir, alguien más lo hará por él (Pérez Álvarez, 2001, 2023).

En la actualidad, la rapidez de los cambios está generando condiciones histórico-antropológicas que llevan a un aumento significativo de individuos flotantes, donde todos se ven frustrados al no lograr sus metas. Esto se debe a una falsa creencia en la posibilidad de alcanzar el éxito en todos los aspectos de sus vidas, sin tomar en cuenta las limitaciones externas e internas. En estos contextos históricos, donde es común que los planes del individuo se vean obstaculizados, surge la dificultad de establecer arquetipos normativos que disuelvan las contradicciones del entorno social. Existe una excesiva valoración de la fragilidad individual, en detrimento de cualidades como la fuerza, la firmeza y la generosidad. Se observa también una tendencia a priorizar las emociones sobre el pensamiento racional y las capacidades prácticas. Además, se destaca la predominancia de una cultura basada en el resentimiento, la redistribución de la riqueza y la limitación de las libertades personales, en contraposición a una cultura que valore el perdón, la equidad de oportunidades, la creación de riqueza y la expansión de la libertad positiva, elementos que favorecen la competencia, la meritocracia y la producción de bienes y servicios de mayor valor.

Una de las trampas que puede ocasionar problemas psicológicos es exponer a los individuos a una amplia gama de oportunidades para experimentar la vida. A medida que estas oportunidades se vuelven cada vez más divergentes, discontinuas, contradictorias e irrealizables, la capacidad del individuo para reconciliarse con un estilo de vida que resulte coherente con su biografía y su plan de vida se tornará progresivamente más inalcanzable. Así, cuando el individuo se dé cuenta de que su manera de vivir le está confrontando con su pasado, el cual ahora se presenta como inauténtico, fallido o incorrecto en relación con las expectativas individuales sobre la vida, o cuando la vivencia actual se vea marcada por la dolorosa e inevitable imposibilidad de alcanzar la posición deseada en el futuro, es cuando se desencadenarán los problemas psicológicos. En estas circunstancias críticas, es fundamental que el individuo contemporáneo encuentre estrategias que le ayuden a configurar un estilo de vida coherente, ordenado y con un horizonte amplio de continuidad y de progreso (Herrera Melo, 2018).

El desarrollo de la identidad individual es un proceso esencial que cada persona debe moldear a lo largo de su vida, y su troquelamiento debe mantenerse firme y constante para evitar posibles problemas psicológicos. Este camino de autodefinición, influido inevitablemente por el entorno, se enfrenta a desafíos intensos y restrictivos que, en ciertas situaciones, podrían representar una amenaza real para la integridad del individuo. Los acontecimientos extraordinarios que cada uno experimenta están estrechamente ligados a sucesos o circunstancias que perturban la rutina, pudiendo ocasionar cambios profundos en la forma de vivir. La existencia va más allá de las simples obligaciones por cumplir o metas por alcanzar; es un equilibrio dinámico entre causalidad y casualidad, determinación e indeterminación, necesidad y contingencia. Aunque todo suceda por alguna razón los acontecimientos irrumpen, interrumpen e incluso modifican drásticamente la trayectoria vital. Estos episodios pueden representar una ruptura radical con la identidad personal, una discrepancia que, a pesar de todo, debe incorporarse a la biografía. Un problema psicológico surgirá cuando los intentos individuales de enfrentar los desafíos de la vida resulten contraproducentes: cada solución buscada se convertirá en parte del problema, atrapando al individuo en un ciclo que refuerza tanto el problema como los intentos por resolverlo. Este ciclo de pensamiento auto-reflexivo no se caracterizará tanto por el sufrimiento experimentado, sino por la sensación de estar atrapado en una situación que parece no tener salida. Este escenario se manifestará como un problema psicológico que necesitará intervención externa cuando se produzca una interrupción en el modo habitual de vivir, pues en ese momento, el individuo entrará en crisis al enfrascarse en una lucha interna con el problema y consigo mismo (Pérez Álvarez, 2012, 2013, 2021).

El rasgo característico de los problemas psicológicos actuales es que en todos ellos se manifiestan situaciones conflictivas comunes a la vida humana en general, pero intensificadas de forma peculiar por las sociedades modernas contemporáneas influidas por el proyecto de globalización económica y la posmodernidad. La diferencia clave entre problemas humanos y problemas psicológicos yace en que, en este último caso, cuando un individuo intenta resolverlos, todas sus acciones, pensamientos, emociones y estrategias para superarlos, paradójicamente lo arrastran hacia un estado cada vez más conflictivo. El individuo atrapado en un problema psicológico se verá inmerso en un bucle destructivo: cuanto más luche por liberarse, más se sumergirá en un malestar que se intensificará tras cada intento por escapar.


Conclusiones

Es fundamental contar con una teoría de la ciencia, como la propuesta por la TCC, para entender cómo las diversas ciencias o cuerpos de conocimiento surgen en distintos momentos históricos, con propósitos variados. El contexto histórico en el que se desarrollan estas disciplinas puede ser clave para captar su verdadera función. Según la TCC, no todas poseen el mismo grado de cientificidad. Las relacionadas con la cientificidad natural alcanzan el grado más alto de rigor, mientras que aquellas vinculadas a funciones técnicas presentan grados más bajos.

En el ámbito de la psicología, tomando como referencia la TCC, es esencial señalar que esta disciplina surgió entre finales del siglo XIX y principios del XX, con el firme objetivo de facilitar la adaptación de los individuos a los nuevos y diversos contextos histórico-antropológicos provocados por la creciente industrialización. Desde esta perspectiva, las situaciones psicológicas se caracterizan por ser una combinación única de los tres géneros de materialidad en los que vive un individuo. Esta naturaleza interactiva de las situaciones psicológicas permitió que la psicología se consolidara en la modernidad como una disciplina independiente, abriéndose paso entre otras como la filosofía, biología, etología, publicidad y literatura.

De esta manera, la intervención psicológica ha funcionado como una técnica de control social, modulando praxis antropológicas según necesidades histórico-sociales específicas. Un objetivo crucial de la psicología es abordar problemas que, si no se tratan, podrían causar desequilibrios sociales significativos. Para llevar a cabo esta labor en la actualidad, es esencial cuestionar el enfoque biomédico de la psiquiatría y algunas de sus corrientes, ya que ciertas entidades consideradas como enfermedades mentales podrían ser solo apariencias falases que ocultan conexiones problemáticas de los tres géneros de materialidad. La posmodernidad y la globalización económica han generado una proliferación de arquetipos normativos, moldeando al "individuo flotante". Esto provoca que surjan problemas psicológicos, ya que los individuos intensifican los problemas contextuales con cada intento de resolverlos. Superar un problema psicológico requerirá establecer un conjunto coherente de arquetipos normativos que se mantengan constantes a lo largo del tiempo.


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Agradecimientos. Claudia García Prieto, ​Grecia Nieto Delgado,​ Erika Cortés, Maribel Domínguez y Juana Inés Jiménez por crear las condiciones para realizar este artículo.

Financiación. El presente trabajo no recibió financiación específica de agencias del sector público, comercial o de organismos no gubernamentales.

Conflicto de Intereses. Ausencia de conflicto de intereses.


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