El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 207 · abril-junio 2024 · página 3
Artículos

Anotación sobre la ontología general de Antonio Gramsci

Daniel Alarcón Díaz

Se ofrece una reconstrucción de la ontología general de Antonio Gramsci, desde las coordenadas del materialismo filosófico


Gramsci

En su significado etimológico, «Ontología» designa el saber sobre el Ser. Esta acepción la reinterpreta Gustavo Bueno atribuyendo a la Idea de «Materia» una posición análoga a la que ocupa la de «Ser» en la ontoteología tradicional heredada de la Escolástica católica, y en particular del tomismo, distinguiendo con Christian Wolff de un lado una «Ontología general», que se refiere a la Idea de Ser en general, y que en la ontología materialista corresponde a la Idea general de Materia (M, Materia ontológico-general, también llamada Materia trascendental o Materia indeterminada), en su relación con las Ideas de Mundo antrópico (Mi, también llamado Mundo fenoménico, Materia interpretada o Materia determinada) y de Ego trascendental (E, el momento antrópico de ese Mundo, es decir, el Hombre como «demiurgo constructor del mapamundi filosófico»), y, de otro lado, una «Ontología especial», que se refiere a las Ideas de Mundo, Alma y Dios, correspondientes en la ontología materialista a los Tres Géneros de Materialidad (M1, la materia física, M2, la materia psicológica o experiencial, y M3, la materia lógica o conceptual).

Aquí vamos a analizar la filosofía de Antonio Gramsci en lo tocante al apartado de la Ontología general, es decir, en función de las Ideas de M, Mi y E, a través de cuatro fragmentos tomados de sus Cuadernos de la cárcel, dentro de la sección titulada El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, y recogidos en la selección de escritos en Península que se titula Introducción a la filosofía de la praxis (1970). Dividiremos esta interpretación en tres partes: primera, sobre la relación entre M y Mi, segunda, sobre la relación entre E y M, y tercera, sobre la relación entre E y Mi.

§1. Sobre la relación entre M y Mi

Gramsci problematiza la sentencia, expuesta por Marx en La sagrada familia, que afirma que la realidad (interpretable por «M») se agota en los fenómenos (interpretable por «Mi»), es decir, que M = Mi, entendiendo «M» y «Mi» como conceptos-clase y el signo «=» como designativo de la identidad en el número de elementos entre ambos («realidad» y «fenómenos» tienen los mismos elementos, es decir, todo lo que es real es percibido fenoménicamente, y todo lo percibido fenoménicamente es real). Esta posición ontológica, que Gramsci ve ejercida por Marx, es lo que Bueno designa como mundanismo. En sus palabras:

«En La Sagrada Familia se dice que toda la realidad se agota en los fenómenos y que más allá de los fenómenos no hay nada; y así es ciertamente. Pero la demostración no es cómoda. […] Hecha la afirmación de que lo que conocemos en las cosas no es más que nosotros mismos, nuestras necesidades y nuestros intereses, es decir, que nuestros conocimientos son superestructuras (o filosofías no definitivas), es difícil evitar que se piense en algo real más allá de estos conocimientos, no en el sentido metafísico de un “noúmeno”, de un “dios ignoto” o de “un incognoscible”, sino en el sentido concreto de una “relativa ignorancia de la realidad”, de algo todavía “desconocido”, que, sin embargo, se podrá conocer algún día, cuando los instrumentos “físicos” e intelectuales de los hombres sean más perfectos, es decir, cuando hayan cambiado en sentido progresivo las condiciones sociales y técnicas de la humanidad.» (págs. 31-32.)

Y es que «noúmeno» o «dios ignoto» son precisamente conceptuaciones desviadas (metafísicas) de la Idea de Materia ontológico general. Sin embargo, esta matización de Gramsci, que apunta hacia la distinción real entre M y Mi, no se realiza plenamente, lo cual se observa en el supuesto de que eso que es «desconocido» necesariamente podrá ser conocido algún día, es decir, que no hay nada que sea «incognoscible». De este modo, suprime del ignoramus, ignorabimus de du Bois-Reymond el momento del ignorabimus, y mantiene un principio de monismo y mundanismo, exigido además por la filosofía progresista de la historia del marxismo.

§2. Sobre la relación entre E y M:

De un lado, la definición de «lo objetivo» como algo que puede ser verificado por todos los hombres, independientemente del punto de vista de cada individuo o grupo puede ser interpretada como una segregación del sujeto operatorio, en el sentido de la disociación que se produce entre el científico enclasado en un grupo (nacionalidad, sexo, familia, corporación profesional, clase social, &c.) y el teorema científico (cuya verdad es independiente de esas nacionalidad, sexo, familia, &c. del científico que lo construye, en tanto que puede ser verificada por cualquier otro individuo de cualquier otro grupo, siempre y cuando reproduzca las condiciones experimentales originarias del primero). De otro lado, la afirmación de que sin el hombre, el universo es la nada admite una interpretación de «hombre» por «E» y de «universo» por «M», y Gramsci estaría constatando, por tanto, que el «mapamundi filosófico» es siempre una realidad antrópica, incluso aunque los teoremas científicos se disocien o segreguen de los científicos que los construyeron. La «eliminación de E» en ese mapamundi no tiene, así, más sentido que el de un mero límite lógico, construido desde el propio Mundo (Mi), es decir, en función de E («a través del lenguaje y el pensamiento»).

«La labor científica […] establece lo que es común a todos los hombres, lo que todos pueden controlar del mismo modo, independientemente unos de otros, siempre y cuando observen igualmente las condiciones técnicas de verificación. “Objetivo” significa únicamente que se afirma que es objetiva, realidad objetiva, la realidad verificada por todos los hombres, independiente de cada punto de vista meramente particular o de grupo. […] Buscar la realidad fuera de los hombres, es decir, entenderla en sentido religioso o metafísico, aparece, incluso en la ciencia, como una paradoja. Sin el hombre, ¿qué significaría la realidad del universo? Toda la ciencia está ligada a las necesidades, a la vida, a la actividad del hombre. Sin la actividad del hombre, creadora de todos los valores, incluso los científicos, ¿qué sería la “objetividad”? Un caos, es decir, nada, el vacío, si así puede decirse, porque realmente, si se imagina que el hombre no existe no se puede imaginar ni la lengua ni el pensamiento.» (pág. 40-41.)

§3. Sobre la relación entre E y Mi

Finalmente, Gramsci concibe la relación entre la ciencia como una construcción humana (E) y la realidad conocida por ella (Mi) en función de la distinción marxista clásica entre base (o «estructura») y superestructura, y analiza el conocimiento científico en términos de una superestructura, con lo cual enraiza también con la concepción sociologista de la ciencia inherente a la tradición marxista.

«Pero, en realidad, incluso la ciencia es una superestructura, una ideología. ¿Puede decirse, sin embargo, que en el estudio de las superestructuras la ciencia ocupa un lugar privilegiado, porque su reacción sobre la estructura tiene un carácter particular, de mayor extensión y mayor continuidad de desarrollo, especialmente después del setecientos, cuando se otorgó a la ciencia un lugar aparte en la estimación general? Que la ciencia es una superestructura lo demuestra también el hecho de que ha tenido períodos de eclipse, períodos en que ha sido oscurecida por otra ideología dominante, la religión, que afirmaba que había absorbido la ciencia misma; así, por ejemplo, la ciencia y la técnica de los árabes les parecían a los cristianos pura brujería. Más aún: pese a los esfuerzos de los científicos, la ciencia no se presenta nunca como una noción puramente objetiva; siempre va envuelta en una ideología; concretamente: la ciencia es la unión del hecho objetivo con una hipótesis o un sistema de hipótesis que superan el mero hecho objetivo.» (págs. 41-42.)

Sin embargo, en esta teoría puede apreciarse una contradicción fundamental con la anterior, sobre la objetividad de la ciencia, ya que la objetividad es precisamente la relativa independencia de los productos científicos respecto de los grupos a que los científicos pertenecen como constructores suyos, es decir, la imposibilidad de concebir las teorías científicas como superestructuras ideológicas. En suma, aquí, como en la tesis sobre la no-identificación de M y Mi, puede verse a un Gramsci que, si bien parte de las limitaciones teóricas de la filosofía marxista, sin embargo, ve algunos de sus errores constitutivos, y con ello la necesidad de trascender esas limitaciones, pero sin llegar a «despegar» de sus marcos o corsés (base/superestructura, optimismo científico, &c.). Un «giro», en la Ontología general de la tradición marxista, muy relacionado con el desplazamiento ontológico que la Naturaleza, en el sentido hegeliano, va a sufrir, a manos de Gramsci, en favor del Espíritu objetivo, es decir, de la Historia (Bueno, 1973), y que habría de «chocar» con las tendencias realistas ingenuas, que se encuentran presentes en la crítica que Lenin realiza de Mach (la materia como algo «independiente del sujeto»), o en la soviética teoría del reflejo de la cosa en la conciencia, heredada del realismo aristotélico.

Referencias bibliográficas:

• Antonio Gramsci (1970), Introducción a la filosofía de la praxis, Barcelona: Península.

• Gustavo Bueno (1973). “El materialismo histórico de Gramsci como teoría del Espíritu Objetivo” (reproducido en El Catoblepas, 136:2.)

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