El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 202 · enero-marzo 2023 · página 13
Artículos

Arte tradicional y arte digital en Antonio García Villarán

Juan Antonio Ortiz Fassa

El artista ha reflexionado en torno al papel que podrían llegar a desempeñar en las artes los nuevos programas de inteligencia artificial, pronosticando una clasificación de las artes del futuro.

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Aclaraciones iniciales

Queremos advertir desde el inicio que no creemos pertinente realizar ningún tipo de pronóstico sobre el devenir de la clasificación de las artes ya que, en primer lugar, resulta absurda dicha afirmación, pues para que exista tal taxonomía es crucial que haya un filósofo que la proponga, y aquí es el mismo García Villarán el que lo está haciendo. O sea, es él mismo ese sujeto que espera que haga dicha propuesta. Además, no consideramos que tengamos suficientes datos como para analizar el arte en el futuro, aunque tampoco significa que estemos de acuerdo con aceptar el actualismo. Esta posición se basa, ante todo, en los cambios tan drásticos que podemos apreciar en la tecnología del presente en marcha.

Le damos al señor Antonio García Villarán el reconocimiento de filósofo pues podemos apreciar cómo realiza análisis que desbordan las categorías de las artes, llegando a examinar la idea de esta misma y cómo encajarla en un futuro teniendo en cuenta los datos –a nuestro juicio escasos– del presente en marcha. En resumidas cuentas, estamos ante un filósofo de las artes. Otra cuestión bien distinta es que estemos o no de acuerdo con él.

También deseamos expresar nuestro conocimiento de que el término inteligencia encontrado en el rótulo “inteligencia artificial” resulta polémico cuanto menos, y como no es nuestra intención abordarlo en este artículo, lo dejaremos de lado para centrarnos únicamente en la clasificación de las artes que establece.

Arte tradicional y arte digital{1}

Como habíamos mencionado, García Villarán considera que las artes se clasificarán en dos grupos: arte tradicional y arte digital. El primero lo define como aquellos objetos los cuales no incluyen medios digitales en su producción final. Por ejemplo, aquel que se dedique a crear esculturas de la misma manera en la que lo hacía Miguel Ángel, o quien pinte con óleo sobre lienzo, así como el músico que da un concierto sirviéndose únicamente de su piano, estarían haciendo arte tradicional. Un ejemplo de este tipo de artista podría ser Paloma Hernández García, alias Paloma Pájaro, pues hasta antes de comenzar su trayectoria en YouTube se dedicaba a pintar cuadros. En lo que respecta al arte digital, García Villarán nos indica que tendría hasta tres subcategorías:

Por un lado, tendríamos al arte digital tradicional. El tipo de artista que lo desarrollaría sería aquel que dominaría las habilidades necesarias tradicionales (por ejemplo, las fundamentales para dibujar) y que emplearía un soporte digital donde desarrollar dicho arte (supongamos que dibuja sobre una tableta gráfica cuyo resultado se visualiza en el monitor del ordenador). Tomando esta definición, podríamos poner como ejemplo de este tipo de artista a la ilustradora Hirt. García Villarán afirma que este tipo de arte sería intangible, dicho de otro modo; no está en ningún sitio físico a diferencia del cuadro al óleo, por ejemplo.

Por otro lado, existiría el llamado arte digital generado con inteligencia artificial. Antonio García Villarán concibe que aquellos programas de los que habíamos hablado al principio servirían como herramienta principal para este tipo de artistas. Debido a que es una tecnología recientemente construida, no podemos exponer ejemplos al respecto. No olvidemos, pues, que el autor de estas tesis está teorizando sobre el futuro.

Por último, estaría lo que García Villarán denomina arte digital tradicional más inteligencia artificial. Cree que este sería el tipo de artista que más abundará en el futuro y sería una mezcla entre las dos categorías anteriores. Más concretamente, este tipo de artista, tras haber realizado un arte digital tradicional –retomemos el ejemplo del ilustrador gráfico–, emplearía los programas de inteligencia artificial para retocar los resultados de sus obras.

Pars destruens, pars construens

Nuestro primer problema lo encontramos con el rótulo arte tradicional. La palabra tradicional significa: “relativo a lo que una generación pasa a otra.{2}” Ahora bien, teniendo en cuenta que García Villarán pretende emplear esta clasificación para el futuro, podríamos darnos cuenta de que estaría cayendo en el error de hacer una ficción sobre ese supuesto escenario que acontecerá –según él– bajo aquello que consideramos en el presente en marcha como tradicional. Es entendible que para nosotros, el uso de una tableta gráfica como soporte sobre el que dibujar no se asuma como parte de la tradición del gremio de artistas. Ahora bien, en un futuro (que no especifica), aparatos como estos serán vistos por las generaciones futuras como parte de la tradición del gremio de artistas. Lo que sí podríamos rescatar, en beneficio del señor Antonio García Villarán, sería una separación entre obras digitales y obras no digitales. No podríamos hablar de artes digitales como tal porque estaríamos confundiendo la tecnología empleada, que es el elemento del conjunto perteneciente a su respectiva categoría artística. De hecho, es un elemento que puede hallarse en diversas categorías artísticas, lo cual como ya sabemos de la teoría de conjuntos es totalmente posible. Por ejemplo, hemos hablado mucho del uso de la tableta gráfica en el caso de las ilustraciones digitales, pero pensemos también en la escultura y el caso de las impresoras 3D. Ambas emplean tecnología digital y, sin embargo, son dos categorías artísticas distintas. Por eso, el uso de la tecnología digital es un elemento común, si bien es cierto luego que el tipo concreto de tecnología digital variará en cada categoría artística.

En resumidas cuentas, lo que podemos constatar aquí es que las categorías de García Villarán son impotentes para explicar la realidad artística. Incluso asumiendo el futuro que trata de pronosticar, seguimos encontrando problemas para aceptarlas. Dejando a un lado esto, sí podemos darle la razón como posibilidad de que, en un futuro, en caso de que tales programas prosperen de la forma en la que él indica, estos puedan ser implementados en la labor artística como complemento a las otras tecnologías que emplean los artistas. Sin embargo, cabría cuestionar la posibilidad de que podamos llamar “artista” a aquel que solamente emplee tales programas informáticos seleccionando ciertas imágenes, pues faltaría un aspecto fundamental de la obra de arte: la reflexión. Como bien nos señala Jesús G. Maestro: “El arte, si no dispone de ideas, no es arte.” (González 2018, 11). O sea, es necesario una construcción progresiva de ideas, no azarosas. Si bien es cierto que el programa escoge las imágenes de acuerdo a ciertos parámetros y que contiene inexorablemente una serie de patrones lógicos, el falso artista que estaría detrás de este programa, si construye la obra de forma irracional{3} en lugar de pretender esbozar una idea inteligible, entonces estaríamos ante una impostura artística.

Por último pero no menos importante, criticaremos el error ontológico de García Villarán al señalar que la obra digital no se encuentra en ningún lugar físico. Más allá de la nematología presente en las obras de arte, así como la emocionalidad que puedan evocar en aquellos que aprecian la obra, debemos reconocer también la dimensión física presente en la obra de arte digital. Para empezar, frente a la tesis de que no se halla en ningún lugar físico, alegaremos que es falso pues podemos almacenar una ilustración digital en un disco duro, un servidor, etcétera. Y estos son lugares físicos en tanto que podemos analizar sus componentes físico-químicos y situarlos en un espacio determinado, lo cual correspondería a la materia primogenérica:

“En el Primer Género de Materialidad se disponen, en conjunto, todas las realidades exteriores a nuestra conciencia (…) sin que eso signifique afirmar que se agoten en esa exterioridad. En este primer género hay que clasificar las realidades en cuanto corpóreas –naturales o corporales– y ciertas propiedades que van ligadas inmediatamente a los cuerpos, y que se manifiestan como objetivas a la percepción. Tanto la materia (en el sentido de la Física), como la antimateria (generalización de los conceptos utilizados por Dirac para prever el positrón, como anti-electrón), se reducen al primer género.” (Bueno 1972, 292-293).

Asimismo, si analizamos las obras digitales veremos que, en efecto, la dicotomía físico-digital es falsa, pues lo digital se compone de bits, y estos son impulsos eléctricos. Por ende, invitamos desde nuestra argumentación a abandonar el mito de la digitalidad como si se tratara de una substancia espiritual.

Bibliografía

Bueno Martínez, Gustavo (1972), Ensayos materialistas, Taurus.

González Maestro, Jesús (2018), La filosofía de los poetas, Verbum.

——

{1} El vídeo en el que se encuentra dicha clasificación de las artes es el siguiente: youtube.com

{2} Para más información, véase la entrada dedicada a la palabra “tradicional” en la siguiente web: etimologias.dechile.net

{3} Entendemos lo irracional como una construcción racional oculta en la que uno mismo se autoengaña creyendo que está evitando la racionalidad. Puede deberse a materiales primogenéricos, segundogenéricos o incluso terciogenéricos que afectan en el sujeto haciéndole creer tal mentira.

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