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El Catoblepas · número 201 · octubre-diciembre 2022 · página 12
Artículos

Alberto Buela: filósofo argentino

José María García de Tuñón Aza

Apunte sobre el escritor argentino

buela

Cuando asisto a alguna conferencia o tertulia sobre literatura, historia, filosofía o de cualquier otro tema que pueda tener interés para mí, suelo ir acompañado de papel y bolígrafo para tomar notas. Cuando llego a casa, las guardo en distintas carpetas o cajones de la habitación donde normalmente suelo leer y escribir. En ocasiones, que necesito alguna de ellas, no las encuentro. Es normal, dado el elevado número de folios que a lo largo de los años uno va acumulando. Algo que suele pasar con frecuencia a todos. En otras ocasiones, como ha sido en ésta, encuentro los que no buscaba, pero no por ello dejan tener para mí menos interés e importancia, todo lo contrario, me producen una enorme satisfacción volver a recordar tiempos pasados que ya no tienen retorno.

Hace algún tiempo, invitado por la Fundación Gustavo Bueno, tuve el enorme placer de escuchar la conferencia que pronunció el filósofo Alberto Buela, el filósofo más importante de Argentina, dicen algunos medios de aquel país. Venía acompañado de su esposa la historiadora Cecilia González Espul, de la Universidad de Buenos Aires a la que, después de saludarla, junto con su marido, le hice entrega de un ejemplar de las Obras Completas, del misionero asturiano, en tierras peruanas, el dominico fray José Pío Aza, de quien ahora piden su beatificación. Más tarde, sobre sus Obras Completas del dominico, escribió un espléndido artículo la historiadora González Espul que, fue publicado en Argentina, Perú y España, con el título, Misionero dominico en la amazonía peruana. En España se pudo leer en la revista Altar Mayor, n° 159.

Buela nos ofreció, en su conferencia –Itinerario del pensamiento americano– un excelente «despliegue del pensamiento americano» desde una perspectiva enfrentada a los criterios propios de la Historia de la Filosofía de índole progresista, como es la ejercitada por otros filósofos. Se refirió también a la recepción americana de filósofos españoles como Benito Feijoo, García Morente, Ortega y Gasset, José Gaos, Julián Marías, Eugenio d’Ors, &c. Entre ellos, valoró especialmente al benedictino P. Feijoo, del que dijo «es el filósofo que más ha influido en el pensamiento americano», mucho más que Ortega al que sometió a una severa crítica. Citó, en otra ocasión, a Gustavo Bueno como el filósofo vivo más importante que, en aquel momento, había en España. Ahora en este poco espacio del que disponemos, cabría destacar de Alberto Buela la decidida defensa que hizo de la América Hispana o Hispanoamérica, rechazando la palabra Latinoamérica, invento francés, y que tan hondo ha calado ahora en España donde repiten esa palabra presidentes de nuestro Gobierno, presentadores de televisión, políticos, periodistas, &c. Incluso llegó a decir también –en ese momento era presidente de nuestro Gobierno, Mariano Rajoy, otro al que le escuché una vez decir Latinoamérica– refiriéndose a los problemas americanos y españoles. «Si Rajoy fracasa, arrastra a España y de paso a veinte naciones de América». Y como Rajoy fracasó, creo que Buela acertó en su pronóstico.

A la mañana siguiente, después de una espléndida introducción de Gustavo Bueno Sánchez, Buela presentó su libro Disyuntiva de nuestro tiempo, un ensayo de Metapolítica, palabra por la que entiende una materia interdisciplinar que permite, a su juicio, comprender la diversidad y acceder al consenso. O como se puede leer en el mismo libro: «La metapolítica es la disciplina que va más allá de la política, que la trasciende, en el sentido que busca las últimas razones que explican su actuar. Es una disciplina bifronte pues es filosofía y política al mismo tiempo».

Dicho esto, he de referirme, lo más breve posible para no salirme del guión, a Aquilino Duque, Premio Nacional de Literatura, autor, que fue, del prólogo del libro de Buela, y con quien tuve el honor de formar «cartel», según él mismo decía, en dos conferencias sobre José Antonio Primo de Rivera, los días 14 de septiembre y 29 de octubre, ambas en el ya lejano año 2003, en el Valle de los Caídos –al parecer hoy hay que escribir Cuelgamuros–, y Sevilla. Decía Duque que, el término «Hispanoamérica» fue acuñado en 1926 en Buenos Aires «por el sacerdote vasco don Zacarías de Vizcarra, con la finalidad explícita de sustituir con él el término de raza por el que se designaba al conjunto de todos los pueblos y origen hispánico…». Efectivamente es cierto que el obispo Vizcarra habla del mal titulado «Día de la Raza» porque en el mundo hispanoparlantes son infinitas las razas que habitan en él, por lo que parece, más bien, una denominación incongruente; pero de ahí a que haya sido acuñado por el obispo vasco (éste habla de Hispanidad no de Hispanoamérica) no es cierto, lo dice el mismo obispo en un artículo que publicó en el semanario El Español. octubre de 1944, n° 102: «En varias oportunidades y en diversas revistas ha aclarado conceptos inexactos o confusamente expresados que corren por los libros y la Prensa de los orígenes históricos del nombre, concepto y fiesta de la Hispanidad, por atribuírseme a mí equívocamente».

«Hispanidad», en definitiva, es término del clásico español que estaba, a principios del siglo pasado, en desuso. Renació en 1910 –Unamuno publica este año en La Nación de Buenos Aires un artículo que llevaba por título Sobre la argentinidad– y floreció a partir de 1926 de la mano, principalmente, de españoles de procedencia andaluza: Eugenio García Nielfa, Dionisio Pérez. Y también vasca: el citado Miguel de Unamuno, Luis Araquistain, Zacarías de Vizcarra, en un proceso en el que parece advertirse cierta proximidad con personas y asuntos relacionados con la tierra de Alberto Buela.

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