El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 195 · abril-junio 2021 · página 3
Artículos

Sobre las operaciones en lingüística

Pedro Santana Martínez

Análisis de las operaciones que hablantes, gramáticos y lingüistas realizan con los objetos lingüísticos

Se estudian en este artículo las operaciones que hablantes, gramáticos y lingüistas realizan con los objetos lingüísticos (fonemas y morfemas, palabras, sintagmas, oraciones, …) y se defiende la tesis de que, en algunos casos, sujetos operatorios y sujetos gnoseológicos llevan a cabo operaciones análogas, mientras que, en otros, se establece una diferencia relacionada con el uso de metodologías diferentes y que puede servir para fundamentar posteriores análisis gnoseológicos.

A propósito de algunos comentarios, que agradezco mucho, en torno a una intervención en el canal fgbuenotv{1} me parece conveniente presentar una pequeña contribución en torno a la siguiente cuestión: “¿De qué hablamos cuando hablamos de operación en el ámbito de la lingüística?” Si se quiere: se trata de especificar las operaciones ejecutadas por los hablantes y las ejecutadas por los gramáticos con los objetos lingüísticos: sonidos articulados, palabras, nombres, verbos, frases, &c. No puedo sino reconocer desde el principio la enorme provisionalidad de todo lo que sigue y su carácter tentativo. Espero que, en cualquier caso, sea de algún interés para los espectadores de dicha intervención.

Planteamiento

La pregunta arriba entrecomillada apunta, sin duda, a algo imprescindible para un análisis gnoseológico. Como hicimos en la referida intervención, nos centraremos en la lingüística de estirpe chomskiana y en su desarrollo más ortodoxo, el que va, para decirlo rápidamente, desde Syntactic Structures{2} en los años 1950 hasta el minimalismo de las últimas décadas, pasando por las llamadas Teoría Estándar, Teoría Estándar Extendida, la Teoría de Principios y Parámetros y el minimalismo o minimismo{3}. En otras palabras, hemos elegido el enfoque de la lingüística más estrechamente ligado a la figura de Noam Chomsky. Otras escuelas y corrientes requerirán los análisis consiguientes, que –desde luego– he de dejar para otro momento.

Me apresuro a señalar que esta elección puede interpretarse como solidaria con la tesis de la centralidad de la sintaxis frente a otros niveles de descripción, pero quiere también recordar la imposibilidad de una sintaxis separada del léxico, de la fonología o de la morfología, y desde luego de la semántica o, al menos, del hecho de que podemos establecer relaciones de sinonimia entre objetos lingüísticos{4}. Además, se comprobará que para nuestro razonamiento es vital la consideración de una teoría de la sintaxis, pues solo así se plantearán ciertas cuestiones gnoseológicas que no se dan naturalmente en otras lingüísticas.

Sucede que, al tomar esta opción, nos vemos inmersos de un modo evidente en una situación β, en la cual, por definición, el campo incluye la presencia de sujetos operatorios cuyas operaciones guardan algún tipo de continuidad o analogía con las de los sujetos gnoseológicos (los lingüistas){5}, lo que a su vez da lugar a un doble plano operatorio, según –y como es bien sabido– la Teoría del Cierre Categorial.

En la intervención mencionada distinguimos entre gramática, lingüística y teoría del lenguaje. Por gramática, entendíamos en principio la descripción ordenada de una lengua dada, descripción que implica definiciones y clasificaciones y que, con toda seguridad, no puede surgir de la nada, sino de procesos tecnológicos como puedan ser la escritura, la retórica y la traducción, o de la interacción con otras disciplinas como la lógica o la poética. La teoría del lenguaje pretende dar cuenta de fenómenos relacionados con la filogenia, la ontogenia, la gramática, la psicolingüística y otros, de manera que se mueve entre distintas categorías. Podría decirse que la estrategia ensayada partía del factum de la gramática –existen las gramáticas de las más diversas lenguas– y también de la existencia de diversas teorías del lenguaje, cultivadas en ocasiones por lingüistas más que por filósofos reconocidos gremialmente como tales. Tras ello, afirmaba también el carácter más problemático de una lingüística deslindada de una y otra. Investigábamos, entonces, cómo y dónde podría darse una lingüística en el sentido de ciencia categorial y proponíamos algunos temas y asuntos tratados en particular por lingüistas de la corriente chomskiana como contenidos de una lingüística que se diferenciase de la sola gramática.

Las tesis que defendíamos es que una lingüística científica surge, si llega a surgir, en el proceso de desarrollo, refinamiento y comparación entre gramáticas, y tal cosa tenía lugar no tanto como un proceso necesariamente posterior en el tiempo, sino como un resultado necesario de los cursos de operaciones de los gramáticos (de los lingüistas que describen una lengua), los cuales llevan a contenidos positivos que exceden o sobrepasan la mera gramática. Así, más allá de un umbral no es posible que la gramática sea solo gramática, sus resultados empiezan a ser, al menos, problemáticos, demandan una sistematización y una generalización o una asimilación entre unos órdenes de fenómenos y otros que implican a varias lenguas o a varias gramáticas.

No se trataría, desde luego, de que a una era histórica gramatical le hubiera sucedido una era de la lingüística, sino más bien de que la construcción de una gramática se acaba sustentando sobre contenidos propiamente extra-gramaticales y da necesariamente lugar a desarrollos que desbordan los límites propiamente descriptivos o incluso normativos, aunque después sea posible aminorar u ocultar esos contenidos extra-gramaticales cuando se trata de retornar a la tarea de la elaboración práctica de una gramática descriptiva o normativa de una lengua.

Sirva lo anterior como contexto de lo que sigue, pues –según dijimos y es esencial para un posterior análisis gnoseológico– la cuestión a la que dedicamos las siguientes líneas es la de la relación entre las operaciones del hablante y las del gramático y el lingüista.

Operaciones del sujeto gnoseológico y del sujeto operatorio

¿Qué hace el hablante y qué el gramático? ¿Puede darse una formulación general de sus respectivas operaciones? Tomemos una constatación muy simple como punto de partida. Las producciones del hablante pueden representarse linealmente como sucesiones o secuencias de objetos de una determinada colección razonablemente bien definida. Al gramático y al lingüista, tales secuencias no les bastarán y lo que buscará es la construcción, al menos en algunos casos, de estructuras más complejas para asignarlas a esas secuencias o cadenas que produce el hablante. A una secuencia de símbolos (de objetos que pertenecen a un inventario reducido como fonemas, letras o incluso palabras) producida por el hablante se le hará corresponder una estructura que seguirá siendo una secuencia en el caso del análisis fonológico y del morfológico: En el primero, tendremos una cadena de fonemas o de unidades más amplias como moras, sílabas, pies, frases, períodos, … que, sin embargo, podrán seguir describiéndose linealmente como una sucesión representable a distintos niveles (los definidos por unidades como las citadas), y algo similar podrá hacerse también a nivel morfológico.

En cambio, la sintaxis nos ofrece un panorama distinto. En efecto, en ella dos objetos de clases A y B pueden componer un objeto de clase A, y esa operación puede reiterarse. Nos encontramos con un hecho tan conocido como que una oración puede contener a otra, o un sintagma nominal puede encerrar en su interior a otro sintagma nominal, que a su vez puede contener a otro, y así indefinidamente. Tenemos que objetos de la misma clase pueden contener a otros de esa misma clase, pero en la medida en que se da tal cosa, los objetos van conformando estructuras que ensanchan la referencia de la clase considerada distributivamente: en este caso iríamos obteniendo totalidades atributivas de un grado, podría decirse, cada vez mayor, más complejos y no solo más extensos secuencialmente.

Sobre esto, podemos ahora postular que las operaciones del hablante, como tal, pueden adscribirse a un tipo de operación muy concreto. Podemos decir que utiliza recursos lingüísticos de los que dispone en su memoria, que los selecciona o los combina mediante una operación básica, que es la de concatenación. El hablante enlaza una tras otras cadenas de símbolos. De un modo abstracto, pero creemos que expresivo, lo que hace el hablante es juntar sonidos o letras y palabras, algo que podría representarse esquemáticamente de este modo:

(1) abc & deg → abcdeg

El lingüista gramático que va a describir cualquier lengua está interesado en la identificación de objetos lingüísticos que se disponen en varios niveles{6}. Para ello, utiliza operaciones análogas a la anterior. En la representación de estas operaciones, lo que nos encontramos es con lo que se dará en llamar, en la teoría de gramáticas formales, símbolos terminales, eso es, los que aparecen en las secuencias tal como se percibidas. Lo que pretenderá el gramático es fijar inventarios de unidades que se organizan paradigmáticamente y se expresan sintagmáticamente, según la conocida distinción. Ahora bien, este proceder se basa en la concatenación “alternativa” de unidades, lleva a efecto multitud de operaciones de concatenación y comprueba sus resultados. Tendríamos que, ante la operación anterior y su resultado ‘abcdeg’ el gramático ensayaría nuevas secuencias, como, por ejemplo:

(2) abc & dfg → abcdfg

Y entonces comprobaría qué sucede con la cadena resultante, en términos de su pertenencia al conjunto de elementos de referencia según sanción de su informante, y ello sin perjuicio de que podría analizar la cadena ‘abcdfg’ de distintos modos como, por ejemplo, ‘((ab)c) (d(ef))’ o ‘((ab)c) ((de)f))’, donde los paréntesis pretenden denotar rasgos estructurales. En consecuencia, pese a las diferencias la continuidad o analogía entre operaciones y del hablante y el lingüista es manifiesta. Otra cosa será y aquí no entraré en ello, que el gramático o el lingüista organicen o dispongan de un modo u otro las unidades que va encontrado en una lengua para construir su gramática.

Nótese, por cierto, que incluso en lingüísticas que pretendían excluir de su campo la semántica (el Estructuralismo americano puede citarse como corriente más radical en este sentido) el criterio de distinción era al fin semántico, pues la diferencia entre dos cadenas sonoras, una vez admitidas como cadenas pertenecientes a la lengua de referencia, no era otro que el de la “certificación” de un significado distinto por parte del hablante o del mismo lingüista. De cualquier modo, mantenemos que estas operaciones del gramático pueden definirse también como basadas en la operación básica de concatenación.

Se objetará que el hablante construye objetos complejos, con más estructura que la de una secuencia. Ahora bien, tal cosa no es cierta en los niveles fonológico y morfológico, pero sobre todo el describir tales objetos complejos es precisamente el objetivo del gramático. Puede argumentarse que no sabemos qué hace el hablante y que precisamente el gramático tendrá como objetivo poner en marcha el modelo que, de un modo u otro, describa y construya tales objetos complejos. En cualquier caso, notemos que el hablante y el gramático se apoyan en el juicio o la decisión de un sujeto al que se le reconoce la capacidad de emitir juicios relevantes en torno al material lingüístico, capacidad también cuyo desentrañamiento debería pertenecer a otra disciplina categorial, si es el caso, o a la teoría del lenguaje.

La cuestión que aparece aquí es si para los objetivos del gramático o del lingüista bastan tan solo operaciones del tipo de la concatenación. Este interrogante es correlativo de un tema central y recurrente en el desarrollo de la lingüística generativa, el del tipo de gramática formal en el sentido de la jerarquía de Chomsky (véase más abajo) al que pertenecerían las lenguas. Si un lingüista se conforma con las operaciones que se basan en la concatenación puede dudarse seriamente de que pueda dar cuenta de los fenómenos sintácticos{7}.

Se encontrará con que no puede dar cuenta de la organización de los objetos sintácticos y habrá de dar un paso más allá, precisará del desarrollo de operaciones más potentes y que quizá ya no se acojan a las variantes de la operación de concatenación y, lo que no es detalle menor, su misma intuición de hablante, no digamos ya su experiencia profesional, le habrá llevado a distinguir estructuras de todo orden en el que material lingüístico con que trabaja.

Las gramáticas generativas habituales ofrecen unas operaciones que no realizaría el hablante, sino en todo caso el gramático que, enfrentado a la conducta verbal de los hablantes y a sus producciones, intenta reconstruir sus resultados y (en la versión emic del lingüista generativo) dar cuenta del conocimiento que de los mismos tienen aquellos, lo que es el caso también en la teoría del lenguaje habitual implícita o explícitamente en las corrientes estructuralistas.

Con lo dicho hasta aquí, puede verse que las metodologías α2 aparecen casi inevitablemente cuando nos referimos a los niveles fonológico y morfológico, pues al final lo que interesa es precisamente la clasificación y la organización de los términos con los que opera el hablante.

Con la sintaxis, en cambio, no nos movemos con inventarios relativamente reducidos de unidades y, dado que la aplicación de las operaciones de concatenación no resulta suficiente, aparece también con bastante naturalidad, se diría, la necesidad de otro tipo de operaciones.

De un modo muy esquemático, las llamadas reglas de reescritura (libre de contexto en el caso que sigue) serían el correlato de una operación donde un símbolo se ve sustituido por otro u otros:

(3) A →  B C

Advirtamos que, cuando el símbolo que aparece a la izquierda reaparece a la derecha, no lo hace ya con el mismo valor distributivo:

(4) S → N V S

donde una ocurrencia de una y otra ‘S’ no se da en la misma estructura atributiva. Para una regla de transformación, una representación esquemática podría ser algo así como esto:

(5) A B C → A C B

en la que se tendría que también la atención está puesta en las distintas “posiciones” que los símbolos ocuparían dentro de un todo atributivo más complejo que el de la mera sucesión ‘ABC’ o ‘ACB’, es decir, la transformación nos ha podido llevar de algo como:

(6) [A [B C]]

a algo como:

(7) [B [A [Ø C]]]

donde hemos representado con corchetes lo que suele representarse en muchas ocasiones con otros recursos gráficos isomórficos, como puedan ser los árboles; y con ‘Ø’, una posición vacía que ha quedado desocupada fonéticamente, pero que se mantiene estructuralmente. En los desarrollos más reciente de la Teoría de Principios y Parámetros y del minimismo, se ha tendido a adoptar un procedimiento de abajo hacia arriba antes que uno de arriba hacia abajo, lo que ocasiona que sea más perceptible e intuitivo el alejamiento con respecto a las operaciones de concatenación. En particular, operan con términos complejos de los cuales los símbolos que el hablante concatena serían solo una parte. Por otro lado, la generación de una oración gramatical no comenzaría por el principio, por así decir, sino que iría construyéndose desde los núcleos más internos de aquella, de modo que el orden final de las palabras sería casi un epifenómeno.

En la literatura especializada se habla de operaciones como Merge o Move{8}. Nótese, desde luego, que en el campo de la sintaxis el objetivo de establecer inventarios ordenados no tiene el mismo sentido que tal cosa puede tener en el ámbito fonológico o morfológico, precisamente porque esas operaciones, o algunas de ellas pueden reiterarse indefinidamente. Son operaciones que transforman unos objetos sintácticos en otros. Han de ser de carácter explícito y han de preservar todas las propiedades relevantes de los operandos. ¿Quién es el sujeto de estas operaciones? ¿Quién las lleva a cabo? No es ya el hablante, por más que desde la perspectiva de la teoría del lenguaje se asuma que una operación como Merge tiene un correlato hasta neurológico de algún tipo. Veamos un ejemplo. En el minimismo, dicha operación Merge se define como una operación binaria que toma dos objetos, llamémoslos A y B y forma un tercer objeto complejo que incorpora de un modo que ha de especificarse a los dos de los que se ha partido. En principio, entre la clase de objetos A y la clase objetos B existirá una relación que dictará que solo una de las dos siguientes operaciones es factible:

(8)  μ(A, B) → (A (A B))

(9) μ(A, B) → (B (A B))

La letra ‘μ’ representa la operación, como podrá colegirse. Ambas opciones, (8) y (9), podrían representar en principio la cadena ‘ab’ y la ‘ba’, donde las minúsculas representarían un componente tan solo de los objetos complejos que representamos con las mayúsculas. Hay que insistir en que los componentes, o las ocurrencias de los mismos, que hemos etiquetado no tienen el mismo valor a la izquierda que a la derecha de la flecha, ni tampoco dentro y fuera del paréntesis más interno.

Supongamos que A = {‘come’, ai, bi, ci,…} y B = {‘manzanas’, cj, bj, cj,…}, expresiones con que queremos representar que los objetos que tratamos poseen más rasgos y propiedades que las que aparecerían en la mera cadena fonémica. Obtendríamos algo así como:

(10) C = μ(A, B) → {‘come’, ({‘come’, ai, bi, ci,…}, {‘manzanas’, cj, bj, cj,…})}

Se trataría de un objeto de la misma clase que A en este caso, el cual podría unirse mediante la operación de Merge también a un sujeto para formar una oración completa, pero que es a la vez diferente que el objeto (léxico) A, pues, entre otras cosas, tiene satisfecho un argumento que corresponde al complemento directo “manzanas” y presenta otras propiedades fónicas y semánticas.

Ahora bien, el punto crucial es aquí que la operación de concatenación (o sus variantes) ha sido sustituida por otra muy distinta. Ya no tenemos objetos de distintos niveles, pero todavía identificables con cadenas continuas o discontinuas de fonemas o grafemas y que poseen una realidad sonora directamente accesible. Entre los objetos de que hemos partido, ya no hay solo una relación de orden, de precedencia de izquierda a derecha según escribimos. Se da también, por lo menos, una relación de dominación, de arriba hacia abajo en la que unos objetos subsumen a otros, que presenta sus propias características.

En un sentido trivial, estas operaciones gramaticales las realizan el lingüista o el gramático en sus estudios o análisis. Así en el modelo minimalista o minimista, el lingüista parte de una oración (gramatical o no) concreta, en la que distingue ya unas unidades básicas que son miembros del llamado lexicón, el cual viene dado en el modelo. Procede entonces a reconstruir el objeto mayor (la oración), pero no mediante las concatenaciones que, como hablante, si es el caso, de la lengua conoce como adecuadas, sino de un modo que le permite registrar todas las relaciones pertinentes entre los objetos iniciales e intermedios.

Es preciso recalcar que estas operaciones no son ya operaciones del hablante, y son en cambio operaciones que recubren y dan cuenta de las del hablante, al menos pretendidamente. En este sentido, existe una literatura muy amplia sobre las relaciones entre la gramática y el llamado procesamiento (ya sea automático, ya sea humano) en que se exploran las relaciones entre gramática y generación, por un lado, y producción de oraciones o textos, por otro, relaciones que se acogen a esquemas diversos que explotan las posibilidades lógicas que se abren{9}.

Si se ha desarrollado un modelo gramatical para una lengua dada, este modelo nos permite dos cosas, decir si una cadena es una oración de esa lengua y proporcionarnos una descripción estructural de la misma, descripción que ya no puede ser solo una cadena de elementos léxicos, morfológicos o fonológicos de esa lengua.

Caracterización formal de las operaciones

Hasta aquí hemos señalado que nos enfrentamos a dos familias de operaciones distintas: las relacionadas con la concatenación y las que aparecen en los modelos o teorías gramaticales, que no pueden reducirse a la primera y que, incluso, ni siquiera pueden derivarse de ella en todos los casos. Nuestro propósito en este apartado será doble. Primero, veremos si puede relacionarse esta distinción con la jerarquía de Chomsky{10} y, segundo, intentaremos llevar a cabo una caracterización intrínseca de las mismas en términos de operaciones autoformantes y heteroformantes, muy provisional desde luego y totalmente genérica, la cual no puede reemplazar a los análisis detallados de cada caso.

Como es sabido, la jerarquía de Chomsky distingue varios tipos de lenguas formales con sus correspondientes tipos de gramáticas. El nivel más “bajo” sería el de las llamadas Gramáticas de estados finitos. Sus producciones carecerían de otra estructura que el orden establecido secuencialmente. Por encima de ellas, se hallarían las llamadas gramáticas libres de contexto. Las operaciones (que pueden interpretarse como reglas) números (3) y (4) son muestra de las que han de contener las gramáticas de este tipo. Me parece pertinente la tesis de que las reglas propias de las primeras guardan una relación estrecha con las operaciones de concatenación{11}; y de que ese no es el caso de las segundas. Basta con observar que en una regla como (1) no pueden eliminarse símbolos de la secuencia, pero en una como la número (3) es eso precisamente lo que sucede. De otro modo, tanto en la concatenación como en las producciones de una gramática de estados finitos solo cuentan los símbolos terminales.

Las gramáticas sensibles al contexto no son asimilables a reglas de concatenación, pero en cambio reproducen a la derecha algunos de los símbolos de la izquierda. Por último, si se permite la expresión, en las gramáticas recursivamente enumerables puede pasar cualquier cosa y nos abstenemos de más especificaciones en este lugar.

Ensayaré ahora, de manera sucinta, aplicar la distinción entre operaciones autoformantes y heteroformantes en este ámbito{12}.

Por lo que hace a la concatenación, nos encontramos dentro del ámbito de las operaciones autoformantes, pues alguno de (en este caso, diríase que todos) los términos de la operación se mantienen en su resultado, como hemos visto. Se trata de una operación autoformante, plenamente autoformante podría decirse. Ahora bien, si se piensa en las reglas propias de una gramática de estados finitos, habrá de concluirse que las mismas son heteroformantes. En efecto, si representamos una operación domo el paso de un estado Si a un estado Sj junto con la “emisión” de un símbolo ‘a’, la representación sería algo así como:

(11) (Si) → (Sj, a)

en la que no habría reiteración de símbolos a un lado y otro. Ahora bien. En la medida en que asimilemos la operación de concatenación a una gramática de estados finitos, habrá que ajustar la representación. Si se da por buena una representación omo la dada en (11) habrá que concluir que la operación de concatenación es autoformante y las operaciones que adjudicamos a un autómata finito (equivalente a una gramática de estados finitos) es heteroformante. Sucede aquí que la perspectiva es diferente en un caso y otro. Si podemos hablar de operaciones de concatenación es porque disponemos de un corpus de secuencias que poner a prueba. Será al elaborar una gramática de estados finitos para dicho corpus cuando retrocedamos a un momento anterior. La operación de concatenación tomaría como operandos los resultados sucesivos de diversas instanciaciones de la operación (11). Ahora bien, si es imposible construir una gramática de estados finitos para un corpus (para un lenguaje) dado, eso nos indicará también que no podremos dar cuenta mediante las operaciones de concatenación de la generación de ese corpus más que de un modo extensional en el caso de que el corpus sea finito.

Cuando se trata de una operación como Merge hay que advertir que el ‘A’ externo y el interno de la derecha ocupan posiciones diferentes dentro de la totalidad atributiva que sería el conjunto del resultado. Podemos decir, que se ha producido un cambio de nivel que nos situaría dentro del ámbito de las operaciones heteroformantes.

En términos más estrictos, la concatenación puede verse como conducente a un resultado que es una totalidad diairológica, sin estructura cabría decir (en lo que coincidiría con los resultados de una gramática de estados finitos), mientras que las características reiterantes (recursivas) de las operaciones de los modelos gramaticales nos sitúan en una perspectiva heteroformante, pese a que se reproduzcan algunos componentes en el resultado de aquellas.

En cambio, una regla que representase una operación sensible al contexto. Como pudiera ser (5) conlleva la reproducción de al menos un símbolo.

Naturalmente, esta es una aproximación muy preliminar y habría de formalizarse como un criterio que se aplicara a diverso material lingüístico y a la vista siempre de las reglas y las gramáticas concretas que se examinen. En cualquier caso, el análisis que valdría no sería este análisis genérico, sino el que se ocupara de reglas y gramáticas concretas.

Operaciones y relaciones

Un supuesto que suele pasarse por alto de puro evidente es que las gramáticas generativas se conciben como sistemas procesuales. La generación de una oración se ve como una sucesión de descriptores. Ahora bien, las operaciones que llevan a la construcción sucesiva de dichos descriptores serían algo aso como metáforas dinámicas que convierten las relaciones entre las partes de una estructura en operaciones de construcción de las mismas.

Y bien podría sostenerse que el significado de la empresa gramatical podría redirigirse de modo que, en lugar, de generación se buscasen establecer relaciones y condiciones entre las partes integrantes de cada todo gramatical. Podría sostenerse que lo que cuenta para un objeto complejo lingüístico son las relaciones entre los objetos que la integran, pero en la tradición generativa esto se ha modelado siempre de un modo procesual, lo que ha dado facilidad a que nociones como las de Move se entiendan literalmente, como algo que el hablante realiza. De hecho, esto parece corresponderse con intuiciones habituales cuando se realiza un ejercicio de análisis sintáctico convencional.

Operaciones de la gramática y mecanismos automáticos

Hemos dicho que el lingüista en sus análisis realiza las operaciones de Merge, Move, &c. pero no sigue el camino que ha recorrido el hablante, aunque llegue al mismo destino. El hablante no ha unido los objetos gramaticales del modo que lo hace el lingüista. No se ocultará que es posible automatizar al menos los análisis de algunos fragmentos de una lengua. Aquí aparece el asunto de la decibilidad, específicamente la decibilidad de pertenencia, el problema de si es posible demostrar siempre si cualquier oración dada pertenece, no ya a una lengua de referencia, sino a la lengua –como conjunto recursivo de oraciones– generada por una gramática dada.

Cuando hablamos de fonología y morfología, nos movemos con un inventario finito y relativamente reducido de términos. No es el caso en la sintaxis. Aquí el problema puede formularse de la siguiente manera: ¿Existe un algoritmo efectivo para decidir si una cadena de términos, fonológicos pongamos por caso, es una oración de la lengua? Que dispongamos de una gramática no garantiza siempre tal cosa. En segundo lugar, podemos pedir a nuestro algoritmo que nos indique algunas características de tal cadena, a saber, su descripción sintáctica.

Hay que decir que, en el caso de la lingüística, se han ido aflojado históricamente estos rigores formales. La lingüística parece haber descubierto que puede vivir un tanto alejada de la teoría formal de la computación. Ciertamente, el supuesto de toda la gramática chomskiana pareció ser que una lengua podía representarse como un conjunto recursivo de oraciones. Como Hockett resumió en 1967, “Chomsky’s views are based on the assumption that a language, at any given moment, is a well-defined system”{13}.

De hecho, desde 1980, es perceptible el abandono de la estrategia matemática “fuerte” a favor de una versión que se presenta como centrada no en una lengua externa{14}, sino en una interna, cuya descripción coincidiría con la de las capacidades del sujeto hablante. Adviértase, que esta visión de la tarea del lingüista puede incurrir en un sesgo subjetivista que oculte justamente la naturaleza de la misma lingüística.

En cualquier caso, el propósito de una gramática generativa sigue pudiéndose describir en términos que son propios de la teoría de gramáticas: Puede concebirse como un algoritmo que toma una cadena dada y ya subdividida en palabras y ha de decidir algo sobre ella, pero esas operaciones que habrían de coincidir en sus resultados con las de un hablante ideal se integran en un dispositivo que puede ser muy complejo pero que es, por así decir abarcable por el lingüista, por el sujeto gnoseológico. Esto nos señala que una hipótesis no despreciable es que nos encontremos ante un caso, tal vez fallido o inestable, de situación β1-II un asunto que habría de investigarse de modo concienzudo y que aquí plantearíamos como un candidato al tipo de situaciones que se movieron en la polémica entre Alvargonzález y Bueno de 1989, recogida en el número 2 de El Basilisco, segunda época{15}.

Conclusiones

Nuestra tesis final, aunque provisional, vendría a ser –en primer lugar– que los gramáticos utilizan de modo heurístico operaciones análogas a las que hemos asignado a los hablantes. Que los gramáticos han de incluir en sus gramáticas operaciones de una naturaleza diferente, especialmente si estudian los fenómenos sintácticos.

Las operaciones de la gramática señalan unos límites y unas posibilidades a las operaciones del hablante, quien no puede escaparse de ellas. De hecho, lo que normalmente entendemos por creatividad lingüística o retórica se situaría en general en un plano distinto, genuinamente β2, mientras que, como hemos dicho.

Sucede que, en algunos casos, las operaciones del sujeto operatorio desaparecen por la misma naturaleza de los objetos bajo estudio. Entonces, la clasificación de unos cuantos términos del lenguaje llevará implícita alguna regla de combinación más o menos simple que podrá dar cuenta de fenómenos más bien de corto alcance. Por ejemplo, un término de la misma clase que otro podrá sustituir a este en todas las secuencias en que aparezca. Esa será la potencia, pero también la limitación, de los procedimientos estructuralistas.

Sucederá, en otros casos, que surge un aparato organizado de términos y operaciones que incluye propiamente a las operaciones de los hablantes, y eso de modo que las operaciones añadidas serían capaces de explicar las de los hablantes (siempre en referencia a fenómenos sintácticos cubiertos por estas orientaciones sintácticas). De este modo, propondríamos definir tentativamente la situación como β1-II. Naturalmente, muchas disciplinas que giran en torno a la lengua y al habla, de carácter puramente práctico, serían ejemplo de metodologías β2.

Las operaciones de la gramática señalan unos límites y unas posibilidades a las operaciones del hablante, quien no puede escaparse de ellas. De hecho, lo que normalmente entendemos por creatividad lingüística, poética o retórica se situaría, en general, en un plano distinto, genuinamente β2.

Con todo, la distinción entre gramática y lingüística nos lleva a reparar en una observación cuya importancia habrá que calibrar adecuadamente. Si el lector piensa en los contenidos positivos que en la lección en internet apuntamos como propios de la lingüística, pero que desbordan el cauce de la gramática, verá que los mismos tienden a formularse en términos “estáticos”. En ellos las operaciones han desaparecido. Sirva como ejemplo, uno de ellos. El llamado Principio de Categoría Vacía, que formulamos sin más contexto pues tal cosa bastará para dar a entender el sentido de nuestra idea. Dice el principio, en muy pocas palabras, lo siguiente:

(12) Las huellas deban estar regidas propiamente.

Qué cosas sean huellas, o qué cosa sea la rección propia no nos importa aquí. Lo relevante es que este principio nos habla de relaciones entre objetos que se integran en estructuras más amplias, entre partes de un todo.  Este principio está enunciado de un modo que calificaríamos de relacional. Nos dice que ciertos objetos sintácticos deben cumplir con ciertas propiedades anejas a ciertas relaciones entre algunos de los objetos que forman parte de los mismos.

Algo similar podría decirse de muchos otros contenidos, principios y componentes de la gramática generativa, que serían –desde nuestra posición– lingüísticos y no solo gramaticales, y que además se referirían de modo legaliforme a los objetos lingüísticos complejos propios de la sintaxis. Bien cierto es también que hay otros –como los llamados principios de economía{16}– que conservan un sesgo dinámico o procesual. De cualquier modo, no deja de ser esta una distinción gnoseológica entre gramática y lingüística digna de ser investigada, pues de aquí, podría tal vez sospecharse que una lingüística orientada según estas líneas, lingüística que claramente no sería solo gramática, nos volvería a situar en el marco de metodologías α2, solo que esta vez con la capacidad de manejar un inventario no acotado de objetos.

——

{1} Gramáticas y teoremas. La construcción de la teoría lingüística, lección en la EFO, 8 de marzo de 2021, y el debate que le siguió: Sobre ideas y conceptos en la lingüística (Teatro crítico TC 110, 10 de marzo de 2021.

{2} El lector disculpará esta caricatura de la historia de la lingüística chomskiana. De hecho, y por lo que hace a los inicios, hay que aclarar que antes del año de publicación de Syntactic Structures (1957), Chomsky había elaborado ya su tesis doctoral y una obra tan exhaustiva como The Logical Structure of Linguistic Theory publicada por Plenum Press en una fecha tan tardía como 1975, que fundamentaba la teoría de las gramáticas en ideas tomadas de las matemáticas y la lógica.

{3} El lector nos excusará también de mayores precisiones. No puede aquí aportarse información suficiente sobre todos estos momentos del desarrollo de la lingüística, por no hablar de otras orientaciones ajenas al generativismo (las lingüísticas funcionales) o divergentes (la semántica generativa y la llamada lingüística cognitiva). Cada una de ellas, habría de ser objeto de análisis gnoseológicos separados y que, probablemente, llevarían también a resultados diferentes

{4} Empleo la palabra ‘objeto’ con cierta ligereza. Una presentación formal de la gramática minimista en que se define tanto ‘objeto’ como ‘término’ en su propio contexto puede hallarse en el “Appendix” escrito por Jairo Nunes y Ellen Thompson que complementa el libro de Juan Uriagereka, Rhyme and Reason, An Introduction to Minimalist Syntax, The MIT Press, 1998, (2000), páginas 497 a 521.

{5} Véase ya lo apuntado por Bueno en “En torno al concepto de 'Ciencias Humanas'. La distinción entre metodologías α-operatorias y β-operatorias”, El Basilisco, número 2, mayo-junio 1978, páginas 12-46, especialmente lo dicho sobre lingüística en la columna izquierda de la tabla de la página 44.

{6} Así, identificará sonidos y luego fonemas, más tarde morfemas, &c. y los concatenará con propósitos clasificatorios. Para obtener una idea cabal de los métodos del Estructuralismo europeo, el lector puede acudir a los clásicos: la Gramática estructural de Emilio Alarcos Llorach o los Elementos de Lingüística General, de André Martinet, ambos publicados por Gredos. También en Gredos, el lector puede leer en español a Hjemslev. El lector de sus Principios de Gramática General, como el del Curso de lingüística general de Saussure podrá percatarse de la preocupación compartida por el deslinde entre morfología y sintaxis, un deslinde que apunta a una cuestión fundamental de todo su sistema. Por otro lado, para una visión rápida de la metodología del Estructuralismo americano, es útil el capítulo primero del libro de Frederick J. Newmeyer, Linguistic Theory in America, The First Quarter of Century of Transformational Generative Grammar, Academic Press, 1980. En él, Newmeyer inyenta exponer el estado de la cuestión anterior a la, así presentada por algunos, irrupción de Chomsky. Si de citar un clásico que aporte una visión unitaria se trata, el lector puede acudir a Language de Leonard Bloomfield o a Structural Linguistics de Z.S. Harris, dos obras de síntesis, cada una con sus propias perspectivas.

{7} Empleamos el término ‘fenómeno’ con todas las precauciones. Ahora bien, en alguna de sus acepciones (“cosa extraordinaria y sorprendente”, DRAE), no deja de ser muy adecuado para referirse al carácter inesperado de lo que el observador puede encontrarse en el estudio de las lenguas.

{8} Dejamos aquí los términos originales en inglés. En español, se han venido introduciendo otros. ‘Ensamble’ suele utilizarse para ‘Merge, así por ejemplo en el libro de Luis Eguren y Olga Fernández Soriano, Introducción a una sintaxis minimista, Madrid, Gredos, 2004. Como puede verse, la denominación en una lengua y otra ya lleva implícita una conceptualización.

{9} Me limitaré a citar un solo artículo, ya antiguo, para que el lector se haga una idea de la cuestión: el de Amy Weinberg, “A Minimalist Theory of Human Sentence Processing”, en Epstein and N. Hornstein (eds), Working Minimalism, MIT Press, 2001 (http://users.umiacs.umd.edu/~weinberg/CHAPTER11.pdf).

{10} Cualquier manual al uso puede servir como introducción. Y también pueden servir a ese propósito los recurridos artículos de la Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Jerarqu%C3%ADa_de_Chomsky).

{11} Esto se hace más evidente si se piensa en un transductor de estados finitos, como los que se describen en la sección I. 3 de D. Jurafsky y James H. Martin, Speech and Language Processing, Upper Saddle River, Prentice Hall, 2000.

{12} Naturalmente, partimos de Gustavo Bueno, “Operaciones autoformantes y heteroformantes. Ensayo de un criterio de demarcación gnoseológica entre la Lógica formal y la Matemática (I)”, El Basilisco, número 7, mayo-junio 1979, páginas 16-39; y “Operaciones autoformantes y heteroformantes. Ensayo de un criterio de demarcación gnoseológica entre la Lógica formal y la Matemática (y II)”, El Basilisco, número 8, julio-diciembre 1979, páginas 4-25.

{13} En Charles. F. Hockett, Language, Mathematics, and Linguistics, Mouton & Co., 1967, p.9. Una argumentación interesante en torno a esto mismo fue la de Robert J. Matthews en “Are the Grammatical Sentences of a Language a Recursive Set”, Synthese, 40, pp– 209-224, 1979.

{14} Con los términos ‘I-language’ y ‘E-language’, o con otros, puede comprobarse como la distinción se convierte en central de forma explícita desde, al menos, los años 1970 en Chomsky. El I-language se identificará a veces con la gramática, con una visión más intensional que extensional, pero también subjetual, con la gramática definida como una capacidad del hablante.

{15} Los textos son David Alvargonzález, “Problemas en torno al concepto de «ciencias humanas» como ciencias con doble plano operatorio”, en El Basilisco, 2ª época, núm. 2, págs. 51-56. El artículo de Bueno, “Sobre el alcance una ciencia media (ciencia β 1) entre las «ciencias humanas» estrictas (α2) y los saberes prácticos positivos (β2)” aparece en el mismo número, págs. 57-72. También apareció en la revista META de la Universidad Complutense en 1992, págs. 155-181, y una reelaboración del mismo forma parte de la lectura cuarta de El sentido de la vida, Pentalfa, 1996.

{16} Estos principios de economía no son de naturaleza estadística, por otro lado habituales en lingüística, y que corresponderían a metodologías α1-I. En todo caso, estarían relacionados indirectamente con el coste computacional. Para una visión de conjunto, véase J, Uriagereka, “Some Thoughts on Economy within Linguistics” (http://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0102-44502000000300009). Para la idea de economía específicamente dentro de la maquinaria gramatical minimalista, véase The Minimalist Program de Chomsky, The MIT Press, 1995.

El Catoblepas
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