El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas · número 193 · otoño 2020 · página 6
La Buhardilla

2020

Fernando Rodríguez Genovés

2020, ¿quieres saber el futuro? No tienes futuro. Sólo repetición. Porque tras tu paso todos los años serán el mismo

 

«Se echó hacia atrás en la silla. Estaba absolutamente desconcertado. Lo primero que no sabía con certeza era si aquel era, de verdad, el año 1984.» George Orwell, 1984

«El día después, la explosión de patología social que ha acompañado la reacción occidental a los atentados cometidos el 11 de Septiembre [de 2001 en EEUU], no hubiera existido sin la cultura vigente el 10 de septiembre.» Martín Alonso, Doce de septiembre. La guerra civil occidental, 2006

 

 

2020 2020

2020 vino después de 2019. No sé lo que vendrá después.

El “2020” al que me refiero no tiene 365 días, y no porque sea año bisiesto, sino por ser un año siniestro, un cuento todavía sin contar, un año dañado.

2020, más que año es daño. Más que fecha, es ficha de la historia, y como bien saben los jugadores de manos y barajas: carta sobre la mesa, pesa. No es posible rectificar ni dar vuelta atrás. He aquí la presión del presente y el peso del pasado. Lo hecho, hecho está… para durar.

El daño que nos duele en 2020 proviene de lesiones y erosiones, carcomas y llagas, abscesos y excesos, producidos desde mucho tiempo atrás. De modo semejante a esas enfermedades que se manifiestan hoy, pero tienen su origen en el ayer.

Igual que la afección va incubándose a lo largo de los años hasta que rompiendo la cáscara sale el bicho. 2002, la serpiente ha salido, finalmente, del huevo y repta. El efecto 2020.

Año peculiar, como todos. Pero éste acaso más, como lo puedan ser 1789, 1917, 1984…  ¿Tiempos difíciles? Como todos, según sentenció Charles Dickens en su novela sobre la Revolución francesa del mismo título. Pero éstos tal vez más difíciles todavía, porque los tenemos encima ahora mismo. Y porque no sabemos cuándo y cómo acabará la historia.

El año 2020 del que hablo no termina el día 31 de diciembre. Lo mismo que no comenzó un 1 de enero. El desarreglo global viene de lejos en el tiempo, mas es próximo en el espacio. El 1 de enero de 2021, no será Año Nuevo, sino un 2020 inflamado, según veremos.

La humanidad ha convivido en todo momento con gérmenes y gentes, ponzoñas y especies de todas clases. Sobrevivirá a ellas o perecerá. O se inmuniza o se despreocupa de los síntomas, haciendo como si no existieran ni le inquieten. La humanidad ha sobrevivido a virus varios, pero el virus dominante, el Virus por antonomasia en 2020, no es un virus cualquiera ni un virus más. Es el virus madre… de todas las batallas, virus transmutado en fenómeno viral, un misil –si me es permitido el símil– transfigurado en manifestación patógena de masas desesperadas por controlarlo, siendo, desde el primer momento, por el superlativo Virus controladas.

Al querer matar al arácnido, el incauto cayó en la tela de araña. Al querer atrapar la piraña, el pescador pescado cayó prendido en la Red.

20 20

Los individuos se infectan del rey coronado con el título de Rey de los Virus sólo con nombrarlo, por eso suelen evitar mentarlo expresamente. Se tapan los ojos ante la perspectiva de ver al Rey desnudo; la boca y la nariz, para pasar desapercibidos. Prefieren vivir en la mentira y el autoengaño que morir en la hoguera de los malditos, de los infieles, de los heterodoxos, de los indomables, quienes dicen aquello que los timoratos, los timados y los taimados no quieren oír.

El desmoralizado –bajo del moral, hasta el nivel 0– busca un culpable sobre el que proyectar la angustia que le oprime, y en buena medida se ha creado a sí mismo. La Religión Viral le ha prometido la inmortalidad, si sigue al pie de la letra las instrucciones, los mandamientos que predican los sacerdotes de bata blanca, pegado al televisor y al pringoso papel atrapamoscas de los periódicos. 

2020, el año del daño, ha sido año de rebaño, encerrado el ganado en el cercado. Las reses han sido marcadas en el hocico, para que no hablen de más. Aunque sí pueden masticar y deglutir alimentos. Y así, masca que te masca, ven la vida pasar en un suspiro, que es el morir.

En esta granja sin rebelión, los residentes se sienten protegidos y vigilados, y, en el colmo de la perversión lingüística y moral, se llaman a sí mismos “resilientes”. Una legión de veterinarios, a la sazón adiestrados para la ocasión, cuida de su salud: les toma la temperatura e inspecciona la dentadura. Cuando toca, vacuna, marcan a la res extensa. No se queja. Porque, después de todo, está agradecido por la deferencia, que es dependencia.

El veterinario es el héroe supranacional, cual hombre del año en el magazine New Yorker (pues, TIME ya tiene reservada la portada para el dúo Biden/Harry desde antes de noviembre), custodiado por una guardia pretoriana, con porra en la mano y pistola al cinto, que le abre paso, con o sin derecho. Ocurre que en 2020 los permisos han sido suspendidos. Todo el mundo está acuartelado y en expectativa de destino.

2020. Año capicúa. Principio y fin. Pez que se muerde la cola. Cinta de Moebius. Eterno retorno. Estación de cosecha tras la siembra. Empieza y vuelta a empezar. Reinicio del sistema. El Gran Reinicio.

Ha sido mucho tiempo de estar en barbecho, esto es un hecho. De aceptar lo inaceptable. De consentir y seguir la corriente. De repetir lo que se oye. De ver, oír y callar. De inercia del qué dirán. De estar a la mode. De vivir del glamour fou.

Glamour fou. ¿Es esta la enfermedad? El agente es potente y muta. El Diablo dijo “sí”. Vale, ¿pero qué es? ¿Quién es? ¡Ah! De la materia que se hacen los delirios. Materia inmaterial, ¿comprendes? Para unos es un virus. Para otros, un ovni, un extraterrestre, una nube de humo, un fantasma, una pesadilla, la Nada.

2020 ha consumado la sociedad cínica. Una masa consagrada a la autocomplacencia y la idolatría, que ha sustituido la fe en la ciencia por la indecencia, la razón por la pasión, el entendimiento por la empatía, la comprensión por el sentimiento, la justicia por la conveniencia, la cruda verdad por la mentira cocinada, la libertad esforzada por la esclavitud gratuita.

Planeta 2020. La masa obediente cumple las normas marcadas por los gestores (mal llamados “élites”), de todos los colores. Gobernantes y gobernados de todos los tamaños.

Las fuerzas del Nuevo Orden Mundial observan el cumplimiento de la reglas por tierra, mar y aire, mediante cámaras de vigilancia y a pie de calle, controlando el contrabando, por medio de drones y helicópteros. Todo está bajo control. El celular y las aplicaciones. Los agentes de movilidad y la dirección prohibida. Copy.

2020. Los números y los dígitos no importan. Ya ni se cuentan los muertos. Excepción: las claves y las contraseñas. El punto G será el 5G.

2020: ¿quieres saber el futuro? Tú no tienes futuro. Sólo repetición. Porque a partir de ahora todos los años serán el mismo.

*

«Por ejemplo, en este momento, en 1984 (si es que efectivamente era 1984),
Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Asia Oriental.»
George Orwell, 1984

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