El CatoblepasSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
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El Catoblepas

El Catoblepas · número 178 · invierno 2017 · página 6
La Buhardilla

Aforo ilimitado

Fernando Rodríguez Genovés

Introducción del ensayo Aforo ilimitado. Asientos libres y otras liberalidades (Amazon-Kindle, 2017)

Asiento. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
11. m. Anotación o apuntamiento de algo para que no se olvide

Fernando Rodríguez Genovés

El libro que tiene el lector en pantalla cabría entenderse, en un sentido extenso, a modo de continuación de un ensayo previo, Dos veces bueno. Breviario de aforismos y apuntamientos (Evohé, 2014), si bien no como una segunda parte o tomo dos del mismo, a pesar de lo que su título pueda sugerir, inspirar o incluso tácitamente auspiciar. En verdad, existe un parentesco en la estructura y composición de ambos trabajos, el anterior y el presente, en los cuales el aforismo y la narración breve cumplen la función de sujeto agente que los recorre en buena parte de su trazado. No es menos cierto que tampoco en esta ocasión he podido resistirme al encantamiento que me producen los juegos de palabras: sigo creyendo que avalan y refuerzan el abracadabra de la escritura aforística.

Que nadie perciba en mi gusto por la escritura juguetona –y acaso también asaz revoltosa– una terquedad obsesiva ni un contumaz reto personal (más difícil todavía). Ocurre tan sólo que me complace la tarea de estrujar las ideas y retozar con las palabras, de meditar, escribir y sonreír, al mismo tiempo. Me produce gran contento escuchar cómo se baten las ideas y carean las voces, entre sí, pero no porque sí, sino porque me ayuda a comprender mejor su sentido y alcance. Es el caso que, pupilo del maestro del ensayo, Michel de Montaigne, nada hago sin alegría. Procuro y me empeño, asimismo, siguiendo ahora a José Ortega y Gasset, en que a la hora de componer los textos lo campante no arrolle lo elegante.

De manera que, en rigor, no es ésta la continuación de un libro anterior. ¿Qué es Aforo ilimitado, pues? De un modo no consciente ni deliberado, todos los libros que he escrito mantienen elementos comunes, afinidades efectivas y conexiones varias; al menos, tal impresión tengo, si bien no es el autor sino el lector, leal y perseverante, la persona más apropiada para advertir la consistencia (o no) de esa presumida trayectoria. No buscando, en consecuencia, continuación, sí pretendo en estas páginas continuidad. Tal es mi anhelo. Y que sea por muchos años…

En el Prólogo a mi primer libro, Razones para la ética. Ensayos de ética autónoma y humanismo racional, publicado en el año 1999, decía lo siguiente:

«El lector se halla ante un libro que, en su aparente heterogeneidad, contiene una serie de artículos y ensayos agrupados por una disposición común, más proclive a la suma de las partes que a la miscelánea. Todos ellos, contemplados uno por uno, pueden leerse, en efecto, sin depender del amparo del resto, pero confío que en su conjunto llegue a advertirse el aire de familia que los emparenta y complementa, más allá de una ensoñadora sistematicidad o de una disciplinada y forzada alineación por corpulencia o por las iniciales del título.
¿Estamos, pues, ante un libro o ante una recopilación de ensayos? Supongo que ambas cosas, sin que la aceptación de una opción implique la negación de la otra, al no ser contrarias.»

Tras esta mirada a los orígenes que tal vez capte el atisbo de un destino, sigamos adelante.

No tengo interés particular, ni capacidad intelectual y anímica, para elaborar una filosofía sistemática. No me adentro en esa vía honda y longa; tampoco lo procuro ni ansío. Sí, en cambio, ensayo sin cesar; bosquejo y proyecto a diario; medito sin descanso, razón por la que, a menudo, me paro a pensar; siembro en amplios terrenos, aunque cosecho en reducida huerta; reflexiono, en fin, en cortos recorridos y escribo en breve.

Mi pasado de profesor de filosofía ha dejado en los libros que llevan mi nombre las marcas características que identifican, a veces, un discurso académico, si bien, y aun en estos casos, he intentado limitarme y controlarme. En el momento presente (del futuro no sé, porque en él no estaré), cuando los hábitos de scholar están lejos y poco frecuento textos y estilos de saber con sabor curricular y de escuela, despachado más no despechado, me dejo llevar libremente por el pensar vagamundo y la redacción escueta.

Mantengo el gozoso hábito del aforismo y el escrito conciso, artes y oficios del escribir que ansío no abandonar, ni que me abandonen. Además de aforismos, en la acepción clásica del término (reunidos en la sección «Llenando el aforo»), ofrezco en esta ocasión al lector relatos con retratos, si se me permite decirlo así («Pases especiales», según consta en el Índice); esto es, breves textos sugeridos por la visión de una imagen o viceversa. Aunque sólo fuese por este motivo, no miento ni engaño a nadie, si afirmo que Aforo ilimitado es un libro ilustrado.

El propio título del ensayo permite que mantenga la línea abierta, aun al precio de engrosar mi bibliografía. Lo dicho: más que continuación, continuidad. Repárese en que el mismo rótulo –Aforo ilimitado– apunta, en una primera instancia, a la capacidad del recinto que acoge las meditaciones, venidas o por venir. Asimismo, deberá uno estar pendiente de otras capacidades, si las hubiere o sobrevengan. Al cavilar y escribir, me contengo, mas no pongo barreras al cogitar ni taso o restrinjo el número de espectadores y lectores.

Entiende, lector, esta declaración que cierra la Introducción a modo de invitación para adentrarte en las páginas que siguen. Toma asiento. Comienza la función.

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