Nódulo materialistaSeparata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org


 

El Catoblepas, número 176, octubre 2016
  El Catoblepasnúmero 176 • octubre 2016 • página 11
Artículos

Juan B. Bergua y la novela antigua

Sigfrido Samet Letichevsky

Aproximación al trabajo y obra del filólogo.

Juan Bautista Bergua (1892-1991) fue filólogo, traductor, antólogo, crítico literario, editor y librero. Su legado consta de 27 obras literarias y eruditas, 54 traducciones anotadas, 33 traducciones, estudios preliminares y anotaciones a las Obras Completas de Platón, 22 obras menores y 14 obras firmadas con seudónimo. Esta producción ciclópea fue una de las mayores contribuciones a la cultura de los hispanohablantes, especialmente por su traducción y edición de los clásicos de la antigüedad y su venta a precios económicos.

Solo haré un breve comentario de su traducción de las obras contenidas en tres tomos:

1) La novela Romana: En Satiricón (Petronio, siglo I), Las metamorfosis (Apuleyo, siglo II), La Luciada (Loukianos, siglo II).

2) La novela Bizantina: Las etiópicas (Heliodoros, siglo III aunque ubica la acción varios siglos antes de Cristo).

3) Los Ragionamenti: Pedro Aretino, siglo XVI.

Estos libros dan pautas para estudiar la evolución de la novela. Se acompañan de «Noticias preliminares» y de notas varias.

Terminología en la traducción de Bergua

Dice en «El Satiricón» (pg.88): «pusimos pies en polvorosa» Es una expresión que todavía se usa, aunque las carreteras (mejor dicho, autovías) ya no son «polvorosas». Y en pg.124: «aquí se atan los perros con longaniza». Así se dice en España para denotar «riqueza o «abundancia». Supongo que Bergua recurre a expresiones equivalentes a las del original romano. Pero tal vez en algún caso haya utilizado las mismas del original. En pg.139 dice: «Ves la paja en el ojo ajeno y no la viga...».

En pg.125 leemos: «de tal palo tal astilla», en pg.134: «chiquilicuatro» y en pg.144: «la bailaba yo el agua». Expresiones tan españolas y contemporáneas, es difícil pensar que se hubieran usado en Roma hace dos mil años.

En «Las metamorfosis» (pg.323) vemos que: «transportó todo a cien millas de allí». Debe ser una distancia equivalente, porque en Roma no se usaban millas. ¿No sería mejor dar la distancia directamente en «estadios»? Dice en pg.548: «en busca de nuevos camaradas». Seguramente el significado actual de «camarada», coincide con el original romano. Pero no su significado original: compañero de cámara, de habitación; era palabra utilizada por los estudiantes.

Para Bergua, «El Satiricón» es una obra maestra (pg.61), al igual que «Los Ragionamenti»: («el autor de «Los Ragionamenti» fue, no se dude tampoco, el mejor escritor de su tiempo»; pg.20).

En cambio «Las metamorfosis», «Las etiópicas», las «Las aventuras de Leukippe y Kleitofon» y «La novela de Kalimachos y Chrisoé» son obras disparatadas: una sucesión interminable de sucesos imposibles que ponen continuamente a la pareja al borde de la muerte, y que, sin embargo, consiguen eludir. Resultan aburridas; sin embargo son útiles para conocer algunos aspectos de la vida en aquellos tiempos.

«Los Ragionamenti» comprenden: Vida de las monjas, Vida de las casadas, Vida de las cortesanas, La educación de Pipa, Las astucias y charranadas de los hombres, Las rufianerías y Los sonetos lujuriosos. Leemos en pg.38: «dulce de membrillo». El membrillo proviene de Asia; en 1525 ya habría llegado a Europa. Es curioso que lo llame «dulce» (como en Argentina). En España se usan palabras como «jalea», o «mermelada» a las de menos consistencia. En pg.143 dice: «Dio orden de que le pusieran sobre la mesa de la cocina una merienda que era tanto como un almuerzo y una cena ...».

En España, algunas personas toman a media mañana una especie de segundo desayuno, al que llaman «almuerzo». En cambio, la ingesta del mediodía es la «comida». Bergua la llama «almuerzo», como se hace en Argentina.

Leemos en pg.146: «Vestía trajes de una moda que ideaba ella misma...». Moda es, para cualquier variable (peso, estatura, color, dureza, temperatura, etc., de animales o de cosas) el valor más frecuente. Se podría decir que, como los pantalones son usados por casi todos los hombres, es la «moda» en esa clase de ropa. Las mujeres usan pantalones o faldas, de modo que lo más frecuentemente usado, varía con el paso del tiempo. En una época y lugar, la moda puede ser faldas, y en otras, pantalones. El interés en las características (sobre todo estéticas) de las vestimentas, modificó el significado de «moda» hasta hacerla sinónimo de «ropa». En su lugar, podría decirse «diseño», «forma y color», «creación», etc.

En pg.317 dice: «No te mezcles Pippa, para nada, en las corridas de toros...». Al parecer, en el siglo XVI las había en Italia. Y luego: «Asimismo, sí quisiera enseñarte el modo de acomodar los senos en el corpiño...». En Argentina se llama «corpiño» al sostén. En España, corpiño es un vestido sin mangas y ajustado al cuerpo.

Dice en pg.374: «no te exigen, cuando te hunden la barrena en el conejo, que tu respondas con un pequeño retorcimiento, ni que digas algunas suciedades para acrecentar sus deseos...» «Conejo» sigue siendo en España la palabra que popularmente significa «coño» (así como en Argentina se denomina «concha»). También se la llama «chocho», como se ve en el Soneto Lujurioso VII: «¡Mano más suave que el más suave chocho!». Pero tiene otra acepción: la persona que sufre de confusión mental debida a la vejez. Así, en pg.148 dice: «aquel viejo chocho». Con este único sentido se usa también en Argentina.

Vemos en pg. 414: «Esa caca {de una golondrina en su hombro} te es desagradable a la boca. La gente se escandaliza mucho de ciertas palabras. Cosa extraña es que no se pueda decir cu, po y ca». Efectivamente, muchas cosas existen, y muchas cosas se hacen -a menudo son maravillosas- pero no se las puede nombrar. Escandalizan las palabras, no las cosas ni los hechos. El cu, edbe ser el culo, la po probablemente sea la «polla» (en Argentina, pija, o poronga). Pero no he llegado a saber que es el ca. Debería referirse a una parte de la anatomía femenina, como «cachucha» (coño, conejo, concha). Pero lo que desconcierta es el artículo »él».

También solemos tratar las palabras como si fuesen realidades. Etiquetar a un partido político como «izquierda» o «derecha», es algo arbitrario y subjetivo. Sin embargo, estas palabras sirven para azuzar a un partido contra su «opuesto», o para justificar pactos entre partidos etiquetados igual, aunque sean absolutamente diferentes (incluso opuestos) en sus manifestaciones, porque el objetivo común a todos es alcanzar el poder.

La medición del tiempo

Leemos en «El Satiricón» (pg.105): «en cuyo comedor hay un reloj», y en pg.157: «Y un reloj, en el cual todo el que mire la hora...». El reloj de sol es muy antiguo y permite seguir el paso del tiempo con bastante precisión, durante las horas de sol. El problema era seguirlo por la noche. Pero en «El Satiricón» los relojes estaban en el interior de la casa. Esto es inexplicable en el siglo I. El reloj mecánico se inventó en el siglo XV.

En «Las metamorfosis» parece más comprensible. Dice en pg.480: «A la primera vela, acércate...». Y en pg.484: «allá hacia la tercera vela de la noche». Las velas debían tener un tamaño standard para consumirse en el mismo tiempo. Pero ¿quién encendía otra vela cuando se apagaba la anterior? En los monasterios había monjes de guardia. Pero en viviendas particulares, tal vez esta responsabilidad recaía en los esclavos.

En «Los Ragionamenti», ya se comprende que diga en pg.182: «hasta las siete o las ocho» y en pg.186: «llegaron a mi casa a las cuatro». Pero las notas de Bergua dicen que»las siete o las ocho» son la una o dos de la mañana, y «las cuatro» son las diez de la noche. No aclara por qué las horas estaban retrasadas en seis horas con respecto a nuestra designación actual.

Psicología y política

Leemos en «El Satiricón» (pg.222): «No es inferior la inmoralidad que domina en el Campo de Marte: los Quirites, comprados, dan sus votos a quienes los sobornan e inclinan con el peso de su oro; pues si venal es el pueblo, venal es la curia de senadores». Quirites son los antiguos Romanos; se puso este sobrenombre a Rómulo después de muerto. Y el Quirinal es una de las siete colinas de Roma, en la que está instalado el Ministerio de Relaciones Exteriores, o Palacio del Quirinal.

El populismo, la compra de votos, es muy antiguo. Y muestra que la corrupción es común a todos los estamentos sociales (no sólo a los políticos) y quien se corrompe, tuvo la oportunidad de hacerlo.

Dice Apuleyo en «Las Metamorfosis» (pg.504): «(sabiendo cuán fácil es engañar a los que cuanto quieren es ser engañados)». Lo mismo dice Nanna en «Los Ragionamenti» 1.300 años después: «Los hombres quieren ser engañados...».

Y Apuleyo toca también el tema de la corrupción- En pg.561 de «Las Metamorfosis» se lee: «¿Por qué extrañarnos pues, criaturas viles, bestias sórdidas del Foro, o por mejor decir, buitres con toga, de que todos los jueces hoy vendan sus sentencias contra dinero...».

Pedro Aretino dice en «Los Ragionamenti» (pg.329), por boca de Nanna: «Lo que me iría derecho al corazón es que mis palabras fructifiquen en tu cerebro como hace el grano sembrado en los campos».

Que las palabras sean causa de acciones materiales, es una idea audaz para el siglo XVI. Y compararlas con el fructificar del grano en los campos, una bella metáfora. Que es común entre los que creen en el progreso contínuo estimulado por la educación. En el siglo XIX, el poeta argentino Olegario V. Andrade, publicó el poema «Stella», cuya estrofa final dice: «¡Arriba labrador del pensamiento/ Cava ancho surco en la conciencia humana,/ que si lo riega tu sudor fecundo,/ Dará flores y frutos de esperanza!».

Dice La Comadre en pg.472: «¿Qué si se dicen y se creen? No se podría jamás calcular la simplicidad de las gentes, y ten por seguro que si se hiciera la cuenta de pillos y de imbéciles, no se hallarían menos tontos que pillos». Esto concuerda con las afirmaciones de que los hombres quieren ser engañados.

En 1927, Agustín Irusta compuso el tango «Se acabaron los otarios», donde decía: «Se acabaron los otarios/ que en otros tiempos había,/ los muchachos de hoy en día/ no son giles, al contrario». Al año siguiente, Héctor Behety, le contestó con su tango «Todavía hay otarios»: «No sé porque dicen/ que no hay más otarios,/ que todos son ranas/ y taitas a la vez/ si por cada vivo/ marca el calendario/ más de diez gilastros/ que nacen por mes». (Ambos tangos los cantó Gardel). Estos versos coinciden con las palabras de La Comadre. Aclaremos que «otario» sólo significa «lobo marino» en España, y en Argentina sólo significa «tonto».

Heliodoros dice en «Las etiópicas» (pg.75): «tu ensueño debe ser interpretado». Como bien sabía Freud, la interpretación de los sueños tiene raíces muy antiguas. En castellano, «sueño» tiene dos significados: 1) el hecho fisiológico de dormir, y 2) las imágenes que suele percibir el durmiente. Bergua hace bien en llamar con otro nombre -ensueño- al segundo. También en «Los Ragionamenti» (pg.31-32), Nanna interpreta un sueño de Pippa. Y Knemon habla de «símbolos»(en los sueños); esta idea fue ampliada por Stekel y aceptada por Freud.

En pg.108, Charikles dice: «¿Es que tu entonces crees como la gente vulgar, en el mal de ojo?». Mil ochocientos años después, sigue habiendo «gente vulgar» que cree en el mal de ojo.

Petronio dice en «El Satiricón» (pg.270): «Nuestros ojos nos engañan muchas veces y nuestros inciertos sentidos nos extravían imponiendo silencio a nuestra razón».

En el siglo I, todos daban por descontado que el mundo es como lo vemos- Pero Petronio apunta a la necesidad de estudiar la percepción para filosofar con fundamento, lo cual es un enfoque muy moderno. Todavía hoy muchos dicen: «las cosas como son», o «yo sólo creo en lo que veo». Pero ¿cómo son las cosas? Más del 90% del Universo es «materia oscura». Y lo que vemos no es necesariamente igual a nuestra percepción. Tenemos unos pocos y modestos sentidos que captan una gama muy limitada de las señales que las cosas emiten. Los perros perciben ultrasonidos; los humanos no.

La sexualidad

En «Las Metamorfosis» (pg.495) leemos: «aquellos desvergonzados, ardiendo en fuego impuro, se entregaron a los a los más escandalosos desórdenes de una pasión contra natura». Es un juicio curioso para el siglo II, pues todavía el cristianismo era una secta poco numerosa e influyente, mientras que en el Imperio Romano, las costumbres eran completamente relajadas. Como escribió Bergua en su «Breve historia de la novela Romana» (pg.37): «Que le gustasen mucho sus compañeras de planeta, o sus compañeros, o una cosa y otra como por lo visto le ocurría a César, a causa de cuya amplitud amorosa era llamado «el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos», hoy, ¿qué nos importa?».

Luego, en pg.67, dice: «Por lo demás, habría que hacer observar que este concepto de «moral» e «inmoral», como aún se entiende en ciertos medios (por fortuna cada vez más reducidos ), creación del cristianismo, no existía en las sociedades antiguas en las que, no solamente jamás se le ocurría a nadie que pudiera ser inmoral el acto al que todos debemos la vida, sino que tampoco se consideró como «virtud» cierta clase de castidad antinatural que intente (...) privar a las criaturas de una necesidad tan imperiosa en la juventud (...) como la que nos obliga, mediante el alimento y la bebida, a mantener la vida».

Vimos en «Las Metamorfosis» que, en lo que respecta a la homosexualidad, no coincide con la opinión de Bergua. Además atribuye al cristianismo la hipervaloración de la virginidad. Pero en «Las Etiópicas» leemos (pg.151: «Olvidando todo lo demás, permanecieron mucho tiempo abrazados, cual si fuesen uno solo, abandonándose hasta la saciedad, a su amor siempre puro y casto, mezclando las templadas olas de sus lágrimas y no cambiando sino besos virginales». Este curioso párrafo parece describir una relación sexual, pero resulta que se trata de «amor siempre puro y casto» y con «besos virginales». Heliodoros ubica la acción varios siglos antes de Cristo, pero la escribió en el siglo III. En ese entonces, ya dijimos, el cristianismo era una secta. Recién en el 1º Concilio ecuménico de Nicea, en el año 325, Constantino proclamó al cristianismo -en el sigloIV- religón del Estado (y probablemente Heliodoros desconocía la existencia del cristianismo).

Bergua dice en su «Breve historia...» (pg.20): «Otras veces, en el modo de enfocar la pureza y la castidad, diríase que caminaba ya por la vía en la que con tanto gusto entraría la nueva religión, y por la que condicionó luego, como uno de los medios de edificación a sus partidarios». Es decir, que la «nueva religión» adoptó con entusiasmo una tendencia ya existente y creciente. La «moral» sexual dio un giro de 180º en sólo un siglo. Bergua dice en su Noticia preliminar a «Las etiópicas» (pg.15): «El detalle, además, de dar tanta importancia a la pureza a base de la virginidad y la castidad, parece probar una reacción natural (ley del péndulo, que, como en todo, va fatalmente de un extremo al opuesto) que había pasado de la libertad de costumbres llegada a su punto máximo a finales de la República Romana y principios del Imperio (recuérdese la supresión de las bacanales por el Senado Romano, de tal modo eran desenfrenadas, y a las Mesalinas, Agripinas, y Sabinas Popeas que, no obstante su elevada situación, nada las detenía en el camino del desenfreno y de los vicios) a una tendencia a todo lo contrario».

El movimiento del péndulo describe bien el movimiento de las costumbres. Pero faltaría encontrar su causa.

Once siglos después de «Las Etiópicas», en la Nota Preliminar a «Kalimachos y Chrisoé», leemos (pg.530): «una vez solos ya, y enamorados el uno del otro, lo que acontece con sólo verse, deciden acostarse juntos, sin que ella tenga a propósito de su virginidad los escrúpulos que encontramos mucho antes en Leukippe y Charikleia (esta última de «Las Etiópicas»).

En «Leukippe y Kleitofon» se menciona un enamoramiento aún más remoto (pg.379): «Este hombre había sabido que Sostratos tenía una hija muy hermosa, y, no obstante no haberla visto jamás, deseaba que fuese su mujer, pues habíase enamorado de ella por referencias». Y en pg.395 leemos: «Lo que no me explico es cómo este amor hacia los muchachos está de moda».

Estas designaciones de las relaciones sexuales en la antigüedad y en la Edad Media, perduran todavía en expresiones como «hacer el amor». El amor no se hace: ES (o no es), pues se trata de un sentimiento. La relación sexual puede darse aún sin amor, así como puede haber amor sin relaciones sexuales.

Asuntos diversos

Petronio («El Satiricón», pg.150) habla de «pan casero». Es decir, que debía haber «pan comercial». Efectivamente, en pg.159 leemos que «fue en un tiempo una panadería».

Apuleyo («Las Metamorfosis», pg.319) dice: «Sabed también como gano mi vida: me dedico a vender miel, queso y demás mercancías semejantes que necesitan los posaderos, y para ello recorro en todos los sentidos la Tesalia, la Etolia y la Boiotia». O sea, que había un intenso comercio de mercaderías perecederas.

Y en pg.501 dice: «me hacían salir al son de castañuelas». Si llama la atención que en la antigua Roma hubiera castañuelas, aún más lo hará lo que dice Nanna a su hija («Los Ragionamenti», pg.317) mientras la educa para que ejerza la prostitución: «No te mezcles, Pippa, para nada, en las corridas de toros». Y luego le dice: «Asimismo sí quisiera enseñarte el modo de acomodar los seños en el corpiño». En España, el corpiño es un vestido sin mangas, ajustado al cuerpo. En Argentina, se llama «corpiño» al sostén.

Puesto que tanto se valoraba la virginidad, en pg.319 Nanna menciona a su hija: «El modo de hacerse pasar por virgen un centenar de veces, si tantas veces tiene interés en parecerlo, te lo enseñaré la víspera del día en que debas entrar en liza. Todo el secreto está en el alumbre de roca y resina de abeto cocida con el alumbre; se trata de una pequeña receta conocida en todos los burdeles».

Leemos en «Las Metamorfosis» (pg.588): «me contenté de alimentos que no tuvieran vida». Parecería creer que los vegetales no la tienen. Pero en la página siguiente aclara: «la interdicción de todo alimento animal».

Heliodoros dice en «Las etiópicas (pg.30): «y decíame, dada su ingenuidad natural, que además se habían apoderado de la propia sacerdotisa, o tal vez de alguna estatua animada». Imaginar una estatua animada, muestra una tendencia humana a imaginar la posibilidad de dar vida a la materia inerte. Tal vez, siguiendo este camino, la idea más antigua de un autómata, haya sido la leyenda del Golem, creado por el rabino Yehuda Lôw. Dio lugar a la novela «El Golem» (1915) de Gustav Meyrink y a un poema de Jorge Luis Borges. Una novela de Karel Capek fue el antecedente inmediato de los robots, que hoy recién es una realidad.

En «Las Etiópicas» (pg.254) nos enteramos de la humanidad y compasión de algunos jueces. Dice {a raíz de una falsa acusación a Charikleia}: «En vista de ello, los jueces, sin vacilar, estuvieron a punto de condenarla al más cruel de los suplicios usados entre los persas (despellejarla viva), pero tal vez a causa de su juventud y de su irresistible hermosura, conmovidos, la condenaron a ser quemada viva». ¡Tan sólo quemarla viva!

Y en pg.303: «Tan solo una cosa podría salvarle, y esto sería que al subir al lugar del sacrificio, probase que no está pura de relación con el varón, pues la ley exige que la víctima ofrecida a la divinidad sea pura». Los etíopes acostumbraban a sacrificar a los dioses la vida de un prisionero. Pero al parecer, a este efecto, la virginidad no otorgaba ventaja alguna. Sin embargo, dice en pg.305: «Vamos a volver al templo, pues no juzgamos que los sacrificios humanos sean legítimos ni creemos que la divinidad los acoja, por lo que quisiéramos que los sacrificios de otros seres vivos fueran también prohibidos». Esta fue la respuesta de Sisimitres al rey Hidape cuando éste preguntó: «¿Por qué no iniciais el sacrificio?». Y lo hizo en griego para no ser comprendido por el pueblo, que exigía el sacrificio.

En pg.248 encontramos un ejemplo de teorización: «Quién sabe si ciertos casos de locura, no tengan por causa la acción nefasta de gases que, privados de su vía natural de expulsión ascendieran aturdidamente hasta el cerebro, perturbándole».

En el siglo III, no podía haberse utilizado la palabra «gas», introducida por van Helmont recién en el siglo XVII. La mencionada teoría sobre el origen de la locura es, por supuesto, falsa. Pero, como enseñó Popper, la ciencia no comienza con observaciones, sino con teorías que surgen de cerebros. Sus consecuencias pueden ser refutadas por experimentos o por la realidad misma. Mientras no se logre refutarlas, las consideramos verdaderas. La mecánica de Newton fue una idea genial (y todavía se usa para vuelos espaciales). Pero Einstein la refutó con su teoría de la relatividad, que explica los mismos fenómenos y además otros que Newton no podría explicar. Para que una teoría pueda considerarse «científica», debe ser refutable. Si es irrefutable, no es científica.

Nanna dice (pg.275): «una sibila, un hada, una Beffana». En Italia, todavía hoy, los juguetes no los reparten los Reyes Magos, sino una bruja buena, a la que llaman Beffana (=Epifania).

Algunas ideas de Bergua

Dice en la Noticia Preliminar a «El Satiricón»: «Pero como una parte de este panteón, la relativa a los héroes griegos (verdaderos dioses menores, muchos de ellos, como hoy los santos». Efectivamente, el cristianismo, por ser la continuación de la religión judía, se lo considera monoteísta. Pero, además de que Dios es múltiple (la Trinidad), hay una gran cantidad de santos a los que se les reza (lo cual implica admitir su potencia divina) y varios de ellos son especialistas (San Antonio, en conseguir novios; San Pancracio -hay que ponerle perejil- ayuda a ganar en juegos de azar; San Cristóbal protege a los viajeros, etc.).

En pg.39 dice: «no hay género de novela que no haya tenido antecedentes en la antigüedad». Efectivamente, cultura es reelaboración. Suelo citar un magnífico ejemplo de Clive Stephen Lewis («La imagen del mundo», 1964). Dice en pg.160: «Sentimos la tentación de decir que la actividad típica del autor medieval casi consistía en retocar cosas que ya existían, como Chaucer retocó a Bocaccio y Malory narraciones francesas en prosa, que, a su vez, habían retocado narraciones en verso anteriores, como Lazamon rehízo la obra de Wace, que rehízo la de Geoffrey, quien a su vez rehízo nadie sabe qué».

Bergua dice en pg.61 que esa obra maestra, «además de una prodigiosa novela de aventuras, es la primera representación de este género que más tarde había de alcanzar en nuestra patria tan espléndida floración: de la novela picaresca».

En la Noticia Preliminar a «Las metamorfosis», dice Bergua: «las primeras novelas no fueron en realidad sino la reunión de unos cuantos cuentos unidos mediante un hilo conductor».

Es interesante observar las reelaboraciones de las reuniones de cuentos (como «Las mil y una noches») hasta la novela psicológica. Incluso puede suceder que el género novela (como lo conocemos ahora) desaparezca.

En la Noticia correspondiente a «Leukippe y Kleitofon» dice (pg.345): «ese odio instintivo, por considerar la obra del marica como una sucia competencia, que sienten las mujeres hacia los afeminados, los maricones y los invertidos».

«Afeminado» se refiere a aspecto y modales. Pero «maricón» e «invertido», entiendo que son sinónimos. No creo que en general las mujeres los vean como competidores. Suelen establecer con ellos relaciones cordiales y hasta amistosas.

En la Noticia de «Los Ragionamenti», dice en pg.29: «Es decir que la masa, el pueblo, seguía siendo digna continuación del que, siglos antes, cuando los emperadores, cuanto querían era panem et circenses, alegría, jolgorio y vivir, a ser posible sin trabajar». Hoy día sigue siendo cierto para buena parte del «pueblo», lo cual explica el éxito (político) del populismo y su fracaso (económico).

Leemos en pg.32: «Hoy nos parece que el mundo está podrido y que nunca ha estado como ahora, pero basta volver la vista atrás para darse cuenta de que poco más o menos siempre ha sido igual. Es decir, muy lejos de la «dichosa edad y siglos dichosos» en los que no sonaban las palabras «tuyo y mío». Y lo seguirá siendo mientras no varíe la condición de los hombres. Es decir, además de su afición a lucir y aparentar, la inclinación de muchos a no trabajar y a vivir a costa del esfuerzo ajeno».

Es cierto que no «todo tiempo pasado fue mejor». Hay muchas leyendas acerca de una «edad de oro» que hemos perdido. Incluso Marx supuso un «comunismo primitivo» (por evidente influencia de los mitos sobre la «edad de oro») al que habría que volver, pero apoyándose en ciencia y economía muy superiores.

En la Noticia sobre «El Satiricón» dice Bergua (nota 42): «Por extraño que parezca, de las historias que por lo general es preciso desconfiar más, son de aquellas escritas por contemporáneos de lo que relatan». También, en lugar de contemporáneos, podría decirse «testigos».

Suceden millones de cosas a la vez. El testigo ve unas pocas, las cercanas a él; no puede percibir el conjunto. En cambio, el historiador puede leer muchos documentos, testimonios y análisis. Aún así, nunca hay seguridad de que acierte con «la verdad», aunque su probabilidad es muy superior a la de los testigos. Por eso «memoria» e «historia» son términos contradictorios. No tiene sentido hablar de «memoria histórica»; o es memoria (individual), o es Historia.

Para no recurrir siempre a nuestra guerra civil (cuya percepción está cargada de fuertes emociones), tomemos un ejemplo más antiguo. Durante mucho tiempo no hubo seguridad de que Jesús hubiera existido realmente; podría haber sido una leyenda. Los rollos del Mar Muerto confirman que existió y que fue predicador de la secta de los Esenios.

Sin embargo, el famoso antropólogo Marvin Harris, dice en su obra «Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura». (Alianza Editorial)(pg.167): «Todo esto lleva a una conclusión: la conciencia del estilo de vida compartida por Jesús y su círculo íntimo de discípulos no era la de un mesías pacífico. (...) los evangelios (...) conservan lo que parece ser una corriente subyacente de dichos y hechos contradictorios que vinculan a Juan el Bautista y a Jesús con la tradición militar-mesiánica y los implican en la guerra de guerrillas». Y en pg.169: «Para los romanos Jesús era sólo otro personaje subversivo que merecía el mismo destino que todos los demás bandidos y revolucionarios agitadores de masas que seguían saliendo del desierto». I en pg. 175: «También le supone una ventaja {a Pablo}, el ignorar los componentes militares y políticos mundanos en la misión mesiánica de Jesús».

Sigfrido Samet
28-2-2016

 

El Catoblepas
© 2016 nodulo.org