Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
La idea de época postmoderna aparece ligada inmediatamente a la concepción hermenéutica de la filosofía de la historia. Aparece críticamente enfrentada a las ideas sucesivas de época clásica, época medieval y época moderna. Ahora me voy a centrar únicamente en la postmoderna, la correspondiente a nuestro presente del s. XXI.
Lo primero que debo decir es que el progreso de la filosofía es un progreso indirecto, debido al desarrollo del resto de los saberes, y en especial de los saberes científicos, de las ciencias. Por otra parte, el término postmodernidad se define a su vez de manera también oblicua, como aquella época que sigue a la modernidad. Es entonces imprescindible caracterizar de algún modo a la modernidad. Diríamos que la modernidad abarcaría de modo aproximado desde la segunda mitad del s. XVII a la primera mitad del s. XIX. De las cuatro épocas mencionadas sería la más breve, es decir, tendría un carácter explosivo o revolucionario, según nuestra opinión. En estricto rigor es en ella cuando se desarrollan de manera fulgurante las ciencias -no voy a precisar aquí tal concepto, sólo lo señalo denotativamente-, la mecánica newtoniana, la historia hegeliana. Ahora bien estas ciencias son entendidas como la verdadera filosofía, de naturaleza fundamentalmente especulativa, enfrentada a la imagen medieval en el que la filosofía estaba presidida por la teología católica como la ciencia suprema.
Quizás la manera más rápida y más interesante de conceptualizar la postmodernidad sea dividirla en etapas o corrientes. Para ello voy a utilizar un rasgo histórico propuesto por Gustavo Bueno{1}: la ruptura del bloque filosofía-ciencias. Este rasgo creo que se puede hacer corresponder fácilmente con la idea de supuesta crisis de los grandes relatos, con la fundamentación ontoteológica de la filosofía que se remontaría a los inicios de la filosofía, sobre todo con Aristóteles, etc. Pero ahora adquiere, me parece, un carácter mucho más preciso. Esta ruptura supone por un lado la consideración de que la teología, sea de la religión que sea, no es una ciencia, y por otro, que las ciencias son plurales y no agotan su campo, distinto del dominio filosófico. Este pluralismo científico sería la principal razón para afirmar el pluralismo o la idea de symploké en el sistematismo filosófico. Al menos así entiendo que lo afirma Gustavo Bueno en la referencia antes citada. Precisamente este rasgo, así entendido, nos parece que nos señalaría el paso de la modernidad, que tras el explosivo desarrollo científico, desembocaría en la postmodernidad. La situación podría esquematizarse mediante el siguiente dibujo:
Ahora bien esta situación característicamente postmoderna, criterio del que partimos para analizarla y ordenarla, no se ha manifestado de modo completo desde el primer momento. Es precisamente esta progresiva aclaración el criterio que utilizamos para tales fines. Con esto no pretendemos decir, por supuesto, que los sistemas filosóficos que mencionamos agoten toda su posibilidad en este esquemático criterio, que aquí sólo pretendemos enunciar, ni tampoco pretendemos ser, por otro lado exhaustivos en la enumeración de las variadísimas corrientes filosóficas que se han producido, digamos, a partir de la crisis del sistema hegeliano. Presentamos tan sólo un esquema provisional para comenzar la investigación clasificatoria de tales sistemas filosóficos, o filosofías si queremos ser más amplios. Debe quedar claro que esta interpretación supone una transformación, que puede ser bastante severa en algunos casos, debida precisamente a lo concreto del criterio que usamos.
Consideramos que habría una primera etapa postmoderna, que abarcaría aproximadamente la segunda mitad del s. XIX cuyo rasgo definitorio sería su preocupación por el desmantelamiento de la imagen ontoteológica de la modernidad. Aquí situaríamos a autores como Marx, Nietzsche, Freud, Schopenhauer. Tal desmantelamiento se realiza a través de las ciencias humanas, la economía y la filología en Marx y Nietzsche respectivamente, o desde las técnicas psicológicas, en el caso del psicoanálisis de Freud, o desde un visión estrictamente práctica de la filosofía en el caso de Schopenhauer.
Después de este periodo fundamentalmente reactivo, vendría un periodo más afirmativo que se extenderían aproximadamente a lo largo de todo el s. XX, quizás esta periodo podría ponerse en correspondencia con el surgimiento, desarrollo y caída de la URSS. En este periodo, como digo, se situaría lo que se ha venido en llamar crisis de los fundamentos de las ciencias y de las matemáticas (incluyendo a la lógica), el surgimiento de la mecánica cuántica, el desarrollo completo de la biología. Aquí se distinguirían tres corrientes principales.
La primera intentaría, tras devaluar el papel de las ciencias como saberes cosificadores, construir una filosofía verdaderamente científica. Aquí situamos la fenomenología de Husserl de gran influencia en todo el siglo. Desde nuestro punto de vista este intento convertiría a la filosofía en un saber dogmático o acrítico, en una falsa filosofía.
Una segunda línea seguiría el camino opuesto devaluaría la filosofía como un saber metafísico a favor de las ciencias. Se trataría ahora de buscar su unificación. Aquí situaríamos el positivismo, por ejemplo del círculo de Viena, el neopositivismo y la filosofía analítica en tanto que considera el análisis lógico del lenguaje como fundamento de las ciencias. Esta línea tendería a desembocar en diversos fundamentalismos científicos. Situaríamos aquí también fundamentalismos no científicos como el lógico-matemático, o el religioso.
Una tercera línea, considerada muchas veces como la típicamente postmoderna, devaluaría tanto a la filosofía como a las ciencias. Aquí situaríamos la filosofía de Heidegger, el existencialismo de Sartre, y sobre todo la deconstrucción de Derrida, en el que el pensamiento diletante o ecléctico asume de manera metodológica la deconstrucción de todo sistematismo filosófico. A esta línea la podríamos calificar de agnóstica, distinguiendo entre un agnosticismo explícitamente filosófico o crítico, de uno dogmático o antifilosófico.
Estas tres líneas tienen en común que tratan de alterar la situación de partida, la ruptura del bloque filosofía-ciencias. La importancia de las ciencias residiría en el carácter interno de sus verdades, en tanto que determinantes ineludibles de la conceptualización humana. El materialismo filosófico lo expresa mediante la idea de categoría o categorización. Estas tres líneas las consideramos idealistas, en tanto que opuestas al materialismo. Sería el materialismo, entendido como pluralismo, la única vía abierta, en tanto que ni devalúa la crítica filosofía ni devalúa el pluralismo científico. Esta idea de materialismo me parece establecería la filosofía del s. XXI. Frente al dogmatismo sería crítico, frente al fundamentalismo establecería a la filosofía como saber de segundo grado frente a las ciencias y los demás saberes, y frente al agnosticismo antifilosófico sería una filosofía sistemática. La filosofía sería crítica en tanto se define como enfrentamiento filosófico entre los sistemas filosóficos ya sean del presente como del pasado más remoto, aún a pesar de las grandes diferencias de desarrollo de los saberes en los que se puedan apoyar aquellos sistemas. Estas diferencias deben ser salvadas o asumidas precisamente por su carácter se saber de segundo grado, es decir, como saber de naturaleza discursiva frente al carácter operatorio-tecnológico de las ciencias. Habría que matizar aquí la distinción entre las ciencias y los demás saberes de primer grado. Dejando de lado esto, lo importante es que este carácter secundario nos libraría de los fundamentalismos. Frente al agnosticismo antifilosófico sólo cabría apelar a la verdad interna de las ciencias, que no es negada o neutralizada por su pluralidad, ya que ellas no agotan sus campos respectivos, según la gnoseología materialista.
Con este esquema podríamos abordar la idea de relativismo, por ejemplo, aplicado al caso del relativismo sociológico{2} (2). Si desde la sociología se pretende suplantar a la filosofía dejando intactos los demás campos científicos hablaríamos de dogmatismo sociológico. Si además se pretende que la sociología sea la ciencia suprema, verdadero norma, canon o ley de las demás ciencias, nos moveríamos en la escala del fundamentalismo sociológico. Si yendo todavía más lejos, desde la propia sociología socaváramos el propio campo de la sociología y por tanto de las demás ciencias, habríamos llegado al agnosticismo sociológico.
A nuestro parecer la situación es muy otra:
Referencias:
{1} Ante la preparación del tomo 6 de la Teoría del Cierre Categorial, Gustavo Bueno, Fundación Gustavo Bueno (2006),
{2}La ciencia y el relativismo. Filosofía versus Sociología de la ciencia, Carlos Madrid Casado, Escuela de Filosofía de Oviedo (2012). Sobre todo la primera lección, titulada: De las Guerras de la Cultura a las Guerras de la Ciencia. El giro sociológico y el porvenir de la Gnoseología.