Separata de la revista El Catoblepas • ISSN 1579-3974
publicada por Nódulo Materialista • nodulo.org
[Gustavo Bueno, 1924-2016]
Dos días después de que su esposa Carmen Sánchez falleciera en la casa familiar cercana a Llanes (Asturias), a las pocas horas de que su cuerpo fuera enterrado en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), Gustavo Bueno dio por realizado su sentido de la vida.
Durante la ceremonia de despedida a Carmen se comentó la siguiente escena de hacía pocos días: Doña Carmen y Don Gustavo, sentados en el estoico jardín de Niembro, se dieron la mano y se sonrieron. Bueno quiso dar una última lección en vida: ceder el protagonismo a la que había sido la «dinamo» de su sindéresis. Sabía que debía cederle el paso. El homenaje justo a quien había sido pieza fundamental para construir un Sistema Filosófico.
Gustavo Bueno Martínez nació en Santo Domingo de la Calzada en 1924, Camino de Santiago. Y allí ha vuelto en la mejor compañía, tras recorrer una anómala y grandiosa trayectoria filosófica. Filósofo es el que crea un Sistema, desde el cual explicar los precedentes Sistemas que haya habido. Ese, nada más y nada menos, es su legado, nuestra herencia.
Tras estudiar Filosofía en Zaragoza y Madrid, ciudades que a modo de puntos empezaron a trazar un mapa que ha demostrado cobrar pleno sentido, sus primeros años de docencia fueron en Salamanca, en el Instituto femenino Lucía de Medrano, donde su incipiente materialismo tomó forma de normas: instaurar la obligación de la educación musical (para «elevar el nivel de las alumnas») y el uniforme (para eliminar las diferencias «de clase» entre las niñas).
Pero Salamanca fue, sobre todo, donde se gestó su teoría de la ciencia: recuperando la tradición escolástica española en la biblioteca de su Universidad, a la vez que digería el positivismo lógico (fue Bueno quien prestó a Tierno el volumen que empleó éste último para traducir el Tractatus). Y donde conoció a Carmen.
Había que moverse a un lugar ajustado a la realidad de las cosas. Salamanca era una ciudad «medieval»; Oviedo sería el laboratorio que necesitaba. La Asturias de los 60 fue el vientre para que se gestara una escuela, la de Oviedo; un sistema, el Materialismo Filosófico; una teoría de la ciencia, el Cierre Categorial. Juan Cueto, Alberto Hidalgo, Vidal Peña, Alberto Cardín, Julián Velarde, Elena Ronzón, su hijo Gustavo, &c., fueron la potente escudería que lo acompañó durante su etapa como catedrático, desde 1960 hasta 1998.
Pensar «contra alguien»
Sus polémicas fueron la forma de relacionarse con el entorno, porque pensar es siempre pensar «contra alguien». En talleres, seminarios o en la impagable revista El Basilisco, se fueron produciendo los distintos hilos para ir tejiendo, en symploké platónica, la red del Sistema; también las primeras críticas pertinentes al marxismo que se hayan hecho, pues había que replantearlo absolutamente todo en política tras la caída del Muro. O una potentísima teoría materialista de la religión, que en contra de las teorías animistas (Puente Ojea), señalaba a los animales como clave interpretativa de las esencias numínicas.
Durante los 90, precisamente cuando España estaba empezando a mostrar los síntomas de agotamiento de lo que la Transición había erigido, se impuso un nuevo giro de timón. A las cosas. El mito de la cultura, el de la Izquierda, ya que estamos el de la Derecha; los de la Naturaleza, la Ciencia, el Deporte o la Democracia, que en clave fundamentalista todos ellos, están gobernando nuestro día a día. Y en medio de todo ello, una preocupación que Bueno habrá recuperado definitivamente engarzando con la mejor tradición de nuestras letras: España, que no es un mito, sino un problema, y filosófico.
Corría el año 1978 cuando su discípulo más tocapelotas, Alberto Cardín, reapareció en su vida para hacerle una entrevista para la revista El Viejo Topo. La tituló La filosofía sin tocador. Bueno ha representado una anomalía porque su obra ha sido lo más extraño que quepa imaginar al postmodernismo de la mano del cual se ha cimentado esta era nuestra, a lo new age, al tocador en el que se mira ese impostor que llamamos «Intectual». Bueno fue un sabio porque era capaz de diferenciar –y categorizar– los sabores (y lo que fuera menester).
Gustavo Bueno, el padre de un Sistema Filosófico pensado desde España, cosas veredes.