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El Catoblepas, número 174, agosto 2016
  El Catoblepasnúmero 174 • agosto 2016 • página 57
Artículos

Don Gustavo

José Ramón Gómez Fouz

El autor realiza una retrospectiva de su relación con Gustavo Bueno.

Gustavo Bueno durante una conferencia

Conocí al profesor Don Gustavo Bueno hace 24 años. Estando con Ignacio Gracia Noriega en Llanes le pedí que cuando pudiera le trasladara una pregunta que deseaba hacerle. Gracia Noriega, antiguo alumno y amigo del profesor, me dijo: «Vamos a verle, que está en su casa de Niembro». Desde entonces mantuve una buena amistad con el profesor y con su hijo Gustavo, teniendo la deferencia de invitarme a su nombramiento como Hijo Adoptivo de la Ciudad de Oviedo en 1995. Había asistido a muchas de sus conferencias en Oviedo y Gijón, alguna de ellas acompañado del sindicalista Luis Redondo, que tenía gran admiración por el profesor. Siempre nos sorprendió, aparte de su sabiduría, la condición física: hablaba de pie durante horas y sin papeles. Con 90 años llegó a dar una conferencia de dos horas de pie (sin duda, un récord Guinness).

El profesor llegó a Oviedo en 1960 y pronto su presencia causó una auténtica revolución en la universidad. Comenzaron a moverse los estudiantes hasta entonces dormidos. En sus clases hablaba de cosas hasta ese momento impensables y comenzó a tener reuniones clandestinas. De muchas de ellas estaba informada la policía, y nunca llegaron a detenerle, ya que sospechaban que era peor actuar contra él que no hacerlo y tenían la intuición que al gobierno de Madrid no le iba agradar una detención de este profesor.

Cuando se formaron los clubs culturales, dio conferencias en las cuencas mineras con vigilancia siempre de algún policía de la Brigada de Investigación Social. En 1967 participó en una manifestación contra la guerra del Vietnam llevando de forma intermitente una pancarta (véase el artículo «La manifestación de Vietnam» de Gracia Noriega, publicado en La Nueva España el 4 junio 2007). Cuando apareció la policía los manifestantes pusieron tierra por medio (algunos harían de eso una heroicidad, ya que parte de los que luego se metieron en política presumen de haber corrido delante de los grises, y además lo suman a su patrimonio y su palmarés). En cambio, Don Gustavo se quedó y se enfrentó a un policía: «¿Usted sabe dónde queda Vietnam?». El policía no se violentó y le contestó: «¡Ande! ¡Haga el favor de circular!». Sin duda, se sorprendió de la entereza de uno que no huía.

Todos estos gestos hicieron que el profesor tuviera una serie de alumnos y seguidores fieles hasta su fin (con alguna traición también). Él, a su vez, fue fiel a sus afines. Era como un general al que sus hombres le siguen porque él va delante. En 1970 viene un comando de Barcelona de extrema izquierda para agredirle en la propia universidad. Alberto Caldero Cabré le derrama por encima de la cabeza un bote de pintura a la vez que pronuncia las palabras: «Eres un lacayo del capitalismo». Los estudiantes le retienen y cuando está llegando la policía el profesor abre una ventana y le pide que salte y huya. No se atrevió el agresor, ya que el salto conllevaba riesgo.

En el tránsito a la democracia sería el otro extremo político la que le quema un todoterreno. En otra ocasión unos estudiantes de extrema derecha armados con bates irrumpieron en la universidad rompiendo puertas, acobardando y golpeando a otros estudiantes. Llegaron a la entrada del despacho de Don Gustavo y hablaron de asaltarlo. Entonces, uno de los estudiantes (falangista e hijo de falangista divisionario) se plantó ante la puerta y se enfrentó con todos: «Al viejo ni tocarlo». Comprobando la violencia con la que se expresó, vieron que iba en serio y se echaron para atrás .

Tras estos ataques sus amigos comunistas intentaron por dos veces afiliarlo al Partido, y así estaría más protegido. Les dio calabazas: «Yo no soy disciplinado y además hay cosas del PC que no me gustan».

Una vez asentada la democracia empezaron también dislates de los políticos. Con el comodín de la palabra «democracia» pensaron que nadie iba osar criticarlos, pero el león rugió con más fuerza si cabe y se enfrentó a la tolerancia del terrorismo y a los separatistas, pidió la eutanasia para los crímenes horrendos de los terroristas, argumentando que en cuanto se les explicara el daño que habían hecho, ellos mismos pedirían una muerte dulce, y si no lo comprendían eran unos chimpancés y deberían ser apartados de la civilización. En una conferencia crítica contra los nacionalistas terminó diciendo: «Explicarle esto a Arzallus es como querer meter inteligencia a un perro haciéndole morder un libro». Otra de sus fobias fueron las nuevas lenguas y no solo las de los nacionalistas (lo comparaba a un queso gruyère).

Le retiran de forma obligatoria con 74 años y da una conferencia a los alumnos en las escaleras. Éstos, llegaron a hacer plantes para que el sabio continuara en la docencia. Ahora iba a tener más tiempo para escribir y el alcalde Gabino de Lorenzo, que su día fue quien le propuso para ser nombrado Hijo Adoptivo de Oviedo, le cede para la Fundación Gustavo Bueno un palacete, antiguo sanatorio, que está justo frente a su casa en la Avenida de Galicia. Don Gustavo le dice unas palabras de agradecimiento: «Es usted igual que la familia Medici».

Los libros España frente a Europa, La vuelta a la caverna, El mito de la izquierda, El mito de la derecha o Zapatero y el pensamiento Alicia son libros de mesita de una buena parte de políticos del país -así lo reconoció el expresidente José María Aznar (por cierto, muchos políticos asturianos antes de coloquios y debates pasaron por su Fundación a pedir consejo).

En la presentación del libro El mito de la izquierda en la Librería Cervantes el 7 de mayo de 2003, un socialista, jubilado de correos muy pasional en lo político y antiguo miliciano, ante las críticas que hacía Don Gustavo al vicepresidente Caldera y a Zapatero (que estaban «para limpiar calderas») se levantó y arremetió contra el profesor, que intentó salir detrás de su mesa para enfrentarse cuerpo a cuerpo, ya que el iracundo socialista llegó en un momento a levantar un bastón (el vídeo completo de este acto puede verse aquí: Presentación del mito de la izquierda, y a partir del minuto 49 la anécdota relatada). Cuando el público le pide que se vaya, todavía critica al presentador Ignacio Gracia Noriega: «El presentador ése que conoce todos los restaurantes de Oviedo a Luarca» (¡cómo no los va conocer si es un importante crítico gastronómico!) y se dirige a Antonio Masip, que estaba presente: «Tú, ¿cómo consientes esto?» (¡qué remedio!). No fue el único enfrentamiento de Don Gustavo ante enfermos ideológicos.

Con ocasión de una conferencia en Noreña, a la entrada del local un joven le increpa: «¡Cínico!». Don Gustavo le miró sorprendido. Creía que le estaba etiquetando como perteneciente a la Escuela Cínica de Antístenes, pero insistió: «Sí, cínico. Tú eres un invasor y yo soy celta puro». El profesor, al momento, replicó: «Tú lo que eres es un imbécil», a la vez que fue al enfrentamiento físico, teniendo que intervenir Miguel Ángel Fuente Calleja, cronista de la villa (Don Gustavo también relata el suceso al comienzo -en el capítulo 1- de España no es un mito).

Don Gustavo fue un hombre dispuesto a conferenciar en todo momento de forma desinteresada, ayudó en lo económico cuando se le solicitó para causas justas, fue un buen esposo, buen padre de familia y buen abuelo. Nos dejó dos días después que su gran esposa. Nos quedan sus libros y su pensamiento para las generaciones venideras y su Fundación para las actuales.

Oviedo, lunes 29 agosto 2016

 

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