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El Catoblepas, número 174, agosto 2016
  El Catoblepasnúmero 174 • agosto 2016 • página 48
Artículos

Gustavo Bueno, el mitófago

Bruno Cicero Poo

La picadura de Bueno no es de tábano sino de cobra.

«Un consejo de amigo: si usted tiene la oportunidad de huir de él, huya. No se lo piense dos veces».
(Francisco Fernández Buey sobre Gustavo Bueno,
PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global. N° 120)

¡Que levante la mano quien no se haya enfrentado a la obra de Gustavo Bueno, cargado de ideas preconcebidas o mitos oscurantistas! Entonces me entenderéis si os digo que el encontronazo con Bueno es demoledor. Si Sócrates era caracterizado como un tábano por sus dialécticas picaduras, Gustavo Bueno bien podría caracterizarse como una cobra, pues su picadura no queda localizada sino que, al ser sistemática, se extiende por todo tu cuerpo no dejando un mito por devorar. Así que es entendible que éste, su nuevo aspirante a enemigo, nos invite a huir.

Y es que Bueno no era un filósofo de los de torre de marfil, ni al que se le pudiera leer desde la equidistancia o la neutralidad. Leyendo a Bueno o escuchándole, entendías aquello de que «pensar es pensar contra alguien». Unas veces ese alguien era el Otro; entonces lo mirabas con simpatía, apreciabas su elocuencia y argumentos, e incluso disfrutabas viendo cómo revolcaba por el barro a algún enemigo común.

El problema surgía cuando te mostraba que tú también podías ser ese alguien, que también tú venías pertrechado por una caterva de mitos sin digerir. Entonces sólo tenías dos opciones: huir o enfrentarlo. Conozco a muchos que huyeron y a otros muchos que lo enfrentaron; no he conocido a nadie que haya salido victorioso del enfrentamiento.

Este punto de fricción, su picadura, pudo ser la cultura, España, la democracia, la ciencia, el ser, la televisión, la pena de muerte, el aborto u otro tema cualquiera. Te sacude, marchas a casa o dejas unos días la lectura; da lo mismo, el veneno ya lo tienes inoculado. Te debates y, si eres honesto, terminas por aceptar la derrota. Piensas que más se perdió en Cuba, amurallas el resto de tus creencias y sigues adelante. Pero, ay insensato, lo que te ha picado no es un tábano, ni una avispa con sus aforismos provocadores -de una picadura de éstas bien puedes sobrevivir- sino que te ha picado la reina de las serpientes. Y, si asumiste la primera derrota, has perdido la guerra.

Así es que, si lo que buscáis es vivir felices y tranquilos, lo mejor que podéis hacer es huir antes de abrir cualquiera de sus libros. Para mí y para los míos sólo deseo lo que deseaba el Sócrates de Platón:

«Pero sólo una gracia tengo que pediros. Cuando mis hijos sean mayores, os suplico los hostiguéis, los atormentéis, como yo os he atormentado a vosotros, si veis que prefieren las riquezas a la virtud, y que se creen algo cuando no son nada; no dejéis de sacarlos a la vergüenza, si no se aplican a lo que deben aplicarse y creen ser lo que no son; porque así es como yo he obrado con vosotros. Si me concedéis esta gracia, lo mismo yo que mis hijos no podremos menos de alabar vuestra justicia»

Adiós al maestro

 

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